Sucesos extraños
Las diez y media de la mañana estaban a punto de llegar y todavía no había llegado a los juzgados. Estaba muy nerviosa, ya que nunca había estado en un juzgado. Pero detuvo el coche frente al enorme edificio de estilo renacentista y observó por unos instantes la gente que entraba y salía del juzgado. Llegó el momento de borrar los nervios y ser valiente.
La sala del juzgado estaba casi vacía. Allí estaban William, acompañado de su fiel abogado, una jueza y la abogada que habían asignado a Génesis para llevar a cabo el juicio. Ella era Belinda, una joven licenciada en derecho que ya se había convertido en toda una eminencia en el campo de la abogacía. En las gradas estaba sentado su consejero, Aaron, quien se había convertido en una especie de mejor amigo. Iba acompañado de su novia, Altaír.
Génesis se sentó junto a Belinda confesándole los nervios que la carcomían por dentro. El martillo de la jueza marcó el inicio del juicio. William alegó que todo lo que Génesis decía eran puras mentiras, que tenía alguna especie de desequilibrio mental causado por su estresante e infeliz vida. Aquellos argumentos parecían indignar por igual a la científica y a la jueza, quien sabía de sobras que Génesis no era una desequilibrada. La astrónoma se mantuvo fuerte como una roca volcánica y Belinda no solo supo demostrar la falsedad de los argumentos de William, sino que defendió a Génesis con un argumento tan sólido que le otorgaron una orden de alejamiento. William no podía acercarse a más de 100 metros de Génesis y, ademas, iba a estar vigilado constantemente. Por supuesto, llamadas o visitas quedaban restringidas.
Génesis no pudo evitar llorar de felicidad. Se lanzó a los brazos de Belinda, agradeciéndole entre llantos la ayuda que le había prestado. Y es que Belinda había accedido a defenderla totalmente gratis, pues era una antigua amiga de la facultad y se sentía obligada a dar la cara por ella. A partir de aquel día, prometió a Génesis que iba a ayudarla siempre que lo necesitara, y la vieja amistad que cayera en el olvido renació de sus cenizas. Aaron se lanzó a abrazar a su compañera de trabajo y le presentó a Altaír, una muchacha de lo más encantadora. Casualmente estaba estudiando derecho en la Universidad, como una vez hizo Belinda, pues quería llegar a ser fiscal. Aaron invitó a la victoriosa científica a almorzar para celebrar el éxito que había tenido. Definitivamente, aquel era el resultado que había estado esperando mucho tiempo. William se había pasado de la raya y nunca más volvería a hacerlo.
Aaron se había interesado por su caso desde el primer momento en que Génesis se lo había contado. Y eso había hecho que entre los dos compañeros naciera una amistad. Una amistad que Génesis quería cultivar, ya que le hacía falta el apoyo de un adulto. Aaron había demostrado ser de confianza. Poco después de haberse tomado el café que habían prometido tomarse en una cafetería cercana al laboratorio, Génesis y Aaron se marcharon a trabajar.
***
Génesis estaba confusa. Esta confusión mental causada por V-5Alfa, pues la estrella había sido declarada oscura oficialmente en una rueda de prensa en la que Génesis y su compañero Aaron ganaron mucho prestigio científico. Mas lo sorprendente era que ahora, V-5Alfa volvía a tener luz. Una luz roja y potente, típica de las estrellas más ancianas o de avanzada edad. Y V-5Alfa era una estrella muy joven para tener ese tipo de luces. También estaba el asunto de aquellos movimientos tan extraños que realizaba. Era como si la estrella comenzara a establecer una órbita, pero aquellos movimientos quedaban muy lejos de eso, pues las estrellas no orbitan alrededor de otro cuerpo celeste. La estrella se movía por donde quería. Como si pudiera decidirlo. Pero ninguno de sus compañeros la creía. De hecho, todo aquello tenía que dejarlo pasar muy a menudo porque la trataban de loca. Todo el mundo sabe que las estrellas no orbitan. Ella misma creía saberlo, pero sabía también que V-5Alfa se estaba moviendo.
Estaba claro que todo lo relacionado con la luz de V-5Alfa era extraño y ya se había enviado una carta a los superiores para debatir el tema de los cambios de luz del astro. Muy pronto, llegaría un nuevo compañero al laboratorio para ayudar a Génesis con aquel tema. Pero nadie se creía que la estrella se moviera por sí sola. Las estrella eran inmóviles y que V-5Alfa se moviera era imposible. La llegada de este nuevo compañero experimentado en el estudio de los astros la ayudaría a aclarar muchísimos problemas que le habían surgido en el trabajo.
Aquella misma tarde, cuando Génesis fue a recoger a Gabriel, este le comunicó que su mejor amiga celebraba una fiesta por su cumpleaños y que era de pijamas. A la científica no le parecía demasiado bien que su hermano pasara la noche fuera, pero Aaron terminó convenciéndola. Si Gabriel dormía fuera, ella podía salir a divertirse y ser joven por una sola vez. Así que la chica accedió a que su hermano pasara la noche fuera, no sin antes hablar personalmente con la madre de aquella niña. Al llegar aquella noche, Gabriel se despidió de su hermana en la puerta. Después entró dispuesto a pasárselo en grande en una casa ubicada en la misma urbanización en la que la científica y su hermano vivían. Génesis subió a su coche y se dirigió a casa de Aaron. El chico quería ir a una discoteca con Altaír. Y aunque Génesis se lo pasaba bien en aquel antro nocturno, bailando y sosteniendo en su mano un zumo de piña, sentía algo en el pecho que le decía que se fuera. Tras unas pocas horas de risas y baile, Génesis obedeció a ese algo que la angustiaba. Se subió al todoterreno despidiéndose de Aaron y Altaír y condujo hacia su casa. Sin embargo, el coche no respondía demasiado a sus movimientos. La científica se dio cuenta de que algo iba muy mal cuando el coche siguió avanzando mientras ella pisaba el pedal de los frenos. Por fortuna, logró que el coche se detuviese en un descampado apartado del movimiento urbano. El coche se detuvo solo. Al intentar salir del vehículo para revisar los frenos, observó que la puerta no se abría.
Forcejeó para abrir las puertas pero era imposible. El coche no le hacía caso y estaba atrapada. Lo único que consiguió hacer fue desabrocharse el cinturón. De pronto el coche comenzó a avanzar lentamente hacia el pequeño lago en el que acababa el descampado y Génesis comprendió todo demasiado tarde. El coche cayó al agua, manteniendo prisionera a la científica en su interior. El coche comenzó a hundirse rápidamente mientras el agua se adentraba en el interior y subía de nivel muy velozmente. Génesis golpeaba con furia los cristales del coche para salir, pero no había manera de romperlos. Fue en un simple momento en que la puerta se abrió y cerró que la chica pudo salir fuera del coche. Al llegar a la superficie, sus pulmones ardían como si estuvieran incendiados. Aquella noche casi perdió la vida. Por supuesto, el coche no sobrevivió. Génesis se quedó inconsciente en la orilla, sin poder explicarse qué demonios le había sucedido aquella noche.
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