Huida
A pesar de llevar allí tres días no había sido capaz de ver nada. Era un zulo demasiado oscuro como para que Gabriel, un niño maniatado, pudiera ver dónde se encontraba. Estaba muy asustado, pero no era tanto por su situación. Era más por su hermana Génesis, quien dependía emocionalmente de él. Ahora que él no estaba, su hermana debía estar al borde del abismo.
Gabriel aún no había visto al hombre que lo mantenía cautivo, pero no le hacía falta. Sabía que tras aquel pasamontañas oscuro y esos trajes extravagantes Michael creía pasar desapercibido. Y es que el hermano de la científica poseía un buen intelecto a pesar de que llevaba días sin comer y no podía moverse ni para hacer sus necesidades en otro lugar que no fuese donde dormía. No tenía opción alguna.
Un chirrido metálico alertó al chico de que su opresor se acercaba. Un hombre corpulento con pasamontañas se mostró ante él, aunque la nítida oscuridad impedía a Gabriel verlo. El hombre se agachó frente al niño y posó un plato con una comida de aspecto dudable, cosa que Gabriel sólo dedujo a través del olfato. Después, el chirrido metálico delató que había vuelto a quedarse solo. Aunque la comida que le daban no era para tirar cohetes, Gabriel tenía que mantenerse vivo. Tanto por él como por su hermana se veía obligado a comer las bazofias que le daban en aquel oscuro lugar. Mas aquel día o noche, su opresor cometió un grave error. La bazofia estaba sobre un plato. Un plato de cristal. Gabriel lo lanzó contra la pared y este se partió. Con uno de los trozos de cristal más afilados comenzó a segar pacientemente la cuerda que lo mantenía incapacitado. Cuando esa cuerda dejó de estar unida, el hermano de Génesis acabó liberándose. Podía moverse como él deseaba. Sus músculos estaban agarrotados mas no iba a desperdiciar aquella oportunidad de escapar. Caminó entre la oscuridad hacia el lugar donde siempre escuchaba nacer el sonido metálico perteneciente a una puerta o verja. Una salida. Finalmente, logró mostrarse frente a esta salida, ya que el tacto de la pared era frío y liso, como el metal. Se alejó mínimamente de allí y comenzó a hacer ruido y a hacerse notar. El sonido metálico no tardó en nacer de nuevo. Gabriel se escondió junto a la entrada. El hombre encapuchado entró y a Gabriel no le faltó tiempo para salir por la puerta y cerrarla de nuevo, atrapando al hombre que lo mantenía a él apresado.
Los ojos del niño tardaron en acostumbrarse a la luz pero finalmente recuperó toda su visibilidad. Fue en ese mismo momento que descubrió que se encontraba en una especie de nave industrial. Una fábrica. Gabriel salió corriendo sin saber bien a dónde se dirigía. El opresor apresado estaba chillando y no tardaría en captar la atención de cualquiera que hubiera en aquel lugar.
En su huida encontró una sala llena de comida. No obstante lo que le llamó la atención no fueron aquellos chorizos aceitosos colgando del techo ni aquellos exuberantes jamones, sino un cuchillo afilado que brillaba bajo la débil luz de las lámparas. Cogió aquella arma blanca sin saber cómo iba a utilizarla. Continuó corriendo sin dirección por aquella nave que cada vez se parecía más a un almacén industrial.
Entonces alcanzó una enorme puerta de acero sobre la cual descansaba un cartel con luz verde de neón en el que se leía "EXIT". Aquella era la salida definitiva. Gabriel corrió a abrir pero la puerta no obedecía. Comenzó a golpearla y a patearla pero aquel artefacto de acero no se inmutaba. Cuatro hombres aparecieron tras él, chillando y amenazando con la muerte al desesperado niño. Él solo vió una escapatoria, una escalera anclada a la pared que ascendía perpetuamente hacia el techo. Comenzó a subir veloz sin mirar abajo a pesar de que sabía que lo seguían ya que mientras avanzaba escalones escuchaba las botas de los hombres resonar contra la escalera. Gabriel siguió apresurándose pero desgraciadamente se le cayó el cuchillo. Mas después de que el cuchillo aterrizara de punta sobre el ojo de su perseguidor más cercano, el niño no creyó que fuese algo negativo. Siguió avanzando hasta el fin de la escalera para correr a través de un pasadizo de metal suspendido en el aire, anclado al techo del almacén. Desde allí veía el suelo por el que había corrido y deseó con todas su fuerzas no caer hacia abajo. Sin embargo sus perseguidores estaban alcanzándolo. Lo tenían. O lo habrían tenido si Gabriel no se hubiese comportado como un kamikaze al desatar los amarres que mantenían al pasillo suspendido en el aire. Los perseguidores, el pasillo y él mismo se precipitaron al vacío, aunque él tuvo la suerte de caer en una enorme balsa de agua. Salió de allí y comprobó que dos de aquellos hombres habían muerto al chocar contra el suelo. Pero quedaba uno. El mismo al que había atrapado en su zulo, que ahora lo observaba de manera imponente. Su pasamontañas fue retirado por él mismo y Gabriel descubrió que no era un hombre corpulento sino una mujer corpulenta. Chocó contra una pared llena de monitores que no dejaban de centellear. La mujer ya lo tenía acorralado y se sacó un revólver del pantalón.
- ¡Espera! Antes de matarme, dime por qué. ¿Por qué a mí? Ni siquiera nos conocemos...
- Eso es lo que tú crees. Tú eres quien bautizó a mi hermosa criatura. Mi hermosa estrella oscura.
- ¿Te refieres a V-5Alfa? Es una estrella. No tiene dueño.
- Te equivocas. En primer lugar, su nombre no es V-5Alfa porque tú lo hayas decidido. Antes de nacer ya tenía nombre. Y en segundo y último luga no es ninguna estrella.
- No entiendo nada.
- Claro. Eres un niño... Un niño muerto.
Gabriel se asustó. Apretó los párpados fuertemente y se agazapó contra los monitores. Y sin querer o queriendo pulsó un botón rojo de grandes dimensiones. La mujer chilló desesperadamente soltando el revólver. Corrió hacia el monitor y empujó a Gabriel para apartarlo de su lado. Se arrodilló frente a los brillantes botones y comenzó a tocarlos, pero el niño no se quedó allí para averiguar qué sucedía. Cogió el revólver y salió corriendo, deseando escapar. Mientras corría por una ala de la nave en la que no había estado, escuchó los gritos de aquella mujer maldiciéndolo por haber estropeado su plan. El hermano de Génesis lo atribuyó al botón que había pulsado, pero no se paró a pensar demasiado. Continuó corriendo sin descanso en busca de una salida para reunirse con su amada hermana, Génesis.
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