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Capítulo 26: Cucciola.

Maratón 6/6.

︿︿︿︿CUCCIOLA︿︿︿︿︿
·   ·   ·   ·Apodo cariñoso, romántico y apasionado dicho en italiano hacia un ser muy querido, cuyo significado al español es: cachorra.
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En cuanto el abrazo grupal culminó una morena de cabello corto apareció de entre los árboles, inquieta y con la nariz arrugada. La pelirroja de casi dos metros enseguida fue a su reencuentro dejando casi en segundo planos a sus queridos conocidos, Emmett y Rosalie supieron en ese mismo momento en cuánto ambas compartieron una sonrisa, qué Eir no estaba sola y en malas manos, aunque no les agradara la idea de que mejor amiga tuviera aroma a chucho todo el tiempo.

—Mandé al diablo la orden del Alfa. —se escuchó decir de la nativa, Leah.

—Aunque no lo quieras, debes respetar sus decisiones, Cucciola —regaña con una dulzura embellecedor tras el apasionado y cariñoso idioma italiano.— No lo hace con malas intenciones, solo evita percances que nadie desea tener en estos momentos.

—¿Ni tú?—pregunta Leah con una mueca en su rostro. No muy confortable con el respeto al mugroso de su Alfa.

—Ni yo. No me gusta que hable en ese tono, ni que nos separe y aunque fuera un arma letal entre mi raza, no quiere decir que ahora que te encontré también quiera el suicidio. —ironiza Eir con sutilidad el peligro que también pesa en sus hombros.

—Pero eres una impronta. No dejaré que te dañe, además no lo he perdonado con todo lo ocurrido. —murmuró rasgando casi en un gruñido protector de un tono que expresaba que tenía carácter muy fuerte y de buena calaña, la nativa.

—Ningún perdón se gana de la noche a la mañana, Cucciola. Eso lleva más tiempo de lo que un humano tiene, el tiempo dice curar heridas pero es tu voluntad quién debe tener el suficiente orgullo como para hacerle frente y que aquella espina deje de causarte dolor. —expresa con un tono de reflexión y sabiduría propia.

—Entonces no le perdonarás al cabellos de escoba ese. —afirma Leah, tan segura y aliviada tras dicha frase.

Aunque todos notan como la mirada de la pelirroja, qué se encontraba utilizando su don: Humanidad. Con aquellos ojos grises se tornaban oscuros y sombríos, como si recordarlo fuera como la chispa que deseaba extinguir.

—Yo no perdono a gente petulante. Solo aprendo a sobrellevar las dificultades de seguir existiendo más de la cuenta, querida Cucciola. —expresó con un tono neutro y carente de emoción tras dirigirse al ex-novio. Aunque la dulzura con la que trataba con la nativa, no tenía cambio para mal, parecía ser que cada vez que la llamaba la volvía a dar vida y un brillo especial.

Ese brillo especial que Emmett y Rosalie, habían visto morir aquél fatídico día. Ambos aunque no quisieran, eran familia del tarado y ahora más que nunca veían con simple detalles que Eir Young, ya nada más que amiga podía ser para ellos.

Toda la atención, cuidado y protección sería dirigida a su compañera. Y viceversa, ella sería protegida mejor de lo que ellos podían haber ofrecido.

—Me da pena interrumpir su momento tan cursi, pero... ¿Quieres que siga contándote los cambios que hubo en la familia hasta hoy día?—pregunta Emmett ligeramente nervioso.

Aunque Emmett no lo hiciera a propósito, sentía necesario y justo, que su amiga supiera del peligro que Edward los estaba involucrando, tan solo esperaba que ella fuera capaz de sobrellevar la situación y encararlo. Capaz ella podía hacer entender a su hermano mayor, que la humana solo traería problemas de las cuales ninguno con su don podría superar si se les fuera de las manos, aunque el fuera fuerte no era ingenuo en pensar que podía igual morir a manos de los Vulturi, no expondría a su compañera al peligro.

La nativa y pelirroja lo miran curiosas como si tuvieran en mente una cosa. Y esa era: «¿Porqué tanta ansiedad por expresarlo todo?«pensaron con cierta similitud de ideas.

—Supongo no viene mal saber un poco más. ¿qué es aquello que causa inquietud en tu mirada?—pregunta Eir seria pero con el ceño fruncido en curiosidad, mientras que vuelve a sentarse en la roca.

Emmett suspira y conecta mirada con su compañera, Rosalie hace una mueca tras ver sus decisiones no estaba del todo contenta con ello.

—Carlisle creyó conveniente mezclarnos entre la comunidad estudiantil, ir a clases como nuestras edades físicas exigían por ley, para no levantar sospechas. —expresó Rosalie sin tocar ese fierro que aún seguía sin digerir, aquello que no importaba cómo, seguía causando molestia con solo pensar en la humana.

Tras un tiempo asistir. La hija de sheriff de este pequeño pueblo llegó para desbarajustar nuestra calmada vida cotidiana, si es que se puede decir así. —cuenta Emmett ligeramente nervioso, ya sintiendo pena de seguir.

Eir arrugó la nariz, sintiendo un escalofrío de disgusto en su nuca. Leah la miró y tomó su mano para trasmitirle un poco de apoyo, preocupada por el bienestar emocional de su impronta.

—La hija del Sheriff, Isabella Swan. ¿Qué tiene que ver con ustedes?—preguntó incómoda Leah.

Eir la miró con cierta curiosidad. Todos parecían conocer a la nombrada, pero qué es lo que podría esperarse. Ella no era de estas tierras a frecuentar comúnmente, era ilegítima pero no conocía nada más que la tribu Quileute.

—Para aclarar, ninguno hemos tenido intenciones de romper el tratado con vosotros. Pero Edward, ese tarado perdió el juicio cuando perdió a Eir de su mundo, perdón que lo diga de esta manera pero, juro que lo quise matar en el primer instante que echó a perder todo. —advirtió Rosalie hacia la nativa y más al ver al Alfa acercarse para escuchar dicha situación.

—Por favor, prosiga. —pide serio Sam.

Eir al escuchar aquello no se inmutó mucho al ser la culpable, aunque sea no lo pareció. Es que así era, gracias a Chelsea y Leah, cualquier tema que la uniera con Edward ya era pasado.

—Bella pudo haber fallecido hace unos dos meses atrás. En un accidente de auto en pleno estacionamiento del Instituto de Forks, pero Edward no dejó que sucediera y ella notó tras ser salvada, que no eramos humanos comunes. Él expuso nuestro secreto. —comentó Emmett, mientras hacía crugir sus dedos por nerviosismo.

Sam en ese momento, pudo comprender mejor las advertencia que el Consejo le había estado dando, que la hija del Sheriff se andaba juntando con los enemigos, que la cuidaran porque Charlie Swan, padre de la chica era amigo de la Tribu.

—No tengo porqué opinar nada al respecto. Como he dicho antes, y lo vuelvo a recalcar: No somos familia como para que me interese estupideces que realice mi ex-novio. —contestó Eir, con resignación y desinterés.

Leah al notar a su impronta desinteresada tuvo más que claro, que por culpa de la humana, Eir se encontraría con el patético del vampiro ex-novio. Dejandola tensa, porque no la quería volver a ver enojada.

—¡Pero Eir! Es Carlisle quién peligra, nosotros inclusive. Tan siquiera, te lo ruego, si es que pudieras tan siquiera romperle la cabeza para que pudiera sentar cabeza en el desastre que nos ha involucrado, Edward. —suplicó con cierto coraje e incredulidad Rosalie. Aunque la comprendía, le parecía muy poco creíble que fuera tan fácil romper el lazo de compañero y no le preocupara tan siquiera algo el tema— Isabella y Edward ahora son novios. Edward no le puede leer la mente y por sobre todo, es su tua cantante...

No le puede leer la mente...

Es su Tua Cantante...

Tua Cantante...

Esas tres partes de la frase retumbaron peor en la mente de la pelirroja, poco le importó que fueran novios, aunque le había dolido saberlo, hubiera preferido no hacerlo. Le dolió y molestó.

Le dolió porque Edward Cullen ahora cronológicamente hablando en edades, teniendo 105 años prácticamente estaba cortejando por despecho a una humana menor a su propia edad, la ironía y estupidez recalcaban mucho la situación en la que estaba metido. Sin embargo, saber que se había aferrado al hecho de ser su Tua Cantante, lo sentenciaba como estúpido y premiscuo  eterno, lo cuál poco le podía importar.

Si bien, le había dolido que a la humana si la quisiera como novia, pero a ella la rechazara sin más, tras la abismal e indecorosa edades que manejaban. No distaba tanto de esa situación con la de ella, si es que alguna vez Edward Cullen hubiera podido ser cuerdo.

Dolió pero solo un instante, tras esa reflexión. Sin embargo, la incredulidad tras la relación de vampiro y Tua cantante la hizo tener una molestia ironica y burlezca.

—Me deberás perdonar, Cucciola.

—¿Qué? ¿Porqué lo dices, Eir?—pregunta sacada de onda por tal repentina respuesta tras toda la revelación. Exponiendo a ambos nativos a la tensión de que fuera a involucrarse en aquel tema.

—Por lo que voy a decir. —expresó con una mueca en su rostro palido. Tras ese espejo frivola de sus ojos grises, miró a Emmett y Rosalie, diciendo:— Morirá, sea por manos vuestras o por ellos.

—Ni lo digas, por favor, aunque sea ayúdanos a que recapacite. Inténtalo, Eir. Aunque sea por nosotros...—gruñe incómodo Emmett. Preocupado por su compañera y familia.

—Con solo imaginar a una humana envuelta con vampiros, me salta una idea común en la mente: quiere ser como nosotros, hermosa o joven para siempre. Suponiendo que es adolescente, no pensará en los puntos contraproducentes que acarrea dicho deseo imprudente. —explica mirando hacia los nativos que habían quedado estáticos y con un nudo en la garganta— Ustedes querrán matar al Clan por convertirla, pero no es culpa de todo sólo de Edward y Carlisle, y por consiguiente; alguno perderá el orden de la situación y ellos lo sabrán, sentenciando al Clan Olímpico.

Tales informaciones de golpe, abatieron bastante a los nativos y de igual manera a los vampiros. Dejándolos con las palabras y mentes revueltas.

—¿A quién te refieres, cuando mencionas a «ellos»?—pregunta Leah, tras conseguir aunque sea decir su duda tras tanta información neutral dicha por su impronta.

—A los Vulturi. —contestó con horror Rosalie, tras confirmar que su peor temor ya había sido dicho por ella.

—El Clan Vulturi, es un grupo de vampiros que rigen la ley y orden, así como protegen del conocimiento de los humanos imprudentes nuestro secreto de la inmortalidad, se muestran como Reyes de los vampiros, gobiernan y acogen tras su ala a distintos vampiros para enseñar a sobrevivir en este mundo de la noche. Peligrosos, sangrientos e imposibles de doblegar, les recomiendo que actuen con mucha responsabilidad o no saldrán ilesos de este problema. —expone el conocimiento a los nativos— Con esto quiero decir que, no se involucren en el tema que caerá en el Clan enemigo. Dejen que ocurra lo que deba ocurrir, porque no los podré proteger más de lo que ya estoy haciendo, Sam y Leah.

Ambos nativos tras ver la seriedad, dureza y seguridad con la sentenció la advertencia, los dejó más callados e impotentes de hacer o decir algo más.

—¿Entonces nos dejarás a nuestra suerte?—preguntó Emmett, con un trago de mal gusto.

—Procuraré ofrecer lo que vosotros desean que intente hacer, pero no prometo algún cambio fortuito para su existencia que ahora se dirige al caos. —admite inconforme— Solo porque odio deberle favores a la gente. Vosotros me protegieron cuando Edward me atacó, solo les devolveré el favor con esta intervención.

Leah gruñe mucho mas inconforme tras esa situación.

—No dejaré que vayas, no sola.

—No podemos cruzar a su lado, no hasta que hablemos del tratado Leah. —interviene Sam.

—Ven el sábado, lloverá. Jugaremos béisbol, de seguro Edward la llevará.—anuncia Rosalie recordando su salida.

Aquello era dentro de dos semanas. Tiempo suficiente para regresar y pasar desapercibidos ante Edward.

—En vuestro hogar no iré directamente, si dices béisbol, vengan por mi. No conozco el bosque como vosotros. —contesta Eir, tras la invitación de su querida Rosalie.

—Nos vemos, Eir.

—Hasta pronto, cuídense.

Y así, ambos se volvieron a separar. Pero sabiendo que volverían a verse.

Sin embargo, los nativos fueron acompañados por la pelirroja hasta la playa, necesitaban liberar estrés por lo que habían sentido, escuchado y por lo que vendría pronto encima.

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