Capítulo 8
Escuché el grito que dieron a mi espalda los Narcisos que se habían quedado embobados mirándome, ya que no me esperaban, ni se imaginaban que podía salir alguien vivo de allí y cuyo aspecto dejaba claro que tan solo querían pasar desapercibidos, tal vez fueran acompañantes o simplemente el rebaño de sobra que se dedicaba a despistar a los policías para que no entraran. Estos no vestían totalmente de negro, vestían informal con tejanos, camisetas de manga corta e incluso algunos de ellos ni siquiera se habían molestado en ponerse una camiseta para cubrir esos cuerpo musculados, aun así, sabía que eran Narcisos, los había olido, y que en ese preciso momento fueran detrás de mí era la prueba más evidente número dos.
Sin pensar por donde iba comencé a correr por callecitas estrechas, improvisando salidas o botando muros pequeños dando saltos, en esos momentos daba las gracias de tener las piernas largas.
Una de mis callecillas se convirtió en un callejón sin salida, bufé y arranqué una puerta de madera que había en una de las paredes, me colé dentro y comencé a subir escalones de madera tan podrida que comenzaba a dudar en la estabilidad de esa casa, una imagen de mí atravesando esa madera para caer al suelo de boca me vino en flash y me motivó a subir más deprisa.
Los Narcisos me besaban los talones, uno de ellos literalmente y cuando su mano se alargó hacia mí, mi visión se hizo realidad, solo que por suerte fue el Narciso el que cayó al vacío. Parte de la escalera había quedado destrozada y comenzaba a derrumbarse poco a poco la otra parte. Grité al mismo tiempo que botaba a un rellano, caí de cuclillas, me alcé con rapidez y me tiré casi encima de una puerta de metal.
La luz del sol se proyectó de nuevo sobre todo mi cuerpo calentándome, me encontraba en una terraza envejecida por el tiempo y toda una vista de varias similares a la que estaba se ponían delante de mí brindándome una salida de locura, cerré la puerta de un golpe y coloqué una nevera vieja que me encontré en la terraza bloqueando la puerta, esta tembló por uno de los golpes que hacían mis perseguidores al otro lado. Retrocedí unos pasos y comencé a mirar a mí alrededor, no tenía tiempo para disfrutar de tanta belleza, mi obstáculo no duraría mucho al paso que arremetían los Narcisos contra la puerta.
Quise detenerme y observar las vistas del cielo azul, el mar en el horizonte y los bosques verdes en todo un lado de los alrededores de este lugar pero una explosión de metal y el crujir de las bisagras cuando salieron de la pared para volar por los aires me inyectaron de nuevo la adrenalina por las venas.
Corrí avecinándome a la locura de mis actos, saltar de tejado en tejado. La cosa no se me daba tan mal, el problema es que a los que me perseguían tampoco, los muy cabrones parecían monos, dando volteretas, desplazándose por tubos o saltando de una lado a otro para poder atraparme, sabía que no era mejor que ellos pero no se lo iba a poner tan fácil, tenía fuerza, poder y equilibrio, yo también podía hacerlo. Centré mi poder en todo lo que podía tomar a mano, agudizando mi vista, mi olfato y el sonido que trascurría por mí alrededor. Conté los pasos a mí espalda y me quedé helada.
Treinta tíos detrás de mí, tenían que estar de broma.
Cambié de dirección botando por una cornisa y agachándome para no chocar contra unos tubos que había tirados de mala manera en el suelo. Boté al tejado de plástico de un porche y comencé a trepar por los ladrillos de una pared caliente por el abrasante sol a un tejado más alto, dos de ellos estaban casi pegados a mí, tenía que improvisar, cada vez estaban más cerca.
El peligro me gritaba en los tímpanos con vehemencia, tenía que deshacerme de ellos, sino, de estos no me podría salvar. Salté de nuevo a otro tejado, solo que esta vez me apoyé en la cornisa con las manos y retrocedí mi salto con el impulso de mis brazos, di una voltereta por el aire y retrocedí, dos Narcisos votaron al tejado que yo iba a tomar y justo cuando pasaban por debajo de mí les solté una pequeña descarga de mi poder y los estampé con violencia cinco pisos por el aire a gran velocidad hasta el suelo adoquinado de la calle.
No pude ver como se evaporaban, caí de nuevo en el anterior tejado, en la orilla, balanceándome hacia delante y atrás con la mitad de mis pies en la superficie del aire cara los veinte y pico que me quedaban, los cuales venían corriendo y meneándose increíblemente rápidos. Miré hacia abajo y aguantando la respiración me dejé caer al vacío dando un paso hacia atrás. Mis brazos se cogieron a una barandilla de metal, solté una maldición al verme columpiada hacia delante y darme con las rodillas en el metal ovalado de dos pisos más abajo. Pero ese no fue el peor dolor. Sentí la presión de mis brazos estirados al soportar mi peso y me mordí el labio para no gritar de dolor. Cuando saliera de esta ya tendría tiempo de gritar, pegar y lloriquear todo lo que me diera la gana.
Trepé por la barandilla que había aguantado mi peso y me colé por el balcón dentro de una casa, pasé corriendo la habitación decorada perfectamente con toda clase de variedades de otros mundos y corrí por un pasillo alargado en un color menta llamativo hasta el comedor mientras comenzaba a escuchar el desastre de vidrios y metal a mi espalda.
Ya estaban dentro.
Abrí la puerta de la entrada para darme casi de cruces con una pareja que se me quedó mirando perplejos, murmuré un lo siento junto con una sonrisa bastante deformada y salí disparada de nuevo. Esta vez me vi a la vista de un amplio patio con una fila de pisos rodeando un espacio abierto en el centro con una escalera rectangular de hierro y madera vieja, tan grande como el agujero que había en el techo iluminándola. Corrí por uno de los pasillos laterales evitando a los vecinos que se retiraban de mí confundidos y sorprendidos.
Porque todavía no habían visto a los Narcisos que iban detrás de mí, pensé con amargura.
Mi paseo se vio interrumpido por uno de ellos, o dos, justo delante de mí. Frené en seco y miré a mí alrededor.
Tomé una bocanada de aire con fuerza y salté a la barandilla del centro del corrillo de pisos para caer en una mini pasarela de hormigón que unía los laterales de pisos a través de esa doble altura. Me dejé caer a un tubo fino más abajo y aguantándome como si fuera un trapecista, solo con la fuerza de las manos y con todo el impulso que tenía salté a otro más abajo, en este solo duré lo mínimo para impulsarme de nuevo, dar una voltereta sobre mí misma para frenar la caída y por fin caer al suelo de cuclillas. Miré hacia arriba y varias caras de Narcisos me miraban anonadados, aunque su estupor duró segundos, antes de que el primero de ellos cayera a uno de mis lados yo ya había saltado a correr otra vez, uniéndome de nuevo a las callecitas y cruces de caminos.
Añadí una nueva herida a mi larga lista de desperfectos que tenía por el cuerpo al darme cuenta de que uno de mis tobillos se había torcido en alguno de mis arrebatos de ir saltando como un saltamontes por los tejados.
Nota mental, no te esfuerces, no eres Superman.
Mi poder me mandó señales terroríficas de alarmas y no era porque se habían unido más Narcisos a la carrera, sino que, dos Sígols gigantes corrían en horizontal por una de las travesías que estaba a punto de tomar.
Mandé fuerzas a mis piernas ya agotadas y tracé el cruce con gran rapidez, los Sígols aparecieron en mi vista aún más grandes de cómo me los había imaginado, una de ellos rompió una de las esquinas al girar para seguirme. Escuché el atronador sonido de la piedra volar y estamparse contra la pared de enfrente, los trocitos sonaron como campanillas de alerta en mi cabeza ya que estos eran más rápidos que los moniatos que me habían estado besando el culo toda mi carrera. Estaba más que pérdida.
O no.
Palpitando en mis oídos escuché el sonido del agua correr lentamente bajo mis pies y justo delante, una pequeña grieta de alcantarilla tan grande como lo era el bordillo donde estaba encajada. Aceleré la marcha y cuando estuve delante de ella me tiré al suelo introduciendo todo mi cuerpo por esa estrecha grieta. Caí al agua de culo y miré desde abajo el agujero que de pronto quedó tapado por uno de los Sígols que rugía de furia al ver que él no cabía.
-Fastídiate payaso, a la próxima querrás no parecer un maldito hipopótamo y...
La sombra comenzó a golpear el agujero con los puños, el cual comenzaba a desquebrajarse y hacerse cada vez más grande. Levanté mi culo mojado del agua que olía que apestaba y salí corriendo adentrándome en una casi oscuridad.
Seguí el sonido alto de música al fondo de uno de esos túneles, dejándome llevar por él, cuando me acerqué lo máximo posible y sentí que nadie me seguía me atreví a salir de los oscuros conductos de agua por un alcantarillado del techo, retiré la tapa y agradecí el aire rozar mi cuerpo, aire limpio y libre de contaminantes o residuos tóxicos entró en mis pulmones quemados por la carrera, respiré varias veces necesitando ese aire con devoción y entró de maravilla, todo el conducto respiratorio me lo agradeció compensándome en darme la suficiente fuerza para avanzar.
Una tremenda fiesta se originaba a la vuelta de la esquina y me dirigí a ella. No estaba segura de que era lo que estaba sucediendo pero de pronto me vi envuelta entre la multitud de gente que se acoplaba unos a los otros bailando, gritando y riéndose. Los miré y luego dirigí mi vista a algo más grande y fascinante, unas inmensas carrozas que pasaban lentamente por nuestros lados; de colores llamativos y formas espectaculares. Un barco ahora mismo con la música a todo volumen frenaba su paso mientras los ocupantes gritaban por la seca frenada que casi había arrojado fuera a unos cuantos de la proa.
La gente iba disfrazada, gritaba y bebía sin parar. La mitad estaban empapados por las mangueras que arrojaban agua desde el barco a presión. Estuve tentada de ponerme debajo de una de ellas, mi pinta era horrible, debía estar tan empapada de agua de alcantarillado como de sangre seca, y la cara, no me quería ni imaginar que pinta tendría, más de un bailarín me había mirado con la boca abierta pero esa mirada la había retirado de inmediato cuando le había dedicado una de mis sonrisas, supongo que al imaginarse de que sería tal vez mi supuesto disfraz.
O eso me pareció.
Avancé entre ellos, negando los vasos de plástico llenos de ardiente licor que me ofrecían y caminando con rapidez, la gente estaba alegre. Estaban de fiesta, por un comentario que había escuchado disfrutaban de los carnavales del verano y estos duraban hasta el amanecer del día siguiente, su felicidad era contagiosa y por un breve momento envidié el no poder quedarme con ellos para disfrutar, para vivir un poco más, pero el recuerdo de quienes me seguían retiró ese deseo con velocidad.
La intensa mirada de una mujer que iba disfraza de pirata, fija en un punto a mí espalda me frenó justo delante de ella. La observé detenidamente, su boca se iba abriendo en un círculo cada vez más grande y sus ojos se abrieron asombrados al mismo tiempo. La copa que tenía en las manos se cayó al suelo y su cuerpo tembló mientras sus pupilas se dilataban. Al mismo tiempo que veía todos esos cambios en la chica una caricia fría se posaba en mi espina dorsal.
-Joder. –Gritó un muchacho que estaba a su lado con el mismo disfraz que ella. -¿Pero, qué coño es eso?
Lentamente me di la vuelta, poco a poco con el cuerpo tenso y un martillar de mil emociones y todas aterradoras en la coronilla de mi cabeza.
Lo que se podía decir que había detrás de mí llamando tanto la atención de todo el mundo que estaba tranquilamente viendo una sencilla cabalgata de disfraces, era nada más y nada menos que tres impresionantes hombres convirtiéndose en tres terribles, enormes y peludos lobos. Al paso que las extremidades (que solo una parte de ellas podía pasar perfectamente por todo mi cuerpo) iban creciendo, sus ropas iban siendo arrancadas por ellos mismos.
La verdad, y para ser sincera es que era una animación de realidad alucinante, el ver como el hombre se convertía en esa horripilante y asquerosa bestia, casi delante de ti, era una experiencia que muchos de ellos no se querían perder. Hasta que el perrito convertido rugió, entonces, sálvese quien pueda.
La extensa y animada cabalgata se convirtió en un caos, la gente comenzó a correr por todas partes, gritando, pisándose y empujándose mutuamente, agrediéndose por salir vivos de ese lugar.
Mi cuerpo inerte y mareado observó a esas tres bestias detenidamente, eran más grandes que cualquier otro licántropo con el que me había cruzado, con lo cual, más fuertes, más sanguinarias y más asquerosas y más, mucho más peligrosas para mí.
Lo tenía claro.
Una de las bestias votó encima del barco, el decorado de madera que aguantaba la estructura tembló al sentir su peso, esta rugió con la cabeza en alto mirando al cielo. Fue bestial, e incluso los ocupantes que todavía se mantenían a bordo votaron a la abullonada multitud de la carretera al escuchar semejante rugido. La segunda bestia comenzó a mirar a su alrededor y la tercera y última, trepó por uno de los edificios de veinte pisos que ocupaban los laterales de la calle.
Mis ojos se fijaron en esas garras incrustándose en la piedra con facilidad mientras la bestia tomaba más camino hacia arriba, en una finca alta que parecía una zona de oficinas por las cristaleras que la rodeaban.
Mi primer impulso fue girarme y mezclarme con la multitud, lentamente sin levantar sospecha, tan solo evitar a toda costa que los tres licántropos me vieran, pero cuando uno de ellos soltó otro nuevo rugido, mis piernas instintivamente se impulsaron a una impresionante carrera.
La carencia de instinto en saber hacia dónde demonios dirigirme me llevó a continuar por la amplia carretera donde se encontraba la gente corriendo y la mitad de las carrozas detenidas en medio de los caminos, abandonadas y mal aparcadas por las huidas rápidas de sus amos.
Me atreví a mirar dos veces a mí espalda, en una de ellas el lobo número dos, la misma bestia que había estado subida como una tripulante más al barco artificial de colores llamativos, saltaba hacia el grupo que corría al final de la fila, la primera, el licántropo que se había quedado en el suelo comenzaba a trotar en mi dirección. Solté un agudo gritito y ya no me giré más por miedo a que me hubiera visto, pero justo, cuando el enorme animal pasó a gran velocidad por mi lado, pasándome de largo sin percatarse de mi existencia, un rugido de ruedas llamó su atención en mi dirección, solo que hasta el momento sus ojos no habían dado con los míos, ni nada de mi cuerpo entero.
Respiré y mantuve mi carrera como todos hacían a mí alrededor disimilando lo máximo posible.
-¡Alaya!
La voz de Mikael llamándome a gritos sí que atrajo desgraciadamente la atención del lobo número uno a mí. Lo miré y él a mí, todavía no me había girado para ver donde se encontraba Mikael, ya que esa bestia peluda tenía más que mi concentración. Todo mi miedo aplacó a mi cuerpo en una llave invisible que lo convirtió en un cuerpo casi inhabitable de aire, la sangre helada y la voz muerta, apagada en mi garganta, acaparaban toda mi existencia.
-¡Alaya!
El peludo animal sin domesticar derrapó para girar su cuerpo y retornar sus pasos. Apoyó sus patas delanteras en el alquitrán de la carretera, levantando trozos del mismo suelo al golpearla como si fueran grandes martillos por frenar en seco su carrera y, saltó. Escuché de nuevo el derrapar de un pequeño vehículo a mi espalda y muy cerca de mí. En un momento siguiente me vi volando por el aire rápidamente por un fuerte brazo que se había enrollado en mi cintura.
Mi cuerpo cayó encima del cuerpo de Mikael, cara él y sentada a horcajadas, con las piernas bien abiertas encima de él. Su brazo desenvolvió mi cintura y sus manos se fijaron en el manillar de la moto que conducía, dio una media vuelta frenética y derrapando de nuevo, quemando la rueda trasera de donde salió una ola impresionante de humo gris, salimos disparados dirección contraria al lobo número uno.
El lobo quedó cara mí, ya que la forma con la cual me había sentado Mikael encima de él no era la adecuada y podía ver todo lo que pasaba a su espalda por encima de su hombro, con ello pude ver con claridad como nuestro amigo nos seguía, esquivando a los coches, votando por encima de ellos o simplemente retirándolos a un lado de una simple brazada, también evitaba a los insignificantes transeúntes que corrían intentando evitarlo por la cera o la carretera, y no solo él, los otros dos licántropos también se habían unido a la fiesta, solo que estos dos habían optado por seguirnos a través de las paredes horizontales de los edificios de nuestros laterales, enganchando sus zarpas por esas piedras o cristales como si no les costara ningún esfuerzo, corrían por ellos o trepanaban en línea recta tan fácilmente que me dio envidia.
Ojala a nosotros se nos diera tan bien escapar de ellos.
-Coño, Al, cuesta seguirte el ritmo.
Escuché la voz de Mikael en mi oreja, un tanto histérica y cansada pero mi atención principal era lo que tenía ante mí y nos seguía muy de cerca, un peligro al cual nos teníamos que enfrentar más pronto que tarde como no se diera cuenta y no le diera más caña a la trucada moto que supuestamente había robado.
-No...os...es...tan...sigui...por...pa...red –No podía terminar la frase y mientras mi voz tartamudeaba señalé con un dedo lo que pretendía decirle a mi piloto, Mikael se giró y soltó un precioso insulto de los suyos.
-Tengo dos pistolas en mi cintura... -Metí las manos entre él y yo, buscando esas armas con ansias, Mikael me detuvo una de las manos y la alzó. –Al, detrás, están detrás.
Lo miré como si me hablara en otro idioma y él me alzó las cejas por no ponerme los ojos en blanco.
-No es que me desagrade que me magrees, pero me gustaría ir un poco más despacio. Una cena, velas, una bonita canción... -Se interrumpió para esquivar a uno de los coches que se había detenido al ver a la cosa esa detrás de nosotros. –Ya sabes, una bonita conquista y después...
-Ni lo sueñes. –Lo corté y recibí una preciosa sonrisa de su parte.
Un coche volando por encima de nosotros cortó nuestra animada conversación y nos centró de nuevo en el peligro, el coche aterrizó justo delante de nuestras narices. Mikael hizo una violenta maniobra y cambió de dirección metiéndose por una nueva calle de mismos y enormes edificios. Otro de los coches que transitaban a nuestra espalda explotó, escuché casi el rugido de las puntas de las llamas en mis oídos, la magnífica hoguera desapareció cuando Mikael dobló por la esquina y se introdujo en la calle, para mala suerte nuestra los tres licántropos tomaron el mismo camino y cada uno de la misma forma, uno por la carretera y los otros dos por los laterales de los edificios.
-Mikael... -Grité mientras lo zarandeaba.
-Coge las pistolas y cárgatelos.
Alargué los brazos a la cinturilla de su pantalón y tomé las dos armas de fuego con fuerza, las pistolas encajaron perfectamente en la palma de mis manos y las alcé. Comencé a disparar como una loca figurándome un diana, la cual no dio resultado ya que ningún disparo fue acertado y las balas disminuían.
Giramos violentamente por otra calle más estrecha, la moto había adquirido más velocidad pero no la suficiente que deseaba y para colmo, esquivar los coches que entorpecían nuestra carrera estaba resultando de lo menos aprovechable.
Disparé dos veces más y acerté a uno de ellos, uno de los que trepaban los edificios, que cayó al suelo herido, rodó y se quedó atrás. Me giré en la dirección del otro que continuaba trepando, ya que ese lobo rabioso que iba corriendo por la carretera estaba encontrándose con tantos obstáculos como nosotros y que lo persiguieran dos coches de policía mientras le disparaban, tampoco es que se lo estuvieran poniendo más fácil, así que, opté por la que continuaba en las alturas.
Esta vez tenía que hacer un tiro más certero, tan solo quedaban dos balas en el cargador, no tenía otra opción...
De pronto, de nuevo, y tan siniestro como las dos veces anteriores, todo se ralentizó, todo pasó por mí vista a cámara lenta, muy lenta y la insistente señal de alarma en mi cabeza, gritándome sin cesar.
Respiré y me concentré esta vez en cual era mi punto de disparo y lo obtuve delante de mí, a cuatro metros de la bestia y enganchado a la pared justo por el medio de su camino, una enorme bomba de gas de uno de los edificios. Apunté directamente a esa diana y centré mi vista en ella, vi al lobo dar su último paso al mismo tiempo que escuché esas zarpas incrustarse en la piedra. Disparé y mi vista me deleitó con el camino lento y recto de la bala, escuché el metal al ser perforado por esa minúscula esfera rectangular y de pronto, la inmensa explosión cuando el lobo se posó incrédulo encima de ella.
La vista volvió a la normalidad de la velocidad que tocaba, la rapidez de los actos se tornó reales y todo lo que me rodeaba volvió a la tranquilidad que correspondía. La explosión alcanzó violentamente todo el edificio junto con el licántropo, evaporizado, muerto y eliminado.
Uno menos, ahora solo quedaban dos y a la vista solo había uno que en ese momento, al ver la muerte de su amigo fue más agresivo y aumentó su carrera, cuando me quise dar cuenta el muy cabrón estaba votando encima de nosotros, era inevitable, ya nos tenía.
Me abracé a Mikael con fuerza, murmurando palabras casi sin sentido del miedo que corría en ese momento por mi cuerpo. Apoyé mi mejilla en su tenso pecho esperando el golpe, un golpe que no llegaba, un final que no se nos acercaba o tal vez la muerte había sido tan rápida y eficaz que ni siquiera me había percatado de ella. Pero no podía ser, el sonido de la carrera, la moto y los aromas eran los mismos, hasta el corazón violento de Mikael continuaba latiendo al mismo ritmo contra mi oreja.
-La madre... -Alcé la vista al escuchar el grito de Mikael, estaba sonriendo y mirando varias veces hacia atrás. –Ese Koreano es la hostia.
Miré por encima de su hombro y no me lo podía creer, Chilo, el loco Koreano estaba danzando sus cadenas contra el lobo número dos, el único que quedaba, luchando en una frenética pelea donde él iba ganando. No tenía ni idea de cómo lo había hecho, pero nos había salvado a tiempo, el golpe final que yo había esperado tan amargamente contra el cuerpo de Mikael, no había venido porque él lo había parado.
Nota mental, agradecerle al Koreano esta acción con urgencia.
Miré a mí alrededor retirando la vista de la pelea que ya casi se había terminado y el vencedor desde luego era Chilo, para observar cualquier amenaza, pero no había ninguna a la vista. El cuerpo de Mikael también se relajó e incluso redujo un poco la velocidad.
-Bien, Al, -Uno de sus dedos se posó debajo de mi barbilla y la alzó para que lo mirara. -Me encanta tenerte en esta postura pero es demasiado incómodo para maniobrar. –Me sonrió y yo a él. –Ayúdame y pásate detrás, estamos llamando demasiado la atención.
Me tomó por la cintura y con mi impulso me coloqué detrás de él, enrollé mis brazos a su cintura y acomodé mi cabeza en su espalda mientras soltaba un sonoro suspiro.
-Sí, tienes razón, esto es más cómodo y ahora que no hay ninguna bestia mucho mejor...
Había abierto la boca demasiado pronto, un feroz rugido junto con unos cuantos gritos histéricos delante de nosotros me cortó la respiración y mis ojos se fijaron en lo que quedaba por matar, el último, aquel que yo había herido y había dejado atrás, ahora estaba delante de nosotros, rabioso y corriendo a por la presa que tanto ansiaba.
Cada parte de mi cuerpo se puso terriblemente tenso, cada músculo se endureció y mi corazón pálpito frenético en mi pecho, el terror me consumió a fuego lento como la nicotina de un cigarrillo.
-Al, agárrate fuerte a mí.
Obedecí esa orden y me amarré como un pulpo a su cintura, estrechándolo con fuerza, una fuerza de la que él no se quejó.
Miré cada maniobra que hacía Mikael atentamente, dejándome ir por los detalles rápidos que acudían a flashes mareados a mi mente. Aceleró presionando el manguito a tope, rodándolo hasta los topes, giró tan solo un poco la dirección cuando la bestia estaba casi encima de nosotros, por suerte un coche separaba nuestra pequeña distancia. Mikael se incurvó hacia un lado, alargando el brazo hacia los bajos del coche. La moto comenzó a derrapar casi encorvada, en un ángulo de sesenta grados al otro lado contrario de donde mi compañero se agazapaba y yo en el centro, recta e intentando mantener el equilibrio de esos dos movimientos.
Me mantuve separada del cuerpo de Mikael un poco para mantener la moto en rueda y que no se cayera por la fuerza que ejercía Mikael hacia delante por coger algo del suelo. Lo que no entendía era que quería tomar del suelo hasta que vi el coche que se interponía en nuestro camino en su mano, tomándolo al vuelo para luego velozmente lanzarlo hacia el licántropo.
La bestia salió disparada unos metros hacia atrás con el coche encima, arrastrando a su espalda todo lo que se interponía en su camino. Mientras tanto y aprovechando ese magnífico tiempo que nos había brindado esa increíble hazaña, Mikael daba una vuelta entera, sacudía la moto y salía disparado por otra dirección a gran velocidad.
Abracé con mis brazos su cintura y me giré para ver qué era lo que ocurría con la bestia, el lobo comenzaba a salir de los escombros mientras soltaba uno de sus rugidos feroces, el cual me atravesó la piel haciendo que todo mi cabello se erizara.
-Mierda. –Bufó Mikael mientras su cuerpo se tensaba bajo mis brazos. -¿Cuántas balas te quedan?
-Una.
-Pues estamos jodidos.
-¿Por qué?
-Un puto túnel a la vista.
Me giré hacia delante, asomando la cabeza por los anchos hombros de Mikael y estábamos a punto de cruzar una cueva oscura, alargada y estrecha. Su temor fue contagioso y sus palabras se centraron en mi cerebro como una maldita pesadilla recitando un canto agudo que parecía burlarse de mí, una y otra vez escuchaba la amenaza que estaba a nuestras espaldas y de la cual no podíamos salir ya que íbamos directos a una trampa mortal.
-Espero que esta vez aciertes en tu único disparo, solo tenemos una oportunidad, Al, te lo pido por favor, no la desperdicies.
Al mismo tiempo que me pedía esa suplica me intentó mirar por encima del hombro, yo tan solo pude apretar mi abrazo para darle esa confianza que él me pedía, la misma que necesitaba yo.
Mikael le dio gas a la moto y nos introdujimos en el oscuro túnel rodeado de un atasco de coches más impresionante que el anterior por el cual habíamos pasado. Giré mi cuerpo todo lo que pude hacia atrás y alcé la pistola con el brazo totalmente recto apuntando directamente al licántropo que venía detrás, coloqué el dedo en el pestillo y concentré mi atención en ella cuando fuimos absorbidos por la oscuridad del túnel. Respiré y en el momento que iba a disparar el lobo botó y despareció por los cielos, ya no nos seguía. Lo comprobé de nuevo, divisando el exterior pero la bestia no estaba.
-Ha desaparecido. –Susurré al viento.
-¿Qué?
-Que no está, se ha esfumado, ha votado por los cielos antes de llegar al túnel y ha desaparecido...
Me silencié por que el túnel de pronto tembló sobre nuestras cabezas y el sonido enfermizo de unas patas retumbar contra el techo me rascaron los tímpanos como unas uñas enfermizas contra la piedra. Mierda, no había desaparecido, el muy cabrón había saltado por encima y ahora trepaba a nuestro ritmo por las placas del techo de cemento para pillarnos a la salida.
Una bombillita se enchufó en mi cabeza. Mi oportunidad estaba impresa en esa pista, en ese final.
-¿Qué pasa, Al?
-Está encima de nosotros. –Mikael alzó la cabeza y miró el techo.
-¿Dónde?
-Por fuera.
-¿Qué? ¿Cómo lo sabes?
-La oigo, escucho el sonido de sus patas chocar contra la piedra, el retumbar y el temblor que provoca la fuerza de cada uno de sus saltos.
–Yo no escucho nada, ¿estás segura?
–Completamente.
Mi compañero ya no dijo más y su silencio se concentró en mi cabeza como el resto, ahora solo quería dedicarme al sonido que se ejecutaba sobre mi cabeza.
Apagué todos los sonidos que me rodeaban, todo el viento que me azotaba, todas las sensaciones que podían distraerme de mi caza, cerré los ojos y me concentré en el licántropo; su cuerpo moviéndose al ritmo de sus zancadas, sus largas patas en movimiento, flexionándose y saltando, trotando como un veloz caballo tres veces más grandes.
Mis instintos se pusieron en marcha visualizando a la bestia perfectamente, llegando a verla como si estuviera corriendo con ella, hasta incluso podía escuchar el latido de su corazón, frenético contra mis oídos, el mío sin embargo, estaba extrañamente tranquilo, demasiado, pero no me preocupaba, en ese mismo momento era lo que necesitaba.
-Al, esto se termina, estamos llegando al final.
Abrí los ojos para ver de cuánto tiempo disponía y sentí a la bestia tan emocionada como yo por sentir la sangre de la presa tan cerca.
Ya la tenía.
Cerré los ojos de nuevo y me envolví única y exclusivamente en ella. Comencé a contar hacia atrás, desde el diez y justo cuando llegué al tres alcé la cabeza hacia arriba con la pistola.
Dos, uno y...
Disparé al mismo tiempo que sentí el sol calentar mi rostro y una débil y gigante sombra se interponía en medio. El sonido de la bala rasgó el viento, una única bala que solo quedaba en el cargador, un único disparo certero atravesó a la bestia, toda su dura piel fue atravesada limpiamente hasta llegar a su palpitante corazón. En el momento que abrí los ojos una niebla blanca caía sobre nosotros y una pequeña bolita roja se perdía en el suelo explosionándose de inmediato en un color rojizo caracterizado por los Narcisos, la marca de su interior, aquella que solo se veía cuando uno de ellos moría y la razón obvia de que me había cargado al licántropo con una maldita bala.
-Uuaauu. Eres la leche, nena.
Yo también me sentía igual de emocionada y solté una carcajada. No podía hablar, toda la sensación pasada había agotado mi cuerpo temporalmente, así que, evité hacer más esfuerzos que los necesarios, por el momento me relajé abrazándome a la cintura de Mikael que continuaba a toda velocidad, desviándose por uno de los carriles y tomando una dirección menos transitada, por una amplia carretera de varios carriles con una única dirección y sin casas o edificios a la vista, todos ellos los dejábamos a nuestras espaldas, en la lejanía, solo existía la vía vacía de un tren a un lado con un espeso bosque en su lateral, mientras que al otro lado, habían más carreteras similares pero con la dirección contraria por la que circulábamos y separadas por un alto muro de piedra.
Un intenso aire me azotó el pelo violentamente y el sonido de unas hélices cortar el viento atrajo mi mirada al cielo azul.
Un helicóptero sobrevolaba la zona por donde nos encontrábamos, al principio pasó de largo, supuse que eran policías o algún canal de televisión grabando la noticia del siglo, pero cuando el aparato en forma de huevo y en un color verde oscuro, dio la vuelta y voló en nuestra dirección disparando, me di cuenta de mi tremendo error. Sus ocupantes no eran simples civiles, más bien, se trataba de la típica señal de un nuevo ataque, donde Narcisos volvían atacarnos y esta vez desde los cielos.
-Malditos cabrones.
El cuerpo que tenía cogido en un abrazo de oso se puso tan tenso que perfectamente pasaría por ser una irrompible tabla de acero. Mikael le dio gas y comenzó a esquivar coches, balas, motos, todo aquello que era un peligro para nuestra seguridad.
La velocidad que tomamos casi era imposible pero la moto que se había encargado de robar estaba bien dotada y tenía unos extras que no salían de casa, aun así, no era suficiente para un helicóptero que en todo momento teníamos encima, disparando sin cesar.
Notaba las balas raspar el viento tan cerca de mí que incluso notaba el calor que desprendía al rozar la superficie de viento que me cubría. Mis tímpanos intentaban canalizar ese sonido e intenté abrir una capa de protección alrededor de nosotros para evitar muchas balas que casi podían haber atravesado nuestras carnes con facilidad, pero el estrés del momento podía conmigo y muchas de ellas se me escaparon. Todavía no controlaba demasiado bien mi poder y ese detalle me estaba resultando odioso.
-Tengo un plan. –Gritó Mikael. –Agárrate a mí, nena, vamos a atraer a ese hijo de puta a nosotros.
Iba a replicarle que ya lo teníamos encima pero decidí callarme, estaba muy concentrado y dejé que continuara con su temeraria conducción ya que era el único que estaba haciendo algo por salvarnos la vida.
Giró bruscamente hacia un lado pasando a gran velocidad por delante de un enorme tráiler que casi nos pasa por encima. Continuamos en línea recta y cuando llegamos al arcén de la carretera lo traspasamos y saltamos a la vía del tren.
Corrimos continuando por la vía en línea recta sin salirnos, trastabillando con las placas de metal que pisábamos, intentando mantener el equilibrio hasta meternos casi por la arboleada zona de bosque, por donde el helicóptero no se podía meter, simplemente se alzó al cielo por encima de nuestras cabezas y sin disparar, ya que no tenía un punto bueno de ataque.
Los árboles nos rodearon como una capa de protección, un túnel verde que agradecí, pero lo bueno siempre se terminaba demasiado pronto, como nuestro respiro y nuestra única protección, ya que la trampa que habíamos evitado antes, ahora estaba delante de nosotros.
-Al, súbete al caballito, rodéame fuertemente con las piernas la cintura y sujétate con fuerza a mi cuello.
-¿Qué? –Dije aturdida.
-Hazlo, rápido.
Bufé y obedecí esa orden. Me monté encima de la espalda de Mikael, como si fuera una niña que su padre la va a llevar al zoo o un parque de atracciones, solo que yo media un poco más que esa adorable niñita y Mikael no era mi padre. Me agarré a él como un calamar gigante, sentándome encima de su cuerpo y mirando por encima de su hombro el helicóptero que ya nos esperaba al otro lado, preparado con las armas apuntándonos.
Mikael poco a poco y sin perder el manillar de las manos fue subiendo sus pies al sillín de la moto hasta estar totalmente acuclillado encima. No tenía ni idea de qué demonios se proponía, no me lo podía imaginar pero la adrenalina me recorría como agua fría todo el cuerpo y mi vista estaba atenta al huevo verde al cual nos acercábamos.
Noté el cuerpo al cual estaba subida arder de repente, sus músculos endurecerse y hacerse más grandes, me fije en la mano que tomaba el manguito del acelerador en un cambio de transformación que conocía muy bien, en esta aparecía y desaparecía el pelo largo y marrón del lobo que quería despertarse en Mikael.
La distancia se acortó y nuestro cazador se lanzó a por nosotros, Mikael rugió ferozmente, soltando un sonido furioso del lobo que anidaba con él en ese momento. Se alzó en la moto conmigo encima de él, al mismo tiempo que botaba y la moto, tomada por el manillar en sus manos fue lanzada contra el helicóptero en un bestial lanzamiento y en forma de palanca a través de la fuerza de su propio cuerpo.
El helicóptero explotó, pero tan solo pude escuchar el sonido, ya que Mikael y yo aterrizamos en un barranquillo donde me solté de su agarre y caímos rodando por él hasta un claro del bosque donde terminé boca arriba mirando el cielo y con la respiración agitada.
Resultaba imposible creerlo, pero Mikael había destrozado un impresionante helicóptero con una moto, me temblaba el cuerpo entero de pensarlo. Y era real, todavía podía escuchar el sonido de pequeñas explosiones a unos metros de distancia y mi olfato estaba invadido de piel y plástico ardiendo.
Prueba irrefutable de que lo había hecho.
-¿Estás bien? –Todo su enorme cuerpo se atravesó en mi campo de visión, tapándome la vista de un cielo azul donde se comenzaba a proyectar un pequeño hilo de humo negro.
-Estás... loco. –Me atraganté y tosí para recuperar el habla. –De verdad, como una cabra. Eres peor que yo.
-A falta de balas era lo mejor que teníamos a mano.
No podía discutirle eso.
-Levanta, tenemos que salir de aquí, vendrán más.
Me ayudó alzarme del suelo y corrimos por el claro, alejándonos de la proximidad del desastre del helicóptero y de la carretera para no llamar la atención, pero fue inútil, dos motos saltaron en medio del claro, a nuestra espalda, disparándose mutuamente entre ellas...
¿Disparándose mutuamente?
Nos quedamos quietos, casi albergando la duda de lo que estábamos viendo, observando a los ocupantes atentamente, intentando averiguar porque se disparaban mutuamente dos seres del mismo bando hasta que di con el rostro familiar de Chilo.
Se debatía por matar al Narciso de la otra moto, el cual en uno de sus disparos acertó a la rueda trasera de la moto que conducía Chilo y este perdió el control de dicha moto que salió volando, dando vueltas con él detrás, entonces, el Narciso vino a por nosotros, veloz, fugaz y casi sin darnos cuenta.
Mikael saltó para atacarlo pero el motorizado le dio un golpe mandándolo por los cielos sin dejar de darle gas a la moto que venía en mi dirección.
Sola lo esperé, me mantuve en mi sitio esperándolo, estaba harta de intentar escapar, esquivar y darme de narices contra el suelo una y otra vez, quería pelear, y cuando lo tuve a dos centímetros de mi cara lo paralicé.
Miré ese rostro destapado, furioso, con la vista cargada de sangre y toda mi ira se canalizó en mi brazo qué, salió disparado y le atestó uno de los primeros golpes en toda la cara.
Ya no me podía controlar, estaba poseída por una fuerza interior que reclamaba sangre, muerte y destrucción. La bestia que había en mi interior se apoderó de todo mi cuerpo y me abalancé contra ese cuerpo derribado en el suelo, le arranqué el cuchillo que tenía en la cintura y comencé a clavarle la fina hoja por cada parte de su cuerpo, especialmente ensañándome con el corazón.
Mi ira me cegaba tanto que ni siquiera me pude dar cuenta de que estaba acuchillada en el suelo, levantando el césped mientras gritaba como una poseída.
-Al, Al. –Unos brazos me rodearon y me presionaron contra un sólido pecho. –Ya está, tranquila, está muerto, ese no regresará, lo has matado.
Me dejé acunar por ese abrazo, escuchando el fino sonido de la voz de Mikael en mi oreja relajándome y haciendo que, mi cuerpo se adaptara a la estabilidad emocional que se había escapado de mi control y me había dejado escondida muy dentro de mí misma.
La hoja que había acribillado a cortes al Narciso desapareció de mi mano y los brazos que me mantenían abrazada me alzaron del suelo. Una mano se posó en mi barbilla y la alzó, me vi de lleno con la mirada preocupada de Chilo.
-¿Te encuentras mejor? –Le dije que sí con la cabeza y me dedicó una preciosa sonrisa que no pude negar y se la devolví. –Bien, porque tenemos que alejarnos de aquí.
Una bandada de gritos inhumanos animó esa declaración. Miré por encima del hombro de Chilo y todo un ejército de Narcisos cabreados se acercaba en bandada a por nosotros corriendo.
-¡AHORA! –Gritaron al unísono Chilo y Mikael.
Estaba totalmente de acuerdo con ellos.
Sus manos se apoderaron de las mías y nos dimos la vuelta para correr. Nos introducimos en el interior del bosque. Chilo me soltó para poder esquivar los árboles con los que nos cruzábamos pero la mano de Mikael se mantuvo pegada a la mía. No le permití que me soltara y corrí tan deprisa como él me exigía, tenía que ser así ya que los Narcisos, a nuestras espaldas se adentraron con nosotros y corrían como sombras de la noche, espeluznantes espectros de terror adentrándose en una cacería donde nosotros éramos la presa.
Sentí el sonido vibrante de las balas chocar contra los árboles, pasar por mi lado e incluso, alguna me alzó el pelo al cortar el aire de mi contorno. Continúe corriendo, votando las raíces de los árboles que se habían salido de la tierra y evitando aquellos brazos de corteza áspera que nacían del propio padre de la naturaleza, brazos que parecían querer atraparte, mantenerte encerrada en su interior, siniestros y peligrosos parecían tomar vida, hasta las hojas de los árboles caían como en una lluvia lenta y suave sobre nosotros, haciendo la escena más escalofriante y convirtiendo nuestra huida en una auténtica cacería de terror.
Mis pulmones comenzaron a quejarse y el poco aire que pedían con urgencia parecía convertirse en un infierno dárselo. La presión de la mano que me unía a Mikael se hacía más fuerte y sus tirones eran casi violentos.
Atravesamos un caminal arenoso que cortaba el bosque para unirnos de nuevo al escenario verde. Dos más arenosos caminos habían ante mi vista y por uno de ellos un camión ajeno a todo se iba a interponer en nuestro camino, pero no hubo un frenar en nuestra carrera, ni un mínimo descanso.
La mano de Mikael me lanzó por los aires, soltándose de mí y el camión pasó justo por debajo de mi cuerpo. Lo vi todo como a cámara lenta: Mikael votando por un lado y Chilo pasando por debajo del enorme camión, resbalándose por las piedras para desaparecer por los bajos y volver aparecer por el lateral del vehículo.
Cuando mi cuerpo caía al suelo los brazos de Chilo me tomaron al vuelo para dejarme rápidamente en el suelo y de nuevo, retornar a correr. Escuché el sonido que provocaron algunos Narcisos que no controlaron a tiempo sus reflejos y se estamparon contra el gran monstruo de acero.
Ese sonido me alegró y me animó a correr más, tenía que esforzar a mi cuerpo al máximo.
El siguiente cruce de nuestro camino fue atravesado por un coche un tanto más pequeño, esta vez salté por encima con Chilo tomando mi mano y con Mikael a nuestro lado.
Llegamos al límite del bosque y salimos a un vertedero de coches. Pilas de coches destrozados formaban edificios de cinco o seis pisos, corrimos adentrándonos en ese cementerio hasta frenarnos en un punto de poca visibilidad para aquellos que salían del bosque en ese momento.
-Separémonos. Yo iré por allí, -Chilo señaló hacia la derecha. –Vosotros dos ir por el otro lado, alejaros lo máximo posible. –Luego tomó del brazo a Mikael y lo frenó antes de que me diera la mano. –Escóndela, pronto aparecerán los nuestros, mientras tanto manteneros a salvo.
Dicho eso desapareció y Mikael cogió mi mano para comenzar a correr de nuevo.
Llegamos a una torre escondida, al final del gran desguace, Mikael abrió una de las puertas de un coche del segundo piso y me metió dentro de un empujón, luego cerró y asomó la cabeza por la destrozada ventanilla.
-Escóndete, no hagas ruido...
-¿Y tú? –Dije preocupada al ver que pretendía abandonarme. –Chilo dijo que me mantuvieras a salvo y juntos. Los dos juntos. No creo que sea muy buena idea que nos separemos.
-Al, voy a despistarlos, voy armar tanto jaleo para alejarlos de ti que ni siquiera, a ninguno de ellos se le ocurrirá venir a buscarte aquí.
-Mikael. –Lo tomé de la mano antes de que se fuera. –Ten cuidado.
-Volveré enseguida, nena, no tardaré. Te mantendré a salvo. –Y se esfumó también.
Me acomodé en el suelo, entre el sillón y la guantera, abrazando mis piernas fuertemente contra el pecho y apoyé la cabeza en ellas.
No sabía ninguna oración para poder rezar, la raza que me crio no rezaba a ningún dios como los Victorianos, pero en ese momento le pedí a todos los dioses que nos protegieran, que nosotros éramos los buenos, los que íbamos a salvar a la humanidad y que nos necesitaban, nos necesitaban vivos para luchar. Una y otra vez le pedí lo mismo a cada dios o diosa que venía a mi cabeza, mil plegarias por una simple protección de tres personas.
Un sonido del exterior cesó mi rezo, alcé la cabeza de mi regazo hacia la puerta de hierro robellado que había delante de mí y fijé la vista con atención, intentando ver a través de ella.
La respiración sarnosa de un animal hambriento fluía por la ventana hasta mis oídos como una amenaza cerca y real. Retrocedí todo lo que ese mínimo espacio me permitía hacia atrás hasta darme contra el cambio de marchas a mi espalda, ese roce provocó un crujido seco que centró lo que había ahí fuera en mí.
Tragué saliva y me preparé para atacar aquello que se atreviera a entrar, centrando toda mi atención en la puerta. Escuché el horroroso ruido de unas largas uñas rajar lentamente hacia abajo mi única barrera y luego esta salió volando mostrándome que había en el exterior, pero al mismo tiempo que todo resurgía del mismísimo infierno, alguien por detrás me cogió del brazo y antes de que esa bestia se abalanzara contra mí, un fuerte cuerpo me sacó del coche, me colgó en su hombro como si fuera un saco y votó de coche en coche a gran velocidad, alejándome de todo hasta caer por un pequeño hueco rodeado de más metal en descomposición.
Me bajó colocándome de espaldas a él y me tapó la boca antes de que llegara a gritar.
-Mantente calladita, sirena, sino, yo mismo te arrancaré el aire con mis propias manos.
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