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capítulo 12

El día señalado había llegado y Lucía quería llegar antes pero por esas cosas que nos suceden cuando nos arreglamos para una cita tan importante,  se le había hecho tarde.  Es decir iba a llegar a la hora. Salió apuradísima de su casa, se dirigía a su encuentro por el Jirón Libertad, cuando inesperadamente se encuentra con Guillermo que también estaba apurado, por un momento fugaz se le cruzó por la mente que Él era pero cuando le preguntó era obvio que no además, él iba en sentido contrario...

— Hola, a los años que se te ve.

— Sí es que estaba un poco ocupado con un trabajo de investigación.

— Y ¿a dónde vas?...- preguntó Lucía.

— Bueno, vengo de la casa de mi amigo que me invitó a almorzar y voy a dar un examen. Me da cólera, se supone que lo íbamos a dar ayer pero los demás flojos pidieron más tiempo y lo postergaron para hoy; y hoy yo tenía que hacer otra cosa. Ni modo , tengo que priorizar mis estudios.

— Claro pero así ¿tuviste más tiempo para estudiar no?

— Igual yo, para ayer ya estaba preparado...

— Qué bien entonces ¿cuál es el problema?

— Que hoy tenía planeado hacer otra cosa...

— Ah ya entiendo, cambio de planes.

— Sí ... y tú ¿a dónde vas tan arregladita?

— ¿Arregladita? Jaja, no tanto, me puse lo primero que encontré , pero, bueno tengo una cita...

— ¡Quién como él! y qué bien por ti...

— Bueno si seguimos aquí, vas a perder tu examen y yo voy a dejar plantado a mi amigo

— ¿Amigo?...jajaja, Tienes razón; bueno mejor me voy

— Sí, suerte en tu examen

— Gracias, pero la suerte la vas a necesitar tu... Chao Luci.

— Chao...

Lucía se quedó pensando como ida, en la última frase que dijo Guillermo. ¿fue ironía? . De pronto como si despertara se dio cuenta del tiempo y reaccionó. Aceleró sus pasos, pero vio su reloj y mejor paró un mototaxi y se subió por que ya era tardísimo. Ella quería estar allí antes no le gustaba la idea de ser ella quien llegara, obviamente solamente en estos casos porque generalmente a sus citas comunes llegaba tarde y eso lo sufrió la paciencia de Guillermo.

Dos horas más tarde, Lucía estaba volviendo a su casa, un tanto desilusionada porque su "gran poeta" no había llegado a la cita.  Ella no se explicaba la razón.  Había tratado de buscarle explicaciones a todo y justificaciones. Lo peor de todo era que sus amigas estaban merodeando por allí pues Lucía había pecado de indiscreta, les había contado de su cita y ellas no se querían quedar con la curiosidad de conocer a aquel que les había hecho sufrir tanto al mantenerse incógnito.   

Por eso la explicación más razonable de Lucía era que, su poeta, como aparentaba cierta timidez; al advertir la presencia de sus amigas que no eran muy discretas que digamos, pues habían logrado espantarlo.

Un poco desanimada, volvía de su cita luego de haber discutido con sus amigas, ya que ellas entre bromas decían seguro que es feíto y al final se desanimó, pero Lucía las había culpado a ellas y por eso discutió con Margot y Rosmery.  

Ella les había advertido que no vayan pero ellas le habían convencido aduciendo de que estarían de manera disimulada además quien sabe si era alguien que se quería aprovechar, como ellas decían podía ser un maníaco sexual, aunque era obvio que no era tanto por protegerla, sino más por ese afán de saciar su curiosidad por saber la identidad de este misterioso personaje.

Lucía volvía otra vez por el Jirón Libertad cuando de pronto se encuentra nuevamente con Guillermo, ella tuvo que cambiar su semblante y comenzó a sonreír además el hecho de ver una vez más a Guillermo le cambió de ánimo. Cuando menos lo esperaba o lo planeaba era cuando lo encontraba. Guillermo estaba algo preocupado, como si su cuerpo estaría ahí caminando y su mente en otro lugar, parecía que miraba fijamente pero su mirada estaba algo perdida. Lucía suponía que era por el examen...

— Hola!.. ¿Qué pasó? ¿Por qué esa cara?. ¿Diste un mal examen?...

— Sí, digo No, sí di bien mi examen...

— ¿Entonces?  ¿Te pasó algo?

— No me hagas caso.. y a ti ¿cómo te fue?

— Pues bien....paseamos por ahí y charlamos fue un momento muy especial...

— Mmm que bien por ti...pero no se te nota muy convencida y feliz por eso...

— ¿Sí? Pero si me fue bien.

Guillermo se sintió algo incómodo y al advertirlo Lucía le cambió de tema.

Ahí estaban de nuevo sin previa cita, charlando y disfrutando de ese momento , sin haberlo planeado. Por momentos Guillermo se quedaba contemplándola, ¡Qué hermosa estaba! , ¡tan radiante!, el sentimiento era recíproco, porque a veces a Lucía le pasaba lo mismo; cuando Guillermo hablaba, ella se quedaba escuchándolo embobada que parecía que no le atendía pues cuando él le hacía una pregunta, se quedaba muda y esto molestaba a Guillermo.

— ¿Y cómo está tu madre?.

Guillermo tuvo que cambiar bruscamente de tema.

— Bien, debe estar en casa ahora

— La saludas de mi parte...

— Pero ¿Por qué no la saludas personalmente? Y de paso la sorprendemos siempre me pregunta por ti.

— Es que tengo que ir a cenar al comedor de la Universidad

— ¿Cenar?, mejor aún, vamos ahora; ya debe estar haciendo la cena.

— Eso suena bien.

— Entonces ¿vamos?...

— Está bien. ¿Me llevas? porque ya no me acuerdo el camino, jejeje.

— Claro como hace años que no vas, ya te olvidaste ¿no?

— Sí. jajaja...

Mientras caminaban hacia la casa de Lucía. No dejaban de hablar olvidando cada uno lo que les preocupaba, entre chistes, risas parecían aquellos buenos tiempos cuando eran enamorados.

Su mamá se sorprendió, pero se alegró de verlos juntos...

— Tienes buen presentimiento o buen olfato.  Justo estoy haciendo panqueques, lo que tanto te gusta ¿no?.

— ¡Qué rico! pero, en realidad fue Lucía la que insistió

— Entonces ¿no querías visitarme?

— No, no es eso Señora, sino, me refiero al momento.

—Qué es eso de señora, ¿no me puedes decir como antes "doña Carmen"?

— Está bien, había olvidado que no le gusta que le digan señora.

— No es que no me guste, sino que tú eres un amigo de la familia, lo de Señora es para los extraños.

— Está bien, doña Carmen.

Se sentaron en la sala Lucía y Guillermo, mientras su madre pasó a la cocina sola y a pesar de que necesitaba ayuda pues no dijo nada; por esas extrañas razones por las que se les admira y se les quiere tanto; por esa magia que hacen con sus varitas que son sus manos. Con dos; hacen el trabajo de pulpo, rápido, eficiente y con una calidad incomparable; además, claro está, que ella era delicada y no quería que Lucía abandone a tan especial huésped.  Obviamente que también porque ella era feliz viéndolos así de contentos.

Hacía tiempo que no veía a su hija feliz, riéndose y disfrutando de ese momento tan especial. Su padre no llegaba aún, ni tampoco Sandro, y al cabo de media hora de charlar entre risas y bromas, estarían sentados a la mesa, su padre no había podido llegar a tiempo y habían comenzado a cenar sin él.

Lucía esa noche estaba con un humor insuperable, este detalle poco común fue motivo de las bromas de sandrito, su hermano y a veces de su mamá.

— Hacía tanto tiempo que no disfrutabas de una cena; cualquiera pensaría que no te damos de comer - afirmó su madre, refiriéndose a Lucía.

— ¡Que exagerada! Mamá...

— No, sí es cierto, para ser más exacto creo que es desde mediados de abril o algo así no se quizá ustedes sean más exactos con esa fecha. – aseveró Sandro, con una seriedad que reflejaba su sarcasmo.

— ¡Qué payaso! ¿Cuánto te debo por el chiste?...

— Bueno y por qué no hablas Guille, te quedaste callado... - dijo Sandro, dirigiéndose a él, específicamente.

— Es que los estaba escuchando

— Pero me alegra que hayas venido, porque Lucía estaba de un humor insoportable y yo estaba tan preocupado por mi hermanita y hoy por fin después de tanto tiempo la veo sonreír.

Casi era creíble todo ese argumento pero no aguantó más y cuando vio la cara de Guillermo no se pudo contener, lanzó una risotada burlona y casi se atora.

—Tal parece que se han puesto de acuerdo, para fastidiarme ¿no?

— Ya, ya hermanita bien que lo estás disfrutando.

— Para ser sincera Luci, yo ya estaba cansada de tanto poema y misterio, no sé yo prefiero las cosas claras y de frente ¿tú que dices Guillermo?

— No sé a qué se refiere—. Respondió Guillermo algo sorprendido

— No le hagas caso Guillermo, a mi mamá le afectó la mermelada o quizá el té, el exceso de azúcar es dañino para la discreción, ¿lo sabías? — le lanzó una mirada, de esas que te hacen arrepentir de todo lo dijiste.

— Yo sólo decía lo que pensaba —refirió su madre.

Obviamente que su mamá como que no estaba de acuerdo con lo del poeta misterioso y lo estaba manifestando de esta manera. Lucía se sintió algo incómoda por ello y trató de cambiar de tema y de esta manera pasaron una velada muy entretenida los cuatro.  

Al final Lucía lo acompañó hasta la puerta y cuando aún hablaban llegó su padre; como ya eran casi las 10 de la noche Guillermo se despidió y así ponían punto final a ese episodio de sus vidas. Entre el misterio, preguntas y dudas aparte de una especie de satisfacción y ansiedad a la vez.

Aunque Lucía no quería ilusionarse mucho porque la mayoría de las veces que había pasado una noche así, al día siguiente ocurría algo que cambiaba todo su panorama.

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