Capítulo 32.
¡Hola! Aquí os dejo un nuevo capítulo <3 Os advierto de que contiene lemmon, así que si alguien no quiere leerlo, pasad directamente a la segunda parte del capítulo.
Capítulo 32
32- «La Orden arriesga mucho para poder vencerlos. No quiero ponerte en peligro, Leah, no quiero que sepas más de la cuenta...»
-De Sirius para Leah, 28 de agosto de 1979.
Las gotas de agua caían sobre su cuerpo desnudo, empapándolo por completo en apenas unos segundos. Draco cerró los ojos y dejó que el agua corriera por su rostro bajo la ducha. El vapor no tardó en surgir también, llenando todo el baño y haciendo que respirar se volviera más complicado. Se quedó quieto durante varios minutos, tan solo recibiendo los cientos de chorros cálidos en su piel.
Quería gritar hasta que su garganta no pudiera soportar más. Quería tomar su varita y lanzar con ella el hechizo más grande y poderoso que jamás hubiera creado, liberar esa carga que tanto le pesaba... y que no hacía más que crecer.
Draco Malfoy se sentía atrapado a causa de sus propias acciones: primero había querido seguir a sus padres, ser un mortífago... después, de pronto, había comprendido la gravedad de lo que eso significaba y había tratado de permanecer neutral, más tarde había deseado dejar de serlo con todas sus fuerzas y ahora, de repente, tan solo anhelaba deshacerse de todo eso...
...Y para colmo estaba ella.
Hermione Granger con sus cartas y sus historias de amor perdidas y olvidadas. Tratando de averiguar más sobre dos personas que ya habían muerto, intentando resucitarlos de alguna manera.
Y a pesar de todo, eso era lo único que lo había animado un poco últimamente. Desde que habían comenzado a hablar, aún en Hogwarts, se había percatado de una realidad impactante: Hermione Granger lo comprendía, en cierto modo. Era extraño, pues Draco Malfoy habría asegurado con certeza que nadie lo hacía, mucho menos Granger.
El recuerdo de lo sucedido el día anterior volvió a él. Antes de que Pansy entrara en su habitación y todo se complicara aún más, él se había acercado a la Gryffindor. Recordaba perfectamente la textura de sus dedos acariciando la mejilla suave de ella, sus ojos marrones observándolo, preguntándose cuál sería su siguiente movimiento. Como si él lo supiera, como si tuviera la más mínima idea de a dónde le estaba llevando todo eso...
Draco suspiró sonoramente y tomó una pastilla de jabón oscura entre sus dedos, después la pasó por su pecho, oliendo el aroma a sándalo que al menos parecía relajarlo. No quería pensar más en Granger, pero las palabras de Zabini pasaban una y otra vez por su mente. Blaise le había hablado como si su historia con Granger fuera algo más allá de las cartas y el hecho de que ella supiera que era un mortífago. Blaise le había hablado el día anterior como si él... sintiera algo por ella. Qué absurdo.
Pero el pensamiento comenzó a vagar en su mente y él mismo sabía que no era la primera vez. ¿Cómo sería besar a Granger? ¿Sería dulce y suave?
Se aclaró la garganta cuando comenzó a experimentar que su corazón parecía latir más despacio, de pronto era consciente de su sangre corriendo por sus venas y supo que una erección comenzaba a crecer en él.
—Perfecto —susurró con sarcasmo, poniendo los ojos en blanco—, justo pensando en Granger.
Pero la imagen apareció en su mente de nuevo, esta vez mucho más nítida. Pudo verla a ella, parada en el medio de su habitación y rememoró cómo era tenerla cerca, su olor y el sonido de su voz. Se imaginó besándola, tomando sus labios entre los suyos y dejándola sin respiración.
Después su imaginación voló libre y pudo sentir cómo sus manos recorrerían el cuerpo de la Gryffindor si la tuvieran delante. Al mismo tiempo su propia mano bajó por su abdomen hasta llegar a esa erección que ya había crecido lo suficiente como para no poder ser ignorada. Draco cerró los ojos y se acarició unos instantes, oía el agua caer de forma sorda, pero ya no sentía que ésta impactara contra su piel.
El sabor de los labios de Hermione seguía en su cabeza y se murió por saber cómo sería quitarle la ropa él mismo, descubrir cada centímetro de piel dorada y poder recorrerlo con los dedos. Gruñó en voz alta. Se estaba poniendo más duro, la situación se volvía más intensa. Jugó a evocar a Hermione gimiendo bajo él y después a imaginar que era ella quien lo estaba tocando. Que apretaba su erección con sus manos femeninas y firmes, que era ella quien le daba placer mientras besaba sus labios y le susurraba secretos al oído.
Draco se corrió con un gemido ronco, sin poder sacar a Granger de su mente un instante y los resquicios de su debilidad desaparecieron al instante en el desagüe de esa ducha. El joven pareció recuperar el sentido entonces y su respiración acelerada se calmó poco a poco.
Entonces escuchó el ruido, algo que lo desconcentró por completo y le hizo cerrar el grifo de inmediato, pues se suponía que estaba solo en casa. Un ruido inconfundible y a la vez escalofriante, dada su situación: alguien acababa de entrar en su habitación.
***
Hermione se moría de la vergüenza apareciéndose en Malfoy Manor de nuevo, pero a la vez no había sabido qué otra cosa hacer. Imaginaba que Parkinson y Zabini ya no estaban allí, daba por hecho que Malfoy se hallaba solo... pero aun así, ¿qué le hacía pensar que podía ir y venir como si fuera su casa?
No, Malfoy y ella no eran amigos. Pero desde que ella había pisado esa casa por primera vez, se sentía como si lo fueran. Esa mañana Hermione había entrado en la habitación de Regulus Black, creyendo que no hallaría allí nada interesante. Pero se equivocaba, pues sí lo había hecho: un puñado de cartas y documentos que ni siquiera había leído con detenimiento pero en los que había reconocido de inmediato los nombres de Sirius Black y Leah Simmons. Ni siquiera lo había pensado dos veces: había agarrado todo eso y se había dirigido a Malfoy Manor enseguida.
Y en esos momentos se arrepentía, sólo deseaba que Draco Malfoy no la echara de su casa a patadas ni le dijera que era un incordio.
Cuando Hermione llegó a la puerta de su habitación dudó una vez más. Aún estaba a tiempo de marcharse, no seguir envolviéndose junto a Draco Malfoy en esa situación que aún no entendía bien... pero no se vio capaz. Quería hablar con él, enseñarle lo que había encontrado y también saber su opinión. Era consciente de que nada que ella pudiera hallar iba a cambiar el hecho de que Leah y Sirius estaban ya muertos, pero una voz le decía constantemente que no podía rendirse, quería saber cómo había sucedido todo con el mayor detalle posible.
Llamó a la puerta con los nudillos, no recibió respuesta. A lo mejor Draco estaba dormido o no se hallaba en casa. Llamó de nuevo, con la misma suerte.
Y entonces decidió entrar por sí misma, como ya había hecho en la ocasión anterior en la habitación de Narcissa y Lucius. La puerta se abrió despacio y ella asomó la cabeza por ella.
—¿Malfoy? —llamó en voz baja, temiendo despertarle.
Las cortinas estaban abiertas y una tenue luz inglesa bañaba la estancia. Todo estaba ordenado en la habitación: la cama hecha perfectamente, las mantas colocadas y todos los libros posicionados en las estanterías. Lo único que alteraba ese maravilloso orden eran varios sobres desperdigados en el escritorio de madera negra de Draco: eran las cartas de Leah y de Sirius, todas.
Entonces Hermione escuchó el sonido del agua correr, comprendiendo que Malfoy debía de estar dándose una ducha. El sonrojo llegó a sus mejillas de inmediato, sabiendo lo que eso significaba.
¿En qué momento se había convertido en la clase de persona que se colaba en el cuarto de Draco Malfoy mientras este se duchaba?
Quiso escapar de allí, salir corriendo cuanto antes y regresar unas horas después, cuando ya no hubiera peligro. Pero de repente el grifo de la ducha se apagó. Hermione tomó aire, sin atreverse a moverse aún, no quería dar un paso adelante ni atrás.
La puerta del baño se abrió despacio.
—¿Hay alguien ahí? —preguntó la voz de Draco, cauta.
Y el rostro pálido del joven se descubrió apenas unos segundos después. Draco pareció relajarse de golpe al verla, como si hubiera esperado encontrarse con el mismísimo Voldemort allí. Probablemente ella era una visita algo más grata que el Señor Tenebroso.
—Perdona —se disculpó al instante—. No... no debería haber venido...
Hermione dio un paso atrás, esta vez dándose cuenta de una realidad más que impactante: Draco Malfoy estaba desnudo de cintura para arriba y tan solo se cubría por una toalla verde que le colgaba de la cadera. No pudo evitar que su mirada se posara en su abdomen pálido y su pecho. No tenía ni un solo vello y no podía considerarse musculado, no era Viktor, desde luego... pero era fuerte y alto, esbelto y atractivo.
El aroma del jabón que Draco había utilizado para bañarse llegó hasta ella, haciendo que se estremeciera. Se preguntó una vez más: ¿qué demonios estaba haciendo allí frente a ese Slytherin desnudo?
Draco no contestó a sus palabras, más bien parecía aún muy sorprendido de su presencia allí.
—Perdona —repitió ella.
—¿Llevas aquí mucho rato? —preguntó él y su voz sonó incómoda.
—No. He entrado hace unos... segundos. No pretendía molestar.
Draco tomó aire y dio un par de pasos en la habitación, dando la impresión de estar algo más relajado.
—No pasa nada. Yo te dije que podías venir, no has hecho nada mal.
—Es que... aún es raro, ¿sabes? Venir a Malfoy Manor, estar en tu cuarto...
—Lo sé. Hace dos días estábamos en guerra constante y ahora...
—Y ahora te veo en la ducha —comentó Hermione con voz nerviosa.
Los ojos de Draco se abrieron desmesuradamente.
—¿Cómo?
—¡Casi en la ducha! —se corrigió ella—, maldición. Era... una broma.
Draco tragó saliva. No se lo estaba poniendo fácil, nada fácil. Si al menos hubiera aparecido diez minutos después, habría tenido tiempo de vestirse y quitarse esa extraña sensación de su piel. Se había masturbado pensando en ella apenas unos minutos antes, ¿de veras Granger no había encontrado un momento mejor para aparecerse allí?
—¿Te importa si me visto? —preguntó.
—¿Qué? —preguntó Hermione y acto seguido comprendió lo que él le estaba pidiendo, que se fuera de la habitación—. Oh, sí... ¡claro! Disculpa.
Contempló cómo ella se ponía roja de bochorno y eso le hizo gracia. Draco tuvo que batallar para poder disimular una sonrisa torcida que quería formarse en su rostro.
—Será un minuto.
Hermione asintió con la cabeza y entonces dejó sobre el escritorio de Draco la pila de papeles que traía apretada contra su pecho.
—Luego me gustaría enseñarte algo que he encontrado. No tengo muy claro qué es, pero podría ser útil.
Draco asintió con la cabeza y Hermione se dio la vuelta rápidamente para abandonar la habitación. Una vez se marchó y la puerta se encontró cerrada, Malfoy tomó aire profundamente y dejó caer la toalla que lo cubría al suelo. Con pesar descubrió que esa erección que él creía haber apaciguado, había regresado de nuevo. Negó con la cabeza al tiempo que se llevaba las manos a su cabello aún húmedo.
—Joder, estás a punto de cagarla, Draco —se dijo a sí mismo.
Y sabía perfectamente que no iba a poder detenerlo.
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Espero que os haya gustado el capítulo, pronto vendré con más <3
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Mil besos ^^
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