Capítulo 6
Estaba un poco aturdida por el maldito cosquilleo que me recorría el cuerpo entero y no me dejaba pensar, me obnubilaba la mente.
Miré a mí alrededor, observándolos uno a uno, estaban de pie mirándome con expresiones distintas en sus rostros.
Con esos cuerpos tan grandes, hacían que la sala fuera más pequeña, yo me sentía como una hormiga entre leones. No es que fuera muy pequeña, mido un metro setenta y cinco, pero en comparación con ellos, con esas espaldas anchas, músculos por todas partes, casi dos metros de altura y toda la testosterona que se palpaba en el ambiente, me hacían sentirme insignificante e indefensa, sentía que con un simple soplido me enterrarían bajo tierra.
Epicydes debió de ver mi cara o sentir mi miedo, porque se acercó a mí y me cogió del brazo con ternura para tranquilizarme.
–Alaya, te presentaré –dijo sonriéndome–. Él es Chilo Xan –, señaló al coreano con el cual había peleado antes y me había herido en el muslo.
Chilo me saludó con la cabeza, sin expresar ninguna emoción en su cara. Era muy atractivo, llevaba unos tejanos con una camisa azul marino, junto con un chaleco negro, que resaltaba cada parte de su cuerpo. Pero lo que más me sorprendió es que la cadena con las dos cuchillas a cada extremo que había utilizado antes conmigo, la llevaba enrollada alrededor del brazo y bajando por su muñeca haciendo que la navaja bailara en el aire de un lado a otro muy lentamente.
–Este es Romeo Balsateri.
Balsateri, un apellido extranjero muy antiguo, pensé observándolo muy detenidamente.
No me había equivocado con él, era guapísimo, con un increíble atractivo y una mirada intensa, cada fibra de mi cuerpo deseó acercarse más a él. Me saludó con apenas un movimiento visible de cabeza, casi no me di cuenta, me sentía irremediablemente atraída a él.
–Alaya, y tu padre, Efrain Verona.
Me sobresalté al sentir el apretón de Epicydes sobre mi brazo, miré su rostro y me suplicaba con la mirada.
Giré mi cuerpo hacia Efrain que avanzaba hacia mí, yo no retrocedí, no le temía, pero percibí cierta duda en su rostro que no pudo o tal vez no quiso disimular para no intimidar.
Se paró justo delante de mí, levantó los brazos haciendo el intento de tocarme, pero los volvió a bajar sin rozarme, y todo ello sin dejar de mirarme en ningún momento.
–Bienvenida a tu hogar, Alaya. –Fue lo único que me dijo y con una sonrisa un poco triste.
Cuando lo vi ayer, hubiera pensado de él que era muy elegante, pero hoy llevaba la misma ropa que ayer, arrugada y con las mangas de la camisa arremangadas, tampoco tenía puesta la corbata roja que ayer llevaba en un perfecto nudo.
Era guapo y atractivo, pero se notaba en su rostro cierto cansancio que acentuaba unas arruguitas para nada normales entre inmortales, pero si por algún gesto perpetuo.
Era alto y fuerte. Su cabello de color castaño lo tenía largo por los hombros, del mismo tono que el mío y lo llevaba recogido en una tira de piel negra.
Aparentaba la misma edad que mi tío, unos treinta cinco o treinta seis años, y aunque se parecieran mucho físicamente, tenían cosas diferentes.
Epicydes tenía el pelo castaño claco y los ojos color miel, era fuerte y alto como Efrain, también era guapo como él, pero mi tío desprendía tranquilidad y bondad, menos en la lucha, que era como un león salvaje destrozando a su presa sin piedad.
Mi padre desprendía autoridad, seguridad y sobre todo temor para aquel que se dejara llevar por su mirada asesina, como me pasó a mí en la fiesta. Efrain en la lucha seria implacable y atroz, el propio Lucifer lo temería en una lucha cara a cara.
–Alaya, siéntate, tenemos que hablar.
Me senté en el sofá que mi tío me ofreció y él se sentó a mi lado, acarició mi espalda para que me relajara y funcionó, solo que unos segundos.
Chilo y Romeo se sentaron a la derecha del salón, en un sofá que ocuparon ellos dos solos y mi padre se apoyó en la mesa escritorio de mármol blanco, cruzó los brazos a la altura de su pecho y mantuvo las piernas rectas.
Miré a Romeo, pero él me retiró la vista nada más se dio cuenta que lo miraba, no obstante, un reflejo me hizo girar la vista a su lado. Chilo jugaba con un trozo de cadena que había dejado suelta, haciendo rodar en círculos la cuchilla mientras me miraba fijamente.
Me puso nerviosa, parecía como si me estuviera amenazando con ella, así que, justo en el momento que la cuchilla rodó hacia mí, la hice invisible y la coloqué en la cara de Chilo con la cuchilla apuntando directamente a su ojo, después se la mostré. Cuando la vio, se sobresaltó echándose hacia atrás e intentó apartarla tirando de la cadena, pero no consiguió moverla.
Cuando paralizo cualquier cosa con la mente, nadie consigue moverla hasta que yo le quito el embrujo de encima.
– ¡Alaya basta!–me exigió mi tío, luego se volvió hacia el provocador–. Chilo esconde eso o yo mismo te lo arrebataré.
La voz de Epicydes salió estrepitosa mientras miraba fijamente a Chilo.
El coreano miró a Efrain como esperando la orden mientras continuaba estirando de la cadena con fuerza, yo no vi el gesto que Efrain le ordenaba, pero Chilo me miro a mí y señaló la cuchilla con la cabeza.
No hacía falta que me lo pidiera, el gesto lo decía todo. La dejé caer y el desenrolló la cadena de su muñeca y la enrolló de nuevo, solo que esta vez por debajo del chaleco y alrededor de su cintura, quitándomela totalmente de la vista.
– ¿Contenta? –preguntó.
–Sí, gracias.
–De nada. –Su voz sonó graciosa y su mirada era más blanda.
Después de todo no era tan malo como aparentaba.
–Está bien. Alaya, Drumon nos contó todo lo que le constates a él, pero para que no haya ningún cabo suelto, quiero que me lo vuelvas a contar todo de nuevo, ¿de acuerdo?
Miré a Epicydes, esperando su permiso, tal y como había hecho antes Chilo con mi padre, no quería que Efraín pensara que él tenía todo el derecho sobre mí. Para mí, mi tío, era lo más importante ahí en esa sala.
–Adelante pequeña.
Comencé a relatar todo lo ocurrido desde el principio, que fue el ataque de la mañana donde Epicydes estaba, hasta llegar hasta ellos aquí, sin dejarme ningún detalle, ni de mi poder, ni de todo lo que me había sucedido.
– ¿Y dices que cinco vampiros estuvieron a punto de matarte con balas de titanio? –preguntó Efrain con un rostro aparentemente sorprendido, yo le dije que si con la cabeza–. Eso cambia las cosas.
– ¿A qué te refieres? –pregunté.
–Desde que naciste a este siglo las cosa han cambiado mucho, ¿Te han hablado de los revolucionarios?
–Sí, Drumon me ha contado algo sobre ellos.
–Explícale de todas formas, Efraín.
Mi tío me acarició el brazo y consiguió que el frio, al recordar todo, desapareciera.
–Bien. Estos revolucionarios ahora se hacen llamar Narcisos, se diferencian de nosotros por una marca que llevan tatuada en el cuerpo. Es una flor roja con una espada clavada justo en el centro, cada uno de ellos la lleva de un tamaño y en un lugar diferente, pero en algunos casos a la vista, les gusta presumir que pertenecen a esa secta, si se puede llamar así.
–Psicópatas –murmuró Epicydes.
–Desde hace años los Narcisos siguen a un líder, pero no sabemos quién es él, solo que es un hombre.
– ¿Y qué tiene que ver eso con lo que me sucedió? –pregunté de nuevo porque no tenía ni idea de a donde quería llegar Efrain.
Efrain agachó la vista al suelo y descruzó los brazos para apoyar las manos en la mesa, después me miró a mí de nuevo y continuó.
–Alaya los que os atacaron por la mañana eran revolucionarios, de los primeros y actuaron sin ningún orden, cometiendo muchos errores, al contrario del ataque de la noche, que fue más calculado y limpio, pensábamos que era alguien antiguo, un emperador Victoriano o un rey Dragón con poder suficiente como para arrasar y haceros desaparecer a todos. Pero nos pasamos años intentando averiguar algo, torturando a Narcisos que cazábamos vivos, pero no averiguamos nada. –Efrain cogió aire y se pasó la mano por el pelo, apartándose unas greñas morenas que le habían caído a la cara–. Ahora el encantamiento del sueño y que cinco vampiros te custodiaran e intentaran matarte, cambia nuestra teoría.
Paró de nuevo y miró a Epicydes, yo también lo miré, necesitaba que continuaran con la historia, estaba tratando de encajar todo esto.
– ¿A qué conclusión habéis llegado? –insistí, mirando tanto a Epicydes como a Efrain.
–Que el ataque de la mañana no fue accidental. Que alguien sabia de tu existencia y quería averiguar que tú estabas allí, utilizando a los revolucionarios como cebo...
–Y al desprender mi poder lo supieron– terminé la frase de Efrain, la cual él afirmó con un gesto de cabeza.
–Sí, destrozando de esa manera nuestra teoría de que los Narcisos iban por libre y que eran de los primeros.
–Nos equivocamos en todo –añadió mi tío, con un nudo en la garganta.
–Los Narcisos ya seguían a un líder y esa noche su líder fue con más Narcisos, te cogieron, te encerraron para que nunca te encontráramos, matando tu aroma y después destruyeron, asesinaron y masacraron cualquier prueba que les pudiera involucrar. Sobre todo, para que te diéramos por muerta, para que dejáramos de buscarte porque tenían algo planeado para ti, porque si no, aquella noche, te hubieran matado y hubieran dejado a la vista de todos nosotros tu cuerpo.
Hubo silencio a mí alrededor. Me sentía mareada. Comenzaba a entender algunas cosas, pero seguía teniendo las mismas preguntas.
– ¿Quién fue el líder?
–No lo sabemos. Pero una cosa esta clara, la que te hizo el encantamiento fue la bruja Esbeltina, estoy seguro de ello, es la única con esa clase de poder, pero ella no es el líder.
–El líder es un hombre. –Afirmó Epicydes
– ¿Estáis seguros de eso? –pregunté yo, era extraño.
–Si muy seguros. Los nuestros nunca han confiado en una bruja. Y más, esa bruja. Tiene otra vida, se esconde, es difícil de encontrar y no tiene nuestros linajes, ni el nuestro, ni el de los Victorianos. Estamos seguros que el líder es otra persona –aclaró Epicydes, con convicción.
–Vale, ¿pero quién es la bruja Esbeltina? –pregunté con ansia a mi tío.CCa
Epicydes miró a Chilo, yo me giré y también lo miré, ¿Sería él?, me pregunté, ¿Sería el que mi tío me dijo que conocía a Esbeltina?
Me volví a girar cara mi tío y justo en el momento que se lo iba a preguntar Chilo me calló empezando hablar.
–Esbeltina es la única bruja autentica del mundo. Nació de humanos y se crio entre ellos, no tiene descendencia y no puede tenerla. En su niñez tenía un don, pero no lo usaba mucho porque sus padres le pegaban palizas cada vez que la veían practicarlo. Un día cuando fue mayor, el sacerdote del pueblo la vio usando su don y la acusaron de brujería. La pasearon por todo el pueblo mientras sus habitantes la apedreaban, la torturaban sin piedad, luego la colgaron a una cruz y la quemaron viva con tan solo once años de vida. Pero no murió. –Chilo se incorporó en el asiento echándose para delante y mirándome fijamente–. El mismo diablo la resucitó, la sanó de todas las quemaduras y heridas que había sufrido y duplicó todos sus poderes. Le dio la juventud eterna y las mejores riquezas. Pero también una maldad inmensa, tal fue su maldad que la venganza contra su pueblo fue horrible. Fue devolviéndoles todo el dolor que a ella le habían provocado y dejando para lo último a sus padres, donde los torturó y los clavó vivos a unas cruces de madera para que los cuervos se los comieran–. Chilo calló y apretó los puños, la historia comenzaba a asustarme, pero intenté que no se reflejara en mi rostro–. Ahora sigue siendo fuerte, poderosa y una fiel aliada de los Narcisos, pero imposible de encontrar y aquel que se cruza con ella no sobrevive para poder contarlo.
–Menos tú –afirmé en susurros para mí, mirándolo, él me miró y vi en su mirada odio, pero no hacia mí, su odio era hacia otra persona.
–Esa es otra historia y no te interesa en absoluto.
Que majo.
Dicho eso se apoyó en el sofá y no me hizo más caso.
–Está bien, pues necesito encontrar a esa bruja y averiguar que quieren de mí.
–No –negó Efrain levantándose de golpe–. No podemos servirte en bandeja a ellos, esa mujer es peligrosa y aún no sabemos quién te hizo esto o quien te despertó.
–Sabéis quien me despertó.
–Solo es una teoría Alaya, no lo sabemos con seguridad –agregó Epicydes.
–Pero si fue alguien de mi familia, ellos no me harán nada y lo sabéis.
–Realmente no sabemos nada seguro, así que no daremos nada por sentado.
–No pienso mantenerme al margen. ¡No pienso cruzarme de brazos pudiendo ayudar! –grité harta de este juego de convicción.
– ¡No vamos arriesgar tu vida, tú no das las órdenes aquí! –gritó Efrain tenso.
Esto se estaba animando.
– ¿Y qué propones? Que me quede encerrada el resto de mi vida, esperando que me encuentren y que esta vez me maten. No gracias, esta vez yo iré a por ellos –dije yo levantándome también del sofá y enfrentándome a Efrain, aunque sería inútil, Romeo y Chilo se levantaron enseguida preparados para atacar.
–Alaya tranquilízate, tenemos un plan para averiguarlo sin que nos enfrentemos directamente a Esbeltina.
La voz de Epicydes era acogedora y más, cuando me tomó de los brazos para apretarlos con suavidad y conseguir tranquilizarme. Aunque no era algo muy fácil tal y como estaban las cosas.
–De todas maneras es difícil llegar hasta ella, llevamos años luchando y torturando a Narcisos para que nos digan su paradero o quién es su líder y no hemos conseguido nada, ni siquiera acercarnos a sus súbditos más antiguos. Esa mujer aparece y desaparece como el humo y sin dejar rastro –participó esta vez Chilo estudiando cada uno de mis movimientos e incluso parecía nervioso.
–Pues yo os ayudaré a encontrarla –concluí con decisión clavando una mirada directa en Efrain.
Efrain debió notar mi seguridad, porque miró a Epicydes y este me soltó de los hombros y volvió a sentarse en el sofá. Lo miré y parecía preocupado, como derrotado.
Era extraña esa reacción, su cara había cambiado, ni siquiera me miraba, tenía la vista fija en el suelo, no entendía porque se comportaba de esa manera, parecía que temiera de algo.
Intuyendo un mal presentimiento me acerqué a él para ver que le pasaba y poder aliviar la pena que sentía, pero me paralicé al sentir una vibración por mi cuerpo, era como si una presencia se hubiera metido en mi piel y me arrastrara.
<<Alaya ven a mí>>
Lo oí tan claro en mi cabeza que parecía real.
Comencé a ver borroso y sentí que la habitación daba vueltas a mi alrededor mareándome. Alargué mi brazo para intentar apoyarme en el sofá, pero me asusté al verlo desaparecer y volver a aparecer, como si intentara hacerse invisible pero no podía, el problema era que yo no estaba haciendo nada para provocar este poder, no salía de mí.
<<Alaya, pronto estaremos juntos>>
Esa voz me sonaba, ya la había oído antes.
El chirrido de esa voz llamándome de nuevo me provocó un dolor horrible en la cabeza, como un dolor punzante que me hizo jadear y gritar, cerré los ojos intentando aliviar ese dolor y se fue igual que vino.
Noté unos brazos alrededor de mi cuerpo y escuchaba voces de fondo. Abrí los ojos y mi tío me observaba preocupado.
Veía bien, la nubosidad se había marchado junto con el mareo. Respiré tranquilamente y entonces me di cuenta de quién era el que me tenía fuertemente cogida. Era Efrain, notaba su colonia, su aliento caer por mi hombro, el calor de su cuerpo calentar mi espalda y el latido de su corazón unirse al mío, que por extraño que parecía me relajaba.
–Alaya, ¿Qué ha sucedido? ¿Lo has hecho tú? –preguntó mi tío.
–No. Creo que ya se han enterado de que estoy despierta.
El cuerpo que tenía a mi espalda se tensó y apretó su abrazo, provocándome un temblor de terror por todo el cuerpo.
–Hay que empezar de inmediato con el plan, Epicydes. Preparar vuestras cosas, en dos horas salimos –ordenó Efraín, mientras me dejaba en el sofá con mucho cuidado y se marchaba con Romeo y Chilo.
–Alaya voy a preparar tu equipaje, sé que quieres averiguar lo que sucedió, yo también, pero me gustaría que nos obedecieras y no arriesgaras tu vida, no quiero que te pase nada, no puedo volver a perderte de nuevo.
–Lo sé tío y no pienso ponerme en peligro, pero estoy harta de ser la débil, soy fuerte, más de lo que os podéis imaginar y tengo nuevos poderes que no me agotan como antes, y se luchar.
–Sí, ya me han contado –mencionó con una gran sonrisa–. ¿De dónde lo has aprendido?
–Lo que veía de la manada cuando entrenaba, de ti y unos nuevos conocimientos modernos de unos libros que habían en casa de Drumon, y además de eso ya conoces mis poderes.
–No todos, me contaron lo que hiciste en la fiesta, luego hablaremos de ello –dijo orgulloso mientras acariciaba una de mis mejillas–. Por cierto, hay unas personas que quieren verte.
Abracé a Kira nada más verla, sintiendo una alegría enorme en el corazón. No sabía que les había sucedido después de que los gorilas se los llevaran, con todos los acontecimientos pasados ni me acordaba de ellos y me sentí mal por haberlos olvidado de esa manera.
–Siento lo de tu vestido Kira, te prometo que te compraré uno. Y siento también haberos metido en este lio, ¿Drumon no se molestaría mucho con vosotros?
–Tranquila, mi abuelo no se enfadó mucho, más bien con Mikael, ya que les pegó una buena paliza a los de seguridad. Fue increíble, nunca lo había visto de esa manera, los dejó bastante doloridos y casi sin recibir ningún golpe –relataba riéndose mientras se colocaba unas greñas detrás de la oreja–. Bueno, solo tengo unos minutos para despedirme, espero que cuando todo esto acabe vengas a visitarme.
–Claro. Os debo mucho, sin vosotros nunca hubiera llegado hasta aquí.
Kira volvió a abrazarme e incluso la oí suspirar contra mi hombro. Me estaban entrando ganas de llorar, era mi primera amiga en toda mi vida, la única que no me miraba diferente y admiraba lo poco que tenía.
–Vamos Kira, despídete ya, nos tenemos que ir –dijo Drumon acercándose por detrás y cogiéndome para darme el último abrazo–. Ten cuidado. Espero que esto se acabe pronto, aunque las guerras nunca terminaran, siempre habrá otro líder dispuesto a llevar a otro ejército y acabar con la vida que nos rodea.
Drumon tenía razón, esto nunca terminaría, pero intentaría esquivar las guerras hasta que una se me cruzase por el camino, entonces tendría claro que lucharía por mi vida.
–Abuelo, pero teniendo a gente como tú y nuestros reyes, siempre habrá alguien que luche por nosotros –admiró Kira con una sonrisa.
– ¿Y Mikael? Me gustaría despedirme de él también –pregunté mirando a mí alrededor buscándolo.
–Mikael se quedará contigo, os acompañará, ha insistido en permanecer a tu lado y como yo te traje aquí, Epicydes se encargará de él, me lo ha prometido. Y ahora ven aquí que te de un beso, pequeña.
Me lo dijo con tanto cariño que no pude negarme. Le devolví el beso y el último abrazo, dándole el mismo cariño que él me daba. Drumon se retiró de nosotras y se marchó dejándonos solas a Kira y a mí. Me giré hacia Kira y tenía una sonrisa muy picara.
– ¿Qué te pasa? Deberías estar triste –dije arqueando las cejas, extrañada.
–Sí, me apena que te marches y también Mikael, por supuesto. Pero me hace gracia todo esto.
– ¿El qué?
–Tienes a mi hermano loquito por ti, se le cae la baba cada vez que te mira, si llegaras a ver las caras que pone cada vez que te mira el trasero es...
– ¡Kira calla! No quiero saber nada más, tu hermano no me interesa.
– ¿Cómo estas tan segura si no me conoces? –Me di la vuelta del susto, menuda pillada nos acababa de hacer. Mikael estaba apoyado de lado en el marco de la puerta, con los brazos cruzados, serio y arqueando una ceja–. ¿Ni siquiera das la oportunidad de conocer a las personas?–. Ladeó un poco la cabeza, esperando que contestara y sonrió, pero de una manera diferente, se estaba haciendo el interesante conmigo. –Por lo visto te he dejado muda, yo diría que te impresionado algo. Sabes, deberías conocerme antes de juzgarme, te sorprenderías de mí y te acabaría gustando lo que ves, estoy seguro de ello. Tendrás que reconocer que soy todo un seductor, nena.
Se lo tenía demasiado creído.
Sí, era guapo y sexi, pero en mi cabeza había otro hombre de ojos turquesa, que no podía quitarme de la cabeza, me atacaba cada vez que cerraba los ojos, no podía dejar de pensar en él.
Esto no era bueno, nada bueno ya que no lo conocía y tan solo lo había visto dos veces.
Me acerqué a Mikael, con una sonrisa seductora en mis labios, le coloqué un dedo en el pecho y lo moví en círculos, muy coqueta mientras lo miraba a los ojos.
–Mikael, vamos a llevarnos bien y a distancia. Somos amigos y me caes bien, por ese motivo no me gustaría utilizar mi poder contigo y hacerte daño. Así que, nos tendremos que respetar si vamos a estar juntos en todo momento. ¿Está claro?
– ¡Joder nena! Sabes que estás muy sexi cuando te pones tan seria, me has puesto a mil.
–Mikael –dije entre dientes
–Sí, de acuerdo, pero luego no me vengas llorando porque necesites mi cuerpo para desfogarte, porque tendrás que suplicarme tú esta vez.
Se dio media vuelta y se alejó por el pasillo a paso firme.
–No, tranquilo, no creo que me hagas mucha falta y no te molestes en repetírmelo –grité a su espalda, pero creo que mis palabras pasaron de largo, porque ni se inmutó.
–No te preocupes por él, superara tus calabazas –se burló, Kira–. Solo te pido que no le hagas mucho daño, es muy sentimental.
–Haré lo que pueda, intentaré cuidarlo para que no le rompan mucho el corazón.
–Lo sé, – Me sonrió–. Sé que cuidaras de él.
No le contesté.
Mikael no estaba enamorado de mí, era solo la novedad para él, la chica nueva con poderes que aparece de la nada, un mito, supongo. Además, Mikael era un chico joven y guapo y con gran sentido del humor, pronto encontraría a una mujer a la que pudiera seducir con su encantadora mirada de hombre serio.
Sonreí recordándolo y abracé a Kira de nuevo, la iba a echar mucho de menos, pero cuando todo esto terminara iría a verla y pasaría mucho tiempo con ella.
Cuando todo esto tocara a su fin, no sé dónde iría, ni que haría con mi vida, pero ya tendría tiempo de pensarlo, algo tenia seguro, quería vivir los mil años que me habían robado y ser feliz en este nuevo mundo, en esta era.
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