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Capítulo 36.

Capítulo 36

36- «Será complicado para mí contestar tus cartas y también lo será recibirlas, eso no significa que haya dejado de pensar en ti, te lo prometo...»

-De Sirius para Leah, 10 Marzo de 1980.

El aire frío de la calle hizo que Hermione se estremeciera y tratara de abrochar su chaqueta para entrar en calor. Draco tan solo la observó, a su lado, sin tener claro cómo reaccionar.

Seguía siendo Draco Malfoy y ella seguía siendo Hermione Granger. Entonces, ¿por qué quería abrazarla y a la vez sentía una imperiosa necesidad de largarse corriendo de allí y perderla de vista?

Sin mediar palabra Draco introdujo su mano en el bolsillo de su pesado abrigo y sacó de él un sencillo gorro de lana negro. Se lo tendió a Hermione y cuando sus enormes ojos castaños se centraron en los suyos con una mirada sorprendida, él se obligó a apartar la vista con un sentimiento de ligera incomodidad. Definitivamente, no sabía bien qué era todo eso.

Hermione tomó el gorro y se lo caló, sintiendo como sus orejas comenzaban a entrar en calor instantáneamente.

—Gracias —susurró, sonrojándose y agradeciendo que él no la estuviera mirando en ese momento.

No hablaron durante varios minutos en los que llegaron a una pequeña parada de autobús situada junto a la carretera y Hermione procedió a estudiar todos los autobuses que podrían llevarlos a su destino, la menuda estructura los protegía un poco del frío viento y esa sensación se agradecía.

—¿Has subido en autobús alguna vez? —preguntó, posando un dedo en el horario situado en un pequeño cristal.

—No —contestó Draco.

Esto la hizo sonreír.

—Cuando yo era pequeña me encantaba —susurró.

Ni siquiera sabía por qué trataba de hablar con él, seguramente Draco pensaba que sus intentos por mantener una conversación eran lamentables y se sentía incómodo en su presencia. Habían compartido un beso, sí, y habían compartido muchas más cosas ya respecto a la historia de Leah y Sirius. Pero Draco estaba raro, pensativo, y Hermione comenzaba a pensar que quería marcharse de allí pero no sabía cómo hacerlo. Al menos ya no era el Draco Malfoy de antes, que le habría dedicado un insulto cruel antes de desaparecer por arte de magia.

Se giró hacia él, dispuesta a abordar el tema con calma.

—Malfoy...

Él levantó la vista cuando ella lo llamó, sacándolo de sus pensamientos. No pasó por alto que volvía a ser Malfoy, dejaba de ser Draco.

—Dime.

—¿Quieres marcharte? —le preguntó de sopetón—. Me lo puedes decir, no voy a molestarme, ya me has ayudado bastante y te lo agradezco, de verdad.

Él alzó las cejas, sorprendido.

—¿Quieres que me vaya?

—No, no. —Hermione negó con efusividad, quizás con demasiada, de hecho—. Es solo que... no quiero que te sientas obligado a estar aquí conmigo. Puedes irte en cualquier momento.

—No quiero hacerlo —respondió él con seriedad—, ya te lo he dicho: también a mí me interesa saber qué sucedió con Leah. No es... por ti. No es solo por ti, quiero decir.

Draco miró a otra parte de inmediato, incómodo. Parecía que desde que habían llegado a Londres no había forma de decir nada bien. Hermione compuso una sonrisa y su mirada se desvió hacia el autobús número 18, que se aproximaba a la parada.

—Es este, vamos.

Draco solo la siguió y la vio sacar unas monedas de su bolso. No era la primera vez que veía libras esterlinas, la moneda muggle en Reino Unido, aun así le causaban curiosidad, al igual que averiguar qué más llevaba Granger en ese pequeño bolso que parecía no tener fondo.

—Ven —le pidió ella después de pagar los dos tickets, conduciéndolo hacia el piso de arriba del autobús—. Nos queda casi una hora de viaje, ahora.

Él solamente la siguió, pensando que podrían haberse aparecido en su siguiente destino, pero a la vez sintiéndose divertido por estar en esa situación. ¿Quién le habría dicho el día anterior que pasaría el día junto a Hermione Granger viajando en transporte muggle? ¿Quién le habría dicho a él que se encontraría luchando por aclarar los sentimientos que ella le provocaba?

***

La biblioteca no se parecía en nada a la que Draco estaba acostumbrado a ver en Hogwarts. Estaba bien iluminada y era espaciosa, con estanterías repletas de libros intercaladas con mesas y sillas diseñadas para que la gente pudiera leer o estudiar tranquilamente. Todo estaba en silencio y apenas había cuatro o cinco personas cuando ellos entraron al edificio.

—¿Qué hacemos aquí? —preguntó Draco con curiosidad en un susurro.

Hermione caminaba delante de él con decisión. Si algo sabía él de sobra era que ella se sentía como en casa cada vez que pisaba una biblioteca. Estaba precisamente en su hábitat natural.

—Buscar el rastro de Leah.

—¿Cómo?

—Ahora lo verás.

Una mujer de unos sesenta años se encontraba detrás del mostrador principal de la biblioteca. Llevaba gafas de pasta y su cabello casi blanco era corto y caía sobre su rostro en mechones ondulados. En cuanto los vio se levantó de su silla y una sonrisa inmensa se instauró en su rostro, Draco se quedó parado.

—Oh... ¡Hermione! —exclamó la mujer, acercándose efusivamente para abrazar a Granger.

Ella se dejó abrazar, aunque sin corresponder tanto entusiasmo. Durante un instante Hermione miró a Draco y ambos sintieron la incomodidad del otro en ese lugar.

—Llevo tanto tiempo sin verte, ¡más de dos años, seguro! —comenzó a parlotear la bibliotecaria y acto seguido posó sus ojos en Draco—. ¿Y este joven tan guapo quién es?

Hermione tragó saliva.

—Es mi amigo Draco. —Cada vez sonaba un poco más natural decirlo. Con suerte, en quince o veinte años ya lo diría con total normalidad sin sentirse extraña.

—¿Tu amigo, eh? —La mujer le guiñó un ojo a Hermione de forma descarada antes de acercarse a Draco y tratar de abrazarlo también.

El Slytherin fue más rápido y dio un paso atrás a tiempo, ofreciéndole la mano a esa muggle para que se la estrechase. No le hacía especial ilusión compartir contacto físico con ella, pero siempre era mejor un corto apretón de manos que un intenso abrazo como el que acababa de darle a Granger.

—Vaya, ¡qué galante! Yo soy Elora, y conozco a Hermione desde que era pequeña. Siempre venía a la biblioteca a buscar libros nuevos porque sus padres le decían que no podía meter tantos en su cuarto. —La sonrisa no se borraba de sus labios y Hermione comenzó a sentirse algo violenta—. Nunca tenía suficientes libros, nunca.

Probablemente no tendría problema con Elora contándole esas historias a Harry o a Ron. Sus amigos se reirían un poco de ella y le harían bromas después, mofándose como siempre hacían. Pero no trascendería más allá, pues ellos la conocían bien, sabían prácticamente todo sobre su pasado... y su presente. O al menos hasta lo que había sucedido en su vida antes esos últimos meses.

Para su sorpresa, Malfoy parecía encontrar divertido lo que Elora le estaba contando, pues una pequeña sonrisa se formó en su rostro.

—No ha cambiado mucho, entonces. Sigue pasando horas y horas en la biblioteca y a veces se lleva tantos libros que parece que necesite un carro para cargar con todos.

Elora estalló en carcajadas demasiado sonoras para una biblioteca. Hermione trató de discernir si había algún rastro de burla en las palabras de Draco, pero no lo encontró. Se preguntó cuánto tiempo hacía que Malfoy se fijaba en ella para poder saber si pasaba muchas horas en la biblioteca o no lo hacía.

—Luego, de pronto, dejó de venir tan a menudo. La aceptaron en ese colegio tan prestigioso de Francia. Una oportunidad magnífica, dijeron sus padres.

Ahí estaba la mentira. Esa que durante los últimos siete años habían tenido que contarles a todos sus conocidos y familiares, pues nadie podía saber que Hermione Granger, la hija de unos dentistas, era una bruja y debía atender un colegio de magia y hechicería. Nadie lo habría creído, para ser sinceros.

—Sí, Elora. Draco estudia conmigo en el colegio francés, nos conocimos allí.

Esto pareció emocionar aún más a Elora, si esto era posible.

—Oh, ¡eso es maravilloso! Siempre pensé que sería complicado para ti encontrar a alguien tan inteligente y especial como tú... ahora veo que este muchachito está a tu altura, ¿verdad?

Cuando Elora le volvió a guiñar el ojo a Hermione, en señal de complicidad, esta tuvo que bajar la vista, abochornada. Le tenía cariño a Elora, la conocía desde hacía muchos años, pero en esos momentos solo quería que se callara, que guardara silencio y los dejara tranquilos. Y, por supuesto, que dejara de hacer asunciones y de contarle su vida privada a Draco Malfoy.

—Para ser totalmente sincero, nuestros profesores nos dicen con frecuencia que estoy por encima de las notas de Hermione —participó Draco, para su sorpresa—, ella me sigue de cerca, no le voy a mentir, pero lo habitual es que la sobrepase en todas las asignaturas.

—¿Ah, sí? —preguntó Elora, sorprendida.

—¡Por supuesto que no! —contestó Hermione con un deje de ofensa en su voz—. ¿Cómo puedes decir eso? ¡Hay muchas asignaturas en las que ni siquiera estudiamos juntos!

—Pero en las que compartimos...

—¡Tampoco sobrepasas todas mis notas! Recuerda cuando el otro día, en la clase de pocion...

Se quedó callada de repente, antes de terminar la palabra, sorprendida de cuánto se había precipitado a la hora de discutir con Malfoy allí mismo. Había estado a punto de hablar de pociones, magia y hechizos. ¡Lo que le faltaba! Y para colmo, a Malfoy debía de parecerle gracioso, pues se estaba riendo junto a Elora de su efusividad.

—Hermione siempre tan perfeccionista. ¡Y es una buena competidora, también!

—Lo sé —murmuró Draco, mirándola con los ojos entornados, como si estuviera disfrutando de una broma privada.

Hermione se aclaró la garganta, dispuesta a dejar esa conversación ahí.

—En fin. Me temo que no contamos con mucho tiempo, debemos apresurarnos.

—¿Qué libro buscáis? —preguntó la bibliotecaria, curiosa.

—Hoy no buscamos ningún libro —respondió Hermione—, más bien queremos utilizar internet, si esto es posible.

—¡Desde luego! Pasad a la derecha, podéis utilizar el ordenador número 3. Tenéis una hora para usarlo.

—Perfecto, gracias.

Draco se limitó a seguir a Hermione. Se había perdido en el preciso momento en el que la bruja había dicho que necesitaba usar a un tal interno y Elora parecía ir a presentarles a una persona que se dedicaba a ordenar el número 3. Esos muggles eran extremadamente complicados y casi le daba miedo preguntar, pues sabía que terminaría aún más confundido.

Para su sorpresa, el tal «ordenador» resultó ser un aparato muy voluminoso posado en una mesa. Consistía en una caja blanca y grande con una pantalla que le recordaba a lo que una vez había aprendido que los muggles llamaban «telemirón», o algo así. Frente a él, una placa igualmente blanca con distintas letras dibujadas en pequeños botoncitos parecía ser el modo de que la máquina comenzara a ordenar.

Hermione tomó asiento frente a la caja y él hizo lo mismo a su lado. La pantalla era azul y dentro se veían algunos dibujos blancos.

—¿Qué es esto?

—Oh, es verdad. Nunca has visto uno... es una máquina nueva, se llama ordenador —explicó Hermione—, sirve para almacenar información. Como una carpeta muy grande que permite ver también las carpetas de otras personas.

Draco asintió con la cabeza, sin tener claro del todo lo que Hermione quería decir.

—¿Y para qué necesitamos una carpeta?

Ella sonrió al escuchar su pregunta.

—Porque gracias a algo llamado internet, podemos rastrear ese extraño número que nos ha dado Allan. Si hay algo sobre Leah en la red, lo encontraremos.

—¿Qué red?

Ella suspiró, aunque lo hizo con una pequeña sonrisa.

—No te preocupes, lo único que necesitas saber es que internet es el mundo del futuro para los muggles. Están aprendiendo a usarlo y pronto será muy útil en sus vidas... un poco como la magia para nosotros. Gracias a internet, por ejemplo, yo podría escribir algo y conseguir que cualquier persona con su propio ordenador pudiera leerlo desde su casa.

A Draco le parecía que si ese tal internet se parecía un poquito a la magia, él prefería mil veces poder manejarlo con su varita y no cargar con ese enorme armatoste de ordenador a todas partes.

El ordenador funcionaba lentamente y tuvieron que esperar varios minutos hasta que por fin consiguieron llegar a un buscador en línea. La máquina hacía ruidos extraños y producía pitidos cada pocos segundos, Draco no terminaba de entender el funcionamiento de ese artefacto, pero se maravillaba al ver a Hermione manejarlo con total soltura. Según le había comentado ella, los ordenadores habían llegado a la vida de los muggles unos cuatro o cinco años antes y, teniendo en cuenta que ella llevaba tanto tiempo en Hogwarts viviendo como bruja, le resultaba extraño ver con claridad su faceta no mágica.

—Listo —susurró ella y entonces sacó de su bolsillo el papelito que Allan Simmons le había dado. Tecleó con cuidado el código que el hermano de Leah les había brindado, recitando cada carácter en voz alta—. FW.IN46805.

—¿Y ahora qué? —preguntó Draco.

—Ahora los resultados.

Hermione clicó en varios enlaces que la pantalla del lento ordenador le iba mostrando, hasta que finalmente llegó a donde había esperado.

—Lo tengo. Fort Wayne, Indiana.

—¿Estados Unidos?

El corazón de Hermione comenzó a acelerarse mientras llegaba a la conclusión de lo que ese número era.

—Es un código postal. FW, de Fort Wayne, la ciudad. Y el resto es un número que nos conduce a algún sitio allí...

—¿Por qué iba a querer el hermano de Leah llevarnos a los Estados Unidos? ¿Crees que ella está ahí?

—Puede que lo esté —susurró Hermione—, Merlín, sí, ¡puede que sí! ¿Te das cuenta de lo cerca que estamos? Tenemos una dirección.

Él no dijo nada. Ella parecía tan feliz e ilusionada de repente que no quería ser él, con su carácter amargo, quien tuviera que apuntar que quizás se equivocaban y Leah no estaba ni en Estados Unidos ni en ningún otro lugar, sino que de verdad había muerto y ese suceso no tenía vuelta de hoja. Cerró la boca y simplemente la observó, por una vez quería ser como Hermione y el resto de sus amigos; quería tener fe en algo.


Mil gracias por leerme, me enamoro de vuestros comentarios, de verdad <333
También me encanta leer vuestras teorías y lo que vais opinando sobre la historia, sois las mejores, de verdad.

Ya he terminado el curso en la universidad, así que nos leemos pronto. :)

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