El imperio se había dividido, pueblerinos y esclavos seguían a quien les convenía, en esa guerra ya no había paz, el príncipe había reunido a todos sus aliados para tomar el trono que su padre le había confiado. Pero Kosem no permitiría que su nieto se quedara en el, no dejaría que ningún hijo de Murad tomara lo que era de ella, cada uno tenía su plan y aliados que lo respaldaban, el príncipe Hasan había sido muy querido durante el tiempo de su padre y muchos no dudaron en darle su apoyo pero quienes temían a Kosem no pudieron ir en su contra.

—Mis pashas y visires.—Hasan se sentó en su trono en la sala de juntas.—Este es mi reino, su reino, el reino que mi padre nos confió... No dudo de la lealtad que me han dado, por eso he decidió recompensar a mi mano derecha.

El gran visir se acercó con una sonrisa y reverenció al joven padisha quien le ofreció su mano para que demostrara su respeto besándola, los hermanos más jóvenes del sultán estaban atrás de él, uno a cada lado.

—Ante el encierro de mi tío, Ibrahim, absolví el matrimonio que estaba destinado para mi hermana la sultana Esma... Se que tienes un hijo de su edad, Abdullah Pasha, el que se casen con una gran ceremonia en primavera alegrará a todo el imperio y finalmente nos desharemos de los insultos que nos han dado después de quitarle mi trono a mi abuela.

—Que Allah le otorgue mucha felicidad, mi sultán.—Sonrió el hombre.

Pero aquella paz no duraría mucho pues un guardia de un rango bajo ingresó a la sala llamando la atención de todos.

—¡Han entrado al palacio! ¡Mi sultán, tiene que esconderse!

Los pashas se miraron entre sí cuando los gritos de terror resonaron al mismo tiempo que el golpe de espadas empezaba, Hasan levantó su cabeza, querían usurpar su trono y la única forma en la que podrían quitárselo sería matándolo primero.

—Hermano, tenemos que ir por la sultana.—Selim trató de llamar a la razón.—Hay que irnos.

—Esos traidores se atreven a entrar a mi palacio, lastimar a mi gente... No lo voy a permitir.—Gruñó el mayor.

—Hasan piensa bien lo qué haces.—Ahora Mahmud intentó detener a su hermano quien con la misma valentía de su padre desenfundó su espada dispuesto en ir a la batalla por segunda vez.

—Si muero, tu eres el siguiente en heredar el trono, Selim.—No miró a sus hermanos pues aunque su semblante demostraba seguridad, sus ojos estaban llenos de lágrimas de terror.—Gobierna como lo haría el hijo del sultán Murad, enorgullece la memoria de nuestro padre y cuidado de la sultana... Recuerda siempre que tu mayor aliado es Mahmud, no cometas los mismos errores que nuestros antepasados, la lealtad es lo más importante.

El Sultán Hasan "El Valiente", de historiadores contaban en sus relatos sobre aquel príncipe que no deseaba heredar el trono, quería explorar el mundo y recorrer nuevas tierras, pero las circunstancias lo obligaron a dejar la paz y gobernar para salvar a su familia de las garras de su abuela.

Semsperi acariciaba los suaves cabellos de su hija Esma quien tarareaba una bella melodía tratando de mantener a su madre tranquila, cada día el parto estaba más cerca y aunque no hablaban del embarazo sabía cuanto dolor estaba atravesando su madre al tener en ella al hijo de otro, nunca la había visto acariciar su abultado estómago o hablar para el bebé como alguna vez lo había hecho con la pequeña Mahpeyker.

—Sultanas.—Una criada entró preocupada.—Han invadido el castillo, la sultana Kosem viene por usted.

—Por Allah...—La sultana empalideció, su cuerpo temblaba de ver a la mujer que protagonizaba sus pesadillas.

Nunca había tenido tanto miedo en su vida, al sentir una ligera punzada en su vientre llevó su mano a el y suplicó internamente que el bebé no naciera en aquel momento.

—¿Mamá?—Esma la trajo a la realidad.

—Mis príncipes... Tengo que ir por ellos, no puedo marcharme sin ellos.—Habló nerviosa.

—Sultana, no puede ir en su estado... Tenemos que llevarla a un lugar seguro.—Su hija suplicó.

—Mi amada princesa.—Acarició su mejilla.—Tu no haz hecho ningún mal, no debes estar aquí...

Respiró profundamente y miró a la muchacha, Semsperi había ordenado que llevaran a su niña lejos de ahí, debía ir con todos sus hijos o de lo contrario prefería morir.

—Murad... Protégelos por favor.—Murmuró.

Rápidamente salió de la habitación, nadie la lastimaría de eso estaba segura pues llevaba a un miembro de la dinastía en su vientre y al mismo tiempo era la madre sultana, la cabeza del harem. Sus ojos vieron el suelo pintado del rojo de la sangre de las concubinas y Agas, inconsciente buscó entre los cuerpos agradeciendo que ninguno de ellos fueran sus hijos.

—Llévenme con la sultana Kosem, si quiere a mis hijos primero deberá matarnos.—Llevó una mano a su vientre.

Con brusquedad el verdugo la sujetó del brazo, rápidamente reconoció el camino a la sala de juntas y al llegar encontró a Kosem en el trono del sultán con sus aliados a cada lado custodiando su bienestar.

—Sabía que vendrías.—Saludó Kosem.

—¿Como se atreve a sentarse en el trono de MI hijo?—Gruñó tratando de acercarse pero el verdugo la sujetó.

—No le hagas daño, ella lleva al heredero del sultán Ibrahim en su vientre.—La anciana sultana habló permitiendo así la libertad de su nuera.

—Ibrahim no es más un sultan, no manche el sagrado título de mi esposo con el nombre de ese desquiciado.

Las miradas recayeron en ella quien a pasos cortos se acercaba.

—Las tropas de Hasan vendrán y tomarán una vez más el trono... No importa cuantas veces tenga que hacerlo, el poder regresará a su legítimo heredero, el hijo del sultan Murad es a quien sucede la corona.

Silencio. Kosem miró a su más leal Aga y asintió, entonces vociferó.

—Traigan a los príncipes ante la presencia de su majestad.

Semsperi se quedó quieta al escuchar aquellas palabras, sus niños habían sido atrapados, pero su mirada se relajó pues al menos podría verlos y hacerles saber que todo estaría bien, tarde o temprano acabarían con los traidores.