Capítulo 23.
¡¡Hola!! Estoy super emocionada subiendo este capítulo, es el más importante del fanfic hasta el momento y espero que os guste. ¡¡Llevo 23 capítulos esperando para poder contar esto!! Os he dejado en multimedia una foto muy bonita de Hermione y mi canción favorita. Disfrutad el capítulo.
Capítulo 23
El 24 de diciembre no era un día especial en absoluto para él. De hecho, ninguno de los días de Navidad lo sería.
Draco tan sólo se encontraba esperando. Esperando a volver a Hogwarts, a regresar a esa monotonía que tan le ahogaba poco a poco hasta el punto de convertir todos los días en exactamente iguales que el anterior.
Se sirvió un poco de puré de patata en un plato de fina porcelana y el sonido de la vajilla entrechocando sonó con fuerza en el silencio de la mansión Malfoy. Añadió algo de verdura a su cena y después se sentó en una silla, apoyando el plato en la propia encimera de la cocina. Sabía que no tenía sentido preparar una buena cena y tomarla en el comedor de la casa, estaba solo y aquel lugar tan oscuro le daba escalofríos.
Vestía una camisa negra y unos pantalones del mismo color. Su cabello rubio caía sobre su frente, desordenado. Sabía que tenía ojeras y se sentía cansado constantemente, pero afortunadamente llevaba varios días sin sentir dolor en la cicatriz. Al parecer, al menos Voldemort se estaba relajando un poco respecto a convocar a los mortífagos con tanta frecuencia.
Mientras bebía un trago de agua se preguntó dónde estarían sus padres. Sabía que si regresaban, el Ministerio de Magia los llevaría directamente a Azkaban, pues su casa estaba vigilada constantemente. Aun así los extrañaba y no dejaba de recordar aquellos años en su infancia en los que había pasado tantas navidades felices. Le dolía esa situación.
Cuando terminó de cenar, Draco Malfoy recogió su plato y lo lavó con un par de golpes de varita. Después se retiró a su habitación, en el segundo piso de Malfoy Manor. Lo único que se escuchaba en esa enorme y oscura casa era el sonido de sus propios pasos.
***
Era casi la una de la mañana cuando Remus terminó de narrarle la historia de Hermione. Ella ya conocía algunos de los detalles, pues era consciente de cómo Leah y Sirius se habían conocido y también del modo en el que su relación se había desarrollado a lo largo de los años. Aun así, escucharlo de labios del antiguo profesor le alegró el alma e hizo que se sintiera especial en cierta forma. Como si ella también pudiera compartir un poco más de lo que había sucedido entre ellos.
Remus le narró la horrible guerra que habían sufrido y la noche en que los Potter habían sido asesinados y Sirius fue juzgado y llevado a Azkaban, acusado de haber perpetrado el crimen él mismo.
—No volví a saber nada más de ella después de eso. Le escribí algunas cartas, pero la mayoría de ellas regresaban a mí, las lechuzas no lograban encontrar a Leah. Incluso utilicé el correo muggle en alguna ocasión para contactarla, pero no recibí respuesta.
Hermione suspiró al oír eso, decepcionada.
—¿Cree que Leah está en alguna parte, sana y salva?
El gesto de Remus no fue alentador en absoluto y el hombre suspiró. Por primera vez, Hermione vio en él arrugas que antes no estaban allí y sus ojos brillaron con tristeza. Como si todos los años que habían pasado se revelaran en su rostro de repente.
—No sé si... —comenzó Lupin.
Hermione supo inmediatamente que había algo que no le había contado. Lo vio tan claro como veía a ese hombre junto a ella.
—¿Lo cree? —insistió.
El licántropo suspiró, derrotado. Le habría ocultado la verdad a Hermione si ésta hubiera sido una niña, pues lo primordial habría sido no matar la ilusión en ella respecto a esa historia que ya estaba más que olvidada... pero no pudo hacerlo. Hermione tenía ya dieciocho años, era toda una mujer que merecía saber lo que había sucedido.
—No, Hermione. —Reconoció al final—. Murió poco después de que Sirius fuera a Azkaban. Un accidente de coche, o al menos eso dijeron.
De repente, Hermione se quedó congelada. No podía ser. ¿Leah había muerto? Comenzó a marearse y tuvo que apoyarse en el respaldo de la silla en la que se encontraba sentada.
—¿Cómo lo sabe? —preguntó con voz grave, un nudo comenzaba a formarse en su garganta—. ¿Y si es mentira, y si alguien se lo inventó?
El hombre negó con la cabeza.
—No lo creo. Fue Regulus quien me lo dijo, el hermano de Sirius.
—Todos saben que los Black nunca quisieron a Sirius, que odiaban a los muggles. ¿Cómo puede confiarse en lo que él dijera?
—Porque Regulus no era así. Se arrepintió de todo lo que sucedía en su familia, él quería a Sirius y trató por todos los medios de localizar a Leah para ponerla a salvo... fue él mismo quien descubrió que había muerto y trató de contárselo a Sirius, pero no lo consiguió.
Hermione se llevó las manos a la boca, sorprendida.
—¿Quiere decir que Sirius no sabía lo que le había sucedido a Leah?
Remus negó con la cabeza.
—Las cartas no llegaban a Azkaban y era extremadamente complicado que alguien pudiera visitarlo allí. Sirius no lo supo hasta que por fin salió de Azkaban en el 93. Fue entonces cuando yo se lo conté, pues Regulus ya había muerto mucho antes...
Hermione no se atrevió a preguntarle cómo había reaccionado ese mago tan imprevisible, pues lo imaginaba perfectamente. No podía creer que ninguno de ellos hubiera advertido nada, que no hubieran sabido sobre Leah hasta ese momento.
—Entiendo que te preguntes por qué Sirius nunca dijo nada al respecto, ni siquiera a Harry. —Parecía que Remus le había leído el pensamiento al decir eso—. Erais niños, Hermione. Todo era muy complicado y Harry ya tenía suficiente sufrimiento con Voldemort tras él, lo último que Sirius quería era añadirnos nuevas preocupaciones. Para él éramos muy importantes, todos nosotros.
Hermione apretó los labios. No sabía qué decir ni cómo reaccionar. Durante esos días había albergado poco a poco la ilusión de que quizás Leah podía estar viva, había fantaseado despierta con saber dónde se encontraría, incluso con conocerla en persona. Y ahora se enteraba de que todo había sido en balde. Draco Malfoy tenía razón: tanto Sirius como Leah estaban muertos, su historia ya no importaba.
Remus se puso en pie y la observó unos segundos con un evidente tinte de lástima en sus ojos.
—Lo siento, Hermione. Sé que te habías encariñado mucho con ellos.
Ella no fue capaz de responder. Sentía que, si lo hacía, acabaría llorando. Y se negaba a hacerlo, debía asumir lo que sucedía.
—Te dejaré sola.
Antes de que Remus saliera de la habitación de Sirius, apenas iluminada por el fuego de la chimenea, Hermione se dirigió a él una última vez.
—Profesor Lupin —susurró y él se giró hacia ella—. Muchas gracias por contármelo. También para usted es muy doloroso.
Él contestó con una inclinación de cabeza y salió de la habitación, cerrando la puerta tras él.
Hermione suspiró audiblemente. No sabía qué sentir. Su corazón latía despacio y la impotencia se clavaba en su estómago, sabía que ya no había nada que pudiera hacer por Sirius y Leah y lo peor era lo ingenua que había sido al creer que sí podría hacerlo. A no ser que supiera cómo resucitar a los muertos sin utilizar magia negra, esos tres meses que había pasado leyendo esas cartas acababan allí mismo. Y de nuevo aparecían el dolor y la soledad.
Cerró los ojos, y tomó aire, tratando de detener un pinchazo en su pecho que dolía tanto como si alguien le estuviera clavando un puñal.
Y entonces lo escuchó.
Un ruido rítmico, pasos menudos y un refunfuñeo continuo. La puerta de la habitación se abrió de nuevo y un ser pequeño entró por ella, sin reparar en su presencia. Arrastraba los pies y caminaba encorvado, a juzgar por su rostro parecía tener doscientos años muy mal llevados.
—... y la inmundicia se apodera de la noble casa. ¿Qué diría mi ama si viera este despropósito? Malditos impuros, maldita sangre manchada que osa entrar en la casa de los Black...
Hermione reconoció a Kreacher al instante. El elfo doméstico llevaba un trapo mugroso entre sus huesudas manos y refunfuñaba en voz baja, creyendo que nadie lo escuchaba. A Hermione le daba mucha pena; Kreacher había perdido la razón muchos años antes y su existencia no podía ser más que dolorosa para la pobre criatura, que aún veneraba a sus amos, los Black.
Se dispuso a salir de la habitación, pues lo último que quería escuchar en ese momento era cómo ese elfo echaba pestes por la boca sobre Sirius e insultaba a los muggles. Había tenido demasiado ya por ese día.
—Y ese asqueroso licántropo, sí. Ese grupo de impuros y traidores a la sangre entran a la casa y pretenden gobernarlo todo, Kreacher siente asco —murmuraba el elfo, caminando de un lado para otro mientras «limpiaba» los armarios—. Y hablan del amo Sirius, no deberían, no... El amo está muerto ya, mi pobre ama lo sabía, decía que ese traidor acabaría asesinado el día menos pensado.
Las palabras de Kreacher eran demasiado crueles y Hermione llegó hasta la puerta para salir de esa habitación. Pero el discurso del elfo la mantuvo quieta unos segundos más.
—Quieren saber qué sucedió con el amo Sirius y esa muggle. Sí, la maldita sangre sucia habla como si los conociera y dice que trae las cartas. Cartas del amo Sirius para la muggle, la muggle muerta.
Antes de girar el pomo de la puerta, Hermione se dio la vuelta y tomó aire. No sabía cómo no podía habérsele ocurrido antes: Kreacher era la única persona que había vivido con los Black toda la vida, que sabía lo que había sucedido con Sirius antes de que éste se marchara de la casa. El único que aún había permanecido allí hasta ese día.
—¿Qué acabas de decir, Kreacher? —preguntó con voz firme.
El elfo dio un respingo, reparando por primera vez en ella. Bajó su enorme nariz aguileña hacia el suelo para formular un nuevo murmullo.
—La asquerosa sangre sucia le habla a Kreacher, le habla como si se conocieran. La sangre sucia quiere que Kreacher le cuente historias... no, no.
—¿Qué has dicho, Kreacher? —insistió Hermione, acercándose hasta llegar a donde el elfo doméstico extendía el polvo con su trapo—. ¿Qué sabes tú de Sirius y Leah?
Le hablaba con voz suave, pues no quería ser violenta con él. Sabía que sufría, que era un ser profundamente desgraciado.
—Kreacher solo responde ante sus amos —dijo en voz alta y después bajó la voz, hablando para sí mismo—. No, no hablaré con ella. Inmundicia, la honorable casa se ha llenado de suciedad.
—¿Qué sabes tú de las cartas de Sirius y Leah? —volvió a preguntar Hermione con paciencia.
El elfo doméstico se giró hacia ella unos instantes y clavó sus ojos pequeños y hundidos en ella. Durante un momento la miró intensamente y acto seguido compuso una mueca. Volvió a centrarse en la superficie de madera que limpiaba con lentitud.
—Kreacher no dirá nada. Kreacher no va a hablar con la sangre sucia sobre el amo Sirius. Es un traidor, todos lo han sido... Sucios traidores. La sangre sucia no sabrá nada sobre las cartas del joven amo Sirius, Kreacher nunca hablará con ella.
Hermione apretó los labios y se quedó completamente callada, sabiendo que lo que tenía que hacer era no hablar para no provocarle. Ese elfo sabía algo y, al parecer, acabaría contándoselo sin necesidad de forzarle a hacerlo.
Kreacher tardó en hablar de nuevo. Paseaba de un lado a otro con sus pasos resonando en el suelo y los ojos clavados en el horizonte. Era tan patético que la compasión que le provocaba a Hermione era casi tan grande como el interés por saber lo que Kreacher tenía para decirle.
—La ama hizo muy bien enviando esas asquerosas cartas a los Malfoy. Sí, ellos las destruyeron, ellos acabaron con esa basura. El amo Sirius era una decepción, enviando cartas a esa asquerosa muggle. Afortunadamente la ama pudo recuperar las malditas cartas cuando la muggle murió y las mandó destruir, así nadie volverá a relacionar a la noble familia Black con esos traidores, con esos impuros.
Comprender todo lo que estaba diciendo ese elfo le tomó varios segundos, pues Hermione no esperaba escuchar algo así, jamás. Ella daba por hecho que las cartas que Sirius le había mandado a Leah en contestación de las de la joven se encontraban perdidas o en la casa de la muchacha... pero nunca habría imaginado que en algún momento Walburga Black, la madre de Sirius, se había hecho con ellas. No daba crédito a lo que estaba escuchando.
—Abraxas Malfoy las destruyó, seguro que lo hizo. Un hombre respetable, un hombre noble —continuó diciendo Kreacher.
Hermione dio un par de pasos atrás mientras su mente aún hilaba todo lo que estaba escuchando. Las cartas que Sirius había escrito para Leah habían sido enviadas a los Malfoy.
Y entonces eso cobró cierto sentido en la cabeza de Hermione. Nadie sabía nada sobre Leah, tan solo las personas más cercanas a Sirius y su familia... pero había una persona que había sabido de quién se trataba desde el principio, alguien que, aunque sin detalles, ya conocía la historia desde antes de que ella le hablara de ella: Draco Malfoy.
Su mente trabajó muy rápido en ese momento. ¿Qué posibilidades había de que Abraxas Malfoy no hubiera destruido las cartas de Sirius? De que éstas aún permanecieran en Malfoy Manor...
Supo que las probabilidades eran bajas, pero aun así tomó una decisión que lo cambiaría todo. Sabía que tanto Leah como Sirius habían muerto ya, pero aun así no quería darse por vencida. Hermione no estaba preparada aún para olvidarse de ellos, más aún sabiendo que había una parte de la historia que no conocía.
Completamente resuelta, a Hermione no le importó que fuera ya la una de la madrugada. Ni siquiera pensó, sólo se dejó llevar por sus impulsos: debía ir a Malfoy Manor.
.......
Gracias por leerme y comentar :) Si aún no has dejado un comentario contándome qué te parece mi fanfic, ¡no te olvides de hacerlo!
Mil besos :D
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro