Versus la ASC
La conversación con Harriet y Cal había terminado una vez que ambos hombres abandonaron la oficina. Sin embargo, le había ordenado a Trey esperar y tomar asiento. Había estado en exceso nervioso al hablar con esos dos. Había hecho un esfuerzo por mantener las apariencias y analizar a toda prisa cada una de las pistas que el doctor Harriet había arrojado. Pensaba contactar a mi padre, pero tenía una última duda respecto al comentario sobre 'la misión básica' que tenían Twain, Ivy y Trey.
—Trey —hablé menos tenso—, ¿qué es eso sobre que tu objetivo primario es matar a otros como tú?
—Fuimos enseñados a seguir una razón para existir —dijo Trey con un tono calmo reconocible—, por parte de los doctores que nos criaron. Nuestra existencia se resume en que sólo servimos para matar a los que son como nosotros, a los que provenimos de la base de Cero.
—¿Y? —dudé con un poco de miedo. Estaba sorprendido por la honestidad de Trey, así que me atreví a continuar—: ¿y... tú deseas seguir esta razón?
—No. No me interesa pelear contra mis hermanos y hermanas. Es ridículo querer vivir sólo para matarlos a ellos.
—Eso quiere decir que... —intenté buscar por una respuesta.
—Que nosotros tres somos fieles a usted y su padre —Trey expuso con rapidez—. No tenemos familia real, no tenemos personas que nos vean como tal, ni tenemos una razón para existir, justo como cualquier otra persona. Es verdad, nos crearon para pelear y para alimentar nuestra sed de combate. Pero, ¿dónde cabe una persona así en este mundo? La mayoría de la gente vive en sociedad haciendo cosas tan sencillas como estudiar, leer, pintar, construir, crear, buscar el amor... Nosotros no tenemos lugar en la sociedad común. Su padre nos lo dijo. Y, por ello, yo estoy muy agradecido que nos permitan vivir aquí y pertenecer a esta familia para servir en base a un objetivo más profundo que sólo matar sin sentido. Ivy y Twain piensan lo mismo que yo. Sabemos que Prim fue entregada a otra persona por el doctor Cal. Después de la muerte de la doctora Rochaix, nosotros quedamos en hibernación, ya que el doctor Cal no nos desea. Nunca vamos a traicionar a los Dumá porque ustedes nos han entregado nuestra libertad. Tenemos conocimiento sobre Cero-Cinco, Cero-Siete y Cero-Ocho; que fueron los modelos cuidados bajo el comando del doctor Flores y la doctora Bossier. Sé que ellos tres todavía están vivos. Mientras que de Cero-Nueve y Cero-Diez no estoy seguro. Sé que uno de ellos fue el modelos defectuoso y abandonado por el doctor Julius; el ex-jefe del doctor Cal. Mientras que del otro, se desconoce su paradero desde hace casi el mismo tiempo en que Prim fue liberada. Le aseguro que no voy a buscar a estos modelos para matarlos. Lo que hagan con su vida no es mi problema. Si nos encontráramos cara a cara, bajo la bandera de los verdaderos enemigos de los Dumá, entonces sí los mataría. De otra forma, no tengo interés en buscarlos.
—¿Qué hay de Cero? Mi padre y yo sabemos que murió; ¿esto es verdad?
Trey no dijo nada. Movió la mirada a la izquierda y luego agachó el rostro. Esto me dio a entender que Cal había mentido respecto a la noticia.
—Había creído que así era —Trey reveló.
—¿Cómo? —dudé incrédulo.
¿El doctor Cal no había mentido? ¿Qué significaba la respuesta de Trey?
—Había creído eso porque era lo que oficialmente se decía. Los diez modelos tenemos algo del original... de Cero. Sin embargo, de acuerdo a la noticia oficial, Cero murió. Al nacer y ser modificado en el ciclo de envejecimiento por la máquina Phatox... —Trey levantó el rostro y volvió a contemplarme. Continuó—: murió unas horas después. Tengo entendido que fue un fallo en los sistemas respiratorio y cardiovascular.
—Pero... ¿qué te hace creer que no ha muerto?
—Porque nos topamos con él en Woods. Luce distinto fisicamente... pero es él.
No pude evitar mostrar sorpresa y un poco de miedo.
—¿E-Estás... seguro? —ahora inquirió Stephan.
Trey asintió con la cabeza.
—Sí, por el código que presenta —confirmó Trey—, ya que es el mismo tipo de código que tuvo Cero. Sólo entre nosotros podemos reconocernos. Más allá de las simples diferencias que tenemos con un humano ordinario, poseemos una marca de nacimiento que sólo nosotros podemos distinguir. Cero ha vuelto, está vivo y con una apariencia nueva. Es él porque tiene la marca correspondiente al número 'cero'.
—Es un varón —dije al aire al comprender las frases de mi subordinado—, ¿Trey?
—¿Sí, joven Dumá?
—Tú no participaste como guardia la noche de la fiesta, ¿cierto?
—No. Mi líder, el señor Michael, me envió a mi primera misión en la frontera, en el puerto de Nogami.
—Y... ¿cómo luce Cero ahora? —me atreví a preguntar.
—Es pelirrojo como el doctor Cal, pero de ojos de un tono café claro. Sigue siendo muy pálido, es alto y con una complexión marcada por el entrenamiento constante.
Era la descripción de Daniel Cal. Además de ser el hijo de sangre de Shaddock Cal y su esposo, tenía la genética de Cero.
—Y ama el combate —susurré con incredulidad para complementar mis pensamientos—. ¿Qué significa esto?
—La prueba más grande de mi lealtad y de que no voy a seguir aquellas enseñanzas del pasado —Trey dijo con prontitud y un rostro marcado por una mueca casi de agradecimiento—. Es que al toparme con Cero, con el prototipo primario, con la raíz de nuestra existencia, no lo confronté.
Suspiré y me tranquilicé. Tenía un sinfín de dudas respecto al doctor Cal, a Daniel, a todo lo relacionado con esos experimentos; empero, había conseguido información en exceso valiosa.
—G-Gracias, Trey. Era todo —hablé con calma—, puedes retirarte. Michael requiere de tu ayuda en la misión de búsqueda en los hoteles, así que puedes volver a tu puesto.
—Gracias, joven Dumá.
En cuanto Trey salió de la habitación, llevé la mano hasta mi cabello e incliné la cabeza. No lo podía asimilar. No sabía qué pensar sobre las intenciones del doctor Cal, su alianza con Harriet, así como la razón por restaurar a Cero en su propio hijo. De pronto, recordé las palabras de mi padre. Él había expresado que el doctor Cal era demasiado enigmático y peligroso.
—Stephan —usé un tono neutral para hablar—, ¿crees que deba contactar a mi padre?
—Sí, quizá sea un buen momento —opinó Stephan.
Moví el teléfono con forma de estrella, busqué el contacto directo de mi padre y marqué. Por unos instantes sólo se escuchó en la habitación el sonido del teléfono. Estos segundos fueron suficientes para hacerme reflexionar. ¿De verdad aceptaría que sentía incapacidad para controlar la situación por un día más? Y, sin previo aviso, la puerta fue abierta y Cal se adentró. Él colocó el seguro y me percaté de que Stephan se movió al frente en señal de protección.
—¿Gunther? —la voz de mi padre se hizo presente por la bocina del teléfono—, no esperaba tu llamada a esta hora, ¿pasa algo malo?
No repliqué y mantuve la mirada en la imagen seria del doctor Cal.
—Doctor Cal —Stephan habló—, estamos en una reunión privada, ¿podría retirarse, por favor?
Cal se sentó con descaro y movió el cuerpo hasta el escritorio para arrastrar un poco el teléfono a la orilla junto a él.
—Si quieren destruir a Donovan Harriet, existe un método —el doctor Cal dijo con una voz seria y que parecía carente de emociones—, pero, para ello, ustedes accederán a todas mis demandas y esto incluye protección para mi familia.
—¿Por qué habría de creerte, Shaddock Cal? —contrapuso mi padre por el teléfono con rapidez—. Engañaste a Heath Alipsis y has seguido los comandos de Harriet. Alipsis y Connor no confían en ti, y creo que nadie lo hace a estas alturas de tu vida. Tu propia familia, tu propio padre, ha cortado toda comunicación contigo.
—Lo que pasó entre Oswin, Heath y yo no tiene nada que ver con lo que ofrezco, Edme.
—Padre —intenté hablar. Sin embargo, Cal sacó una pistola de su bata y apuntó hacia mí.
Stephan reaccionó y amenazó al hombre con su propia arma.
—Vas a escucharme —insistió el doctor Cal—, o voy a matar a tu hijo aquí mismo.
—¿De verdad crees que puedes matar a Gunther? Está acompañado de uno de los mejores soldados, de su mano derecha. No tendrías ni oportunidad de jalar del gatillo.
—No necesito tirar del gatillo para matar a tu hijo. Puedo destruir toda la mansión con un sólo comando. Tal vez Harriet te acostumbró a las reuniones racionales porque nunca involucra nuestra tecnología. Yo no soy así. Sé que los Dumá quieren matar a todos los que los traicionaron, incluidos los exjefes de Donovan.
—Exjefes —reiteró mi padre—. Lo has dicho. Harriet y yo llevamos una relación relativamente prolifera.
—Esto es mentira. Sé que si sacaras a Donovan de tu vista y si tuvieras todas las ventajas que él ofrece en exclusiva para ti, ya habrías conseguido más y recuperado tu negocio al máximo.
—Eres un incrédulo al pensar que dependo de otros para conseguir mi objetivo.
—Porque Donovan no está de tu lado y tampoco del de Farías.
"¿Farías?", pensé a toda prisa. Hice un recuento de todas las personas asociadas a este apellido. Sin embargo, no pude encontrar una conexión en el momento.
—Y tú tampoco lo estarías —detecté molestia en la voz de mi padre— porque tú careces de todo poder, Cal. Tú no tienes ningún valor y no ofreces más que la caída de un hombre.
—Y su imperio. Yo tengo el método para destruir a Donovan y a su compañía; los Laboratorios Stone. Aniquilaría a todos sus hombres y borraría todas sus investigaciones y avances.
—No veo mi ganancia en ello. Tus actos desesperados son tan notorios que fácilmente puedo elegir la opción de esperar. Tú no eres el único enemigo de Harriet.
—Pero soy el único en el que confía, el único que tiene acceso a todo. ¿Quién crees que se aseguró que Dos, Tres y Cuatro fueran inspeccionados y liberados del nanobot? Yo, yo fui quien agregó esta cláusula en el manual que sólo tú recibiste para que tuvieras la sospecha de Harriet. ¿Quién crees que les hizo olvidar su razón primaria de vida antes de ser vendidos y que aceptaran ser parte de tu familia? Yo, sólo yo tengo acceso a toda la información referente a su creación.
—No me das ninguna razón. Nadie confía en ti y hay una buena explicación para ello.
—¡Maldita sea, Edme! —El doctor Cal se puso de pie al gritar y bajar el arma—. ¿No deseas asegurar una defensa contra el hijo de puta de Donovan? Te estoy ofreciendo un buen pacto, una excelente oferta. Donovan caerá.
—Cal, estás perdiendo tu tiempo. Acepto que eres un gran científico, quizá el más grandioso de nuestra era. Sin embargo, eres un traidor que lo único que sabe hacer es velar por sus intereses. No lo tomes a mal, pues yo hago lo mismo, claro está. La diferencia radica en que mis intereses van más allá que la simple seguridad de mi familia.
—¿A caso estás insinuando que...? —Cal volvió a tomar asiento—. ¿Estás insinuando que debo ofrecerte mis servicio y trabajar para ti?
—Destruir a Harriet no te dará mi protección ni mucho menos te salvará de tus errores. Aunque no puedo negar que tus talentos servirían a nuestra organización a un nivel superior. El punto negativo es todo lo que tendría que hacer para protegerte. Mi organización tendría que mover cielo, mar y tierra, debido a que al morir Harriet, a ti te buscarían mis enemigos. Tu vida no tiene más valor a excepción de tu talento, así que no ofrezcas pactos llenos de conflictos.
Me percaté de que el doctor Cal dejó la pistola sobre la mesa y suspiró con fuerza. Recargó los codos sobre la mesa y arrojó un rostro distinto. La seriedad usual de su rostro había desaparecido. Probablemente él sentía desesperación u otra clase de sensación como la desesperanza en estos instantes.
—Edme... ayúdame —pronunció Cal con una voz distinta a la seriedad—, por favor. No puedo seguir en esta prisión.
—¿Por qué no lo has matado si tienes la posibilidad?
—Porque... no tengo a dónde ir. Si abandono el país, expondré a mis hijos a un peligro mayor. Heath me vendió a Donovan. Le reveló mi locación y mis proyectos, así como la existencia de mis experimentos. No puedo pedirle ayuda a él ni mucho menos a Connor. Si hago un intento para comunicarme con mi vieja familia, matarán a mis hijos. Sólo tú puedes sacarme de este pozo.
No hubo respuesta inmediata.
—Gunther —mi padre pronunció con fuerza—, ¿hace cuánto llegaron Harriet y Cal?
—Casi una hora —repliqué.
—Cal, ignoraron mis palabras y se reunieron con mi hijo como si esto les diera una ventaja.
—Gunther negó la petición de Donovan —contrapuso el hombre—. Tu hijo es excelente para tratar con locos como él o como yo. Pero, por favor...
—Es una lástima que una persona tan talentosa como tú sea utilizada en contra de su voluntad. No puedo ayudarte. Nos vemos pronto.
—¡Edme! —el doctor Cal sujetó el teléfono, pero la llamada había sido terminada por mi padre.
Por mi cuenta, no tenía idea de lo que debía hacer. Sabía que había un mensaje oculto en esta conversación que mi padre había tenido con Cal, aunque era incapaz de identificarlo en esta ocasión.
—Es necesario que se retire, doctor Cal —Stephan rompió el silencio.
Cal se puso de pie, tomó su propia arma, pidió una disculpa y abandonó la habitación a toda prisa. Mi padre había hecho hincapié en los talentos de ese hombre, pero había dicho que para ayudarle necesitábamos movilizar a todas nuestras tropas. Actualmente sólo tenía a mi disposición al equipo de Michael, la escolta local y la policía estatal, así que no sería suficiente para sacar a la familia Cal de Woods.
—¿Gunther? —Stephan habló—, ¿qué es lo que tu padre quizo decir con que no puede ayudarlo? ¿No crees que el doctor Cal sería una buena adquisición para la organización?
No repliqué. De acuerdo a mi padre, Cal no ofrecía mucho, a pesar de que era un genio para la genética y la nanotecnología. Y si podía destruir al doctor Harriet... ¿esto no nos brindaba una buena oportunidad? Sin embargo, el gobierno nos bombardearía con toda la milicia para obtener de vuelta a ese hombre.
—Quizo decir que necesita más información y una pieza clave —expliqué con serenidad—, y que todavía no es el momento adecuado. Con esta revelación, mi padre obtuvo secretos valiosos. Una opción que nos servirá a futuro.
—Bien... Este día ha estado de locos con la visita de esos dos —Stephan respiró con profundidad y agregó—: vayamos a comer, ¿quieres? Por ahora todo parece haber quedado en orden.
Me puse de pie, pero sentí que mi celular vibró y lo saqué. Mi padre había cambiado sus planes y regresaría esta misma noche. Obviamente estaba molesto por las acciones de Harriet y, ahora que tenía en claro la posición de Cal, podría usarlo como una ventaja. Durante una fracción de segundo me sentí imposibilitado y bastante decepcionado. Era como si hubiera fallado en el corto tiempo al mando de la organización. Debido a este pensamiento, olvidé replicar el mensaje y comunicar el resto de los descubrimientos respecto a los dos doctores que nos visitaban.
*****
Gracias a Stephan, mi preocupación desapareció. Pasamos una parte del día juntos para hacer las revisiones de la información extra, luego entrenamos en el gimnasio privado de la mansión y aseguramos los detalles respecto a la estadía de los visitantes. Sin embargo, las ansias me impidieron pensar en otra cosa que no fuera lo que ocurría a mi alrededor. Era una sensación tan apabullante que comprendí que tendría que acostumbrarme si deseaba tener el puesto de mi padre.
Para las nueve de la noche, mi padre aterrizó junto a su escolta y me llamó de inmediato a la oficina. Ya había citado a los invitados y ni siquiera había hecho su rutina clásica de revisión cada que solía regresar de un viaje de negocios.
En la oficina del líder se encontraban él, el señor Harrington y los doctores Harriet y Cal. Yo me quedé parado a la derecha, frente al escritorio, cerca de los visitantes. Mi padre ocupaba el asiento del jefe, fumaba un puro y mostraba una seriedad inusual. Volví a corroborar que estaba muy molesto.
—Harriet —mi padre pronunció con un tono severo—, no me parece agradable lo que hiciste.
—Siempre hemos sido hombres de oportunidades, Dumá —repuso el doctor Harriet.
—Intentar asustar a mi hijo con tu presencia inoportuna no es tomar una oportunidad, es querer jugar en una apuesta al azar conmigo.
—Padre, ¿podemos hablar en privado? —interrumpí al recordar una parte esencial de la información extra que había obtenido por parte de Trey horas antes.
—No, Gunther, no hay nada de que hablar. Las cosas son muy claras.
Agaché la mirada, aunque no por enojo ni decepción. Busqué el móvil y escribí un mensaje a mi padre con rapidez. Le revelé la información respecto al hijo de Cal así como la petición de la transacción que Harriet había solicitado.
—Dumá —el doctor Harriet inició la conversación—, sabes bien que gracias a nosotros ustedes lograron salir de Woods ilesos y con ello, me parece, hemos demostrado que tenemos una buena posibilidad para crear un negocio.
Mi padre no replicó. Dirigió la mirada hacia el teléfono que había sacado de la gabardina con discreción y leyó rápidamente. Regresó el interés a los dos hombres frente a él.
—Yo no obtendré ninguna ganancia al ayudarte —contestó mi padre— y no necesito más problemas ahora que mis enemigos se movilizan a toda prisa. Busca a otro cabrón para tus negocios.
—Puedo ofrecerte productos exclusivos.
—No me provoques más de lo que ya lo has hecho. Quisiste jugar con mi hijo y esto tiene una respuesta de mi parte.
—¡Por dios! Tu hijo es como tú. Es duro de convencer. El chico dejó en claro las cosas. No es fácil intimidarlo.
—Por supuesto que no. Es un Dumá. Ahora, pueden irse.
—Por favor, Edme, podríamos llegar a un acuerdo —volvió a decir Harriet.
—Si insistes, tomaré la vida de la persona más importante para ti —cuando dijo esto mi padre, sacó la pistola personalizada que usaba y la colocó en la mesa—. Fuera.
—Tampoco me querrás de enemigo. Piénsalo bien.
—Te lo advertí.
A continuación, mi padre apuntó hacia el doctor Cal y disparó. Me moví un poco para visualizar y encontré la bata de Cal llenándose de sangre en la herida reciente en el hombro.
—La siguiente bala irá a su cerebro —advirtió mi padre al ponerse de pie.
Cal hizo un sonido de queja por el dolor. Sin embargo, Harriet se movilizó a toda prisa. Él se colocó entre el arma de mi padre y Cal. Esta era la pieza faltante. Lo sabía. Harriet necesitaba más al doctor Cal que a otra persona. Más de lo que parecía a primera vista. Por esto mismo, Cal no había mentido respecto a la posibilidad que tenía para destruir el imperio de su actual jefe: los Laboratorios Stone.
—Ya conoces mi posición, así que largo. Y debido al insulto a nuestra antigua confianza, no habrá ningún tratado de venta y compra —mi padre expuso con su voz fuerte.
—Estás cometiendo un error, Dumá —contrapuso Harriet al ayudar al doctor Cal y caminar rumbo a la salida—, ¡un error fatal!
—El único error que cometí, doctor —mi padre pronunció de manera distinta la última palabra—, fue haber subestimado el valor de tus acciones.
—¡Al diablo con tus juegos, cabrón!
Sin embargo, noté que Cal movió un poco la cabeza y miró a mi padre antes de abandonar la habitación. Con prontitud, contemplé a mi padre y encontré un rostro marcado por una sonrisa tranquila.
—Louis, asegúrate de que salgan de aquí. No los quiero cerca ni un minuto más.
—A la orden, señor —dijo el señor Harrington.
Me hice a un lado para abrir paso al señor Harrington, luego me acerqué al escritorio y vi a mi padre tomar asiento.
—Hiciste un excelente trabajo, Gunther —mi padre usó un tono de voz cansado; era aparente que estaba exhausto—. Con lo que Cal reveló, más la información que me diste, pude accionar el siguiente plan.
—¿Pensabas matar al doctor Cal? —pregunté.
—Sí. Su sola existencia es un peligro para nuestras alianzas, pero él tiene el poder de acabar con Harriet y de quitarnos a ese cabrón de encima. No voy a mentirte, vamos a perder los productos de Harriet y sus ventajas. Realmente Cal puede ser de utilidad por un tiempo. Quiere libertad para su familia y es un precio muy bajo. Podemos correr el riesgo.
—El doctor Harriet creerá que quieres matar a Cal y subirá la guardia contra los enemigos externos.
—Sí, es verdad.
—Y... esto le dará la libertad al doctor Cal para poner su plan en marcha.
—Correcto.
—Pero... ¿y Daniel?
—Es Cero y está en su código el amor por la guerra y la destrucción.
—Lo sé. Pero... ¿lo usarás?
—Por supuesto que lo usaremos, hijo.
—Padre, pensé que esto se saldría de mis manos.
—Yo no lo creí así, ya que hiciste lo correcto. Ahora puedo sentirme en completa paz porque tú podrás comandar a la organización en cualquier momento. Además, incluso si el cabrón de Michael te provocó, no actuaste de manera irracional. Descuida, también creo que tus ideas fueron correctas en cuanto al plan con Kile. Sé que tuve que volver antes porque, al descubrir que Harriet se atrevió a venir hasta acá en mi ausencia, no tuve opción. Mi junta con Connor y Alipsis terminó bien. Alice se encargará de todos los detalles sobre los negocios con Alipsis y el cliente del Continente del Norte.
A pesar de que las palabras de mi padre sonaron honestas, fue imposible conseguir una sensación de serenidad. Había escuchado algo que resonaba en mi cabeza. Quizá era la tercera o cuarta vez que hacía alusión al hecho de que yo estaba listo para tomar su lugar, como si diera por sentado que él ya no podría continuar. Tenía la impresión de que algo muy malo estaba por ocurrir y no podía saber con exactitud qué.
—Ve a tu habitación. Descansa, Gunther.
Acepté la sugerencia, di una media vuelta y salí de la oficina. En realidad, en este instante, no podía asegurar a qué se debía aquél presentimiento, así que lo ignoré. Sin embargo, ahora creo que cometí el error más fatal de todos.
*****
Durante un par de días más, las cosas estuvieron en calma. Había sido como si todo hubiera vuelto a la normalidad. Casi por unos días, antes de la supuesta celebración de la familia que mi padre había tenido que re-organizar en una fecha distinta, mi rutina regresó con las juntas matutinas, los entrenamientos, el tiempo de estudio y algunos momentos a solas con Stephan. Aunque nada de sexo todavía. Había bajado la guardia y creído que todo seguiría como antes. Había pensado que cada que enfrentara una situación compleja, tendría el apoyo de mi padre y él resolvería cualquier tipo de problema, pero no fue así. No iba a ser así porque todo esto estaba por cambiar.
Una noche, antes del ataque más horrendo en la historia actual de la Familia Dumá, había aceptado la sugerencia de mi padre para salir con Stephan y divertirme. Habíamos ido a un bar en la costa y bebido un poco, luego aprovechamos el momento y rentamos una habitación lujosa en uno de los hoteles bajo la influencia de mi padre. La vista a la ciudad era agradable, con algunos edificios altos alumbrados por las luces nocturnas, así como calles adornadas por palmas e iluminación extra para acrecentar la belleza de Biannko. La habitación era espaciosa. Tenía una cama grande, unos burós, unas cajoneras para ropa, una pantalla y un baño con una tina amplia para masajes.
Stephan se sentó en la cama y yo me quedé cerca de la ventana. Contemplaba la ciudad y disfrutaba el momento de tranquilidad junto a mi novio.
—¿Gunther? —la voz de Stephan sonó en la habitación—, vamos a relajarnos un poco, ¿sí? Has estado muy tenso desde que pasó lo de la muerte de Eveline y la visita de los doctores.
Caminé hasta la cama, me incliné un poco y besé a Stephan. Ansiaba sus caricias y tener un momento de intimidad con él, deseaba tocar su cuerpo y escuchar su voz al gemir de placer. Lentamente, empujé a Stephan para acostarlo en la cama y me coloqué sobre él. Nuestro beso era pausado y sensual.
Cuando mi mente estuvo despejada de otros pensamientos, me enfoqué en el instante. Rompí la interacción, retiré la sudadera que portaba y la chaqueta de Stephan. No hubo reclamos por parte de él, así que llevé mi boca a su cuello y succioné su piel para dejar señales de mi deseo. Después metí la mano debajo de su playera y rocé su piel con cautela. Stephan respiraba con sensualidad cada que yo dejaba su piel marcada, por lo que bajé la mano derecha y desabroché su pantalón.
Al incorporarme, retiré el pantalón de Stephan y proseguí con el mío. Regresé al frente y besé con lujuria a mi novio. Stephan abrazó mi espalda y permitió que nuestros cuerpos friccionaran por los movimientos. Puse la mano en su ingle y pasé por encima de su ropa interior.
—G-Gunther —Stephan suspiró entre caricias—, e-espera un poco.
Alejé el rostro de él y dejé la mano descansando sobre su abdomen. La imagen de Stephan era erótica, con sus mejillas sonrosadas y su cabello un poco despeinado, con su boca entreabierta y su cuerpo claramente excitado.
—Yo... en verdad tengo un poco de inseguridad r-respecto al... sexo.
—¿Inseguridad? No te preocupes —dije con una sonrisa cálida—, no tienes que sentirte así. Tampoco voy a hacerlo sin cuidado. Sé que tengo que estimularte y pienso hacerte sentir muy bien. Anda, confía en mí.
No esperé por una respuesta. Besé a Stephan con entusiasmo, metí la lengua en su interior y bajé sus bóxers. Pude percátame del espasmo en el cuerpo de mi novio, pues había acariciado su miembro con suavidad y había llevado la mano todavía más abajo. Coloqué sus piernas alrededor de mí y alejé mi rostro del suyo. Conduje la mano llena de mi propia saliva hasta su entrada y busqué unos minutos en el interior la glándula que detonó contracciones musculares. Al encontrar su próstata, la respiración de Stephan tomó otro ritmo. Cada que presionaba el bulto prostático gemía y su cuerpo reaccionaba con una erección obvia. Yo estaba más que listo para el sexo. Entonces, hice lo necesario para complacerlo aún más con cada roce y beso por un tiempo prolongado. Acariciaba su miembro sin dejar la atención en su entrada anal, lo besaba y dejaba marcas en su pecho y cuello y de vez en cuando dejaba que cubriera su boca como en señal de pena. Acto seguido, lubriqué mi propio pene y penetré a Stephan con cautela. La primera vez buscamos un ritmo, pero yo me deleité con la sensación cálida en su interior.
Esta noche fue fantástica... por lo menos por unas horas. Había descubierto un rostro hermoso cargado de pasión y placer en Stephan. Había sentido su piel, su respiración sensual, sus espasmos cada que había llegado al orgasmo. Había escuchado su voz pronunciar mi nombre de una manera lujuriosa, como un mantra que enviaba señales de éxtasis a mi propio cuerpo. Me había deleitado con sus suspiros y con su cuerpo al curvarse cada que había embestido dentro de él y tocado el punto que lo había llevado al límite. Había sido algo mágico, pero también real ya que había aprendido cosas nuevas respecto a Stephan. En total, tuvimos relaciones cuatro veces; dos en la cama, una cerca de la ventana de vista panorámica y una en el baño. Gastamos gran parte de nuestra resistencia, así que después de la ducha nos quedamos dormidos juntos.
Sin embargo, no pude descansar bien. Me había despertado después de unos treinta minutos al haber iniciado el sueño. Había sido envuelto por la misma inseguridad y miedo irracional que había sentido durante la conversación con mi padre después del asunto con el doctor Harriet. No podía sacar a mi padre de la mente, puesto que recordaba una y otra vez sus palabras.
Antes de salir de la cama, besé la frente de Stephan y me moví con cautela para no interrumpir su descanso. Me incorporé y me acerqué hasta la ventana. El reloj junto a la cama marcaba cuarto para las seis. Tal vez mi padre ya estaba despierto. Contemplé la ciudad, el cielo que se esclarecía y descubrí que era atacado por un deseo profundo que me obligaba a llorar.
Dejé que mi mente divagara. Pensaba que aquél enemigo marcado como 'Uno' era el mismo sujeto de apellido Farías; el que Cal había mencionado. Y sabía que algo no estaba bien con mi padre. Después de la muerte de Eveline Franco, la ASC había detenido los ataques contra nosotros y Harriet había entrado a la partida de una manera demasiado oportuna y misteriosa. Había usado la excusa de la ayuda del doctor Cal como si fuera una razón suficiente para otorgarle una alianza. Además, no habíamos escuchado nada de Rhys Connor... ¿por qué? Habíamos matado a su madre y él no había hecho más que enviar a grupos pequeños rumbo a la frontera del sureste para frustrar nuestras transacciones con el Alquimista. Y, por si esto no era suficiente, Cal había pedido nuestra ayuda de una manera desesperada y hablando de toda su capacidad para destruir a Harriet. Sin embargo, otra vez, todo había ocurrido en un momento crítico. Crucé los brazos y sospeché una y otra vez. Estaba casi seguro de que pronto Rhys y la ASC nos atacarían. Suponía que los próximos movimientos de Cal nos afectarían también. Pero había algo más... tenía la sensación de que algo de todo esto había sido, en realidad, una alerta y pistas tan ocultas que guardaban la respuesta de lo que pasaría pronto. Hice una lista más profunda y descubrí que las acciones de mi padre contenían la señal faltante. Había mencionado una y otra vez su deseo por que yo me convirtiera en líder cuanto antes.
Moví la cabeza en forma negativa, corrí a la cama y desperté a Stephan. Ni siquiera expliqué la situación. Lo único que le dije fue que debíamos regresar a la mansión lo más pronto posible. Había visto por la ventana algo inusual; unos helicópteros sobrevolaban hacia el oeste. Todos con las letras de la ASC. Intuía que tenían relación con nosotros. Me vestí a toda prisa y salimos de la habitación juntos. Llegamos al estacionamiento y le ordené a Stephan que entrara al auto. Manejé sin cuidado, con rapidez y por las avenidas de tránsito ligero en dirección al oeste.
—¿Podrías decirme qué pasa? —Stephan cuestionó en el camino.
—Prepara tu arma y pásame la que está en la guantera —dije con sequedad.
Stephan aguardó, pero sacó la pistola negra de nueve milímetros de la guantera más cuatro cartuchos extra de balas y me los entregó. Insistió con la pregunta, aunque yo no respondí. Mientras yo seguía repitiendo en mi cabeza que mi intuición estaba equivocada ya que no podía asociar los helicópteros con algo así de negativo. Ni mucho menos podía creer que las palabras de mi padre habían indicado una pista real y que él mismo había planeado.
*****
Cuando arribamos a la mansión, noté que la puerta principal estaba tumbada como si hubieran entrado vehículos pesados a la fuerza y arrollado las rejas.
—¿Qué rayos pasó aquí? —Stephan inquirió con un rostro de alerta.
Yo también me percaté de algunos coches llenos de balazos y con los vidrios rotos. Pisé el acelerador y frené enfrente de dos camionetas totalmente negras que no pertenecían a nuestro grupo y que se encontraban cerca de la entrada principal de la mansión.
Stephan y yo bajamos del auto sin detenernos y anduvimos con suma cautela. En el interior de la mansión se escuchaban balazos provenientes del ala oeste, enfrentamientos con diferentes tipos de armas y algunos gritos. No aguardé ni un segundo, así que entré y corrí por el recibidor. Usaba los muebles para cubrirme. Encontré a Raúl detrás de una barricada junto a su hermana; ambos habían sido heridos.
—¡Joven Dumá! —la voz de Keira se hizo presente desde la barricada cercana a las escaleras bajas de la izquierda—, ¡por favor, no vaya solo!
Entré por la puerta de doble lámina de la izquierda, me cubrí detrás de un trinchador caído al escuchar las ráfagas y quedé junto a un hombre de la guardia privada. Era Erick; lo reconocí por los tatuajes en el cuello y la cabeza calva. Estaba muerto.
Los enemigos vestían uniformes negros y máscaras protectoras antigás. Usaban rifles, metralletas, pistolas y escopetas. Estaban bien armados. Disparé hacia la cabeza de uno, pero sus cascos blindados los mantenían bien protegidos de muertes rápidas. Solamente la ASC tenía soldados bien entrenados y acceso a este tipo de uniformes.
De pronto, Stephan entró al comedor y usó una metralleta de alto calibre para atacar a los invasores. El fuego de los soldados se detuvo, y aproveché para moverme hasta el escondite de ellos. Me lancé contra uno y disparé en el cuello, pecho y estómago. Lo usé como escudo para encarar a los otros contrincantes y robé su cuchillo profesional. Stephan se unió al combate y mató a un soldado con una escopeta que había obtenido de los enemigos. Yo aproveché sus movimientos y arrojé el cadáver que usaba como protección. El último soldado intentó dispararme. Sin embargo, éste recibió una bala directa entre los orificios de la máscara. Había sido un tiro lejano y potente.
—¡Gunther! —Raúl gritó desde el recibidor. Se había movido y portaba un rifle de francotirador—. ¡Están en el pasillo del oeste, cerca de la oficina de tu padre! ¡Ve! ¡Cubriremos esta área!
Raúl apenas podía sostenerse, pues era notorio por su postura. Su rostro estaba manchado a la mitad por un río de sangre.
Avancé junto a Stephan. Conseguimos salvar a unos cuantos de nuestros aliados. Sin embargo, al llegar al pasillo que conducía a la oficina de mi padre, encontramos a Michael y Trey. Ambos usaban las paredes que daban la forma de una T invertida y abrían fuego contra un grupo de ocho soldados. Nos unimos a la pelea, a pesar de que tardamos bastante en derribar a tres. Luego Trey mató a otros tres él solo.
—Louis no podrá detenerlos sin refuerzos —Michael decía con un tono consternado y acompañado por un rostro de preocupación genuina—. Te cubriremos. Lleva esto.
Michael me entregó un cuchillo de doble filo y una pistola de nueve milímetros de potencia alta tipo HS. Luego, él y Trey abrieron fuego. Gracias a esto, yo conseguí moverme junto a Stephan hasta la puerta que conducía al jardín. Nos cubrimos detrás de un mueble de metal que sostenía figuras ornamentales. Me percaté de que unos enemigos se adentraron a la oficina de mi padre, pero, debido a las balas cercanas, no pude escuchar si abrieron fuego en el interior.
—Stephan —hablé con seguridad—, cúbreme, por favor.
—¡No voy a dejar que vayas solo! ¡Te matarán! —recriminó Stephan.
—¡Mi padre está allá adentro!
—Gunther... —Stephan suspiró y afirmó al aceptar mis palabras—. ¡Está bien, ten mucho cuidado!
De inmediato, Stephan abrió fuego contra los dos oponentes que se escondían detrás de las paredes de las escaleras frente a la oficina de mi padre. Yo salí del escondite y me escudé entre los muebles. Volví a moverme cuando los soldados quedaron cubiertos y me pasé a otro trinchero enano al rodar con un salto acrobático por el suelo.
—¡Al suelo, Gunther! —escuché la voz de Michael.
Acaté la orden y vi a Michael correr en torno al mueble que había usado de defensa. Él había arrojado una granada de bajo impacto y consiguió matar a los dos enemigos restantes. No esperé ni un segundo. Aunque llegaron más enemigos por una de las puertas de la derecha, abandoné el pasillo y me adentré a la oficina de mi padre.
En el interior me quedé parado frente al enemigo que daba su espalda a mí y que lucía estático. Detecté que el librero estaba caído y que era usado como protección por el enemigo. También vi que había balas en el escritorio de madera. Actué a toda prisa. Embestí al soldado, golpeé su cabeza y retiré su máscara y casco. El sujeto era pelirrojo, de barba corta, pero con una mirada penetrante. Él sonreía al contemplarme.
—Gunther Dumá —dijo el hombre al levantarse junto a mí y estampar mi cuerpo contra la pared. Me despojó de la pistola y me aprisionó al tomar mi cuello—. El tesoro más grande de Edme Dumá por fin ha llegado. Es demasiado tarde. Papi está muerto.
Sentí que la energía de mi cuerpo se desvanecía y como si todos los sonidos de balazos en el exterior se opacaran. No podía creerlo... Mi padre no podía morir.
—Y tú has llegado para ser asesinado también. Hoy la Familia Dumá dejará de existir de una vez por todas.
La pistola del enemigo tocó mi pecho y contemplé su rostro repugnante que reía. Miré el escritorio y vi que el señor Harrington, con su cara manchada de sangre y su brazo empapado también, apuntó con ayuda del mueble y disparó tres veces al pelirrojo. El hombre me soltó y movió su cuerpo dos pasos atrás. Yo reaccioné, saqué el cuchillo y usé mi peso para tirarlo al suelo. Golpeé la pistola del enemigo y forcejé. Intentaba enterrar el cuchillo en la zona yugular descubierta. De mis ojos caían lágrimas y la ira me alimentaba. Así que no desistí. Sentí mi cuello ser presionado por la mano del hombre otra vez y tomé la oportunidad. Usé todo mi peso y conseguí enterrar el cuchillo para cortar su cuello constantemente. El enemigo soltó mi garganta de forma lenta y perdió las fuerza, pues se ahogaba en su propia sangre. Unos segundos después, por fin murió.
Me puse de pie y caminé hasta detrás del escritorio. El señor Harrington tenía una pierna malherida por varias balas, así como el hombro y parecía haber sido atacado por golpes en el rostro. Supuse que había sido una pelea física contra el otro soldado que yacía muerto cerca de la ventana. Junto al señor Harrington estaba mi padre. Lucía en exceso herido y mal. El señor Harrington presionaba una herida en su pecho para detener el sangrado, pero el rostro de mi padre parecía casi carente de vida.
—G-Gunther —mi padre apenas pudo hablar. Me incliné junto a él y sollocé en silencio—. E-Es tu... t-turno.
Y, al decir esto, mi padre tocó sin energía mi mano y colocó un objeto en mi palma. Sujeté la mano de mi padre y la besé.
—No, papá —lloré y hablé entre lamentos—, no, por favor.
—E-Estoy... tan o-orgulloso de ti... hijo mío —mi padre dijo con una voz cortada y moribunda—, a p-partir... de hoy tú eres... e-el Señor Dumá.
La mano de mi padre dejó de sujetarme y sus ojos se cerraron. Había fallecido. Toqué su cabeza y lloriqueé una y otra vez. Balbuceaba frases de desesperanza y dolor. No podía aceptar que mi padre se había ido para siempre.
Duré en estado de negación por unos minutos, hasta que contemplé el objeto que mi padre me había entregado. Era una especie de escudo de tres centímetros de largo y dos de ancho, con un sublimado elevado en el metal que formaba dos espadas entrelazadas en el centro y una flor de cinco pétalos en la base. Era la insignia de la Familia Dumá, el símbolo más importante y el que representaba al máximo líder de la organización. Era la muestra de que yo ocupaba el puesto, a partir de este momento, del Señor Dumá.
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