Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 29


Entré en el cuarto sola, Arín me había dejado en la puerta y se había despedido de mí dándome un suave y casto beso en los labios. Me coloqué en el centro con la vista fija en el cabezal de la cama, mi mente vagaba de un lado a otro intentando asimilarlo todo, escuchéla puerta a mi espalda y me giré despistada para ver quién era, era la mujer mayor que había cuidado antes de mí, quien se había encargado de bañarme con tanto cariño. Se acercó a mí y me pidió que me desnudara, obedecí como un robot, casi no me daba cuenta de lo que sucedía a mi alrededor, solo podía pensar en todo aquello que Lucius había dicho, lo tenía metido en mi cabeza como si fuera una sopa de letras que se repetía una y otra vez con diferentes voces en mi mente y no me dejaba ver más allá. Cuando la mujer me pidió cariñosamente que alzara los brazos me percaté de queestaba poniéndome otro vestido, uno más elegante, blanco de seda, con incrustaciones en plata bordadas a un tul que caía por encima y se adhería a la tela con delicadeza, era largo y con una pequeña cola por detrás. Me pidió que me sentara en una butaca delante de un espejo y obedecí de nuevo, era como si me sintiera en otro mundo. La mujer comenzó acariciar mi cabello y a cepillarlo mientras lo recogía en un sencillo moño de donde dejó caer algunas greñas por mi rostro, luego, colocó una tiara de diamantes en forma de corona que hacia resaltar el color violeta de mis ojos.

Miré mi reflejo en el espejo, me veía muy hermosa pero algo comenzó a preocuparme. No entendía que sucedía, ni el motivo de porque me habían vueltoa cambiar de ropa colocándome este espectacular vestido blanco que parecía de novia.

–Espere aquí señorita Verona, no tardaran en venir a por usted. –Dijo mientras le sonreía a mi reflejo y colocaba las manos en mis hombros. –Y alegre esa cara, hoy debería ser el día más feliz de su vida, toda muchacha desea que les llegue a ellas.

–¿A qué se refiere? –Le pregunté alzándome de la silla lentamente y girándome hacia ella.

–¿No sabe de qué le hablo? ¿El señor Lucius no le ha dicho nada?

–No, ¿Qué debería haberme dicho Lucius?

–Oh señorita, hoy usted y el emperador Arín...

De pronto la puerta se abrió y la respuesta de la mujer se acalló al ver quien entraba en la habitación, giré la cabeza hacia el intruso, para ver de quien se trataba y me encontré con la libidinosa mirada de Arín, observando orgulloso cada parte de mi cuerpo, con una sonrisa imborrable en esos labios carnosos y perfectos. Él también se había cambiado de ropa, todo de blanco, lucia elegante con una chaqueta larga hasta las rodillas, de cuello mao cerrado y bordada completamente con filamentos en plata, similares a los de mi vestido, su pantalón era similar, solo que, el plata no abundaba tan llamativo como en su preciosa chaqueta. Si no fuera porque estaba alucinada de verlo tan guapo, hubiera dicho que su traje era parte del mío, hacían conjunto, hasta los dibujos bordados eran iguales. Pero estaba tan embobada observándolo, que no prestaba demasiada atención o no me importaba ese detalle.

–Márchate Adelis, yo me ocuparé de Alaya a partir de ahora. –Le ordenó Arín ala mujer.La agradable Adelis abandonó la habitación con una reverencia y dedicándome una tierna sonrisa.

Estábamos solos. Arín no me había quitado la vista de encima en ningún momento, yo a él tampoco, estaba hechizada hacia su persona, a su mirada plata y a su precioso traje que le quedaba perfecto en ese cuerpo de adonis, era increíblemente guapo y como si hubiera leído cada uno de mis pensamientos alargómás su sonrisa, haciendo que millones de mariposas rebeldes revolotearan por todo mi cuerpo, no pude evitarlo, yo también le sonreí y sin darme cuenta estaba acercándome a él, como si tuviera una cuerda que tirara de mí hacia su cercanía, hasta estar a escasos centímetros de ese cuerpo, sin tocarlo, pero aun así, pude notar el calor que desprendía y escuchar el latido de su frenético e incontrolado corazón, que extrañamente actuaba igual que el mío.

–Estás preciosa Alaya, la novia más hermosa y yo soy el hombre más afortunado. –Alargó una mano para acariciar mi mejilla.

–¿Novia? –Salió de mis labios en un tono ronco. Parecía que me fuera ahogar con mis propias palabras. –¿A qué te refieres?

Arín pasó sus brazos por debajo de mi cintura y de un empujoncito me apegó totalmente a su cuerpo, mis sentidos se inundaron con su aroma y de la fuerza de sus brazos alrededor de mí, no hice ningún esfuerzo por quitármelo de encima, no deseaba salir de su abrazo, pero me puso más nerviosa de lo que estaba, ahora no podría articular palabra alguna en mi defensa.

–Hoy nos vamos a unir en matrimonio Alaya, hoy te voy hacer mía, mi esposa, serás mi emperatriz y gobernaras en la Isla, tu hogar, junto a mí.

Alarma, alarma.

Alcé la vista preocupada, no estaba segura de eso, intenté alarmar ami cuerpo para poder soltarme, hacerlo recapacitar de que no era una buena idea hacer tal cosa pero yo no lo gobernaba, solo pude colocar mis manos temblorosas en su pecho con la intención de retirarlo un poco de mí,pero al notar su calor no mejoró mi situación, fue una mala idea haber hecho ese movimiento.

–Arín, no puedo casarme, mi padre...

–Shss. No te preocupes ahora por eso. –Me calló acercándome más a él. –Tu padre no está ahora aquí y no podrá evitarlo, para cuando se entere será demasiado tarde, nuestra unión estará completa y no podrá romperla por nada del mundo. –Acarició con su nariz mi mejilla hasta llegar a mi oreja. –Alaya deseo que seas mía, te deseo desde el primer día en que te vi. Has nacido para mí y yo para ti, no te opongas más y déjate llevar por mí.

No hubo más palabras que estropearan tal declaración, ni yo pude contestarle, me vi invadida por sus labios, el roce de esa carne tocar la mía me dejó ciega y atolondrada, sin respiración y loca de deseo, nada más notar el sabor de su lengua rozar mis labios pensé que me moriría y me dejé llevar rodeando mis brazos por su cuello, casi sin fuerza pero manteniéndolos en ese lugar para mantenerlo a él donde estaba, de inmediato como agradeciendo mi gesto me vi invadida por su lengua y la dejé pasar con placer para degustar mejor su intenso sabor, lo escuché gruñir, un sonido que hizo que mis piernas flojearan y me incurvara desplomándome totalmente a su aguante, al agarre de sus brazos y al sentir el temblor de su cuerpo contra el mío.

Se separó y me miró con gran intensidad.

–Te esperaré fuera, en el final de tu camino.

Besó mi mano y desapareció.

Caminé hacia el altar improvisado que habían preparado. Arpas, violines y unas voces femeninas entonaban es son nupcial de los Victorianos. Arín a un lado de aquel cobertizo esperaba con paciencia y los brazos a la espalda, mi tío, un Bauron, encabezaba como emperador el centro y un preciosos pasillo de agua mezclado con flores silvestres, pequeñas, diminutas como hormigas me anunciaban ese camino que tenía que seguir.

Con la respiración agitada y un rumor en mi cabeza avisándome de ese error, di mi primer paso...

No lo hagas...

Apreté los puños con fuerza, con mucha fuerza y dejé esos gritos fuera, pero a mitad de camino, casi a falta de seis o siete pasos, el dolor me doblo y el grito del ser que más odiaba se estampó contra mi cabeza con fuerza.

<<Alaya, ven a mí>>

Nada más escuché el sonido de esa voz abrí los ojos, asustada, adelantándome a lo que venía a continuación, Arín mantenía sus ojos cerrados, disfrutando del beso que pronto cesaría.

<<Alaya>>

¡No! Grité en mi mente, boceé con intensidad pero era demasiado tarde.

El dolor vino a mí, tan agudo y fuerte como un golpe mortal, dejé de notar lo labios de Arín, su calor y sus brazos, que poco a poco iban desapareciendo, viéndome sumergida en ese insufrible dolor. Se trataba de horribles pinchazos contra mi cabeza, el sentir que me arrancaban la piel poco a poco, que el corazón amenazaba con explotar en mi pecho, no lo podía soportar, escuchaba mis gritos de angustia rebotar contra mis tímpanos al mismo tiempo que una niebla me envolvía y cerré los ojos deseosa de que todo desapareciera. Me sentí flotar en el aire como si estuvieran presionando mi cuerpo con gravedad atmosférica, aplastándolo contra paredes que se ceñían violentamente en torno a mí y de pronto, tan rápido como había aparecido, todo desapareció, haciendo que el dolor se convirtiera en un pequeño mareo.

Abrí los ojos al sentir el calor del sol calentar mi piel, miré desesperada a mi alrededor para ver dónde demonios estaba, no lo sabía, era una especie de playa de arena blanca, desierta y silenciosa, solo tenía el sonido de las olas chocar en la orilla y aunque era un sonido relajador, temía aquello que podía aparecer de la nada. Me alcé y sentí el calor de la arena bajo mis pies, no sabía en qué lugar del mundo me encontraba, al menos, por el momento no había un peligro a la vista, pero tenía que salir de ese lugar y volver a casa antes de que el desastre se apareciera ante mí. Intenté coger el camafeo con las manos pero el dolor se apoderó de mí de nuevo, más rápido y con más intensidad, sacándome de la playa y llevándome a otro lugar, uno más oscuro, más frío, más siniestro y esta vez, sí que pude verlo todo, como era transportada de un lugar a otro, como mi cuerpo aparecía y desaprecia de un escenario a otro totalmente diferente y sin embrago, aunque me hubiera mantenido con los ojos bien abiertos el dolor fue el mismo, no cambiaba ni me dejaba tranquila, solo, hasta que había llegado a mi destino, hasta que mis pies tocaban tierra firme, en este caso piedra húmeda, el dolor no me dejó.

Tosí intentando quitarme el olor azufre que me invadió de repente y me apoyé en un muro que tenía al lado, miré a mi alrededor, estaba en una especie de habitación cerrada, cuatro paredes sin ventanas ni puertas me rodeaban, solo una pequeña vela apoyada en una mesa que ocupaba el centro de esa celda sin escapatoria iluminaba lo poco que podía ver, avancé hacia ella para poder cogerla y calentarme un poco, el frío húmedo de este lugar se calaba en cada uno de mis huesos. Estaba casi rozándola cuando un extraño aire se levantó ante mí, una espacie de remolino blanco que hizo que todo el polvo que había en esa habitación se me arremolinara y me molestara sufriendo un pequeño azote de ventisca de tormenta de arena, me cubrí con los brazos protegiéndome de su azote y retrocedí, huyendo.

El aire cesó y noté la tranquilidad con el silencio de nuevo.

–Bienvenida, Alaya.

Esta vez no solo sonó en mi cabeza, lo escuché bien nítido y claro en mis oídos, en voz alta. Quité la protección de mis manos que cubrían mi rostro y poco a poco mientras se iba desvaneciendo el tornado de arena una figura de un hombre se aparcería ante mi vista, fui acostumbrándome a la oscuridad y al nuevo acompañante que tenía delante.

–No puedes imaginarte lo mucho que me ha costado traerte hasta aquí, la paciencia que he tenido durante todo este tiempo por tenerte a mi lado, donde te corresponde.

El corazón me dejó de latir, mi cuerpo comenzó a temblar y no precisamente del frío que había en ese lugar. Su voz, su sonido, era él, Omar, ahora ya le podía poner nombre a ese ser, ahora ya sabía cómo se llamaba el hombre de mis pesadillas, las mismas que me habían hecho que muriera de miedo, esas que en ese momento se estaban haciendo reales, como él, tan real y terrorífico como en mis sueños e incluso más, era el hijo de las tinieblas, su semejanza y el recuerdo que tenía de él era el mismo, solo que su estatura era mayor, un hombre alto, fornido, de espalda ancha y cintura estrecha, su rostro, sus ojos, cada uno de sus rasgos los mismos que me perseguían en sueños, ese oscuro de su mirada parecía el profundo abismo, aquel que esta vez tenía delante, con vida propia, con un corazón latiendo en su interior y con la mirada más oscurecida y hambrienta que nunca antes había conocido de él.

–Cuanto deseaba que llegara este momento, eres difícil de atraer, pero ahora ya te tengo aquí y por fin, después de tanto tiempo esperándote, serás para mí. –Dio un paso hacia delante, yo retrocedí varios hasta que choqué contra el muro a mi espalda y ya no me pude menear, no podía huir. –Eres más hermosa de lo que me había imaginado, mucho más, aunque mi madre ya me lo había dicho.

–¿Qué quieres de mí? –Mi voz sonó temblorosa y mis manos se amarraban a las piedras que había a mi espalda, intentando encontrar cualquier salivación.

Omar sonrió de una forma maligna, un gesto que paralizó cada célula de mi cuerpo y me robó la respiración de golpe.

–Un hijo. –Contestó él.

Al escuchar su respuesta tan precipitada tomé el camafeo con rapidez y lo apreté en mi mano como si me fuera la vida en ello, rezando para que un último milagro me sacara de ese lugar y del lado de esa bestia, pero ningún rezo serbia, no había magia que me sacara de mi propia tumba y Omar se estaba acercando más a mí, con la mirada oscurecida, podía ver el propio infierno dentro de ella y mi tumba al lado. Lágrimas de miedo se derramaron sin control en mi última plegaria.

–Nunca podrás escapar de mí, siempre estaré ahí, cerca de ti. Por mucho que lo intentes, que intentes alejarte de mi lado, volverás, yo te traeré de vuelta. Eres mía, Alaya.

Su amenaza se hizo efectiva cuando rápidamente se colocó delante de mí, me tomó del pelo con fuerza, haciendo que me incurvara y soltara un grito de terror, pegó su cuerpo al mío y me besó, plantando duramente sus labios sobre los míos, en un beso agresivo y duro, donde sentí el sabor de mi sangre derramarse en mis labios, aquellos que con su fuerza había abierto para él. Era mi perdición, no podía quitármelo de encima, su otro brazo se había enrollado en mi cintura, apegándome a él, a su depravado estado excitado, haciendo que sintiera repugnancia, intenté forcejear pero su beso se hacía más intenso. Entonces, como una sensación escamosa, sentí como si algo se filtrara dentro de mí, como si un aire espeso me bajara hasta los pulmones y me robara la respiración, como un veneno toxico, uno que comenzaba a matar cada parte de mi cuerpo muy lentamente, quemándome por dentro, debilitándome. Omar se retiró de mí, cesando su beso y me miró a los ojos con ira, antes de que pudiera soltar un grito, noté el calor de unos brazos envolverme y sacarme de allí a gran velocidad sin dolor, entonces sí que pude escuchar el grito de ira de Omar, un desesperado sonido que desapareció poco a poco como él.

Sentí un calor que me rodeó de pronto, el sonido de gritos de personas a mi espalda y una débil música sonando, miré hacia delante, intentando retirar la neblina que cubría mi vista y viendo como poco a poco aparecía Romeo ante mí, muy cerca, observándome con los ojos muy abiertos, estaba sorprendido, jamás me había alegrado tanto de verlo pero no pude articular palabra y decírselo, ni siquiera pude sonreírle, la neblina que antes cubría mi vista me envolvía de nuevo aumentando su tono y la fuerza se me fue del cuerpo, haciendo que ya no pudiera aguantar más mi peso y me venciera hacia atrás, caí sin remediarlo y sin poder cogerme a nada. Un aire fugaz traspasó mi piel y noté la fuerza de sus brazos rodearme, tomarme en su pecho, pensé que estaba a salvo contra el cuerpo de Romeo, hasta que sentí como millones de hiedras se infiltraban en mi cuerpo y me tiraban de la piel, estiraban poco a poco la carne de mi cuerpo echándome a mí de él, sentí que el corazón iba estallar en mi interior y grité de dolor, intentaba que todo esto desapareciera, pero no podía, algo me arrancaba de mi cuerpo con un dolor horrible, cerré los ojos para poder soportar mejor el dolor y noté un aire a mi alrededor que se llevaba mi dolor. Solo entonces abrí los ojos.

¡No! Grité, pero no podía escuchar mi voz, ni sentir mi corazón, ni mi pecho se alzaba al ritmo de mi respiración, mi cuerpo yacía delante de mí inerte en los brazos de Romeo, que lo sacudía sin éxito, y yo estaba contemplándolo todo delante, de pie, sin comprender porque mi cuerpo me había echado de él, abandonándome con mi alma.

El guerrero tomó mi cuerpo en sus brazos haciendo presión y lo alzó para salir de allí, donde todos miraban alucinados a la mujer que el guerrero llevaba en brazos y que había aparecido de la nada. Romeo caminó abriéndose paso entre los invitados, mi brazo colgaba de un lado, como la cola del vestido junto con mi cabello ya desecho, mis ojos estaban cerrados, parecía una muñeca que dormía en sus brazos, solo que esta muñeca era humana y no respiraba. La mirada de Romeo se clavaba en mí con preocupación, avanzó traspasando el salón a grandes zancadas y retirando a los invitados de mala gana del camino, yo lo seguí muy de cerca, notando como cada invitado traspasaba mi cuerpo, sin verme ni sentirme, no notaban mi presencia, sin embargo, yo sentía unas cosquillas por el cuerpo cada vez que me topaba con alguno o simplemente rozaban mi cuerpo, fue una sensación horrible que incluso llegó a marearme.

¿Qué me estaba sucediendo?

Este estado comenzaba aterrarme.

Continúe siguiendo a Romeo escaleras arriba, dejando atrás todas esas caras de asombro. Romeo se introdujo en una habitación abriendo las puertas de una simple patada y me tumbó en una enorme cama de sabanas rojas, observé la escena sin entender qué demonios estaba sucediendo mientras daba unos cortos y cuidadosos pasos hacia mí misma, intenté tocarme, acariciarme con la mano, pero esa mano lo traspasó como si no existiera, no me podía tocar ni yo misma, lo intenté de nuevo, pero con el mismo resultado, el pánico subió un tono más dentro de mí. Romeo comenzó a gritar a un hombre rubio que había en la entrada mirando mi cuerpo con los ojos muy abiertos.

–Llama a Efrain, rápido.

El joven salió corriendo, desapareciendo por el umbral de la puerta, la cual fue atravesada por Drusila, que se quedó en ese lugar quieta mirándome y sin ningún sentimiento en la mirada, nada que reflejara ese rostro hermoso.

–Alaya, vamos despierta, venga. –Romeo gritaba a un cuerpo que no le contestaba.

Harto de zarandearlo, se colocó a horcajadas encima de mí y comenzó a presionar mi pecho varias veces para luego posar sus labios en los míos y darme aire a los pulmones, mi pecho se hinchaba a su ritmo, pero yo continuaba en el mismo lugar, no reaccionaba y ni si quiera podía regresar a mi cuerpo. Romeo retiró el cabello de mi rostro y acarició mi mejilla, abatido suspiró y se acercó a mi oído.

–Vamos sirena, escucha mi voz, regresa a mi lado, no te mueras, resiste.

Lo comprendí demasiado tarde, mientras Romeo volvía de nuevo a reanimarme y devolverme a la vida. Me estaba muriendo, eso era lo que me sucedía.

Retrocedí asustada hacia atrás, retirándome de ellos. Oía, sentía y veía todo lo que sucedía a mí alrededor pero ellos no me veían ni me escuchaban a mí.

Estaba muerta.

Sin saber que hacer me quedé quieta, plantada y temblando mientras no dejaba de observarme a mí misma tumbada en la cama. Pasaron varias horas y no volvía a la vida, Romeo insistía con la reanimación, no perdía la esperanza, hacia un rato había dejado de escuchar aquello que le decía a mi cuerpo, era como si ya no me importara nada, que más me daba, lo había perdido todo.

–¿Qué ha sucedido? –La furiosa pregunta atrajo mi atención hacia la puerta.

Mi padre acababa de entrar por la puerta como una bestia enervada, seguido por Epicydes, Chilo, Samuel y Mikael, fui directa acercarme a ellos pero pasaron por encima de mí sin verme, Mikael fue el último, no me sentía, no sentía mi poder en la habitación. Todo a mí alrededor se desmoronaba, estaba realmente asustada y triste, el alma la tenía rota en pedazos, esto no tenía sentido, no era normal. Omar me había envenenado con ese beso, me había quitado la vida.

–No tengo ninguna respuesta para lo sucedido, ha aparecido de la nada y se ha desvanecido delante de mí. –Dijo Romeo.

–¿Y cómo ha llegado hasta aquí?

Nadie le contestó, Romeo se quitó de encima de mí y Efrain comenzó a imitarlo, intentando reanimarme desesperado, el resto se dedicó a observar la escena aplacados por la pena y la desolación, observé cada cara, cada gesto y el último el de Romeo, al menos, si tenía que llevarme un último rostro deseaba que fuera el suyo, mi último recuerdo. Sentí las lágrimas caer lentamente, mojar mis mejillas y el blanco vestido que todavía conservaba, sentí un pequeño mareo y una extraña presión en el pecho, alcé la vista al techo porque la luz parecía alejarse, todos ellos parecían alejarse, desparecía todo, oscureciéndose y convirtiéndose en borrones en movimientos, el sonido de sus voces disminuía hasta apagarse totalmente como la intensa oscuridad que me absorbió y envolvió, solo durante unos segundos claustrofóbicos, donde pensé que estaba en el infierno pero solo había sido una ilusión porque la luz se proyectó iluminándolo todo de nuevo, solo que estaba en otro lugar.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro