Huellas del pasado
Un nuevo día se inició con el despertar del sol. Génesis dormía en el suelo con su hermano aferrado a ella, protegido entre sus brazos. Ahora que lo tenía tan cerca sentía que nada importaba. Y se había dado cuenta de que no lo quería como se quiere a un hermano. Lo quería como a un hijo. Era extraño y difícil de explicar pero a pesar de que Gabriel no hubiera salido de sus entrañas, la científica lo quería tanto como si así hubiese sido. Le resultaba extraño sentir eso pero si algo le había enseñado la vida era a no desobedecer al corazón. Y su corazón decía que se sentía una madre con Gabriel, independientemente de si lo había traído ella al mundo o no. Ella lo había protegido siempre y le había dado su tiempo, como hacen las madres. Con aquellos pensamientos se levantó cuando todo a su alrededor era desolación, pues sólo había un desierto y ruinas, las ruinas del antiguo Hotel Birdy en el que se estuvo hospedando. Al parecer había sido saqueado. Ahora sólo era un escombro. Tenía que encontrar una solución a su situación y lo primero era encontrar un lugar en el que vivir, porque estaba claro que no podían quedarse en aquel amasijo de basura. Y entonces, mirando al cielo como solía hacer para recordar a su padre, Génesis encontró la repuesta que ansiaba: las Islas Galápagos.
Aquel paraje natural fue y es un lugar de reconocida relevancia para los biólogos como Didier, el amado padre de Génesis y Gabriel. Él era el mayor biólogo de Francia y uno de los mejores de Europa. Una gran mente de la biología hasta que se marchó al otro barrio. Tal era su pasión por las Galápagos que gastó todos sus ahorros en construirse un laboratorio en una de las islas. Y lo estuvo disfrutando junto a su querida niña hasta el último de sus días. La científica agarró a su hermano del brazo y se apresuró a caminar hacia su antiguo apartamento. Su hermano pudo comer medio dormido todavía mientras ella se propiciaba las curas necesarias. El dolor de su pierna disminuyó su intensidad pero la pelinegra sabía que aquella pierna jamás volvería a ser como antes. Algo más recuperada salió con su hermano a la calle. Caminaban entre las distintas manzanas de la ciudad mientras la astrónoma meditada algo en silencio.
- ¿Cuál es el plan? -preguntó de manera dulce el pequeño-.
- Verás, el plan es marcharnos a las Galápagos por una buena temporada. Pero necesitamos algo que sólo él tiene... -respondió Génesis con cierto aire misterioso-. Si no me equivoco William tenía una avioneta y eso nos llevará a nuestro destino.
Gabriel no dijo nada pero no estaba de acuerdo. Su hermana había tenido muchos problemas con aquel hombre y le parecía que estaba cometiendo una tontería al confiar en él. Pero como no tenía otra idea optó por callarse. Y así, Génesis llegó al parque que buscaba. Sabía que las conversaciones con William siempre eran espinosas y quería que su hermano estuviera distraído. Así que mientras Gabriel se balanceaba en los oxidados columpios del desierto parque, la científica se acercó a una cabina telefónica y llamó a William. Tuvo que intentarlo tres veces hasta que el chico respondió al otro lado del teléfono.
- ¿Sí? -dijo una voz ronca-.
- William, soy Génesis. Tengo que hablar contigo.
- No. No puede ser. La maravillosa Génesis llamándome a mí -se burló el hombre-. Qué honor.
- Déjate de chorradas. Necesito tu ayuda. Tienes que llevarme a las Galápagos.
- Claro, te llevaré en mi crucero...
- No. En tu avioneta. ¿La sigues teniendo?
- Claro. Pero...
- Will... -afinó su voz la científica para sonar más seductora-, te estaría tan agradecida si me ayudaras... Hazlo. Ayúdame.
William cedió con la mayoría de su sangre concentrada en un lugar ajeno a su cabeza. Tal era su deseo por la científica que había accedido en cuanto ella se mostró más sensual. Y por su parte Génesis se sintió mal como mujer al tener que comportarse de aquella manera tan básica. Sabía bien que William estaba mal de la cabeza y que atraerlo era algo que antes habría considerado una locura, pero aquello no era importante para la científica en aquellos momentos. El fin justificaba los medios que había tomado.
Génesis y Gabriel se pasaron días recopilando alimentos y víveres mientras esperaban a William cerca del puerto de la ciudad, durmiendo en la calle entre basura y ratas. Nuevamente el fin justificaba aquellos medios por los que la científica y su hermano dormían en la calle. Finalmente el hombre se presentó con su avioneta en el puerto. Evidentemente no tenía permiso para aterrizar allí pero él lo hizo. La pelinegra y su hermano se metieron en el vehículo aéreo. Ni siquiera se limitaron a mirar al chico que pilotaba el vehículo. Se agazaparon al final de la avioneta mientras el avión se elevaba hacia las nubes, rumbo a las Islas Galápagos. Se dirigían concretamente a la Isla Isabela, la isla en la que se encontraba el antiguo laboratorio de su padre. Pero se iban a encontrar con una sorpresa porque algo los esperaba allí. Algo que haría a Génesis replantearse todo lo que sentía por su padre y que le enseñaría que no estaba tan sola en el mundo.
El laboratorio no estaba abandonado como ella creía. Allí vivía un verdadero Tarzán. Un verdadero humano salvaje que compartía con la pelinegra y su hermano un origen y algo que ella desconocía. La muerte de su padre jamás fue un accidente o algo natural. El destino de la astrónoma y el de los Centauros estuvo sellado desde mucho antes del nacimiento de esta y Génesis lo comprobaría en breve.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro