VIII.- Alma (Final)
Casita estaba en completo silencio, lo único que se podían escuchar, eran los pasos de alguien que caminaba por la casa.
Era Alma, quien se había enterado de la muerte de la única nieta que le quedaba.
Un hombre había llevado a su corcel a beber agua al pequeño lago, y encontró el cuerpo de la joven.
La mujer caminaba a paso tranquilo por la residencia, las puertas de las habitaciones ya no tenían su brillo de siempre, todas estaban apagadas, el día era nublado y la alegría parecía haberse disuelto en el aire.
La única puerta que aún brillaba era la de la anciana, la única Madrigal que quedaba.
Entró a la recámara y se dispuso a continuar vigilando la vela, cuidando que su fuego no se apagara.
Su expresión vacía era aterradora al verse reflejada en sus pupilas la llama de la vela.
Le importaba tanto que aquel encanto se mantuviera fuerte, que no parecía consciente de que toda su familia había muerto.
Silencio total.
Su mente comenzaba a reaccionar ante aquel embriagante silencio.
Whoa, no hay que olvidar, la abuela lleva el show.
Whoa, nos trajo aquí y a todos nos cuidó.
Ella era quien debía proteger a todos y de todo, pero lo único que había logrado era acabar con once vidas.
Su egoísmo la obligó a poner veneno en la bebida de sus hijos y yernos, solo para regresar a lo que era antes; sus nietos apenas se sabían defender de sus padres, ¿Que podían hacer contra ella?
Ella, la matriarca del lugar, la patrona, quien mandaba, se hacía lo que ella decía sin cuestionar o reprochar nada.
Mi tía Pepa, su humor afecta el clima Si está indispuesta, pues, los tiempos raros son.
Pepa, había conseguido causarle ansiedad y que se guardara sus emociones.
La pobre peli-naranja sufría de tics nerviosos, mejor dicho, ataques de ansiedad que causaban destrucción y daño a la integridad de los demás.
Mi tío Bruno
(¡No se habla de Bruno!)
Podía ver el futuro, él desapareció.
Bruno, le causó gran inseguridad acerca de su don, haciéndole creer que su don –al igual que él–, era inservible y solo causaba daño.
Él solo podía sentirse culpable, ante todas la visiones "malas" que tenía, un bueno para nada, quien se disculpaba hasta por el más mínimo error que cometía.
Oh, ella es mi ma' Julieta, y sin dudar
Whoa, con su comida, cura todo mal Whoa, sus guisos son remedios de verdad.
Julieta, parecía no tener ningún problema, pero literalmente llevaba la salud del pueblo entero sobre sus hombros, jornadas de trabajo que abarcaban todo el día y cocinar para demasiadas personas que ni siquiera agradecían como era debido.
Dos tipos que amaban a los Madrigal
Pues ahora son un par de famosos Madrigal El tío Félix quiso a Pepa, y mi pa' quiso a
Julieta, y así la abuela se hizo una abuela Madrigal.
Félix y Agustín no eran aprobados por Alma, ella solo pensaba en lo que era "mejor" para la familia.
Dolores oye hasta una aguja.
Dolores tenía que escuchar todo a todas horas, quisiera o no hacerlo; se enteraba de todo y se aprovechaban de ella para sacarle información.
Sus pobres oídos eran molestados hasta con el ruido de una aguja al caer, y ni siquiera se imaginaba lo doloroso que era al escuchar algo como los fuegos artificiales o algún grito.
Camilo muta.
A Camilo, al pedirle que siempre se transformara en alguien más o que hiciera reír al pueblo, imitando a otras personas, la había causado un grave problema para saber cuál era su identidad.
Su rostro era cubierto con los de otros, haciéndole olvidar quién era él y cuál era su verdadero rostro.
Antonio hoy recibe el don.
El pobre hablaba con los animales y prácticamente se comía a sus amigos, a su corta edad había visto lo que era tener una familia con problemas psicológicos.
Perdió a sus padres y decidió quitarse la vida para estar con ellos.
El dulce e inocente niño, simplemente había elegido no tener que vivir lo que sus primos.
(Isabela) con sus flores van a enloquecer.
(Isabela) es la perfección de pie.
Isabela había sido obligada a ser perfecta durante toda su vida, usar su don para nada mejor que entretenimiento y opacar a las personas con perfección.
Flores perfectamente simétricas y complacer a todos sin importar lo que ella pensase.
(Luisa, Luisa, Luisa, Luisa) es fuerza irreal Son músculo y belleza sin par.
Luisa debía ayudar a todos en todo lo que le pidiesen, aún así ella estuviera cansada.
Le causó una obsesión con el trabajo, la necesidad de hacer algo y sentirse inservible al estar descansando un poco y viendo como todos continuaban con las labores.
Y finalmente Mirabel, quien, para ella, no tenía ningún uso, no era más que un estorbo, la causante de todos los problemas acerca del encanto y la familia, cuando realmente era ella la causante.
Era menospreciada y sus esfuerzos por verla orgullosa de ella, eran nulos.
—¿Qué fue lo que hice? —murmuró Alma al abrir los ojos y darse cuenta de todo el daño que había causado —les causé daño a todos, a mi familia.
Las lágrimas amenazaban con brotar de sus ojos.
En su mente, se proyectó la imagen muerta de todos su parientes, aquello le partió el corazón.
—¡No! —gritó al reaccionar ante aquella imagen —¡Los perdí! ¡Los perdí a todos! ¡Acabé con ellos!
Cubrió su boca con ambas manos y comenzó a llorar desconsoladamente, retrocedió un par de pasos, sus ojos reflejaban terror al percatarse de todo lo que había hecho.
—yo los acabé, les quité la vida, todo por una estúpida vela —lagrimeó mientras se arrodillaba lentamente en el suelo, cubriendo su rostro con ambas manos.
Ésta es la familia Madrigal.
Momentos felices eran los que pasaban una y otra vez por su cabeza, abrumándola.
Las risas y dulces voces de todos, resonaban y la hacían sentirse una mierda por haberlos matado de forma directa e indirecta, causandole más lagrimas.
Hogar de mi gente, Madrigal.
—mis hijos, mis yernos, mis nietos, los perdí a todos, ya no me queda nada.
Su dolor se expandía por todo su cuerpo, todo lo que no había llorado y sentido en los entierros, lo estaba pasando en aquel momento.
—¡Soy una egoísta, una idiota! —se dijo a sí misma, viendo su reflejo en el charco de lágrimas que había en el suelo.
Dónde todos son fantásticos y mágicos.
El enojo consigo misma era tanto, que tomó una decisión.
Se levantó y acercó a la vela.
—¡No merezco vivir, merezco morir igual o peor que los demás! —gimió, viendo a la vela con rabia e impotencia.
No lo pensó dos veces, y tiró la vela al suelo. Instantáneamente, las llamadas se extendieron por la habitación.
El fuego la rodeó por completo, Alma sabía que era su fin, pero eso era lo que quería, morir.
—no merezco el cielo, merezco el infierno, lo lamento tanto, Pedro, pero no podré ir contigo —dijo entre susurros, antes de que el fuego la consumiera.
Las llamas tocaron su piel, y como reacción, Alma soltó un desgarrador grito que resonó por todo el pueblo.
Por más que deseó en aquel momento salir del lugar, se quedó, ella sabía lo merecedora que era de aquel castigo que le quitaría la vida.
—¡Te lo mereces, Alma Madrigal, te mereces ésto por haber matado a toda tu familia y no haberte preocupado por más que una vela y un encanto que sabías que no duraría para siempre! —gritó, jalando su cabello de forma que se hubo arrancado algunos mechones de este.
El fuego la consumía poco a poco, su piel se quemaba y ardía, el dolor se expandía por todo su cuerpo como si fuese una plaga.
Aquel dolor no solo era físico, sino psicólogico al darse cuenta de todos los actos que había cometido.
—¡SOY UNA...!
Soy de la familia Madrigal.
No solo se quemó la habitación, sino Casita entera.
El fuego derrumbó Casita, y al encanto; los montes se separaron, terremotos sucumbieron al pueblo, destrucción por todos lados.
Afortunadamente, ningún pueblerino murió, pero cuando se percataron de que Casita estaba destruida, supieron la causa de todo lo que había sucedido.
Alma murió, al igual que toda su familia, terminó con su vida y la de once personas más, acabó con la familia Madrigal.
*Desaparece al estilo Dumbledore*
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