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3 Charla con Alma

Alma no va a la casa, no va porque no hace falta, desde que su madre fue internada ella se ha instalado en la casa y no se ha ido. Cuándo le dan el alta, ella no va al hospital, sino que se queda en casa para recibirla, y hasta espera a la familia con la comida ya lista.

Los mellizos bajan del auto y entran a casa sin dirigirle la palabra a su hermana, saben que es su culpa, que su mamá haya sufrido un pre infarto. 

—Hola —dice sacándose las manos. Su mamá la mira algo cansada—. La comida ya está por estar.

—No quiero hablar hoy, Alma. No estoy en condiciones.

—No quiero pelear mamá, ni discutir.

—Iré a cambiarme y acostarme un ratito.

Scarlett se acerca y la abraza para saludarla, prueba la comida y empuja a su hija para que vaya y se acerque a su mamá. Se para en el marco de la puerta y golpea para entrar, Atenea la mira y asiente dándole permiso mientras ella se sienta en la cama.

—Mamá perdón —la mira cansada—. Yo no pensé que... perdón. No pensé antes de darte la noticia, en tu condición —su madre levanta una ceja—, digo por tu edad.

—¿Me estás queriendo decir vieja y enferma?

—No, no es eso. Lo estoy haciendo todo mal.

—Sí, desde dejar la universidad a un año de recibirte, lo estás haciendo ¡mal!

Su esposa aparece en la puerta y le pide que se calme con las manos. Ella la mira, ve a su hija y se acuesta tapándose los ojos respirando tratando de calmar sus latidos. Siente la cama hundirse a su lado y ve a Alma, siente su rostro en su hombro y afloja su actitud a la defensiva sacándose el brazo de la cara para tomar las manos de Alma entre las suyas.

—Perdón mamá, no quiero que te mueras por mi culpa.

—No voy a morirme Alma, no aún. No seas dramática.

—Fue mi culpa esto... lo que te pasó, fue mi culpa, te hice pasar mucho estrés —la escucha llorar, voltea a verla y se sienta en la cama para secar las lágrimas de su hija—. Perdón mamá.

Comienza a llorar con fuerza y Atenea la abraza, acariciando su espalda.

—Deja de pedirme perdón... por darme un pre infarto, si me tienes que pedir perdón por lo otro —su hija ríe y se separa de ella—. No entiendo porque no puedes esperar un año a graduarte e irte de viaje Alma, solo es un año más.

—La mayoría se gradúa de sus carreras este año y solo somos dos quiénes quedan cursando —se limpia las lágrimas—. Mamá te prometo que me voy a recibir, solo quiero vivir esta experiencia con mis amigas. Por favor mamá, te doy mi palabra que terminaré mi carrera.

—Mas te vale hija, porque dónde estés viajo a buscarte y te traigo a rastras para que cumplas lo que me acabas de prometer —suspira— ¿Dónde están tus pelos asquerosos y mugrientos que tenías hace unos días?

—Eran rastas falsas, tenía una fiesta de disfraces, ni loca me hago eso en el cabello.

—¿Si sabes que tendrás que acampar y tal vez pasen días sin bañarte y tu pelito hermoso no tendrá el mismo brillito y tu piel no será tan tersita y suave?

—Sí, pero quiero experimentarlo, quiero vivir esa experiencia.

—Solo un año Alma Antonopoulos Jensen, solo uno —su hija sonríe—. Sino ya sabes lo que haré y mamá no se anda con vueltas.

—Ya está servido —entra Scarlett y las ve en paz, entonces sonríe— ¿Ya se arreglaron?

—Y llegamos a un acuerdo con mamá —suspira y coloca su cabeza en su hombro— al fin.

Scarlett se acerca abraza a su hija y toma de la mano a su esposa, no quería estar en medio de ambas, sabe lo testaruda que pueden ser las dos y lo inflexible que pueden volverse, si ambas tienen razón.

Alma también hace las pases con el resto de la familia y cuándo ya están todos sentados, llega Valentín con su ambo celeste de haber estado en un práctica de medicina, él está estudiando para ser cirujano neonatal especializado y su sueño es algún día operar al lado de Evangeline Danvers, una de las eminencias en su campo cómo cirujana neonatal, especializada en cirujía intra uterina, de bebés.

—Hola mamá —se acerca y abraza levantando bruscamente a la diosa.

—Grandulón mamá está medio atrofiada, se suavecito bebé —lo aprieta fuerte—. Te extrañé.

—Yo también, perdón por no poder venir antes mamá. Los chicos me mantenían al tanto ¿Y má? —ve entrar a Scarlett con la comida— mami.

Se acerca a saludarla y se sientan todos a comer en paz. Los hermanos solo tienen que mirarse para saber que todo está bien Valen asiente aliviado, miradas silenciosas dicen mucho más que las palabras.

—¿Se quedan a dormir?

—Yo sí —responde Alma.

—Yo no —dicen Valen— tengo que rendir mañana —se suena el cuello— y tengo que volver a estudiar con Hamilton.

Se despiden de Valen, Scarlett lleva a Hope a su práctica y Kirán a su clase particular de física. Madre e hija vuelven a quedarse a solas, esta vez Alma se acuesta al lado de Atenea que tiene un brazo por debajo de su cabeza y se pega a su madre.

—Desde que eras un bebé siempre fuiste inquieta, curiosa y arriesgada —le dice la diosa griega acariciando el brazo que esta cruzado encima de su abdomen—. Por favor prométeme que no harás algo estúpido como nadar con tiburones sin una jaula, o saltar desde una cascada, o no sé jugar con leones. Casi te perdimos una vez Alma y eso nos rompió un poco a todos, no quiero perderte de hija y para siempre.

—Te prometo que no haré nada estúpido, no has criado a una tonta, mamá. Y no los haría pasar por algo así de nuevo —suspira y besa su mejilla— ¿Cuál es tu recuerdo favorito de nosotras dos?

Atenea sonríe y piensa, son varios, son tantos, pero elige uno en el que solo fueron ellas dos y ese se le quedó marcado a fuego en su corazón.

—¿Recuerdas que con mami nos dividiamos para llevarlos al kinder? —ella asiente—. Hubo una vez que me tocó a mí ir contigo, te dejé y cuándo fui a buscarte me recibiste con una gran sonrisa y corriste hacía mí, tomaste mi mano y me presentaste orgullosa a tus compañeros, le dijiste que tu mamá era una diosa griega, que me llamaba Atenea y que Dios me había dejado bajar a la tierra para ser tu mamá —ella sonríe ampliamente recordando—. Les dijiste que te habían tocado las mejores mamás. Yo siempre pensé que Scarlett era tu favorita.

—No tengo favoritas mamá, yo las amo a ambas por igual, solo a veces me llevo mejor con una que con otra. Y lo sigo pensando son las mejores mamás —Alma se separa y la mira—. Mamá creo que jamás te lo he dicho, pero estoy muy agradecida de tenerlas, de que aceptaran quedarse conmigo, de que me amen, yo amo a nuestra familia, me han dado un hogar al cual volver y me aman —Atenea sin poder evitarlo derrama unas lágrimas—. No llores mamá —Alma sonríe y vuelve a acomodarse a su lado—. Son la mejores mamás para nosotros.

En poco tiempo Alma se queda dormida abrazada a su madre, Scarlett llega y se acuesta en la cama con ellas, luego de besar a su esposa. Le acaricia el cabello por encima de la cabeza de su hija.

—¿Cómo estás?

—Bien. Alma me dijo cosas muy bonitas —la joven ronca y ellas comienzan a reír—. Me alegra haber llegado a un arreglo, sé que con lo testaruda que es tal vez se iría igual y no quería que se fuera peleada conmigo.

—Bueno a mí, no lo sacó.

—Digamos que lo saco de ambas, mocosa. Te amo.

—Tambien te amo, diosa griega, a nuestra vida juntas y a nuestros hijos —besa la mano de ella con la alianza.

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