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Capítulo 28


    Lucius miró el suelo, cerró los ojos regresando al pasado y luego los abrió mirándome a mí de nuevo, vi pena, temor y un dolor oculto, algo que parecía desgarrarle el alma por dentro.

–Para contestar tus preguntas debo contarte mi historia, una que ocurrió hace muchos años y que hizo que tú estés aquí, a mi lado ahora mismo. Espero que puedas perdonarme.

No entendí esa suplica pero como quería saber, no pregunte más, simplemente le dije que si con la cabeza y apreté su mano cogida a la mía.

–Hace casi cuatrocientos años un imperio vecino a la isla, nuestro hogar, fue atacado por enemigos, aquellos que se hacen llamar Narcisos, los primeros de una gran legión de desertores de sus razas. Fuimos en su ayuda, era nuestro deber, había un contrato matrimonial con la hija de su emperador hacia nuestra línea sucesora, así que,acudimos a por la futura emperatriz. Cuando llegamos, el imperio estaba devastado por la oscuridad, la sangre bañaba ríos donde antes había habido calles blancas, las casas ardían y sus decoraciones o pilares yacían en los suelos rotas en pedazos. Nuestro ejército se desplegó por la ciudad para ayudar aquellos que todavía continuaban con vida y yo, junto con unos pocos hombres fuimos al palacio, en el centro de tanta devastación. Matábamos a todo ser nefasto que se movía corroído en las sombras.Nuestro deber era salvar a esa gente y el mío y principal de todos, salvar a mi prometida, ella iba a ser mi emperatriz, elegida por los Baurones como mi mujer, mi compañera eterna y la madre de los guerreros más fuertes que los dioses habían creado. No sentí pena por aquellos que atravesaba con mi espada, la furia me cegaba, la ira me hacía ser mejor que ellos, más fuerte y con cada uno de mis sentidos activos al cien por cien. –Sabía que la historia no me iba a gustar y por el tramo que estaba tomando, lo estaba acertando.–Llegué a una habitación cerrada con llave,–Continuó con voz quebrada. –Algo me había dirigido hasta ese lugar, algo intenso me había mostrado el camino y haciendo caso de esa señaleché la puerta abajo y la vi, en un rincón, sola en el suelo, escondida sobre sus brazos, asustada, atemorizada como una niña pequeña.Me acerqué aella para quitar la capa protectora que la cubría y que no me dejaba ver su rostro, uno que nunca en mi vida había visto, una mujer que nunca había cortejado, una dama que jamás me habían presentado, esa muchacha asustada se descubrió y pude verla mejor...

Sentí un arrollador sentimiento venir de mi tío, un brillo acentuó su color mientras sus pupilas parecían dilatarse al recordar ese momento, sentí la necesidad de verlo con mis propios ojos pero no podía viajar al pasado y menos ver la imagen que él veía, aquella que me hubiera impresionado de la misma manera que a Lucius lo estaba impresionando.

–Nunca en mi vida había visto belleza alguna... –Continuó, haciendo que me centrara en su historia. –...mujer tan hermosa y con un rostro tan dulce. Sentí en mi cuerpo la posesión hacia ella, me pertenecía y los bastardos que estaban atacando su imperio me la querían robar, me convertí en una bestia, un ser sin control que arrasó con todos los que se interponían en mí camino, cuando mi espada estaba completamente manchada con la sangre de cada uno y mi cuerpo bañado en ella como una capa más, cesó mi furia. –Miró la nada, aunque en todo momento estaba mirándome a mi sabía que no me veía, que su vista no le reflejaba mi imagen, solo veía el pasado y yo podía imaginármelo, un guerrero vestido de rojo, luchando por aquello que deseaba para él, por su gente, defendiendo al inocente, me sentí orgullosa. –Regresamos a la isla con ella montando a lomos de mi caballo, delante de mí. Al llegar no esperé a que ella se recuperara, nuestra boda fue rápida, solo pensaba en hacerla mía para que nadie me la robara.

<<Los años pasaron y ella permaneció a mi lado, amándome, nunca había sentido tanta dicha en mi vida, era el hombre más feliz del mundo, me sentía besado por las estrellas al tener a una mujer como ella a mi lado, pensaba que no podía ser más feliz hasta el día que ella me dijo que iba a ser padre, entonces sí que llené mi dicha.La cuidé como a una joya hasta que dio a luz a un varón, cuyo nombre puse Omar Milano, mi sucesor. Lo tomé en mis brazos por primera vez orgulloso y ese día fue el último que lo vi. Una mañana mi mujer y mi recién nacido me abandonaron, desaparecieron de la faz de la tierra, los busqué durante años, pero jamás los encontré, con tal nefasto destino me hundí en la soledad eterna, en la oscuridad de mi corazón herido y dejé de buscar aquello que más había amado.>>

El sabor amargo de su voz penetró en mi corazón, el cual al escuchar tal pena intensa pareció desquebrajarse, sus ojos aguantaban sin pestañear una lágrima que no pudo derramar.Sabía bien que era el abandono, que clase de sentimiento era, yo misma lo había sentido de toda mi familia y últimamente de un hombre que amaba.Había degustado ese sabor y era un dolor que nunca se podía olvidar.

–Nuestro hogar cayó en la desgracia y la desolación, el único sucesor que los dirigiría deseaba la muerte, yo, anhelabamás que nunca que los dioses se me llevaran o que me arrancaran el corazón para poder olvidarla pero ninguna de mis plegarias llegó a sus oídos, ninguno me dio la satisfacción que deseaba.Hasta que una mañana, donde las trompetas, las señales de alarma incitaron ami cuerpo a salir de la oscuridad donde estaba encerrado. Nos atacaban, atacaban a mi gente, tomamos las armas y defendimos nuestras tierras, pero para cuando intentésalir fuera, al exterior, una figura que bloqueaba la puerta de la entrada me paralizó.

Sus manos se desprendieron de las mías y se posaron en sus pantalones blancos, amarrando la tela con ira, quise consolarlo, apartar tanta ira de él pero la mano suave y cálida de Arín me lo impidió, lo miré y él me dedicó una mirada enternecedora donde me aconsejaba que me callara, le sonreí falsamente ya que en ese momento no me apetecía dar aquello que no salía de mí y volví la vista a Lucius, ardía de rabia, tenía el rostro encendido.

–Esa misma figura arrebató la vida de mis soldados, aquellos que protegían la entrada, se esfumaron convirtiéndose en fino humo blanco, mi espada cayó al suelo, se resbaló de mis manos temblorosas, estaba perplejo, parecía que la realidad se tornara en un mal sueño, una pesadilla, pensé que la vista estaba jugando conmigo, reflejando una figura que ansiaba volver a ver pero...

–¿Era ella? ¿Tu mujer desaparecida?

Alzó la vista y me miró.

–Sí, pero diferente, su apariencia era la misma, sus ojos, esos labios rojos en forma de corazón, el cabello negro que tanto había acariciado, por fuera todo era lo mismo que recordaba pero por dentro era... No era ella. No olía como una Victoriana, tenía un aroma diferente, no lo reconocía, jamás en mi vida lo había olido y su aura, era otra, todo lo bueno y dulce que conocía de ella había desaparecido y sido remplazado por una maldad nacida del propio infierno, ya no era mi mujer, era la mismísima hija de Lucifer.

Volvió acallarse de nuevo, recordando el pasado, viviendo en él y en un juego que torturó su vida, pero tenía ganas de saber, de entender.

–¿Qué sucedió con ella? –Lo animé.

–Me encerró en mi propio salón, cerró cada puerta, ventana o salida posible que pudiera tomar y luego lanzó un hechizo sobre mí, una jaula invisible me rodeó y una extraña energía presionó a mi cuerpo contra el suelo, no había manera de que me moviera de ese lugar pero era lo que ella quería, quería que escuchara todo aquello que tenía que decirme, quería torturarme, matar la poca voluntad que quedaba en mi interior.

–¿Qué te dijo? –Estaba histérica, tanto, que lo corté pero Lucius no me miró con indignación por mi intromisión, si no, más bien, parecía perdido aun en ese pasado.

–Dijo que por fin iba a decirme porque tuvo que casarse conmigo.

–¿Tuvo? No lo entiendo, ¿Por qué?

–Alaya, me utilizó.

No contesté, estaba presa de la incertidumbre e impaciente por escuchar. Tomé su mano y Lucius me miró, esta vez a mí, lo supe nada más vi su pupila dilatarse y el brillo de la adoración brillando en ella.

–Me contó una historia, una que no comprendí hasta el final. –Lucius recogió más mi mano, de una manera que no pude retirar, temía que fuera a irme, así que, la dejé descansar en su poder dándole la seguridad que necesitaba.–Me contó que hacía muchos años, muchos antes de conocerme se cruzó con una mujer humilde y asustada que llevaba a una niña de tres años en brazos, camuflándola con una simple capa, aun así, pudo oler su aroma y ver el aura de la pequeña resplandecer como un ángel, se inquietó pero a la vez se cautivó y quedo hechizada por esa única niñita, por lo que era...

–¿Qué era?

Mi tío acarició mi mejilla y su mirada brillo aún más.

–Esa niña tenía en su interior la mezcla de los Dragones y los Victorianos, más un corazón humano.

–Era yo... –Susurré para mí misma con el corazón desbocado. La mano que me acariciaba la mejilla desapareció y cayó de nuevo en el abrigo de mis manos.

–Sí, eras tú, pero yo todavía no lo sabía. Me dijo que tenía que hacerse con esa joyita pero cada vez que se acercaba a ella la madre desaparecía, se esfumaba, perdiendo su rastro y su paradero, entoncesvolvía de nuevo a empezar a buscarlas, hasta que por fin, una mañana vio a una mujer llorando en la puerta de una iglesia, su olor lo reconoció de inmediato y se acercó a ella, era la madre que andaba buscando pero sin la niña, estaba sola y desolada, ella le preguntó pero la madre la miró con los ojos rojos, rotos de un dolor insoportable y le dijo que su hija estaba a salvo, que la había abandonado en un lugar seguro, intentó averiguar más, pero la mujer salió corriendo y ella solo pudo ver una cadenita que colgaba de su cuello, una cadenita con una medalla donde ponía el nombre y el apellido...

–Cordelia Milano.

Corté su conversación y me adelanté al nombre que él iba a pronunciar, solo que la voz se me atragantaba y las lágrimas rodaban por mis mejillas, sentí un apretón en el corazón, uno que no me dejaba respirar y que se clavaba en mi garganta. Lucius limpió con sus dedos esas lágrimas que caían sin control pero la pena que sentía era demasiado desgarradora, no me salían las palabras y las manos a ese punto me temblaban violentamente. Sentí sus brazos encima de los míos y un pequeñoempujón que me lanzó al cuerpo de él, en un abrazo fuerte, algo que necesitaba.

–Alaya, cuando escuché el nombre de mi hermana también me sentí igual, la ira, la pena, todo me volvió loco, temía preguntar por la suerte de Cordelia y por mi sobria, una niña que no conocía y ni siquiera sabía que existía. Cuando conseguí aclárame la garganta y que la voz saliera de mis labios para preguntar por la suerte de ambas, me contestó que ha Cordelia la dejó marchar, no le interesaba, solo te quería a ti, a la niña única y especial, te ansiaba para ella, para educarte y moldearte a su antojo, el problema es que cuando dio porfin contigo, tu no eras una niña, eras una mujer, hermosa y más fuerte, más poderosa, una muchacha de la que me tenía que sentir orgulloso, ella ya no podía manejarte a su antojo, eras... buena, con un inmenso corazón humano, el valor que te hacia única hacia todos aquellos que te conocían, tu amabas a tu familia, lo comprobó en un ataque, uno donde defendiste a tu tío con tu poder de Victoriana...

–¿Ella los mandó? ¿Ella atacó el reino de Epicydes aquella mañana?

–Sí, para asegurarse de que tú eras la niña que estaba buscando.

Todo comenzaba a coger forma, todas las respuestas estaban siendo contestadas y todas las desgracias tomaban nombre.Abracé a Lucius con mayor fuerza, manteniéndome en su jaula de protección, ahora sabía que todo lo malo que había sucedido era culpa mía, que todos los que aquel día murieron, habíanperdido su vida por mi culpa.

–Al no poder moldearte a su semejanzahurgó otro plan, ella te quería, deseaba tu poder pero más deseaba a un cómplice con tu poder, así que, se dispuso con el mejor ejercito a su mando y volvió atacar el reino, al caer la noche, solo que los Narcisos que la acompañaron por la noche estaban bien dotados y eran más fuertes, su cosecha personal, solo unos cuantos elegidos con sangre de ella en sus venas, poderosas almas de las tinieblas. Acabaron con todos y ati te hechizaron y te encerraron en un panteón bajo tierra, haciendo que durmieras hasta que ella te necesitara, mató tu olor o cualquier rastro que podías dejar y te dejó sola en ese lugar para venir a por mí.

El lugar que había sido mi hogar o mi tumba durante los milaños acudió a mi mente, recordé cada rincón, el olor, la cama donde había dormido y los vampiros que me habían custodiado, aquellos que ahora mismo solo eran polvo en ese lugar, yo misma me había encargado de darles ese destino.Recordétambién el sentimiento de claustrofobia, ira y luego de libertad que había experimentado ese fatídico día, ese que nunca podría borrar de mi memoria.

–Ella misma fue la que inició el ataque al imperio vecino que ese día fuimos a rescatar, ella mató a mi prometida para hacerse pasar por ella, me engatusó con magia, la misma que utilizó para hacerse pasar por Victoriana, para pasar por una de los nuestros y engañarme, yo solo vi su belleza y el falso comportamiento conmigo, me engañó, fue muy sutil, sabía que tenía que hacer, me conocía, conocía mi carácter y como utilizarme para conseguir lo que deseaba, un hijo con parte de tu misma sangre, el único hombre en la tierra que podía crear una nueva especie como tú, una mezcla de sangres jamás conocidas y únicas. –Lucius alzó mi rostro para que lo mirara, captaba la pena en el suyo. –Alaya, tú eras la clave desde el principio, le di a ella ese niño, Omar. Un niño que ya se había convertido en un hombre, fuerte, poderoso y tan malo como ella, un hombre oscuro que ya podía reclamarte, hacerte suya y de esa unión nacería el linaje de niños más fuertes y únicos del mundo, con tu don y el de él, un niño que mi mujer, esa zorra podía manejar a su antojo desde bebe, un niño que marcaría otra era, su era. –Tomó mi rostro entre sus manos. –No podía permitirlo.

–¿Qué hiciste?

–Fui atacarla pero de pronto, todo se vino abajo, una fuerte corriente de poder traspasó la capsula mágica donde yo estaba, intentó introducirse en su interior pero no había manera de que ese poder viniera a mí, entonces lo comprendí...

Se calló y meneó la cabeza en un gesto negativo.

–¿Qué? –Grité histérica para que continuara.

–El Bauron de la familia había muerto, Torun, mi padre, tu abuelo acababa de morir, mi propio hijo lo había asesinado a sangre fría traicionando su confianza mientras la perra de mi mujer me entretenía y bloqueaba con esa estúpida capsula que me rodeaba la magia que me correspondía por la herencia de mi padre para que viniera a mí.Reía a carcajadas mientras me lo contaba pero yo fui el último en reír, el poder tampoco fue a parar a Omar, fue a otro heredero Milano, uno que se lo merecía. El poder del Abuelo Torun fue a ti Alaya, ese poder fue el que te despertó, Torun te notó y te lo dio, a su pequeña estrella, la niña que amo en un día y la elegida.

Ya sabíaquién me había despertado, la bondad, mi abuelo me había devuelto a la vida.Ahora solo me faltaba saber quién me había dormido, solo necesitaba el nombre.

–¿Quién trajo tanta desgracia a nuestra familia? ¿Quién fue la mentirosa con la que te casaste?

Las palabras salieron con un valor intenso de mí, me sentía liberada por parte pero a la vez, una mezcla de sentimientos hacían que mi cabeza captara miles de cosas, aquellas de las cuales antes nunca me había dado cuenta, tal vez era el saber que trasportaba el poder de un Bauron en mis venas o que la gente que me había rodeado y que me había criado viviendo conmigohabía muerto por la misma causa, por protegerme a mí, no estaba segura, pero algo si tenía claro, la tortura era mayor a cada día que pasaba y de algo nuevo me enteraba.

Miraba a mi tío, esperando su respuesta, ansiosa por saber el nombre pero parecía que temiera decírmelo.

–Lucius, necesito saber su nombre para saber a quién debo enfrentarme.

–No tendráspor quéenfrentarte a ella, nunca, yo puedo protegerte, tengo un plan...

–Dímelo, por favor. Tengo derecho a saberlo.

–Alaya, no puedo perderte a ti también, te das cuenta de que te has convertido en lo único bueno que me queda en esta vida, en la forma que tengo de que Cordelia me perdone, en...

–Mi señor, debe saberlo.

Arín se me adelantó, tenía pensado interceptar a mi tío, intentar pedirle de otra manera que me lo dijera pero el guapo Victoriano se lo había pedido, me había ahorrado la faena de inventarme una historia increíble ya que mi tío, después de meditarlo durante unos segundos, le había dicho que si con la cabeza, el rubio lo había conseguido, por lo visto mi tío tenia fe ciega en él y ese acto era la respuesta de que Arín era una buena opción para mí, un hombre con quien podía estar.

–Mi mujer se llamaba Esbeltina.

–¡¿Qué?!

Estupefacta. Tenía la boca tan abierta nada más pronunció ese nombre que escuché el crujir de mi mandíbula. Lo sabía, sabía que había sido esa mujer pero...

Mierda, estaba muerta, tenía la letra M grabada en la frente.

–¿La conoces? –Noté cierta preocupación en Lucius cuando me hizo la pregunta.

–No, pero me han hablado de ella. –Le dije casi en susurros recordando lo que me había contado Chilo de esa mujer.

–Entonces ahora comprenderás porque no quería decírtelo y porque debes mantenerte escondida y fuera de su vista o de su cercanía.

Estaba apañada.

–No creo que desee mucho acercarme a ella.

–Alaya, esto no es una broma. –Y no me lo estaba tomando a broma, solo había dejado de llorar, más bien en ese momento estaba aterrada y bastante fuera de mí. –Esbeltina te quiere viva para Omar y Omar te querrá para él, cuando te vea te ansiará, no cesará en su busca hasta que no te tenga a su lado.

–Y no la tendrá, jamás. –Esta vez participó Arín, su voz había salido en un rugido, uno que había llamado nuestra atención hacia él y su mirada era directa a mí. –No permitiré que ese bastardo se acerque a ella.

–Lo sé Arín, no me cabe duda.

Hubo un momento de silencio, tal vez me permitían que lo asimilara todo, aunque por mucho tiempo que invirtiera en esto no podía asegurar que mi mente se centrara en tanta información mala para mí. Ni siquiera tenía ganas de pensar en ello y como caído del cielo algo que anteriormente Lucius me había dicho vino a mi mente con una suave vocecilla recordándomelo y retirando tanto pesar de mí.

–Me has dicho que mi madre te perdonaría si cuidas de mí. ¿Qué tiene que perdonarte?

La pregunta sorprendió a Lucius tanto como a mí su rostro, el cual reflejó sorpresa y cambio con gran facilidad a la desolación, en ese momento me di cuenta que debería haberme callado, mi tío ya había recordado demasiadas desgracias por el día de hoy y yo era la culpable de todas y cada una de ellas.

–No, te equivocas.

–¿En qué?

–No tienes la culpa de nada de lo que sucedió en el pasado, nunca la tuviste, cada uno es el culpable de sus actos y en este caso yo soy el culpable de ambos.

Me había leído el pensamiento pero ahora la duda volvía a entrometerse en mi cabeza.

–Explícate.

–Antes de que nacieras, las guerras entre los bandos de Dragones y Victorianos estaban a la orden del día, los consejeros más ancianos querían la paz entre las razas, querían la supervivencia, los humanos comenzaban a sospechar de nosotros y no podíamos permitirnos una caza de brujas, se derramaría demasiada sangre, sangre inocente, los humanos son solo fichas en este mundo, son nuestro punto medio, ese que te avisa de que el alma no debes perderla y te recuerda que hay que valorar la vida. Así que, comenzaron hacer uniones de matrimonios entre cónyuges de diferentes razas, príncipes de segundo rango, nunca alguien que fuera a ser rey o emperador y una de esas uniones firmadas fue la de Cordelia y Epicydes...

Una vocecilla gritó alarmada en mi cabeza, no podía ser real lo que estaba escuchando, mi padre me había engañado, mentido sobre mi pasado. Otra vez.

–¿Mi tío? no puede ser, pero si se casó con mi padre, con Efrain...

–Sí, pero no fue una unión concertada, para cuando nos enteramos de esa unión,por boca de Epicydes, ellos ya estaban casados y unidos en sangre, no había marcha atrás, es imposible romper la marca del Dragón en una mujer, acaso que él quiera.

Ahora comprendía la discusión de Efrain y Epicydes en el hotel aquella mañana por mi madre, ahora lo comprendía todo, la tensión de mí regreso entre ellos, yo debería haber sido la hija de Epicydes no la de Efrain.

–¿Entonces, mi madre se vio obligada a unirse en matrimonio con Efrain, él la coaccionó?

–Al principio, la engañó y la mantuvo encerrada, escondida de nosotros pero Cordelia terminó enamorándose de tu padre, tanto, que nos dio la espalda por él, renunció a nosotros, a su familia, para estar a su lado.

Al menos en esto mi padre no había mentido del todo, pero era demasiado tarde, parte de la confianza que había crecido en mi interior por él había desaparecido, Efrain me había vuelto a engañar.

–Hasta que lo abandonó. –Susurré con algo de ira como terminando la historia.

–Lo sé, Efrain vino a buscarla a la Isla, pensando que había vuelto con su familia, entró como un demonio en nuestro imperio, reclamando que se la devolviéramos, pero ella no estaba con nosotros y se marchó para continuar buscando. Mi padre, Torun,influido por la desesperación de Efrain mandó a un grupo a buscarla también, pero jamás la encontramos. Es ahí donde me di cuenta que jamás debimos haber renunciado a ella pero no había marcha atrás, Efrain nos la había robado, por culpa de él Cordelia se había marchado y nos había olvidado.

–¿Es por eso por lo que odias tanto a mi padre?

–Sí.

Su repuesta fue rápida y su voz sonó dura, lo entendía y no podía juzgarlo, yo odiaba a Drusila por tener algo que quería para mí, en algo me parecía a mi tío.

Apoyé mi mano en la suya para animarlo y hacerle ver que yo lo perdonaba pero retiró ese roce de inmediato para posar sus manos en una de sus rodillas y se quejó en silencio de una molestia en ella.

–¿Qué te sucede en la pierna?

–A Esbeltina no le gustó mucho que los planes se le torcieran y que su hijo no recibiera el poder que se merecía. Yo pagué las consecuencias de esa ira.

Ahora entendía la cojera que había visto en él antes.

–¿Cómo puede ser? Eres inmortal y un Emperador.

–Ya te dije que esa bruja es fuerte, como si no puede gobernar sobre todos los Narcisos y manejarlos para que obedezcan cada una de sus órdenes.

–¿Ella es su líder?

Esto no les iba agustar a Efrain y Epicydes, según ellos pensaban que el líder era un hombre y mira por donde...

–No, Esbeltina no es su líder... –Se calló de otro pinchazo en la pierna y comenzó a masajeársela con más fuerza, sentí que me dolía a mí también. –... su líder es Omar, mi hijo, él tiene casi el mismo poder que su madre junto con el mío, pero es imposible llegar hasta alguno de los dos. Tienen un ejército inmenso de Narcisos y luego sus reyes segundos, aquellos tan poderosos como su propia creadora, reyes y emperadores hechos Narcisos que han estado alimentándose con la magia y la sangre de Esbeltina, son pocos pero imposibles de matar, su aroma es el mismo que el de ella y se hacen llamar Titanes.

Demasiado tentador, solo escuchar el nombre y ya me estaba entrando el pánico. No solo había una raza loca de atar por el mundo desobedeciendo a sus señores, si no que se trataban de reyes o emperadores, lo máximo del escalafón del nivel de poder convertidos en Narcisos con la magia de una bruja corriendo en sus venas, una bruja que tan solo con su magia podía matar a cualquier raza que se interpusiera en su camino.

Estábamos mortalmente muertos.

–Si te cruzas con alguno de esos bastardos aléjate de esos seres... –La voz de Arín me sorprendió a mi espalda. –... no podrás contra ninguno de ellos, tienen mucha experiencia en la batalla y años para haber experimentado con todo y tú eres un bebe en ese campo, debes aprender más para poder andar tu sola. Aunque me tienes a mí para protegerte y pronto uniremos nuestras fuerzas...

–Arín.

Lucius gritó al Victoriano, pero más bien ese grito salió por el dolor que sufría, uno que comenzaba aperturbar su estabilidad.

–Deberías acompañar a mi sobrina para que se prepare, y tú también, ya hemos perdido demasiado tiempo, pronto tendremos compañía y será demasiado tarde, hay que hacerlo cuanto antes.

–Está todo preparado mi señor.

–Bien, pues llévatela y prepararos los dos.

–Sí, mi señor.

El espectacular rubio se alzó de mi lado y me ofreció su mano para que me alzara, miré a mi tío pero este estaba demasiado ocupado con su pierna, me preocupó y quise ayudarlo pero la insistencia de Arín me sacó del frío asiento de cerámica para animarme andar, pasó su brazo por mi cintura y delicadamente arrastró a mi cuerpo a caminar de nuevo hacia la casa, giré a mi espalda, comprobando el estado de Lucius, y era el mismo, la cabeza se mantenía gacha, una mano encima de su rodilla y la otra presionando el banco, que parecía crujir desde donde yo estaba.

–Deberíamos ayudarlo...

–Alaya, debemos dejarlo descansar, esa herida requiere demasiado reposo y ha estado mucho tiempo forzándola para estar a tu lado, él no quiere que tú lo veas así, no desea que pienses que no puede protegerte, ni quiere que sientes pena por su estado.

–¿Ycómo quiere que lo ayude? El mismo dijo que adoro a mi familia ¿Cómo quiere que no me preocupe porél si es parte de mi naturaleza?

–Dale tiempo.

Dejé que ese comentario influyera en mi cabeza y que la dominara, solo esta vez, no me cabía duda de que si lo volviera a ver una vez más resistiendo ese dolor no lo soportaría, y mí lanzada experiencia me incitaría a poner empeño en ayudarlo, como él había dicho era parte de mi familia y yo protejo a todo aquello que amo.

Sentí la necesidad de hablar con Epicydes, recordarlo me trajo otros recuerdos, unos que Lucius me había contado y por primera vez me di cuenta de porque siempre me había tratado con tanto amor o porque jamás hubo una mujer en su vida en todo los años que estuve a su lado, porque yo era lo único que tenía y que quería tener, la hija que el destino le había arrebatado, la semejanza y lo único de aquella mujer que él había amado. Epicydes jamás me rechazó, ni me negó nada porque quería a mi madre, aun después de que ella se entregaraa su propio hermano, aun después de que lo traicionarán, él me quería.

Pero claro, yo noera mis padres, solo la unión de los dos y en parte portaba la sangre de Epicydes en mis venas y él me había criado, él era mi verdadero padre, eso no lo podía cambiar Efrain.

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