Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

❧ 8 ☙

Una leve sonrisa se posa en mis labios mientras veo el mensaje que le había enviado Mateo a Emil, avisando que había llegado. Le había dado el número de Emil porque, aunque sé a la perfección que tiene el de Celeste, no quería involucrarla más de lo necesario. Después de todo, es su primo. No quiero ponerla en ninguna situación incómoda.

—Deberías invitarlo a entrar. —Las palabras de Emil hacen que la sonrisa desaparezca de mi rostro.

—Ni loca. —Le devuelvo su celular—. Vengo en minutos.

—Ni tú te lo crees.

Me levanto de mi asiento, tratando que nadie note mi partida. Bajo de las gradas para poder dirigirme a la salida del gimnasio. El juego estaba en pleno apogeo, pero lamentablemente el chico estaba fuera de este lugar, esperando por mí. Y me provocaba más interés que la posible victoria de nuestro equipo de básquetbol.

Al salir de este recorro el estacionamiento con mis ojos. Era enorme, ¿cómo iba a encontrarlo? Debí decirle que me esperara en un lugar específico, pero es tarde para eso, no quiero volver adentro. Así que comienzo a caminar entre los autos, con la esperanza de distinguir el suyo. No es común, después de todo, y para mi suerte recuerdo a la perfección cómo luce.

—Chica Cupido —me llama alguien y miro en esa dirección.

Es él.

Mateo se encuentra moviendo su mano un poco, me imagino que es para que pueda ubicarlo entre los autos y algunas personas que, por una razón que desconozco, se encuentran en el estacionamiento. Camino para acercarme a él, no dudo en empinarme y dejar un corto beso en sus labios. Siento su mano rodear mi cintura para sostenerme y no permitir que mis labios se alejen de los suyos. Es un beso intenso y lleno de necesidad, como si tuviéramos semanas sin vernos, cuando apenas ha sido un día.

Mis brazos se rodean en su cuello para acercarlo más a mí y sentir el calor de su cuerpo. Es una tarde fría, así que si fuera por mí, me quedaría toda la tarde entre sus brazos. Al separarnos del beso, su sonrisa ilumina todo su rostro.

—Chico secuestrador —digo con una sonrisa juguetona en mis labios.

—Pasaba por aquí y dije: ¿por qué no secuestrar a una rubia preciosa?

—Ah, ¿soy la secuestrada aquí?

—Sí. —Su mano, que no había abandonado mi cintura, se mueve hacia mi espalda, dejando caricias en ella—. ¿Quieres entrar unos minutos? —Señala su auto con su cabeza.

—¿Por qué lo haría? ¿Acaso tienes comida allí?

—La verdad sí —anuncia arrugando un poco su nariz—. He comprado algo en McDonald's en el camino.

—Mentiroso. —Me separo de él.

Sé que es mentira, pero no se puede imaginar lo que me gustaría que fuera verdad. No soy la más entusiasmada a la hora de comer, pero cuando se trata de McDonald's, todo cambia.

—Tendrás que entrar y averiguarlo.

—Si es mentira, te prometo que te arrepentirás toda tu vida. —entrecierro mis ojos mientras le doy la vuelta al auto.

Él ríe mientras quita el seguro de las puertas. No dudo en abrir la puerta del copiloto y en efecto había dos bolsas de McDonald's sobre el asiento. Mi boca se abre sin poder creerlo.

—Entra, sé que quieres —dice al estar dentro del auto.

Pero él no tenía razón: no solo lo quería, lo necesitaba. Había una sola cosa que me hacía comer como si no hubiera mañana y eso era esta maravillosa franquicia, que solo hace delicias.

—¿Por qué tanta seguridad? —Finjo desinterés.

—Hice una investigación en tu Instagram y noté que tienes una destacada solo para esta franquicia. —Toma una de las bolsas y su olor deleitable llega a mis fosas nasales. No puedo más, me introduzco al auto y cierro la puerta de este al hacerlo.

—Buena investigación. —Saco de la bolsa las mejores papas de este mundo y comienzo a devorarlas.

—Ya sé qué hacer cuando en un futuro te enojes conmigo.

—¿Piensas que tendremos un futuro? —Río un poco—. Qué iluso eres.

Él suelta una carcajada que inunda todo el lugar, su risa es profunda y agradable. Me gustaría decir que pensar en un futuro con alguien está en mis planes, pero la verdad es que no tengo ningún interés, ni siquiera por este hombre que me besa como nadie lo había hecho y que al parecer, comparte el amor por McDonald's, ya que se ha devorado todo casi al mismo ritmo que yo lo he hecho.

—Gracias —digo limpiando mis labios con una servilleta, quitando cualquier resto de comida.

—No tienes que agradecer, lo he hecho con gusto.

Mis ojos se pasean por el reloj sobre su muñeca y noto la hora: 7:00 p. m.

—Oh, no —digo acercándome a él para dejar un beso en su mejilla—. Tengo que irme.

No entiendo cómo el tiempo ha transcurrido tan rápido, apenas habíamos hablado un poco mientras comíamos. No se sintió que había pasado una hora.

—¿Debes entrar de nuevo? —Sé que se refiere al gimnasio.

—No, es que les prometí a mis padres que iba a cenar con ellos.

—¿No puedes postergar eso?—Siento su mano acariciar mi pierna, lo que me hace detener toda la intención que tenía de bajarme del auto.

—No, no puedo. —No sé en qué momento se acercó tanto a mí. Comienza a dejar besos cortos sobre mi mejilla y luego se dirige a mi cuello—. Es que mis padres me esperan —digo como puedo.

Sus acciones no me permiten concentrarme lo suficiente como para detenerlo. Un gemido escapa de mis labios al sentir como tira de la piel de mi cuello. Yendo contra todo lo que quiero justo ahora, coloco mi mano sobre su hombro para alejarlo un poco de mí.

—Lo siento, pero en serio debo irme.

Aunque quisiera quedarme más tiempo con él, no puedo. Mis padres me matarán si no llego a esa cena.

—Bien. —Se acomoda en su asiento—. ¿Te puedo llevar a tu casa? ¿O viniste en tu auto?

—Vine con un amigo, pero no quiero molestarte. Puedo irme... —Me interrumpe.

—No se diga más, te llevo a tu casa. —Enciende el auto y lo pone en marcha.

Ni siquiera me da la oportunidad de negarme. Escucho como el GPS le comienza a dar las direcciones para llegar a mi casa.

—¿Cómo tienes mi dirección?

—Me la diste antes de ayer, cuando iba a llevarte a tu casa en la noche.

—Pero me secuestraste.

—Más o menos sí. —Una leve sonrisa se posa en sus labios—. La guardé porque pensé que me serviría para el futuro y mira —sus ojos se posan en mí unos segundos—, tuve razón. —Su mirada vuelve al camino.

Llegamos a mi casa en minutos, nunca había sentido este trayecto que recorro casi todos los días tan efímero. El tiempo a su lado se siente tan agradable que se acorta, y eso me preocupa. Hace mucho no me sentía cómoda con alguien como para que el tiempo que pasemos juntos se sintiera tan insuficiente, como me pasa con Mateo.

Él baja del auto antes de que yo pueda hacerlo y me abre la puerta. Es un gesto que siempre le agradezco con una sonrisa. Lo acepto, es algo que los chicos de hoy en día no suelen hacer. Me acompaña hasta la entrada de mi casa, lo cual no quería, pero fue imposible convencerlo de lo contrario.

—Antes de que se me olvide. —Nos detenemos en frente de la entrada de mi hogar—. El secuestrado. —Saca mi celular del bolsillo de su chaqueta y me lo entrega.

—Gracias. —Lo tomo y lo guardo en la parte trasera de mi pantalón.

—Gracias a ti, por permitirme verte.

Su mano se posa sobre mi cintura, enviando una corriente de energía por toda mi espalda. No entendía cómo con su simple toque, mi cuerpo ardía y anhelaba mucho más de él. Así que no dudé en acercarme hasta el punto de sentir su aliento chocar contra mi mejilla. Mis labios rozan los suyos mientras me pierdo en el gris intenso de sus ojos.

Siempre he dicho que lo emocionante de besar no es el acto en sí, sino todas las sensaciones que se sienten antes de que suceda el beso.

Ahora sus dos manos están sobre mi cintura, haciendo que se elimine cualquier distancia que podría existir entre estos. En este preciso momento solo somos él y yo. Nunca había visto tanto deseo en los ojos de alguien y menos que fuera yo quien lo provocara.

Una de las razones por la cual no quiero tener una relación, es porque sé que ese deseo no siempre va a estar presente. Lo he visto en los ojos de mis padres. Durante mi infancia pude ver ese deseo, o más bien ese brillo en sus ojos, pero también vi como este se desvanecía con los años, hasta no quedar nada. Creo que hoy en día ni siquiera se miran los ojos. No quiero eso para mi vida, por eso prefiero estar sola.

La puerta se abre y no tengo tiempo suficiente para separarme de Mateo, pero sí para girar mi cabeza. Quiero que la tierra me trague justo ahora.

Mi madre observa la escena algo desconcertada. Siento que las manos de Mateo se alejan de mi cintura. Si no fuera por la situación, me hubiera quejado y las mantendría allí por mucho más tiempo.

—Carolina, ¿qué haces ahí? —Los ojos azules de mi madre me miran con desaprobación, algo que hace con normalidad.

Ella aparta la mirada de mí y se concentra en la persona junto a mí. No lo dice con sus labios, pero sí con sus ojos: ¿quién es?

—Es un amigo —digo con rapidez, antes de que cualquier idea loca se le pase por la cabeza.

«Un amigo que te sostenía peligrosamente de la cintura y con el cual estabas a punto de besarte».

No me lo recuerdes.

—¿Tu amigo tiene nombre?

—Sí —habla Mateo de inmediato—, Mateo Anderson, un placer. —Extiende su mano y mi madre corresponde el gesto.

—¿Anderson? —pregunta mi madre, uniendo todo en su cabeza.

Ay, por Dios. ¿Por qué dijo su apellido? Pudo haber dicho solo su nombre, ¿no?

—¿No serás familia de Celeste? —investiga mi madre mientras acomoda su cabello rubio idéntico al mío.

Todos dicen que soy una copia de ella, por supuesto, si hablamos de físico. Mi carácter ha sido del todo heredado de mi padre.

—Sí, soy su primo —responde Mateo.

—¿Eres hijo de Benjamín y Mariela?

—Sí, ¿conoce a mis padres? —pregunta él.

No me sorprende que ella los conozca. Después de todo, han hecho negocios por años.

—Por supuesto, mi esposo fue a la universidad con tu padre. Se conocen de toda la vida.

Oh, no sabía eso. Pensaba que solo se conocían de los últimos cinco años.

—Por favor, pasa, Mateo, debes estar muriendo de frío allí fuera. —Mi madre se aparta de la puerta, nos da espacio para entrar a la casa—. ¿Por qué no le habías permitido pasar, hija?

Ay, por Dios, ¿qué está pasando? No necesito que Mateo conozca a mis padres.

—Es que Mateo debe irse, debe trabajar —suelto con rapidez.

—¿No podrías quedarte unos minutos? Sé que a mi esposo le gustaría saludarte, Mateo.

Dios, soy yo otra vez. Por favor, que diga que no, que sea astuto y que corra ahora que puede. Le di la excusa perfecta para retirarse, solo tiene que seguirla.

—Por supuesto, sería un placer —expresa él.

Perfecto.

Nota mental: matar a Mateo.


--------

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro