Capítulo 13 - Parte II
Atención:
1- Leer la parte anterior de este capítulo que acabo de subir. Les aviso porque a veces Wattpad no notifica de ambas actualizaciones.
2- No desesperarse antes de tiempo mientras leen. Otra vez.
3- No golpear a la autora (?)
Midoriya tenía la cabeza nublada por la frustración.
Demasiadas cosas juntas como para que pudiese pensar con claridad. Estaba harto. De todos, de todo. Necesitaba algo en lo que ocuparse urgentemente y que eso consumiera su tiempo.
Podría haberse puesto a escribir si aquello no hubiese sido el culpable de todo.
Hasta Kirishima se daba cuenta que no tenía tanto humor como para entablar conversación de camino a su casa. Ni siquiera trató de tomarle la mano o sonreírle para calmarlo, lo cual Midoriya agradeció.
También agradecía que Ochako e Iida no estuviesen cerca, porque los habría golpeado. Dos personas que se querían y podían estar juntas y lo desaprovechaban tan idiotamente. Tan solo esperaba que cuando se reencontrase con su amiga le contase cómo había succionado la boca de Tenya con la suya mientras le agarraba de las nalgas.
—Llegamos —anunció Kiri con un carraspeo.
La casa estaba igual de desordenada que la última vez que la visitó —a Izuku no le importaba realmente. Más en caos tenía su mente y corazón.
¿Qué se pensaba Todoroki? Él no podía fingir ser amigo de Izuku durante sus reuniones de estudio, bromear con él como si se llevasen bien y luego comportarse de la manera más borde posible.
Solo había querido decir hola, maldita sea.
Pero más le frustraba que esa nimiedad le estuviese picando más que un sarpullido. Él no tenía derecho moral a enojarse con Shouto por ser un capullo el 100% de las veces —ese había sido Todoroki, desde hace tiempo. Incluso cuando Izuku pensaba que su extraña y esquiva forma de ser adorable, que todo era una coraza para no revelar sus verdaderos sentimientos.
¿Por qué seguía dándole vueltas a algo que debería haber terminado más de un año atrás? Era rídiculo e idealista.
—¿Quieres algo de beber? —preguntó Kirishima con el gesto preocupado—. ¿Te sientes bien?
Izuku inhaló y exhaló varias veces. No podía permitirse arruinar ese momento también. No quería ser como Shouto.
—Un poco de agua está bien, Kiri-chan. Gracias.
Eijirou le regaló una sonrisa antes de desaparecer por el marco de la cocina. Midoriya se quedó en el destartalado sofá, con las rodillas apretadas contra el pecho y tratando de no rememorar el motivo de su enojo.
¿Por qué Todoroki siempre era tan extraño con él? Izuku no recordaba haberle hecho nada. Bueno, más que pasarse de mano en la fiesta...
Pero Shouto lo había aceptado y disfrutado —al menos al principio. Diablos, incluso antes de la fiesta parecía interesado en hacerlo.
Tenía que ser culpa de Midoriya, era claro. Que se inmiscuía donde no le llamaban a causa de un par de estúpidas esperanzas. Él solo quería llevarse bien con Shouto. Cerrar un ciclo al que no había podido darle fin desde la fiesta.
Tal vez algún día dejase de esperar lo mejor de algunas personas.
Kirishima le trajo un vaso lleno de agua fresca, el cual Izuku se bebió de un solo trago. El pelirrojo tomó asiento a su lado, algo distanciado y tenso, esperando a que fuese el pecoso quien diese el siguiente paso.
—¿Vemos una película? —propuso Eijirou luego de varios tortuosos segundos en silencio—. ¿Qué te gustaría ver?
—Vale. No hay problema —Izuku se encogió de hombros—. Cualquier cosa me gusta.
Kirishima esbozó una sonrisa.
—Prometo no poner Rápido y Furioso esta vez.
Midoriya rodó los ojos con diversión. Eijirou puso entonces Rambo —no podía permanecer alejado de los músculos sudados, al parecer— y se acercó sigilosamente hasta Izuku para rodearle el hombro con su brazo.
Al principio había ido todo bien —dentro de lo posible. Kirishima no paraba de hacer exclamaciones sobre lo macho de algunas escenas y Midoriya sentía ganas de vomitar —no por la película ni la situación, sino porque tanto dolor de cabeza le estaba mareando.
No podía dejar de pensar.
Debía hacerlo, pero no podía.
Ya no podía soportar la película, fingiendo que le interesaban los bíceps de Rambo.
—Oye, Kiri —dijo Izuku casi en un susurro.
—¿Huh? —preguntó el pelirrojo con un puñado de palomitas en la mano, sin desviar la mirada de la pantalla.
Midoriya no se lo pensó dos veces cuando lo besó en la comisura de la boca.
—Wow.
Las palomitas de Kirishima —junto con todo el cuenco— se le cayeron del regazo. Al principio había estado confundido de aquel beso, incapaz de correspondérselo al instante.
—¿Seguro que quieres besarte ahora? —rio Kiri entre los besos que Midoriya dejaba por su rostro—. Rambo está a punto de destruir la gasolinera.
Izuku no le respondió, más que con un incremento en las caricias que dejaba sobre sus brazos —eran fuertes, pero bajo su toque parecían aflojarse poco a poco.
Midoriya no quería aquella pasividad romántica, en la que Kiri soltaba una risita cada vez que le cosquilleaba en la mejilla con sus cabellos. Quería más acción —más dureza, tal vez. Algo más rápido y abrasivo, que le hiciese olvidar todo el revoltijo que tenía en la cabeza.
Poco a poco se quedaron recostados sobre el viejo sofá, sobre la ropa recién lavada y sin planchar de los dueños de la casa. Kirishima había quedado abajo y Midoriya, arriba, guiando el ritmo que tanto ansiaba conseguir con esos besos.
Pero mientras los segundos y minutos pasaban, los besos no alcanzaban. Tampoco las explosiones de la película de Rambo de fondo.
Kirishima era un romántico empedernido —de eso no cabían dudas. Puede que fuese un alma libre pero allí, en la intimidad, abogaba por la dulzura y delicadeza con su compañero. Era en extremo cuidadoso para no dañar a Izuku con su fuerza extrema o sus dientes afilados —incluso si era el mismo Izuku el que parecía querer besarlo con más y más desesperación.
El pelirrojo dio un brinco cuando Midoriya metió las manos por el dobladillo de su camiseta, acariciándole con la yema de los dedos la piel de la cadera.
—Esto es inesperado —rio Kirishima con las mejillas sonrojadas.
Izuku seguía sin decirle nada. De pronto empezó a besar su mandíbula, la piel del costado de su cuello —todo mientras sus dedos buscaban hacerse paso más y más arriba en su musculosa espalda.
—Midoriya...
—Sh —lo acalló Izuku con una sonrisa pícara, rozándole otra vez la boca—. No digas nada.
Los dos continuaron con su sesión de besos. El cuerpo de Izuku empezaba a cosquillear en todas partes, y podía sentir igual el de Eijirou bajo su agarre. Era placentero —el saber que podía tener el control de la situación por una vez en la vida.
Y las reacciones físicas en su cuerpo eran más fuertes que la voz en su cabeza.
Las manos de Kirishima estaban ahora inmóviles sobre su cadera todavía tapada por la tela de su ropa. Él quería que las moviera —por su espalda, a su trasero, a su nuca; donde podría sujetarle el cabello con fuerza mientras lo besaba con furia.
Quería que todo fuese más rápido.
Pero como Eijirou no era tan avispado y solo se limitaba a besarle cuidadosamente en la boca y la quijada, Midoriya decidió tomar otra vez las riendas del asunto. Se separó ligeramente del muchacho —apreció durante unos segundos el brillo en su mirada y la manera en que respiraba agitadamente— y se quitó su propia camiseta de un tirón.
La mueca de Kirishima se transformó en una de completa sorpresa.
—Wow, wow, wow —exclamó—. Wow.
—Kiri, no digas eso. Solo bésame.
—Midori-...
Otro beso suyo le calló. No tenía ganas de escucharlo a menos que fuera para jadear su hombre en voz baja gracias a los besos y caricias que dejaba por todo su cuerpo; su cálido aliento que le hacía cosquillas en los pectorales y en la boca del estómago.
La fricción de ambas telas en la parte baja de los dos le estaba provocando una sensación casi insoportable. Izuku no podía esperar más —aunque hubiese querido prolongarlo todo el tiempo del mundo.
Quería hacerlo. Tenía miedo. Pero deseaba dejar de pensar por un momento.
No fue hasta que trató de quitar la camiseta de Kirishima que todo el caos se desató.
—Espera —dijo Eijirou con una sonrisa nerviosa, tratando de quitar las manos de Izuku de encima.
—No —respondió Midoriya.
—Espera —pidió entonces con más insistencia—. ¡Midoriya, alto!
Izuku se alejó de un pequeño salto hacia atrás. Kirishima estaba con las cejas fruncidas, tratando de recuperar la respiración —él estaba igual— y acomodándose la camiseta que acababa de revelar un pedazo de su abdomen.
—¿No quieres? —preguntó Izuku con un hilillo de voz.
—¿Y tú quieres? —preguntó Kiri—. Porque yo quiero, pero no puedo dejar de sentir que solo me estás usando de distracción.
—¡Claro que no! —exclamó.
—Pues no lo sé —respondió Eijirou con repentina molestia—. De repente estás de mal humor en el parque y quieres irte y venimos y me besas con una recientemente encontrada pasión y desesperación...
—No creí que besarse sería algo malo —Midoriya se cruzó de brazos—. ¡Y no estoy molesto!
Kirishima suspiró.
—Por supuesto que no lo es, Midoriya —Kiri ablandó su gesto—. Pero no quiero que me beses solo porque te propicio una distracción fácil para tus frustraciones.
Izuku sintió que las lágrimas se agolpaban en sus ojos. Ni siquiera tenía idea de por qué.
—Eso no es cierto...
—Quiero besarte. Muchas veces —siguió diciendo Kirishima—. Pero no así. No con este Midoriya poseído que solo quiere olvidarse de algo que ocurrió.
—Kirishima, de verdad me gustas y... y...
El muchacho hizo una sonrisa entristecida. Si ahora los ojos le brillaban, estaba seguro que no era a causa de la lujuria de minutos atrás.
—¿Entonces por qué siento que siempre soy tu segunda opción? ¿Qué no disfrutas de estar conmigo como yo contigo y solo me sigues la corriente?
Hizo una pequeña pausa. Izuku contuvo la respiración a causa de los nervios.
—No quiero ser solo tu distracción —dijo Eijirou finalmente.
—Kiri...
—¿A qué le estás huyendo, Midoriya? —preguntó el pelirrojo con el rostro endurecido—. ¿Qué es lo que te tiene así?
Sí, Izuku, se dijo a sí mismo. ¿A qué le estás huyendo?
De repente, la nube que tenía en su cabeza se disipó.
Y ver el desastre que la tormenta había dejado —en su mente y en su entorno— solo consiguió que se le cerrase el corazón en un puño.
Izuku se sintió como la peor escoria del planeta. Ni siquiera podía ver a Kirishima a los ojos sin sentir la inmensa necesidad de cavar un pozo y tirarse allí por el resto de su vida.
Rápidamente se levantó del regazo del chico; se tambaleó un poco en el proceso —incluso Kirishima trató de sostenerlo por la muñeca pero Izuku se alejó. Rebuscó su camiseta entre el desastre del suelo y la apretó contra su pecho desnudo.
Desnudo, física y emocionalmente. Porque estaba seguro que Eijirou podía ver a través del dolor de sus ojos, del arrepentimiento de sus disculpas balbuceadas. De la pena que le causaba el haber estado mintiendo a ambos todo ese tiempo.
—Perdóname, Kirishima —murmuró con un hilo de voz—. Oh Dios, perdóname por todo. Por todo.
—¿Midoriya? —preguntó Kirishima con la voz rota—. ¡Midoriya!
Izuku se dio la vuelta y corrió hasta la salida de la casa. No podía soportarlo más. No quería escucharlo. No quería verlo.
No era capaz de observar lo que acababa de arruinar.
Y que podría haber destrozado con sus propias manos de tener la oportunidad.
Simplemente huyó. A pesar de que Kirishima le gritaba que volviese, y su mente le decía que siguiera disculparse. Pero su corazón no podía aguantarlo más.
Mentirse a uno mismo siempre dejaba más desastres que mentirle a los demás.
No salió de su habitación en lo que restó del día. Ni tampoco al siguiente. Ni al otro —que al menos era ya en sábado.
Izuku le pidió explícitamente a su madre que no quería hablar con ella ni con nadie. Apagó su móvil y lo escondió en el cajón. Ignoró los desesperados toques en su ventana, que no dudaba serían de Ochako.
Era un amigo de mierda. Tal vez ella lo necesitase, pero él estaba incapacitado hasta para ayudarse a sí mismo. No quería seguir fingiendo que todo estaba bien y que podría solucionarlo —Uraraka no merecía tener que soportarlo en ese estado.
En esos dos días y medio de soledad, Midoriya observó el último par de meses en retrospectiva. A sus intentos desesperados por no ahogarse en la frustración del desamor —cayendo inevitablemente ante el primero que le mostrase un poquito de cariño.
Pensó que un clavo sacaría a otro clavo. Se había convencido de eso, durante todo un año. Pero la farsa se volvió tan grande que ni sus hombros fueron capaces de contenerla.
Ahora solo debía pensar en cómo reparar un poquito el daño que había causado. Su corazón roto podía quedar para otro momento —era mejor tratar de reparar dos que uno solo.
Primero tenía que intentar ser una mejor persona.
Pero como ya no aguantaba estar encerrado, Midoriya pensó que dar una vuelta le vendría bien. Afuera estaba lloviendo, y tal vez las pesadas gotas pudiesen lavar algunas de sus penas.
—Izuku —preguntó su madre, al mismo tiempo que un trueno rompía contra el suelo—. Hijo, ¿saldrás con este clima?
—Ah, mamá —le dio una dulce sonrisa a pesar de que por dentro se sentía muerto—. Necesito salir un rato. Tanto encierro me hace doler la cabeza.
Inko apretó el trapo de cocina que llevaba la mano. Se mordió nerviosamente el labio, como si se debatiera a preguntarle algo a su hijo o no.
—Cariño, ¿qué está pasando contigo? ¿Puedo ayudarte en algo? No tienes que llevar todo esto solo.
Midoriya le sonrió a su madre. No le gustaba mentirle —pero la verdad hubiese dañado a una persona más. Su madre no necesitaba enterarse de los pesares adolescentes de su único hijo.
Cuando todo estuviese bien —algún día— podría decírselo. Podría hablar de ello sin sentir vergüenza.
—Solo saldré, mamá —dijo con cuidado—. Volveré pronto. Y llevo paraguas, tranquila.
Inko asintió con los ojos brillosos. Puede que fuese una mujer nerviosa y paranoica, pero si Izuku no quería hablar del tema no iba a presionarlo.
Él abandonó el apartamento, con el fantasma de la sonrisa que le regaló a su madre desvaneciéndose poco a poco.
Caminó tranquilo entre la lluvia. La capucha del impermeable empezaba a gotear en el borde, mojándole los rebeldes mechones de cabello que se le escapaban. La calle estaba gris y desértica, solo algunos trabajadores yendo de aquí para allá, y algunos grupos de jóvenes a los que el aguacero les había pillado de repente en sus salidas.
Él los observó con nostalgia. Sentía como si encima cargase mil años de malas decisiones. Como si su juventud se hubiese detenido de repente.
Le apetecía tomar un chocolate caliente. El Starbucks, claro, no era una opción. Incluso si visitaba otra sucursal de aquella famosa cadena. No se sentía correcto —y eran muy concurridos; él no tenía ganas de ir a un lugar demasiado bullicioso.
Lo único que le quedaba de pasada era el Suneater. También corría el riesgo de que alguno de sus compañeros estuviese haciendo base hasta que la lluvia parara, pero no creía que fuese así.
Estaría Tamaki Amajiki, pero el chico tenía otras preocupaciones que fijarse en un fantasmagórico Izuku que rumiaba por la ciudad con los ánimos por el piso.
El local estaba casi vacío —además del nombrado muchacho en la barra y un par de parejitas adultas, además de un padre con su hija pequeña que saboreaba felizmente la misma dona que a Izuku le encantaba.
Hizo una seña a Amajiki para que le preparase un chocolate caliente y luego apuntó a la mesa que elegiría; la más alejada y en el rincón más recóndito del local. Izuku esperó allí pacientemente hasta que le dejaron su humeante taza con chocolate y crema batida.
Tenía el estómago cerrado, pero el olor le traía un bonito recuerdo de él y sus amigos en las tardes sin preocupaciones de meses atrás —igual que la calidez que esa panadería desprendía, junto con el aroma a pan horneándose y azúcar de canela.
Midoriya jugueteó un poco con el borde caliente de su taza. Miraba el humo elevarse en forma de espiral, desapareciendo mientras más altura alcanzaba.
Era un cuadro deprimente, si lo pensaba bien. Un muchacho con la ropa empapada, el rostro ojeroso y los ojos perdidos e hinchados, una taza caliente que no se atrevía a tocar. Con un montón de sentimientos truncados y amores no correspondidos.
Pero él necesitaba su descargo.
La campanilla del local tintineó. Una nueva figura, de considerable altura y que se sacudía los empapados cabellos se acercó hasta Amajiki —que descansaba el rostro contra el vidrio del mostrador— y le tocó repetidamente en el hombro con sus dedos.
Tamaki se levantó de un salto. Terminó golpeándose la cabeza con los estantes que tenía detrás tras lo cual soltó suave chillido que le recordaba a un animalito herido.
—¿Está aquí?
El corazón de Midoriya dio un vuelco al escuchar esa voz rasposa. Tuvo que agazaparse más en su lugar, como si eso fuese a evitar que lo vieran.
—N-no sé de qué hablas —escuchó balbucear a Amajiki mientras se sobaba la cabeza.
—Vamos, lo he visto entrar hace un rato.
—¿Te refieres a...?
Izuku pudo ver por el rabillo del ojo que Tamaki estaba señalando en su dirección.
El extraño alzó la palma de la mano, en respuesta de que era más que obvio que sí, se refería a Midoriya Izuku.
Luego se dio la vuelta, buscando con su mirada hacia el punto en que el panadero le señalaba. Lo encontró al instante.
Izuku quería hacerse bolita y desaparecer. El recién llegado hizo una sonrisa ladeada, de autosuficiencia, mientras pedía por un café fuerte para él y se dirigía hasta su mesa.
A cada paso que daba, el corazón de Midoriya parecía retumbar. En menos de un minuto, lo tuvo de pie al lado de su mesa. Se negaba a verlo a la cara, así que prefirió enfocarse en sus empapadas botas.
—Eres un conejito escurridizo, ¿a que sí? —rio—. Te he tenido que buscar por todos lados. Te gusta ponérmela difícil.
Midoriya suspiró. Alzó poco a poco la mirada, hasta que se encontró con aquel par de ojos púrpuras que le habían sacado un suspiro más de una vez tiempo atrás.
—Hola, Shinsou.
Su voz casi fue un murmullo. Hitoshi esbozó otra de sus enigmáticas sonrisas. Tomó el saludo de Izuku como una invitación para sentarse al frente suyo, acomodando su paraguas y su abrigo en la silla vacía de al lado. Midoriya se encogía con cada ruido fuerte.
—Hola para ti también —saludó Shinsou, acomodando el mentón sobre la palma de su mano—. Me hubiese gustado verte en circunstancias distintas. Me refiero a que no es algo agradable el tener que seguirte bajo la lluvia, pero me tengo que conformar.
—¿Me seguiste? —Izuku preguntó. No sabía si sentirse halagado o asustado.
—Oye, no soy un stalker. Ese es Aoyama, que lo pillé ayer tratando de fotografiar a Bakugo dormido en clase y con un pene dibujado por Kaminari en la cara —chasqueó la lengua—. No salió muy bien. Para ninguno.
Midoriya esbozó una minúscula sonrisa. Shinsou sonrió por un instante.
—Y... ¿y por qué has venido? —Midoriya quiso saber.
—¿Por qué he venido, dices? —Shinsou arqueó una ceja—. Porque a ti no se te puede dejar solo ni un segundo y temo que hagas una estupidez que agregar a tu colección.
Izuku se sintió como un niño pequeño y estúpido. Hitoshi debió presentir que su respuesta no le hizo para nada mejor, porque suspiró y tras ello, agregó:
—Tu diablo personal me preguntó si te había visto.
Aquello sí que tomó por sorpresa a Midoriya.
—¿Uraraka? O sea... ¿mi Ochako? ¿Mi mejor amiga?
—Pues esa. Está preocupada hasta la mierda por ti, ¿pensaste eso? —Shinsou usó un tono que le sonaba a regaño—. E Iida también; no ha dejado de chillar por los pasillos. Creo que te han buscado hasta entre los pantalones de Toshinori.
—Shinsou, eso es muy inquietante.
Sin embargo, no pudo evitar pensar en sus dos mejores amigos haciendo una alianza temporal solamente hasta encontrar a Izuku. Se tragó el nudo en la garganta —no se los merecía.
—A lo que voy, Midoriya... es que no puedes desaparecer cada vez que tienes una crisis.
Izuku se encogió más sobre sí mismo.
—No quiero arrastrar a los demás en mis tontos problemas. Demasiado tienen los otros con los suyos.
—Lamento romper tu burbuja, pero... ya es tarde para eso —Shinsou rio casi en burla—. Hemos picado como besugos en tu trampa. Tus problemas son de interés público.
Midoriya golpeó el puño contra la mesa sacando un respingo a Hitoshi. El muchacho borró la sonrisa.
—¡Pues digo más de lo que ya lo hice! Simplemente quiero mejorar las cosas para todos.
Tamaki, que estaba acercando el café de Shinsou, casi dio un salto ante el arrebato de Midoriya que le hizo salpicar un poco del líquido oscuro. Izuku tuvo que disculparse una docena de veces hasta que el chico se calmó y se alejó zumbando de allí.
—No está mal pedir ayuda —agregó Shinsou—. ¿No es por pensar que lo tenías bajo control todo tú solo es que digamos... todo se salió de control?
Midoriya sentía el corazón martilleándole en la garganta. Quería y no quería seguir escuchándolo al mismo tiempo. Shinsou se acomodó mejor en la silla, con sus codos apoyados sobre la mesa mientras gesticulaba.
—Imagina que tus problemas son como un trasto viejo —empezó—. Cuando ya no quieres verlo, lo metes en un cuarto que no frecuentas en la casa. Perfecto; ya no tienes que volver a lidiar con ese cachivache, arruinando el bonito paisaje de la casa.
»Pero luego aparece otro trasto y lo metes con el otro. Y así, hasta que el cuarto hasta tan, pero tan lleno que si intentas meter algo nuevo te caerá todo en la cabeza.
»Esconder las cosas no es una solución. Tú puedes pensar que no verlas significa que no están, pero sí están. Y están esperando a golpearte en la cabeza.
No le devolvió la mirada al instante. Se sentía demasiado avergonzado.
—Me equivoqué. No sé cuántas veces, Shinsou —Izuku dijo—. Pero lo arreglaré. Yo... no sé. Ya pensaré en algo. Sé que una disculpa no alcanza...
—No, no alcanza —le cortó—. Eso puedo decírtelo yo.
Midoriya sintió como si le clavasen un puñal en el corazón.
—Pero perdonar es lo que nos ayuda a seguir adelante. La mayoría de las veces. Dar un cierre a lo que nos lastimó una vez. Aceptarlo y seguir adelante.
—¿Acaso sabes lo que pasó? —preguntó con la voz temblorosa—. ¿Lo saben todos?
¿Se los dijo Kirishima? era lo que quería preguntar. No es como si no se lo tuviese merecido —pero imaginar a Eijirou diciéndoselo a todo mundo le retorcía las entrañas.
Shinsou hizo un gesto pensativo, dándole un sorbo a su hirviente café sin parpadear.
—Pues no. Solo tú sabrás la verdad. Pero hay rumores. Kirishima ha estado un desastre en las prácticas y deambula como alma en pena; hasta casi se ha peleado a puñetazos con Bakugo. Y luego tú desapareces...
Midoriya sintió que otra vez quería echarse a llorar.
—Es hacer dos más dos. Como lo de tu ladrón. Aunque claro, en nuestra escuela no brillan por sus ilustradas mentes. Solo hace falta ver a Kaminari y Ashido, que se tragaron un borrador porque Sero les convenció que estaba hecho del mismo material que la goma de mascar.
Tuvo que reprimir una carcajada de solo imaginar la escena. Pero la ligera curvatura de sus labios trajo otra sonrisa a Shinsou. Midoriya quiso devolverle el gesto, incluso si no se sentía preparado para reír otra vez.
—No creo merecerme que vengas a darme ánimos.
—Oye, tú no decides quién se merece o no mi atención —farfulló Shinsou—. Creo que tengo el poder de decisión sobre eso.
—Soy un asco de persona.
—No te pongas en modo emo —rodó los ojos—. ¿No ves que para eso estoy yo, que luzco como un cadáver andante? Aizawa es mi senpai en ese aspecto.
—Lo digo en serio —dijo Izuku con firmeza, apretando otra vez su taza sin beber.
—No, Midoriya. Eres bueno. Pero tienes un corazón frágil y te da miedo mirar a los demás cuando los lastimas. Crees que puedes tener a todos satisfechos, pero te lastimas a ti en el proceso y al resto cuando todo explota. Por eso escapas. Por eso no sabes decir que no cuando todavía es temprano.
—Shinsou, ya no quiero escapar —suplicó Midoriya—. No me gustaría ser un idiota que no sabe ni lo que quiere en esta vida.
—Oh, un idiota vas a ser siempre —Shinsou rio con la taza cerca de sus labios—. Un idiota adorable, sin embargo...
—¡No estás ayudando!
Shinsou seguía luciendo demasiado divertido con la situación. Se veía bien, sano, imperturbable... como un nuevo Shinsou, pero sin dejar de tener lo mejor del viejo.
De un par de sorbitos se acabó su café sin azúcar y engulló el bizcocho que venía de regalo con la bebida. Midoriya lo observó con cuidado, aunque a Shinsou no parecía molestarle que no le quitasen la mirada de encima.
—Aunque tal vez no me creas y digas que busco consolarte —Hitoshi se limpió la boca con una servilleta—. Tengo que darte las gracias.
—¿Las gracias? —Midoriya preguntó anonadado—. ¿Shinsou, te han golpeado en la cabeza? ¿Tuviste que ver a Aizawa en calzones y te generó un trauma irreparable? Porque yo una vez encontré algo en la bolsa de Toshinori cuando me mandó a buscar unas vitaminas que quería darme y ciertamente no volví a ser el mismo...
—Te doy las gracias —Hitoshi puso énfasis. Apretó los parpados como si tuviera miedo de seguir hablando—, porque...
Hizo una pequeña pausa. Midoriya creyó ver algo del introvertido Shinsou en ese momento; del muchacho que se quedaba lejos de todos y que creía estar en un escalón superior —incluso si injustamente no conseguía ser reconocido como los demás. Del Shinsou que hacía comentarios maliciosos pero que había querido a Izuku incondicionalmente.
Y que todavía lo quería. Tal vez no igual que antes, pero el estar allí le confirmaba que lo hacía. Esa deducción le llenó de paz en su interior.
—Porque me ayudaste a darme cuenta que lo primero es quererme a mí mismo —soltó finalmente—. Que no necesito estar detrás de alguien o sentirme inferior porque ese mismo alguien se va con otra persona.
—¿S-Shinsou...?
—Midoriya... no sé si es demasiado paradójico que yo te dé una lección que aprendí contigo —suspiró apretándose el puente de la nariz—. Pero he pasado el último año lleno de rencor luego de que me rechazaste. No quería aceptar que podría haber algo mal conmigo, cuando nunca se me cruzó por la cabeza pensar que a veces un no, no siempre significa que hay algo mal con uno de los dos. A veces, un no significa solo eso. No. Es una palabra mágica, créeme.
Midoriya parpadeó confundido. Esperó a que Hitoshi agregase algo más que aclarase sus pensamientos, pero el muchacho se concentró en doblar una servilleta que poco a poco tomaba la forma de una grulla de papel.
—Déjame ver si entendí...
—Lo entendiste, estoy seguro —dijo Shinsou—. Solo debes procesarlo.
—Pero Shinsou —trató de replicar—, sí que hay algo mal conmigo en estos momentos.
—Bueno, no negaré eso —se encogió de hombros—. Pero eso que está mal contigo —hizo comillas en el aire con una sola mano— nada tiene que ver con el no. No es no. Y puede que un no se transforme en sí, pero eso solo el tiempo lo dirá. No puedes forzarte a que las letras cambien porque se te antoja.
Midoriya tomó por primera vez su taza y bebió del chocolate ya frío. Era una manera de distraer los nervios.
—Lo aprendí gracias a que me dejaste —agregó, arrastrando la pequeña grulla en dirección a Izuku—. No quería lastimarte como yo lo estaba, así que decidí sentirme miserable yo solo y tuve una crisis interna. Pero una vez me dijeron que las crisis deben transformarse en oportunidades y pensé que podría ser beneficioso aplicarlo.
Tomó otra servilleta para seguir doblándola en figuras de origami —una estrella, precisamente.
—Y comprendí que no es algo malo estar solo; por ti es que aprendí a conocerme y apreciarme más. Digo... soy el único que tendrá que soportarme por el resto de mi vida. Vaya chasco.
Shinsou rozó la mano de Izuku solo para llamar su atención y conseguir que le viese a los ojos y la sincera sonrisa que le estaba ofreciendo.
—Y tú has tenido demasiadas crisis, Midoriya —dijo—. Ya deberías haber aprendido algo al respecto. Nadie espera que sigas siendo un zopenco.
—Shinsou —Midoriya soltó una carcajada apenada—, eso es bastante grosero hasta para ti.
—Lo aprendí de Aizawa —respondió con autosuficiencia—. Ese hombre te adiestra en el fino arte de abofetear a las personas con la realidad. Con amor.
—Vaya, no quiero saber lo que se sentirá cuando vaya sin amor... Toshinori debe ser masoquista.
Midoriya y Shinsou compartieron una mirada que se transformó en una risotada sin sentido.
Empezó a derramar lágrimas mientras se reía, y ya no sabía si lloraba por lo absurdo de la imagen mental, de tristeza, de alivio o por sentirse tan contenido y entendido por una vez en su vida.
Shinsou le dio unas palmaditas en el dorso de la mano a modo de consuelo.
—Ya, ya. No quieres dejar todos los mocos para que Amajiki-san los limpie. Tendrá una crisis el muy desdichado.
—Dijiste que las crisis debían ser oportunidades —rio Midoriya mientras se sorbía la nariz.
—Pero no todas las crisis, Midoriya —se sujetó el rostro con dramatismo—. ¿Qué oportunidad crees que Denki sacará luego de haberse tragado un borrador?
Midoriya soltó un suspiro. Se sentía liviano —como si por un instante todos sus problemas se hubiesen levantado de sus hombros. Puede que una charla no los solucionase, pero lo que hacía luego con lo aprendido era lo que valía la pena en la vida.
Shinsou decía que aprendió a apreciar la soledad gracias a Izuku.
A Izuku no le alcanzaría la vida para agradecerle a Shinsou por haberse cruzado en su camino.
Esa misma noche, Midoriya volvió a encerrarse en su cuarto.
Pero no para llorar. Estaba cansado de soltar lágrimas y sentirse como la mierda.
Era hora de que todas esas crisis se convertieran en buenas oportunidades.
Pero a algún lado tenía que ir todo eso que estaba sintiendo en el fondo. A alguna parte en la que no dañase a terceros ni a sí mismo.
Solo conocía una forma de canalizar los sentimientos.
Rebuscó entre sus pertenencias un par de viejos cuadernos sin usar. También un par de bolígrafos, porque estaba seguro que uno solo no sería suficiente.
Izuku tenía varias cosas qué escribir esa noche. Se sentía bastante bien volver a hacerlo.
Chan, no sé si querrán pegarme o no (?) probablemente sí ;;-;;
¡Pero hey! Izuku abrió los ojos finalmente. Y gracias a Shinsou está dispuesto a tratar de mejorar todo lo que arruinó. Denle crédito por algo (?) tal vez todavía no sepa lo que quiere románticamente, pero ya sabe a quien no quiere.
Ya entramos en el último tercio de la historia. Probablemente queden entre 6 y 7 capítulos, más los extras. Así que no desesperen haha me da un no sé qué dejar ir esta historia, pero algunas cosas tienen que ir cerrándose.
Aunque todavía falta ver el después de la relación de Kiri y Deku. Ya ven que no están en los mejores términos por ahora. Y sé que deben odiar al pobre y rarito TodoFifi. Pero les aseguro que todo tendrá más sentido cuando les traiga el único capítulo narrado por él.
Quería contarles que este fic entró al top #918 de Fanfics y no puedo estar más feliz ♥ ;;; sé que no es un puesto tan alto, pero nunca esperé alcanzarlo con este fic. De hecho, yo pensaba que no tendría ni 20 votos por ser multiship haha
Muchísimas gracias por todo el cariño ♥ puede que el próximo capítulo se demore un par de días ya que debo actualizar otras cositas antes. Por eso hoy les traje doble (?)
¡Nos vemos pronto! Besitos ♥
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro