Epílogo
Atención:
1- Sé que soy una pesada (?) pero saben que Wattpad a veces se pone loquito y no avisa todos los días. Ayer actualicé el ÚLTIMO capítulo de este fic (el 21) y es, pues, necesario para leer y entender el epílogo ;u;
2- Este epílogo tiene aprox 10K palabras. Algunos pueden elegir leerlo, otros no... le agradezco mucho a quienes lo hagan.
3- Tengan piedad, son muchas palabras... lo releí para corregir pero siempre algo se me pasa
4- Dado que ya me mandaron a leer el manga una vez (?) quiero volver a aclarar que en esta historia particular, Dabi sigue siendo Dabi y no lleva el nombre de Touya. LFDA empezó muchísimo antes que se revele la info (que sigue siendo una teoría) y cambiarlo era un trastorno ;; así que no me gustaría leer comentarios feos al respecto.
5- Ahora sí, ¡disfrútenlo! ♥️
Poco más de un año después de que Izuku Midoriya terminó de escribir My Hero Academia, se encontraba llegando al anfiteatro de la Secundaria Yuuei para recibir su diploma de graduación.
Su último año pasó más rápido de lo que Midoriya esperaba. No fue fácil, pero tampoco podía decir que tuvo un camino de espinas —el segundo año ya había sido lo suficientemente desastroso como para sentirse intimidado.
Sí había sido difícil, en cambio, en un sentido de ansiedad y muchos miedos por el futuro.
Por supuesto, las clases de último año estuvieron orientadas a la tutoría para la elección de una carrera. Midoriya había estado bastante dividido durante todos esos meses, hasta que finalmente se presentó en medio de la noche al cuarto de su madre, y le gritó:
—¡He tenido una revelación! —chilló un maniático Izuku—. ¡Mamá, creo que quiero ser enfermero!
Luego de que la pobre Inko se calmara —tras pensar que una pandilla de ladrones se metió en la casa—, abrazó a su hijo con lágrimas en los ojos. Nunca la había visto tan orgullosa.
Una parte de Midoriya había estado deseando enfrascarse en una carrera de letras y tal vez pulir esa pasión por la escritura. La otra, creía fervientemente que podría inmiscuirse en el mundo de la medicina y ser un héroe para todos aquellos que lo necesitaran.
¿Cómo decidirse cuando tienes dos deseos? Porque, ciertamente, si estudiaba para volverse un médico, nunca más podría tener tiempo para dedicarse a esa pasión oculta que tenía por las letras. Pero si elegía la escritura...
Su otra parte sentiría que algo le faltaba.
Era cuestión de encontrar el punto medio.
Y estaba satisfecho con su decisión. Ochako e Iida también estaban orgullosos, pero nadie se atrevió a decir en voz alta lo que estaban pensando...
Los tres tendrían que separarse tras la graduación.
Ochako se quedaría en la ciudad para así comenzar a trabajar con sus padres y estudiar al mismo tiempo. Iida iría a una universidad en Nagoya que quedaba a al menos unas tres horas en tren para perseguir su sueño de estudiar una licenciatura en física y matemática...
Mientras que Izuku estaría a casi siete horas de distancia en Osaka.
La decisión no fue fácil. Le preocupaba dejar a Inko sola, así como toda su vida por detrás. Literalmente, Midoriya se había construido su camino en aquella ciudad, ¡y podría haber sido lo que él quisiera allí dentro!
Pero...
Estaba bastante seguro que lo que él necesitaba era visitar un nuevo lugar. Pasar de página —pero nunca en un mal sentido.
Su pequeño distrito, su mamá y todos sus viejos amigos siempre estarían para él. En carne y hueso; tal vez un poco lejos. Pero siempre en su corazón.
—¡Ya deja de pensar en la inmortalidad del cangrejo! —exclamó Ochako—. ¡Es hora de ir a tomarnos la foto! Apresúrate antes de que comience a derretirme como una vela por todo el maquillaje que llevo encima.
—¡Ya voy!
Midoriya terminó de acomodarse la camisa y chaqueta del uniforme. Su corbata era un desastre, y estaba seguro que Iida tendría un infarto a la retina tras vérsela.
Persiguió a su mejor amiga a través de la escuela en dirección al campus donde se reunirían las diferentes clases de último curso. Los de años inferiores estaban decorando cada pasillo con flores, carteles de despedida, y también ayudaban a los maestros con cada arreglo que se pudiese necesitar para la ceremonia.
Ochako le pasó el brazo por el cuello. Midoriya casi sintió que la estaba asfixiando.
—¿Te puedes creer que preferimos venir aquí que ver el final de Gran Torino On Ice? —Ella rió—. Si luego me como un spoiler, te culparé a ti por convencerme...
Midoriya negó con la cabeza. Algunas costumbres nunca cambiaban. Y era curioso que el final de la serie favorita de ambos se transmitiese el mismo día de la graduación.
Casi como si les estuviera dejando un mensaje: de que la adolescencia terminaba y ya estaban dando un paso hacia la adultez.
—Te digo, me voy a suicidar si me entero que Gran Torino no termina con...
—¡Joven Midoriya!
Los dos voltearon al escuchar el llamado. Izuku casi entró en pánico al descubrir al profesor Toshinori intentando seguirles el paso. El maestro se había desgastado mucho en los últimos años y apenas podía correr diez metros sin sentir que necesitaba unos pulmones nuevos.
—¡Profesor Toshinori! —Midoriya exclamó—. ¡Q-qué agradable sorpresa...!
Toshinori se detuvo frente a los dos, sujetándose las rodillas mientras recuperaba el aire. Ochako y él intercambiaron una mirada, pero dio un brinco cuando la pesada mano de su maestro terminó sobre su hombro.
—¡Te he estado esperando desde que llegué! —rió entre jadeos—. ¡Pero todo está bien, porque ya estoy aqu-...!
—Es un gusto verlo, profe —intervino Uraraka—. Lo voy a extrañar luego de hoy.
El maestro reparó entonces en la chica. Hizo una sonrisa paternal solo para luego depositar su otra mano sobre las intrincadas trenzas que Ochako se hizo aquella tarde para la graduación.
La chica rezongó en voz baja.
—Ah, joven Uraraka —dijo—. Estoy seguro que se extrañará tu teléfono sonando en clase con los opening de esos animé de moda que tanto les gustan a los niños... ¿cómo era ese sobre Tran Gorino...? ¿Hockey sobre hielo...?
—Ah, ya no importa —rió Ochako—. Mejor me adelanto, porque con las chicas queríamos tomarnos unas fotos antes. ¡Te veo después, Deku-kun! Con su permiso, profesor Toshinori...
Ochako hizo una pequeña reverencia al maestro y luego se alejó agitando la mano hacia Midoriya antes de perder en la marea de jóvenes estudiantes que preparaban las cosas de la graduación.
Izuku sonrió hacia Toshinori, un poco bastante nervioso de estar frente al maestro que sirvió como gran influencia para él. Se había visto demasiado distinto en primer año —musculoso, con una inmensa sonrisa de comercial, tez bronceada...— y para entonces ya no era más que una sombra de lo que alguna vez fue.
Pero el cariño de Midoriya hacia su profesor no cambiaría por nada. Toshinori le sonrió con nostalgia.
—¡Mira nada más cuánto has crecido! —Le palmeó en la espalda—. ¡Parece que fue solo hace unos meses cuando te encontré llorando en el baño...!
—Ah, de hecho hasta ayer estuve llorando en el baño...
—¡Y ahora eres todo un hombrecito —terminó Toshinori—. Mentiría si dijera que no voy a sentir tu ausencia, joven Midoriya. Has sido no solo un gran alumno, sino también un amigo para mí. Me has enseñado mucho, aunque no lo creas. Y jamás podría terminar de agradecer todo lo que hiciste al ayudarme con mi gatito...
—¡¿G-gatito?! —Midoriya exclamó con un chillido de sorpresa.
Toshinori se llevó una mano a la frente con diversión. Aunque Midoriya estaba seguro que era en realidad por el bochorno que le daba el ser descubierto llamándole gatito a su novio, el profesor Aizawa.
Podría haber vivido sin saber eso.
Era el novio que bien podría haber conquistado Midoriya —porque los haikus estúpidos eran suyos. Pero ese pensamiento le hizo horrorizarse demasiado y decidió dejarlo al fondo, a donde iban a parar todas las cosas perturbadoras e inquietantes.
Justo igual que los fanfics homoeróticos que Ochako leía en plena madrugada.
Había quedado tan consternado por la imagen mental que necesitó de las palmadas asesinas de Toshinori para salir de su trance. Casi sintió que se le dislocaría el hueso del hombro.
—¡Bueno, no quisiera seguirte molestando! —exclamó Toshinori—. Ah, pero antes de que te vayas...
Toshinori sacó una pequeña libreta de su bolsillo. Parecía una simple y común libreta, de esas que él cargaba todo el tiempo para escribir sus fantasías más oscuras y bizarras.
Su profesor se la extendió. Midoriya estaba algo perplejo.
—No quería dejar que te fueses sin pedirte que me firmaras esto. Dirás que soy un tonto sentimental... pero aquí están todos los haikus que escribiste para mí a lo largo de estos años —Toshinori resopló con una sonrisa—. Y esto no es para mi gatito, joven Midoriya: quiero atesorarlo para mí.
Midoriya sí que se quedó anonadado ante la petición.
—Supongo que quiero ser la primera persona que te pida un autógrafo antes de que te vuelvas un escritor reconocido en todo Japón, ¡me compraría hasta tu lista de la compra, joven Midoriya! —siguió diciendo Toshinori—. Tienes un gran talento que quisiera ver triunfar. Algún día.
Midoriya sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas.
Tomó la libreta de Toshinori con dedos temblorosos. También sujetó el bolígrafo que acababa de sacarse del bolsillo. Al menos, Midoriya no tenía un maquillaje que arruinar.
Podía llorar como magdalena y quedarse tranquilo.
Entre las hojas de la libreta, y con el puño de Toshinori, se encontraban escritos todos y cada uno de los ridículos haikus. El de las olas. El de la fragua. Todos los haikus.
Cada una de sus estúpidas creaciones que acabaron juntando a su maestro favorito y al maestro que solía amenazar con patearles el trasero.
Sus dedos temblaron mientras hacía una firma algo desprolija y se la dedicaba al profesor Toshinori Yagi con todo el cariño que un alumno podía tenerle a su maestro. El mayor la tomó de regreso cuando Midoriya se la devolvió tras enjugarse las lágrimas.
Su rostro se iluminó con una sonrisa. Apretó la libreta contra su pecho como si no quisiera perder su nuevo tesoro.
El profesor Toshinori era demasiado puro para una escuela tan corrompida como aquella.
—Gracias, joven Midoriya —dijo—. Y suerte en todo aquello con lo que tu cabeza fantasea. Tienes el potencial de hacer cosas enormes.
—Gracias a usted —lloriqueó Izuku—. ¡Juro que vendré de visita, y será la primera persona que reciba mi libro...! Si es que alguna de mis bazofias logra ver la luz de una editorial alguna vez...
Toshinori volvió a darle unas palmaditas en la espalda. Soltó una sonora carcajada.
—¡Y nunca lo olvides, joven Midoriya! ¡Siempre que lo requieras, podrás volver a esta escuela! Cada vez que necesites que algo esté bien, yo estaré siempre aquí.
Su profesor le abandonó tan rápido como había llegado. Seguramente tenía que preparar el discurso para los graduados.
Midoriya se quedó quieto en su lugar, acomodando las emociones adentro suyo. Apenas empezaba el día y ya había llorado todo un océano con la petición de su maestro favorito.
Su celular sonó. Seguramente sería Ochako apresurándole, o Iida gritando por su retraso. Esperaba que fuese eso, porque si resultaba ser el mensaje emotivo de algún compañero...
Pero en realidad no era ningún compañero.
Era el mensaje de un número del cual no había tenido noticias en meses. Casi un año, para ser exacto. Justo cuando esa persona se graduó, y Midoriya pudo volver a sentirse a salvo adentro de las paredes de su escuela.
No todo podía ser bueno aquel día. Ya lo daba por hecho.
Tomura
Como quisiera ser un diploma, para que esta noche me pegues contra el muro :3
Bueno... ¡hey! Al menos ya no eran piropos matemáticos.
Supuso que todos avanzaban y maduraban con el tiempo. Algunos... a un paso más lento, supuso.
Las clases de la A a la F eran un verdadero caos en el campus. Al menos cien alumnos en total, todos desesperados por tomarse la fotografía ideal para subir en Instagram y fingir que extrañarían aquel hoyo de perdición que había sido la escuela.
Reconoció a Mei Hatsume, la loca inventora, desesperada por enseñarles su nueva máquina para detectar la carrera de tus sueños. Pensó que, para entonces, la muchacha ya debía estar zafada de todos los tornillos.
No encontró a Iida ni a nadie de su entorno. Solo vio de lejos a Tsuyu y Ochako, todavía tomándose fotografías con Ashido, Hagakure, Yaoyorozu y Jirou; todas hacían poses muy tontas como sacar la lengua y levantar dos dedos a la cámara, besuquearse las mejillas entre ellas, o fingir que eran celebridades atacadas por los paparazzi.
No se sorprendió al ver a Yaoyorozu y Jirou abrazarse.
Las chicas habían comenzado distanciadas el último año. Midoriya no quiso inmiscuirse mucho en aquellos asuntos. Sabía perfectamente la razón de ser de aquello.
Sin embargo, verlas sonreír juntas —Jirou llevaba ahora el cabello largo, mientras que Yaoyorozu lo tenía a la altura de la barbilla— otra vez fue como una caricia interna. Era esperanzador. No importaban los errores de uno o de otro, a Midoriya le encantaba ver a la gente haciéndose cargo de sus cosas y enfrentando las consecuencias para recuperar lo que amaban.
Le hacía tener esperanza para sí mismo.
Por supuesto, todo ese sentimiento no aplicaba a Mineta. La pequeña escoria revoloteaba cerca de las muchachas para ver si pillaba la vista de alguna tanga debajo de las faldas.
Por suerte, Mina Ashido le dio una patada en el centro de la cara. Fingió que había visto un insecto. Midoriya estaba seguro que no era fingido.
Iba a acercarse hacia las chicas, pero a lo lejos divisó a alguien que le arrancó una sonrisa de emoción.
—¡Shinsou! ¡Eh! ¡Por aquí!
Hitoshi dio un respingo al escuchar su nombre siendo gritado. Se cubrió la cara con vergüenza al descubrir a Midoriya haciéndole señas como si fuese un padre que va a buscar a su hija de una fiesta.
De todas formas, trotó hacia su encuentro. Y llevaba una amplia sonrisa ladina.
—Siempre te haces de rogar, Midoriya —bromeó Shinsou—. Siento pena por tu futuro esposo.
—Mi futuro esposo tendrá que ser alguien capaz de arrastrarme para que no pierda la cabeza —rió de regreso—. ¿Crees que exista un alma tan bondadosa?
Shinsou arqueó una ceja. Tenía una mueca burlesca en el rostro. Aquello era algo así como un chiste interno de los dos —ninguno seguía afectado por lo ocurrido entre ambos hacía un año atrás.
De hecho, les encantaba reírse del otro. Shinsou le recordaba constantemente a Midoriya que daba besos demasiado torpes y babosos.
—Supongo que existirá un pobre diablo por ahí, dispuesto a aceptar que tienes una fila de candidatos detrás de tu traserito —Shinsou se cruzó de brazos—. Es divertido verlo todo desde afuera, si me preguntas...
—¡Ah, qué cruel eres! —Izuku rezongó—. ¡Ahora yo siento pena por tu futuro esposo!
Shinsou bufó exageradamente. Fue demasiado prolongado para ser casual, o divertido. Midoriya estrechó los ojos. Comenzaba a sospechar.
Más que nada porque las orejas de Shinsou y sus mejillas se tornaron de un vivo rojo más brillante que dos nalgas recién golpeadas.
—Yo nunca me voy a...
—¡Midoriya! —Alguien gritó—. ¡Y mi colega...! ¡Shinsou, mi bro! ¡Shinbro!
Izuku buscó al autor de aquel llamado, pero Shinsou parecía estar 100% convencido de quién se trataba. El gruñido que dejó escapar parecía como el de un oso decepcionado y que prefiere ser cazado que seguir soportando toda esa mierda.
La cabellera amarilla de Kaminari fue lo primero que Midoriya vio. Luego, le siguió su brazo —con la camisa arremangada y sin la chaqueta del uniforme— que rodeó el cuello de Hitoshi, apretándolo contra sí mismo para frotar sus mejillas.
Shinsou hizo una mueca de desagrado, como si Kaminari tuviera sarna o la peste, mientras trataba de zafarse de su agarre mortal.
—¡Kaminari! —dijo Midoriya asombrado—. ¿Cómo estás...?
—¿Yo? Excelente, gracias por preguntar —rió Denki—. ¿Ya te ha dado Shinsou las buenas nuevas?
—¿Las buenas nuevas...? —replicó Midoriya.
Kaminari ahogó un gritito de indignación. Se soltó de Shinsou. El chico parecía querer correr para aprovechar el momento.
—¡¿No se lo has dicho...?! —chilló con una mano en el pecho—. ¡Me ofendes, Shinshin!
—No me gusta dar malas noticias —Hitoshi frunció las cejas—. Y no me llames Shinshin. Es estúpido.
—¡Pero...!
Midoriya se quedó con la boca abierta y las cejas en un arco de confusión. No estaba entendiendo nada, pero al mismo tiempo, su cerebro maquinaba tan rápido que acabó por darle algunos posibles resultados.
—¿De qué habla Kaminari, Shinsou...?
Denki se abalanzó por delante de Hitoshi antes de que respondiese. Tenía una brillante sonrisa de oreja a oreja que abarcaba casi tanto como sus brazos extendidos.
—¡Vamos a ser roommates! —dijo como si fuese la mejor noticia del universo—. ¡Viviremos juntos en Kyoto!
Midoriya ahogó un grito al escucharlo. Ni siquiera pudo evitar sonreír —incluso si Shinsou se cubría la cara como si acabasen de decirle que debía caminar a la guillotina esa misma tarde.
—¡Wow...! ¡Eso es tan...! ¡Wow! —Midoriya no podía dejar de sonreír—. ¡Me alegra tanto por ustedes dos! ¿Cómo es que esto ha terminado ocurriendo...?
Izuku no tenía recuerdos de esos dos interactuando en absoluto. Ni tampoco de Shinsou hablándole sobre Kaminari en sus salidas al café, al cine, o en sus mensajes nocturnos cuando criticaban el final de Gran Torinotron.
Las graduaciones tenían bastantes sorpresas.
—Porque mi madre claramente no quería tener hijos —respondió Shinsou—. Es la única prueba que tengo para saber que en realidad me odia.
—¡Eso no es verdad! —Kaminari dio un pisotón. Estaba indignado—. ¡Tu mamá te ama!
Se dirigió entonces hacia Midoriya. Su emoción por vivir con Shinsou era ineludible. Se preguntó cómo es que alguien tan sonriente y vivaracho como Kaminari, sería capaz de vivir con un ser tan sombrío y serio como Shinsou.
Tal vez la clave era esa.
—Verás, Midoriya... —Denki carraspeó—. Mi mamá y yo fuimos hasta la universidad en Kyoto para averiguar sobre mi carrera, y en uno de esos tours que te dan por la universidad... ¡a que no sabrás a quién me encontré!
—Puedo imaginarlo —Midoriya reprimió una risilla.
—¡A Shinsou y a su mami! ¡Una señora muy amable y adorable, igual que su hijo! —Kaminari suspiró risueño—. Yo lo reconocí al instante, porque estaba seguro que había visto esas ojeras... luego le dije a mi mamá, y ella se acercó a dar charla a la mamá de Shinsou...
—Una decisión espantosa y catastrófica —intervino Shinsou—. No le hablo desde entonces.
Ni Midoriya ni Kaminari le prestaron atención.
—¡Y como Shinshin va a estudiar comunicaciones en Kyoto, nuestras madres pensaron que era una excelente idea rentar un apartamento para los dos! —Pasó otra vez su brazo sobre Shinsou, pero como era mucho más bajito que el otro acabó colgado de su cuello—. ¡Y nos haremos compañía!
—Dicen que es mejor solo que mal acompañado... —Shinsou dijo. Rodó los ojos—. Midoriya, por favor, acaba con mi sufrimiento y lánzame a una zanja ahora mismo.
—Ay, calla —Izuku regañó divertido. Se volvió hacia Denki—. ¿Qué estudiarás, Kaminari-kun?
El rubio adoptó una posición orgullosa, llevándose una mano a la cadera mientras sonreía con autosuficiencia.
—¡Voy a estudiar literatura!
Los ratones en la cabeza de Midoriya dejaron de correr sobre sus rueditas.
¿Kaminari...? ¿Había dicho...?
¿Estudiando literatura?
—¿Has dicho...? —Midoriya carraspeó para que su voz fuese más firme—. ¿Literatura...?
—¡Exactamente! —Denki chasqueó los dedos—. Y debo darte las gracias a ti, Midoriya.
—¡¿A mí?!
—¡A ti! —rió—. Después de que publicaste My Hero Academia, me di cuenta de lo mucho que me gustaba leer, ¡es como tener una película adentro de tu cabeza!
Shinsou bufó al escucharlo.
Kaminari se aplacó de repente. Vio algo como arrepentimiento en los ojos de Shinsou.
—Y muchos han dicho que no podría, porque escribo horrible... ¡pero me he esforzado! ¡Saqué una de las calificaciones más altas este año con Aizawa! —Kaminari volvió a sonreír—. ¡Y he aprobado el examen de ingreso! ¡Me encantaría ser profe de literatura y hacer que mis alumnos conozcan al gran Hemingway!
—¡Kaminari...! —Midoriya exclamó todavía sin creerlo. Pero la sonrisa se expandió por su cara—. ¡Eso es asombroso! ¡Me siento tan feliz por ti!
—Ya, ya —Denki agitó la mano. Se acercó a Midoriya para susurrarle—. Mejor alégrate por Shinsou, porque haré que finalmente se divierta y tenga vida social...
Para su desgracia, Kaminari no era nada sutil. Recibió un golpe en la nuca que le hizo sobarse la zona herida por al menos cinco minutos seguidos; pero, al menos así, se escabulló para permitir a Midoriya y Shinsou despedirse.
—Siempre puedes visitarme en Kyoto y acabar con mi miseria —dijo otra vez Shinsou—. Me gustan las pistolas, pero también puedes arrojarme de un puente...
—¡No voy a hacer eso! —Midoriya dijo horrorizado—. Si tanto te preocupa, puedes ir a verme en Osaka...
Shinsou esbozó su sonrisa de costado.
—Espero prepares una cama solo para mí —asintió. Luego se puso pensativo—. Y recuerda que duermo con doble almohada.
Midoriya soltó una carcajada mientras se prendía de Shinsou para abrazarle. Su amigo le devolvió el gesto, aunque ciertamente seguía sintiéndose incómodo ante las muestras exageradas de cariño.
Habían estado muy bien entre los dos, hasta que Shinsou se tensó entre el abrazo de Midoriya. Él se separó para ver qué ocurría, y notó que era porque su amigo estaba observando a algún recién llegado por encima del hombro de Midoriya.
¿Qué tan incómoda podía volverse la situación?
Bueno...
Justo frente a Midoriya, que seguía agarrado del brazo de Shinsou, estaba un muchacho de cabellos pelirrojos y peinados hacia abajo. Algo inusual para sus cabellos casi siempre puntiagudos.
Kirishima estaba sonriendo tímidamente.
Pero eso no era todo... porque detrás de Kirishima había una segunda presencia; una que no era tan amigable.
Y que le estaba haciéndole una seña de que le rebanaría el cuello si se pasaba de listo.
Era, por supuesto, Kacchan.
Izuku se despidió de Shinsou para seguir hacia donde Kirishima le indicaba. Kacchan no fue con ellos, pero sí que se quedó revoloteando cerca —demasiado cerca— como si se tratase de un buitre sobreprotector.
Midoriya casi se chocó con los senos de la pobre Momo en el camino. Kirishima se detuvo al escuchar su chillido tras haber rebotado contra ellos.
No quería tocar un seno nunca más en su vida.
—¡Perdóname, Yaoyorozu! —exclamó Izuku con la cara prendida fuego—. Ah, pero son tan suaves...
Autocontrol, Izuku, se regañó.
Momo abrió la boca en una pequeña o. Soltó entonces una risita que tapó con la punta de sus dedos. Se veía más adorable que de costumbre. Y eso incluía el nuevo cabello corto.
Colgada de su brazo venía Jirou Kyoka. Midoriya dio un respingo al verla. Ella le regaló una sonrisa tímida y un sutil saludo alzando la mano.
—Hola, Midoriya —musitó ella—. Te ves bien hoy.
—G-gracias —balbuceó Izuku—. Yo también creo eso... ¡Digo! —sacudió la cabeza por su estupidez—. ¡Digo que tú te ves bien! ¡El cabello largo te va muy bien!
Momo volvió a reír ante su ataque de nervios. Jirou se veía un poco avergonzada —tenía las mejillas infladas—, y dio unos toquecitos con el dedo sobre el brazo de la otra chica para que dejase de reír.
Había una familiaridad reencontrada en ambas. Midoriya suspiró entonces con más calma. Decidió que no tenía que ser tan torpe todo el tiempo.
—Me alegra mucho verlas juntas —confesó Izuku—. ¡Después de tantos años...!
—Gracias, Midoriya, eres una preciosidad —Momo respondió—. Kyoka y yo nos iremos a Nueva York para instalarnos la otra semana, ¿ya sabías?
—¡¿A Nueva York?! —intervino Kirishima tras acercarse—. ¡Eso es tan...!
—Sí, es maravilloso —cortó Jirou avergonzada—. Yaomomo quiere estudiar ingeniería industrial en la NYU.
—Y Kyoka estudiará música en Juilliard —rió Momo. Luego hizo como si susurrara—. Envié su solicitud en secreto porque ella no se daba cuenta de su talento.
—¡Yaomomo!
Los colores subieron por el cuello de Jirou hasta sus mejillas. Kirishima casi tenía lágrimas en los ojos de la emoción que le daba escuchar aquello de las dos chicas.
¿Quién hubiera pensado las posiciones en las que estuvieron el año anterior?
Pero eso es pasado, se dijo Midoriya. Solo importa el ahora.
—Estoy muy feliz por ustedes dos —Izuku juntó ambas manos—. ¡No se olviden de subir todas sus fotos de Nueva York!
—¡Sí! —Kirishima alzó el puño tras coincidir—. ¡Hagan que nosotros los mortales les tengamos envidia! Envidia sana, por supuesto, señoritas. ¿Ya les había dicho lo guapas que están?
Momo les agradeció con una dulce risita por los buenos deseos. Ella de igual manera les dedicó éxitos en lo que sea que los dos eligiesen. Jirou seguía demasiado avergonzada como para soltar más que monosílabos.
Mientras las muchachas se alejaban, Midoriya sintió una presión en su mano. Cuando se percató, Jirou se la había sujetado mientras Momo no le veía. Fue tan solo un apretón amistoso, pero Midoriya entendía lo que significaba.
Jirou no dejaba de agradecerle por su segunda oportunidad.
Y, ciertamente, la vida comenzaba a sonreírle. Supuso que de verdad se había vuelto una mejor persona desde entonces.
Eijirou le tocó en el hombro para llamarle la atención. Midoriya cayó en cuenta cuando el otro siguió avanzando entre las sillas dispuestas en el campus para todos los padres, amigos y familiares.
En el camino pasaron a algunos chicos de la clase B. Neito Monoma estaba intentando convencer a sus compañeros para apostar quién de la clase A fracasaría primero, tendría una bendición o acabaría internado en el psiquiátrico más cercano.
—¡Pues tú! —contestó Kendo Itsuka más irritada—. ¡Ese serás tú! ¡A ver si así te calmas...!
—¡Esa es mi mujer! —Tetsutetsu Tetsutetsu se secó una lágrima—. Tan fuerte y pasional.
—Ah, Kendo... dulce e ingenua Kendo... —Monoma chasqueó la lengua—. Eres tan débil, te has dejado conquistar por las mentes maquiavélicas de la clase A...
—Solo tú eres maquiavélico, Monoma —suspiró Awase Yotetsu, otro compañero.
Kendo se frotó la cara con frustración.
—Dicen que el amor calma a las personas, así que...
La muchacha abrazó a un Monoma que no dejaba de reír maniáticamente. Tetsutetsu, Awase, y varios chicos de la clase se sumaron al abrazo grupal que se suponía que iba a calmar a Monoma.
Izuku no vio resultados.
Los dos se escondieron bajo un árbol de cerezo que no llevaba muchos días de florecer. Kacchan no se veía a la vista, pero no dudaba que seguiría acechándolos, dispuesto a saltar a la yugular de Midoriya si fuese necesario.
El aroma del cerezo le trajo recuerdos a Izuku. Especialmente de esa tarde en el Hanami, cuando comenzó el principio del fin.
Kirishima debía estar recordándolo, también. Si bien sonreía a Midoriya —y era sincero con ello—, un fantasma de tristeza atravesó sus dulces ojos carmín.
—Solo quería secuestrarte un momento —rió Kirishima—. ¡Has estado muy solicitado hoy!
—Eso no es verdad —Izuku bufó divertido—. Seguro se están alegrando de que esto ya se termina...
—No lo creo —Se rascó la nuca—. Siempre fuiste de esas personas que uno nunca olvida, ¿sabes?
Midoriya tuvo que apartar la mirada para no sonrojarse. Ni siquiera porque Kirishima siguiese haciéndole temblar las piernas y latir su corazón. Y dudaba que el muchacho se lo dijera por razones parecidas.
Ambos habían pasado demasiadas cosas como para volver al punto de partida.
Probablemente, ese día sería la última vez que Midoriya y Kirishima se verían en años. Décadas, tal vez.
O puede que nunca más volviesen a cruzarse.
Bueno, solo lo decía para dramatizar. Por supuesto que iban a verse —al menos en Facebook o Instagram. Y Kirishima era un adicto a las redes sociales.
Lo que Midoriya quería decir era que seguramente, ese día sería el último en el que ambos serían partícipes de la vida del otro.
Algo terminaba. Y otra cosa nueva también comenzaba.
Kirishima y Midoriya nunca habían forjado una amistad como la que poseía con Shinsou. Solo fueron un romance adolescente; uno agridulce, pero Midoriya se enfocaba en recordar siempre la parte dulce.
Kirishima se balanceaba sobre sus talones. Miraba impaciente hacia sus costados —seguro buscaba a Bakugo. Fue en uno de sus descuidos que Midoriya se percató de su chaqueta.
Le faltaba el segundo botón. El que estaba más cerca del corazón.
Abrió los ojos con algo de sorpresa. No era una tradición que se hiciese tan a rajatabla como años anteriores. No a todos les gustaban las cursilerías.
Regalar el segundo botón de la chaqueta en el día de la graduación solo estaba relegado a aquellos que se encontraban enamorados.
Midoriya creía tener una idea de quién podía tenerlo en su posesión.
Sonrió. No podría haber encontrado un mejor y feroz guardián. ¿Quién se atrevería a quitar algo de las manos de Bakugo? Ni siquiera el mismísimo Satanás se atrevería a tanto.
Pensó que, tal vez en otra vida, en otras circunstancias... Kirishima podría haberle dado ese botón a Midoriya.
Pero no se arrepentía de sus circunstancias actuales. Eran las únicas que podía desear.
—Tan solo quería despedirme —agregó Kirishima tras un instante—. No puedo irme a Sapporo sin decirte adiós...
—¡Sapporo! —exclamó Izuku con gran sorpresa—. Wow, eso está muy lejos...
1153 kilómetros, si era exacto. En otra isla diferente a la suya.
Quizás ellos dos ya no eran ni jamás serían nada. Pero una distancia tan larga siempre desanimaba a cualquiera.
—Sí —rió Kirishima, rascándose la mejilla—. Creo que Katsuki quería poner toda la distancia posible de por medio con esta ciudad...
—Típico de Kacchan —resopló con una carcajada—. Puedes decirle de mi parte que le deseo lo mejor en su vida.
—¡Oye, puedes decírselo tú!
—Ah, no creo que él quiera eso...
Si bien ambos estaban en mejores términos, nada quitaba que Kacchan siguiese siendo una bestia tsundere muy peligrosa: podría morderlo y golpearlo. Ya hasta podía sentir su mirada hostil sobre la nuca.
La voz del profesor Yamada irrumpió de repente por los altoparlantes.
—¡Todos a sus posiciones para comenzar la noche más triste de sus vidas! —exclamó con su tono chillón—. ¡Porque ya no conseguirán un profe tan cool y genial como yo...!
El tumulto de alumnos apresurándose para encontrar sus sillas no logró opacar a los chillidos que seguía profiriendo Yamada.
Pero una tercera voz a sus espaldas sí que lo hizo:
—Ei —masculló Kacchan con su apodo. Quería fingir casualidad; como si no hubiese estado espiándolos todo el rato—. ¡Ya apúrate!
—¡Qué humor, Katsuki! —rió—. Piensa en esta noche y se te pasará...
Bakugo gruñó. Estaba ocultando su nerviosismo.
—¿Siempre tienes que ser tan homo...?
—¡Solo porque te quiero!
Kacchan sí que se puso a hacer berrinche. No le gustaba ser puesto en evidencia, y mucho menos frente a Midoriya. Se quedó dando patadas a unas rocas mientras Kiri le removía el cabello ondulado a Izuku y luego corría para reunirse con Bakugo.
Fue en el último instante que Midoriya notó que Bakugo tampoco tenía su segundo botón.
La noche parecía mejorar para todos. Cada uno de sus compañeros tenía una increíble vida por delante.
Yo también puedo tenerla, dijo firme tras erguirse de hombros.
Trotó a su encuentro con Iida y Ochako; Tsuyu y Tokoyami también estaban allí. Por supuesto, su mejor amigo se encontraba regañando el hecho de que Tokoyami llevase las uñas negras. Ambos se quedarían en Tokyo; ninguno parecía molesto de no tener que mudarse.
—El negro es mi color de la suerte —soltó Tokoyami.
—Tokoyami bebé, el negro es tu único color —agregó Tsuyu.
—Touché, mi pastelito de oscuridad.
Cuando procedieron a besarse, Ochako fingió tener arcadas encima del cabello de Aoyama —que estaba en la silla de adelante—, lo cual no hizo mucha gracia al rubio.
—Asquerosos —musitó su amiga. Palmeó la rodilla de Iida—. Mi amor, ven aquí para mostrarles a esos dos apestosos lo que es un beso de verdad.
—¡Ochako, estamos en la escue-...!
Por supuesto, Uraraka siempre ganaba. Tironeó de su lisa corbata y le atrajo hacia su boca. La verdadera sorpresa fue que Iida se fundió al sentir los labios de su novia que debían oler a frambuesa por su bálsamo.
Midoriya se quedó en medio de ambas parejitas. Sonreía como si aquello fuese lo más normal del mundo.
—Todo está bien —susurró histérico para sí mismo—. Todo está bien, yo estoy bien, el mundo entero está bien...
—No, no lo está, mon chéri —agregó Aoyama desde adelante con una risita.
Izuku no tuvo tiempo de sollozar por sus miserias. Por suerte, el profesor Aizawa y Yamada entraban al escenario para tomar sus lugares en el podio junto al micrófono.
La graduación acababa de comenzar.
Una vez que todos tuvieron sus diplomas y el director Nedzu los declaró oficialmente graduados de la Secundaria Yuuei... la audiencia —y los alumnos— estallaron en vítores de emoción.
Wow, pensó en su interior. Soy un adulto... un adulto muy adúltero.
Okay, no. Esa palabra no era. O un poco sí. Mejor la tachaba de su mente.
Solo esperaba no tener que pagar expensas tan rápido... ni abandonar su colección de figuras de Gran Torino.
Uraraka se colgó de su cuello y del de Iida. Los chicos saltaban y gritaban —estaba casi seguro que Kaminari hasta había amenazado con arrojar una silla. Según lo que sabía de su —ahora ex— compañero, nunca creyó que viviría para ver su graduación. Ashido no se quedaba atrás.
Era casi surreal imaginar que aquel era su último día como estudiante de escuela. En unas semanas, la universidad sería suya.
Aizawa les felicitó a la Clase A en conjunto, y les deseó lo mejor en sus vidas a partir de entonces. Que estaba seguro que todos ellos conseguirían grandes cosas si se esforzaban y luchaban lo suficiente por ellas.
—¡Somos oficialmente ex alumnos! —exclamó Kaminari—. ¡Los extrañaré a todos, colegas...!
—Yo también —suspiró Sero, fingiendo que se secaba una lágrima—. Ah, excepto a esa uva en miniatura que por suerte no tengo idea de dónde está...
El tumulto de gente que comenzaba a conglomerarse debajo del escenario les hacía imposible encontrar a Mineta. No es como si a Izuku le molestase.
—¡Izuku...! ¡Mi bebé...! —Escuchó lloriquear a su madre mientras se abría paso a codazos y entre lágrimas—. ¡Tan grande y tan hermoso, te amo!
—Ay, mamá... —Izuku dijo con las mejillas sonrojadas—. ¡No digas esas cosas, ya no soy bebé!
—Claro que sí —Ochako intervino. Le sujetó de una mejilla pecosa con los dedos—. Eres mi bebé. Y de Iida. Y de tu mamá.
Midoriya suspiró resignado mientras Inko se trepaba a su lado y le llenaba el rostro de besos, asfixiándolo además con sus asesinos abrazos de madre.
Inko no tuvo reparos en besuquear también a Ochako y a Iida; era algo así como una regla de los padres. Midoriya nunca había sido besado por tantas señoras esa tarde —la madre de Ochako y la madre de Iida no dudaron en darle su merecido también.
Además de que las chicas de la clase también hicieron fila para dejar sus besos marcados por todo el rostro. La más efusiva de ellas siendo Mina. Cuando Midoriya vio unos minutos después la foto que los padres les tomaron a él junto a sus mejores amigos: tenía la cara llena de pintalabios rosa chillón.
Tensei Iida también fue demasiado efusivo pese a los intentos de Tenya por calmarlo. Prácticamente les había visto crecer a los tres, y fue la única figura de hermano mayor que Midoriya conoció.
—Espero regreses de Osaka para venir a mi boda, Midoriya —Tensei rió—. ¡Tienes que ser el padrino suplente por si Tenya se desmaya!
—Lo cual sabemos que es un hecho —agregó Ochako entre risas.
—¡Hermano! —Iida exclamó indignado. Se subió las gafas por el puente de la nariz—. ¡Fuyumi te había dicho que no quería que nadie sepa aún!
Tensei se encogió de hombros. Dio unas palmaditas desde la silla de ruedas en los brazos de Midoriya y Uraraka.
—Pues estos dos son como de la familia —dijo—. Ya no te amargues, Tenya. Se supone que el viejo aquí soy yo. Te arrugarás como pasa.
Uraraka estalló en carcajadas al escuchar a su cuñado molestando a Iida. Su amigo estaba demasiado indignado y amenazaba con picar los ojos de su hermano con aquellos gestos asesinos que hacía con las manos cuando se alteraba. O sea... siempre.
Decidió que Iida y Uraraka merecían tener un rato a solas.
Izuku aprovechó que Inko estaba charlando con las madres de sus amigos para escabullirse. Necesitaba un poco de aire; tanta gente estaba sofocándole.
Solo quería un minuto de paz, lejos de todo, para así asimilar la infinidad de cosas que estaba viviendo.
En su camino se cruzó a Momo con su media docena de diplomas por haber sido la mejor alumna de la clase. Y Aoyama recibiendo un ramo de rosas de parte de sus padres. Shinsou estaba con su madre —a la que se negaba a dirigirle la palabra; asumía que por atarlo durante cuatro años a Kaminari— y ni siquiera se percató de Izuku al pasar a su lado.
Todos estaban con sus familias. Kirishima junto a su simpático tío. Kacchan, ladrándole a Mitsuki cada vez que ella quería una foto; el pobre Masaru observaba todo, desesperado. Sero y Ashido, que sus familias eran demasiado amigas gracias a la relación de ambos. Tsuyu, que les presentaba a sus hermanitos a Tokoyami —y se veían aterrados—, quien estaba más nervioso que ellos de conocer a los niños. Jirou y sus padres con demasiado estilo, Ojiro y su familia llena de hermanos y primos pequeños, Sato, Shoji, Koda, Hagakure...
A Midoriya le alegraba verlos a todos tan felices.
Pero fue por ir pensando en la felicidad de otros que acabó tropezando con una silla. ¡La muy maldita se le había cruzado en el camino! ¡No tenía nada que ver con que Izuku fuese un torpe despistado!
Se vio caer a sí mismo en cámara lenta. Y también perder todos los dientes a una semana de comenzar la universidad.
Genial, pensó. Tendrás que hacer otra historia si no quieres ser una paria otra vez.
—¡Ahhhhhh!
—Te tengo.
Midoriya sintió un brazo que le rodeaba el estómago y le salvaba de darse de cara contra la silla. Podía conservar su fealdad promedio.
De momento.
Se volteó para agradecer a su más grande héroe de todos los tiempos, pero se le escapó una risilla nerviosa al descubrir que se trataba de Shouto Todoroki.
El chico también le estaba sonriendo.
—¡Todoroki! —exclamó Midoriya con un jadeo—. ¡Oh, qué casualidad...! ¡Yo...! Ni siquiera te había visto en la ceremonia...
—¿Me buscaste? —preguntó Todoroki con divertida sorpresa—. No estaba lejos. Me pusieron al fondo por llegar tarde...
—Ah, qué impropio de ti —rió Midoriya—. ¡Se supone que el señor perfecto y popular nunca llega tarde!
—Tal vez ya no quiero ser perfecto y popular —Todoroki encogió los hombros—. Ahora solo quiero ser Shouto. Es mi nuevo comienzo...
Midoriya no pudo evitar sonreír con sinceridad al escucharlo.
Él y Todoroki no habían tenido demasiado trato en el año. Eran más cordiales, y de vez en cuando se encontraban conversando en algún pasillo. Eran diferentes. Ambos habían cambiado —y esperaba que para bien.
La farsa de la relación de Momo y Todoroki culminó con la llegada del último año. Y, pese a que el chico recibía demasiadas propuestas de matrimonio a diario, fue lo suficientemente cortés como para rechazarlas todas.
Pero se veía muy bien. Ya no caminaba tan sombrío —y aunque fuese todavía algo serio y retraído, Todoroki se volvió bastante más participativo de cualquier evento social.
Midoriya lo veía como si otras luces le enfocaran. Luces más brillantes, potentes, y que realzaban todas sus virtudes.
Le gustaba ese nuevo Todoroki.
—Pues me encanta escuchar eso —exclamó Midoriya con fingida calma—. Yo por mi parte, estoy perfeccionándome para ser el mejor esquivador de sillas en todo Japón.
Trastabilló un poco al tratar de apoyarse sobre el respaldo de la silla. Todoroki reaccionó al instante para ayudarle, pero Midoriya se repuso con rapidez. Agitó su pelo como si de nada se tratase.
—¡Y me está yendo muy bien!
Todoroki rió sin abrir los labios. Midoriya apartó la mirada ya que no sabía muy bien qué decir sin sentir que quedaba otra vez como un idiota.
Balanceó el peso de su cuerpo entre una pierna y la otra. Su acompañante tampoco dijo mucho sino que comenzó a silbar alguna canción que no conocía.
Cuando el silencio ya fue demasiado para lo que la estabilidad emocional y la impulsividad de Midoriya eran capaces de soportar, una tercera voz habló a sus espaldas.
No la reconocía, pero de algo le sonaba. Su tono era bajo, rasposo y casi seductor. Por el gesto que Todoroki hizo al ver sobre su hombro, supuso que la repentina visita no era para él.
—Hola, Shou —saludó la persona—. Vaya que estás grande... ahora soy el único hermano que no ha terminado la escuela. Se siente como un logro.
Midoriya se volteó. Dio un brinco al encontrarse con una figura entre las sombras que descansaba sobre una silla y apoyaba sus largas piernas en el respaldo de la que estaba en frente.
Bien podría haber sido una sombra. Llevaba toda la ropa negra, el pelo azabache y desordenado; la mandíbula, brazos y lo que se veía del pecho estaban cubiertos de tatuajes tribales. Sus labios, nariz, orejas y cejas estaban perforados con piercings de plata. Entre los labios llevaba un sorbete con el que sus dientes jugueteaban, que terminaban directamente en una botella de Coca Cola.
Solo sus ojos turquesa destacaban entre tanta negrura.
—Dabi —dijo Shouto, tenso de repente.
—¡Dabi! —soltó Midoriya sin pensarlo.
Cuando sintió las dos miradas de los hermanos Todoroki encima de él, Midoriya se avergonzó. Más que nada por la sonrisa divertida que Dabi le dio, como si fuese un lobo que quería juguetear un rato antes con su conejito de presa.
—Oh —Dabi exclamó—. A ti te recuerdo... eres el amigo de Shou que estaba en casa cuando fui de visita el año pasado.
Sonrió cortés, pero nervioso, a Dabi. El mayor de los Todoroki era intimidante.
—Te llamas Mirodilla, ¿no?
Izuku abrió la boca para protestar —que Dabi pareciera estar a punto de estallar en carcajadas no estaba ayudando—, pero Todoroki le ganó:
—Decir que estabas «de visita» es darte mucho crédito, hermano.
—¡Bah! —Dabi chasqueó la lengua—. Fue una visita muy didáctica...
—Te robaste el pavo que Fuyumi estaba haciendo para la cena —espetó Todoroki con seriedad.
—¡Y estaba delicioso! —rió—. Recuérdame decirle a Yumi que es una excelente cocinera.
Shouto bufó. Dabi no se inmutó de la repentina incomodidad de su hermano.
Puede que Shouto intentase ser una persona diferente. Una que no se guardaba tanto sus sentimientos. Pero, claramente, el asunto con su hermano mayor todavía no estaba zanjado.
Dabi se puso de pie. Sorbió ruidosamente de su Coca Cola, atravesó por al lado de Izuku, hasta que quedó frente a frente con su hermanito.
Ambos eran altos, pero Dabi le sacaba más de diez centímetros. Además, era más delgaducho; le daba una apariencia de ser todavía más alto.
Todoroki parecía desafiarle con la mirada. Dabi esbozó una sonrisa un poco menos burlesca.
—Felicidades, Shou —repitió con más cuidado—. Serás un exitoso hombrecito que no debe robar el pavo ni pasteles en la casa de su padre.
—Dabi...
—No tienes que decir nada —Chasqueó la lengua. Su pose divertida y fanfarrona regresó—. Sé que no puedo darte un ramo de tulipanes púrpuras como Fuyumi lo hizo. Ni tampoco tengo dinero para comprarte esos zapatos que tanto querías y que vi a Natsu conseguir esta mañana. Mucho menos un carro, como papá...
Todoroki frunció las cejas.
—¿El viejo me ha comprado un carro? —inquirió sorprendido.
—Pf, ya quisieras —Dabi casi escupió la Coca Cola—. Es más tacaño que una rata de alcantarilla, pero eso no significa que no tenga el dinero.
Shouto no dijo nada, pero Midoriya pudo ver la ligera decepción en los ojos de Todoroki.
Así que así era presenciar una conversación de ricachones... y pensar que cuando Inko le preguntó que quería de regalo, Midoriya respondió el nuevo tomo de Gran Torino's Bizarre Adventure.
—Como decía —Dabi carraspeó más incómodo—. Estoy quebrado, vivo en un edificio de mala muerte y solo sé robar comida. Pero... no podía evitar perderme este día.
Todoroki se quedó de piedra. Seguramente estaba esperando la eventual burla o broma cínica que salía justo después de que Dabi abriera la boca. Pero ninguna treta o engaño llegó.
—¿Cómo lo supiste? —Fue lo único que se atrevió a preguntar.
Dabi fingió pensarlo mientras sorbía los últimos tragos de su botella.
—Bueno... Natsuo se la pasa contando en Twitter todo el día como si fuese un influencer... nuestro hermano no es la galletita más inteligente del tarro.
Todoroki infló las mejillas. Midoriya no supo si estaba molesto o aguantándose la risa.
—No digas eso de Natsu —reclamó.
—Bueno, Shou, si Natsu fuese inteligente... habría cuidado mejor su Coca Cola.
Dabi agitó la botella vacía en el aire antes de arrojarla en el aire hacia cualquier parte como si el campus fuese su tacho de basura personal.
Todoroki se cruzó de brazos como si no estuviese impresionado todavía. Dabi estaba relajado en su rostro, pero sus pequeños gestos le dieran la alerta a Izuku: su pie zapateando constantemente, sus manos que se ajustaban la raída chaqueta, el piercing del labio que no podía dejar quieto...
Dabi estaba nervioso. Muy nervioso.
Y entendió al instante por qué cuando carraspeó, y dijo:
—Hay alguien que quiero que conozcas, Shou —suspiró—. Bueno... que le conozcas oficialmente.
Dabi se llevó los dedos a la boca y chifló. Todoroki descruzó sus brazos, como si comprendiese también de que iba toda esa cosa.
Midoriya ahogó un jadeo cuando un segundo chico apareció entre las sombras.
Un chico totalmente opuesto a Dabi: era más bajito, de pelo dorado y pajoso, una incipiente barba que le hacía mayor, una chaqueta de aviador... pero sobre todo, lo más sorprendente era su sonrisa autosuficiente.
—Shou, este es Hawks —dijo Dabi con orgullo, pasando su brazo por los hombros del rubio—. Es un inútil, y no alcanza a la alacena de arriba sin ponerse en puntas de pie... pero es mi inútil.
Midoriya dio un respingo ante esa presentación. Lo bueno es que nadie parecía reparar en que un gusano como él seguía allí presente.
Ni siquiera el mismo Todoroki —estaba demasiado anonadado analizando al tal Hawks como si fuese una aparición fantasmal.
Trazó algunas piezas del rompecabezas en su mente. Algunas cosas comenzaban a cobrar sentido.
¿Principalmente? Las palabras de Todoroki en el sótano un año atrás.
—¿Qué hay, pequeño Shou? —saludó Hawks con una mano en la frente y la otra en la cintura de Dabi—. Es un gusto ver cuánto has crecido. Y conocerte en, uh, mejores condiciones...
—No le digas pequeño —Dabi le tinqueó la frente—. Es más alto que tú.
—¡Cállate, zombie descerebrado!
—¿Ah, sí...? —Dabi le retó—. Pues soy un zombie que te la...
—¡Shouto! ¡Te estaba buscando, tengo que llevarte afuera para que veas tu regalo! —Una nueva voz hizo acto de presencia. Dabi guiñó un ojo a Todoroki—. ¡SHOUTO...!
Midoriya se vio tentado de huir como rata, pero no tuvo tiempo. Se escondió detrás de Shouto mientras Enji Todoroki, con su imponente presencia, se sumaba a la pequeña reunión.
Dos figuras de cabello blanco como la nieve se les sumaron. Primero, una muchacha que cargaba con un ramo de preciosos tulipanes púrpuras. En segundo lugar, un chico fornido y de aspecto bonachón.
Aquellos debían ser Fuyumi y Natsuo. Lo que significaba...
La familia Todoroki estaba completa en ese momento.
Midoriya nunca se había sentido tan fuera de lugar.
Pero sus pies no funcionaban para huir. Además, nadie había buscado echarlo a patadas todavía. El único que se había percatado de su presencia era el tal llamado Hawks.
Le guiñó un ojo con complicidad.
—Vaya... qué incómodo —rió Natsuo con incomodidad—. ¡Dabi! ¡Ven aquí y abrázame, tonto!
La tensión se hizo demasiado tangible cuando Natsuo se abalanzó sobre su hermano mayor para apretarle en un abrazo que no supo devolver. Todoroki permanecía con la boca abierta; Fuyumi estaba entre horrorizada y llorosa.
Enji era al único que no podía leerse sus emociones.
Midoriya sabía, en parte, lo que sucedió con padre e hijo. O al menos podía deducirlo.
Solo hacía falta ver el odio, la fingida indiferencia y rencor en los ojos turquesa de Dabi. Unos ojos igualitos en color y dureza a los de su padre. Debía ser difícil para ambos mirarse todos los días al espejo y recordar al otro.
—Bueno —Enji exclamó con su vozarrón tras carraspear—. Hijo, podrías haberme dicho que vendrías. Te hubiera dado la entrada que me ha sobrado para que no tuvieses que pagar...
—Por supuesto que no pagué. He saltado el cerco, duh —Dabi rodó los ojos—. Y no me llames hijo, viejo...
—¡Hey, hey! —Fuyumi intervino con una sonrisa nerviosa. Los tulipanes yacían ahora en una silla—. ¡No empecemos con eso! ¿Va? ¡Aprovechemos que estamos todos juntos! ¡Oh! Podríamos ir a cenar a ese lugar que hacen el soba favorito de Shou... ¡será divertido!
—Yumi —Natsuo le puso una mano en el hombro—. Mejor déjalo...
—¡Natsu, no seas así! —Ella rió con más énfasis—. ¡Dabi no viene nunca a casa! ¡Y también le encanta el soba! ¡Y puede invitar a su amigo!
Fuyumi se dirigió entonces hacia el calmado Hawks, que se sorprendió al sentir el apretón desesperado de la muchacha.
—¡Me llamo Fuyumi! —dijo la chica—. ¡Yo le lavaba los calzones a Dabi porque era muy torpe para ello!
—Fuyumi —siseó Dabi con molestia.
—¿Era? —Hawks rió, tomando las manos de la chica con las suyas—. ¡Pero si ahora se los lavo yo!
La muchacha se rió a carcajadas. Natsuo se sumó a la contienda, y pronto los tres estaba riendo y compartiendo experiencias de Dabi —a quien no le causaba ninguna gracia que hablasen de él en sus narices.
Solamente Enji y Shouto permanecían con el rostro tallado en piedra. El hombre mayor dio una fugaz mirada a su hijo menor. Fue en ese instante que descubrió a Midoriya.
Izuku dio un brinco. En ese momento supo lo que era el verdadero terror.
—Hola, muchacho —saludó Enji. Supuso que su cortesía se debía a que no quería enfrentar a sus hijos y los demonios del pasado—. Tú eres amigo de Shouto, ¿no?
—Viejo —advirtió Todoroki—. No molestes a Midoriya.
—Ah —Enji asintió con una sombra de reconocimiento en los ojos—. Izuku Midoriya. Te recuerdo...
Sabe mi nombre, pensó Izuku con terror.
Me va a partir el cuello con sus manos más grandes que camiones, siguió temblando. Después me bañará en sal gruesa, tirará a la parrilla, y...
—Felicidades por graduarte, chico —continuó Enji—. ¿Qué estudiarás tú?
Midoriya casi pisó a Todoroki por el respingo que dio. Dio su mejor sonrisa falsa. La mirada de cada miembro de los Todoroki —y la de Hawks— hacían que su corazón estuviese al borde de estallar.
—¡G-gracias, señor Todoroki! —carraspeó nervioso—. ¡Estudiaré en Osaka! ¡Enfermería! ¡Porque quiero ayudar a las personas!
Obligó a su cerebro a darse un puñetazo a sí mismo para callarse. Deseó poder tragarse su propia lengua.
Encontró a Todoroki observándole con la cabeza ladeada. No podía descifrar qué sentimiento atravesaba sus ojos.
Enji alzó el mentón. Asintió como si aprobara los deseos de Midoriya de estudiar enfermería.
—Buena elección —dijo Enji—. Mi Shouto ha sido llamado de dos grandes universidades del país para estudiar administración de empresas. Una está aquí, en Tokio...
—Viejo, ya basta —masculló Todoroki—. Además, Midoriya tiene que irse.
—No seas desagradable, Shouto —Enji habló más serio—. Puedes invitar a tu amigo a cenar con... con todos nosotros.
Fuyumi y Natsuo se quedaron con la boca entreabierta al escucharlo. Hawks sonreía divertido. Dabi solo arqueaba una ceja como si no se lo estuviese creyendo.
Izuku se dio cuenta que era él quien tenía que hablar.
—¡Le agradezco! —dijo apresurado—. Pero... cenaré con mi madre, los Iida, y también los Uraraka...
Fuyumi dejó escapar una risita enamorada.
—Mándale un beso gigante a Tensei de mi parte —guiñó el ojo—. Y que le llevaré pastelitos mañana para desayunar.
Izuku se quedó recalculando, pero la lamparilla en su cabeza se encendió al instante.
¡Aquella era la Fuyumi de Tensei! ¡La Fuyumi con la que iba a casarse...!
Hubiese querido quedarse más tiempo maravillado por la sorpresa, pero sintió un empujoncito en la espalda que venía de parte de Todoroki.
—Ayúdame a escapar de esta locura —susurró—. No podré soportarlo un segundo más.
Midoriya asintió con una sonrisa. Aprovecharon que Fuyumi y Natsuo seguían hostigando a Hawks con preguntas y anécdotas vergonzosas de Dabi; las cuales, por supuesto, escuchaba maravillado.
Dabi se había confinado, de brazos cruzados, en una silla como si fuese un niño berrinchudo. Mientras él y Shouto se alejaban, escuchó la profunda voz de Enji dirigirse al mayor de los Todoroki:
—Me gustaría hablar un instante contigo a solas... hijo.
—No tengo nada que hablar contigo, anciano —Dabi bufó.
—Tal vez no —La voz de Enji sonaba triste—. Pero yo tengo muchas cosas que finalmente decirte... y también que enmendar.
Midoriya no pudo saber qué fue lo que Dabi respondió a lo que Enji proponía. Shouto le empujó con más prisa.
Pero no vio al azabache alejarse del enclave donde estaban reunidos los Todoroki. Y, aunque no fuesen su familia ni los conociera de nada, Midoriya sintió un poco de paz en su interior por aquello.
Esperaba que Shouto pudiera permitirse sentirlo, también.
Los dos dejaron atrás el tumulto de padres llorosos y adolescentes eufóricos por finalizar la horrible secundaria. Midoriya pensó que Todoroki tan solo le había usado como una excusa para escapar de su familia, pero no se despegó de él hasta que encontraron un lugar tranquilo para descansar en los pasillos.
La paz y silencio eran demasiado lúgubres para él. Midoriya siempre había recordado los pasillos abarrotados de risas, rumores y quejidos.
Siempre había mucha vida en ellos. Era un poco deprimente ver el pasillo tan muerto —como si estuviera de luto por los niños que ahora eran adultos.
Todoroki se recargó contra los casilleros, pose que Midoriya imitó. Exhaló e inhaló varias veces, un poco agitado por el trajín de llegar hasta allí. Tenía los ojos cerrados.
Pero él no los cerró. Usó esos segundos de ventaja para admirar el suave y elegante perfil de Todoroki.
Sus rasgos se habían afinado bastante en ese último año. Su cara ya no se sentía tan juvenil. Su pelo estaba mucho más largo y le daba cierto aspecto de vándalo.
Le parecía que estaba bien. Todoroki parecía feliz con toda esa imagen.
—Lamento que tuvieras que ver eso —soltó Todoroki sin abrir todavía los ojos—. Mi familia es anormal.
—Bueno, mi mamá lloró y me besó más de lo que debió haberlo hecho alguna vez con mi papá... —rió Midoriya—. Así que no pasa nada.
—Solo había querido un instante para despedirme de ti —Shouto abrió los párpados; seguía sin mirarle—. Así que Osaka, ¿eh?
—Sí... —Izuku dijo con desgano—. Conseguí una beca para la universidad de Osaka. ¡Es una gran oportunidad! Digo, igual tendré muchos gastos... y podría haberme quedado aquí, pero siento que necesito partir... quiero comenzar una vida nueva...
Sintió un peso cada vez más difícil de tragar en la garganta a medida que continuaba hablando.
—Lo entiendo —Shouto asintió—. Yo me siento igual. Hay demasiadas cosas en esta ciudad que me gustaría dejar atrás... por no decir todas...
Midoriya sonrió bastante incómodo. De repente, Todoroki estaba mirándole.
—Tu padre dijo que una de tus opciones era aquí, en Tokio —soltó de manera casual—. Asumo que tomarás la otra opción que te llegó, ¿no?
Shouto no dijo nada. Pero su mirada era demasiado penetrante, como si le perforase el alma para ver qué encontraba allí adentro.
Midoriya se sintió expuesto. Era la primera vez que ambos hablaban tanto tiempo sin que demasiados sentimientos estuviesen involucrados. O eso pensó, hasta que Todoroki se llevó una mano al interior de la chaqueta.
—Tengo un regalo de graduación para ti, Midoriya.
Izuku sintió que se le aceleraba el corazón. Observó, con la garganta reseca, mientras Todoroki rebuscaba algo en el bolsillo y lo depositaba frente a su rostro con dedos temblorosos pero una sonrisa tímida en el rostro.
Era un tulipán rosa.
Estaba un poco magullado por llevar tantas horas en un bolsillo. Midoriya se quedó estático, como si la flor fuese venenosa y su mano se negase a tomarla de entre los dedos de Todoroki.
Su corazón latía tan alto que seguro toda la escuela podía escucharlo.
—Supuse que te gustó el último que te di, porque lo guardaste —dijo Shouto—. Ya ha pasado un año de eso... y sentí la necesidad darte uno más antes de que cada uno siguiera su camino.
—T-Todoroki...
—Tómalo, por favor —continuó—. Es para ti.
Su voz era tranquila pero con un gota de desesperación. Midoriya se mordió el labio inferior mientras tomaba la flor como si fuese la cosa más pequeña y delicada de la galaxia.
Sus pétalos eran tan suaves como el tulipán blanco. No tenía aroma, pero olía levemente a tierra húmeda y al perfume de Todoroki. No iba a contarle que, tras secarse el tulipán blanco, Midoriya lo conservo adentro de uno de sus libros como si fuese algo mágico y hermoso.
Las piernas iban a fallarle en cualquier momento.
—Te he mentido, Midoriya —Todoroki miró hacia el suelo—. No quiero dejar atrás todas las cosas en esta ciudad...
Shouto metió otra vez la mano en su bolsillo pero esta vez fue del pantalón. Sacó un papelito doblado en muchas partes, las cuales desplegó antes de tendérselo a Midoriya.
Ni siquiera lo tomó. No tenía la fuerza suficiente. Todoroki captó la indirecta, pero no arrebató el papel de enfrente de su cara.
Las letras de la carta estaban demasiado borrosas para su cerebro al borde del colapso. Midoriya apretó los párpados, pero le fue imposible.
Solo pudo reconocer el símbolo azul marino del logo.
Y las palabras que abajo rezaban: «Universidad de Osaka».
—Por los santos patines de Gran Torino... —Midoriya trastabilló hacia atrás—. ¡Todoroki...!
—La aceptación llegó hace menos de una semana —continuó Shouto mientras se llevaba el papel al pecho—. Había estado casi seguro que tendría que quedarme en casa... lo cual no me agradaba demasiado. Pero luego Osaka llegó como un rayo de esperanza... y ahora me entero que tú estarás en Osaka...
La voz se le cortó un momento. Le costó un instante volver a recuperar la firmeza y tranquilidad con la que estaba diciéndolo todo.
Midoriya no sabía cómo es que lo hacía. Él estaba a punto de romper en lágrimas.
—No puedo dejar de preguntarme... ¿es esto una señal? Y, si lo es... ¿es una buena, o una mala? —Todoroki tragó saliva—. ¿Debo ir a Osaka... o quedarme aquí y dejarte empezar tu nueva vida en paz?
—Todoroki, no digas eso —Izuku negó—. No tienes que condicionar tu futuro por mí...
—Oh, pero debo —musitó—. Tengo miedo de que esto sea un círculo. Uno en el que tú y yo volvamos a caer... me aterra lastimarte. Y me aterra que tú me lastimes. Pero, al mismo tiempo...
Arrugó el papel entre sus dedos. Midoriya casi apretó el tallo del pobre tulipán rosa de no haberse dado cuenta a tiempo.
El tulipán blanco había significado el perdón de Todoroki, pero...
¿Qué significaba el rosa?
—Al mismo tiempo... —Shouto repitió con la mirada perdida—. Al mismo tiempo, me pregunto... ¿será que tal vez ha llegado nuestro «algún día»?
Okay, la primera lágrima había hecho acto de presencia.
Ochako hubiese ganado cualquier apuesta. Porque ella estaría segura que Midoriya se pondría a llorar en menos de dos minutos y cuarenta segundos.
Ese había sido su récord. Hasta entonces.
—Hace un año te pedí perdón con un tulipán blanco —Todoroki infló el pecho con todo el aire que entraba en sus pulmones—. Y ahora te regalo mi amor más sincero con uno rosa. Porque el rosa en las flores es el primer paso del amor, el amor sincero y verdadero... un amor que irá cambiando hasta llegar al rojo, el color más intenso del amor.
—Todoroki... —La voz de Midoriya se cortó.
—Te he querido. Y te quiero —soltó finalmente—. Pero no te obligaré a quererme. No iré a Osaka si tú quieres empezar una nueva vida... no quiero quererte de esa forma, Midoriya. Quiero quererte si tú lo deseas.
Se detuvo solo un momento.
—Quiero que ambos lo deseemos.
La cabeza de Midoriya dio un millón de vueltas. Se llenó de historias y recuerdos; risas y llantos; amores a destiempo y desamores dolorosamente justo a tiempo; demasiado amor, pero también mucho odio y rencor.
Un montón de caras pasaron por su mente. Varios besos que a veces solía rememorar, como una vieja fantasía color de rosas. Y, al final, las amargas lágrimas después de que la fantasía se hiciera añicos.
¿Valía la pena, entonces...?
Midoriya había sido feliz ese último año. Fue feliz amándose a sí mismo, a su madre y a sus amigos. Amando cada rincón que no le alcanzó para curar con el amor de otros.
Pero, ahora que se sentía curado... ¿valía la pena el riesgo?
¿Valía la pena tocar otra vez la fantasía con la yema de los dedos?
Esto no es una fantasía, se regañó en su mente.
Aquello era de verdad.
Tal vez hoy es nuestro «algún día».
Porque Todoroki era muy real al frente suyo. Y su sonrisa. Y sus ojos, entre desesperados y esperanzados, por su respuesta.
No había doble sentidos. No más engaños. No más farsas o mentiras para llenar huecos que no podían ser llenados por alguien más.
Era solo un ofrecimiento de su amor más puro y sincero.
Para comenzar de nuevo. Juntos. Lejos, lejos de los malos recuerdos. Pero muy cerca de los buenos y nuevos.
Midoriya se tambaleó, risueño, hasta llegar a Todoroki. El muchacho lo sostuvo sorprendido entre sus brazos; no parecía dispuesto a dejarle caer. Nunca se había sentido tan protegido por algo así de simple.
Tenía los ojos cerrados cuando rozó su nariz contra la suya, refugiándose en el calor que manaba de su cuerpo. Y cuando finalmente abandonó los terrores del pasado y le robó un casto beso sobre la boca.
Apenas fue un roce. Pero aquel roce hizo vibrar todo su cuerpo con un nuevo poder que no creyó conocer.
Después de todo... la primera vez que le besó estuvo demasiado borracho para recordar.
Era como una primera vez. Un indicio. Una señal que marcaba un camino...
Un camino hacia una nueva vida. La nueva vida que Midoriya tanto estuvo esperando.
Una sin corazones rotos ni chicos a los que no era capaz de amar. Una sin inseguridades ni historias escupidas al mundo cuando todavía no les tocaba la hora.
Cada historia tenía sus tiempos. Y, tal vez, la historia de Midoriya y Todoroki acababa de conseguir su sello de aprobación editorial.
—Siempre pensé que amarte sería solo una fantasía, Todoroki —confesó Izuku contra su boca.
Era hermoso. Era mágico. Era aterrador.
Era más emocionante que toda la épica vida ficticia del joven Deku y su grito de guerra antes de acabar con los villanos; antes de llevar la paz a toda su ciudad como el héroe que era en aquella historia.
Buscó la mano de Shouto para sostenerla con firmeza entre la suya. Quería asegurarse de que en serio no fuese un sueño, o tan solo un párrafo más de My Hero Academia.
Entonces, Izuku lo miró a los ojos —ese par de ojos de doble color; que eran tan hermosos y brillantes que le costaba creer que no fuesen una ilusión más de la bella ficción—, y terminó su pequeño discurso para Shouto:
—Pero ahora será una realidad.
FIN
¡Agradecimientos y última nota de autor en la parte siguiente! ♥️
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