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12 El adiós a George

Pasó tres semanas internado, antes de los paros cardíacos y de que su corazón dijera basta. Mamá está devastada, y yo no estoy mejor que ella o el resto de la familia.

—Llevas casi todo el día aquí —me acaricia la espalda Ingrid, la chica que me dió su número en el café y con quién comenzamos a salir—, necesitas ir a descansar.

—Lo haré cuándo lo entierren —ella suspira—. Ve si quieres, mañana tienes que rendir y necesitas volver. Gracias por venir.

Ingrid ha sido de un gran apoyo, pese a que llevamos solo una semana saliendo, ella me está apoyando en este momento tan difícil, aunque a ellas no les guste porque es algo mayor, bastante hipócrita de su parte ya que entre ellas se llevan casi 10 años de diferencia, mientras que yo con Ingrid solo nos llevamos 4 años.

—Está bien, llámame si necesitas algo y vendré —me da un beso y se marcha.

Lo veo en la cajón, tan tranquilo, tan pálido, parece que está durmiendo. Agnes está totalmente destrozada, aunque sabíamos que él estaba muriendo, no por eso duele menos su partida.

—Se lo llevarán en una hora —me dice Al palmeando mi hombro derecho.

—Bien.

El servicio fúnebre lo busca y lo llevamos al lugar dónde será enterrado, tomo uno de los lados del cajón y lo cargo yendo en la punta hasta el lugar. El día hoy, nublado, con todas las posibilidades de llover, también está fresco y la brisa gélida golpea mi rostro y mi cuerpo, pero me siento ajeno a este momento, tanto que ni siquiera siento el frío.

La madera reluciente se pierde mientras va bajando, le tiramos una flor y un puñado de tierra. Hay demasiada gente, George fue un buen hombre que ayudó a quiénes pudo y cómo pudo. Mis hermanitos me toman de la mano, mientras abrazo a uno a cada lado, Scarlett reconforta a Atenea y Al luego se coloca a mi otro lado para tomar a Kirán y abrazarlo por los hombros.

Casi cuatro meses desde su muerte.

—¿Huevos revueltos?

—No, gracias.

—No puedes seguir sin comer casi nada. Has bajado mucho de peso.

—¿Por qué será no? —sigo mirando mi teléfono y tomo mi taza de café.

—¿Irás al baile de graduación?

—No.

—Alma irá, ya tiene su vestido, también es tu baile y...

Me paro dejando hablar a Scarlett sola, entro a ponerme una campera abrigada y tomar mi mochila. Desde que él falleció no me he cortado el cabello y tengo barba, que me hace lucir más grande, se me nota más cansado y más delgado.

—Llego tarde hoy, los mellizos se vienen en autobús escolar y Al, vendrá en su moto.

—¿A dónde irás? —pregunta Atenea.

—Con Ingrid —respondo cortante, es el último día de escuela.

—¿Dejarás a tus hermanos tirados por ella?

—¿Dejaré que tus hijos se vengan en el autobús escolar? Sí, lo haré. De todas maneras ya se saben venir y lo han hecho antes —le digo aprentando la mandíbula. Desde la muerte de George ellas y yo nos hemos ido alejando.

—Valentín no te quiero aquí tarde.

Últimamente con Atenea discutimos más, sino me la paso en silencio, encerrado en mi cuarto o afuera en la calle con Ingrid, con quién por cierto perdí la virginidad y con quién solo lo tenemos algo físico.

—Val —me habla Kirán desde el asiento de atrás— ¿Ya no nos quierés o a las mamás?

—¿De qué hablas coleguita?

—Ya casi no estás en casa, y si estás andas enojado o peleas con mamá, no le hablas a mami, no nos das abrazos y ya no juegas con nosotros. Tampoco hablas casi con Al —aprieto el volante del auto y mis nudillos quedan bancos—. Cómo el abuelo murió ¿Ya no quieres que seamos más tu familia? Por que...

—Te extrañamos —dice Hope—, extrañamos a nuestro hermano mayor, y nuestras madres también te extrañan. Descubrí a mamá abrazando tu ropa hace unos días, mientras lloraba —los miro por el espejo retrovisor y ellos tienen los ojos llenos de lágrimas.

—¿Quieren que pasemos un día de hermanos el sábado?

—Queremos pasar un día en familia los seis cómo antes. Que vuelvas a ser nuestro hermano mayor divertido y que...

—Nos ames a todos —dice Hope habiendo puchero—. Todos te extrañamos.

Los dejo en la escuela, se toman de la mano y esta vez no vuelven la vista hacía mí, no voltean a despedirse y yo solo los miro. Veo mi teléfono en el estacionamiento de mi escuela, y veo las fotos en mi galería, de todos nosotros de ellas, de mí, de George ¿En qué momento perdí de vista a la familia? ¿Cómo me alejé tanto? ¿Atenea me extraña de verdad? Doy marcha atrás y voy a hablar con ella a su oficina, necesito pedirle perdón, tengo que enmendar las cosas.

—Valentín hola —dice la secretaria arreglándose y sonriéndome— ¿Buscás a tus mamás? —Scarlett había comenzado a trabajar en la firma para ayudar a mamá, luego de la muerte de George las cosas para ella fueron más difíciles.

—Sí, necesito verlas ¿Están las dos aquí?

—Están en una reunión.

—Espero en su oficina entonces.

Es el último día de clases, no es tan importante que falte hoy. Pero si es importante hablar con ellas. Las espero llegar y ensayo caminando de aquí para allá en su oficina lo que voy a decirles, de camino hablé con Ingrid, cancelé nuestros planes y corté con ella. Tengo que centrar mi vida, volver a recuperar a mi familia, pedirles perdón y empezar a ser un mejor, hijo, hermano, sobrino y nieto de los abuelos que me quedan. Mamá entra mientras habla con má, al verme ambas se quedan calladas, mamá mira su reloj de muñeca.

—¿Qué hacés aquí? Se supone que deberías estas en clases.

—Necesitaba hablar con ustedes y...

—¿Era tan urgente que no estás en la escuela? —tira una carpeta en su escritorio— Es el último día Valentín y ni siquiera puedes asistir el último día cómo corresponde ¿Qué hacés aquí? ¿Qué quierés?

Su actitud a la defensiva no me extraña, venimos teniendo batallas bastante seguido, pero lo que me sorprende es que má no intervenga y la apoye. Me pongo serio y dejo caer los brazos rendidos a los costados de mi cuerpo, todo lo que había pensado, todo lo que había ensayado con decirles se esfuma y en su lugar una ira que me viene carcomiendo, va supurando en mi interior.

—Ya te lo dije, quería hablar con ustedes.

—¿De qué? Que no puede esperar a llegar a casa.

—Es el último día, a nadie le importa y no van a darnos contenido el último día de clases.

—A nosotras nos importa, por qué si así tan fácil decides que puedes saltarte la escuela y no ir...

Me tenso, aprieto mi mandíbula y dejo de escucharla, mi respiración se hace agitada y mi corazón late fuerte, siento mi cuerpo tiembla y se llena de adrenalina.

—¡Fue un error venir y creer que me escucharías! Vine a pedirles perdón por ser un idiota —ellas se quedan calladas mirándome— ¡QUERÍA ENMENDAR LAS COSAS, QUERÍA HABLAR CON USTEDES! —me apoyo en la biblioteca de espaldas a ellas, estoy tan furioso— terminé con Ingrid —digo mirando al suelo sin verlas mientras mis lágrimas caen—. Estoy harto, estoy tan cansado, me siento tan exhausto de sentirme sobrepasado y vacío todo el tiempo, de sentir que no pertenezco a ningún lado —volteo a verlas, ellas quieren acercarse y tienen los ojos llenos de lágrimas—. Siento que no encajo ni siquiera en esta familia.

—No digas eso, eres nuestro hijo —dice la de ojos azules.

—En realidad no, no lo soy. Soy hijo de Samantha y Noah, una madre muerta y un padre que no me quiso —me seco las lágrimas y la nariz, temblando con el dorso de la mano—. Yo ya no tengo lugar aquí, honestamente no sé que hago, no debería haber venido —ellas se miran e intentan acercarse, pero paso entre medio de ellas—. Yo les agradezco por todo.

—Por qué lo hacés sonar cómo una despedida —dice Atenea temblando con las manos extendidas hacia mí.

—Ya tengo dieciocho años —me acomodo la mochila, mientras los ojos me siguen llorando—. Me iré con mi abuela. Gracias de verdad por todo.

Salgo, me subo al auto y llego a la casa para juntar ropa en bolsos, voy subiendo todo al auto cuándo ellas llegan, colocando su auto detrás del mío para que no me vaya.

—Hijo por favor —intenta detenerme Atenea temblando, pero yo sigo buscando mis zapatillas—. Valentín, no te vayas.

—Atenea ¿Para qué quierés que me quede? No pertenezco aquí, ya no hay lugar aquí para mí.

—Sí lo hay, eres nuestro hijo. Este es tu hogar, somos tu familia.

—Valentín por favor —dice Scarlett, y ambas tratan de detenerme—. Quédate y hablemos más calmados, no hagas esto, no te vayas. Estás enojado, no tomes una decisión estando así.

—¿Qué pasa? —entra Alma sin entender— ¿Por qué estás sacando tus cosas?

—Me voy. Por favor has que me dejan ir.

Scarlett comienza a bajar las cosas del auto por el otro lado y Atenea toma las llaves, cuándo entro a casa a para tomar y sacar mis bolsos ellas cierran la puerta con llave.

—Dejenme ir, por favor, me iré y ya no volveré a molestarlas. Tienen razón es su auto, solo tomaré mi ropa y me iré, de nada les sirve, no voy a llevarme nada más. Les prometo que no voy a volver a molestarlas.

—¿De qué mierda hablas Valentín? —dice Alma— eres parte de esta familia, por qué te iras para siempre.

—No quiero que lo mellizos lleguen y vean esto ¡Yo ya no pertenezco aquí! ¡¿Es qué no lo entienden?! No me siento parte, me siento vacío, algo me falta y no sé que es. Necesito que me dejen ir, por favor dejenme ir.

—Pero eres nuestro hijo —dice Atenea llorando—. Sam nos encargó tu cuidado, y te amamos cómo a tus hermanos.

—Ellos no son mis hermanos —Al hace una mueca de dolor y desvía ka mirada—, ustedes no son realmente mis mamás. Tengo una familia biológica. Sé que Sam tomó esa decisión y jamás tendré cómo devolverles lo de todos estos años, pero necesito irme, necesito encontrar lo que me falta. Siento un hueco en el medio de mi pecho —me toco cerca del corazón— no soy capaz de ser feliz, siento que algo me falta y no sé que es y me angustia, y ya no me deja dormir, ni comer, ni pensar, ni respirar. Necesito respuestas que no pueden darme —suspiro y tomo los bolsos del suelo.

Paso entre medio de ellas, abrazo a los mellizos que vienen bajando del autobús escolar y me subo al Uber que me esperaba atrás, los veo llorar mientras me alejo.

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