10-Deudas y más deudas
Me citaron en la oficina principal y sabía para que era, me he atrasado en la matrícula, estoy pagando para poder estar al día pero la deuda es más grande de lo que entrego de dinero, si pudiese vivir sin comer lo haría, con tal de no gastar, por supuesto mis padres no saben esto.
—Hola Alice —saludo a mi compañera con quien después de lo que pasó nos llevamos mejor— ¿También vienes para pagar la matrícula?
—Sí, te parece si vamos a comer algo...
Se escucha una discusión acalorada que viene desde adentro de la oficina de Atenea.
—Pidele disculpas ya a la Dra. Antonopoulos, ya mismo Bryan Lake, ya mismo —Al cabo de unos minutos la puerta se abre para dejar salir a nuestro compañero quien había tenido la discusión con Atenea por no dejarlo entrar—. Disculpe Dra. Antonopoulos, no se quién se piensa que es mi hijo —Ambas vemos como el padre de Lake se disculpa con ella, Atenea ve en mi dirección y frunce el ceño al verme tan cerca de Alice
—Señorita Jensen pase a mi oficina un momento —camino hasta ella cerrando la puerta detrás de mí— ¿Cómo está, Jensen? Siéntese —se sienta a mi lado en vez del otro lado del escritorio—. ¿Irá a la conferencia de la próxima semana?
—No.
—¿Por qué?
—No tengo tiempo —miento a medias, no voy a gastar dinero en unos días, sabiendo la deuda que tengo.
—Bueno tendrá que hacerselo, porque sino va con la universidad, irá con la firma, por supuesto con todos los gastos pagos.
—Pero tengo que trabajar.
—Quédese tranquila —Toma mi mano—, que no se le van a descontar los días, más bien cuenta como una capacitación laboral —acerca su silla un poco más y miro su escote, aclarándome la garganta, desvío la mirada hacía otro lado—. Me enteré lo que pasó hace unos días con usted y el novio de la señorita, Alice —acaricia mi mejilla y no la aparto—. Tiene que ser más cuidadosa Jensen.
—¿Tendría que haberla dejado sola?
—Es difícil conseguir buenos internos —admitir que te importo, ni de chiste ¿Verdad?—. En realidad me preocupa su seguridad.
—No iba a dejarla sola.
—Lo sé —se levanta muy cerca de mí, rozando sus manos por mis hombros y espalda, cierro los ojos de manera automática al sentir su perfume—. Cuidas a todo el mundo, ¿pero quién te cuida a ti?
—No necesito que alguien me cuide, sé cuidarme sola.
—No tiene porque hacer todo sola, no está sola —nos sostenemos la mirada—. ¿Ahora son amigas con Benner? —dice su apellido con desagrado.
—Me tengo que ir, tengo cosas que hacer.
—Le hice una pregunta.
—Lo sé y elijo no responderla, porque no le incumbe, adiós Dra. Antonopoulos.
Una vez que la oficina del director se vacia entro a hablar con él ya que me ha citado, rogando que lo que tuviera que decirme lo hiciera en voz baja. Su tono de voz es demasiado alto y te enterabas hasta que crema usaba para para las hemorroides, un dato que me hubiese gustado ahorrarme de saber. Ahora cada vez que voy a la farmacia y veo la crema pienso en mi director, ya me dieron náuseas.
—Pase señorita Jensen.
Saludo a Alice y veo como Atenea le echa llave a su oficina para irse, regalandome una última mirada. Antes de que yo cierre la puerta y ella de la vuelta, me guiña un ojo. Pero que descarada.
—Usted dirá señor Director —Me siento frente a él con calor, por el actuar de Atenea.
—Señorita Jensen, estuve revisando sus notas y legajo, tiene muy buenas calificaciones —pero no me ha citado por eso—, es una lástima que no tenga una beca —la fortuna no es mi aliada—. Tiene mejor promedio que algunos becados —un kilo de sal a la herida, en la mesa 4 por favor ¿Algo más que agregar?—. Pero sus pagos no son los mejores, y tiene una deuda bastante grande —se acerca a su escritorio cerrando mi expediente y cruzando las manos—. Lamento informarle, señorita Jensen, que sino regulariza su situación no podrá rendir los exámenes de finales de semestre.
—No, no puedo no rendirlos eso demoraría más mi graduación
—Lo lamento, pero la deuda generada es de un número importante y aunque su promedio es bueno, no puedo hacer la visita gorda ante eso.
—Lo entiendo —digo cabizbaja y con ganas de echarme a llorar, mi esfuerzo valía nada, lo importante es el dinero, que sea buena estudiante no me da más tiempo—. ¿Puede darme un mes para reunir el dinero? Solo quedan dos semanas para que termine el mes y no creo conseguir todo.
—Dado su desempeño académico, puede hacerlo en dos pagos, pero a fin de mes tendrá que tener al menos la mitad.
—Está bien —Si vendo un riñón en el mercado negro seguro llego a conseguir el dinero—, gracias señor director —Le estrecho la mano, olvidando su sudor que luego al salir limpio en mi pantalón
Al salir veo como Atenea merodea el escritorio de la secretaria del director, aunque pensé que se había ido hace rato, no, ella sigue aquí. Sé que a pesar de que parece despreocupada o casual, está con un ojo observando la situación con Alice.
—¿Todo bien Scarlett?
—Sí, solo no creo ir a la conferencia la semana que viene —digo con los ojos llorosos y antes de derramar una lágrima me marcho—. Te veo en clases Alice —voy a limpiarme el rostro al baño y luego tengo que hablar con Atenea. Justo la encuentro a punto de irse—. Dra. Antonopoulos —golpeo la ventanilla de su auto y ella baja el vidrio.
—Entra —abre la puerta.
—Seré breve.
—Sube, Jensen, que tengo apuro.
—Subo de mala gana— Necesito volver a la universidad luego, tengo mi moto aquí.
—Sí, luego te traigo ¿Qué es lo que vas decirme?
—No iré a la conferencia la próxima semana —frena de golpe el auto.
—¿Cómo que no? Fui clara, no es opcional, tienes que ir, Jensen.
—Necesito quedarme esos días.
—¿Por qué?
—¿Puede mover el auto? nos están tocando bocina.
—No hasta que me diga porqué, así que sino quiere causar un embotellamiento hable.
—Necesito quedarme a trabajar, tengo que pagar unas cosas —El auto comienza a avanzar y ella parece sopesar mis palabras.
—Le daré un aumento de sueldo y un bono.
—No, Atenea —me mira seria—. Quiero ganarme las cosas por mérito propio, mientras yo pueda trabajar...
—Tienes un contrato con la firma, no ir a la conferencia tiene la penalidad de trabajos para presentar en tiempo récord y no te dejaré faltar.
—Déjame aquí.
—No, iremos a almorzar.
—No traje dinero.
—Yo invito.
—No quiero que...
—Mocosa, tengo hambre, ya terminaste tus clases, no tienes nada que hacer, vamos al almorzar.
—No soy mocosa, tengo un nombre por milésima vez, y lo de la conferencia ya está decidido.
—Por supuesto que sí, irás, porque que trabajes en otro lado que no sea la firma tiene una penalidad, así que sino quieres aumentar tus deudas, irás.
Entramos a un restaurant muy elegante, en el cual me siento muy fuera de lugar con mis jeans rotos, mi camiseta negra y campera de cuero negra, con mi cabello suelto.
—Me siento rara y fuera de lugar, parezco una vagabunda, todos se ven tan finos.
—No tienes que apenarte o que te importé lo que ellos piensen, si quieres podemos ir a otro lado, pero la comida de aquí es deliciosa.
Miro el menú y solo puedo ver los precios, ¿será por la falta que me hace el dinero? Saco cuentas mentalmente y con el menú podría pagar mi deuda de la uni, casi me vi tentada a decirle que le cocinaba yo y me pagara a mí.
—¿Pasa algo? ¿No puede decidir?
—Podría tutearme no estamos en la uni ni en la oficina y es raro que me trate de usted —Se le dibuja una gran sonrisa.
—Está bien como quieras Scarlett, tú también haz lo mismo —sigo pasando las hojas—. ¿No te gusta nada del menú?
—Es todo muy... caro —digo en un susurro.
—Scarlett —Toma mi mano—, pide lo que quieras, yo invito el almuerzo y después se me antoja el café que me debés, en tu departamento. ¿Qué dices?
—Digo dejavu, ojalá, okay no— Un café que ni siquiera es tan rico por pagar el almuerzo aquí, no me parece equitativo el trueque.
—Bueno podríamos ir viendo después para llegar a igualar —me sonrojo tanto pensando guarradas y el sueño que había tenido—. Vas a tener que hacerte ver esa fiebre que tienes no es normal —suelta una pequeña risita. Bruja sabe perfectamente que ella me ruboriza.
Luego de elegir lo que pensé era lo más suculento del menú y para que negarlo quizás bastante caro, aunque para ella eso no es nada al parecer, comenzamos a conversar largo y tendido, mientras traían la comida.
Los platos llegan y comenzamos a degustar. Mi boca acostumbrada a sopa instantánea, café barato y sandwich de cafetería, tuvo su propio orgasmo culinario con el primer bocado, cierro los ojos mientras mastico largando un suspiró nasal, relajando mi postura y soltando un leve gemido que en cuanto me percato que salió, me aclaro la garganta y aparto la mirada de ella que al abrir los ojos, me la encuentro observándome.
—Me alegra que te guste —Trago rápido y avergonzada.
—Está buenísimo —logro decir—. No sabía que la pasta casera combinara tan bien con este pedazo de filete y con la salsa, con todo, es delicioso.
Mi estúpido estómago no podía guardar más comida, las últimas porciones las como de pura gula.
Paga y nos vamos del lugar, de camino para en una cafetería y vuelve con una bolsa de papel y dos porciones de pastel en envases transparentes, me los pasa y sigue manejando. Llegamos al departamento.
—¿Puedo pasar? —El aroma a su perfume me deja atontada, como siempre.
—Claro pasa —entra mirando a su alrededor, si había alguien— ¿Pasa algo?
—¿Estás sola?
—Sí, porqué.
—¿Puedo acercarme? —la miro confundida— pregunté si puedo acercarme —déjà vu, que rico. Un escalofrío me recorre la espalda y unas cosquillas en medio de las piernas.
«¿Cómo puedo pensar en eso ahora? Es que en el sueño se sintió tan bien».
—Claro siéntate... si quieres... —saco dos tazas y estoy por poner el café que tenía —Ella toma mi mano y se pone muy cerca.
—Eso de la bolsa es café —miro el paquete que deja arriba de la mesada— , úsalo —mis latidos se dispararon— ¿Te pongo nerviosa?
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