Nuestro pequeño secreto ...
Al día siguiente, en la residencia de los hermanos más famosos del mundo, el más alto de estos se encontraba deambulando por la cocina temprano en la mañana, con su pijama verde aún puesta y a medio camino entre la realidad y el mundo de los sueños. Es un milagro que no haya caído por las gradas al intentar bajar, especialmente arrastrando sus pantuflas naranjas por los escalones y el piso, casi como si quisiera sacarles brillo. Un potente bostezo salió de sus labios mientras encendía la cafetera, rascándose la espalda con desgano mientras vertía agua en el interior de la misma, colocando su taza verde para que recibiera aquel líquido caliente que con suerte podría espantarle algo el sueño. Realmente las mañanas no suelen ser para nada glamorosas, incluso para los héroes...
Y mientras Luigi veía atentamente como el café caía dentro de su taza, Mario comenzó a bajar las gradas en un estado más estable que su hermano, completamente despierto y tan animado como siempre. Seguía usando su pijama rojo junto a sus pantuflas afelpadas color rosa, pero bajó las gradas deslizándose por el barandal, cayendo al piso en una pose triunfal. Su hermano estaba tan absorto en escuchar a la cafetera produciendo su "elixir" matutino que ni se dio cuenta de que su hermano ya se encontraba en el primer piso. Él caminó hasta sentarse a la mesa del comedor, esperando a que su hermano terminara de despertar para notar que él estaba allí.
Luigi finalmente pudo tomar su taza, y luego de soplar ligeramente el amargo líquido de su interior, le pegó un buen trago. Acto seguido sacudió la cabeza y se restregó los ojos, tras lo que le dio otro trago más a su bebida, esta vez más corto. Un suave "ahhh" salió de sus labios como indicativo de placer y frescura, y al voltear dio un pequeño salto hacia atrás al ver a su hermano con sus brazos apoyados en la mesa, viéndolo detenidamente con los ojos entrecerrados y una sonrisa de oreja a oreja, fastidiándolo con la mirada.
Luigi : ¿C~cuánto tiempo llevas allí?
Mario : El suficiente. Buenos días, por cierto.
Luigi (se rasca la nuca) : Buenos días, hermano.
Mario se levantó de la mesa y se acercó a la estufa, sacando un sartén para comenzar a hacer el desayuno de ambos. Mientras tanto, Luigi sacó la taza de su hermano y comenzó a prepararle su café.
Luigi : Parece que al final pudiste dormir bien anoche.
Mario : Bueno, tuve ayuda de alguien.
Luigi : ¿De quién?
Mario : Rosalina. Salí a pasear para despejar mi mente y me la encontré.
Luigi : Vaya, eso no me lo esperaba.
Mario : Ni yo. De no haber sido por el pequeño destello que me acompañó ella no habría regresado.
Luigi : ¿Él sigue siendo un destello?
Mario : Así parece ... ¿vas a querer tocino?
Luigi : Sí, por favor. Bueno, al menos pudiste hablar una última vez con ella y quedar en paz contigo mismo.
Luigi tomó la taza de su hermano, ya con el café, y la fue a dejar a la mesa en su lugar. Al regresar a la cocina se acercó a la alacena y sacó dos platos de porcelana, colocándolos en el desayunador.
Luigi : A veces te preocupas demasiado. No eres un ser omnipotente, Mario, solo una persona a la que le gusta ayudar.
Mario (ríe) : Sí, tienes razón. Pero también me gusta la aventura ¿eh?
Luigi : Lo sé.
Mario (pensando) : 'Mmmm, no sé si debería decirle que Rosalina planea regresar la próxima semana. Él también pasó tiempo con ella, no tanto como yo, pero parecían llevarse bien. Es mi hermano, y no quiero mentirle, pero ... ella también es tímida, y le prometí que de momento solo seríamos nosotros. Mmmm ... bueno, invitaré a Rosalina a la casa, y ya veremos si acepta. De momento, será nuestro pequeño secreto.'
Mario sirvió el desayuno y llevó ambos platos hacia la mesa, en donde Luigi lo esperaba sentado. Allí tomó su taza y le dio un sorbo, sentándose a la mesa junto a su hermano para comenzar a comer.
Luigi : Y ¿Qué quieres hacer hoy?
Mario : No lo sé ... ... ¿Qué te parece si vamos a ver ese nuevo centro comercial que están construyendo?
Luigi (con comida en la boca) : ¿El fentro fofotero?
Mario (ríe) : Sí, ese mismo. (Bebe de su café) He escuchado que ya casi lo terminan de construir.
Luigi (traga su comida y bebe un poco de café) : Sí, podemos ir. Me pregunto qué tiendas irán a poner.
Mario (traga comida) : Pues espero que pongan cosas internacionales. Para que no tengas que recorrerte medio mundo si quieres probar un platillo de un reino lejano.
Luigi : El reino champiñón siempre ha sido un lugar multicultural, así que eso es casi seguro. La fama seguro hará que muchos quieran poner un local allí.
Mario (bebe café) : Si no los ahuyenta la posibilidad de que destruyan sus locales a base de cañonazos.
Luigi : Sí ... (suspira) buen punto.
Mario : Pero habrá que esperar que el buen nombre de dos hermanos muy dispuestos a ayudar los haga olvidar ese pequeño inconveniente.
Luigi (se levanta de la mesa) : No lo sé ... he oído que uno de esos hermanos es muy descuidado.
Mario (ríe) : Eh, nadie es perfecto.
Mario también se levantó de la mesa y fue a colocar su plato al lavaplatos, tras lo que se remangó su pijama y comenzó a lavar los platos mientras Luigi se daba un baño. Al terminar, él subió a su habitación, en donde se topó con Luigi saliendo del baño con una toalla verde amarrada a su cintura. Acto seguido él entró al baño también, y una vez que ambos estuvieron vestidos y listos para salir se dirigieron al garaje de su casa, en donde tenían parqueado el Fuego Rojo (auto doble que habían usado en el torneo de karts más reciente). Luigi se subió en el asiento del conductor y Mario a la parte trasera, sentándose y apoyando su espalda en el soporte del que normalmente se sostendría con las manos. Luigi arrancó el kart y ambos emprendieron el camino a la ciudad champiñón.
Luigi : Esperemos que en este nuevo torneo que viene nos vuelvan a dejar quedarnos con unos karts. Sería bueno tener uno para cada uno.
Mario (de forma juguetona) : ¿Qué pasa, no te gusta llevarme a lugares?
Luigi : N~no es eso, es que creo que sería más conveniente.
Mario : Lo sé, solo te estaba vacilando. Y creo que tienes razón, aunque he oído que planean incluir motos para este nuevo torneo.
Luigi : ¿En serio?
Mario : Sí. Peach dice que haría las carreras más dinámicas e interesantes. Además, siempre he querido aprender a manejar motocicleta.
Luigi : ¿Crees que las chicas usarán su vestido de siempre?
Mario : Supongo que si elijen una moto deberán llevar otra cosa puesta.
Ambos llegaron al puente Champiñón, el cual unía la ciudad con su hogar, y pronto comenzaron a ver casas en forma de hongo a la distancia. A su alrededor, carros y camiones iban de un lado a otro, entrando y saliendo de la ajetreada ciudad. Luigi tomó un camino que rodeaba la ciudad, y en cuestión de minutos llegaron al terreno en donde estaban construyendo el centro cocotero. Este lucía terminado desde fuera, aunque varios piantas y toads llevaban bolsas de cemento y galones de pintura al interior. Cerca del parqueo se encontraba el Capitán Toad, aún con su mochila y la linterna en su cabeza, sentado en un banco con forma de estrella. Se encontraba viendo hacia la construcción, con sus manos apoyadas a los lados de su cuerpo y sus pies meneándose hacia adelante y hacia atrás de forma rítmica. Mario y Luigi bajaron de su vehículo y se acercaron a él.
Mario : ¡Hola Toad!
C. Toad (voltea) : ¡Mario, Luigi, hola! Es un gusto verlos por aquí. Ayer fue un día bastante movido ¿eh?
Luigi : Y que lo digas, todo terminó tan de repente.
Una vez cerca, el pequeño toad se paró en el banco y chocó puños con Mario y Luigi.
C. Toad : Por cierto Mario, creo que olvidaste el "capitán" en alguna parte de mi nombre.
Mario : Tienes que estar bromeando.
Toadette : No lo está, desgraciadamente.
La toad con coletas había salido del centro cocotero y se dirigía a ellos con un portapapeles en sus manos. Sobre este se encontraba un lapicero rosado con un corazón en la parte superior, y se podían ver varias hojas usadas en el mismo.
Toadette : Se le metió en la cabeza que ese es su título a partir de ahora, así que vayan acostumbrándose. Por cierto, hola Mario y Luigi.
Los hermanos saludaron a Toadette, y el capitán toad se volteó hacia ella, levantando su brazo derecho al cielo en señal de victoria.
C. Toad : ¡Cuándo todos los demás toads entraron en pánico, solo mi equipo y yo seguimos adelante! ¡Surqué el cosmos junto a Mario y Luigi y presencié cosas que ningún otro toad ha presenciado! ¡Enfrenté cientos de peligros y los conquisté con valentía! ¡Me he ganado el título de explorador y aventurero!
Mario (le susurra a Luigi) : Y pasó la mayoría de la aventura asustado en los pocos planetas a los que iba, o resguardado en alguna nave.
Luigi (aguantando la risa) : Deja que disfrute de la fama un momento.
Toadette (mueve los ojos de un lado a otro, rindiéndose) : Si tú lo dices (ríe).
Mario : Y, por cierto ¿Dónde está tu brigada, capitán?
C. Toad : Están descansando en sus casas. Yo vine por qué Toadette me pidió ayuda.
Toadette (pone sus manos en su cintura) : Y no has hecho mucho desde que llegaste.
C. Toad : ¡No me has dicho que hacer!
Toadette : Como capitán deberías tomar la iniciativa y preguntar en que puedes ayudar.
Mario (mete sus manos en sus bolsillos) : Ella tiene razón.
C. Toad : ¡Vamos, Mario! Ponte de mi lado, hombre.
Luigi (mirando a todos lados) : Em ... ¿Dónde está Peach?
Toadette : Se reunió con la princesa Daisy en su castillo, por eso solo yo estoy aquí. Debo vigilar la construcción en su nombre.
Mario : ¿Y Toadsworth?
Toadette : Se retiró ayer, luego de que todos ustedes regresaran a la Tierra junto al castillo. Una vez que se llevaron el castillo al espacio dijo ya no tener edad para lidiar con estas locuras. Así que yo quedé como la mano derecha de Peach, en quien Toadsworth confía. Él dijo que ella ya no necesita un mentor, solo una amiga que le ayude.
Luigi : ¿Y dónde esta él ahora?
Toadette : En una casa de retiro. Según he oído, los ancianos se la pasan muy bien allí.
Mario : Pues habrá que visitar al abuelo algún día. Y es bueno que tomaras su lugar, Peach necesita toda la ayuda posible. Supongo que te veremos muy seguido por aquí.
C. Toad : Lástima que Mario es muy irresponsable, o seguro se habría propuesto para ayudar a Peach y estar todo el día con ella.
Mario (se sonroja) : ¡C~claro que no! ... ¿¡Y a quién llamas irresponsable!? Debo recordarte gracias a quién estás vivo.
Luigi : Técnicamente los destellos y Rosalina nos salvaron a todos.
Mario : ¡Sin contar esta vez!
Toadette : Que ayudes a los demás no significa que seas responsable, Mario.
Mario : Tú no me conoces.
Luigi : Yo sí, y puedo decir que no eres muy responsable.
Mario : ¿Ah, sí? A ver, dame un ejemplo.
Luigi : ¿Recuerdas a Cheepers?
Mario (confundido) : ¿Quién?
Luigi : Exacto.
Mario (pensando) : ¿Teníamos ... mascotas?
Luigi : Sí ... y más de una.
C. Toad (suspira) : Vaya que eres un desastre.
Mario : Como sea, ya probaron su punto.
Luigi : Y bueno, ya que estamos por aquí ¿necesitan ayuda en algo?
Toadette : Bueno, pueden ayudar a los piantas con los locales del interior, ya que alguien ha estado sentado aquí afuera viendo como todos los demás trabajan.
C. Toad (se baja del banco) : Sí, ya entendí. Vamos chicos, tenemos un centro comercial que construir.
Los tres comenzaron a caminar hacia la entrada del lugar, dejando a Toadette atrás.
C. Toad : Y ¿ustedes saben de construcción?
Mario : Trabajamos en un sitio de demolición una vez.
Luigi : Aprender a construir no debe ser tan difícil.
C. Toad (pensando) : 'Voy a morir.'
Hace unas horas, con Rosalina:
La madre de los destellos se estiró para apagar la alarma improvisada que había hecho, quedándose tumbada sobre su cama. Su pelo estaba desparramado sobre su cama, y su mechón de pelo estaba tan desordenado que le cubría casi todo el rostro. Aún con sueño ella se impulsó con sus manos y se sentó en la cama, sus piernas aún cubiertas por sus sábanas. Su desordenada melena rubio claro, casi plateado, le caía por todo el rostro, con mechones de pelo apuntando hacia los alrededores de su cabeza. Con un suave soplo de aire intentó quitarse el pelo del rostro, pero al notar que no se iba a mover tan fácilmente procedió a arreglarlo por su cuenta, al menos por ahora. Se restregó los ojos mientras bostezaba, y luego estiró los brazos todo lo que pudo, aún bostezando. Su pijama era un vestido de noche morado que le llegaba hasta los tobillos, sujetado con finas tiras a sus hombros, además de ir descalza.
Ella se quedó contemplando el vacío frente a ella por un par de segundos en lo que su vista dejaba de estar borrosa, sus manos descansando sobre sus sábanas. Su pelo seguía siendo un desastre, y estando ya más despierta se rascó la cabeza, pensando en lo que haría a continuación. Sin embargo, no tuvo que pensar mucho, pues un par de destellos entraron a su habitación llevando una bandeja con un bowl lleno de cereal, y otro con trozos de estrella. La dejaron a los pies de su mamá y se acercaron a darle un abrazo mientras la saludaban, a lo que ella respondió dándoles un beso en la cabeza a cada uno. Luego de darles las gracias, ella procedió a desayunar, para después ponerse sus pantuflas blancas con orejas de conejo estelar amarillo y una bata celeste que tenía cerca, para luego salir de su habitación. Después de dejar la bandeja y los platos en la cocina, reunió a los pocos destellos que habían y les dio de comer, leyéndoles un pequeño cuento mientras para pasar el tiempo luego de la comida.
Ya con los destellos desayunados y listos para hacer sus cosas, Rosalina se dirigió al baño del lugar y se dio una ducha, para después arreglarse y colocarse su vestido. Y luego de hablar con Polari para saber si algo había sucedido en su ausencia, ella comenzó a caminar alrededor de su hogar, atenta a sus hijos. De repente pasó cerca del jardín, recordando cuando Mario pasaba corriendo por el lugar con el destello que lo acompañaba sosteniéndose de su pelo para no salir volando. Rosalina sonrió levemente al recordarlo, y se acercó al lugar. Recordando los movimientos de Mario, le entró curiosidad por intentar replicarlos. Si bien ella flotaba todo el tiempo, y si se esforzaba un poco podía volar, le parecía entretenido intentar aprender los ágiles movimientos de Mario, quien siempre hallaba la forma de sortear los más difíciles obstáculos.
Con esta idea en mente, Rosalina dio un pequeño salto. Luego saltó con su brazo izquierdo apuntando hacia arriba, como si quisiera golpear algo invisible con su puño. Con un poco más de confianza, observó a su alrededor para asegurarse de que ningún destello la estaba viendo, tras lo que comenzó a correr para tomar impulso y dio un salto, al aterrizar dio otro salto más, y se disponía a dar un tercer salto cuando su pie derecho patinó en el suelo. El impulso que llevaba la hizo irse de espaldas al suelo, pero logró reaccionar a tiempo y descendió suavemente hasta la grama. Soltó un suave suspiro de derrota y se sentó en la grama. Frente al planetario se encontraba el planeta Tierra, y ella se quedó viéndolo fijamente, sosteniendo sus rodillas cerca de su cuerpo con sus brazos, sus manos sosteniendo el codo del brazo contrario.
Rosalina (pensando) : 'Desearía ser tan valiente y hábil como tú, Mario, para poder protegerte como tú me protegiste. Creo que le pediré que me enseñe todo lo que sabe la próxima vez que nos veamos ... no puedo esperar.'
Un pequeño destello se acercó a Rosalina para preguntarle si podían jugar un rato, a lo que ella accedió rápidamente. Luego de juntar a todos los pequeños, ella le dijo que iban a jugar a hacer piruetas, y que ella les daría el ejemplo. Ya con una excusa, intentó replicar el triple salto nuevamente. Al primer salto levantó su mano derecha, al segundo no levantó ningún brazo, y al tercero dio una voltereta en el aire; pero calculo mal y cayó sentada al suelo. Su rostro se tiñó de rojo debido a la vergüenza, levantándose rápidamente y pensando en una excusa sobre por qué había caído sentada. Sin embargo, eso era en lo que menos estaban pensando los destellos, quienes luego de soltar una corta risilla comenzaron a dar vueltas por el lugar, dando pequeños "saltos" en el aire. Algunos intentaban dar vueltas en el aire, retándose para ver quién daba más vueltas sin marearse. Al ver esto, su madre simplemente sonrió y se les unió, pasando un buen rato junto a ellos.
Después de unas horas, y luego de darles de comer el almuerzo a los destellos, Rosalina se dirigió a su habitación y sacó un pequeño cuaderno blanco algo gastado de su mesa de noche. Lo abrió y buscó la página más reciente en ser escrita, para continuar escribiendo en este. Sentada en su cama y con su espalda recostada en la pared, ella comenzó a hacer bocetos sobre los movimientos que había visto hacer a Mario, colocándoles números para identificar que parte del movimiento era cada posición. A cada uno le puso nombre, partiendo las hojas de su cuaderno en secciones para no mezclar movimientos.
Rosalina (pensando) : 'La próxima vez que nos veamos quiero sorprenderlo. Tal vez lo rete a una carrera ... no creo que vaya a ganar, pero seguro será divertido ver su reacción cuando me vea correr y saltar detrás de él, siguiéndole el paso.'
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