Capítulo 1
Ya era la quinta vez que ella leía aquella carta, pero esta vez lo hacía con tanta atención, deteniéndose en cada frase, meditando en cada palabra; casi masticando cada letra y de vez en cuando lanzando un gran suspiro o frunciendo el ceño, asombrada.
Tan concentrada estaba Lucía, que se le había pasado la hora; mas sin apenarse tanto, encogió los hombros para sí y se dijo; "bueno... es solamente una clase" y más bien se acostó totalmente en la cama para leer tal carta, que luego sería la causa de muchos problemas en su tranquila y rutinaria vida.
El casset de baladas que le acompañaba ya se había terminado; y ella aún seguía ahí; en medio de aquel silencio donde únicamente se oía el aleteo de la cortina azul en la ventana, cada vez que el viento lo sacudía.
— ¡Lucía! ¿Estás ahí? – se oyó una dulce voz , mientras unos pasos pausados se acercaban a la recámara de Lucía.
— ¡Lucita!... – insistió la voz -
— Sí mamá — Contestó ella, casi como despertando de un sueño.
— ¿Qué haces hija?, creí que estabas dormida;
— Sí mamita, acabo de despertar, debí quedarme dormida mientras estudiaba — Mientras guardaba la carta dentro de su cuaderno.
— Oye tú, ¿no tenías clase de 4 a 6 de la tarde?
— ¡No mami!, bueno sí, pero... hoy habrá una reunión de coordinación de todos los profesores y no habrá clases.
— Entonces ya baja a cenar para que sigas estudiando.
Si en algo era buena Lucía era para las excusas; mientras su madre ya había bajado al comedor, ella guardó cuidadosamente la carta en una cajita donde conservaba sus cosas personales o prohibidas y por supuesto esto lo tenía muy bien asegurado. La llave de esta cajita especial lo llevaba en el cuello por lo pequeña que era ésta, no le ocasionaba ningún problema, y cuando le preguntaban sobre aquel detalle; ella respondía entre bromas que era un amuleto de la buena suerte o que era la llave de su corazón.
Lucía se encontraba realmente consternada, sabía en sí, que esa carta no era para ella; pero de lo que sí estaba segura era de quien lo había escrito; reconocería esa letra aún con el tacto.
Mientras engullía la comida masticando cada bocado más de lo necesario recordaba una y otra vez aquella escena ocurrida al medio día, cuando Guillermo, su enamorado, le había acompañado a su casa después de clases y que al despedirse, éste no se percató que de su bolsillo cayera accidentalmente un papel escrito y doblado en cuatro, ella lo recogió y pensó en guardarlo y entregárselo por la noche cuando viniera como de costumbre, por supuesto luego de haberle jugado la broma del extravío, sin embargo se quedó con ella y peor aún no se lo reveló a Guillermo.
Ya llevaban dos años de enamorados y ahora que todo marchaba "sobre ruedas", les vendría a ocurrir esto, en todo este tiempo Guillermo nunca le había escrito ni una nota a Lucía, aunque tampoco se habían alejado el uno del otro; además Guillermo era bastante perezoso para escribir.
En la mente de Lucía solamente había un nombre: Martha, una amiga muy "especial" de Guillermo, ella ahora estaba en Lima. Lucía sabía por Guillermo que Martha le había pretendido hace algunos años, esto había sucedido antes de que se iniciara su relación. Martha le llamaba por teléfono constantemente a Guillermo y esto a veces era causa de acaloradas discusiones entre Lucía y Guillermo.
Era obvio que aquella carta no era amistosa mucho menos familiar, era una carta amorosa, eso era lo que en realidad inquietaba a Lucía y también ahora sería la razón por la que había comido muy poco, retirándose a su cuarto pensativa y fuera de sí; su madre entendió que su hija estaba preocupada por sus exámenes.
— ¡Lucíaaa!
otra vez alguien irrumpió en su recámara, era su hermano Sandro, quien gritaba como si Lucía estuviese en otro planeta.
— ¡Quee!, por qué gritas tanto... ¡escandaloso!
— Ya,ya ...bájame la voz, todavía te hago un gran favor al avisarte y te pones malcriada.
— Ya Sandro, habla de una vez que no tengo mucho tiempo
— Es que te busca tu galán, tu "peor es nada"
— Ah... ahora bajo, dile que no me tardo. (entre dientes) no que no tenías tiempo...
— ¿Qué dijiste?... - preguntó Lucía –
— No, nada que ya voy por tu encargo.
— Ah, creí oír algo.
Cada noche, casi religiosamente, Guillermo venía a ver a Lucía, y para continuar con el rito amoroso, se sentaban en una piedra larga y plana que estaba cerca de la puerta de la casa; dicha piedra había sido testigo de discusiones, caricias, besos, te amos, reconciliaciones y todas las situaciones que ocurrían en aquellos encuentros nocturnos entre Lucía y Guillermo, personajes protagónicos en la historia donde el único testigo es : mudo, frío e insensible ante los singulares acontecimientos de este escenario ritual y que ya se había hecho costumbre para ellos
Aquella noche Guillermo estaba algo inquieto y nervioso, aunque no era novedad que no se mostrara cariñoso y caballero esta vez había una poderosa razón, "la carta" perdida. Lucía que acostumbraba darle la bienvenida con un caluroso abrazo y un beso cariñoso, esta vez se mostró algo fría y sacada de sí misma, parecía que solamente su cuerpo estaba presente, mientras su mente vagaba en aquella escena y en las dulces palabras de aquella carta que ahora a ella le resultarían amargas e hirientes.
Guillermo era bueno escondiendo su problema mientras Lucía no y esta vez la noche no la podía ayudar; había Luna Llena y aquella luz pálida, natural, alumbraba el angelical rostro de Lucía. Era perfecto el contraste que hacía con sus cabellos negros, mientras sus ojos pardos brillaban resaltando sus escasas pestañas; la noche era perfecta ... sus labios rosados inmóviles invitaban a un tierno baile oscular y la fragancia que despedían sus cabellos, era toda una belleza nocturna construida con la ayuda de la naturaleza que una vez más sería cómplice de aquella aventura casi mágica que curiosamente no sucedería pues hacía falta el elemento principal...esa noche hubiera sido perfecta si lo planeado por Guillermo se hubiera cumplido; Él lo había planeado todo tan cuidadosamente para que sucediera pero por un descuido suyo no se podría realizar y tampoco era conveniente mencionarlo...
Por momentos reinaba un gran silencio casi sepulcral; cada uno navegando en su propia preocupación, mas ni se imaginarían que era la misma : "La extraña carta perdida" ahora quien más hablaba era Guillermo y eso sí era extraño.
Guillermo sólo pensaba en hallar dicha carta, pero... ¿Dónde lo había extraviado?, en manos de quién estaría. Aún recordaba cuando al percatarse de la pérdida había vuelto a recorrer el camino de vuelta de su casa a la Universidad tres veces sin ningún éxito, lo que le tranquilizaba era que la carta estaba incompleta, además aparecía sin el nombre de la destinataria y tampoco lo había firmado, pero le dolía mucho por que le había costado bastante trabajo hacerlo, tantas veces había fallado y vuelto a hacer que ya se sabía de memoria toda la carta..
Lucía no pensaba decirle nada por el momento, quería descubrir más sobre aquel "engaño" si había algo que ella no podía tolerar bajo ningún motivo era la traición, ella era demasiado orgullosa para aceptar algo así.
Ambos estaban extraños: juntos, abrazados, pero en diferentes lugares y unidos por una sola causa "La carta" Lucía era la que estaba más distante, casi a cada momento Guillermo la volvía en sí.
— ¿Estás bien amor?— Preguntó Guillermo casi por compromiso-
— ¡Sí! ¿por qué?...
— Es que te noto algo extraña. ¿Qué te pasa?
— Nada... (era la respuesta clásica y cuando decía esto, era entonces cuando realmente sucedía algo).
— Estoy así por los exámenes de mañana
— Ya no te preocupes, yo sé que mañana vas a plagiar bien— Lucía le lanzó una furibunda mirada como exigiéndole a que se rectifique.
— Ya te he explicado que es un control de Lectura muy difícil y en ese tipo de pruebas no se puede copiar...
— Ya, está bien no te enojes ... mejor cambiemos de tema.
— Ah Guille, ¿puedo ir mañana a tu cuarto?, es que por la tarde no voy a tener clase y no quiero volver a mi casa.
— Bueno, si no me queda otra alternativa — Una vez más, Lucía le lanzó otra mirada aún más profunda y airada.
— Era una broma, no te molestes, pero de 2 a 4 sí tienes clase ¿no?, entonces vendrías a las 4:00.
Lucía solo asintió con la cabeza , otra vez reinó entre ellos el silencio, a tal punto que se podía escuchar la respiración de ambos a veces acompasado o sincronizado; y para variar uno que otro suspiro que pasaba desapercibido.
Esa noche se despidieron como siempre sin imaginarse ni siquiera que tal vez sería la última cita nocturna de esa manera...
Lucía no podía conciliar el sueño pensando en la carta que hasta parecía que ya se la sabía de memoria, ella intuía que había algo más dentro de todo este embrollo y tenía que descubrirlo pase lo que pase, pues uno de sus defectos y a veces virtud era que ella era demasiado terca para cumplir algo que se proponga y esta vez por supuesto no podría ser la excepción.
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