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Capítulo 19

    Me puse tensa y hundí todo mi cuerpo en el agua menos la cabeza.

– ¿Qué estás haciendo tu aquí?

Romeo arqueó una ceja y tiró la piedra al aire, la cual fue rebotando por el agua hasta hundirse muy cerca de mí.

–Es obvio, disfrutar del paisaje.

–Márchate.

– ¿Me estás dando órdenes, Alaya?

–Sí. –Dije a la defensiva.

–Pues no te conviene sirena, estoy en todo mi derecho de estar aquí todo el tiempo que me dé la gana. –Se incorporó un poco dejando de apoyarse en el árbol pero sin dejar de mirarme. –Si tanto te molesta mi presencia, márchate tú.

Acto seguido se levantó y comenzó a estirarse cual largo era dejando ver un poco de su carne dorada del estómago, cuando su camisa cubrió de nuevo la poca carne de la cual había disfrutado subí mi mirada a la suya para ver que seguía mirándome pero con más intensidad.

Parecía que tuviera millones de hormigas posarse en mis pies y recorrer mi cuerpo a gran velocidad. Tenerlo ahí, delante de mí me estaba afectando muchísimo pero no estaba preparada para lo que vino a continuación.

– ¿Qué estás haciendo? –Grité horrorizada.

–Tú qué crees. –Dijo mientras se quitaba los zapatos y comenzaba a desabrocharse los botones de la camisa. –Me han entrado ganas de darme un baño, ya te he dicho que si te molestaba mi presencia que te largaras. –Desabrochó el último botón y la camisa cayó al suelo.

Ooooooh madre mía.

Me quedé muda al ver el cincelado torso dorado de ese hombre, cada músculo perfectamente delineado, no tenía ni un solo pelo en ese pecho que estropeara esa visión de Adonis perfecto, su marca, el dragón que demostraba que era un guerrero le surcaba todo el pecho hasta el abdomen enrollándose hasta por debajo de su cintura, era negro, grande y tan salvaje como él. No perdí de vista ningún detalle del cuerpazo que tenía delante sobre todo cuando se pasó la mano por todo el pecho como acariciándolo,sabiendo de sobra que lo estaba observando, a duras penas pude apartar la mirada de tanto músculo a su mirada, para ver cómo me miraba socarronamente y con una sonrisa ladeada. Mi cuerpo gritaba violentamente el poder tocarlo e incluso noté el agua que me rodeaba arder como una olla a presión.

Comencé a sentirme avergonzada de la revisión que le había hecho a ese solido pecho.

– ¿Te has quedado a gusto? Ahora toca los pantalones ¿Prefieres que sea lento o rápido?

El ardor comenzó a cubrirme las mejillas y me gire dándole la espalda, me estaba muriendo de la vergüenza pero a la vez estaba excitadísima.

Noté el chapoteo del agua que hizo Romeo al entrar en el agua y me dije que tenía que salir de allí de inmediato ahora que él no estaba al lado de mi ropa. Me di la vuelta lentamente buscándolo con la mirada y no estaba, avancé dos pasos pero entonces me paralicé. Romeo había buceado por debajo del agua hasta mí y ahora salía del agua muy lentamente justo a escasos centímetros de mi cuerpo, volver a ver ese cuerpo mojado provocó que un gruñido extraño saliera de mis labios dejándome con la boca totalmente abierta.

El agua le llegaba hasta el ombligo impidiéndome poder ver más y desde luego ahora que lo tenía tan cerca deseaba ver más, mucho más. Me conformé con volver a dibujar mi mirada por toda esa carne mientras me mordía inconscientemente el labio inferior.

–Me estas tentando Alaya, y yo solo quería darme un corto baño. –El sonido de su voz era demasiado ronco.

Al escuchar ese comentario alcé mi rostro a su mirada, estaba tan tenso como yo y su mirada intensamente en la mía se había oscurecido tanto como una noche sin luna.

No, basta, gritó una vocecilla en mi mente, esto se me estaba escapando de las manos, tenía que cortarlo ya y alejarlo de mí, estábamos los dos desnudos y yo demasiado indefensa tan cerca de su cuerpo.

–No te acerques más a mí. –Le decía mientras retrocedía unos pasos de él, pero mi voz sonó ronca y apenas audible.

– ¿De verdad quieres que me aleje de ti? –Clavó más su mirada en mí y acortó la distancia que nos separaba. –Mientes muy mal sirena.

–No miento.

–Sí que mientes, dices que no me acerque a ti, que me aleje y sin embargo, tu voz y tu cuerpo pide todo lo contrario.

–No.

Pero mi respiración y mi corazón iban a toda velocidad denotando la mentira enorme salir de mi boca. Romeo ladeó su rostro y borró su sonrisa convirtiendo esos labios en una línea recta a la que ya me tenía más que acostumbrada y el color turquesa de sus ojos se había vuelto tan intenso que ya me había derretido en ellos antes de que pudiera pestañear. Me lamí los labios de lo nerviosa que estaba y el abrió sus ojos enseñándome más su color. Con una rapidez de la cual no pude escapar me cogió del brazo y me alzó en el aire sacándome del agua y pegando mi cuerpo al suyo, un gritito salió de mi garganta nada más notar su piel caliente contra mis pezones.

–Ves cómo me provocas. –Decía mientras miraba directamente mis labios. –Toda tú me provocas de tal manera que haces que me duela el cuerpo entero.

–No... no, no te provoco. –Tartamudeé al mismo tiempo que temblaba.

–Sí que lo haces sirena. –Pronunció ese apodo que comenzaba a gustarme con los dientes apretados mientras comenzaba acariciar con una de sus manos libres mi brazo hasta cogerlo fuertemente y apegarme con más fuerza contra él. –Porque si no la tengo tan dura.

Abrí los ojos desmesuradamente nada más notar su excitación contra mi barriga, pero no noté su tacto, ni textura, un trozo de tela mojada me lo impedía, almenos,llevaba los calzoncillos puestos, aunque no supe si fue un alivio o una desilusión y justo en ese momento ya no pude pensar nada más porque me había dejado totalmente muerta asu manejo, el cual él aceptó.Soltó su agarre de mis brazos y comenzó a subir en caricias sus dedos por ellos, por mis antebrazos, mis hombros, mi clavícula, mi escote, mi cuello, en ese momento tuve que cogerme de sus fuertes brazos porque creí que me mareaba y mis rodillas ya no aguantaban más, caí contra su cuerpo.

–No. –Rugió cogiéndome de la cintura y apartándome de él.

Noté el fríorecorrerme entera al no tener el calor de su piel, su respiración estaba tan alterada como la mía, miré sus ojos, abiertos, deseosos y hambrientos mirando mi pecho desnudo, para colmo, como por arte de magia mis pezones expuestos a él se pusieron duros y rectos, como incitándolo, provocándolo. Romeo gruñó y me alzó al aire justo a la medida exacta y al alcance de mis pechos a sus labios para que no tuviera que agacharse. La repetida cercanía y sentir su aliento caer en ellos fue como si me llenaran el cuerpo con cera caliente.

–Hermosos. –Dijo arrastrando las palabras.

Ese sonido derritió mi cuerpo centrando un dolor horrible que se concentró en mi abdomen, miré desde arriba como su boca se acercaba más a mi pecho, atenta, desbordante de incertidumbre no podía dejar de observar sus movimientos. Entonces sacó su lengua y rozó mi pezón delicadamente como si fuera nata derretida, haciendo que miles de cosquillas me doblaran en dos y tuviera que amarrarme a sus hombros, lo oí gruñir y sentí como su boca atrapaba mi pezón sin vacilación, temiendo que se le escapara. Succionaba el pezón, lo mordía y jugaba con su lengua en él provocando un fuego en mi interior que no podía controlar, mis gruñidos iban a más y sentía mi corazón latir en mi oído como tambores fuertes en una procesión, me arqueé a él para que tuviera mejor acceso y recibí un gruñido atroz con gratitud. Soltó una de sus manos del agarre de mis brazos sin hacerme perder el equilibrio y sin dejar de saborear mi pezón para pasar una de mis piernas alrededor de su cintura, yo inconscientemente hice lo mismo con la otra y me arqueé un poco más haciendo que se doblara conmigo. Pasó su mano por detrás de mi espalda para mantenerme bien pegada a él y en esa posición.

Sus labios se despegaron del pezón dolorido haciendo que sintiera frío después del calor que me había dejado sus labios, los cuales necesitaba con urgencia.

–No. –Susurré excitada.

–Tranquila sirena, todavía no he terminado.

Y entonces Romeo atacó desesperado el otro, con la misma hambre, tratándolo con la misma delicadeza que había tratado al otro, clavé mis uñas en sus hombros con desesperación, tenía mil sensaciones en mi cuerpo que nunca había sentido y que me encantaba sentir.

–Sabes tan bien. –Ronroneó contra mi pecho haciendo que esas palabras recorrieran con intensidad cada parte de mi cuerpo provocándome un dolor horrible entre las piernas. –Tu sabor es tan adictivo, me ciega.

–Romeo. –Le supliqué.

No sabía que era pero tenía una extraña necesidad, un ansia en mi interior que me volvía loca, no quería que parara pero a la vez necesitara otra cosa.

–Romeo.

Romeo dejó de succionar el pezón y comenzó a subir sus labios en besos ardientes por el escote y la carne del cuello hasta que llegó al lóbulo de la oreja y la comenzó morder.

–Suplícame Alaya, quiero que me supliques. –Decía con la respiración entrecortada.

No sabía seguro que quería pero comencé a suplicarle, le rogué que continuara, lo abracéenrollando mis brazos alrededor de su cuello y apretando más el abrazo de mis piernas alrededor de su cuerpo.

–Si Alaya, así.

Gruñó y cogió mi pelo estirándolo hacia atrás, llevándose mi cabeza por el camino inclinándola a su antojo. Comenzó a besarme, un beso duro, salvaje, lleno de un ardiente deseo de locura. Gruñí como una loca en celo y bajé mis brazos a su cuello, a su pecho, necesitaba tocarlo, sentirlo, comencé a restregarme por él con frenesí, desesperada por retenerlo y por no permitir que se detuviera.

De pronto, como una mala señal, él apartó mis manos de su cuerpo cogiéndome fuertemente de las muñecas, retiró sus labios de los míos parando el beso y me miró, un sentimiento extraño había grabado en esa mirada junto con un ira ardiendo en ella, me puso tensa y desenrollé mis piernas de él bajándome de su cuerpo y tocando el fondo de piedras redondas bajo mis pies, no sabía el motivo pero ese cambio de humor me aterró, retrocedí perturbada unos pasos e intenté forcejear para que me soltara las manos, pero no pude, él no me lo permitía y su conducta comenzaba asustarme.

–Romeo. –Le pedí.

Toda la excitación que sentía por todo el cuerpo se esfumó convirtiéndose en un temblor de terror.

–Romeo suéltame. –Le pedí de nuevo mientras continuaba forcejeando.

–No, sirena. –Contestó con los dientes apretados y me arrimó de nuevo a él de un fuerte empujón, solo que esta vez con furia. –Me has provocado tanto que ahora tendrás que desahogarme.

–Romeo por favor basta, no lo hagas.

Estaba aterrada no entendía ese maldito cambio de humor, en cuestión de segundos todo se había terminado, la pasión, la mirada de deseo, todo había desaparecido. Romeo cogió mi barbilla duramente y la acercó a su rostro, sus ojos estaban oscurecidos, las venas las tenía hinchadas y la presión que ejercía sobre mí era más sádica, pero no por el deseo, era todo ira, rabia contenida. Intenté vibrar mi poder para alejarlo de mí, pero no podía, mi poder no le hacía nada, salía de mí pero él lo bloqueaba como si tuviera una barrera invisible.

–No te servirá de nada, tu magia solo me hace cosquillas. Y ahora sal del agua y túmbate en la hierba para acabar lo que tú has empezado.

–Bastardo. –Le dije casi con las lágrimas en los ojos.

El muy desgraciado me soltó de golpe, no tenía ningún apoyo y caí de nuevo al agua hundiéndome, salí a la superficie rápidamente y lo miré, él se alejaba de mí mientras se pasaba la mano por el pelo con irritación. Volvió su vista hacia mí, mirándome intensamente, clavando esos ojos intensos en los míos como si fueran cuchillas afiladas.

–Eres una perra mal criada. –Una sonrisa ladeada salió de sus labios. –Y creo que dejo bien claro que eres una maldita calienta braguetas.

Cerdo cabrón.

–Y tú eres un maldito gallo de corral, dices amar a una mujer pero mientras tanto no dejas de arrimarte a mí y provocarme una y otra vez. –Le escupí en la cara con las lágrimas cayendo de mis ojos, él simplemente se encogió de hombros.

–Solo tomo lo que se me ofrece y tu queridísima sirena siempre te me ofreces en bandeja.

Y se marchó cogiendo su ropa del suelo con rabia dejándome sola.Golpeé el agua una y otra vez mientras decía mil blasfemias por la boca, me hundí en el agua gritando debajo de ella.

Estúpida, eso es lo que era, una autentica estúpida.

Algo había seguro en todo esto, Romeo me deseaba, lo había visto en su mirada pero había algo, un extraño pensamiento o tal vez la propia Drusila que se aparecía por su mente recordándole quien era para él, tornándole a la realidad de lo que estaba haciendo y me atacaba.

Pero aun así, no podía quitarme la sensación de saber que había sido utilizada y burlada por él.

Otra vez.

Salí del agua y me vestí empapando la ropa al paso que me la ponía, traté relajarme mientras me acercaba a la casa pero no lo conseguía y no podía aparecer con este estado, lo notarían y me pedirían explicaciones, con lo cual, decidí darme un poco más de tiempo y tomar otra dirección bordeando los bosques y jardines acercándome al muro de piedra que rodeaba toda la casa.

Caminé casi durante veinte minutos, parecía que comenzara a relajarme un poco, pero solo un poco.

–Bastardo.

Maldije mientras golpeaba el muro con la palma de la mano, suspiré apoyando la cabeza y las manos hundida en él, las lágrimasamenazaban por salir de nuevo, cerré los ojos para controlarlas y de pronto vino a mí una visión, una imagen del muro en el que estaba apoyada, como un corto que me atravesaba la mente y no me dejaba ver nada más aunque tuviera los ojos abiertos, así que, me centré en la visión que ni siquiera había solicitado ver.

Vi dos hombres, en otra época, hace muchos años, con el crepúsculo de la noche brillando sobre ellos, era una noche fría y con gran ventisca, los hombres buscaban una piedra del muro con desesperación, palpaban todas haciendo fuerza hasta dar con la que buscaban, los dos se juntaron enfrentede ella y la apretaron, pude escuchar el clic al chocar la piedra contra algo interior y de repente, una puerta se abrió a un lado, los hombres salieron por ella y la puerta se cerró de nuevo.

Abrí los ojos abruptamente, no entendía el motivo de porque había tenido esta visión pero comencé a buscar la piedra por el muro hasta que di con ella, era una piedra vulgar, como todas las que había en el muro, su forma era redonda y deforme, tenté el tocarla y probar si se abría la puerta todavía pero desistí, alguien podía verme y pensar que estaba escapando de nuevo y no era algo que deseaba. Por el momento lo mantendría en secreto.Sabía que había una puerta secreta en esta casa y sabia donde se hallaba.

Me pregunté si Efrain sabría algo de esto, una cosa estaba clara, mi padre no era ninguno de los hombres de mi visión.

Retiré la mano pero memoricé el lugar por si acaso lo necesitara en un futuro, decidí entonces volver a casa, estaba tardando demasiado y estaba segura que si me retrasaba más mandarían a alguien a buscarme y no me equivoqué, nada más entrar en casa Chilo y Mikael salían de ella, es más, casi tropecé con Chilo, el cual me apartó a un lado y maldijo en silencio sin fijarse en mí en ningún momento, Mikael que venía detrás de él si se dio cuenta.

–Chilo,está aquí. –GritóMikael mirando ami espalda. – ¿Dónde estabas? Salíamos a buscarte, pensábamos que te había pasado algo, llevas fuera seis horas.

–Estoy bien, solo que necesitaba estar sola, ¿Salíais a buscarme?

–Claro Princesa ¿Tu qué crees? –Esta vez fue Chilo el que me contestócogiéndome de los brazos y girándome cara él. –Vamos a ver que te mire, a ver si mi princesa se ha herido.

Comenzó a mirarme de arriba abajo con una pequeña sonrisa muy burlona mientras comenzaba a manosearme por todas las partes de mi cuerpo sin perderse ni un solo rincón por explorar, Mikael nos miraba bastante alucinado.

–Como sigas sobándome de esa manera te voy a dar una...

El Koreano cortó cualquier amenaza que saliera de mis labioscon sus labios, me quedé paralizada, no me lo esperaba y él tampoco mi estupor porque aprovechó mi parálisis para coger mi rostro entre sus manos e introducir su lengua en mi boca como una serpiente depredadora. Reaccioné rápido y broté mi poder de mi cuerpo sacándolo al exterior y expulsándolo contra Chilo,su cuerposalió volando estampándose contra la pared, cuando cayó al suelo me miró sorprendido, Mikael comenzó a reírse con ganas detrás de mí.

–Tienes una extraña forma de decir que no. –Dijo Chilo.

–Y tú de no entender a la primera, ya te lo advertí o ¿No te acuerdas?

–Sí, me acuerdo, pero deberías saber que no soy un hombre que se conforme, deberías acostumbrarte.

–Lo mismo digo. Quedas advertido tú también. –Lo amenacé.

Pero pareció que mi amenaza se quedara en simples palabras porque a Chilo le dio exactamente igual, comenzó a reírse con Mikael al cual le empezaban a salir las lágrimas. Los miré con aburrimiento y comencé a caminar pasando por sus lados ydejándolos atrás, escuchando las carcajadas a mi espalda.

–Qué bueno colega, eso ha sido volar por los aires. –Le decía Mikael a Chilo entre risas.

–Si muy bueno ¿Quieres comprobarlo por ti mismo?

Ya no pude escuchar la contestación, subílos escalones con lentitud mientras observaba la cristalera de toda la pared que rodeaba las escaleras con las vistas al jardín y a sus bosques. No me aburría de observar tal belleza, esos jardines eran preciosos, magníficos, como un sueño de una preciosa noche de luna llena.

Estaba tan absorta en mis pensamientos que no me di cuenta de lo que me rodeaba hasta que escuché una risa que reconocí de inmediato, la cual me puso el bello de punta. Busqué por la enormehabitación, que era como un inmenso salón con un lateral de cristalera del techo al suelo y justo por debajo una cadena de sillones en forma de G y justo en la esquina del tapizado negro Drusila, cara mí riéndose de nuevo, sentada a horcajadas encima de alguien que califiqué como Romeo por la cabeza rapada que asomaba por el respaldo del sillón. Y por si no me había quedado claro, Drusila le dijo algo al oído mientras me miraba, me señaló yél se volvió haciamí.Pude ver el turquesa de sus ojos fundirme como el hierro. Apreté los puños a los lados de mi cuerpo y me mordí la lengua para aguantar la ira que ardía en mi interior.

Esta vez no esperé a que él me reiterara la mirada, esta vez se la quité yo primero, me giré y continúe lomás recta que podía, avanzando hasta mi habitación.Cerré la puerta con el pestillo y me apoyé en ella notando las lágrimas frías caer de mis ojos que ejecutaron un doloroso nudo en mi estómago que no me dejaba respirar. Caíarrastrándome por la puerta hasta sentarme en el suelo. No sécuánto tiempo estuve así pero no tenía ganas de ver a nadie ni de levantarme, incluso me tumbé haciendo un novillo con mi cuerpo, continuaba llorando pero esta vez lagrimas silenciosas y muy dolorosas.

Noentendía nada, ni quería entender, solo deseaba desaparecer del mundo o que desapareciera él o que todo desapareciera.

Toqué la tobillera que mi padre me había regalado, la cual, por raro que pareciera todavía no me había quitado desde que Romeo me la colocara y comencé a jugar con ella hasta quedarme dormida.

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