Cuenta atrás
Génesis volvió a abrir los ojos. Sin embargo deseó volver a cerrarlos para siempre al recordar lo caótica e irreal que se había vuelto su vida. Primero la obsesión por una estrella oscura había trastocado su mente. Después su mejor amiga moría junto a su hijo no nacido y su hermano era secuestrado. Tras haberlo encontrado, finalmente debía hacer frente a un grupo bioterrorista llamado los Centauros para poder asegurar su supervivencia. Y ahora, luchando contra ellos, había acabado prisionera de la extraña hermana de Aaron. ¿Podía salir mal algo más? Sí. La pelinegra no reconocía nada a su alrededor. Se encontraba en una pequeña celda con una cama y un inodoro. Las paredes eran totalmente de cemento y el suelo era del mismo material. Todo estaba muy oscuro pero podía reconocer unas escaleras que ascendían a algún lugar. Aquello era como una especie de mazmorra. Y no había duda de que era Nieve quien la había encerrado allí. Su mente no era como las demás. Sufría algún tipo de trastorno. Tirada en el suelo, incapaz de moverse, Génesis vio como entraba en la mazmorra la mujer que la había atrapado. Nieve la observaba con una sonrisa familiar en el rostro. Definitivamente conocía a aquella chica de mucho antes.
- Debí dejarte morir en aquel lugar en el que te encontré... -habló con crueldad la pelirroja-.
- Nieve, escúchame... -dijo Génesis con mucho esfuerzo. Su débil estado de salud apenas la dejaba hablar con claridad-. Me debes una explicación.
- Yo no me llamo Nieve, idiota -aclaró ella arrancándose el cabello pelirrojo y dejando clara su identidad-. Yo soy Altaír.
- ¡Lo sabía! -exclamó la científica-. Tú no eres su hermana, sino su novia. Por eso me has sonado siempre tanto... ¿Por qué me haces esto?
- Siempre me caíste mal. Desde que Aaron nos presentó supe que nos traerías problemas. Pero siempre teníamos que hacer lo que él quisiese.
- ¿Sabías todo lo de V-5Alfa y la destrucción del mundo?
- Fue idea mía. Mi hijo no puede nacer en este mundo. Nacerá en un mundo creado por sus padres... Bueno, por su madre.
- ¿Qué quieres decir?
- Quiero decir que mi querido novio cree que sobrevivirá al fosgeno con su nave... Y no sabe que dicha nave se estrellará contra el suelo.
- ¿Asesinarás al padre de tu hijo?
- Nunca lo quise realmente. Me aproveché de su cerebro -explicó Altaír de manera fría mientras se paseaba detrás de los barrotes-. Siempre se ha considerado un Centauro, pero es igual que el resto de personas inmundas. Aunque eso ya da igual.
- Altaír, sabes que Aaron...
- Cállate o te morirás antes de disfrutar del espectáculo. Tenemos asientos en la mejor película de todas... El fin del mundo.
Altaír comenzó a reírse de una manera horripilante con la risa más macabra que la astrónoma hubiese escuchado jamás. Se lamentó por estar cautiva. Tenía unas ganas horribles de golpear a Altaír, quien había mostrado una personalidad tan inocente para acabar siendo un monstruo del infierno. Pero la pelinegra tenía una sed horrible que la consumía por dentro. Se humilló pidiendo agua a Altaír, rogándole por su vida. Y la novia de Aaron sólo supo reírse de ella. Se marchó ignorando a la astrónoma y Génesis volvió a quedarse sola.
La oscuridad de la prisión consumía a la chica que sentía que su vida se apagaba como una rosa ante el paso del invierno. ¿Cómo podía obtener una solución a su cautividad? Lo veía todo negro y era incapaz de sobreponerse.
Altaír contempló la inmensidad natural que la rodeaba ajena a lo que sucedía con la prisionera. Se acariciaba lentamente el vientre pensando en el futuro de su hijo. Tal era el temor que tenía que estaba dispuesta a asesinar a Aaron. No quería que su bebé naciera en un mundo con guerras, con maldad, con la corrupción humana... No. Una nueva tierra iba a nacer y allí su hijo sería totalmente feliz. Con aquellos pensamientos cogió una bandeja con comida y agua y bajó al sótano. Génesis estaba moribunda en el suelo.
- Toma -dijo arrojando la bandeja frente a su cara, haciendo que la comida se esparciera por el suelo-. Para que luego digas que te trato mal...
- Altaír... No... Mátame ya. Pero no a él.
- ¿De qué hablas? Te estás volviendo loca, enferma.
- Me da igual lo que hagas conmigo -dijo Génesis levantando con mucho esfuerzo la cabeza para mirar a los ojos de su opresora-, pero no mates a Gabriel.
- ¿Qué tiene que ver el mocoso conmigo? A mi tu hermano me da igual, imbécil.
- No lo entiendes. Si haces que la nave de Aaron se estrelle, todos los que vayan con él se estrellarán también.
- ¿Quien va con Aaron? ¿¡De qué hablas!?
- Él salvará a los que él considera Centauros... Mi hermano está allí.
- ¿Estás diciendo que Aaron ha cambiado de planes? Nadie puede sobrevivir. Se va a enterar ese imbécil...
Altaír salió enfurecida por la puerta. Génesis se lamentaba. Era inútil y no podría salvar a su hermano. ¿O tal vez sí? Entre las bazofias cocinadas que había por el suelo la astrónoma observó un tenedor. Un tenedor de metal. Con fuerzas de las que no disponía se levantó y forcejeó con la cerradura hasta que su puerta se abrió. La pelinegra estaba libre de nuevo. Sin embargo no podía correr. Cojeaba y tenía un dolor muy fuerte en la cabeza. Pero aquello no le impidió salir de la sucia mazmorra. Al verse de nuevo en la cabaña sintió más coraje que nunca. Salió a la terraza. Ya era de noche y en el cielo brillaban dos cuerpos celestes. Un satélite natural y una bomba de fosgeno. Aún tenía algo de tiempo al fin y al cabo. Observó a Altaír subirse a una camioneta. La científica rompió la cristalera de la terraza y se tiró por la barandilla. Mientras se arrastraba hacia el vehículo, Altaír caminó hacia la terraza alertada por el ruido que había escuchado. Cuando adivinó lo que pasaba era tarde. Génesis pisó el acelerador y desapareció con el coche que avanzaba desafiante mientras Altaír se consumía.
La camioneta era rápida. La astrónoma había recorrido una gran parte de su trayecto cuando un coche la embistió por detrás. No hacía falta verle la cara para saber que era Altaír. El coche volvió a golpear el maletero de la camioneta y Génesis tuvo miedo de que la sacara de la carretera. Varias embestidas tuvo que soportar la hermana de Gabriel hasta que con una peligrosa maniobra hizo que su perseguidora se saliera de la carretera y cayera por un barranco. Supo que Altaír no volvería a molestar cuando una columna de fuego voló hacia la atmósfera como el resultado de la explosión del vehículo. La científica siguió avanzando siendo consciente de que era la primera persona a la que asesinaba aunque no era la última. Mientras circulaba a toda velocidad oraba por tener el tiempo suficiente para encontrar a Aaron y poder salvar a su hermano. Ahora tenía claro que le daba igual morir o quedar paralítica. Todo valía para que su hermano estuviera bien. Sin embargo un nuevo miedo floreció en su interior. ¿Y si tras haber matado a Altaír había destruido la única forma de llegar a Aaron? Tenía que pensar que no, pues si sus pensamientos fuesen acertados su hermano estaría perdido.
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