
Capítulo 18
–Como me gustaría despertarme así cada mañana de mi vida.
Mis ojos se abrieron de inmediato nada más sentir un leve cosquilleo por mi nuca, Mikael continuaba durmiendo boca arriba y con la respiración muy tranquila, noté una mano por dentro de mi camiseta y una caricia en el costado de mi piel desnuda.
–No me cansaría nunca de acariciar esa piel tan suave bajo mi tacto. –Suspiró profundamente cargando sus pulmones con devoción. –Y esa olor tan dulce que desprendes, tan virginal, mmm, es deliciosa para todos mis sentidos.
Su mano continuaba acariciando en círculos esa parte de mi piel que comenzaba arder por momentos, formando pequeños senderos redondos hasta que cambió su estilo y el nuevo trazado se convirtieron en líneas rectas de arriba hacia abajo. Cada vez era más intensa y se meneaba hurgando en mi piel en masajes relajantes, pero la caricia se tornó extraña y esos dedos se introdujeron por delante, bordeando mí ombligo y subiendo en un camino atrevido hacia arriba muy lentamente. Mi cuerpo se puso tenso de inmediato.
No se atreverá, pensé, pero sí, Chilo iba directo a uno de mis pechos sin cortarse ni un pelo.
–Ni se te ocurra o te cortaré la mano.
Mi voz sonóhistérica y nerviosa mientras le retiraba la mano con muy mala leche y me incorporaba cara él enfrentándolo. Chilo sin embargo,soltó una carcajada sonora para comenzar a reírse con ganas, a mí su broma no me hacía ni pizca de gracia.
–Me ha faltado tan poco que ahora me he quedado con las ganas.
–Sabes una cosa, yo te las puedo quitar. –Amenacé con una mirada inquisitiva.
–Oh sí, con tu potencial y el mío mi asunto estaría zanjado.
Parecía que mis comentarios animaranmás su risa, la cual lo tenía bien enganchado hasta que fijó la mirada hacia delante y esa risa se evaporó de golpe.Su cara se transformó a un ceño fruncido de seriedad y cualquier rastro de broma había desaparecido de su rostro. Seguí la mirada de ese cambio de reacción hasta llegar a la entrada de la habitación para toparme con el cuerpo de Romeo, tenía las manos apoyadas a cada lado del marco de la puerta y nos miraba con una expresión bastante ruda.
– ¿Os lo estáis pasando bien? –Preguntó con un tono de voz que podía haber servido para fundir el vidrio.
Me sorprendió su humor y me quedé muy quieta observándolo. Tenía un cuerpo increíble, hecho para el pecado. La camisa negra se acoplaba a ese cuerpo perfecto marcando cada músculo de los brazos y los vaqueros oscuros le quedaban realmente bien, tenía las piernas rectas y separadas en una posición de ataque. Continúe recorriendo ese cuerpo que me quitaba el hipo mientras recorría por mi interior una necesidad horrible por tocarlo, llegué asu rostro y pude identificara la tensión en él, me miraba fijamente a los ojos y esa profunda mirada me hizo apretar los glúteos del tembleque de necesidad que me sacudió. Romeo quitó sus manos del marco de la puerta y dio un paso hacia delante, hacia mí, sus ojos se estaban oscureciendo y me derretía en su imagen. El magnetismo que desprendía era demasiado palpable y por un momento hizo que todo me diera vueltas y que todo desapareciera quedándome a solas con él en la habitación.
– ¿Qué pasa? ¿Hemos llegado?
Di un respingo del susto al caer a la realidad al escuchar la voz de Mikael, retiré la mirada de Romeo rompiendo el hechizo al que me había inducido y fijé la vista en un Mikael estirándose cual largo era chocándose con las manos y los pies contra la pared.
–Alaya tu padre te llama, he venido para buscarte.
Las palabras de Romeo sonaron a orden y másaún cuando me giré y ver su mano extendida hacia mí con la intención de ayudarme para salir de entre esos dos enormes cuerpos me lo dejó muchomás claro, decidírechazarla y levantarme con mi propio pie pero al pasar por su lado noté una electricidad que me hizo acelerar el paso, tenía que alejarme de él, estaba claro que mi cuerpo ganaba a mi mente cuando ese guerrero estaba cerca de mí y eso no me lo podía permitir.
Estaba a punto de coger el pomo de la puerta cerrada que daba a la zona de los sofás, la cabina principal de pasajeros cuando una mano me cogió del brazo y me aplastó contra la pared y su cuerpo, fue tan rápido todo que no me dio tiempo a gritar ni a quejarme, ese cuerpo me inmovilizó. Intenté quitármelo de encima peleando, clavándole una rodilla pero el deslizó una pierna entre las mías alzándome un poco por los aires, luego se las apañó para inmovilizarme los brazos a los lados contra la pared momentáneamente tirando fuerte de mí contra él al mismo tiempo, haciendo que notará toda su energía como electricidad en mi piel.
No conseguí que dejara de agarrarme, me tenía enjaulada en su cuerpo.Su respiración estaba yendo más rápido y la sensación de ese pecho solido moviéndose arriba y abajo contra el mío hizo que temblara de excitación y furia a la vez, aun así, Romeo apretó su agarre más fuerte haciendo que mi pulso retumbará con violencia en mis oídos.
Sentí mil mariposas recorrer mi estómago y otra vez la necesidad de él, subí la vista a sus ojos y algo tubo que notar reflejados en los míos de mi estado porqueélsonrió burlonamente.
Presumido.
Sabía bien lo que me hacía sentir el muy bastardo, era un presuntuoso pero en ese momento todo me daba igual, solo quería acercarme más a él y eso que nuestros cuerpos estaban pegados totalmente, pero para mí no era suficiente, quería más.
–Alaya.
Fue un suspiro leve pero a mi mente vino como música, me encantaba como sonaba mi nombre en sus labios. Como un imán acerquémás mi rostro al suyo y él casi pegó sus labios contra los míos, era una invitación muy tentadora que no podía rechazar. Estaba tan cerca, solo un poco más y esa boca seria mía.
Hazlo, hazlo, gritaba mi mente azorada.
– ¡Romeo! –Fue un rugido inoportuno a nuestra espalda y sabía bien de quien era.
No, no, no, no y mil veces no.
El nombrado, sinapartar su cuerpo del mío giró su rostro hacia la derecha para ver a Epicydes, el cual miraba con intensidad sus manos rodear las mías con una expresión que dejaba bien claro que esto no le hacía mucha gracia. Me sentí de golpe muy avergonzada de la situación pero mi cuerpo continuaba temblando y mi piel ardía a fuego muy lento. Epicydes fijó la vista en mí y esa mirada acusadora hizo que todo el calentón que tenia se bajará como la marea, esa expresión era rabia y algo de decepción y yo era la culpable, aunque no llegaba a entender el porqué, yo no había provocado esta situación y por la postura de fuera de combate que me tenía atrapada contra la pared y Romeo, mi tío debería entender quién era el culpable realmente.
–Suéltame. –Le pedí a Romeo tensa y con la voz ronca.
Mi secuestrador volvió el rostro hacia mí muy lentamente y fijó su mirada desde mis ojos hasta mis labios, a continuación se mordió los suyos propios y deseé ser yo esos dientes.
Maldita sea, estaba jugando conmigo de nuevo.
– ¿De verdad quieres que te suelte? –Aunque estaba sonriendo el sonido de su voz era altanero.
– ¡Romeo! –Insistió Epicydes con la vena a punto de explotarle en el cuello.
–Quieres que te suelte o... –Acercó tanto su rostro al mío que podía sentir su aliento caer en mis labios. –O¿que terminemos lo que habíamos comenzado?
– ¡ROMEO!
–Quiero que me sueltes ahora y que no me vuelvas a tocar. –Le dije cabreada, su tono de voz me estaba crispando los nervios, cada una de sus palabras salían de sus boca con chulería.
–Ya veremos.–Susurró en mi oído para que solo yo pudiera oírlo.
Me soltó suavemente apartándose de mi cuerpo rápidamente, tuve que apoyarme en la pared para no caerme. Alcé la vista y lo miré con ira pero él no se quedaba corto, me taladraba con la misma ira que yo le dedicaba.
¿Pero qué le pasa a este hombre? Parecía como si me odiara pero continuaba provocándome continuamente. ¿Por qué?
El brazo de Epicydes agarró el mío con rapidez y me colocó a su lado, lejos de Romeo, el cual continuaba mirándome.
–No entiendo tu comportamiento ¿Qué se supone que estás haciendo? –Le preguntó mi tío a Romeo muy tenso. –Pensaba que ya lo habías decidido, que era tu última palabra y que no te acercaríasmás a ella.
– ¿De qué tienes miedo Epicydes? ¿De qué se la robe a tu hijo favorito? –Romeo cambió su boca a una sonrisa falsa y ladeada.
– ¿Robársela? –Y soltó una carcajada. –No deberías subestimarlo, creo, por no asegurártelo que él conseguiría mucho más de ella que tú.
– ¿Crees de verdad que pueda domarla? Yo creo que no. –Le replicó Romeo con ira.El ambiente parecía que se estuviera cargado de electricidad atmosférica. –Ni siquiera conseguiría quitarle las bragas.
–No se trata de domarla. –Atacó Epicydes desquiciado. –Se trata de respetarla, protegerla, darle una buena vida, la que se merece y si surge amarla, y me parece que tú no le darías ni dos de esas cosas.
Hubo silencio entre ellos, mi tío continuaba con todo el cuerpo tenso mientras que Romeo mezclaba en su interior varios sentimientos que se reflejaban en su rostro de los cuales casi no podía diferenciar, era como si por su mente pasaran un montón de emociones, intentaba relajarse pero a la vez su mirada oscura intentaba esconder una especie de ira interna que estaba conteniendo, algo pasaba por su mente que lo intranquilizaba y no le dejaba reaccionar adecuadamente. Su mirada se cruzó con la mía, nos miramos unos minutos intensamente y vi un brillo extraño en ellos pero enseguida ese brillo desapareció tan rápido como apareció y él me retiró la mirada clavándola de nuevo en Epicydes.
–Tienes razón, yo solo puedo darle una y es porque me obligan a ello.
–Entonces mantente alejado de ella. –Intervino Samuel en la conversación, el cual se había unido a nosotros silenciosamente.
No lo oí entrar, estaba demasiado interesada en la conversación y en las últimas palabras de Romeo que me sobresalté al verlo justo a mi derecha con una sonrisa de oreja a oreja y mirando a Romeo directamente a los ojos.
– ¿Es una orden?
–No, pero hazme caso y mantente alejado de ella.
– ¿Me estas amenazando Samuel? –Le preguntó Romeo arqueando las cejas.
–Sabes que yo no amenazo, no tengo paciencia para ello, ni tiempo que perder. –Samuel le contestó a Romeo y luego giró su mirada hacia mí. –Pero si no te interesa nada, déjanosla a los demás.A mísí me interesa, y mucho.
Ronroneabamientras se acercaba más a mí para terminar acariciando mi brazo, yo decidí apartarme y mantener una distancia prudente con él, sin embargo,Epicydes me cogió de los brazos a mi espaldapara mantenerme quieta mientras Samuel continuaba mirándome con esa sonrisa de seguridad.
–Yo le puedo dar todo lo que ella necesite, todo lo que le haga falta, la necesidad de cuando sea marcada, saciarla hasta agotarla. –Continuó Samuel mientras su mirada fija en mí se oscurecía con cada palabra. –No hará falta domarla, ella se acostumbrara a mí, ami cuerpo, a mí...
–Samuel. –Intervino amenazante Epicydes cortando la conversación de Samuel. –Es suficiente, no hace falta que seas tan descriptivo.
Miré a Romeo, estaba tenso y apretaba los puñosfuertemente a los lados de su cuerpo mientras le clavaba una mirada asesina al recién llegado, Samuel soltó una carcajada y se retiró un poco de nosotros para poder salir de allí pero justo al llegar a la altura de Romeo se frenó y lo miró.
–Por cierto, tu novia estaba preguntando por ti. –Ladeó la cara mientras sonreía con vacilación y continúo. – ¿Quieres un consejo?
–Atrévete.
–No deberías dejar sola a tu queridísima amante tanto tiempo, creo que le tienes demasiada confianza.
– ¿A qué coño te refieres con eso? –Le escupió Romeo girándose completamente cara él y con los labio en un alinea recta, estaba muy cabreado y Samuel no paraba de provocarlo.
–Creo que lo sabes muy bien, no hace falta que yo te lo diga delante de todos.
Rápidamente como un rayo mal humorado Romeo lo cogió de la camisa y lo aplastó contra la pared de enfrente, no lo soltó y apretómás su agarre, parecía que fuera a matarlo. Epicydes se colocó delante de mí como protegiéndome pero la energía que noté arder del cuerpo de Romeo me bloqueó la respiración y no pude menearme del lugar, me quedé clavada en el suelo como una estatua.
–Pues tendrás que decírmelo. –Lo zarandeó un poco al ver que no hablaba. –Habla claro de una maldita vez.
–Romeo suéltalo. –Ordenó Epicydes intentando apaciguarlo.
–Aquí no Romeo, aquí no. –Esta vez habló Samuel sin dejar de lado en ningún momento su sonrisa socarrona. –Pronto, muy pronto acabaremos lo empezado.
–Estoy seguro de ello. –Combinó Romeo entre dientes mientras lo soltaba y se apartaba de él sin quitarle la mirada de encima.
–Yo también lo estoy deseando.
Samuel se arregló la camisa y se pasó la mano por el pelo, luego se giró cara mí y me guiñó un ojo antes de marcharse y desaparecer de mi vista, Romeo miró como se marchaba y después giró su rostro bruscamente cara mí.
–No te preocupes Epicydes, ella no me interesa nada en absoluto. –Y despareció como Samuel.
Observé la espalda de Romeo mientras pensaba en lo sucedido, no entendía nada, solo algo muy claro, mi tío odiaba a Romeo y Romeo le tenía la misma devoción.
Ya solos en la habitación me giré hacia Epicydes para pedirle explicaciones pero su cara me dejó sin palabras, estaba preocupado y tenía la mirada perdida, algo lo quemaba por dentro.
– ¿Qué es lo que pasa? ¿A que estáis jugando esta vez? Y necesito la verdad, habláis de mí y quiero saber el porqué.
Esperé a que Epicydes me contestara.
–Alaya vamos, tu padre nos espera. –Fue lo único que dijo antes de darme la espalda.
– ¡No!–Le grité cogiéndolo del brazo. –Explícame que sucede, no es justo que siempre me mantengáis al margen, soy de la familia ¿o no?
Mi tío me miró con un brillo en los ojos que me llegó al corazón, había pena en ellos, sabía que algo me escondía, algo que lo estaba destrozando por dentro.
–Claro pequeña, llevas nuestra sangre por tus venas y estoy orgulloso de ello, sabes que eres como mi hija y que tienes todo mi amor.
– ¿Qué pasa tío? Dímelo.
–No puedo, sabes que...
–No. –Lo corté. –No sé nada. Deseas que me vuelva a escapar para averiguarlo de otra persona que sí quiera contármelo.
–Ni se te ocurra. –Dijo amenazándome y cogiéndome fuertemente de los brazos. –Alaya, prométeme que nunca lo volverás hacer. – Me exigió apretando más su contacto y asustándome cada vez más. Por supuesto que no lo volvería hacer, no podía enfrentarme de nuevo a la ira de mi padre. –Alaya. –Repitió arrastrando las palabras con los labios apretados.
–Te lo prometo, pero suéltame, me estás haciendo daño.
Me soltó de golpe y se pasó la mano por el pelo preocupado mientras me daba la espalda durante unos segundos para luego girarse haciamí de nuevo.
–Lo siento, no pretendía...–Su rostro parecía desfigurarse cada vez más.
– ¿Qué sucede, que está pasando? Algo te preocupa, dímelo.
–No quiero que te acerques a Romeo.
Alcé la mirada sorprendida para observarlo al escuchar el comentario tan directo y tan duro, no había dulzura en su mirada.
– ¿Romeo es quien te preocupa? –Le dije sonriendo intentando aliviar un poco la tensión que había en su mandíbula. –Ese hombre me odia y tú lo has oído, no le intereso.
–Alaya me preocupa más lo que tú sientes por él.
Abrí los ojos como platos ¿Es que tanto se me notaba?
No, no podía ser, en todos nuestros encuentros habíamos estado solos los dos, nadie nos había visto... hasta ahora, claro, ahora mi tío nos había visto.
Epicydes no sonreía, continuaba con su mirada de preocupación.
–No siento nada por él, no te preocupes. –Mentí. –Es solo que me pone nerviosa, me siento como cuando vivíamos con la manada donde todos me miraban de esa forma extraña, pero no hay nada más.
–Pues intenta evitarlo, es por tu bien, ese hombre nunca te corresponderá, si sientes algo por él por muy mínimo que sea quítatelo de la cabeza o si no te destrozará por dentro. –Cogió con sus dos manos mi rostro y lo alzó para que lo mirara. –Alaya, olvídalo, Romeo nunca te amará, te utilizará una y otra vez. Él no es para ti, nunca te verá como su única mujer y no se te merece, no se merece algo tan bueno como tú. –Acarició mis mejillas y vi un brillo de ternura en su mirada. –Mi niña, te digo esto porque te quiero y quiero que seas feliz.
–Y porque piensas que Samuel es mejor para mí. –Terminé la frase por él.
No sé porque lo dije, pero suspalabras me hacían daño, Epicydes tenía razón y solo pensarlo me irritómás. Romeo era unerror irresistiblemente sexi que no podía cometer pero era demasiado tarde, a Romeo ya no me lo podía quitar de la cabeza, ni del cuerpo y aunque intentara engañar a Epicydes sé que él no se había creído ni una sola de mis palabras.
Epicydes estaba a punto de contestar mí atrevido comentario sobre Samuel cuando entró Mikael y nos miró.
–No quería molestar pero, Efrain me ha mandado venir en buscar de Alaya, dice que es importante.
–Ahora voy. –Le contesté con una sonrisa.
–Alaya no hemos terminado, esta conversación no ha terminado.
Estaba a punto de salir cuando Epicydes soltó su último comentario un poco mordaz. Me giré para enfrentarlo.
–Para mí sí. Puedes estar tranquilo Epicydes, en cuanto no acercarme a... –Me callé por que Mikael estaba escuchando todas mis palabras pero me dio igual y continúe. –No me acercaré a él. – (Tampoco tenía que saber a quién me refería, solo por si acaso.)–Pero no intentes emparejarme con Samuel. –Susurré. –Soy mayorcita y elegiré lo que yo quiera cuando yo quiera.
Me di la vuelta y me marché dejando a mi tío plantado ami espalda, sabía que Epicydes aprovecharía cualquier oportunidad para remontar esta conversación ya que mi último comentario no le había hecho mucha gracia pero quería que supiera que había entendido cada una de las palabras que había compartido con Samuel y Romeo, y que le quedara claro que esta vez llevaba yo la delantera.
Cuando llegué a la cabina principal, aunque estuvieran todos, la primera persona que vi fue a Romeo, con Drusila sentada encima de sus piernas y sonriendo, él acariciaba su brazo desnudo con esos dedos que antes me habían acariciado a mí y ella hablaba tranquilamente con Chilo. Romeo dio con mi intensa mirada en ella y su sonrisa desapareció transformándose en una línea recta y tensa. Aparté la mirada de ellos para ver a Efrain acercándose a mí.
– ¿Cómo están tus heridas?
Comenzó a tocarme por todos lados, la cara, los brazos y el hombro, me quejé varias veces, todavía no se había cicatrizado nada y me di cuenta de que algunos cortes continuaban sangrando y manchando la toalla blanca que todavía llevaba puesta en forma de capa.
–Siéntatete voy a dar algo que te ayudará a cicatrizar antes.
Nada más pudesentarme en uno de los sofás al lado de Mikael pasó Epicydes delante de mí y se sentó en uno de los sofás delante de nosotros, me observó duramente para luego girarse hacia un lado y fijar la vista en un punto tensándose de inmediato mientras la mirada le ardía de ira, intenté fijarme para ver qué era lo que había alterado tanto a mi tío y mi respuesta fue tapada por el enorme cuerpo de mi padre, el cual se sentó a mi lado bloqueándome totalmente la vista mientras hurgaba en un maletín del cual sacó un algodón. Efrain cogió mi brazo y lo colocó en su regazo,a continuación sacó una aguja junto con una pequeña botellita transparente. Al ver la punta afilada y brillante tratéretirar mi brazo el cual mi padre estaba limpiando con el algodón pero, Efrain no me dejó tan fácilmente en libertad.
–Esto te ayudara. –Señaló la aguja con la cabeza y una pequeña sonrisa. –No te dolerá tanto como las heridas que te rodean el cuerpo, y lo necesitas con urgencia, es un regenerador de micro–células, –Golpeó la jeringuilla con los nudillos, varios golpecitos. –Un pequeño organismo sacado de varios huéspedes unisex, extrayendo de ellos sus mejores células y clonándolas junto con vio–organismos, utilizando tan solo su mayor defensa, su fuerza y su mejor y más factible cicatrizante, para hacer que un corte suture con eficacia. –Lo miré atentamente escuchando palabras que no entendía de nada, como si me hablara en otro idioma, uno que no había estudiado.–Hará que tus heridas cicatricen más rápidamente, al menos, hasta que lleguemos a casa donde muy cerca hay una preciosa laguna con una pequeña cascada, en la cual, por supuesto, te podrás bañar todo el tiempo que desees sin que nadie te moleste. –Terminó con una amplia sonrisa mientras guardaba la jeringuilla otra vez en el maletín.
– ¿No me ibas a pinchar con eso? –Pregunté incrédula pero pensando en el maravilloso paisaje que me había descrito.
–Ya está, ves, ni te has dado cuenta. –Acentuó riéndose mientras se acomodaba en el sofá.
También pude escuchar reírse a Mikael de fondo y me giré cara él pero tenía los ojos cerrados con una sonrisa grabada en sus labios. Mikael estaba perfectamente recuperado, pero era normal, él era un lobo y sus heridas cicatrizaban mucho antes que las mías, al igual que Chilo, estaba sonriendo y en perfecto estado.
Me recosté en el sofá como todos, apoyando mi cabeza contra el respaldo mientras inspiraba, no sabíacuánto había dormido pero continuaba sintiéndome muy cansada y dolorida, había perdido mucha sangre y comenzaba a notarlo de golpe. Cerré los ojos porque todo el rato se me iban a Romeo, y ver a Drusila cada vez más apegada a élme estaba afectando seriamente la salud.
Intenté mantener mi mente en blanco, vaciarla totalmente y tapar mis oídos haciéndolos sordos mientras me centraba en el sonido de mi corazón que pronto se desvaneció. Había apagado totalmente el interruptor de mi cuerpo dejándome llevar a la relajación más profunda, me sentía bien, como flotar en el aire sin nada ni nadie a mi alrededor, nada más que yo.
–Jooodeerr.
Escuché la voz de fondo de Mikael alucinado y a continuación les siguieron unos gritos histéricos de mujer que supuse que eran de Drusila, ya que en el avión solo habían dos mujeres y yo no estaba gritando. Abrí los ojos y lo primero que vi fue un cielo azul y despejado, giré mi rostro y mi padre me miraba alucinado, pero lo más extraño esque estaba de pie y todo mi cuerpo estaba a su misma altura, de pronto caía un suelo que no estaba dándome de culo.
Estaba flotando por el aire, no me lo podía creer, otro poder.
Los gritos de Drusila me hicieron volver a la realidad y salir de mi pequeño e interno festejo por este descubrimiento.
–Alaya quítale la invisibilidad al avión, si no, Drusila nos dejara sordos.
No me había dado cuenta de ese detalle hasta que mi padre lo mencionó, me concentré en la bestia voladora y el avión volvió a la normalidad junto con los gritos de Drusila.
–Lo siento.
Mi padre me ayudó a levantarme del suelo mientras miraba a mi alrededor, Mikael estaba alucinado, bueno la verdad es que todos lo estaban menos Efrain y Epicydes, que en sus miradas brillaba el orgullo. No sabía que limite tenía mi poder pero hasta ahora el avión era lo más grande que había hecho invisible.
–Iré a ver cómo están los pilotos. –Dijo Efrain marchándose y sentándome de nuevo en el sofá.
Samuel aprovechó el lugar vacío y se sentó en el lugar de mi padre, me quedé mirándolo y él me miró fijamente con su típica sonrisa preciosa en los labios.
–Eres increíble, toda una caja de sorpresas. –Retiró muy dulcemente un mechón de mi cara y acarició con el exterior de sus dedos mi mejilla ruborizada. –Una preciosa caja de sorpresas.
Un carraspeo a su espalda le hizo apartar su mano de mi mejilla lentamente, alcé la vista para ver a Efrain delante de mí con la vista clavada en Samuel.
–Hemos llegado, prepararos para el aterrizaje.
Samuel se levantó dejándole pasar a Efrain el cual se sentó de nuevo a mi lado sin quitarle la mirada de encima y este volvió a su lugar, al lado de mi tío.
El aterrizaje fue tranquilo y esta vez monté en el coche junto Efrain y Mikael, ya no se querían arriesgar a que sucediera de nuevo otro percance como el anterior, esta vez me querían bien protegida a toda costa y les daba igual a quien se llevaran por delante.
La casa de Efrain estaba a las afueras de la ciudad, a kilómetros de distancia de la vida humana y muy vigilada, la entrada a la extensión era una puerta altísima de metal con muros de piedra rodeando todo el terreno y encima unas vallas electrificadas, parecía que te adentraras en una especie de cárcel controlada y muy vigilada pero, al entrar dentro del terreno cambié totalmente de opinión.Todo era realmente hermoso, solo veías metros y metros de jardines y bosques dándonos la bienvenida. El viaje tardó unos quince minutos hasta que divisamos la enorme mansión de piedra gris combinada con paredes lisas en blanco y enredaderas de flores de colores decorando hermosos y enormes ventanales. Era moderna por fuera y muy bien cuidada, toda ella representaba la elegancia de mi padre. Bajamos del coche y Mikael y yo nos quedamos embobados mirando la enorme casa que se anteponía ante nosotros muy majestuosa.
–Bienvenida a tu hogar, Alaya. –Dijo mi padre muy orgulloso detrás de nosotros.
Subimos unos seis escalones de mármol blanco para ver dos gigantes puertas de metal como se abrían casi sin hacer ruido para dar paso a dos hombres igualmente grandes, los cuales salieron haciéndonos una pequeña reverencia y se encargaron de nuestro equipaje. El interior de la casa era amplio, con una decoración muy espartana, de colores beis, rojo pálido, salmón y sobretodo predominaba el crema, tan suave que parecía blanco,los colores tan suaves combinaban con las baldosas del suelo que hacían dibujos extraños a nuestros pies y con las estatuas de cerámica que había en muchas esquinas de la estancia o los pilares que separaban en arcadas las estancias, pero lo que más me impresionó fue las lámparas de araña que caían del techo muy presuntuosas dándole un toque más antiguo.
La primera sensación de entrar a la casa y contemplar toda su belleza fue nervio, era extraño pero no me sentía como si estuviera en casa, con nada me familiarizaba hasta que entré en la habitación que asignaron para mí, totalmente diferente de la casa, esta era toda blanca, paredes, suelo, cortinas y ropa de cama, era amplia y con mucha iluminación. A un lado tenía un enorme espejo que detrásescondía un impresionante vestidor que parecía otra habitación. Al otro lado tenía una impresionante terraza que daba al jardín y a las impresionantes vistas de los bosques que habíamos pasado, y justo en el centro la cama, con cuatro pilares de mármol blanco en cada esquina y un enorme cabezal hasta el techo de hierro forjado donde se podía ver enredaderas de hiedras formando flores espectaculares. Detrás de la cama como si fuera un secreto se encontraba el cuarto de baño, con una enorme bañera antigua de patas doradas en una esquina justo debajo de un ventanal.
En este cuarto sí que me sentía a gusto, esto sí que me recordaba a mi hogar con Epicydes, no era exactamente igual pero la inspiración era la misma y me gustaba sentirme así ya que era aquí donde iba a vivir.
–Al ¿Puedo entrar? – Mikael acaba de llamar a la puerta.
–Sí. –Le contesté saliendo a la habitación.
Mikael entró y se quedó igual de impresionado que yo nada más la vi, comenzó a rondar por la habitación mientras se le oían exclamaciones exageradas sobre cuántodinero tenía mi padre o sobre de donde habría sacado todo esto o a quien habría sobornado para amoblar la casa con las cosas de otros países que habían aquí, yo no le hice caso, ni contesté hasta que se metió dentro del cuarto de baño.
–Joder, este es mucho más impresionante que el mío. –Continuó avanzando mientras lo palpaba todo. – ¿Y esta puerta? ¿Dónde da? –Señaló una puerta que había al lado de los lavabos y me miró, yo me encogí de hombros, no tenía ni idea. Mikael intentóabrirla pero estaba cerrada con llave. –Está cerrada a cal y canto ¿Dara a otra habitación?
–No lo sé Mikael ¿Querías algo o solo has venido a comparar habitaciones?
Mikael se giró y me miró conlas cejas arqueadas, yo le sonreí ya que mi pregunta había sido en un tono burlón y esperé pacientemente a que me sonriera, temiendo que se hubiera ofendido de mi comentario, pero su enorme sonrisa me demostró que no.
–La verdad es que si, necesito de ti. –Contestó acercándose a mí. –Me debes un favor por haber utilizado tu poder conmigo y quiero mi regalo.
– ¿Qué? Te pedí perdón, pensaba que estaba todo solucionado. –Le dije mientras retrocedía.
–Pues ya ves que no, dame mi regalo, Alaya. –Su rostro se habíaconvertido en una máscara de seriedad.
Este tío iba en serio.
–Mikael...
Y me corté de la carcajada sonora que le salió delos pulmones, se dobló para delante partiéndose de risa y me miró con los ojos llorosos y señalándome con un dedo.
–Eres una tía bastante fácil de tomarle el pelo y... –Se cortó por que le di un golpe en la cabeza que lo hizo retirarse de mí pero, sin embargo, no lo suficientemente fuerte porque continuo riéndose. –Deberías de haberte visto el careto que has puesto.
No dejaba de reírse y me estaba poniendo de los nervios, me había tomado el pelo y me lo había creído, ya me vengaría de alguna forma de él, estaba segura de ello. Cogí un cojín de la cama y se lo tiré, Mikael lo esquivó cogiéndolo al vuelo y tirándolo encima de la cama.
–Mikael... –Lo amenacé de nuevo pero esta vez con una figurita de cristal que había en una de las mesitas al lado de la cama.
–No, espera– Me pidió con las palmas de las manos levantadas. –He venido para decirte que tu padre te busca, dice que te espera abajo para llevarte al lago. ¿Hay un lago aquí?
–No, es una laguna...
–Lo que he dicho.
–No, tú has dicho lago y entre eso y una laguna hay una diferencia...
–Vale, no te enrolles. ¿Qué le digo a tu padre? –Lo miré ceñuda él me dedicaba una mirada vacilona.
Era una tontería perder el tiempo con él.
–Dile que ahora mismo bajo.
Alos minutos de irse Mikael decidí bajar, me había cambiado de ropa y había decidido tirar a la basura la ropa destrozada que casi me arranco de la piel por la sangre que había pegada todavía a ella. Estaba impaciente por ver esa laguna con la cascada pero al dar unos pocos pasos un cuerpo se atravesó en mi camino, alcé la vista a esos ojos azules que me miraban amenazantes revisando todo mi cuerpo y retrocedí un poco haciaatrás porque la tenía muy cerca.
– ¿Quieres algo Drusila? –Mi voz sonó aburrida y sin emoción.
–Sí. –Contestó muy directamente. –Que te alejes de mi hombre.
De mi hombre, esa contestación rebotó por mi cabeza durante varios segundos.
– ¿Te refieres a Romeo? –Pregunté incrédula.
–Quien si no, niñata.
–Ni lo sé, por lo visto no es el único con el que te revuelcas.
Drusila me cogió de los hombros apretando su agarre y me empotró contra la pared acercando su rostro deformado por la ira al mío.
–Estúpida no te metas en mi relación con él y menos en mi vida. –Alzó el rostro desafiándome y demostrando que ella era más fuerte. –No quiero verte cerca de él, ni siquiera quiero que lo mires o si no,te arrepentirás.
– ¿Me estas amenazando?
–Tómatelo como quieras, pero cuantomás lejos estés de Romeo, mejor será para ti.
–Tal vezdeberías dedicarle la misma amenaza a Romeo...
–No juegues conmigo niñata. Te lo advierto y no me gusta repetirme, no te acerques a Romeo, es mío. –Apretómás su contacto clavándome las uñas.
Harta de esta situación y con el poco ánimo que me quedaba en mi cuerpo por los suelos, saqué el poder de mi cuerpo impulsivamente y la saqué de mi vista estampándola contra la pared de enfrente, di dos pasos hacia su cuerpo tirado en el suelo el cual me miraba sorprendida con los ojos bien abiertos durante unos segundos porque enseguida cambió su rostro a ira y toda expulsada hacia mí.
–No vuelvas a tocarme Drusila. –Alargué el sonido de su nombre como ella había hecho antes conmigo y su niñata, y continúe. –Y menos amenazarme o serástú quien se arrepienta. –Le di la espalda y avancé pero antes de irme le dediqué mi última estocada. –Y esto sí que es una amenaza.
Me marché antes de darle la oportunidad de contraatacar, este asalto lo había ganado yo y con eso me quería quedar aunque mis nervios estaban a flor de piel. Drusila era una vampira muy antigua y poderosa, era una enemiga difícil de derrotar y ahora mismo yo me había convertido en su perfecta diana y lo peor de todo es que esa mujer iba a compartir mi casa, iba a dormir bajo el mismo techo que yo y no habría ni pestillos ni puertas que le pudieranbloquear la entrada si quiera hacer realidad su amenaza, la cuestión era ¿Cómo podría defenderme yo contra ella?
Nada más bajé me encontré a mi padre hablando con uno de sus hombres, frené mi ritmo para que no notara el estrés que de pronto se había apoderado de mí, aunque fue una tontería, en el momento que sus ojos se fijaron en los míos, la duda lo asaltó y arqueó una ceja extrañado.
– ¿Nos vamos?–Sonreí bajando rápidamente los escalones que me faltaban. –Estoy deseando llegar a ese lugar. –Le dije pasando de largo y saliendo de la casa casi sin mirarlo a la cara.
Hizo una señal con la mano para despedir al hombre y vino detrás de mí. No hacía falta coger ningún coche ya que estaba muy cerca y Efrain quería que me aprendiera el camino de memoria para que fuera a la laguna siempre que lo deseara, eran unos diez minutos caminando tranquilamente, seis corriendo, de esa manera pude apreciar los bosques por donde nos introducíamos y sus bellísimos jardines que lo rodeaban, verdes, naturales, y muy bien cuidados, nada de hierbajos y un césped simétrico con flores dando color.
–Ya hemos llegado.
Efrain retiró unas ramas de árboles que colgaban haciendo una cortina y me mostró su interior, al cual me aveciné como un imán ante tanta belleza, era como una selva exótica y salvaje escondida entre un montón de árboles grandes con ramas que llegaban hasta el suelo y justo en el centro la laguna, tan cristalina que se podía ver las piedras rodar por el fondo y justo a un lado la cascada, de unos cinco metros de altura y rodeada de rosas rojas, blancas y amarillas, sus pétalos caían en el agua como pequeños barquitos flotando a la deriva.
–Te dejaré sola para que disfrutes todo el tiempo que desees estar aquí. –Miré a mi padre que me sonreía orgulloso. –Sabía que te gustaría. Estarás sola, nadie sabe que estas aquí. –Me cogió de los hombros y me acercó a él. –Alaya aquí estarás a salvo. –Acarició mi mejilla y me dio un beso en ella. –Disfruta. –Y se marchó.
Me volví de nuevo hacia tanta belleza y descalcé mis pies sintiendo el frescor de la hierba en las plantas, me desperecé mientrasabsorbía el aroma del ambiente. Estaba sola, no había nadie aquí, ni siquiera notaba el olor de mi padre ya, miré a mí alrededor por prudencia y me reí de mí misma, esto no era el lago del raso lunar, aquí estaba protegida, todo a mi alrededor estaba vallado y protegido y yo estaba muy escondida ¿Quién podía verme?
Volví a inspirar de nuevo dejando entrar todo los aromas a mis pulmones y comencé a desnudarme lentamente, dejando la ropa a un lado de la orilla con cuidado para que no se mojara. Me metí en el agua, estaba helada pero no me acobardé, ya notaba el poder del sol sobre mi piel e incluso veía mis heridas brillar mientras se cicatrizaban, sumergí todo mi cuerpo mojando todo mi cabello y salí a la superficie con una sonrisa mientras notaba el sabor del agua dulce sobre mis labios.
Nadé largo rato hasta que me cansé y decidí dejar a mi cuerpo flotar en el agua boca arriba con los ojos cerrados mientras notaba los rayos del sol calentar mi piel y el poder correr por mi interior con la necesidad de liberarse, activando cada músculo y haciendo desaparecer cada dolor que aun sentía.
De pronto noté un golpecito en mi muslo que hizo que me sobresaltara y me hundiera para abajo del meneo que le pegué a mi cuerpo y del maldito susto, salí a la superficie y comencé a mirar a mi alrededor nerviosa sabiendo que había alguien conmigo hasta que mi respiración me dio la razón y se quedó atascada en mi garganta nada más lo vi.
Romeo estaba sentado en la hierba con las piernas estiradas y apoyado cómodamente en un árbol, jugaba con una piedra en la mano tirándola al aire y volviéndola a coger mientras me miraba con la cabeza ladeada.
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