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Capítulo 13 - Parte I

Atención:

1- Capítulo doble.

2- No desesperarse antes de tiempo mientras leen.

Los cerezos tuvieron su punto máximo de florecimiento para el 3 de abril. Así que Izuku estaba preparándose para vivir el Hanami junto a Kirishima y los demás.

Si bien hacía sol, una suave y fresca brisa seguía bamboleándose y le acariciaba las mejillas. El clima era perfecto, y los ánimos de toda la gente de la ciudad estaban demasiado altos.

Lástima que esas cosas solo duraban en ocasiones especiales. Luego todos regresaban a sus casas para llorar por el vacío existencial y angustioso que era la vida misma.

Fue Ochako quien lo pasó a buscar. Allí se encontrarían con Kirishima, y también con Iida, aunque su mejor amiga se negaba rotundamente a pasar el rato con él.

—No voy a decir ni hola a ese anteojudo —farfulló ella—. Pedazo de estúpido con cuerpo escultural.

—Ochako —la llamó Izuku.

—¿Se piensa que puede tratarme como si fuera basura o algo? —bufó—. Que me guste no le da vía libre a ser un capullo, no señor.

—Ochako.

—¡Porque no es como si él fuera un ángel o algo parecido! ¡Se cree muy perfecto por encima de todos, que sí lo es pero no significa que pueda ser un pretencioso...!

—¡Ochako! —Izuku la tomó de los hombros y la zarandeó—. Ya basta, me estoy mareando de tantas vueltas que das al hablar sobre Iida.

Ella se lo quitó de encima, para seguir caminando como si nada.

—Pues es que estoy molesta.

—Lo que tú estás es enamorada.

—Es exactamente eso lo que me molesta.

Midoriya rodó los ojos. Se dispuso a apresurarse para poder alcanzar los rápidos pasitos que daba su mejor amiga con sus cortas piernas.

—No sé qué esperas de Iida —dijo Izuku—. ¿Quieres que se ponga una armadura y salga a cazar dragones por tu amor?

—Quiero que me tome en sus brazos bara y me meta la lengua hasta la garganta.

Midoriya dio un salto, completamente sorprendido de escuchar aquello.

—Wow, qué fuertes declaraciones —rio nervioso—. Empiezo a pensar que cometí un error al quitarte la florcita de los besos.

—De hecho, Deku-kun, me dejaste en las mismísimas ruinas —Ochako resopló—. Ahora no dejo de pensar en los labios de Iida y si besará mejor que tú.

—¡Grosera! De no ser por mí seguirías lamentándote en tu hoyo de negación.

Ochako le dio un codazo divertida, el cual Midoriya le devolvió. Sin darse cuenta, los dos hicieron su camino riendo a carcajadas como si acabasen de ver a Toshinori vestido de mexicano tocando una serenata para Aizawa.

—Oye, últimamente tú y yo nos estamos divirtiendo demasiado —dijo ella, secándose una lágrima—. Me preocupa. Siempre soy yo divirtiéndome a costa tuya.

—Me alegra que mi felicidad te llene tanto el alma, Ochako.

—Hablo en serio —lo volvió a codear—. Te noto mejor. Menos miserable. Puede que no menos torpe o idiota, pero al menos se empieza por algo.

—Supongo que es una paz momentánea —dijo Midoriya—. Todavía está lo del capítulo...

—Calla. Pensaremos en algo. Faltan unas semanas para la fiesta de Mina; hasta eso podremos atraparlo —ella agregó—. Ahora tenemos problemas más importantes: sobre cómo ignoraré a Iida sin tener que escucharlo chillar sobre modales.

—Sabes que no puedes ignorarlo.

—¡Pues sí, y eso me frustra todavía más!

—Todo irá bien —Midoriya esbozó una sonrisa—. Yo tengo mucha fe en ustedes dos. Créeme.

—Deku-kun, no me hagas esa sonrisa que quema más que mil soles porque pone mis esperanzas más altas que la estratosfera. Y ambos sabemos que Iida...

Hizo una mueca de exasperación. Izuku le dio unas palmaditas en la espalda.

—Voy a morirme sola.

—Claro que no. Sabes que siempre puedes venir a formar parte de mi harem.

—Te estás pasando de listo, y es muy pronto para hacer bromas al respecto.

—¡Pues si yo no me río de mis desgracias entonces alguien más lo hará!

Ochako y él continuaron su camino hasta el parque a un par de calles de la secundaria. Todo el establecimiento estaría reunido; las clases incluso se habían suspendido para poder disfrutar del Hanami entre compañeros y colegas, con algún picnic y dinámicas de los profesores.

Pero lo más probable es que todos los alumnos se fugasen para meter las manos bajo las faldas y en los calzones de sus parejas.

No podían culparlos de nada —eran adolescentes. Incluso Kirishima había bromeado sobre desaparecer durante el Hanami, pero Izuku se había puesto a temblar como una hoja de solo pensar en eso.

Puede que en abril floreciesen todos los capullos de cerezo, pero no estaba seguro de que el suyo estuviese preparado para eso.

—¡Hola, Midoriya! ¡Ochako! —exclamó la simpática voz de Mina Ashido.

Los dos se detuvieron para esperar a la muchacha, que trotaba por la calle en dirección hacia ellos. Su pelo rosa iba esponjado y revuelto, como si fuera un verdadero algodón de azúcar.

—¡Hasta que los encuentro! —La chica jadeó en cuanto se detuvo—. Vengo escapando del asqueroso de Mineta... ni quiero entrar en detalles de lo que hizo.

—Ugh —Ochako hizo una mueca—. ¿No habíamos acordado a tirar a Mineta en una piscina de ácido?

—En serio es asqueroso —Mina se acomodó el cabello—. Nada como mis tres niños; puede que Kiri sea un estúpido, y que Denki sea aún más estúpido, pero... no son un par de irrespetuosos.

Se dirigió entonces hacia Izuku.

—¿A que sí, Midoriya? Kiri es un solecito precioso y lleno de amor.

—Eh, s-sí, Ashido... lo es —Midoriya se revolvió el cabello—. Él es muy ama-...

Mina sonrió inquietantemente entonces, prendiendo ambas manos de la camisa de Izuku.

—Y si algo le pasara a mi solecito, entonces yo me pondría furiosa, ¿tú sabes? No me gusta verlo triste y apagado. Me dan ganas de al fin darle uso a mis clases de esgrima cuando eso pasa.

Midoriya apretó los labios en una sonrisa nerviosa, mientras Mina le soltaba la arrugada camisa.

—Pero yo sé que eso no pasará —rio ella, antes de ponerse otra vez sombría—. ¿Verdad, Midoriya?

—No pasará —él agitó las manos frente a su cara—. ¡Porfavornomepegues!

Ashido soltó una estruendosa carcajada. Palmeó tan fuerte la espalda de Midoriya que casi lo hizo volar.

—¡Me diviertes, Midoriya! Igual que tus historias. Eres un lujo. Al menos ya sabes lo que no me divierte.

Se acomodó entonces los pliegues de la falda. A lo lejos, Denki y Sero estaban haciéndole señas para que se reuniese con ellos al otro lado de la calle. Mina les devolvió el saludo, antes de ponerse a andar.

—¡Solo por si acaso! Ciao, Midoriya, Ochako.

Mina hizo un saludo militar y se fue dando volteretas junto a sus dos amigos. Ella aterrizó sobre la espalda de Sero, quien la tomó de los muslos y la cargó a caballito sin ningún tipo de problemas. Los tres desaparecieron entre la marea de estudiantes que iba en dirección al parque.

—¿Q-qué acaba de pasar? —musitó Midoriya aterrado.

—Creo —empezó Ochako— que acaban de amenazar con cortarte las bolas si lastimas a Kirishima.

—Vaya, justo lo que creí —dijo Izuku—. Estoy jodido.

—Si dejaras de ser un culisuelto...

—Lo estoy intentando, ¿okay? —masculló él—. Es solo que me lastima romper tantos corazones juntos.

—Pero qué chico considerado. Sería un honor que nos rompieses el corazón a todos.

Izuku rodó los ojos. No quería hablar de ese tema. No ese día. Era su descanso, y los bellos cerezos poblaban todos los árboles de la ciudad, iluminándola con sus tonos rosados y su belleza efímera.

San Valentín había sido un fiasco, entre tantas escapadas para encontrarse con muchos chicos. E Izuku admitía su horrible error —había sido solo una pequeña bola de nieve que comenzó con una avalancha que apenas estaba aprendiendo cómo controlar.

No estaba dispuesto a que se arruinase su Hanami. Aunque, claro, tendría que haber sabido ya que él era Izuku Midoriya y la vida tenía curiosas maneras de ponerle todo de cabeza.

Midoriya estaba esperando no volver a cruzarse con Mina porque él de verdad apreciaba su escroto.

Ese simple comentario le trajo flashbacks de guerra.

Ya había tenido un incidente, tiempo atrás, con un alumno de jardín de niños —el adorable Kota, que golpeaba más fuerte que canguro— que lo agredió en sus partes nobles en cuanto quiso hacerse el simpático. No había vuelto a ser la misma persona desde entonces.

Probablemente el linaje de los Midoriya muriese con él.

Incluso había empezado a pensar nombres para gatos, ya que dudaba ser capaz de tener descendencia luego de eso —All Might, All Might Jr, Mighty Might, MegaMight, Fifi Might, One for All, All Might Potter y Pepito.

Ponerle Pepito Might ya le parecía un poco exagerado.

Ochako y él serpentearon por el poblado parque —era increíble ver a tantos estudiantes, pasando un buen rato, riendo y comiendo bajo los inmensos cerezos apenas florecidos. El Hanami era una tradición espectacular —no porque fuese opulenta y extravagante, sino por el bello y simple significado que tenía: apreciar la belleza de la vida a través de las flores que acababan de nacer.

Kirishima e Iida ya estaban esperándolos, con una manta dispuesta debajo de uno de los cerezos más grandes del parque, casi en diagonal a la manta que Amajiki, Togata y Nejire Hadou compartían —esta última estaba pinchando a Tamaki solo para que soltase un chillido asustado.

Tenya estaba explicando algo a Kirishima porque sus manos se movían en círculos y apuntaban en el aire como si existieran opciones imaginarias que resaltar. Kirishima simplemente bostezaba, hasta que divisó a Ochako e Izuku acercarse.

—¡Midoriya, por aquí!

Kirishima alzó su mano tan fuerte y la agitó tanto que terminó golpeando a Iida en la nariz; los lentes le salieron despedidos.

—¡Kirishima-kun, si se me han agrietado las gafas te juro que te enviaré la cuenta del oftalmólogo a tu casa! —gruñó Iida, empezando a gatear por la manta para encontrarlas.

—Iida-kun, te ves lamentable en esa posición en cuatro —dijo Ochako—. Ah, cierto que no te hablo. Es solo que no pude contenerme de comentarlo.

—Gracias, Uraraka-san —bufó él—. Podrías hacer menos comentarios desdeñosos y ayudarme a encontrar mis lentes.

—Podría —dijo Ochako con gesto pensativo—. Pero me es más divertido ver cómo te arrastras.

Kirishima solo rio nervioso, mirando la lucha de egos entre Iida y Ochako. Izuku se preguntó quién de los dos caería primero.

—¿Esos dos se dan cuenta de la tensión sexual o son demasiado ingenuos?

—Ambas, creo —respondió Midoriya—. Son demasiado orgullosos como para aceptar que le alborotan la canica al otro.

—Te apuesto cien yenes a que Iida caerá antes —bromeó Kirishima.

Izuku miró a sus amigos; a Ochako riendo, y a Iida hablando sobre la falta de compañerismo y moralidad de la muchacha.

¿Cómo podría Iida Tenya rechazar a sus principios y admitir que le gustaba Uraraka Ochako?

Se sentía extraño. Irreal. Como él dejando de ser el culisuelto de turno o Aoyama no usando brillos. No existía.

La base de datos del sistema fallaba de solo proponer esa posibilidad.

—Venga, ¿nos sentamos? —ofreció Eijirou—. ¡Mira qué bonito está todo! Tetsutetsu trajo a Kendo en su primera cita y me pareció tan varonil...

Se volteó hacia Midoriya con una sonrisa radiante, con los pétalos de los cerezos cayendo sobre sus amplios hombros. Izuku mismo no pudo dejar de sonreír.

—Que yo no podía quedarme atrás.

—Bueno, dale mis agradecimientos a Tetsutetsu por permitir que esta cita ocurra.

—Claro que no le diré —susurró Kirishima—. ¿Acaso quieres que se sienta más varonil que yo?

Rodó los ojos con una sonrisa. Sí, Eijirou a veces podía pecar de ser un hombre simplón y con prioridades algo... estúpidas.

Pero él era bueno. Y le gustaba, ¿no? Era lo que estuvo esperando durante el corriente año. Que Kirishima le devolviera los sentimientos, que sus brillantes ojos le prestasen atención solamente a él.

—¡Y te digo, Uraraka-san, ya no pienso seguir tus tontos planes nunca más! —chilló Iida—. ¡Dile adiós a que me vista de Sailor Moon y te permita burlarte de mi castidad!

—Yo necesito tu permiso —clamó Ochako—. De todas formas, tu alma y la de Deku me pertenecen. Eso viene en el contrato de mejores amigos que les hice firmar.

—¡Quiero un reembolso, entonces!

Midoriya estaba a punto de levantarse y darle un fin a esa situación —de verdad, le estaban agotando, y eso era decir mucho— pero la repentina postura tensa de Kirishima le hizo detenerse a destiempo.

—No hagas contacto visual —dijo Kiri entre dientes—. Tal vez así no nos vea. Actúa natural.

—¿Qué?

—Es peor cuando le prestas atención —siguió diciendo.

Izuku iba a voltearse, a pesar de los intentos de Kirishima de que no lo hiciese. Y se arrepintió al instante de haberlo hecho, porque el susodicho acababa de conseguir que lo mirase y lo tomase como una invitación a acercarse.

Era Mineta.

—¡Te dije que no mires!

—Hola, Midoriya. Kirishima —saludó Mineta con un asentimiento, fingiendo tener algo de modales—. ¿Qué tal les trata el Hanami, muchachos?

—De maravillas —se apresuró a decir Kirishima—. Mineta, si no te importa, estamos ocupados.

—¡Oh, no te preocupes por mí! Yo también estoy ocupado. Hay demasiadas cosas que atraen hoy mi atención. Recién se lo comentaba a Jirou-san pero me dejó hablando con un árbol.

Casi se relamió al decir aquellas palabras. Izuku tuvo que contenerse de fruncir la nariz. No podía concebir que alguien tan... desagradable tuviese que compartir salón con todos ellos.

—Uraraka-san está particularmente guapa hoy —dijo, mirando hacia la muchacha que discutía con Iida—. ¿Se me hace o esa falda es dos talles más chicos?

—Mineta, ¿no te requieren en otra parte? —inquirió Kirishima con molestia—. Algo así como... ¿una cárcel de alta seguridad para ofensores sexuales?

—¡Qué envidioso eres! Eso es porque no probaste el dulce néctar que las mujeres tienen para ofrecer, Kirishima. Creo que estás cegado.

—Dudo que tú lo hayas probado tampoco —farfulló.

Mineta lo ignoró. Estaba demasiado concentrado en ver la ondeante falda de Ochako, y eso hervía la sangre de Midoriya.

Nadie miraba a su mejor amiga sin el consentimiento de esta. Nadie podía verla como un trozo de fresca carne porque ella era mucho más que una chica guapa.

Quería golpear a Mineta.

—¡Hola, Uraraka-san! —exclamó Mineta, agitando su mano diminuta en dirección a la chica—. ¿Te hiciste algo para verte particularmente ric-... digo guapa hoy?

La muchacha ni siquiera se dignó en mirarlo. Estaba ocupada analizando el barniz de sus uñas, como si fuese la cosa más interesante del universo.

Iida estaba tan rojo como las nalgas recién azotadas de la protagonista de 50 Sombra de Grey.

—¡Mineta, es de mala educación interrumpir una conversación! —exclamó.

—Uraraka no parece contenta de hablar contigo, anteojudo. No tienes sex appeal.

Iida se llevó una mano al pecho, completamente ofendido de las palabras de aquel sujeto. De repente empezó a agitar sus manos frenético mientras chillaba cosas inentendibles.

—¡Uraraka-san, te estoy hablando! —vociferó Mineta—. Encima que te llamo guapa... que se hagan las difíciles me pone más de lo que creen.

El rostro de Ochako estaba enrojecido por la vergüenza y malestar que eso le estaba provocando. Izuku la conocía demasiado bien, como para saber que a ella no le agradaba nada de eso. Su evidente evasión de la mirada era lo que la delataba.

Pero Mineta no parecía darse por vencido.

—¡Uraraka...!

Todo pasó demasiado rápido.

Mineta dio unos pasos hacia donde Iida y Ochako estaban, con el brazo estirado para tomar de su falda plisada color rosa pastel —no es como si alcanzara a tomarle de la chaqueta— en un gesto que parecía ser completamente inocente —aunque con Mineta nada lo era— y tironeó de ella para llamar la atención de su amiga. Pero claro, las cosas no podían terminar allí.

Mineta metió sus dedos por debajo de la tela, tan cuidadosamente que pensó que tal vez podría haber pasado por un simple toqueteo por error.

Ochako soltó un chillido de horror.

Izuku y Kirishima se levantaron de un salto. Estaba listo para golpear a Mineta en el centro de su pervertido rostro y evidente falta de educación.

Pero no hizo falta.

Midoriya escuchó el golpe antes de ser consciente de lo que estaba pasando. Luego, el grito de Mineta.

Alguien acababa de abofetear a Mineta en la mejilla izquierda; la fuerza del golpe lo mandó varios centímetros hacia atrás.

—Pero, ¡¿qué cojones te pasa a ti, animal?! —exclamó Mineta, sobándose la mejilla herida.

Izuku siguió el rastro que le conducía a quien acababa de propiciar el golpe. Incluso si en el fondo ya sabía quién era ese alguien, por más de que su mente le decía que era imposible.

Y ese alguien era Iida.

—No —dijo con la voz ronca, el rostro contraído en furia—. ¿Qué cojones te pasa a ti? ¿Te has creído que puedes violar el espacio personal de una mujer de esa forma sin consecuencias?

Midoriya, Kirishima y Ochako estaban con la mandíbula por el suelo. Nadie se atrevía a mover un solo músculo.

No estaba seguro de cuál de todas las cosas le sorprendían más: que Iida insultase, que hubiese golpeado a alguien de manera voluntaria, que no tratase de solucionar el problema con diplomacia o que defendiese a Ochako.

Todas le parecían igual de increíbles y fantasiosas.

—¿Te das cuenta que golpeaste a alguien a quien triplicas en fuerza y tamaño, Iida? —lloriqueó Mineta—. ¡Podría hacer que te sancionen! ¡Que te expulsen!

Aquello pareció hacer que Tenya recuperase sus cabales. Estaba jadeando, y apenas empezaba a mirarse la mano que había usado para herir deliberadamente a Mineta; la observaba como si no creyera que era una extremidad suya la que había cometido un acto tan atroz.

Aunque en la mente de Izuku, golpear a Mineta era un verdadero acto de amor por el planeta.

Iida se giró entonces a Ochako que, por una vez en la vida, se había quedado sin palabras. No podía dejar de mirar de Iida a su mano a Mineta y luego empezar otra vez el ciclo.

—Uraraka —dijo Iida, todavía en shock—. Yo...

—¡Creo que me merezco una disculpa! —agregó Mineta.

Ni Iida ni Ochako le prestaron atención. Estaban demasiado ocupados en mirarse el uno al otro.

Eso, hasta que Iida rompió el contacto visual. Viró entonces sobre sí mismo y empezó a alejarse de la situación a pasos acelerados.

Uraraka parpadeó confundida un par de segundos. Izuku pudo ver que bateó unas cuantas lágrimas en el proceso. Empezó a perseguirlo también.

—¡Ochako!

Midoriya estuvo a punto de imitarla, pero el brazo de Kirishima lo sostuvo.

—Déjalos —dijo Kiri con seriedad—. Quizá sea la hora de que esos dos ya hablen.

—Pero...

—Midoriya, no puedes solucionar los problemas de los demás.

Izuku tuvo que tragarse lo que estaba pensando y asintió, para que Kirishima lo soltase. No le quedó más remedio que ver los dos puntitos en los que sus amigos se habían convertido.

Mineta ya no estaba en ninguna parte. Probablemente hubiese desaparecido para acosar a alguien más —ese tipo jamás aprendía.

Soltó todo el aire que había estado conteniendo. Kirishima le sonrió con algo de pena.

—Supongo que sería un capullo si te digo que nos relajemos un rato —Eijirou se encogió de hombros—. Vaya, siempre hay alguien que está jodiendo la situación.

Como si el destino no quisiese que Kirishima y Midoriya pasasen tiempo juntos. Pero ahuyentó esos pensamientos negativos.

El destino no decidía por él.

Fue imposible que él y Kirishima recuperasen los ánimos después del incidente con Mineta. Bueno, Kiri al menos lo estaba intentando.

Midoriya no dejaba de pensar en sus dos mejores amigos y a la situación en que se habían visto orillados —Iida se odiaría a sí mismo por reaccionar tan impulsivamente y Ochako, que apenas empezaba a aceptar lo que sentía por el otro, no sabía qué era capaz de decir en un momento así.

Estaba empezando a comerse las uñas de los nervios que sentía.

Kirishima había recuperado su sonrisa fanfarrona. Estaba hablándole de todos los partidos que venían ganando y que tal vez podrían salir campeones en la región y aspirar a ir al torneo nacional.

—¡Oh! Y también he empezado a ver Gran Torino On Ice —sonrió Kiri—. Joder, lloré como magdalena cuando perdió el oro y le dijo "después de la final, hay que acabar con esto" a...

—Ah, sí —dijo Midoriya ausente—. Muy interesante.

—¿Me estás escuchando, acaso?

—Tienes razón en que es varonil, Kiri.

—Eh...

Kirishima agitó la palma de la mano delante de Midoriya, que parpadeó confundido.

—¿Planeta Tierra llamando a Midoriya? —rio—. ¿En qué tanto pensabas, travieso?

Izuku se sonrojó.

—En nada —soltó una risita—. Bueno, tengo tantas cosas en qué pensar últimamente...

¿Podría confiar en Kirishima y hablarle de alguna de sus preocupaciones internas?

Bueno, no es como si Kirishima fuese un buen apoyo en algo que no se considerase macho y musculoso, pero Izuku le apreciaba.

Tal vez podría escucharlo y...

¡Malditas abejas de mierda! ¡Dejen que las atrape y las aplaste con mis botas!

—¿Pero qué...!

¡Mueran! ¡Malditos bichos del infierno! ¡Estúpidas flores de mierda!

Tanto Izuku como Kirishima voltearon hacia la fuente de aquellos gritos —no es como si necesitasen confirmación— y se encontraron con una escena bastante peculiar.

Era Kacchan. Dando manotazos a las abejas que revoloteaban alrededor de su bagel con chocolate. Mientras les gritaba y las amenazaba.

A veces se preguntaba si Kacchan no necesitaría alguna especie de tratamiento psiquiátrico.

—Uf —suspiró Kirishima—. ¿Te molesta si le doy una mano? Es que Bakugo es alérgico a las picaduras. Y a las flores. Y a la primavera en general. Se nos inflará como pez globo en cualquier momento.

—Y a hablar en voz baja, al parecer —agregó Izuku.

Kirishima le dedicó una sonrisa. De fondo, Kacchan seguía gritando cosas desaforadamente.

—No tardo —dijo animado—. Cuando una damisela en peligro necesita de Red Riot, él debe acudir.

Midoriya trató de no sonrojarse ante la mención de su personaje.

—Procura no decirlo eso o Red Riot se convertirá en una damisela en peligro ante su furia.

Eijirou agitó la mano, restándole importancia. Besó en los cabellos a Midoriya y se levantó de un salto para empezar a trotar en dirección a Kacchan.

—¡Oye, Bakugo! ¡No puedes pelear hasta con las abejas! ¡Empezarán a pensar que tienes problemas!

Izuku recargó el mentón sobre la mano. No escuchaba la respuesta de Kacchan, pero estaba casi seguro que también le deseó la muerte a Kirishima.

Otra vez se quedaba solo. Solo con sus pensamientos.

Él siempre había sido una persona fanática de maquinar en su cabeza todo lo que ocurría alrededor. Lo disfrutó; el planear los posibles escenarios e imaginar todas las potenciales catástrofes que se podrían originar de acuerdo a sus decisiones. Izuku y su mente siempre habían sido grandes amigos.

Pero, últimamente, no disfrutaba de pensar. Porque le daba culpa. Porque le recordaba lo desastroso de su accionar en las últimas semanas.

Porque le hacía pensar en lo que tendría que mandarle a su ladrón, o quién sabe qué represalias tomaría.

Ahora, su mente era algo así como un campo minado. No sabía cuándo un pensamiento se dispararía en una terrible y horrible idea o recuerdo. Ya no sabía cómo planear un potencial mal escenario cuando el panorama en sí era un caos.

Él necesitaba distracciones.

Y encontró una distracción al instante, con gran sorpresa: Shouto Todoroki estaba solo, en una manta debajo de otro cerezo no muy lejano al suyo.

Bueno, no pasaba nada si se acercaba a saludar. De todas formas, estaban haciendo juntos el trabajo. Nada extraño. Podrían charlar un momento hasta que Kirishima consiguiese domar a la bestia salvaje de Kacchan.

A Izuku le gustaba hablar con Shouto; porque era tranquilo y no tenía tapujos para decir algunas cosas. Porque sentía que era la única persona que no le veía como un destroza-corazones. Principalmente porque Todoroki nunca tenía mucha idea de lo que pasaba en su entorno.

—¡Todoroki-kun! —exclamó Midoriya con una sonrisa y la mano agitando.

Tendría que haberse dado la vuelta. Olvidar a Todoroki. Porque muchas de sus desgracias se desencadenaban de forma indirecta gracias a él.

My Hero Academia había nacido de su necesidad de desahogarse luego del corazón roto. Romperle el corazón la primera vez a Shinsou también —porque había estado ocupado pensando en él en lugar de mirar al chico que lo quería en ese momento.

Y al ver la mirada tensa de Todoroki al divisarlo, tendría que haberlo predicho.

Nada bueno saldría de haberse acercado a Shouto.

Llegó jadeando hasta él. Todoroki parecía estar tallado en piedra; su mueca era todo un enigma.

—Midoriya —dijo sorprendido—. ¿Qué haces aquí?

—Eh, estoy espiando a Toshinori y Aizawa haber si ya están sabroseándose entre ellos —Izuku rodó los ojos divertido—. ¿Tú que crees? ¡Es el Hanami! Toda la escuela está aquí.

—Sí —dijo entre dientes—. Exacto.

—¿Y tú qué? —inquirió—. ¿Estás solo? ¿No vino contigo Yaomomo?

—Ella está en sus cosas —respondió Shouto sin mirarlo—. Y yo en las mías.

—¿Mirando a la nada, pensando todo? —trató de bromear Midoriya—. Recuerda que el conocimiento es poder, Todoroki-kun.

Shouto le dedicó una mirada hecha de hielo puro; demasiado fría hasta para su usual rostro estoico.

—¿No estás tú también en las tuyas? ¿Con Kirishima?

—Oye, no necesitamos estar encima del otro todo el tiempo —bufó Izuku—. Somos dos personas diferentes.

—No quiero que piense cosas raras —Shouto rodó los ojos—. Deberías irte.

—¿Te importa lo que Kirishima piense, acaso? —arqueó una ceja—. No va a ponerse celoso porque hable con alguien más.

Kirishima debía ser la persona menos celosa en el planeta —de ser posible, aquel chico hubiese tenido diez parejas diferentes a la vez. Simplemente tenía demasiado amor para dar.

—Tú no sabes lo que puede pensar.

—Ni siquiera nos está viendo, Todoroki —Midoriya estaba empezando a sentirse molesto—. Está haciendo otra cosa.

—Se lo puede contar alguien.

Midoriya alzó entonces las manos. Muy bien. Shouto acababa de tocar el último nervio de paciencia que le quedaba ese día.

Y eso era decir mucho.

—Asumiré que quieres que me vaya.

Todoroki no le miró. Estaba demasiado concentrado en admirar un montoncito de pétalos de cerezo que habían caído sobre su regazo. Luego, observaba a sus costados con sutil frenesí. Cualquier cosa parecía valerlo más que mirar a Midoriya.

Izuku tendría que haberse dado la vuelta, seguía repitiéndose. Debería haberlo hecho.

No darle otra vez el poder a Todoroki y ser él mismo quien quedaba como un imbécil.

—Tal vez asumes bien.

La boca de Midoriya se abrió por la sorpresa de aquella respuesta tan seca y directa. Ni siquiera sin mirarlo a los ojos, o de si quiera disimular que no lo quería en ese momento con él.

Tuvo que tragarse las lágrimas de la humillación. No valía la pena.

Nunca lo había valido, al parecer. Pero él era un tonto y un pobre iluso, la mayor parte del tiempo.

—Vale —asintió Midoriya—. De acuerdo. Entonces no te quito más tu tiempo.

Creyó ver una pizca de arrepentimiento en la mirada de Todoroki antes de darse la vuelta y marcharse. Lo más posible es que fuesen sus tontas ilusiones, que todavía pensaba que quedaban esperanzas.

A veces no les importas a las personas, se dijo a sí mismo. Eres tú el que se cree merecedor de su atención.

No iba a llorar. No esa vez.

Simplemente regresó con Kirishima, que ya estaba recostado sobre la manta que habían compartido y sin rastros de Kacchan. Al verlo le sonrió, pero Izuku debía tener grabado en toda la cara la frustración que estaba sintiendo porque la mueca de Kirishima también se transformó.

Midoriya apretó los puños, fingiendo la mejor sonrisa que tenía.

—Kiri —dijo—. ¿Te importa si nos vamos?

—¿Tan pronto? —preguntó sorprendido—. ¡Pero si apenas está empezando!

—Tanta gente me sofoca. Quisiera ir a un lugar donde estemos... tranquilos.

Kirishima captó la indirecta al instante. Esbozó una sonrisa maliciosa; no era un chico demasiado difícil de leer según Midoriya.

Extendió su mano para que Izuku le ayudase a levantarse. Él se la tomó. Disfrutó del tacto de la piel de su mano —callosa en la palma, suave en el dorso. Sus dedos eran fuertes y sujetaban de la suya como si no quisiese soltarlo jamás.

—Está bien —asintió Eijirou con un brillo en los ojos—. Podemos ir a mi casa. Hoy mi tío no estará.

Midoriya no necesitaba responder para que supiera que aprobaba la idea. Simplemente le sonrió.

Segunda parte de este capítulo: ¡A continuación!

Y también la nota de autor (?)

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