Capítulo 19.
¡Hola hola! Aquí vuelvo con el capítulo 19. Agarráos porque vienen curvas y se avecinan novedades. Entre ellas, comienzo un poquito a presentar otra de las parejas del fic que, aunque al principio me pareció muy extraña para meterla, ahora tengo muchísimas ganas de escribir sobre ellos. ¿Sabríais decirme de qué pareja se trata? Espero que os guste el capítulo :)
Capítulo 19
19- «Estoy embarazada...»
-De Leah para Sirius, 15 noviembre de 1981.
...
El sábado 13 de diciembre de 1997 comenzaron oficialmente las vacaciones de Navidad de Hogwarts. Por todas partes se podían encontrar alumnos corriendo por los pasillos del colegio, arrastrando sus baúles y cargando sus equipajes para pasar las fiestas en su casa. Otros muchos, por el contrario, paseaban de forma relajada por el edificio, pues pasarían allí los días de Navidad.
Una gran cantidad de familias de magos se habían decidido por mantener a sus hijos allí durante las vacaciones, pues temían que si regresaban a casa esto pudiera suponerles algún tipo de problema.
Las muertes habían remitido en los últimos meses, pero aun así nadie estaba tranquilo en el mundo mágico y pocas personas se atrevían a salir de su casa solas, ni siquiera a plena luz del día.
En la Sala común de Slytherin, Blaise leía con tranquilidad frente a la chimenea. A su lado, su amigo Theodore Nott también ojeaba un libro de pociones en el que hacía pequeños apuntes de vez en cuando. A Zabini le gustaba que Nott no fuera el tipo de persona que hablaba demasiado, al contrario. El joven de piel pálida y ojos verdes era callado y serio, con una inteligencia muy evidente y un gran porcentaje de astucia.
Nott era uno de los pocos miembros de Slytherin que había declarado en público numerosas veces su desprecio por la guerra y las ideas que la habían propiciado. Por esa razón algunos de los alumnos de su casa ya no hablaban con él y se limitaban a ignorarle, a fingir que no existía.
Zabini lo seguía teniendo entre sus amigos cercanos de todas formas y, aunque fuera sorprendente, también Pansy y Draco lo consideraban parte de su grupo.
Ya no quedaba casi nadie en la sala común de las mazmorras, pues el Expreso de Hogwarts partiría en apenas unos minutos. Ellos, aun así, pasarían las fiestas en el colegio por decisión propia. Era su último año allí y querían recordarlo.
Malfoy había salido hacía cerca de una hora con apenas una bolsa como equipaje. Su amigo se encontraba elegante y sombrío, como siempre. La que no había abandonado aún el colegio era Pansy Parkinson, razón por la cual Blaise se veía obligado a lanzar miradas furtivas a las escaleras que conducían a las habitaciones.
Como si lo hubiera previsto, escuchó el sonido del baúl bajando por las escaleras y en cuanto alzó su rostro se encontró con ella. El cabello oscuro de Pansy rodeaba su rostro como si fuera un halo oscuro. Ella no sonreía y, aunque sus ojos se cruzaron, la joven apartó la mirada.
A pesar de saber que la molestaría, Zabini se puso en pie y se dirigió hacia ella.
-¿Te vas?
-Eso creo -contestó ella sarcásticamente-, oh, mira, ¡mi baúl! Sí, creo que eso significa que me voy.
Blaise hizo caso omiso a su modo de hablarle. Sabía que ella no era así, que la Pansy Parkinson que no era mortífaga jamás le habría hablado de un modo tan hiriente.
-Llevas equipaje como para un año -comentó Zabini tratando de componer una pequeña sonrisa-. Como si no fueras a volver.
Pansy se quedó en silencio tras escuchar esto y soltó el baúl, que cayó pesado sobre el suelo de piedra. Después lo miró a los ojos, diciéndolo todo en un solo segundo. Asintió casi imperceptiblemente y Blaise sintió que empalidecía. ¿De verdad había acertado? ¿Pansy Parkinson pensaba marcharse para no volver?
-¿Por qué? -preguntó.
-Él quiere tenerme luchando a su lado -susurró ella-. Ya no hay vuelta atrás, me reuniré con ellos en un par de días.
¿Qué podía hacer Blaise? Le habría encantado cerrar la puerta y todas las ventanas, evitar que ella pudiera salir de allí y desaparecer de su lado. Pero Pansy se iba a la guerra, a colaborar con los mortífagos, a convertirse en una asesina o una torturadora. A partir de ahí sólo habría dos opciones: Azkaban o la muerte. Blaise se estremeció.
-No vayas, por favor -suplicó con un hilo de voz.
Contra todo pronóstico, Pansy tomó aire un instante y se acercó al cuerpo cálido del chico. Alzó la mano, posándola en su barbilla y acarició su mentón completamente. Después le dedicó una sonrisa, una de esas que él llevaba demasiado tiempo sin ver.
-Cada uno elige su camino, ¿no? -dijo ella en voz baja.
-Yo te elijo a ti.
-Ese camino no existe.
Blaise suspiró, sin dejar de sentir la suavidad de las manos de Pansy sobre él. De repente quería besarla, tanto que le dolía el pecho por ese sentimiento. Ella lo rechazaría y lo sabía, eso era lo más humillante. Aun así, el muchacho quiso intentarlo y con lentitud acercó sus labios a los de ella.
Durante un glorioso instante los labios de ambos se rozaron. Duró apenas un segundo, pero sucedió. Acto seguido Pansy giró la cara, haciendo que la boca de él rozara su mejilla. Cerró los ojos y ambos permanecieron en esa posición durante lo que pareció una eternidad. Las manos de Zabini temblaban cuando fue ella la que se separó primero. Al fin y al cabo, Pansy era quien poseía más autocontrol de los dos.
Al momento, su gesto se transformó y pareció una vez más como si jamás se hubieran tocado. Ni siquiera segundos antes.
-Te veo en otra vida, Zabini. -Se despidió Pansy.
No esperó una respuesta, tan solo tomó su baúl y se dio la vuelta, dirigiéndose a la puerta de la sala común.
Blaise tardó demasiado tiempo en reaccionar cuando ella se fue. Recordaba su capa negra por encima de la ropa, el modo en el que ella andaba y el olor de su piel, que le recordaba momentos muy felices que ya no estaban, que se habían evaporado.
Cuando el chico regresó de nuevo al lugar en el que estaba antes y abrió el libro una vez más por la página en que lo había dejado, Theo Nott levantó la vista de las páginas del suyo y lo miró con los labios apretados, aunque con gesto afable.
-¿Estás bien? -preguntó con sincera preocupación.
Blaise necesitó suspirar antes de poder hablar siquiera una palabra.
-Más o menos -respondió.
-¿Quieres hablar de ello?
No sabía si quería hacerlo. Ser Slytherin no significaba precisamente ser muy abierto en cuanto a expresar los sentimientos. Pero el dolor de su pecho le decía que debía hacer algo, contar con alguien.
-Ahora no.
Theo no insistió, se encogió de hombros y siguió anotando datos importantes en su libro de pociones. Blaise cerró el libro y se recostó en su sillón de piel, cerrando los ojos y tratando de saber qué debía hacer a partir de ese momento.
***
Ginny entornó los ojos y acto seguido esbozó una sonrisa antes de besar en los labios a Harry. Él le devolvió el beso, apoyándose en la puerta del vagón.
El expreso aún no se había puesto en marcha y los alumnos que volvían a casa por Navidad entraban en el tren trémulamente, cargando sus pequeños equipajes y con aire satisfecho. Por fin tendrían un par de semanas de vacaciones, eso era una franca alegría siempre.
-Shh... nos van a escuchar -susurró Ginny cuando Harry introdujo sus manos por dentro de su camisa de cuadros con un gemido ronco.
-¿Quién? -murmuró el moreno al tiempo que le besaba el cuello a la joven-. Todavía no ha entrado nadie...
Ella se dejó llevar unos segundos. Dejó que los labios de Harry Potter pasearan por su clavícula y sus dedos jugaran a acariciar distintos puntos de su espalda. Se apretó contra él y gimió suavemente.
Durante apenas un instante se distrajeron tanto que no escucharon que, por fin, algunas personas sí comenzaban a subir al vagón.
-Dime que no acabo de ver esto -le suplicó Ron a Hermione al tiempo que se cubría los ojos azules con una mano.
Hermione esbozó una pequeña sonrisa y puso los ojos en blanco. Sabía que para Ron era violento presenciar esos momentos, pero tanto Harry como Ginny eran particularmente... explosivos en cuanto a su relación.
La pareja se separó al instante, en cuanto escucharon las voces. Ginny le lanzó una pequeña mirada de reproche al Niño que Vivió. Potter se encogió de hombros en una silenciosa disculpa y después se dirigió a sus amigos.
-De vuelta al mundo real, ¿no?
Abrió la puerta de su compartimento y entró en él junto a Ginny. Ron y Hermione los siguieron, pero aún no habían entrado en su pequeño cubículo cuando una figura cruzó el estrecho pasillo corriendo.
Con el cabello rubio platinado y largo hasta los hombros, Astoria Greengrass pasó frente a ellos con la cabeza muy alta. Sus ojos oscuros se dirigían al final del vagón, donde se sentaría junto a algún grupo de Slytherins, como siempre. Su piel pálida parecía brillar, perfecta. Sus labios eran de color melocotón y brillaban como si se acabara de aplicar un bálsamo.
Hermione tragó saliva. No solía encontrársela en Hogwarts, pero las últimas veces que lo había hecho, sólo había podido pensar en una cosa: ¿cuánto sabía ella de Draco Malfoy? ¿Era consciente de que era un mortífago? ¿Le habría dicho su novio algo sobre su novedosa y problemática relación?
Cuando Astoria pasó junto a ellos, su férrea autodeterminación por no perder ni un instante de su tiempo fijándose en los Gryffindor flaqueó. Fue casi involuntario, sus ojos se giraron un instante y miró a Hermione. Se le heló la sangre, pensó en su hermano Paul y en lo que él le había arrebatado a Granger. Aún más doloroso fue cruzarse con los ojos de Ron Weasley. El pelirrojo, para su sorpresa, correspondió a su mirada y esto le dio un vuelco al corazón. Por un momento creyó que lo sabía. Que sacaría su varita y la atacaría con ella, gritando que su hermano había matado al gemelo Weasley. Pero no lo hizo.
Ron y Astoria se miraron, sí, pero nada en la mirada de él reveló que supiera lo sucedido y tampoco hubo ningún detalle en ella que lo gritara a los cuatro vientos. Tan solo conectaron un segundo y la piel de la rubia se puso de gallina.
Apartó la mirada al cabo de unos momentos, como si nada hubiera pasado, y siguió caminando con la barbilla aún más alta que antes. Apretó los dientes y se obligó a no pensar en ello. Como si eso funcionara y pudiera olvidarse del tema. Astoria siguió el consejo de Draco e intentó dejar de sentir.
***
El salto que Hermione pegó en su asiento y su sollozo ahogado alertaron a todos. Harry, Ron y Ginny se quedaron mirándola fijamente mientras ella comenzaba a temblar.
El tren llevaba ya más de una hora de recorrido hacia Londres y todo transcurría de forma tranquila. Todo menos Hermione, que había tomado las cartas de Leah de su carpetita unos minutos antes y se había entretenido desde entonces leyendo.
-¿Qué sucede, Hermione? -Harry se alarmó al ver los ojos de su amiga llenándose de lágrimas de repente-. ¿Estás bien?
Hermione tomó aire con dificultad, con manos temblorosas y la carta entre sus dedos.
-¿Qué pasa? -insistió Ginny.
Entonces Hermione reaccionó de repente, llevándose el dorso de la mano a su boca y cubriéndola con él. Cerró los ojos, rezando por no llorar, y lo consiguió. Después alzó la cabeza hasta encontrarse con tres pares de ojos que la miraban como si su amiga se hubiera transformado de repente en un hipogrifo que ocupara todo el compartimento.
-No puede ser... -susurró Hermione-. No es posible.
-¿Qué has leído? ¿Qué pone? -preguntó Ron, tentado de arrancar la carta de entre sus manos.
Ella apartó la vista de la carta hasta llevarla de nuevo a la carpetita donde guardaba el resto de escritos. Allí llamaba la atención un sobre cerrado, el único que aún lo estaba. También la carta que ella tenía en la mano había estado sellada minutos antes, lo que evidenciaba que Sirius jamás había llegado a leerla. Eso era, definitivamente, lo que más le quitaba el sueño.
Le quedaba solo una carta más por leer. Y la que tenía entre sus dedos contenía un mensaje para el que ella no estaba preparada.
-He abierto esta carta -susurró, señalando el papel que tenía en las manos-. Estaba sellada, Sirius nunca llegó a leerla.
Sabía que quizás debería haber parado ahí. No haber abierto ninguno de los sobres cerrados, haberlo dejado en una historia de amor adolescente entre el padrino de Harry y una chica muggle. Pero no había podido hacerlo, le parecía impensable dejar la historia en esos momentos.
-¿Y cómo ha llegado a estar con el resto?
-No lo sé -respondió Hermione-. Yo tampoco entiendo eso, pero... Merlín, chicos. No puede ser.
-¿El qué? ¡No estamos entendiendo nada, Hermione! -exclamó Harry.
Fue entonces cuando ella recordó que era la única que había leído de cabo a rabo mil veces cada una de las cartas de Leah. Era ella quien conocía su historia de verdad, la que había decidido vivirla junto a Leah y a Sirius, pese a no estar con ella ninguno de los dos.
-Lo que acabo de leer... lo cambia todo. Todo.
Ninguno volvió a hablar. Tan solo la miraron, dubitativamente. Cualquiera habría podido decir que Hermione Granger se había vuelto loca, pues no sabía cómo proseguir con sus palabras. Le tomó un gran esfuerzo reunir el aire en sus pulmones para poder hablar con claridad y después miró hacia Harry, que era el más afectado por la noticia que estaba a punto de darles. No sabía a lo que afectaría, pero de ser como ella se imaginaba... esa marcaría una gran diferencia.
-Chicos... Leah... -le costó hacerse una idea a cómo debía decir sus siguientes palabras, por lo que optó por cerrar los ojos mientras ellas abandonaban sus labios-. Leah escribió en esta carta que estaba embarazada.
Sus tres amigos se quedaron pasmados. Harry palideció.
-¿Embarazada? -preguntó Ginny sin dar crédito aún-. ¿De Sirius?
-Eso es.
-Pero eso significa... -Ron tragó saliva, aún sin ser capaz de pronunciarlo todo.
-Efectivamente -prosiguió Hermione-. Significa que, si Leah consiguió sobrevivir...
-Sirius tiene un hijo en alguna parte -terminó Harry, aún sin pestañear.
Después, los ojos de su amigo comenzaron a humedecerse poco a poco. Si eso era cierto, el descubrimiento acababa de cambiar sus vidas.
¿Qué os ha parecido? No olvidéis dejarme un comentario con vuestras impresiones, pensamientos sobre el fic... ¡me dan muchísima alegría! Siento no contestarlos a todos todos, porque soy un desastre, ¡pero cada vez que leo vuestros comentarios me inspiro! Mañana me voy de vacaciones y estaré durante unos días alejada, quizás sin internet, pero seguiré escribiendo. ¡No os asustéis!
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