7-El subconsciente habla
—Hola —dice un chico de lentes alto, con cabello castaño rizado y ojos café— ¿Puedo sentarme aquí? —Lo miro y volví la vista a mis apuntes.
—No, ni siquiera te conozco, busca otro lugar.
—Soy quien te llevó por delante —estira la mano— mi nombre es Javier un gusto.
—Lo veo y estiro la mano— Scarlett, y la respuesta sigue siendo no.
—Mira no pude disculparme por lo que pasó ese día y no volví a verte —el chico se lleva la mano a la cabeza rascándosela—. ¿No podrías dejar que te invite un café?
Lo miro para rechazarlo, pero se ve demasiado incómodo y nervioso, aparte no soy tan pedante como aparento, ese don innato lo tiene Atenea.
—Está bien Javier —el chico deja su mochila y trae un vaso de café descartable con dos masitas dulces y dos sandwichs— El clima está lindo para sentarse en el pasto ¿Te molesta si vamos afuera? —la verdad es que no quiero ser vista por Atenea con alguien y es menos probable que me vea estando afuera.
—Claro no hay problema, llevo tu mochila —antes de negarme ya la está cargando y a los cafés para seguirme.
—No era necesario —levanta el vaso—, no fue tan grave... —miro sus libros—. No puedo creerlo ¿te gusta leer?
—Tiene que gustarme, estudió literatura.
—Oh que genial es eso, no hay mucha gente que conozca y que le guste leer. ¿Qué lees cual es tu favorito? —La fachada de chica dura se cae dejando ver mi verdadera esencia.
—No tengo un favorito, pero si tengo un género favorito y es el de suspenso, cuando quiero escapar y aligerar mi cabeza leo fantasía. Aunque la lectura es un hobby caro, no lo cambio por nada, un libro es una puerta a otro mundo.
—Totalmente de acuerdo —nos pasamos tiempo conversando y riendo, la segunda taza de café se la invito yo.
—Scarlett en verdad lamento el accidente pasado, tuviste que ir a la enfermería por mi culpa. Quise verte pero... —se ruboriza— me da un poco de vergüenza admitirlo, la profesora que apareció daba bastante miedo.
—La Dra. Atenea Antonopoulos, no es tan mala como se ve —Wtf ¿desde cuando la defiendo—. Solo es algo intimidante, prepotente, un poco muy soberbia, pero... —comienzo a ver los ojos de Javier abrirse mirando hacía mi espalda—. ¿Está detrás de mí verdad? —él asiente.
—Que mal concepto tiene de mí, mocosa.
—Miro hacia arriba— No es como si no lo sepa y mi nombre es Scarlett.
—¿Nuevo amigo, mocosa?
—Ignoremosla y se irá pronto.
—Soy Javier Muñoz, un gusto profesora Anto...
—Dra. Antonopoulos —el chico queda con la mano estirada y ella lo ignora— ¿Su novio no se pone celoso?
—¿Desde cuando vela por los intereses de otros? —«desde que eres de mi interés»— aparte Javi es un nuevo amigo.
—¿Javi? Recién lo conoces.
—Me tengo que ir a mi próxima clase, supongo que te veo después Scarlett.
—Espera —me paro dándole la espalda a ella anoto mi número en un papel y se lo doy—, agendame. Nos vemos Javi —tomo mis cosas del pasto, sin prestarle atención.
—¿A dónde va?
—Tengo que ir a trabajar a la oficina, pero antes pasar por mi casa para cambiarme.
—¿Por qué me ignora? —eso la vuelve loca, muchos voltean a verla, pero yo simplemente no lo hago, al menos no que ella sepa.
—Tengo que ir a trabajar ¿Necesita algo Dra. Antonopoulos? —la miro con mis ojos color cielo y la castaña mayor se derrite en mi mirada—. Hello —paso una mano frente a su rostro— ¿Necesita algo?
—Sí, pero le diré en un rato.
Me pasa por al lado y desaparece entrando en la universidad. Yo me devuelvo a buscar los libros que en los nervios por irme dejé atrás en el pasto.
Llego a mi departamento, dejo todo arriba de la mesa, quedo descalza y en ropa interior mientras ordeno un poco, y junto la ropa para lavar. Voy y vengo comiendo una sopa instantánea. Todavía me queda hora y media para irme, tiempo suficiente para bañarme.
Tomo un baño caliente, salgo y tocan el timbre, me coloco un pantalón corto y una musculosa holgada con el pelo aún mojado.
—¡Ya voy! —grito ante la impaciencia de quién vuelve a tocar el timbre, y luego otra vez— ¡DIJE QUE YA VOY! —ni siquiera me crecioro y abro la puerta, para encontrarme con mi jefa y profesora— ¿Hola?
—¿Puedo pasar? —El aroma a su perfume me deja atontada.
—Claro pase —entra mirando a su alrededor buscando ¿tal vez si hay alguien?
—¿Pasa algo?
—¿Está sola?
—Sí, porqué.
—¿Puedo acercarme? —la miro confundida—. Pregunté si puedo —da un paso y retrocedo— acercarme —otro paso y vuelvo a retroceder— un poco —otro paso y quedo acorralada contra la pared— ¿Hace cuánto nos conocemos?
—Casi tres meses —miro a un costado para escabullirme y la profesora alza su brazo.
—¿Sabes hace cuánto que deseo tenerte así de cerca? —niego con la cabeza— más o menos desde la primera clase —sonrío incrédula— ¿No me crees, mocosa?
—¿Por qué estás aquí?
—Me encanta cuando me tuteas. Digamos —miro a un costado abajo y apoya su mano en mi abdomen, entonces respiro profundo— que escuché una conversación de tu no novio —mete la mano por mi camiseta probandome el temple y pidiendo permiso con su mirada, mientras juega con su mano en mi abdomen, rozando en suaves caricias, mi piel—. Para mi la fidelidad es muy importante, diría que una de las 4 cosas más importantes. Te voy a hacer una pregunta que vas a responderme con la verdad.
—O sino qué.
—¿Piensas que puedes negarte a responderme? Tengo maneras de sacarte la verdad —desabotona mi pantalón—. Me encanta lo que tienes puesto, por cierto —la verdad es que fuera de lo que aparento, soy un cachorrito si me acorralan de esta manera—. ¿Estás de novia? —me mira fijo a los ojos.
—Eso no te incumbe —me quise dar vuelta para irme pero me acorrala, dejándome de frente a la pared y dándole la espalda, apoyando su cadera en mi trasero.
—Mocosa atrevida —me susurra al oído, con su mano izquierda me toma la muñeca introduciendo la otra de a poco adentro de mi pantalón, por adelante—. Volveré a preguntar lo que ya sé. Cuidado en cómo me respondes ¿Estás de novia?
—No. te. importa —intento zafarme y ella mete su mano, tocando mi intimidad por encima de mis bragas haciendo que suelte un gemido—. No me gusta que me toquen.
—No te veo quejarte —se me escapa otro gemido— ¿Estás de novia Scarlett? —sigue frotando mi intimidad y ahorra yo aferro su brazo para que no aparte su mano.
—No, agh, por favor.
—No y por favor qué, mocosa
—No es mo novio —intento sacar su mano de mis bragas cuándo me doy cuenta quien es la que me está tocando. Pero la profesora me lleva ambas muñecas hacia arriba sujetandolas con la mano izquierda—. Esto está mal —no puede tener más fuerza que yo.
—Tienes razón por lo general no estoy detrás de nadie tanto tiempo, y tú me has hecho perder mucho detrás de ti —presiona y masajea mi ya húmeda zona, entre el clítoris y mi entrada por encima de la tela—. Quería hacer esto hace tanto.
—Eres mi profesora y jefa ¡Agh! —gimo y me muerdo el labio inferior para intentar contenerme.
—Abre más las piernas —me niego—, ¡abre desobediente! —una nalgada y abro—. Iremos al cuarto —mete su mano entre mis bragas y me da vuelta dejándome de frente para besarla, sin sacarme la mano de mi intimidad—. No te das una idea desde hace cuento tenía ganas de hacer esto, de hacerte esto —me besa con desespero, y se me escapa un gemido entre los besos, baja a besos humedos por mi cuello e introduce un dedo en mi interior, luego lo saca se separa un poco, lamiendolo delante de mí—. Necesito probar esto Scarlett.
—Está mal, nosotras no... —siento el calor recorrer mi cara.
—Yo quiero, si tú quieres ¿Quieres?
—Al diablo, sí, quiero —A besos cruzamos la delgada línea que había marcado hacía meses.
—Vamos a tu cama —entramos a tropezones, mientras ella se deshace con desespero de la ropa de ambas— me tienes totalmente a tus pies ¿No me has dado agua de calzón o si?
—No, pero te invito a tomar del pozo —abro mis piernas y suena la alarma.
NOOOO ¿En que momento me quedé dormida? —meto mi mano en mis bragas— ay la puta madre y soñé que me cogía Antonopoulos ¿Cómo haré para verla ahora?
Me visto rápidamente, dejando mi braga mojada en la ropa sucia para lavar a mano, luego de que me echara una mano. Pero paro al pensar en ella cuándo me estoy tocando. Salgo rápidamente a la oficina en mi moto.
—Hola Scarlett, tenemos que revisar este caso —me roza la mano y me pongo ruborizada— ¿Te pasa algo?
—No, por qué.
—¿Acaso tuviste un sueño húmedo conmigo que no miras, o sigues enojada por lo de esta mañana? —acierta con lo primero, haciendo que mi corazón se desboque—. Te hice una pregunta.
—No es nada, revisemos el caso que estoy cansada y necesito llegar a mi casa, estoy agotada.
Sigo sin mirarla, algo que no deja muy tranquila a mi jefa y que le provoca todavía más inquietud al ver mi actitud distante para con ella. Pero simplemente no puedo mirarla a la cara, si tan solo al ver sus manos recuerdo lo que en el sueño hacia entre mis bragas, y al mirar mis manos recuerdo que pensé en ella para meterme mano, quizás si la miro directamente, cometa una locura.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro