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Capítulo 28.

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Capítulo 28

28- «Me gustaría verte. Pronto acabaré el colegio y tendremos todo el tiempo del mundo para estar juntos. James y Remus dicen que me he vuelto loco, a lo mejor es verdad... ¿De verdad quieres saber qué es eso que te escondo?»

De Sirius para Leah, 15 de Octubre de 1978.

El fuego crepitaba en el salón de los Black. Todos se encontraban allí en lo que parecía una pequeña reunión improvisada de la Orden del Fénix. Faltaban importantes miembros de esta, pero al fin y al cabo tampoco estaban discutiendo de lo que no hubieran hablado mil veces ya con anterioridad.

—Opino que no deberíamos volver a Hogwarts —dijo Harry, sentado en uno de los sofás de estampado avejentado—. Todos deberíamos estar aquí, luchando.

Molly Weasley negó con la cabeza, frente a él. Su cabello pelirrojo le rozaba la barbilla.

—¿Y cuál es el sentido de hacer eso, Harry? —preguntó, con los brazos en jarras—. ¿Cómo podemos luchar contra un enemigo al que no vemos? ¿Dónde está quien-tú-sabes para poder derrotarlo?

Harry chasqueó la lengua. No lo sabía, nadie lo sabía.

—Si los mortífagos vuelven a atacarnos seremos mucho más útiles estando aquí, preparados para responder.

Esta vez fue Remus Lupin quien contestó, enarcando una ceja con tranquilidad. A su lado, Tonks llevaba el pelo violeta y éste parecía cambiar poco a poco a un tono azulado, denotando que se encontraba preocupada por el cariz que estaba tomando la conversación.

—No sabes cuándo puede atacar, Harry. Sería una imprudencia que estuvierais fuera del colegio.

—¡No estamos haciendo nada en Hogwarts, sólo perder el tiempo! —exclamó Ron.

A causa de esas palabras se ganó una mirada reprobatoria por parte de los adultos de la sala, pero en especial de Hermione.

—¡MALDITOS IMPUROS, ESTÁIS MANCILLANDO EL HONOR DE MI FAMILIA Y DE...!

—Joder... —bufó Ron, percatándose de que había alzado demasiado la voz y la madre de Sirius se había despertado.

George se levantó de su sillón con parsimonia y, sin decir ni una sola palabra, se acercó a la puerta del salón para cerrarla. Al instante los gritos de Walburga Black se acallaron.

—Hogwarts es seguro, chicos. No os impacientéis, ¿de acuerdo? —pidió Remus—. Y desde luego, no penséis que no aprovecháis vuestro tiempo allí. Os aseguro que lo hacéis, especialmente estando en vuestro último año.

Harry chasqueó la lengua, molesto e impotente. Ron alzó una ceja.

—Lo único que hacemos es ver cómo Draco Malfoy se pasea de un lado para otro sin poder lanzarle una buena maldición.

La mera mención del joven rubio provocó que Hermione se tensara. Dejó escapar poco a poco el aire de sus pulmones y miró hacia el fuego. No quería escuchar hablar de Draco, no, no quería que él fuera un tema de conversación allí.

—No exageréis, ¿queréis? —dijo la señora Weasley, chasqueando la lengua—. No sabemos por lo que está pasando y me temo que nadie merece que se lo tache de mortífago sin pruebas. Es solo un niño, como vosotros.

Harry alzó sus ojos verdes, que brillaron con fuerza de repente.

—¡Es un mortífago! Él milita en su bando al igual que nosotros en el nuestro...

—¿Cómo sabéis que es un mortífago? —preguntó Tonks.

Harry y Ron se quedaron callados un segundo y acto seguido se miraron entre ellos. Después, para desgracia de Hermione, ambos se giraron hacia ella, como si esperaran que ella los apoyara, que les diera la razón. Hermione se sintió despreciable cuando volvió la cabeza en otra dirección, evadiendo la pregunta.

Sabía que era un mortífago, lo sabía a ciencia cierta. Pero, por estúpido que pareciera, sentía que estaba traicionando a Draco si lo decía allí en ese momento. Era consciente de que al hacerlo se estaba arriesgando demasiado.

—No hay pruebas —susurró Hermione, más para el cuello de su camisa que para el resto de la sala.

Harry frunció el ceño.

—¿Tenemos que esperar a que nos lance un «Avada Kedavra» cuando nos vea en el patio de Hogwarts para así estar seguros de qué es Draco Malfoy?

—¡No haría algo así! —exclamó la castaña, molesta por el dramatismo de su amigo—. Eso sería un suicidio para él, ¿creéis que se expondría de ese modo?

—¿Con tal de matar a Harry? —La voz de Ron fue de incredulidad—. ¡Por supuesto que lo haría! ¿Qué te pasa, Hermione? ¿Por qué últimamente siempre lo defiendes?

Se le secó la boca de repente al esuchar esa pregunta. ¿Por qué lo defendía? Porque Draco Malfoy y ella compartían algo ahora. Y no se trataba solo de las cartas de Leah y Sirius, sino de su propia relación. Ella sabía que Draco sufría y que no era tan malo como trataba de aparentar, en el fondo comenzaba a conocer a ese joven mucho mejor de lo que habría soñado y se daba cuenta de que su exterior era solo aquello que le había tocado vivir desde niño.

Defendía a Draco Malfoy porque él necesitaba que por una vez alguien lo hiciera.

Apretando los labios, la joven leona se puso en pie.

—No le estoy defendiendo —explicó—, sólo quiero evitar que lo crucifiquéis sin haber llegado hasta el fondo de su historia.

Todos en esa sala se quedaron boquiabiertos al escuchar a Hermione, pero ella no esperó a escuchar las réplicas que seguro le lloverían. Con un suspiro caminó hasta la puerta, la abrió y abandonó el salón, muy decidida. No tenía dudas de lo que haría en ese mismo momento: volvería a Malfoy Manor.

Ron tardó unos segundos en hablar después de que Hermione se hubiera ido de la sala. Entrecerró los ojos, confuso.

—¿Qué demonios le pasa? —preguntó en voz alta—. No entiendo nada.

—Está muy rara —comentó Ginny—, esta mañana....

Al instante se quedó callada. Había estado a punto de contarles a todos que tenía la sensación de que Hermione no había dormido allí esa noche, pero se contuvo un instante antes de hacerlo. No quería causar una alarma en la Orden si finalmente no había nada diferente en su amiga.

—¿Qué ha sucedido esta mañana?

—Eh... esta mañana... Hermione se levantó muy pronto. Creo que está preocupada por algo y por eso no puede dormir —dijo rápidamente, mintiendo.

Remus suspiró al oír eso.

—Creo que la culpa de eso es mía, entonces. Ayer le hablé un poco sobre Sirius y...

—Oh, debe de ser eso, entonces. —Lo interrumpió Harry—. Hermione está muy metida en la historia que vivieron Sirius y Leah. Lleva tres meses leyendo las cartas que se enviaban y... por una parte creo que le ha venido bien para despejar su mente de lo sucedido con Fred. Ha sido un año muy difícil para Hermione.

—No sabía que le afectaría tanto. —Se excusó el profesor.

—Sí, Hermione se lo ha tomado de una forma muy personal. Especialmente desde que descubrió lo del embarazo. Supongo que le habrá dicho ya que es posible que Sirius tenga un hijo en alguna parte.

La palidez de Remus Lupin fue más que evidente en ese momento. Frunció las cejas, confuso, al escuchar esas palabras.

—¿Qué quieres decir, Harry?

—¿No lo sabía? Leah estaba embarazada.

—Pero... —El licántropo se quedó en blanco unos segundos, mirando a su antiguo alumno—. No tenía ni idea. ¿Embarazada? ¿De cuántos meses?

—No muchos, imagino. Después de eso desapareció y esa es la última pista que hemos obtenido de Leah. Aunque Hermione sigue investigando, quizás algún día...

—No. —La voz de Remus fue más firme esta vez—. No encontrará nada más porque la historia acaba ahí. Leah murió poco después de que Sirius entrara en Azkaban, yo mismo se lo dije a Hermione anoche.

Ginny abrió la boca, confusa. Después la cerró y suspiró, comprendiendo de golpe por qué Hermione no parecía haber dormido nada la noche anterior. Se sintió culpable por haber desconfiado de ella y haber estado a punto de delatarla.

—Por Merlín... pobre Leah... y pobre Sirius.

—¿Y el embarazo? —preguntó Harry, esperanzado.

—No había escuchado nada de eso hasta ahora, Harry... así que doy por hecho que, si Leah murió embarazada, también lo hizo su hijo.

Se hizo un silencio en la sala que perduró durante al menos un par de minutos. Fue Ron quien lo rompió, levantándose de su silla para dirigirse a la puerta.

—Iré a disculparme con Hermione.

Eso no habría sucedido años antes, pero la guerra le había enseñado a Ron muchas cosas, entre ellas que jamás debía guardarse un sentimiento dentro si en realidad quería expresarlo. Su hermano Fred había sido asesinado sin que él pudiera despedirse de él, ni darle un último abrazo, ni reírse de su última broma. Ron era impulsivo, siempre lo había sido, pero ahora también era brutalmente sincero.

Pero ni siquiera llegó a la puerta de ese gran salón para dirigirse a la habitación de Hermione. No pudo salir porque alguien más entró, haciendo que todos ellos se pusieran en tensión.

El hombre que acababa de entrar sin previo aviso era muy alto y destacaba por su piel oscura. El gesto serio de Kingsley Shacklebolt tenía un importante componente de gravedad en ese momento y cuando los miró con ojos tristes, todos supieron que no se trataba de una visita de cortesía por parte del auror, sino que algo verdaderamente malo había sucedido. Shacklebolt se aclaró la garganta para hablar.

—Los mortífagos han atacado el Callejón Diagón.


Habrá dramione en el siguiente capítulo, ¡prometido! Sé que algunos capítulos son un poquito menos entretenidos, pero necesito conectar toda la historia de algún modo. También deciros que los capítulos de flashback son cortitos y no añado nada de la historia de Draco y Hermione en ellos...
Estoy trabajando MUCHÍSIMO estos meses y no me queda tiempo apenas para poder sentarme frente al ordenador, aun así tengo escritos ya algunos capítulos que iré subiendo. ¡Mil besos y gracias por leerme!


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