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2 Días

—Valen hijo —me abraza por la espalda mamá Scar— ¿Quieres que te pase a buscar hoy?

—No, tengo práctica para la competencia de matemáticas

—Nerd —dice alma y simulo rascarme la comisura de la boca sacándole el dedo medio—. Má voy al centro comercial esta tarde con las chicas.

—¿Amor escuchaste a nuestra hija? —le dice la pelinegra a nuestra madre de diosa griega cómo ella la llama.

—Sí —le dice mientras arma la lonchera de los gemelos— ¿Cuál es la palabra que le faltó?

—Puedo, mamá —Alma me tira una cuchara.

—Gracias hijo ¿Entonces? —la mira fijo con sus ojos verdes levantando una ceja.

—Mamás ¿Puedo ir al centro comercial esta tarde con las chicas?

—No —responde Atenea—, sigues castigada por escaparte de casa —ella mira a mamá Scar, sabe que es su debilidad, como yo soy la de Atenea—. Tu madre lo sabe y está de acuerdo, no te va a salvar ¡Niños ya están sus loncheras!

Esta es nuestra rutina diaria, las mamás les preparan las loncheras, y el desayuno para los seis, ellas mientras tanto nos abrazan y apretujan.

—¿Cómo estás hijo? —Atenea me besa en la frente mientras estoy sentado revisando la tarea por última vez.

—Bien mamá.

—Ya les compré las entradas para el musical que querían ir a ver con madre —le sonrió y agradezco— ¿Estás demasiado grande para darle un beso y un abrazo a tu madre diosa griega?

—Nunca seré demasiado grande —la abrazo y la beso en la frente, ya la paso en altura.

—Mamero —dice Alma y con mamá la tomamos, colocándola en medio de ambos para apretarla mientras ella la llena de besos— listo, listo, listo.

Mamá Scarlett entra con Kirán en la espalda y abrazando a Hope, la heterocromia de ambos teniendo verde y azul, el color de ojos de ambas, hicieron que por un tiempo cuándo era chico los envidiara un poco. Hope con su cabello castaño, Kirán con cabello negro y ambos con sus ojos de heterocromia, se parecen demasiado a ellas.

—Valen —Hope corre a abrazarme aunque nos veamos a diario a ellos les da alegría vernos— Al —la abraza fuerte. Kir dijo que los dinosaurios los extinguieron los aliens.

—¿Hijo otra vez viendo videos de conspiración?

—Desde hoy soy vegetariano.

—¿Desde hoy hasta el miércoles o romperas tu record y llegarás al viernes?

—¡MAMÁS LA TONTA DE AL, ME ESTÁ MOLESTANDO!

—Almaaaa —dicen ambas al mismo tiempo—. Deja de molestar a tu hermano y come, callada —dice mamá Atenea y me río.

—Valentín —me dicen ambas a mí y levanto las dos manos en señal de rendición— ¿niños tienen todo listo? —ambos asienten, la verdad es que aunque quieran diferenciarse se parecen y coordinan mucho— ¿Hope a que hora es el partido de soccer hoy?

—5 pm ¿Quiénes van? —cada uno da su presente y nuestras mamás también.

Salimos apurados de casa, todos suben al auto, yo manejo, ellas no le confían el auto a Al. Nos abrazan y besuquean cómo si todos fueramos niños chicos, se toman de las manos y suben a su auto. Me agrada ver cómo todavía se aman y tienen tiempo para nosotros y estar en nuestras actividades aún después de que tienen cuatro niños.

Se suben al auto y se besan, les toco bocina y los cuatro les hacemos la seña de inflingirnos el vómito, ellas se ríen y así es nuestra rutina diaria.

A las 5 pm vamos llegando de a poco al partido de Hope que nos ve emocionada y nos saluda desde la cancha.

—George y Agnes nos han invitado a almorzar el sábado —comenta mamá Scar—. Así que no hagan planes —los tres levantamos el pulgar mientas miramos los celulares .

—Dejen los celulares ya, o se los quito una semana —nos amenaza mamá Atenea.

Guardamos los teléfonos. Mamá Atenea no se anda con rodeos y sus amenazas no son solo amenazas vacías. Alentamos el partido desde la tribuna, el equipo de nuestra hermana gana 5 a 3.

—¿Mamás puede Bianca venir a casa?

—¿Le han preguntado a sus mamás? —ambas se miran y Kirán mira a Bianca embobado, yo lo codeo.

Ellas le preguntan a Audry y Rebeca que tienen en brazos a su pequeña hija, quienes le dan permiso, mientras se ponen a conversar entre madres. Me siento al lado de Kirán, mi hermanito menor siempre ha sido algo... raro, pero no en el mal sentido, a él le gusta armar y desarmar cosas, hacer experimentos, y le encanta la ciencia.

—¿Te gusta mucho amiguito?

—Es la chica más linda que jamás he visto.

—Wow así de mucho entonces.

—Pero Hope me hará trizas si se entera —me mira algo desperanzado—, me gusta desde que eramos niños —me río.

—Siguen siendo niños coleguita.

—Hablo de... —suspira— creo que caí enamorado de ella desde que íbamos a jugar al parque cuándo era más pequeño. Pero mírala ella es súper linda, alegre y yo soy un raro —agacha la cabeza—. Jamás se fijará en mí.

—Ay amiguito quizás en el futuro. No digas que eres raro, yo también lo era a tu edad y...

—¿Eras? —ambos reímos— Pero tú eres un raro cool, que lee libros y escribe. Tal vez eres muy despistado pero las chicas te miran hermano —suspiro y le revuelvo el cabello.

Nos subimos a los autos para volver a casa, por el espejo retrovisor veo cómo Bianca se queda mirando algunas a veces mi hermano, creo que no soy el único que es un poco distraído. Mi hermanito enamorado ¿Quién lo diría?

La niña se queda a dormir. Kirán me va a despertar temprano, quiere que le ayude a preparar el desayuno para la chica que le gusta y claro que para el resto de la familia.

—Buenos días mis hombrecitos —dice mamá Atenea, colocando la cafetera— ¿Cómo durmieron ayer?

—Bien mamá —respondemos ambos— ¿Y tu esposa? —le pregunto.

—Esa floja está durmiendo aún, la iré a despertar cuándo termine mi primera taza de café ¿Les ayudo en algo? —negamos con la cabeza— ¿Qué los mantiene despiertos tan temprano? ¿O quién? —mira al niño.

—Iré a lavarme los dientes.

El ruborizado sale corriendo, miro a mi madre y me río negando con la cabeza, ella me sonríe. Mamá Atenea se da cuenta de todo. Se acerca dejando su taza y me abraza.

—Estás demasiado grande, me gustaba cuándo eras pequeño y te aferrabas a mí y no querías que me fuera a trabajar —volteo y la abrazo, entonces ella queda con su cabeza en mi pecho y coloco mi mentón sobre la misma—. Te amo hijo mío ¿Lo sabés verdad?

—Lo sé mamá, lo sé y también las amo.

—Yo también quiero un abrazo del grandulón —aparece mamá Scar le abrimos los brazos y se nos une—. ¿Amor cuántas tazas de café llevas? —una responde la de ojos verdes— esa es suficiente —Atenea gruñe—, demasiada cafeína hace mal, te lo dijo el médico.

—No sabe nada ese médico.

—Claro porque solo estudió medicina cómo veinte años, con especialidad y todo para no saber nada —nos soltamos—. No pelees con tu esposa diosa griega, sabés que cuándo me pongo en modo abogada, no me ganas.

—Se te pegó mi soberbia cariño —le da una nalgada y luego se acerca para darle un beso—. Iré a levantar a los niños y a nuestra ogra mayor —Alma— deseenme suerte —nos reímos y le deseamos suerte.

—Tus abuelos quizás comentaron algo sobre llevarlos a ti y tu hermano a pescar ¿Te gusta la idea o les digo que mejor hagan otros planes?

—Por mí está bien, y Kirán seguro encuentra algo con lo que entretenerse, mientras esté conmigo no se va a aburrir.

—Genial —ella sonríe y sus ojos azules brillan.

—Má, el tío Marc nos quiere llevar al juego de la final de soccer —el hermano de mamá Sam se había transformado en el tío de todos— ¿Nos dejan ir?

—Claro, aunque no creo que tu hermana quiera ir.

—¿A dónde no quiero ir? Si es la final de soccer con el tío Marc, están muy equivocados. Porque claro que quiero ir, si yo le dí la idea —los dos la miramos extrañados—. Bueno quizás el chico que me gusta no deja de hablar del estúpido deporte —ambos reímos— y quiero aprender un poco sobre ello. No tiene nada de malo

—Porque en los dos años que tu hermanita lleva jugando soccer, no has aprendido nada —le digo levantando una ceja. Ella me saca la lengua.

Fue en ese juego de soccer en medio de una multitud eufórica, mirando a mis hermanos, a mi tío Marc a toda esa gente feliz, que yo me sentí miserable ¿O quizás fue antes? ¿En qué momento? Hubo un momento, un tiempo, algo... quizás simplemente siempre me sentí así, pero ahora me doy cuánte rodeado de tanta felicidad, que me siento vacío.

—¿Estás bien? —Al me toma del brazo y me mira extrañado, me doy cuenta que todos están sentados.

—Sí —me toco el pecho—. Voy a al baño.

—Val —no me deja ir.

—Estoy bien —tomo su mano—, de verdad.

De verdad no lo estaba y Al, siempre a mi lado, fue la primera en darse cuenta. Pero supongo que la noticia de ese fin de semana, me afectó mucho más de lo que esperaba, creo que ese fue el empujón al vacío dentro de mi pecho.

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