❧ 12 ☙
Mateo
Mis ojos están sobre mi computadora portátil, no puedo darle la atención que ella merece en este momento, ya que tengo que revisar algunos datos antes de mañana. No tengo idea cómo he dejado esto para último momento. Leo cada nota que me ha dejado Gabriel en la presentación que vamos a utilizar mañana en la reunión que tenemos con el gerente.
Este tipo de viajes siempre lo hacemos juntos, pero le he pedido que se fuera en otro auto para tener algo de privacidad con Carol. Él accedió sin siquiera preguntar la razón, pero estoy seguro de que debe imaginársela.
Pongo mi mirada sobre Carol, se encuentra sumergida en su celular. Una sonrisa aparece de repente sobre sus labios, supongo que algo le ha causado gracia. Ese simple gesto hace que mi corazón se hunda en mi pecho.
No entiendo lo que me sucede con exactitud, solo sé que desde que la vi en aquel bar, algo se activó en mí, una necesidad de conocerla. Conocerla en realidad, no solo esa parte de ella comparte con todos. Si no aquella parte que esconde, quiero que se sienta cómoda conmigo y que pueda ser ella misma. Me gustaría hacerla sentir como ella a mí.
Lo poco que hemos compartido me ha hecho ver que es impulsiva, directa, extrovertida, atrevida y tenaz. Es por esta razón que me gusta lo suficiente para sentirme asustado. Nunca es fácil abrirse con otro, decirle tus sueños, pero también tus miedos. Técnicamente te vuelves totalmente vulnerable ante la otra persona, le das el poder de destruirte y a veces elegimos mal. En ocasiones les damos ese poder a personas que no se lo merecen.
Siempre he sido de arriesgarlo todo. Porque cuando nos arriesgamos podemos perder, pero también ganar.
El tiempo que el universo me regala a su lado, sin importar si es efímero o sempiterno, lo disfrutaré al máximo, porque no creo en las segundas oportunidades. Por eso trato de aprovechar la primera, porque para mí la primera es la única.
Fue hace años la última vez que tuve la oportunidad de conocer a alguien. Si mal no recuerdo, estaba cursando mi primer año de universidad. Compartía estadísticas con una morena, la cual tenía unos ojos color miel atrapantes. Su nombre es Amelia, salimos por meses, pero al final descubrimos que no éramos tan compatibles como pensábamos. Ahora mismo es una de mis mejores amigas y sin dudar le confiaría mi vida.
Ella me enseñó que no porque no funcione una relación significa que debes sacar esa persona de tu vida. Tal vez como amigos se complementen de mejor manera. Amelia es la prueba de eso.
Aunque le ruego al cielo que no sea el caso de Carol. La química que siento con ella no es común y estoy dispuesto a explorar lo más que pueda esto junto a ella.
—Si me sigues mirando así, me vas a gastar. —Sus palabras hacen que me percate que llevo un gran tiempo mirándola.
—Si eso llegara a pasar, sería tu culpa —cierro la computadora para dejarla a un lado en el asiento—, por tener una belleza tan cautivadora.
Ella acomoda un mechón de su cabello detrás de su oreja mientras sube su mirada hacía mis ojos.
—¿Es mi culpa entonces? —Ríe un poco mientras guarda su celular—. No tengo la culpa de que yo te encante tanto. —En un movimiento termina sentada sobre mis piernas.
—Por supuesto que es tu culpa —declaro con firmeza. Una de mis manos rodea su cintura para acercar su cuerpo al mío. Disfruto del calor que emana de ella—. Perdón por no darte la atención que mereces, bonita. Es que pensaba... —Siento sus labios contra los míos, haciendo que todas mis palabras se queden atrapadas en mi garganta.
Ella mueve sus labios con lentitud sobre los míos, mientras una de sus manos se posiciona en mi nuca, dejando caricias en aquella área tan erógena. Mi mano libre sube a su mejilla para hacer que el beso se vuelva cada vez más profundo e íntimo.
—No te preocupes —habla sobre mis labios—. Entiendo que tengas responsabilidades. Pero si ibas a estar ocupado, pude quedarme en casa, no quiero molestar.
—No molestas, nunca lo harías. Si tuviera que elegir entre trabajar o pasar tiempo contigo, ¿qué crees que elegiría?
—Bueno, tu trabajo es muy importante para ti y muchas personas dependen de ti... —No la dejo terminar.
—Te elegiría a ti sin dudarlo, bonita. No te imaginas lo mucho que disfruto de tu compañía y cómo espero poder contar con ella por mucho tiempo. —Noto que su sonrisa se desvanece, lo cual me hace fruncir el ceño—. ¿Estás bien?
Ella asiente mientras recuesta su cabeza en mi hombro. Es evidente que algo pasa.
¿Yo hice o dije algo?
No olvido que solo tenemos días de intentar esto, lo cual no tengo idea de qué es en realidad. Pero tal vez mis palabras sonaron muy intensas. Mi intención no es presionarla, quiero que todo fluya.
El resto del viaje es en silencio. Busco varios temas de conversación, pero ella no quiere cooperar. Quiero golpearme, debo pensar antes de hablar. No quiero alejarla o asustarla por algo que diga o haga.
Al llegar a nuestro destino, ella se baja de mis piernas para poder tomar sus cosas y abrir la puerta. Luego baja del auto. Yo imito su acción.
La primera persona que visualizo es a Gabriel, el cual mira de reojo a Carol. Sé que tenía una idea de por qué hemos venido en autos separados, pero creo que ahora la está confirmando. Me coloco al lado de Carol, mi mano busca su espalda y se aloja allí.
—Bonita, él es Gabriel, mi asistente.
—Oh, es un placer, soy Carol. —Una leve sonrisa se posa sobre sus labios—. Dime, ¿es un buen jefe o es pésimo?
—El placer es mío. —Él le devuelve la sonrisa—. En definitiva, es el peor de todos.
—Lo sabía —expresa ella con seguridad—. Se le nota.
Ambos ríen mientras yo me limito a negar con mi cabeza.
Tomo a Carol de la mano y hago que caminemos hacia el interior del hotel, dejando a Gabriel atrás. Él nos alcanza en segundos y se coloca a mi lado.
—No te enojes. —Reconozco su tono burlesco—. Sabes que hay peores jefes que tú. —Ni siquiera me molesto en contestar, solo lo ignoro.
Caminamos por el lobby, el cual es enorme, lleno de luces que hacen ver el lugar más brillante. Este hotel tiene una ambientación de los años noventa. Es el primer hotel que construyó mi abuelo y se ha negado constantemente a su renovación, ya que dice que le recuerda su trayecto y no quiere cambiar nada, lo cual todos respetamos.
—¿Revisaste la presentación? —pregunta él al estar frente al ascensor.
—Sí, le hice algunas correcciones. Si tienes tiempo, revísalas antes de dormir.
—Está bien.
Se abren las puertas del ascensor y le indico a Carol que entre, ella lo hace. Imito su acción y ambos quedamos frente a Gabriel.
—Por cierto, Oscar quiere revisar la presentación también.
—No, dile a Oscar que me paga para algo. Que haga su trabajo y que me permita hacer el mío.
—Como usted ordene, jefe. —Gabriel hace un saludo militar—. Espero que pasen una buena noche, pero no demasiado. Mañana la reunión es a las nueve —indica él. Su vista se posa en Carol—. Por favor, ayúdame ahí.
—Tranquilo, de ser necesario lo empujo de la cama —expresa ella.
—Buenas noches, Gabriel. —Presiono el botón para que se cierren las puertas.
—Echarle agua fría también... —Gabriel no termina su oración porque las puertas del ascensor se cierran.
Me giro para ver a Carol, la cual me mira con diversión.
—Solo te advierto que, si me despiertas de otra forma que no sea a besos, tendremos problemas.
—Me gustan los problemas. —Ella se encoge de hombros.
Me posiciono en frente de ella. Coloco mi mano sobre una de las paredes, haciendo que se vea aún más pequeña de lo que es. Ella mantiene los ojos sobre los míos. Una sonrisa pícara aparece en su rostro.
—¿Le trae recuerdos esta posición? —pregunto mientras llevo mi mano en su cintura.
—Ninguno en especial —dice con seguridad.
—Bien, pero quiero aclarar que me puedes despertar como quieras. El simple hecho de despertar a tu lado, hará que mi día comience de la mejor manera. —Noto como sus mejillas se enrojecen—. Espero que esta vez no te escapes de mí.
—No prometo nada. —Ella baja su mirada, pero llevo mi mano de su cintura a su mentón para hacer que vuelva a mirarme.
—Mi bonita se sonroja fácil.
—No soy tu bonita, no soy tuya.
—Veremos si dices lo mismo cuando me encuentre dentro de ti. —Hago que separe sus piernas con ayuda de mi rodilla.
—Yo no confiaría en lo que digo en esos momentos tan... —hace una pequeña pausa—eufóricos.
El sonido que hacen las puertas del ascensor al abrirse arruina mis intenciones. Voy contra todos mis deseos, me alejo de ella y me dispongo a salir del ascensor. Ella sale justo detrás de mí. Ambos caminamos hacia la puerta de la suite que he reservado para los dos y compartimos una mirada cómplice, porque ambos sabemos lo que va a suceder apenas entremos a aquella habitación.
Paso la tarjeta por la cerradura de la puerta y esta emite un sonido antes de abrirse. Tomo el llavín para terminar de abrirla, entro en la suite y la invito con la mirada a hacer lo mismo.
—¿Ibas a venir sin nosotros? —Me sorprendo al escuchar la voz de Lucas. Él se encuentra sentado sobre el sofá, su vista está sobre un libro que sostiene—. Sabes que amamos venir. —No se ha molestado en levantar su mirada.
—Es una egoísta, lo conoces —comenta Bruno saliendo de una de las habitaciones con su guitarra en la mano.
Esto no puede ser cierto.
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Gracias por leer.
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