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El sabor del Poder

En el homenaje de la señora Harrington la lluvia caía como un rocío que acompañaba el momento. La mayoría de los presentes usaban unos paraguas oscuros y contemplaban los detalles de la lápida. Yo me encontraba junto a mi padre. Sostenía el paraguas y miraba de vez en cuando a Stephan y a su padre. Ni siquiera había sido posible traer el cuerpo de la señora Harrington y esto me causaba incomodidad. No sabía que decir ni mucho menos cómo ofrecer mis condolencias a Stephan y a su padre.

Mi padre había dado un discurso para expresar todas las valentías y hazañas que Marcela Harrington había hecho por la familia Dumá, también había expresado que lamentaba su pérdida y que su presencia sería insustituible.

Además de nosotros y la familia Harrington, Michael, Alice, Raúl, Keira, Trey y todos los hombres y mujeres que habían trabajado bajo el comando de la señora Harrington habían estado presentes. Algunos otros amigos y conocidos habían llegado al cementerio general que existía dentro de los patios traseros de la mansión, habían dejado flores y dado su pésame a los Harrington. Era difícil no llorar. Había hecho un esfuerzo para mostrar un rostro tranquilo, aunque el dolor era notorio. En la otra mano, mi padre era capaz de mantener una mueca de extrema calma; empero, intuía, por sus palabras, que también lamentaba la muerte de la señora Harrington. Al final, la familia de Stephan tenía tres generaciones como los soldados de mayor confianza y afecto por los Dumá.

—Señor Dumá. —El señor Harrington se acercó a nosotros junto a Stephan. Ambos lucían ropajes oscuros y cálidos, justo como el resto de los presentes—. Alice ya ha confirmado la reunión con Connor y Alipsis. Será mejor que nos demos prisa.

—¿Nos demos prisa? —mi padre inquirió con respeto notorio—. No, Louis. Tú necesitas tiempo para ti, así como tu hijo. Por ahora pueden ir a casa y sanar la herida que ha dejado la pérdida de Marcela.

—Con todo el debido respeto, señor —compuso el señor Harrington con un rostro en exceso serio—, si decido llorar por su muerte, ella nunca me lo perdonaría. Nuestra familia ha servido a los Dumá y siempre hemos sabido todos los riesgos que conlleva seguirlos en cada una de sus decisiones. Marcela no murió en vano, lo hizo para salvar a quien juramos proteger con nuestra vida. Si me retracto de la misión que tengo como su escolta más privada, entonces yo habré fracasado y mancharía la memoria de mi esposa. Iremos a Bow juntos porque yo soy su mano derecha.

Mi padre suspiró de manera obvia, tocó su bigote y luego buscó un puro en el interior de la gabardina. Por unos instantes, mi padre preparó el cigarro y el señor Harrington ofreció fuego con su propio encendedor.

—No tengo palabras para demostrarte lo agradecido que estoy con tus actos y con el sacrificio de Marcela —reveló mi padre—. Me siento orgulloso de que ustedes estén aquí, con nosotros siempre, para protegernos y apoyarnos.

—Me demostrará su orgullo, respeto y agradecimiento si me deja ir con usted. Tenemos que volar hasta el país Bow, al Distrito de Cristal. Alice vendrá con nosotros y será parte de la escolta que entregará los reportes de las proyecciones de venta en el Continente del Norte.

—De acuerdo. Iré a prepararme. Gunther —mi padre tocó mi hombro al pronunciar mi nombre—, estarás a cargo de la organización en estos dos días. Por ahora no hay mucho que hacer, pero es necesario supervisar los avances de Kile en la frontera. Si llegas a ser contactado por Harriet o Cal, diles que yo arreglaré de frente con ellos la situación respecto a su petición de traer a un supervisor para nuestros chicos 'cero', ¿es claro?

—Sí, padre —asentí con la cabeza.

—Louis, te veré en la pista de abordaje.

Antes de que mi padre avanzara, le ofrecí el paraguas y él lo tomó. Luego caminó por el sendero para regresar a la mansión. Había esperado que el señor Harrington siguiera a mi padre de inmediato, pero sujetó mi hombro y dio unos pasos hacia la derecha para dirigirme hasta otras tumbas lejos de la multitud y Stephan.

—Stephan, espérame allí, no me iré sin hablar contigo. Hay algo que el joven Dumá y yo debemos discutir cuanto antes —el señor Harrington dijo con fuerza para detener los pasos de su hijo.

Quedamos a unos metros de frente al oriente y me detuve junto al señor Harrington. Honestamente, creí que recibiría una amenaza o una frase de recriminación respecto a la muerte de su esposa o a la relación que tenía con Stephan.

—Gunther —el señor Harrington usó un tono serio para iniciar la conversación—, te debo una disculpa.

No dije nada. Guardé la impresión y sólo sostuve la mirada del hombre.

—No estuvo bien lo que te dije hace unos días. Además, tu padre me contó que... que Marcela te pidió algo antes de morir.

Agaché la mirada. En estos instantes sentí como si perdiera la claridad. Incluso el estómago parecía revolverse y me causaba nauseas. No estaba seguro de poder replicar el mensaje de la señora Harrington y, más que nada, la aceptación impresa en sus palabras respecto a mí y a Stephan.

De pronto, el señor Harrington tocó mi hombro con suavidad y apretó un poco su mano como señal de insistencia.

—¿Podrías decírmelo... decirme lo que ella te pidió?

Suspiré y decidí hablar. Alcé el rostro y volví a encarar al del señor Harrington. Sus ojos no arrojaban dolor ni enojo como había esperado.

—Ella... —aclaré la garganta un poco y proseguí—: me pidió que sacara a Stephan con vida del territorio enemigo. Me pidió que lo protegiera por siempre y que estaba feliz porque yo también correspondo los sentimientos de su... de su hijo.

El señor Harrington soltó mi hombro y dirigió la mirada a la posición de Stephan de forma rápida.

—¿De verdad sientes algo especial por mi hijo?

La pregunta del señor Harrington me sorprendió. Quizás el enojo al descubrir que Stephan y yo habíamos decidido entablar una relación provenía de algo más profundo que la aceptación de que éramos dos hombres en una relación amorosa. Tal vez venía del miedo. Una especie de miedo por el bienestar de su hijo, en especial, porque él sería mi mano derecha y un amorío complicaría las cosas y porque, al final, Stephan salía con un Dumá. Los señores Harrington conocían a la perfección las formas en las que mi familia trabajaba, por lo que estaban conscientes de todos los engaños, de todos los juegos que hacíamos para obtener más poder. Inclusive el control que ejercíamos en otras personas era motivo de alarma. Era probable que ambos habían temido en una posibilidad donde yo usara a Stephan en algún momento.

—Señor Harrington —dije con un tono honesto y el hombre regresó el interés a mí—, yo jamás le haría daño a Stephan. Regresé por él y el equipo que comandó en la misión porque se lo prometí a su esposa y porque... lo amo. Stephan es la persona más especial para mí. Y mi padre lo sabe y está de acuerdo con ello.

—Sé que tu padre lo sabe y sé que está de acuerdo con su relación. Sin embargo, pusiste en riesgo tu vida y la misión al regresar por él.

—Es un riesgo que valió la pena y que tuvo una solución porque usé todos los métodos posibles para salir de Woods con él.

De pronto, el señor Harrington sonrió.

—Comprendo. En realidad lo quieres. Eres muy parecido a tu padre porque, cuando alguien es importante para ustedes, son capaces de arriesgar jugadas en el tablero, mover piezas, aceptar consecuencias y continuar. Gracias y... de verdad siento haber dicho todo aquello que escuchaste en la oficina del líder. Como padre fue... ha sido difícil aceptar muchas cosas y como mano derecha del máximo patrón también es complicado admitir que nuestra familia será parte del círculo más próximo de los Dumá. Sólo recuerda que él también puede protegerte porque ahora son un equipo. Uno más unido que el que tu padre y yo somos. Nos vemos después. Cuídate, Gunther.

El señor Harrington tocó mi brazo otra vez como un gesto amable y se alejó al caminar en torno a su hijo. Suspiré y contemplé el cielo. Mi padre era un canalla. Por fin, comprendí que la razón para enviar a Stephan a la misión había sido para conseguir una reacción por parte de los señores Harrington. Empero, en esta jugada, habíamos perdido a la madre de Stephan. Y estoy seguro de que eso no estaba en sus cálculos. Había sido un sacrificio en exceso alto y algo con lo que mi padre y yo viviríamos atormentados. Era muy claro, pues mi padre no toleraba ningún tipo de insubordinación y por ello había hecho esto. Había enviado a Stephan y provocado toda esta locura para demostrarle al señor Harrington que había cometido un error al hablar con altanería. Y, lo peor de todo, es que yo habría hecho lo mismo. Era un castigo sutil, pero un castigo al final.

*****

Para no pensar más en la misión pasada, evité a Stephan y regresé a la mansión. Caminé por los pasillos y habitaciones para llegar hasta la oficina de mi padre. Por fortuna, todavía no abandonaba la casa. Entré y lo hallé acomodando papeles.

—Dejaré toda la información lista para que no tengas problemas con los reportes de Kile. Michael te apoyará con los movimientos en las fronteras, pero no quiero sorpresas.

Di unos pasos hasta la posición de mi padre y me detuve frente al escritorio. Dirigí la mirada a él y por fin desistió de su actividad. Mi padre se movió y se acercó a mí.

—¿Con cuántos sacrificios inesperados en misiones como la pasada has vivido?, ¿cómo soportas este tormento? —dudé con seriedad y molestia.

—Gunther, no —empero interrumpí.

—No quiero una excusa, padre, te estoy pidiendo un consejo. Yo haría... haré lo mismo. Sin embargo, todavía no tengo la habilidad para ignorar el dolor como tú.

—El dolor no se va, hijo, porque es la manera para recordar los errores y hacer las cosas cada vez mejor. Superar tus límites como líder, porque no sólo es buscar el poder, también es mantener a los que te son fieles para siempre.

—Padre —pronuncié con una voz al borde del llanto—, arrebatamos las vidas de otros y seguimos adelante como si nada hubiera cambiado.

—Todo cambia —al decir esta frase, mi padre tocó mi pecho y agregó—: todo cambia en especial aquí. Porque puedes sentir el dolor en tu interior. Y ese dolor es lo que te guía. Ese dolor te transforma y te modifica en una mejor persona.

—¿Una mejor persona? —repetí con frustración—, ¡estamos hablando de la esposa de Louis y la madre de Stephan!

—Y será recordada por siempre debido al sacrificio que hizo. Y porque gracias a ella Eveline está muerta. Su vida ahora también significa una victoria para nosotros. Estoy seguro de que lo comprenderás.

De pronto, sollocé en silencio, pero mi padre limpió mis lágrimas y me abrazó. A diferencia de la vez pasada que había matado al enemigo, ahora no sentía esa vulnerabilidad. Ahora sentía satisfacción y dolor por el precio de esta muerte.

—Tengo que irme, hijo. —Mi padre me soltó y guardó unos documentos en la gabardina—. En estos momentos quien más te necesita es Stephan. Habla con él y deja que la honestidad sea lo que te guíe. Entiendo que el chico esté molesto. En especial porque estuvo presente en la misión y no pudo presenciar a su madre en los últimos momentos. Nos vemos en dos días.

Sin otra palabra más, mi padre salió de la oficina y me quedé en soledad. Creía que no merecía el perdón de Stephan y que vivir con la carga de todas las muertes era imposible. Anduve por la oficina con calma, aunque mi cabeza rondó en todos los detalles de los últimos acontecimientos. Había hecho una suposición respecto al paradero de Rhys Connor durante la misión, puesto que era factible que hubiera intentado atacar la frontera o, directamente, el Estado de Biannko. Claro, esto no arrojaba ninguna pista referente a algo que no podía ignorar. Aquella adolescente rubia que había visto en los jardines, misma que había aparecido en los retratos de los pasillos, ¿quién era? ¿Debía preocuparme por ella como un posible enemigo? Me senté en la silla café que mi padre siempre ocupaba y recargué los brazos en el escritorio. Nuestros espías aseguraban que Rhys Connor no tenía un descendiente de sangre, a pesar de que se le había visto con múltiples mujeres como sus parejas. Así mismo, no tenía más hermanos con el mismo apellido a excepción del Alquimista. Este detalle lo había descubierto hace poco. Existía la posibilidad de que hubiera más información respecto a él que yo desconocía. Busqué entre los cajones de archiveros, saqué algunas carpetas con etiquetas respecto a los Saltamontes Dorados y leí con rapidez en busca de pistas. Mi padre llevaba registros detallados respecto a los enfrentamientos, así que no fue difícil encontrar cosas interesantes. El primer enfrentamiento había ocurrido casi a la par con la muerte de mi madre y la traición de Aram Vega, Marco Forest y otro individuo marcado como 'Uno'. Ahora sabía que Aram Vega había trabajado para la familia y que había obtenido mucho poder porque mi padre había conseguido meterlo al gobierno antes de traicionarnos. Marco Forest era uno de los viejos asociados de mi padre y abuelo, era un hombre que tenía el control de los territorios del oeste y sur del país, así como contacto directo con el extranjero por los trabajos de importación y exportación que hacía. Sin embargo, 'Uno'... ¿a caso era el ex-asociado de la ASC? Tenía que serlo, ya que era el único que ocupaba un puesto tan alto. Incluso superior a los funcionarios del gobierno. Rhys Connor y su madre habían creado unión con estos enemigos, por lo que habían sido catalogados como objetivos por destruir. Revisé más a profundidad y, en otras carpetas, encontré un documento inusual. Era como una fotografía impresa de alguna carta escrita a mano, con una letra cursiva y estilizada. Estaba redactada en otro idioma, pero no era un problema para mí ya que conocía la lengua.

—Para informarte que —susurré al traducir y leer con prisa algunos pedazos de la carta—, Dumá ha desobedecido nuestras órdenes. Arrebatar su pedazo no será suficiente. Tiene conexiónese con otros grupos. Ya ha matado a la mitad de... ¿Qué?

De acuerdo al documento, la Familia Dumá, Rodrigue Dumá, mi abuelo, había asesinado a funcionarios públicos y había desobedecido las órdenes del grupo conocido como 'Pedazos' y por esta razón habían exterminado a todos los Dumá de tres generaciones atrás. Del mismo modo, se hablaba de 'un nuevo orden' y 'control de masas' violentado por nuestra organización. También se explicaba que los Dumá habían sido los responsables del despojo de poder, ocurrido poco a poco, en contra de los grandes cardinales que ejercían control con sus religiones.

—¿Qué clase de poder busca mi padre?

Respiré hondo y dejé el documento en la carpeta. Era consciente de que mi familia tenía una gran influencia en cosas profundas como el control de gobernantes, la economía, las tendencias de consumo, entre otras cosas. Pero habíamos sido desterrados de la esfera que ejecutaba dicho poder y control total... y lo habían hecho por nuestra 'insubordinación'. Nunca antes había estado tan interesado en la forma en que la sociedad se regía, hasta que había descubierto muchas incongruencias y crueldades de la misma. Era un hecho que mi padre había inculcado estas percepciones en mí y, por lo tanto, buscaba un cambio con el poder que ejercíamos. Sin embargo, ¿era tan ridículo pensar que mi familia actuaba como la contra-cara de aquellos que abusaban de sus puestos?, ¿éramos una clase de protectores de la sociedad?

—No —aseguré para mí—, eso no puede ser posible. Es una ridiculez.

Ignoré las dudas respecto a la carta y abrí otra carpeta. Esta vez encontré los perfiles de los grupos de narcotraficantes más grandes del país. Estaba el grupo llamado 'Los Soldados Plateados del Bosque'; nuestra antigua organización que Aram Vega había robado junto a los traidores. Así mismo, estaba el grupo de los Saltamontes Dorados comandados por Rhys Connor; el actual líder y descendiente del antiguo Saltamontes Azul del país Bow. En los papeles se divulgaba sobre Rhys Connor. Se decía a cerca de su pérdida de poder al ser el segundo hijo de Gary Connor y de las riñas con el Alquimista y el Dragón. No había nada respecto a un heredero.

Recargué el cuerpo en la silla y toqué mis labios sin cuidado. Estaba seguro de que esa muchacha debía tener alguna relación con el Saltamontes y tal vez sería la siguiente en la línea para tomar el control del grupo.

Sin previo aviso, la puerta de la oficina fue abierta y Stephan entró. Cerró la puerta detrás de él y caminó hasta el escritorio. Yo lo contemplé con seriedad y aguardé ante sus actos y palabras.

—Tu padre me dejó como el segundo al mando, como tu mano derecha —la voz de Stephan sonó seca.

Por unos minutos no hablé ni me moví.

—Mañana hay que revisar información respecto a la situación en la frontera del este. Y Michael vendrá para entregarte el reporte de la frontera del sur con el Estado de Woods.

—Lamento tanto lo de tu madre —dije con profundidad. Me puse de pie y anduve hasta el centro de la habitación para quedar frente a Stephan—. De verdad, Stephan, lo siento mucho.

—Gracias —replicó Stephan al agachar el rostro.

No soportaba palpar el dolor en su ser, en sus acciones, ni en su voz, así que acorté la distancia y lo abracé. Stephan permitió que nuestros cuerpos quedaran juntos y también me abrazó. Escuché sus lamentos ahogados y sujeté su cabeza como un mimo.

—A-Antes de... de ser llamados para la misión —Stephan habló entre sollozos—, me pidió perdón por la discusión que tuvimos la noche anterior. Dijo que... que estaba feliz porque yo estoy con la persona que más quiero y que también me quiere.

¿Cómo podía encararlo al saber la verdad?, ¿cómo lo hacía mi padre? Mi padre había estado tranquilo al hablar con el señor Harrington, pero yo no podía simular como él y menos frente a Stephan.

—Ella... —Stephan tranquilizó los lamentos, se distanció un poco y me contempló—. Ella te protegió, ¿verdad?

—Sí.

—Su sacrificio no fue en vano porque conseguimos matar a la madre del Saltamontes.

Maldije a mi padre y luego dirigí palabras positivas hacia él en mi cabeza. Eran frases llenas de admiración por sus actos. Usaba a las personas y sus emociones para mantener las relaciones aseguradas y leales. Aunque era algo cruel, era una jugada maestra. Además, ¿había sido honesto con aquella explicación sobre el dolor?, ¿o era un verdadero sociópata incapaz de sentir algo por los demás... incluso por mí?

—Sí —sonreí con dolor y afirmé el comentario de Stephan—, sin tu madre no lo hubiéramos logrado.

Lo mínimo que podía hacer era cumplir la promesa de Marcela Harrington. Protegería a Stephan sin importar nada, así tuviera que tomar caminos riesgosos y difíciles... Lo haría.

—Vayamos a descansar —dije con calma—, mañana tenemos muchas cosas que revisar.

—Sí, está bien.

Stephan se alejó de mí, se dirigió rumbo a la puerta y abandonó la habitación. Había deseado ser de más ayuda para calmar su sufrimiento, pero ya había dicho suficiente. Regresé el interés a los documentos sobre el escritorio y busqué alguna forma para obtener más información acerca de Rhys Connor.

—Sus espías —sonreí con timidez—. Y pensar que maté a nuestra fuente de información. Uno nuevo... Debemos abrir la oportunidad para que uno nuevo llegue a la organización o conseguirlo para luego torturarlo y obtener una respuesta. ¿Quién es esa chica?

Acallé y desistí. Estaba cansado, por lo que guardé los papeles en el cajón y salí de la oficina. Recorrí los pasillos hasta llegar a mi habitación. Entré y me dirigí de inmediato a la cama. Sólo retiré los tenis y la sudadera para dormir. Esta noche mi sueño fue en exceso vívido. Soñé con la muerte de la señora Harrington y con la escena del homenaje en el panteón. Y sé que mi cerebro se enfocó en estas imágenes porque no podía ignorar el desconsuelo tan fácilmente.

*****

La mañana llegó con una brisa fresca. Me preparé para la junta matutina y llegué con rapidez a la oficina de mi padre. Ni siquiera esperé ni cinco minutos cuando Stephan se adentró junto a Michael. Stephan se colocó junto a mí, en el lado que correspondía al segundo al mando. Mientras que Michael tomó asiento frente al escritorio. Después, puse el teléfono con forma de estrella negra en el centro y prendí el altavoz.

La llamada de Kile inició con la junta, así que me preparé para escuchar el reporte.

—Joven Dumá —Kile se escuchó a travez de la bocina del teléfono—, hablé con su padre respecto a una situación que ocurre acá en la frontera, pero me pidió que resolviera el asunto con usted.

No había esperado un reto así de temprano por la mañana, y noté que Michael sonrió como si esto le causara diversión.

—Te escucho —dije con seguridad.

—Los hombres de Rhys han atacado por la noche. Han usado los viejos túneles mineros para ocultarse de nosotros. Su padre dijo que tenía una idea sobre usar explosivos, pero esto nos causará problemas a nosotros con la construcción de la ruta interna.

Así que era una prueba por parte de mi padre. Recordaba bien los mapas de las rutas mineras, justo como los nuevos túneles que se construían entre los hombres del Alquimista y los nuestros. Si quería usar explosivos, debía pensarlo bien. La táctica dejaba expuestos a nuestros hombres e ingenieros, aunque también nos daba una ventaja para doblegar al enemigo de manera cruel.

—Envía grupos de dos o tres hombres a las viejas minas. Deja que lleven armas y que corroboren contigo el perímetro —expuse con seguridad—. Van a tener que rehacer todos los mapas y descubrir cualquier túnel perdido.

—¿Explotaremos los túneles?

—No, sólo las salidas. Acorrala a los enemigos, Kile, y prepara a un grupo externo para localizar las rutas de escape y derrumbar sólo los extremos.

—Los ingenieros no estarán muy a favor de esto.

Sonreí con satisfacción.

—No, no lo estarán, porque es doble trabajo para ellos. Pero les estamos pagando, ¿o no? Kile, tienes en tu grupo a Cero-Cuatro, a Ivy, así que envíala como exploración y ataque. Tendrán que perder unas cuatro horas en la movilización de los hombres para destruir las entradas únicamente. Estoy seguro de que podrás coordinar a tu equipo correctamente.

—Encerrarlos vivos —repuso Kile—, suena bien, joven Dumá. Le haré saber al Señor Dumá sobre el plan y, en cuanto hayamos terminado, enviaré el nuevo mapa.

—Kile —dije con rapidez.

—¿Joven Dumá, qué pasa?

—Si es posible, ya que podrán subsistir por un tiempo, usen los túneles nuevos que colindarán con sus locaciones. Y cuando los encuentren, mátenlos a todos, excepto al líder. Lo enviarás como un regalo hasta los cuarteles generales para interrogarlo. Sé que a mi padre le gustará.

—¿Está completamente seguro?

—Sí.

—De acuerdo. Comenzaremos con la operación. Seguiremos en contacto. Hasta pronto, joven Dumá.

Al término de la llamada presioné el botón de colgado y contemplé a Michael. Él ya no sonreía. Ahora mostraba seriedad y, podía jurar, molestia.

—Bien, te escucho, Michael —hablé al recargar la espalda por completo—, ¿cuál es el estatus en la frontera con Woods?

Michael no respondió de inmediato, contempló a Stephan y luego movió los ojos hacia mí.

—Los Saltamontes no han movilizado a su gente —Michael dijo con su voz regular—. No hemos tenido enfrentamientos directos. Tampoco la policía federal ni los militares que trabajan para los enemigos han hecho movimientos hasta ahora.

El reporte de Michael era demasiado pacífico, más de lo que había esperado después de la muerte de la Patrona de los Saltamontes.

—¿Sospechosos? —pregunté.

—No aún.

—¿Qué hay del flujo de turistas y trabajadores?

Michael tomó unos segundos, quizá un minuto antes de replicar, hasta que movió el cuerpo hacia atrás y cruzó la pierna derecha sobre la rodilla izquierda como un gesto muy masculino.

—Ha sido más alto de lo común —por fin dijo—, ¿por qué?

—Revisa los hoteles. Manda a un equipo para que haga inspección con ayuda de los hermanos Saturno de las cadenas hoteleras que trabajan para nosotros. Asegúrate que no haya movimientos extraños ni en los hoteles ni en la frontera.

—De acuerdo —aceptó Michael con un tono molesto.

—No quiero sorpresas, Michael.

—¿Sorpresas? —De pronto, Michael se puso de pie y colocó las manos en el escritorio con fuerza—. Tú no eres el Señor Dumá, no veo motivo por el cual debas hacer este tipo de comentarios, niño.

Stephan dio un paso al frente y llevó su mano hacia la pistola que cargaba en la funda de su pecho.

—Cuida tus palabras, Michael, que en estos momentos estás frente a tu líder —expuso Stephan con seriedad.

—Y me lo dice otro mocoso. Sólo porque el Señor Dumá esté de viaje no significa que seas mi líder, Gunther.

No hice ningún movimiento ni dije nada. No iba a caer en las provocaciones ridículas de Michael, así que sólo sostuve su mirada.

—Te crees muy listo, ¿no? Ustedes dos... pero todavía no tienen sus puestos. Ustedes creen que todo es muy fácil porque sus padres les heredarán todo, mientras que los de abajo nos ganamos nuestras posiciones por nuestros propios méritos.

—Si no hay más que reportar, puedes irte, Michael —ordené con desaire.

—Además de tener una actitud arrogante, te sientes protegido por el idiota de Harrington. A mí no me engañas porque yo no pienso seguir los comandos de un maricón como tú, un come-pollas, un hombre sin los huevos para comportarse como un verdadero macho.

—¡No seas ridículo! —Stephan contrarrestó, empero no continuó.

Yo detuve las palabras de Stephan con sólo mover la mano en un ademán para indicar que no siguiera.

—Dije —hablé con tranquilidad y mostré un rostro sonriente—, que si ya no tienes nada más que reportar, entonces vete, Michael.

A toda prisa, Michael sacó la pistola que cargaba en el cinturón de su pantalón e intentó apuntar, pero la puerta fue abierta. Raúl y Trey entraron a la oficina y se quedaron cerca de la entrada. Raúl expresaba suma consternación.

—Eh... —Raúl contempló la escena con rapidez y dijo—: ¿joven Dumá, todo bien?

Michael guardó la pistola, no hizo ninguna reverencia como era costumbre ante la presencia del líder y dejó la habitación al pasar entre los dos muchachos.

—Joven Dumá, no esperábamos esto. E-El doctor Harriet y el doctor Cal están aquí. Hace unos minutos aterrizaron en nuestra pista e ignoraron que no tenían el permiso. Están aquí afuera —aseguró Raúl.

Esta sí era una mala noticia. No tenía más instrucciones por parte de mi padre sobre qué decir o negociar con el doctor Harriet, sólo tenía la orden respecto a que él había acorado hacer los convenios con ellos. Además, debido a que Harriet era el hombre mejor posicionado en cuanto a las ciencias y experimentos en el país, no me sentía capaz de lidiar con él.

—Déjenlos pasar —me expresé con calma fingida.

Raúl y Trey se hicieron a un lado y por la puerta pasaron el doctor Harriet y el doctor Cal. A Cal apenas lo había conocido en persona durante la fiesta y lo recordaba por su rostro en exceso serio. En la otra mano, a Harriet lo había visto anteriormente a la fiesta de las veces que visitaba la mansión. El doctor Harriet era delgado, de tez oscura, muy alto, de cabeza calva, de ojos oscuros y rostro un poco achatado pero atractivo. Siempre vestía con una bata blanca y pantalones de mezclilla y usaba una insignia que parecía como una serpiente enroscada en un báculo. Esta insignia era el símbolo de su empresa y organización ultra secreta.

—Gunther —habló el doctor Harriet con una voz profunda—, nos alegra que pudieras recibirnos. Sabemos que tu papá está de viaje. Sin embargo, no podemos esperar más. Necesitamos hablar de algunas cosas urgentes y para ello es necesario que Cero-Tres se quede aquí, con nosotros.

—De acuerdo. Trey, puedes quedarte. Raúl, retírate —ordené.

Raúl hizo una inclinación de respeto y salió de la oficina para cerrar la puerta después. Harriet y Cal se sentaron de inmediato. De pronto, pude sentir mis manos sudar un poco por el nerviosismo.

—¿Y, bien, caballeros? —inicié la conversación—, ¿qué es lo que desean discutir?

—Iremos directo al grano, jovencito —expuso el doctor Harriet al demostrar un rostro amigable—, sabemos que tu padre sólo nos dará más largas como siempre, así que al enterarme de su salida sin ti, después de la muerte de Eveline Franco, no pude dejar pasar la oportunidad. Sé que tu papá no confía en mí y que siempre ha mantenido la relación a simples transacciones de compra-venta. Ustedes son buenos clientes dispuestos a pagar el precio justo, pero nada más. Tu papá no desea trabajar con nosotros de manera conjunta porque conoce sobre nuestras conexiones con otros grupos. Y lo entiendo. Sin embargo, no voy a dejar ir una oportunidad así de buena.

—Doctor Harriet, con sumo respeto le digo que no está siendo directo —compuse con la mayor tranquilidad posible al recibir tanta información—, lo que usted está haciendo es excusarse para que yo pueda escuchar sus peticiones. ¿Qué quiere?, ¿una alianza?

—Algo así. Veo que eres más parecido a tu padre de lo que había creído. Te ha enseñado bien, Gunther. Justo como lo mencionas, nos gustaría crear una alianza con ustedes y convertirnos en sus socios para vender productos relacionados a los experimentos de mi empresa ya que necesitamos venderlos al Continente del Norte.

—¿Por qué no hacerlo con sus amigos los del gobierno? Se evitarían más problemas con las transacciones y pagos de impuestos por exportación.

—Porque estamos hablando de productos que nuestros amigos del gobierno no desean venderle a los enemigos de las próximas guerras ni mucho menos a otras naciones grandes.

—Si hay un riesgo demasiado alto, ya conoce la respuesta.

—Cal los ayudó a salir de Woods. Ustedes nos deben un favor.

—Un favor... —asentí con la cabeza—. Sí, es verdad. Un favor sería dejarlos pasar sus productos por nuestro territorio un par de veces, pero no sería trabajar en exportaciones que dejan a nuestra organización en desventaja contra el gobierno. O quizá sería aceptar un experimento de su parte para pagar el favor. O tal vez dejarlos que metan a su gente aquí para monitorear a Trey, Ivy y Twain. Sin embargo, su ayuda no les garantizó ni la entrada para discutir una alianza.

—Gunther, no lo veas de una manera tan hermética. —Harriet sonrió y luego asintió con la cabeza hacia el doctor Cal—. No les pediría esta alianza sin antes ofrecer otros servicios o recordarles quién tiene el control aquí.

A continuación, el doctor Cal se puso de pie y se acercó a Trey para quedar junto al joven.

—Ustedes poseen tres humanos creados por Cal basados en un modelo original, todos con los mismos rasgos, así que comprenden que estos chicos nos pertenecen todavía. A diferencia de Cero-Uno, que fue liberada hace diecisiete años, Cero-Dos, Cero-Tres y Cero-Cuatro fueron provistos de un rastreador nanobótico que puede controlar sus acciones hasta cierto punto.

Evité sonreír con seguridad. Mi padre me había contado respecto a la adquisición de los tres súper-humanos y también me había asegurado que, debido a la desconfianza respecto al doctor Harriet, había iniciado una limpieza en los cuerpos de Twain, Ivy y Trey. Harriet no era el único con gente capaz de comprender la biotecnología, medicina y la genética, por lo que los tres súper-humanos habían sido expuestos a una cirugía para retirar los nanobots rastreadores para evitar infiltraciones de los hombres de los Laboratorios Stone.

—Doctor Harriet, me temo que lo único que podemos ofrecer es aquello que le mencioné a Daniel Cal —dije con libertad—. Me refiero a que ustedes pueden enviar a uno de sus científicos para supervisar el desempeño de Ivy, Twain y Trey. Claro, bajo condiciones que deberán ser discutidas con mi padre.

—Gunther, tu papá no lo sabe —insistió Harriet con un rostro obviamente desesperado—, pero los tres chicos que nos compraron obedecen a una creencia primaria; algo que Cal les inculcó desde que nacieron. Obedecerán a su instinto para matar a otros como ellos.

—Trey —me dirigí al joven de cabellos blanquecinos con seguridad—, ¿matarás a Twain o a Ivy?

—No —resolvió Trey con un tono usual.

—¿Qué hay de otros prototipos como Cero-Uno; conocida ahora como Prim?

—Mi único objetivo es proteger al Señor Dumá y protegerlo a usted, joven Dumá.

Harriet mostró una mueca seria y poco satisfecha, mientras que Cal sonrió. Impresionante, el doctor Cal no obedecía las órdenes de Harriet en su totalidad. Era muy interesante y, probablemente, una herramienta que podría satisfacer a mi padre. Incluso darnos una ventaja contra ellos.

—Doctor Harriet, le pido de favor que, si desea iniciar una transacción, espere a mi padre. De mí no obtendrá otra respuesta. Él llegará en un día más. Sin embargo, no le puedo asegurar nada, ni mucho menos que conseguirá un acuerdo o alianza tan fácilmente. Si lo desea, puede quedarse aquí en la mansión y dormir en una de las habitaciones para invitados. Con gusto haré que la preparen para ambos y les den todas las comodidades necesarias.

El hombre suspiró y asintió con la cabeza sin mucho entusiasmo.

—Edme Dumá sigue siendo el mismo cabrón de siempre —opinó Harriet— y sigue siendo tan perspicaz y hábil para los negocios. ¿Cómo mierda modificó a los prototipos de Cal?

No moví la mirada hacia Cal, puesto que supuse que esto daría una pista, sólo respiré con profundidad y crucé los brazos.

—Está bien, Gunther, esperaremos a tu papá —por fin aceptó el doctor Harriet.

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