10 La preocupación de ellas
—Estoy preocupada por Valentín.
La diosa griega se acuesta al lado de su esposa, quién deja el teléfono en la mesita de luz cargando, para prestarle atención.
—Yo también. Pero es un proceso por el que tiene que pasar.
—Lo sé —Scarlett toma su mano—. Ambas tuvimos padres de adopción, pero su situación es diferente —suspira— ¿Crees que se lo debimos de dar a los padres de Sam? ¿Que él estaría mejor? Solo quiero que nuestro hijo esté bien amor.
—Mi vida —Scar se sienta mejor a su lado—. Sabés que hablamos con Sam y sus padres mucho tiempo antes, ellos no estaban en condiciones de criar a un bebé, Marc tampoco y Sam definitivamente no quería a otras que no fuéramos nosotras para tener a Valen —le acaricia la mejilla—. Siempre hemos hecho lo mejor posible por nuestros hijos ¿Recuerdas el día que nació?
—Estabamos aterradas, sabíamos lo que significaba su nacimiento para Sam. Luego me sentí tan poco apta para ser su madre, llegué a llorar cuándo no sabía porque lloraba, o si había algo que hacía mal. Con Alma no fue mejor, dos bebés en casa y nunca estaba complemente segura de si lo hacía bien. Cada vez que me iba de casa dejándolos a los tres, me sentía tan culpable —baja la mirada—. Nunca sé si hago las cosas bien, si soy una buena madre para ellos, si soy lo suficientemente buena, si soy lo que necesitan que sea.
—Lo eres —toma su mano y la besa—, lo somos —acaricia su mejilla y entrelazan sus manos.
—Casi perder a Alma —se lleva una mano al pecho—, casi me rompe el corazón amor, perder a Collen nos rompió un poco —mira a su esposa— ¿Y si él no quiere que seamos sus mamás? —comienza a llorar— Si se aleja de nosotras. No podría soportar perder a nuestro hijo. Lo amo demasiado, no importa que no lleve nuestra sangre, yo amo a nuestro hijo.
—Y yo también mi diosa griega —unen sus frentes—. Solo podemos ayudarle a transitar este proceso, él necesita entender de dónde viene, descubrir por si mismo su verdad y comprender que será nuestro hijo, pase lo que pase.
Ambas se abrazan. Atenea quiere confiar en las palabras de su esposa, pero aún así, algo dentro de ella duele. Ninguna tiene favoritos, ambas aman a sus hijos de la misma manera, y son cercanas a ellos de diferentes formas. Alma es la fuerza de la naturaleza que arrasa contagiando su risa a la casa entera cuándo está de buen humor, Hope es la enérgica y amante de los deportes, siempre tiene energía y ganas para hacer cualquier tarea, Kirán es el curioso nato, siempre preguntando sobre todo, siempre con hambre de saber, y Valentín es el de la sonrisa amable, los abrazos cálidos y el oído amigo, el consejero y el mediador. Todos tienen un papel en la familia, incluso ellas, Atenea siendo la madre de palabra firme y castigos justos, pero a quién pueden recurrir en busca de mimos que los acurruca y los llena de amor, Scarlett es la madre que los aconseja, y les regala amor cómo abrazos y quién se da cuenta viéndolos si están enojados, tienen sueño, hambre o solo están cansados, ella sabe leer a sus hijos.
—¿Podemos hablar? —le dice a su hijo la pelinegra tocándole el hombro y regalándole una taza de café.
—Claro.
—Vamos al patio -—él la sigue y se sienta en la manta bajo el árbol dónde suele leer—. Ayer en la noche hablamos con tu mamá sobre ti —él la mira—, estamos preocupadas hijo —él mira al suelo—. Sé que este es tu proceso —toma su mano—, espero que sepas y entiendas que sin importar lo que pase vamos a apoyarte y te amamos.
—Solo necesito entender. Siento... —no sabe si decirle.
—Puedes decirme lo que sea.
Él siempre ha tenido esa confianza con Scarlett, sabe que a ella puede contarle cualquier cosa, a su mamá también, pero con Atenea habla sobre otras cosas. Con mami Scar, puede hablar de sentimientos y sobre cómo se siente.
—Siento un hueco en mi pecho —sus ojos se llenan de lágrimas y eso traspasa a Scarlett—, quisiera preguntarle tantas cosas a Sam, quisiera entender, saber tanto y releo sus cartas, pero jamás tendré respuestas de ella. No quiero lastimarlos mamá —la mira y ella le seca las lágrimas que caen, le duele ver a su hijo tan perdido. Él se acerca y encuentra confort en sus brazos, aunque ha crecido, siempre se siente pequeño en los brazos de mamá—. Solo necesito averiguar que es esto.
Atenea sale al patio en cuánto los ve, se acerca y besa a su hijo en la frente, acariciando su mejilla, sentándose frente a él.
—Eres igual de lindo que cuándo eras un niño —él se ríe y se acomoda mejor al lado de su má—. Siempre que llegaba te la pasabas pegado a mí —acaricia su brazo—, o andabas por la casa "mamá, mamá, mamá".
—¿Me estás queriendo decir que tenía una favorita? —dice él.
—¿Tenías? Creo que lo sigo siendo —sonríe con suficiencia.
—Amor mío, te ves tan linda en tus silencios —él se ríe—. Voy a prepararle el desayuno al resto de la prole —Scar mira a su esposa entre cerrando los ojos y comienza a caminar, luego de besar a su hijo en la frente.
—Amor —Atenea va detrás y su esposa no la espera—, mocosa ¿Te has enojado de verdad? Amor.
La alcanza para besarla y Scarlett le hace la cobra, la diosa hace puchero y su hijo pasando detrás de su má la empuja así besa a mamá.
—Judas —él sonríe.
Se abrazan afuera antes de entrar y sonriendo se besan, para luego entrar a abrazar a su hijo sentado y besarlo en la frente. Cómo cada mañana inician su rutina, se despiden de ellos mientras ellas se marchan en el otro auto.
—¿Le dijiste que lo amamos? —le pregunta Atenea.
—Sí, amor y él lo sabe.
—A veces me preocupa que ellos no lo sepan.
—Se los hacemos saber —voltea el rostro de su esposa así la ve—. Te aseguro que somos las mamás más amorosas que tienen.
—Amor ¿Te arrepientes de haber postergado recibirte en tu carrera por cuidar de nuestros hijos? Es que... —traga grueso.
—Diosa griega por favor —gira la llave apagando el auto, todavía están en el porche de casa—. Yo tomé mis desiciones y no me arrepiento de haberlo postergado, no me arrepiento de haberme casado contigo, ni de cada desición que he tomado por nuestra familia. Aunque si me arrepiento d algo —ella voltea a verla—, de no haber sido lo suficientemente compasiva con mi esposa cuándo pasamos lo de Alma, y aún así, me perdonaste y te quedaste conmigo.
—Es que te amo tanto mocosa.
—¿Si sabés que ya estoy casi en los cuarenta y no soy una mocosa verdad?
—Ya no puedo dejar de llamarte así —sonríe y se acerca para besarla—. Te amo Scarlett, eres una de las personas más importantes de mi vida.
-Y pensar que me caías tan mal diosa griega -ella se ríe- y me terminé casando contigo y hasta tuvimos nuestros hijos.
—Te sentenciaste desde que dijiste bien mi apellido a la primera. Entonces lo supe, esa mocosa insolente sería mi esposa.
La pelinegra muerde su labio inferior y se acerca de nuevo para besarla, la diosa desabrocha su cinturón y la trae más hacía ella.
—Amor, amor —se separa Scar respirando algo agitada.
—Vamos, la habitación, el sofá, la casa está literal a un paso y no hay nadie.
—Sí, y en la firma está el señor Senar que iba a ir temprano por que tenía que vernos urgente —Atenea suspira y relaja sus hombros derrotada—. Pero quizás podamos salir y antes y llegar antes que nuestros hijos lleguen —ambas se miran y sonríen.
—Bueno tocará cancelar reuniones y reprogramar citas.
Scarlett casi tiene cuarenta y Atenea casi cincuenta, pero se siguen deseando, se siguen amando y siguen estando juntas cómo el primer día en el que se dieron cuenta que se amaban y que una vida sin la otra, sería un infierno.
Enciende el auto se besan una vez más y toman rumbo a la firma. Lo que sea que venga van a enfrentarlo juntas.
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