Capítulo 8.
¡Feliz Navidad!
8.
«¿Podrías venir esta noche? Tengo algo para darte. Te esperaré a las diez en la esquina. No tardes mucho, ¡hace frío!»
-De Leah para Sirius, 22 de mayo de 1979.
Hermione abrió la puerta de la enfermería con cierta timidez. Se encontraba mucho más relajada desde que había recuperado la carta de Leah y de pronto comenzaba a preocuparse por el corte de su mano. Le había restado importancia desde que se lo había hecho: al principio porque se encontraba desilusionada tras lo ocurrido en la clase de pociones y después por la adrenalina al descubrir que había perdido la carta y, más aún, que era Draco Malfoy quien la había tenido durante unas horas.
Una parte de su mente le dijo que quizás estaba comenzando a estar demasiado metida en el mundo de Leah y Sirius, pero otra, mucho menos sabia que la anterior, la tranquilizó y le dijo que era normal que se interesara por la historia del padrino de Harry. De hecho, debía hacerlo. Quizás fuera la única que supiera que el animago había amado a una muggle.
La señora Pomfrey parecía no estar por ninguna parte en la enfermería, Hermione casi se arrepintió de estar allí y decidió irse antes de que alguien la viera, pero la voz de la mujer, al otro lado de la habitación, la sorprendió. Dándose cuenta de que ya no había vuelta atrás, entró en la enfermería cerrando la puerta tras ella. Tenía claro que no le daría ningún detalle a la señora Pomfrey, tan sólo le dijo que se había cortado en clase de pociones. No quería admitir de ningún modo cómo ni por qué había sucedido, y el rostro pálido de Draco Malfoy pasó por su mente desagradablemente.
Para su alivio, la enfermera no le hizo ninguna pregunta más después de que Hermione le contara que se había cortado con un cristal y durante unos minutos, la mujer tan sólo se dedicó a andar de un lado para otro por la enfermería para encontrar cómo curarla. Al parecer, estaba tan acostumbrada a curar lesiones graves y extrañas, causadas mágicamente, que en esos momentos no encontraba el remedio para un corte normal y corriente. Finalmente, apareció frente a Hermione de nuevo con un botecito rojo de cristal. La Gryffindor lo miró, interesada.
—Es algo muy suave, te lo curará enseguida —la tranquilizó, volcando el botecito sobre la herida de su mano y utilizando un paño para evitar derramar el producto—. Lo puedes hacer tu misma, de hecho. Sólo se trata de mezclar polvo de mandrágora para detener el sangrado y un poco de jugo de calabaza para sanar la herida.
Hermione se quedó parada, estática.
—¿Cómo?
—Sí, parece increíblemente fácil, ¿verdad? —comentó la enfermera.
—¿El jugo de calabaza no empeoraría la herida?
—No, no lo hace si lo mezclamos correctamente con la mandrágora. Es una medicina tradicional para este tipo de heridas, puede sonar incluso increíble.
Hermione sintió que su boca se había quedado abierta. Malfoy tenía razón, ¡había querido ayudarla! Aunque ni siquiera sabía por qué.
—Sí, sí... tiene razón —musitó, mientras la mujer seguía curando la herida.
Prefería no seguir pensando en por qué el Slytherin había tenido ese gesto de amabilidad hacia ella. Quizás simplemente se sentía culpable, pues realmente él era la causa por la que ella se había cortado... pero lo dudaba. Malfoy no era el tipo de chico que tenía remordimientos o sentía culpabilidad, más bien era todo lo contrario, era oscuro, era macabro. Una buena acción no iba a tapar cientas de actitudes malvadas, no. Seguiría siendo el mismo: Draco Malfoy.
***
Harry tomó los labios de Ginny entre los suyos una vez más, casi con violencia y un gemido escapó de los labios de la joven pelirroja, que acercó su cuerpo desnudo un poco más al del chico. Harry sonrió y acarició la suave cintura de Ginny al tiempo que ella giraba su cuerpo, quedando boca arriba en la cama. Después de hacer el amor, siempre se quedaban así, callados y juntos durante varios minutos. Era una especie de tradición, Harry y Ginny se amaban despacio, con toda la calma del mundo, no podían hacerlo con prisas, no eran capaces.
Harry posó su mano sobre el estómago de la joven y la miró amorosamente. Ginny sonrió con suavidad al verlo.
—¿Estás bien? —preguntó en un susurro.
—Mejor que nunca —respondió él.
La chica se estiró un instante y posó un pequeño beso en la mejilla del chico. Después volvió a tenderse sobre ese colchón una vez más. Lo bueno de ser alumno de séptimo curso en Hogwarts era que Harry ya conocía de sobra todas las salas y habitaciones vacías del castillo, esa era una y no era la primera vez que Ginny y él la usaban. Tenía un colchón, una mesa y dos sillas. Parecía una sala hecha para jóvenes amantes... o quizás era un simple refugio para alguien que necesitara escapar de la realidad.
—Hablo en serio. ¿Te sucede algo?
A Harry le sorprendió esa insistencia por parte de Ginny, pues ya le había dicho que todo iba bien apenas unos segundos antes.
—¿A qué te refieres? —preguntó, extrañado—. ¿Qué debería sucederme?
La pelirroja suspiró y después lo miró a los ojos, apartando un rebelde mechón de cabello de la frente de Harry, aunque éste volvió a su sitio original inmediatamente.
—Harry... últimamente os he notado raros. A Ron, Hermione y a ti. —Ginny se incorporó para poder hablar desde un ángulo más fácil—. Hermione... ella sólo parece estar algo abducida por esas cartas de Sirius y la chica muggle. La veo distante, como si no estuviera viviendo la realidad... y vosotros, te juro que no sé qué os pasa a mi hermano y a ti. Estáis eufóricos, parecéis estar esperando algo.
Harry enarcó una ceja.
—¿Algo? ¿Cómo qué?
—Vamos, Harry, no soy tonta. Estáis esperando a que Vol... a que él haga algo. Estáis esperando a que vuelva a aparecer para escaparos del colegio e ir detrás de él. Lo veo en vuestros ojos todos los días.
Harry no fue capaz de negarlo, pues era verdad. Quería acabar con Voldemort, necesitaba que esa estúpida guerra terminara cuanto antes, era cuestión de vida o muerte. No quería ignorar ese hecho.
—Ginny, sabes que se trata de algo importante. ¿Verdad?
—Por supuesto que lo sé. ¿Crees que no vivo en el mundo real?
—Entonces tienes que entenderlo. Voldemort me quiere a mí. Quiere matarme, me considera su enemigo, alguien valioso. Yo soy quien debe vencerlo, nadie lo va a hacer por mí.
—Esa no es excusa para querer lanzarte locamente hacia él para tomar la justicia por tu mano, Harry. Y mucho menos para querer llevarte a mi hermano por el medio también...
Las facciones de Harry se endurecieron al escuchar esto. Sus cejas se fruncieron y se alejó unos centímetros del cuerpo de la pelirroja.
—Yo no estoy obligando a Ron a hacer nada.
—Claro que no, ya lo sé. Pero Ron no puede pensar con claridad, Harry. Desde hace un año, desde la muerte de... mi hermano Fred, Ron no se controla. Está furioso, tiene tanta rabia en su interior que no es capaz de manejarse a sí mismo. Si le pides que muera por acabar con un mortífago lo hará sin dudar, ¿eres consciente?
Harry suspiró, sintiendo de repente un vacío en el estómago que se hacía más y más grande a cada momento. Ginny decía la verdad, pero a la vez ella no era capaz de percibir hasta qué punto era importante que la guerra acabara y Voldemort quedara derrotado.
—Ginny, yo jamás le pediría a tu hermano que...
—Sé que no lo harías, Harry. ¡Ese no es el tema! Pero él haría todo por conseguir venganza, como tú, y me parece que esa no es la mejor forma de lograr acabar con Voldemort. Sólo vais a conseguir arriesgaros tontamente y... los dos sois muy importantes para mí. Os quiero a los dos más de lo que puedo explicar con palabras, no quiero que algo os suceda y...
Ginny estaba poniéndose demasiado nerviosa al hablar y Harry decidió que ya era suficiente. Ella estaba sufriendo, era obvio, y todo por su culpa. Se acercó de nuevo a ella y la abrazó estrechamente contra su cuerpo. Ginny se calló y comenzó a sollozar con suavidad.
—Shh... —la calmó él—, ya está, no te preocupes. Te prometo que no va a ser siempre así, todo se va a arreglar.
—Quiero que se arregle, pero no a costa de vuestras vidas.
—No lo será, te lo juro.
Ginny comenzó a tranquilizarse, sus músculos se relajaron poco a poco y deseó que esa promesa fuera verdadera, que su novio y su hermano dejaran de ser tan temerarios, esperando día tras día para tener una oportunidad de huir.
—Te quiero, no lo olvides —le susurró Harry.
Ella se abrazó un poco más fuerte a él, tratando de guardar ese momento en su interior para no perderlo nunca. Después cerró los ojos y simplemente deseó que lo que él acababa de decirle fuera verdad y, sobretodo, deseó que Harry la quisiera más a ella que de lo que quería su venganza contra Voldemort.
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