Había una vez una princesa que desde su trono miraba a sus súbditos con la mirada hacia abajo, esa princesa estaba tan arriba que veía todo desde la vista de las estrellas, veía todo a como una estrella, veía las nubes que la escondían, veía la lluvia caer y se decía: «Estoy muy sola» siempre que llegaba la noche.

Y la estrella, allá en el cielo que miraba todo desde una gran latitud, esa estrella desde muy arriba con cada día que pasaba se iba apagando ¿Sabes por qué?, porqué la estrella se sentía muy sola allá en el cielo, no podía abrazar a sus hermanas estrellas ni verlas al estar tan separadas de ellas, según ella. 

La princesa se sentía muy mal, se quería bajar de su trono y ser una persona más, así como sus súbditos, ellos que andaban murmurando cosas de ella lo que la ponía mal, ella quería que dejarán de hablar cosas a sus espaldas, poder ser normal, no quería una tonta corona ni mucho menos ser princesa, cosa que ella no eligió ser.

Un día, esa estrella calló de allá del cielo. Esa estrella deseaba poder abrazar y cambiar esa cara de tristeza en la princesa, hacerla sonreír. Estaba convencida de que todo podía ser mejor allá abajo, en la tierra. 

Y en ese mismo momento en que del trono la princesa se calló sonriente dijo: «Ahora voy hacer amigos, muchos amigos a los cuales poder abrazar»

Pero, algo pasó: esa estrella del cielo calló y dejo de ser una estrella, la princesa perdió su corona y dejó de ser una princesa. Esa princesa dejo de ser princesa para poder ser común, poder dejar de escuchar los murmullos de sí de sus súbditos y es que ella quería ser normal. Esa estrella dejo de brillar a como una estrella para poder ser como una hormiga más en la tierra, perdió su luz y se volvió como un ser más al que no le prestan atención, un ser más que anda a por los suelos. 

La princesa escuchó a la reina llegar y decirle: «Ven princesa, escucha lo que dice el reino de ti».

Ella se asustó y le contesto: «No mamá, ellos no me quieren».

«¿Y cómo estás tan segura de eso?» le contestó con incredulidad la reina.

La princesa bajó la cabeza y a lo muy bajo respondió: «Es que... he visto cómo susurran cosas de mí cuando paso».

«¿Y sabes qué es lo que dicen de ti?» le dijo.

Ahí la princesa le miro con sorpresa aún con su cabeza gacha: «... No, madre».

La reina sonrío ofreciéndole su mano a su muchacha: «Ven y escucha bien».

Cuando la princesa sale a escondida en el gran vestido que llevaba puesto la reina, las personas que ahí se encontraban desde que captan a la reina llegar empiezan a dar gritos, a halagar a su reina de una y mil formas, demostrando así lo contento que les ponía verla. Cuando la reina hace amague con su mano para que detuvieran su palabrería y le dieran ahora la oportunidad a ella de hablar, se detuvieron, así empezando a hablar ahora la reina: «Quiero hoy mostrarles a mi retoño». Las personas que ahí habían empezaron como en el principio, solo que, ahora dirigiéndose a la princesa a darle muchos halagos en cuanto a su belleza, dijeron que esperaban llegará hacer una reina tan esplendida como su madre y demostraban que tenían la fe de que la hija sería tan buena con ellos, como su madre lo era.

La hija no pudo evitar conmoverse, soltar unas cuantas lágrimas ante tal reacción del reino hacia su presencia. En ese mismo momento la reina que se encontraba a su lado se colocó de frente a ella y le colocó su corona de vuelta en su cabeza, la tomo de la mano para irla a sentar en su trono con una sonrisa en el rostro, después le dice: «No te confundas más hija mía, eres una gran estrella, no permitas que las nubes te confundan otra vez. Debes seguir brillando para el pueblo, darles esperanza para que vivan, porque ellos dependerán de ti de tu luz de que los guíes» la reina después que sentó a la princesa en su trono besó su frente y le recordo una vez más la gran estrella que era en el interior la princesa.