Capítulo 45.
Capítulo 45
—¿Te has fijado en cómo te mira?
Hermione levantó la mirada unos segundos, dirigiéndola a Luna. Después volvió de nuevo a sus apuntes de la asignatura estudios antiguos.
Tanto Luna como ella se encontraban sentadas en uno de los bancos de piedra situados dentro del castillo, junto a un enorme ventanal que dejaba traslucir los brillantes rayos de sol del exterior; que contrastaban de forma radical con la nieve que se distinguía en las montañas que rodeaban Hogwarts.
—¿Cómo me mira quién? —murmuró Hermione, sin prestarle demasiada atención a su amiga. Entre sus dedos, la pluma se movía rápidamente escribiendo apéndices y anotaciones en su cuaderno.
—Draco Malfoy. Siempre te mira.
La pluma se detuvo entre los dedos de Hermione y tardó varios segundos en reunir el valor de alzar la cabeza de nuevo. Se fijó en Luna, con el cabello rubio y larguísimo. La muchacha tenía los ojos azules clavados en un punto fijo, a varios metros de ellas. Hermione lo siguió casi por inercia y distinguió una armadura antigua y otro ventanal, algo más pequeño que el que ellas tenían delante. Junto a este, a contraluz, distinguió perfectamente la figura alta y esbelta de Draco Malfoy, acompañado de un Blaise Zabini que parecía algo preocupado. A su mente acudieron, vívidas, las imágenes de aquella noche en Malfoy Manor, cuando había conocido la situación de Parkinson. Se preguntó cómo se encontraría la joven, Hermione se alegraba de que hubiera decidido tomar la decisión más sabia: regresar a Hogwarts. Al fin y al cabo, nadie sabía que ella se había unido a los mortífagos, nadie la perseguía... solo los propios siervos del Señor Tenebroso.
—No los mires, Luna —susurró Hermione, volviendo a su cuaderno.
—¿Por qué? —preguntó su amiga, que a pesar de tener un libro entre las manos, se distraía con absolutamente todo lo que sucedía a su alrededor—. Creo que quiere hablar contigo.
—No quiere hablar conmigo, Luna. Es Draco Malfoy.
Luna se encogió de hombros, como si eso no significara absolutamente nada.
—Yo creo que están en problemas. Zabini parece preocupado y..., ¡ay! Malfoy te está mirando otra vez.
Hermione notó que sus mejillas comenzaban a enrojecer y un intenso calor la recorrió de pies a cabeza. Apretó con más fuerza la pluma, forzándose a no mirarlo de nuevo.
—Para de una vez, Luna. Por favor. Malfoy y yo no estamos en los mejores términos, precisamente.
—¿Por qué?
La voz suave de Luna Lovegood hizo que Hermione suspirara. Si no se hubiera tratado de ella, habría creído que estaba siendo sarcástica.
—Porque él es un Slytherin y yo soy una Gryffindor. Porque mis padres son muggles y los suyos supremacistas. Porque nos odiamos desde primer año y...
Para su sorpresa, Luna bufó ante sus palabras.
—Hermione... entiendo que no quieras darme detalles, pero tengo ojos en la cara. No dejáis de miraros ni un solo segundo ni en los pasillos, ni en el comedor... y los dos tenéis la cabeza rodeada constantemente de estarmepitos colorados.
Sabía que se arrepentiría de preguntar eso, pero Hermione puso los ojos en blanco y habló.
—¿Y qué demonios es un estor... estri... eso?
La sonrisa enigmática de su amiga no ayudó en absoluto a calmar la ansiedad que le estaba provocando esa conversación.
—Son unas criaturas diminutas que flotan por el techo constantemente. Solamente bajan cuando un mago experimenta sentimientos muy fuertes hacia otro mago. Les encanta alimentarse de estos sentimientos y con vosotros se están dando un banquete.
—¿Qué tipo de sentimientos? —preguntó Hermione, entornando los ojos.
Luna se encogió de hombros y se quedó mirando hacia un punto fijo alrededor del pelo de Hermione. La joven Gryffindor pensó que su amiga era, definitivamente, muy especial.
—Cualquier sentimiento: ira, odio, amor, lujuria...
Al escuchar eso, Hermione cerró de un golpe su cuaderno de apuntes de estudios mágicos y se puso en pie. Jamás en su vida había escuchado hablar sobre esas criaturas y dudaba muuuucho de su existencia si no aparecían en ningún libro prestigioso de «criaturas mágicas de tamaño invisible a pequeño».
—Necesito tomar un baño —se disculpó Hermione—, nos vemos a la hora de la cena, ¿de acuerdo?
—El agua les encanta —murmuró alegremente Luna.
«Oh, por el amor de Merlín...» pensó Hermione.
Tratando de evitar por completo la mirada de Draco Malfoy, Hermione caminó por el pasillo y sintió el incómodo silencio que se hacía al llegar hasta Blaise Zabini y Malfoy. Lo intentó por todos los medios, de verdad, pero en el último segundo sus ojos se alzaron y se fijaron en Draco por un instante. Él joven frunció el ceño, visiblemente incómodo. Aun así, el corazón de Hermione se detuvo. Por un instante ni siquiera supo por qué demonios se habían enfadado. ¡Ni siquiera habían discutido!
Se disponía a pasar de largo, pero Hermione se detuvo en mitad del pasillo cuando escuchó que la llamaban.
—Granger, espera.
Contuvo el aliento porque sabía que no era Draco, sino Zabini. Al instante, el joven llegó hasta ella. Era increíblemente alto y esbelto y, si no hubiera sido por su expresión conciliadora, Hermione se habría sentido intimidada. Al fin y al cabo, resaltaba el escudo con la serpiente en su pecho, bordado sobre su jersey de lana.
—¿Cómo estás? —preguntó el Slytherin.
Hermione observó que Malfoy se había quedado a unos cinco metros de ellos, con la mandíbula apretada y la incomodidad grabada a fuego en los ojos.
—Bueno. He tenido momentos mejores —respondió ella—, ¿por qué?
—He oído sobre lo que sucedió con Ginevra Weasley... es decir, todos lo hemos oído. Lo lamento.
No se esperaba esas palabras ni en un millón de años pero Hermione vio en los ojos oscuros de Zabini que estaba siendo completamente sincero.
—Yo... también lo lamento —suspiró ella—, pero confiamos en encontrarla. A pesar de que no podamos hacer nada desde aquí dentro...
—He hablado con Pansy. —Blaise bajó la voz y esta vez habló entre susurros—. No sabía absolutamente nada de que algo así fuera a suceder, así que ha debido de ser una labor de alguien muy cercano a... ya-sabes-quién. No ha sido ninguna casualidad.
Hermione sonrió tristemente.
—Gracias, se lo diré a Harry y a Ron.
Blaise asintió con la cabeza y la observó unos segundos más. Como si quisiera decir algo, pero no se atreviera a hacerlo. Finalmente se aclaró la garganta.
—Granger... gracias por ayudarnos esa noche en Malfoy Manor. Pansy ha vuelto a Hogwarts conmigo y... hemos hablado con Dumbledore, él está intentando ayudarnos. Jamás lo habríamos hecho de no ser por ti.
—No... yo no he hecho nada. Me alegro mucho de que al menos algo esté saliendo bien.
Sin siquiera darse cuenta, tras pronunciar esas palabras, la mirada de Hermione se dirigió hacia ese rubio que en ese momento movía los pies con nerviosismo a tan solo unos metros de ellos. Esta vez fue Hermione quien bajó la voz y se acercó ligeramente a Zabini.
—¿Cómo está él?
Zabini suspiró.
—No lo sé. No quiere hablarme. Mira, Granger, yo no sé qué demonios ha pasado entre vosotros, aunque créeme, me lo imagino. Pero he visto que quieres ayudarnos, lo haces de verdad. Y también sé que te las has ingeniado para meter en la cabeza de un Malfoy un poquito de sentido común...
—Es mucho más difícil de lo que parece.
—Todo es difícil, al fin y al cabo. Estamos en mitad de una mierda de guerra. Pero, Granger, si lo que queríais era crear caos ya lo habéis conseguido... pero que al menos haya valido la pena, ¿no?
No pudo contestar, Zabini ya se había dado la vuelta y regresado con Draco, dejándola sola. Hermione siguió su camino por los pasillos del instituto y cuando entró a la sala común de Gryffindor se topó de lleno con Ron, que se encontraba sentado en una butaca frente al fuego. Tenía un libro abierto delante de las narices, pese a que Hermione sabía que ni había leído un párrafo de él ni lo haría.
—Hola —fue él quien la saludó.
—Hola... —respondió Hermione, dubitativa.
El silencio incómodo tan solo duró unos segundos, pues Ron cerró el libro y la miró, como esperando que se acercara a él. Ella lo hizo sin dudar, apresurándose antes de que su amigo cambiara de idea. Estaba cansada de ese ostracismo al que sus amigos la estaban sometiendo.
—¿Dónde está Harry? —preguntó Hermione.
Ron se encogió de hombros, mirándola con los labios fruncidos. Acto seguido tomó aire y pareció relajarse un poco. Ron se puso en pie, alzándose tan alto como era frente a Hermione. A su mente llegaron recuerdos de cuando eran pequeños y la diferencia entre ellos no era tal. ¿En qué momento habían cambiado tanto?
A su lado, el fuego de la chimenea ardía con fuerza. Esa era la viva imagen de lo que, para ambos, representaba su hogar y su familia. Hermione miró a los ojos azules de su amigo con un gesto de explícita vulnerabilidad.
—Os extraño mucho —susurró— y quería, quería... no sé, ¿disculparme? Ni siquiera sé por qué, exactamente, pero solo sé que...
—Tranquila —le dijo Ron, acercándose a ella—, todo ha sido un desastre últimamente. No tenemos el control de nada y eso nos está haciendo mucho daño. He hablado con Harry, se lo he dicho mil veces: lo último que necesitamos es separarnos ahora.
—Te juro que yo jamás os traicionaría. Lo sabes, ¿verdad, Ron?
Su amigo contestó a esta pregunta asintiendo levemente con la cabeza. Acto seguido, se aproximó a ella y la abrazó con suavidad. Se separó unos instantes después, tratando de componer una sonrisa.
—No tienes que jurarlo, Hermione.
Ella sonrió, sintiendo cómo las lágrimas luchaban por abandonar sus ojos. Miró a su amigo pelirrojo, tan igual y a la vez tan diferente al Ron Weasley que conocía desde su primer año allí.
—Has cambiado muchísimo en estos años —le dijo.
El rostro de Ron se ensombreció.
—Lo sé.
Quizás no había entendido que se lo decía como algo bueno, que era un halago, pero Hermione decidió no añadir nada más.
—¿Puedes decirle a Harry que quiero hablar con él? Debemos hacer algo juntos, unirnos para buscar a Ginny. No nos queda otro camino.
Ron asintió con la cabeza.
—Lo haré.
Eso la tranquilizó. Sabía que su amigo haría lo posible para lograr crear un diálogo entre ellos. No era la primera vez que se peleaban, de hecho era algo que había sucedido numerosas veces a través de los años y Harry, Ron y Hermione siempre habían acabado haciendo las paces. ¿Por qué no iba a ser esa vez tal y como las anteriores?
Hermione se despidió de Ron y subió al cuarto que compartía con Lavender y Parvati, exhausta. Necesitaba volver a la normalidad cuanto antes y, algo no salía de su cabeza en ningún momento: necesitaba recuperar a Ginny.
Espero que estéis pasando un verano fantástico <3
Hoy estaba hablando con mi hermano sobre Dramione y cómo mucha gente lo considera extraño. Me he puesto a pensar en otras parejas que solo yo encuentro compatibles, como Dan y Maze, de Lucifer, o Spencer y Sam, de iCarly. (Luego he encontrado un montón de fanfics sobre ellos jaja)
¿Qué más parejas shippeais vosotras?
Mil besos <3
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