La luz solar iluminó sus párpados. Un nuevo día se iniciaba para Génesis y su nueva familia. Ya estaba acostumbrada a amanecer sola, pues Azalea se llevaba a Gabriel de excursión cada mañana para mostrarle las maravillas de Isabela. Llevaba su cabello azabache recogido en un moño. Llegó al laboratorio donde había estado trabajando semana tras semana desde que llegó y decidió seguir haciendo lo que hasta entonces había estado haciendo. Ojear aquella carpeta que había encontrado en el laboratorio y que perteneció a los objetos secretos de Didier.

La mayoría de papeles que la astrónoma había visto no eran más que actas de reunión de la antigua alianza de los Centauros. Pero finalmente encontró algo que serviría mucho para derrotar al falso astro, como Génesis se había habituado a referirse a V-5Alfa. La ficha técnica de Armageddon, como los bioterroristas denominaban a la bomba de fosgeno, estaba en sus manos. Aquella mañana descubrió algo que nunca hubiera imaginado. Y es que V-5Alfa se constituía de tres partes: la cúpula, la base y el núcleo.
La cúpula era la parte más externa y fina de todo el artilugio. No era más que una fina capa de iridio que servía para unificar todo el conjunto y dotarlo de una mejor defensa. La más grande de las partes era la base, que constituía más del 90% de la masa total del falso astro. Estaba completamente llena de fosgeno. El núcleo era muy pequeño y dejó a Génesis perpleja, pues a pesar de ser tan pequeño parecía ser el corazón de V-5Alfa y almacenaba algo llamado Sustancia X. Era la primera vez que la científica leía algo relacionado con esa sustancia. Desafortunadamente la ficha acababa ahí.

Ahora sí que había dejado de entender. Estaba en un punto muerto. Toda aquella información la había saturado, así que bajó a comer, intentando no calentarse la cabeza. Si se agobiaba no podría resolver nada. Se sentó en el porche a devorar un aguacate de dimensiones sorprendentes, mirando hacia arriba. V-5Alfa seguía allí, cerca del Sol. ¿Por qué? Había recorrido varios años luz para llegar hasta la Tierra, así que ahora que tenía al Sol delante era raro que se detuviera. ¿Por qué no se estrellaba contra el Sol si su objetivo era provocar el Apocalipsis? Génesis estaba segura de que algo se le escapaba. Unos gritos y unas risas provenientes de la espesura vegetal llamaron su atención. Azalea y Gabriel llegaban riendo. La pelinegra no pudo evitar sonreír, pues veía que Gabriel era feliz allí. Si él era feliz, para la astrónoma no había problemas. La sonrisa de aquel niño la convencía de poder realizar cualquier propósito que se autoimpusiera. Observó que las manos del niño protegían algo con plumas. Era un joven albatros que al parecer tenía un ala rota.

- Azalea me ha dicho que podemos cuidar de él... ¿Podemos? -preguntó Gabriel para convencer a su hermana de que el animal debía quedarse-.

- Buenos días a ti también -respondió la científica levantándose para besar al niño-. Dejaré que seas tú quién decida eso. Si crees que ese animalito estará bien contigo, puedes quedártelo.

- Le llamaremos Didier.

- Gabriel, será mejor que le cambies el nombre -dijo Génesis seria y buscando con rapidez un motivo para no llamar al albatros con el nombre de su padre-. Es una hembra.

- Oh. En ese caso le pondré Mar.

- Nos parece un nombre muy adecuado -suspiraron las chicas riendo-.

Los tres entraron sonrientes a la casa. Con el niño entretenido con su nueva amiga aviar, Génesis y Azalea no podían dejar de reírse. Era tan divertido ver a Gabriel intentando comunicarse con el ave marina que sus carcajadas resonaban por toda la casa. Prepararon la comida mientras Gabriel paraba la mesa. Azalea decidió preguntar a la pelinegra por su investigación y la científica respondió con sencillez, incapaz de imaginar que iba a recibir una respuesta que había estado buscando.

- Yo tampoco había escuchado nada sobre la Sustancia X... -explicó Azalea después de escuchar con interés a Génesis-. Didier no solía hablar conmigo sobre sus proyectos.

- Lo imaginaba. Al menos sé que una capa de iridio protege el falso astro.

- ¿Qué es el iridio? -volvió a preguntar Azalea avergonzada-. Soy bastante torpe, Genesita.

- No te preocupes. El iridio es un metal espacial. Es muy extraño encontrarlo en la Tierra porque se forma en el cinturón de asteroides que hay en el Sistema Solar. Sólo llega a la Tierra si uno de esos asteroides se estrella aquí.

- ¿Y cómo fueron capaces de construir toda una cúpula con ese material? Tal vez lo hicieron para evitar que el fosgeno se expandiera.

- No lo creo. Hay otros materiales que podrían cumplir esa función y son más comunes que el iridio. Ese metal es importante por su fuerza y su escasez.

- Pues tal vez lo importante no sea el fosgeno.

- ¿Cómo?

- Yo no soy científica y tal vez lo que voy a decir sea una tontería. Pero tal vez lo verdaderamente importante de esa cosa sea el núcleo que antes mencionaste y tanto el iridio como el fosgeno cumplan una función protectora -expuso Azalea. Génesis no parecía comprenderla-. Por ejemplo, algunas aves construyen sus nidos en los manglares por su riqueza alimenticia, ignorando los graves peligros que conlleva vivir en esos lugares.

- ¿Estas intentando decir que el quid de la cuestión es el núcleo? Si estás en lo cierto, V-5Alfa dejaría de ser una simple bomba de gas letal...

Gabriel interrumpió la fructífera conversación. Azalea se llevó la comida a la mesa, dejando a Génesis meditar en silencio. Lo que Azalea había supuesto no era ninguna tontería, ya que explicaría que la bomba de fosgeno no hubiera acabado ya con el mundo que conocían.
En efecto, muchas eran las cosas que Génesis no entendía de V-5Alfa. El modo en que había llegado al espacio, cuál era su verdadero origen y destino, qué era realmente... Muchas cosas carecían de sentido y respuesta, pero aquel día, la astrónoma volvió a dar vueltas a una antigua teoría suya.