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❧ 4 ☙

Me bajo del auto y subo mi cabeza para poder alcanzar a ver por completo el enorme edificio que se encuentra frente a mí.

—¿Un hotel? ¿Esa es tu asombrosa idea?

—No lo subestimes —lo escucho decir mientras se coloca a mi lado.

Enarco una ceja mirándolo.

—Vamos, Carolina, confía un poco.

Él toma una de mis manos, lo que causa que una corriente de energía recorra mi cuerpo. Esto hace que quiera soltarlo, pero no lo hago y me dejo guiar por él al interior del edificio. Había venido a este hotel solo una vez, el día de su apertura.

Al caminar por el lobby, me sorprende la cantidad de personas que hay aquí. Solo habían pasado unos meses desde que lo abrieron. Pero no debe sorprenderme, los Anderson manejan la cadena más grande del país. Hotel que abren, hotel que se llena de reservaciones.

Al acercarnos a un ascensor dorado, diferente a los otros que son plateados, veo a un hombre vestido por completo de negro frente a este. Mateo saca una tarjeta roja y eso es suficiente para que este se aparte. Las puertas se abren y nos introducimos en este.

—Qué eficiente es esa tarjeta —digo soltando su mano.

—Un poco. —Lo veo guardarla en su pantalón, luego de presionar el botón del ascensor—. Celeste tiene una también.

—Sí. —Ahora que lo menciona, en efecto mi mejor amiga también la tiene—. Te dejarían hacer lo que sea si la tienes, ¿no?

—Casi todo, hay algunas restricciones... —Lo interrumpo.

—Hasta para los dioses.

Suelta una leve carcajada que inunda el ascensor, la cual me hace sonreír.

—Sí, todos tenemos restricciones. —En un movimiento siento como mi espalda se apoya contra una de las paredes de este cuadrado de metal que seguía avanzando—. ¿Toda mi familia te parecen dioses? ¿O solo yo?

Siento una de sus manos apretar mi cintura, mientras la otra reposa al lado de mi cabeza. Su aliento a menta choca contra mi mejilla.

—Solo tú, pero en un cielo mediocre —bromeo.

Siento como sonríe contra mi oreja ante mi comentario.

—Para mí eres una diosa, pero en el cielo más sorprendente de todos. —Muerde el lóbulo de mi oreja, haciendo que toda mi piel se erice.

Sus labios comienzan a dejar cortos besos por mis mejillas hasta llegar a la comisura de mis labios. Ahí se separa de mí y me mira a los ojos; esos ojos grises están llenos de deseo. Él muerde su labio inferior. Esa simple acción es demasiado para mí. Lo tomo por el cuello para unir nuestros labios. Mis labios se mueven con desesperación sobre los suyos. No es un beso lento, sino uno intenso, lleno de necesidad. Él me deja guiar el beso y eso me encanta aún más.

Sus dos manos se apoderan de mi cintura, dejan caricias por toda esta y la aprietan de vez en cuando. Rodeo mis brazos en su cuello para eliminar cualquier distancia entre nuestros cuerpos. Su lengua pide permiso para entrar y no dudo ni un segundo, la dejo unirse a la fiesta que hay en nuestras bocas.

Escucho las puertas del ascensor abrirse, avisando que hemos llegado a nuestro destino. Pero él no tiene intención de terminar el beso. Lo noto por cómo ha aumentado su intensidad. Sus manos bajan a mis piernas y me levanta con una facilidad que me sorprende. Rodeo mis piernas en su cintura y siento sus manos sostenerme por mi trasero.

Él comienza a caminar y aprieta con fuerza mis glúteos, lo que me hace gemir contra sus labios.

Siento que una brisa fría hace que mi cabello se mueva. ¿Estamos al aire libre? Muerdo su labio inferior para separarnos del beso. Mis ojos exploran el lugar, mientras acaricio su cabello. Era una terraza, la cual está llena de luces y flores que adornaban el lugar, sin mencionar la vista preciosa que se puede admirar desde esta altura. No es el último piso del edificio, pero sí uno de los cinco últimos.

El lugar cuenta con una piscina, un bar, una área para bailar y una habitación. Sin embargo, no puedo ver mucho del interior de la habitación, ya que las ventanas están cubiertas con unas cortinas oscuras.

—¿Quieres algo de beber o de comer? —expresa al dejarme sobre la meseta del bar.

—¿Tú estás en el menú?

—Por supuesto, soy el plato principal. —Se mueve contra mi intimidad, la cual está empapada de mis fluidos. No entiendo por qué estoy tan excitada. No lo niego, este hombre está para comérselo, pero nunca me había sentido así por nadie.

Tengo que bajar la temperatura de mi cuerpo con urgencia, tampoco quiero verme tan necesitada. Aunque sí lo estoy, pero eso él no puede saberlo. Visualizo la piscina y creo que un poco de agua fría vendría muy bien.

Hago que se separe de mí, para así bajar de la meseta. Camino hacia la piscina moviendo mis caderas.

—¿No tienes calor? —pregunto mientras me quito los tacos.

—Estoy quemándome.

Una sonrisa lasciva se posa en mis labios ante sus palabras. Me bajo el cipe del enterizo como puedo y lo deslizo hacia mis pies, quedándome solo en ropa interior. Sus ojos se pasean por todo mi cuerpo con descaro, lo cual me encanta. Me dispongo a entrar en la piscina y bajo los escalones. Mi piel se eriza al sentir el agua helada.

—Joder —me quejo—, creo que estaría mejor si estuvieras aquí.

—¿Sí?

Lo veo despojarse de su ropa, quedándose solo con su bóxer. Quiero decir que no me he quedado como boba viendo cada detalle de su trabajado cuerpo, pero ¿para qué mentirme a mí misma? Es imposible que tenga ese cuerpo sin ayuda del gimnasio, de hecho, creo que tiene marcados músculos cuya existencia desconocía.

Se acerca al borde de la piscina. Sé que está hablando, pero yo no puedo descifrar lo que dice. Toda mi concentración está puesta en observar cómo se le marcaba una "V" en su pelvis, una de las cosas que más me gustan de los hombres. Me fascina pasar mi lengua por esa área. Siento mi centro palpitar al notar que está tan excitado como yo. Creo que entrar a la piscina fue una mala idea, porque ahora me encuentro aún más caliente de cuando entré.

—Mis ojos no están ahí. —Lo escucho reír. Vuelvo a mirar su rostro y noto que sonríe de lado—. Oh, qué raro, ¿un avión por esta área? —dice con sus ojos en el cielo.

—¿Dónde? —Subo mi mirada al cielo.

—Allí, mira. —Señala, pero no veo nada.

En un parpadeo de ojos, siento cómo se lanza dentro la piscina, tomándome de la cintura para hundirme junto a él. Luego de unos segundos me suelta y salgo a la superficie tosiendo, había bebido un poco de agua.

Lo escucho reír mientras peina su cabello.

—¿Seguro que son veintidós y no dos años los que tienes? —chillo, teniendo ganas de matarlo.

—No estoy seguro. —Lo veo acercarse a mí con una sonrisa burlona sobre sus labios—. Pero ¿lo viste? Era enorme ese avión. —Siento sus manos sujetar mi cintura.

—Pero ¿lo viste? Era enorme ese avión. —Imito su voz y luego le saco la lengua.

—Qué atrevida. —Ríe mientras yo coloco mis manos sobre sus hombros.

—¿Eso es ser atrevida para ti? —digo notando la gran diferencia de altura entre los dos. Al no tener los tacos puestos, mi cabeza apenas llega a sus hombros—. Esto sí lo es. —Doy un pequeño salto para enrollar mis piernas en su cintura. Él sujeta rápido mis piernas para ayudarme.

—¿Te sientes más alta ahora?

—Muy gracioso, pero soy de estatura normal. No es mi culpa que tus huesos hayan crecido de más.

—Oh, claro, es mi culpa ser alto —dice riendo—. No tiene nada que ver que seas un minion.

—¿Disculpa? ¿Cómo pasé de ser una diosa a un minion? —Achino mis ojos.

—Eres un minion, pero nadie puede quitar el hecho de que seas una diosa. —Sus manos le dan un ligero apretón a mis glúteos—. El agua ya no está tan fría, ¿cierto?

—No, te lo dije, contigo iba a estar mejor.

—Bueno, en eso tuviste razón.

Él muerde su labio inferior y yo mojo mis labios por inercia. Siento que masajea mi trasero mientras me apega más a su cuerpo. No lo dudo ni un segundo y elimino la poca distancia entre nuestros labios, uniéndonos en un beso lento. Me encanta lo suave que son sus labios y con la habilidad que los mueve.

Su lengua pide permiso para entrar, así que abro un poco mis labios, permitiendo el pase de su lengua para que se junte con la mía, iniciando una pequeña guerra placentera. Una de sus manos abandona mis glúteos y sube por mi espalda, dejando caricias hasta llegar a mi cuello. Aprieta ligeramente esta zona de mi cuerpo. Tiro de su labio inferior, terminando el beso. Mis labios bajan hacia su cuello, dejando varios besos cortos y húmedos, mientras mis manos se pasean por su espalda.

Comienzo a pasar con ganas mi lengua y mis labios por todo su cuello. Succiono y muerdo, dejándolo lleno de marcas.

—Ahora se ve mejor —digo moviéndome contra su entrepierna, sintiéndolo del todo duro—. A menos que haya alguien a quien le debas dar explicaciones.

—A nadie, estoy del todo disponible para ti.

Trato de no sonreír, pero es imposible. Siento mi espalda chocar con uno de los bordes de las piscinas.

—¿Y tú? ¿Debes darle explicaciones a alguien? —Siento que uno de sus dedos deja caricias sobre mi intimidad. ¿En qué momento movió su mano hacia allí? Niego con mi cabeza sin tener palabras para responder—. Me siento tan halagado de que te mojes así por mí —dice sobre mi oído.

—Es por el agua.

—Noté lo mojada que estabas antes de entrar a la piscina —muerde el lóbulo de mi oreja y luego pasa su lengua por esta—, así que no gastes tu tiempo negándolo.

Sus dedos apartan mi tanga y comienzan a acariciar mi centro de forma directa, por lo que mis fibras nerviosas en esta área se activan por sus acciones. Aprieto mis labios para ahogar mis gemidos.

—¿Me permites? —Sus ojos llenos de deseo aparecen en mi campo visual.

—¿El qué?

—Probarte y disfrutar de ese manjar que tienes entre tus piernas.


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