Capítulo 9.
Feliz año nuevo <3 Aquí os dejo un capítulo para celebrar que llega el 2017 de la forma más dramionera posible ;)
9.
«Cuéntame algo más sobre esa escuela de magia a la que ibas. ¿Qué es eso de que os dividíais en distintas casas y que cada una significaba algo distinto? Quiero saberlo todo, es tan apasionante...»
-De Leah para Sirius, 4 de junio de 1979.
Harry y Ron estaban muy animados con el inicio de la nueva temporada de quidditch y ese buen humor se había extendido por todo el grupo. El tiempo fuera del colegio era bastante triste, pero aun así, Harry seguía sosteniendo que era el día perfecto para tener un entrenamiento. A la hora de la comida, sentados en la mesa de Gryffindor del gran comedor los tres reían y bromeaban mientras disfrutaban de ese sábado y de la tranquilidad de haber terminado todos los trabajos de la semana.
—¿Contra quién será el primer partido de la temporada? —preguntó Hermione, interesada.
—Hufflepuff —respondió Ron, llevándose a los labios un vaso de zumo de calabaza—. Y me temo que será complicado, el equipo tiene un nuevo buscador, un chico de tercero al que aún nadie ha visto jugar.
—Será fácil —dijo Harry, optimista—, seguro que ni siquiera ve la snitch durante todo el partido. ¡La primera vez siempre es la peor!
Ginny, a su lado, sonrió de lado.
—No te confíes demasiado, Potter. A lo mejor el chico nos sorprende —bromeó.
A su espalda, una nueva voz interrumpió el momento. Draco Malfoy parecía llevar ahí varios segundos y había escuchado su conversación sobre quidditch.
—Eso, Potter, no te confíes demasiado. Veo que hasta tu novia tiene que bajarte de la nube de vez en cuando para que vuelvas a la realidad.
—Venga ya, piérdete Malfoy. —Harry no quería discutir con el Slytherin pues sabía de sobra que si tenían algún tipo de problema con él, estarían en un gran lío con McGonagall. Eso era algo que ella había dejado muy claro menos de dos semanas antes.
Hermione alzó la cabeza y observó a Malfoy, pero no dijo nada. Aún seguía confusa por lo sucedido hacía unos días cuando él le había aconsejado el modo de curar su herida en la mano —que en ese momento ya había sanado por completo— y también había leído la carta de Leah para Sirius, algo que ella consideraba muy privado.
Tan sólo lo observó de arriba abajo, percatándose de cuánto había cambiado Draco en los últimos años y sorprendiéndose a sí misma por no haberlo notado hasta ese momento. El chico era alto y esbelto, como siempre había sido, con el rostro anguloso y una palidez muy remarcada, contrastando con unas ojeras que, Hermione estaba segura, no llevaban allí desde siempre. Malfoy parecía haber madurado mucho físicamente, su gesto sobrio y serio no parecía muy propio de un joven de diecisiete años. Había crecido a base de preocupaciones, pues por una parte tenía cara de enfermo, de disgustado, pero a la vez, eso le añadía un punto aún más oscuro que no resultaba en absoluto desagradable, físicamente hablando.
Una carcajada cruel surgió de los labios de Malfoy.
—Desde luego, Potter —dijo, silabeando marcadamente—, sólo espero que consigáis algunos puntos en el partido contra Hufflepuf o... lo pasaréis muy mal cuando os toque enfrentaros a nosotros. Jugaremos en febrero.
—Podéis comenzar a rezar, entonces —participó Ron.
Draco desvió la mirada hacia el pelirrojo, como si por primera vez se estuviera fijando en su presencia en ese momento. Un instante después, sus ojos se desviaron hacia Hermione, que se puso tensa en su silla, pero no apartó la vista en ningún momento.
Al final, Malfoy decidió retirarse. No era su intención pasarse el día provocando al trío dorado... no aún.
—No lloréis demasiado —advirtió.
Con una última mirada centrada especialmente en Hermione, Draco se dio la vuelta y se dirigió a la mesa de su casa, donde sus amigos lo esperaban sentados. Todos lo habían estado mirando desde la distancia, pero ninguno había querido acercarse, pues estaban observando.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Pansy Parkinson en cuanto Draco tomó asiento entre ella y Blaise Zabini. Al otro lado de la mesa se encontraba Astoria, que lo saludó con una sonrisa a la que él no respondió muy efusivamente.
—Nada —contestó—, quidditch.
—Pronto nos veremos las caras con Ravenclaw —anunció Zabini—, los vamos a machacar.
A su lado, Crabbe y Goyle soltaron una carcajada al escuchar la palabra «machacar», pero ellos lo ignoraron totalmente.
—Estoy harto de las clases —comentó Draco al tiempo que comenzaba a servirse puré de patata en su plato—. Cada día me parecen más inútiles y aburridas.
—¿Y entonces por qué has vuelto este año al colegio? —preguntó Blaise Zabini al otro lado de la mesa.
Draco bufó, recordando con un escalofrío cómo su tía Bellatrix le había forzado a ir regresar a Hogwarts. El rubio se sentía más desorientado de lo que había sentido en años, sin ninguna noticia de sus padres, sin nada ni nadie que le dijera qué hacer o cómo aguantar. La vida era rutinaria y tediosa últimamente y no había una luz para guiarlo.
—¿Qué otra cosa voy a hacer, Blaise? —le preguntó a su amigo—. Todo es una locura ahí afuera, nuestros conocidos están cayendo con sus huesos en Azkaban últimamente. No hay muchas más opciones.
Blaise frunció el ceño y durante unos segundos cruzó una significativa mirada con Pansy Parkinson, que permanecía en silencio y parecía incómoda al tratar de nuevo el tema de la Guerra Mágica que se estaba desarrollando en esos momentos. Los ojos verdes de Pansy se quedaron fijos en los oscuros de Zabini durante varios segundos, pero nadie más se percató de que eso estaba sucediendo. Draco bufó, deshaciendo el incómodo momento de repente.
—Menos mal que tendremos la tarde libre y podemos dedicarnos a entrenar. Os juro que necesito despejar mi mente aunque sólo sea durante media hora.
A su lado, el callado Theodore Nott habló por primera vez.
—Si algo te come la cabeza de verdad y no te deja tranquilo ni un segundo, te aseguro que el quidditch no lo arreglará.
Draco agradecía la sinceridad de su amigo, pero en algunas ocasiones ésta no le ayudaba en absoluto, más bien al contrario. Apretó los labios, sabiendo que Nott no pretendía molestarlo con sus palabras, sino que tan sólo había sido una observación.
—Volar me relaja —contestó y después trató de bromear—, y también lo hace contemplar cómo os pegáis ahí abajo mientras yo sólo tengo que agarrar la snitch.
El comentario pareció apaciguar los ánimos y por lo menos alejó la conversación de Voldemort y la cantidad de mortífagos que estaban siendo capturados casi diariamente en Reino Unido. Pensar en otra cosa les ayudaba al menos a olvidar durante unos minutos que estaban en guerra y que, para bien o para mal, ellos estaban en un bando hacia el que sentían más miedo que lealtad.
***
Ser el capitán del equipo de quidditch le daba muchas más responsabilidades a Harry, pero incluso más que eso, aumentaba su competitividad. Más aún después de enterarse de que ese año también Malfoy había escalado en el equipo de Slytherin hasta convertirse también en el nuevo capitán.
Gryffindor tenía un buen equipo y, desde luego, contaba con Ron como guardián y con Ginny y Dean Thomas como cazadores... pero aun así, eso no hacía que Harry no extrañara de vez en cuando la época en la que en el equipo habían jugado Fred y George, Oliver Wood o Angelina Johnson. Definitivamente, esos habían sido muy buenos años para el quidditch en Gryffindor.
Después de hacer las pruebas necesarias para confeccionar el equipo, algunas nuevas incorporaciones se habían unido ya y los entrenamientos comenzaban poco a poco.
Por la tarde, todo el equipo de Gryffindor quedó a las seis en el campo de entrenamiento de quidditch para hacer una hora de reconocimiento de los jugadores. Mientras se dirigían al campo, Harry y Ron parecían no caber en sí mismos de la emoción mientras caminaban por los enormes jardines de Hogwarts. Hermione se sentía contagiada por esa emoción, pese a que ella no jugaba al fútbol y no le encontraba mayor encanto a subirse en una escoba.
—Lo que está claro es que necesitamos ganar a Slytherin como sea —comentó Ron—. Aunque tengamos que entrenar día y noche, pero este año es verdaderamente importante.
Harry asintió con énfasis, muy de acuerdo con lo que su amigo pelirrojo decía. Hermione compuso una sonrisa.
—No creo que podáis entrenar día y noche en pleno febrero. ¡Para esos momentos tendremos tantas tareas de Defensa contra las Artes Oscuras que ni recordaréis lo que es una bludger...!
Ron le lanzó una mirada divertida.
—¿Insinúas que aprobar los trabajos de Snape es más importante que los entrenamientos de quidditch? —preguntó.
Durante un instante, Hermione enarcó una ceja y lo observó, escéptica. Fue un instante después cuando comprendió que su amigo bromeaba. No podían culparla, a juzgar por lo abstraídos que sus amigos se encontraban últimamente, centrados en Voldemort y en la Orden del Fénix, a ella comenzaba a parecerle muy posible que ellos olvidaran sus estudios para darle caza al mago tenebroso en cuanto tuvieran ocasión.
Ya casi habían llegado al campo de entrenamiento para ese momento y a Hermione no se le escapó que también algunos alumnos de Slytherin se acercaban allí con sus escobas en la mano. La joven frunció el ceño.
—Mirad quién más quiere comenzar los entrenamientos cuanto antes...
Cuando Harry y Ron vieron a Malfoy, las expresiones de ambos se volvieron sombrías de pronto. Fue Hermione quien se vio obligada a recordarles la realidad.
—Tranquilizaos —aconsejó—, no olvidéis lo que nos dijo McGonagall. Si tenemos problemas con Malfoy nos echarán del colegio antes de lo que se tarda en decir grajeas.
Harry asintió con la cabeza, pero aun así apretó su mandíbula cuando Malfoy llegó hasta ellos, escoltado por Zabini, Crabbe y Goyle. Fue él quien se adelantó y observó durante unos segundos las escobas de los dos Gryffindor. Si se percató de que Hermione estaba allí, no hizo ningún movimiento que lo delatara.
—¿Dónde creéis que vais con las escobas? —preguntó agresivamente y siguió hablando sin siquiera esperar una contestación—. Nosotros tenemos permiso de Snape para utilizar el campo de entrenamiento hoy, desde las seis hasta las ocho.
Ni Harry ni Ron sabían que estaría ocupado y que debían pedir permiso, pero no quisieron parecer derrotados por nada del mundo. Harry alzó la cabeza con orgullo.
—Nosotros hemos llegado antes, nuestro equipo lleva allí varios minutos ya y los jugadores nos están esperando.
—Me importa una mierda, Potter —contestó Malfoy, molesto—. Era una pregunta retórica, sólo espero que no pienses que vais a jugar. Tú y los tuyos podéis iros a entrenar a la Torre de Astronomía... ¿sigue siendo Longbottom tan patoso como para caerse de un lugar tan alto y hacerse papilla de Gryffindor?
Hermione sintió un escalofrío cuando los miembros del equipo de Slytherin se rieron de las palabras de su capitán. Draco sabía perfectamente que Neville no jugaba en el equipo, pero no desaprovechaba una oportunidad para insultar a quien le fuera posible.
—Di lo que quieras, Malfoy, pero el campo hoy está ocupado. Venid de madrugada, os vendrá bien levantaros pronto y quitaros esa cara de aburrimiento. —Fue Ron quien habló esa vez.
A su lado, Hermione permanecía en silencio, tan sólo observando la escena. Cada nuevo segundo se temía que todo eso acabaría peor.
—Sólo me aburro tan mortalmente cuando miro a vuestra amiguita Granger. El resto del tiempo no sufro por eso.
—Eh, Malfoy. A ella déjala en paz —la defendió Harry.
—¿O qué, Potter? ¿Vas a hacerme algo por meterme con la sangresucia? Recuerda que será a vuestra casa a la que McGonagall retirará puntos y seréis vosotros quienes sufriréis las consecuencias.
Todo el mundo se encontraba callado a su alrededor y la discusión no pintaba nada bien en esos momentos.
Los dos Gryffindor habían sentido la necesidad de abalanzarse sobre el rubio al escuchar el insulto por el que Malfoy se había dirigido a Hermione, pero ella misma consiguió calmarlos un poco sin siquiera apartar la mirada del joven que se encontraba a un par de metros de ella. Draco la miraba con los ojos grises entornados, como desafiándola a entrar en su juego. Ella prefería dejarlo estar, no quería salir perdiendo con un tramposo como Malfoy.
—Dejadlo, chicos. Sólo quiere provocarnos, ya lo sabéis.
—Oh, no, no intento provocaros. Tan sólo he dicho la verdad. Si quisiera provocaros mencionaría a tu madre, Potter.
Harry se puso rígido de pronto y su mano se dirigió directamente hacia su varita. Al ver esto, Draco casi sonrió. Quería que saltara, quería que lo atacaran, conseguir enfadarlos de verdad. En esos momentos lo único que lo haría sentir un poco vivo, un poco más real, sería poder desahogarse del todo contra esos simpatizantes de muggles. Rechinó los dientes cuando la sangresucia intervino y posó una mano sobre el hombro de Harry con gran cercanía. Lo miró a los ojos.
—Sólo quiere provocar —le susurró a apenas unos centímetros del mago con gafas—. Lo sabes, Harry.
Esa intimidad sorprendió a Draco y que ella lo hubiera calmado con esas palabras suaves y lentas lo llenó aún más de rabia. Él quería que explotaran, que Harry lo atacara y él pudiera responder como se merecía. Decidió sacar la artillería pesada al volver a hablar.
—¿Y tú, Granger? ¿Ahora eres la nueva señora Potter? —forzó una carcajada ronca—. Qué poco te ha durado la tristeza por el Weasley muerto, ¡ya lo has sustituido!
Esta vez, sin ninguna duda, Hermione lo miró a él. Los ojos castaños se entornaron y su expresión fue dura y fría. Draco supo que se acercaba a gran velocidad a una raya que tenía toda la intención de cruzar.
—Cállate, Malfoy... —espetó Ron entre dientes.
Hermione se acercó un par de pasos hacia él y alzó la barbilla con orgullo. Un gesto que a Draco no dejaba de sorprenderle encontrar en una impura.
—No vuelvas a...
—¿A qué? ¿A hablar del gemelo enterrado? —Su voz se volvió un susurro malévolo que parecía encarnar todas las pesadillas de Hermione—. ¿Ya no te gusta acordarte de que el año pasado te pasabas cada segundo del día restregándote contra él por los pasillos? Era un espectáculo repugnante, si quieres mi opinión...
—Malfoy... —susurró ella y, sorprendentemente, su mano se posó sobre su varita, aunque sin llegar a sacarla aún.
Él sonrió con cinismo.
—Piénsalo así, está mejor muerto. Así no ve cómo ahora te enrollas con Potter... o quizás también lo hacías ya cuando él estaba vivo.
La nueva carcajada de Malfoy quedó ahogada cuando Hermione alzó la varita, apuntándola directamente hacia su cabeza. No soportaba que alguien tan ruin y miserable como Malfoy se atreviera a hablar de Fred como si lo conociera, como si supiera algo de él. No, no podía aguantarlo.
En ese momento fueron Harry y Ron los nuevos preocupados por el arrebato de su amiga.
—Hermione, no sabe de qué está hablando. Quiere molestarte —dijo Harry a su espalda.
Ron permanecía en silencio, estaba cerca de imitar a su amiga y soltarle un buen conjuro a Malfoy para que aprendiera a mantener el pico cerrado.
La chica permaneció impasible, sin escuchar lo que decían sus amigos. El odio la cegaba en ese momento. Ella no saltaba con facilidad, normalmente siempre tenía los pies en el suelo y la cabeza sobre los hombros... pero Malfoy estaba consiguiendo que se olvidara de que ella era una bruja buena y estaba más que cerca de realizar un conjuro contra el Slytherin.
—¿Qué me vas a hacer, sangresucia? ¿Me vas a lanzar un hechizo? —escupió él con desprecio al tiempo que sus ojos la seguían a cada nuevo movimiento, casi podrían haber hablado sin necesidad de producir ningún sonido—. Así que no te gusta que te hable de tu novio muerto... Pobre Weasley, tan muerto como Sirius Black y la muggle de la que estaba enamorado. Eso les pasa por no saber elegir en qué bando deberían...
En ese momento, Draco nisiquiera fue capaz de terminar su cruel discurso, pues antes de que pudieravolver a articular un nuevo sonido, un hechizo salió de la varita de Hermione ydurante un instante una luz brillante los cegó a todos
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