Capítulo 12
¡Hola! Aquí vuelvo con un capítulo nuevo, de momento es el más oscuro que he escrito en esta historia y marcará una diferencia en la relación de Draco y Hermione. Espero que os guste :)
Capítulo 12.
12- «Por favor, Sirius, sé sincero: ¿qué es la Orden del Fénix?»
-De Leah para Sirius, 19 de septiembre de 1979.
Afortunadamente para Hermione, no había tenido que coincidir con Malfoy los tres primeros días de la semana. Ella había sido enviada a hacer distintas tareas: dar de comer a las criaturas mágicas junto a Hagrid el lunes, cosa que ni siquiera había resultado un castigo, realizar algunas tareas en los invernaderos junto a la profesora Sprout el martes y, desde luego la peor y más aburrida de todas, vigilar los pasillos durante tres horas junto a Filch.
Su tarea para el jueves parecía ser volver a pasar la tarde con Hagrid y eso le parecía más que aceptable, pero en el último momento, cuando ella ya se encontraba en los pasillos de Hogwarts con la capa bien apretada a su alrededor para salir al frío del exterior del castillo, la profesora McGonagall se había dirigido a ella con rapidez desde uno de los pasillos. Hermione se detuvo al ver a la mujer y la observó un instante.
—Señorita Granger, debe acompañarme —ordenó la profesora.
En sus labios no se dibujó ni siquiera una pequeña sonrisa y esto hizo que Hermione se sintiera bastante mal, se veía claramente que su profesora estaba enfadada con ella después de haberle advertido sobre qué sucedería si volvía a enfrentarse a Malfoy. Y aun así ella lo había hecho, desde luego, la mujer tenía razones para encontrarse disgustada.
—¿Qué sucede, profesora? —preguntó la estudiante mientras caminaba tras ella por los pasillos—. Llegaré tarde a mi cita con Hagrid.
—Esa ya no es su obligación, señorita Granger —le comunicó la profesora, que caminaba delante de ella con la cabeza bien alzada y su vestido oscuro ondeando bajo sus pies—, ha habido un pequeño accidente con los alumnos de primer año en la clase de pociones. El aula ha quedado hecha un verdadero desastre y me temo que usted tendrá que limpiarlo.
Hermione casi abrió los labios para preguntar algo, pero la profesora pareció leerle la mente y se adelantó a sus palabras.
—Sin magia, señorita. Es algo que tienen que hacer manualmente, por eso se trata de un castigo.
La chica suspiró, bajando la cabeza. Se encontraba avergonzada, pero no podía hacer nada más aparte de esperar a que la semana terminara y los profesores dejaran de mirarla con ese resquicio de enfado en sus ojos. Tenía muchas ganas de volver a ser ella misma, de ocupar su tiempo en estudiar y contar con la aprobación de sus maestros.
—Tres horas —dijo McGonagall, deteniéndose frente a la puerta del aula de pociones—, y ni un solo hechizo. Espero que haya quedado claro, no puede utilizar magia en las próximas tres horas si no quiere estar en problemas. En graves problemas.
Hermione se preguntó a qué venía esa insistencia respecto a no usar magia. Lo había entendido desde el principio y ella no era el tipo de alumna que desobedecía a los profesores (en general). Si le habían dicho que debía desempeñar su tarea sin magia, así pensaba cumplirlo.
Fue entonces cuando comprendió el porqué de que la profesora recalcara ese aspecto. En ese mismo momento, junto al profesor Snape, apareció Draco Malfoy. Su expresión parecía triste, pero se dio cuenta de que ésta se endurecía en el mismo momento en el que la visualizaba a ella. Malfoy dirigió una mirada confusa hacia Snape, por lo que Hermione dedujo que él tampoco tenía ni idea de que iban a trabajar juntos esa tarde. Era obvio que de ahí venía tanta insistencia respecto a no usar la magia, si volvían a pelearse con sus varitas, estaban perdidos.
La joven optó por aclararse la garganta e ignoró a Malfoy. Pensaba adoptar esa actitud, pues no tenía ninguna intención de volver a pelearse con él ni de que éste le causara más problemas.
—Tres horas, alumnos —enunció una última vez Snape con voz cargante.
Los dos profesores entrecruzaron una mirada significativa que pareció expresar cierta desconfianza. Al final, los dos se retiraron y fue Hermione quien reaccionó primero, entrando en el aula con rapidez para alejarse de Malfoy. Se prometió que, hiciera lo que hiciese él, no pensaba volver a entrar en su juego.
***
Fue Neville quien entró con rapidez a la sala común de Gryffindor, como alma que llevaba el diablo. Había pasado por el aula de pociones justo en el preciso momento en el que Hermione y Draco entraban para cumplir su castigo. Desde luego, el chico había escuchado la conversación con los profesores y había sentido que era su obligación avisar a Harry y Ron; Hermione podía estar en peligro en ese momento.
Tras localizar a los dos magos en la sala, Neville ni siquiera tomó aire mientras pronunciaba sus siguientes palabras:
—Malfoy está con Hermione en el aula de pociones. Están cumpliendo un castigo y permanecerán allí tres horas. ¡Solos!
Harry sintió cómo se le erizaban los vellos de la nuca. Ron no tardó en reaccionar, se levantó del cómodo sillón rojo en el que se encontraba sentado y su primer impulso fue dirigirse hacia la puerta.
—¡Debemos hacer algo, hay que ir allí!
—¿Cómo han podido dejarlos cumpliendo un castigo juntos? ¿Acaso no saben lo que puede suceder? —preguntó Harry, preocupado, al tiempo que se rascaba la cabeza con la respiración agitada.
—Tenemos que ir —repitió Ron.
Antes de que Harry asintiera con la cabeza y ambos salieran de la sala común, tuvieron la suerte de contar con un poco más de sentido común: siendo la última que se ponía en pie, Ginny dejó el libro sobre quidditch que estaba leyendo sobre su sillón y encaró a su hermano y a su novio.
—¿Estáis mal de la cabeza? —preguntó—. No querréis buscaros también un problema yendo allí cuando no sabéis qué es lo que sucede.
—Hermione está con Malfoy a solas. ¿No te parece suficiente? —exclamó Ron.
Desde la muerte de Fred, Ron se había dedicado a sobreproteger más de la cuenta a Hermione. Por una parte sentía que ella era de las pocas personas que podían compartir su dolor, Fred y Hermione habían tenido una historia hermosa y tenue y, al fin y al cabo, también ella había quedado sola cuando lo asesinaron. Eso lo llevaba a no pensar, a querer ahorrar los problemas para Hermione porque ya había tenido suficiente con lo sucedido.
—Ginny, si no quieres venir no lo hagas, pero hay que sacar de ahí a Hermione. —Esta vez fue Harry quien habló.
La muchacha pelirroja lo miró durante largos segundos, sin hablar aún. Con sólo una mirada podían decirse muchas cosas: ella estaba decepcionada, él estaba listo para salir de la Sala Común y enfrentarse a Malfoy. Finalmente, Ginny chasqueó la lengua.
—Estáis descontrolados, ambos —bufó—. Hermione y Malfoy están cumpliendo castigos, es obvio que estarán vigilados por algún profesor o que al menos habrán sido seriamente amenazados. Si vais ahí, lo único que vais a conseguir es arruinarlo todo, ¿vais a decirle a Malfoy que pensamos que es un mortífago, también?
—Lo es —siseó Harry.
—Probablemente. Pero tenemos que controlarnos, Harry. Debemos actuar con precaución, ¿por qué no podéis dejarlo pasar? No dejáis de arriesgaros, últimamente los dos no dejáis de planear huidas y conspirar entre vosotros.
Algunos de los alumnos de Gryffindor que también se encontraban en la sala común se giraron hacia ellos, evidenciando que estaban llamando demasiado la atención y que necesitaban guardar silencio para pasar desapercibidos.
Harry optó por hablar en un tono más bajo, tratando de que nadie ajeno a la conversación pudiera escucharlo.
—Sabes lo que queremos, Ginny. Acabar con esto, terminar con la guerra.
—¿Y que os peleéis con Malfoy va a lograr algo?
Ninguno de los dos supo qué contestar, pues sabían que Ginny tenía razón y que debían actuar con precaución.
—Creo que deberíamos esperar a hablar con Hermione después —propuso Neville—. Yo también me he precipitado. Quizás no suceda nada malo.
Ginny chasqueó la lengua al escucharlo y asintió con la cabeza.
—Es Malfoy, sabemos que no traerá nada bueno... pero debemos controlarnos. Nos la estamos jugando y eso me da muchísimo miedo.
Con un largo suspiro, Harry se acercó y envolvió a Ginny entre sus brazos. No lo dijo, pero en esos momentos también él tenía miedo.
***
Los alumnos de primer curso podrían haber hecho estallar toda el aula de pociones y aun así habrían provocado un destrozo menor al que había allí en esos momentos. Todo estaba tan sucio que Hermione incluso dudaba de que se tratara de la misma sala que la que servía como clase de pociones también para ella.
Durante las dos primeras horas, se dedicó a ignorar por completo a Malfoy; era lo mejor para su salud mental. Él solía lanzarle pullas mientras limpiaba a mano el otro lado de la sala para evitar cruzarse con ella. Cuando contemplaba calderos en el suelo y cristales esparcidos por doquier, le decía cosas como: «mira, Granger, es la misma decoración que en tu casa.» Hermione apretaba los dientes y seguía ignorándolo hasta que él encontraba una nueva estupidez que lanzarle: «esta cría de rata en formol se parece a tu madre», o «¿no es este moco de babosa africana igualito a Potter?».
Para Hermione no era especialmente complicado ignorarlo, prefería limpiar en silencio mientras le daba la espalda y responder a sus bromas idiotas para sus adentros, sin siquiera abrir la boca.
Lo cierto era que cada vez le producía más compasión Malfoy, los rumores de la desaparición de sus padres estaban a la orden del día y si estos eran ciertos, Draco Malfoy, de diecisiete años, estaba completamente solo. Fuera un mortífago o no, Hermione no creía que ese fuera un buen destino para nadie, ni siquiera para Malfoy. Al fin y al cabo habían crecido juntos, él se había corrompido a causa de su familia.
Calculó que apenas quedarían unos minutos para haber cumplido las tres horas y asintió con la cabeza, satisfecha, al comprobar que había hecho bien su trabajo y que su parte del aula estaba impecablemente limpia. McGonagall no tendría ninguna queja de ella... con este pensamiento en la cabeza se dio la vuelta con disimulo, esperando ver que Malfoy no había adelantado nada con su tarea y que todo seguía hecho un asco... pero se sorprendió cuando vio que no era así, la parte de la habitación de Malfoy estaba tanto o más limpia que la suya y el muchacho se encontraba sentado sobre una de las mesas de madera.
—¿Qué miras, sangresucia? —preguntó burlón Malfoy, que la había encontrado de lleno observándolo.
Ella se vio tentada a preguntarle cómo lo había hecho y, posteriormente, a acusarle de haber utilizado la magia. Pero decidió guardar silencio, sabía que tan pronto como abriera la boca comenzaría la guerra.
—¿Crees que no hablarme te va ayudar en algo? —preguntó Draco, cada vez más irritado ante la ausencia de alguna reacción por parte de ella—. Como si pudieras ignorarme, Granger. ¡Te encanta discutir conmigo!
Hermione se mordió la lengua. No debía responder, tenía que callarse.
Draco saltó de la mesa y se acercó a ella, caminando lentamente, como si fuera un lobo vagando sólo por el bosque. Sus ojos grises se encontraban delineados de forma muy marcada por oscuras ojeras, algo que ya había llamado la atención de Hermione con anterioridad.
—¿Qué tengo que hacer para que me contestes? —murmuró el rubio con una mueca divertida—, ¿hablar de tu novio Potty o tu otro novio Weasley? —Los dientes blancos de Draco se dejaron entrever durante unos instantes por sus labios cuando él compuso una sonrisa cruel—. O el otro, el novio muerto...
Hermione apretó los puños y tan sólo lo miró fijamente. Deseaba que hubieran pasado ya las tres horas, que se abriera la puerta y que McGonagall apareciera por ella para anunciar que tan sólo quedaba un día más de castigo. Pero no lo hizo, lo único que sucedió fue que Draco se acercó más y más a ella hasta quedar a tan sólo un par de metros de su cuerpo.
—Tampoco te gusta ese tema, vaya. —Los ojos de Draco brillaban con crueldad y Hermione no era consciente, pero también expresaban desesperación. Draco estaba desesperado—. ¿Lo de las cartas? Eso sí te gusta, ¿no, Granger? Leah la muggle enamorada de Sirius, la estrella más brillante, ¿no es así?
—Déjalo, Malfoy.
—¿Y si te dijera que yo sé cosas sobre ellos?
Hermione frunció el ceño y lo miró, confusa. ¿A qué venía eso en ese momento? ¿Qué quería decir con que sabía cosas sobre ellos?
—No te creo.
—Sirius Black era parte de mi familia, créeme, sé mucho más que tú respecto a él. Y también sé lo que sucedió al final de su estúpida historia con la muggle. ¿Quieres que te lo cuente?
—Cállate, Malfoy.
Pero él no hizo caso, tan sólo siguió hablando. Quería verla estremecerse de terror, que lo mirara con miedo, o algo así... Quería borrar esa fiereza que se reflejaba en los ojos de la leona y que de tan mal humor lo ponía. Lo llevaba hasta el límite. Hacía poco que se había dado cuenta de que Hermione Granger era una de las pocas personas que conseguían hacer que sintiera algo, cualquier cosa. Lo enfurecía, le provocaba miedo e impotencia. Y al menos era algo.
—Sé lo que sucedió con ella después, Granger. Es una de esas historias que se cuentan a los niños en mi familia, a mí me la contaban antes de ir a dormir. ¿Sabes lo que le pasó a Leah? Mi familia no aprobaba su relación con Sirius, lo imaginas, ¿verdad? —Una carcajada cruel salió de sus labios—. Así que la única opción que quedaba era quitarla de en medio, solo era una muggle. A nadie le importó.
Si seguía hablando, Hermione iba a echarse a llorar. No podía estar diciendo la verdad, los Black no le habían hecho daño a Leah, ¿verdad? Por supuesto no...
—Estás mintiendo, Malfoy. Eso es lo único que sabes hacer.
Ahí estaba otra vez: Draco comenzaba a sentir, la veía sufrir y él sentía terror. Le dolía el pecho, pero eso era mucho mejor que su habitual estado de indolencia ante todo y todos.
—No miento. Para nosotros los muggles no son nada y ella atentaba contra el legado de los Black. Hubo que acabar con ella para que todos fuéramos felices.
Hermione tomó aire al escuchar esas palabras. No sabía si creerlo. ¿Habían matado a Leah? Era posible, las cartas se acababan y Sirius nunca había hablado de ella mientras aún vivía. Quizás estaba muerta... pero no quería creer a Malfoy porque él era malvado y cruel, porque quería verla sufrir y provocar que lo atacara otra vez.
—No creas que voy a picar, Malfoy. ¿Piensas que no veo lo que estás haciendo? —preguntó y esta vez fue Hermione quien se acercó a él con pasos lentos hasta quedar frente a frente con el alto cuerpo del rubio—. Necesitas desahogarte con alguien y por eso lo pagas conmigo, porque en realidad estás solo. Tus padres te han abandonado y no sabes qué hacer, pero has tenido que volver a Hogwarts. Seguro que no sabes dónde meter tanta rabia y por eso intentas escupirla contra mí.
—Si lo quieres ver así, Granger... —comentó él burlonamente.
Aun así, Hermione no pasó por alto el ligero temblor en su mandíbula y trató de forzarse a sonreír con suficiencia.
—No estás acostumbrado a que nadie te quiera ni te preste atención, Malfoy. Pero estás tan solo que tampoco mereces que alguien se atreva a acercarte a ti. ¿Sabes?
Hermion pretendía intimidarlo, ponerlo nervioso, pero era difícil, especialmente porque también ella resultaba intimidada en el proceso.
—No te me acerques, sangresucia —musitó Draco rechinando los dientes.
—¿O qué?
Cuando Hermione se encontraba tan cerca que sus cuerpos casi podían tocarse, él se apartó, acobardado.
—Me das asco —siseó en un último intento por desestabilizarla.
La Gryffindor hizo acopio de valor, encogiéndose de hombros.
—Y tú a mí me das pena... —susurró—. Nunca había visto a alguien más triste y solo que tú, Malfoy. Te lo aseguro.
Estas palabras lo marearon. Draco dio un par de pasos hacia atrás, trastabillando. De repente veía borroso: el cabello castaño y alborotado de Hermione, sus ojos almendrados, su piel suave... Estuvo a punto de caer al suelo y fue entonces cuando reaccionó y se percató de que no eran las palabras de Granger las que le habían afectado tanto, sino ese lugar señalado en su antebrazo que de repente ardía con una fuerza increíble, más que de costumbre.
Draco gruñó mientras buscaba algún lugar en el que apoyarse y notó como todo el aire escapaba de sus pulmones, imposibilitándole la tarea de respirar.
—¿Malfoy? —preguntó Hermione con los ojos como platos, observando cómo el chico casi se desvanecía frente a ella—. Malfoy, ¿qué pasa?
No lo dudó, sin pensarlo dos veces Hermione se lanzó hacia el joven que gemía en voz alta mientras había conseguido aferrarse a la mesa en la que minutos antes permaneciera sentado, pero no se atrevió a tocarlo. Su rostro estaba rojo por el esfuerzo y parecía ahogarse, apenas podía hablar y se llevaba la mano constantemente a su brazo izquierdo.
—Merlín, ¿qué está pasando, Malfoy?
Y entonces lo vio. Con un gruñido intenso y al tiempo que Draco caía de rodillas sobre el suelo, él no pudo más que destapar aquello que estaba ocultando y que tanto le dolía, se subió la manga de su túnica negra, descubriendo su piel. No podía soportar más el fuego que le quemaba, sentía que la cabeza le explotaría de un momento a otro.
Hermione se quedó estática al verlo y su reacción instintiva no fue otra que alejarse de Malfoy unos pasos. Habría esperado que muchas cosas sucedieran, eso era cierto, pero lo último que habría querido ver ese día era la Marca Tenebrosa destacando intensamente en el antebrazo de Draco Malfoy mientras este aún se retorcía de dolor.
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