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Capítulo 16

    Le di un último vistazo a la habitación, la que extrañamente había vuelto a la normalidad con sus muebles enteros en sus sitios correspondientes y los angelitos regordetes decorando los rincones, no había ningún desastre ni nada destrozado, como si ayer no hubiera sucedido nada y el tsunami que había arrasado con la habitación de Efrain no hubiera existido, era increíble, no sabíacuándo lo habían limpiado todo y habían remplazado los muebles destrozados por los nuevos, no me había enterado de nada. Sonreí mientras recogía mis pocas pertenencias del sofá impecablemente colocado en el centro del salón y salí fuera.

Abrir la puerta y encontrarme de cara con Chilo, fue toda una sorpresa, creía que me esperarían abajo pero por lo visto o temían que me escapara de nuevo o el coreano venía a vigilarme.

–Preciosa, como siempre princesa. –Dijo haciéndome la típica revisión que ya me tenía acostumbrada.

O también él estaba aquí por otra cosa, tal vez. Ni idea.

Hoy había superado mi récord en vestirme y prepárame, había desayunado mientras me metía la ropa a presión y me había hecho una trenza con el cabello todavía húmedo, así que no había tardado tanto como para que subiera alguien a por mí, pero ahí estaba, bajando en el ascensor con tres personas más humanas y un Chilo totalmente pegado a mi trasero, cosa que comenzaba a incomodarme bastante pero a él por lo visto le daba exactamente igual mi nerviosismo porque a cada paso que daba para alejarme de su cuerpo él lo acortaba sin cortarse ni un pelo y volvía a pegarse a mi espalda. Me turbé pensando en la conversación de mi padre, estaba nerviosa, sabía que las cosas entre él y yo habían cambiado pero no sabía cómo se comportaría ahora conmigo y temía esa reacción que a cada piso que bajábamos se acercaba más.

– ¿Nunca en la vida te han dicho lo buenísima que estas? Princesa.

La zona de mi oreja ardió al escuchar el susurro, había notado su aliento caer por mi cuello provocándome cosquillas cálidas por la zona. No me pude girar, sabía que lo tenía muy cerca y mis nervios estaban flaqueando cada parte de mi cuerpo y más aún, cuando lo escuché aspirar mi aroma fuerte para que yo lo oyera intencionadamente.

–Hueles tan bien Alaya, que me pregunto si tu sabor será tan intenso como tu olor, aunque estoy seguro que será mucho mejor.

Mi cuerpo se tensó como un muro de carga, las tres personas que habían en el ascensor estaban muy calladas, no podía verles las caras, me daba miedo girarme y toparme con la cara de Chilo, no tendría forma de huir de esa mirada, pero lo extraño es que a Chilo no le importara lo más mínimo la presencia de esos humanos escuchando sus susurros en un ascensor tan silencioso. Se acercó más a mí y noté su fuerte pecho apoyarse en mi espalda, intenté alejarme de ese contacto pero esta vez él me cogió de los brazos y me devolvió a mi postura inicial, su pecho contra mi espalda y yo más tensa que una tabla.

Esto no me gustaba ni un pelo, el coreano se estaba pasando de la raya.

–Chilo basta, estate quieto. –Le pedí con el corazón acelerado.

Pero a él le dio igual, apretó más su contacto y su agarre en mis brazos, el viaje hasta abajo se me estaba haciendo eterno, tenía ganas de salir corriendo, huir del calor de ese cuerpo que comenzaba a marearme, pero me sentía coaccionada, atrapada.

–Alaya. –Alargaba cada palabra en un sonido seductor. –No quiero que me temas, sabes que nunca te haría daño, al contrario, yo te enseñaría un placer sin igual, te cuidaría y mimaría ese cuerpo como nadie, solo tienes que dejarte llevar y verás lo bien que te lo puedes pasar.

–Suéltame, no hagas una estupidez Chilo. –Le supliqué con la respiración más acelerada de lo normal.

–Pídemelo y te lo daré, no te arrepentirás de todo lo que te puedo enseñar y del placer que te puedo dar.

Esta vez terminó la frase con un beso en mi oreja, sentí un extraño latigazo en el estómago, maldita sea ¿Qué me estaba pasando? Y nuestros acompañantes continuaban sin enterarse de nada, no oía ni un murmullo, nada, parecía que estuviéramos solos en el ascensor y eso comenzaba asustarme, necesitaba apartar a Chilo de mí, pero no podía utilizar mis poderes sin que los humanos los notasen y vieran a un coreano volando por los aires, no, no podía, no tenía forma de explicar tal milagro y no se me daba bien mentir a la gente.

Continúe suplicándole a Chilo, era lo único que podía hacer por el momento.

–Te pido que me sueltes. –Mi voz sonó demasiado agitada.

– ¿Estas segura? Porque tu voz dice todo lo contrario. –Quise contestarle pero el cortó mis palabras girándome cara él manteniendo muy cerca. –Sé que también deseas probarme. –El ronco de su voz y esas manos cogiendo mi rostro para alzarlo y tenerlo bien cerca de sus labios me bloquearon la mente un poco. –Sé que lo deseas tanto como yo. –Dentro de mí deseaba menear la cabeza para negar esas palabras pero definitivamente no podía. –Deseo besarte, Alaya. –Susurró rozando mis labios. –Déjame probarte, sentir el sabor de tus labios sobre los míos.

Un cosquilleo de anticipación recorrió mi cuerpo entero junto con un calor abrasador.

¿De verdad lo deseaba?

¿De verdad deseaba sentir su sabor, sus labios acoplándose a los míos?

No podía negarlo, por parte mi cuerpo sí que quería, quería sentir su beso, su calidez y sentir esos brazos rodearme, aprisionándome contra su cuerpo, sentir el conjunto de todo contra mí pero mi mente más razonable, ganó a mi caluroso cuerpo. Levanté una rodilla con todas mis fuerzas nada más sentir esos labios apoderarse de los míos y le di una patada en su partes (Por segunda vez desde que nos conocíamos) Chilo saltó con un rugido que tronó por todo el ascensor contra la pared de enfrente y se encogió de dolor.

Tal vez me había pasado un poco pero se lo merecía.

–Te pedí que me soltaras. –Dije con la adrenalina por las nubes.

Chilo no pronunció ni una palabra pero esa mirada que me dedicó al levantar el rostro cara mí y mirarme directamente a los ojos con tanta rabia lo dijo todo, sentí en el corazón un pinchazo de culpabilidad pero él había sido el único culpable de esto, a la próxima que quisiera acercarse a mí de nuevo se lo pensaría dos veces antes de cometer tal estupidez. Estaba harta de que todos me besaran sin mi permiso como si fuera una maldita muñeca de trapo.

Miré a mi alrededor para ver a los humanos mirando al frente, con la vista fija en la nada, uno de ellos miraba el móvil, otro hacia algo extraño con los ojos, como un tic y la otra masticaba chicle con fuerza, era muy extraño, me coloqué delante de uno de ellos y no me miraba, como si no pudiera verme.

– ¿Lo has hecho tú? –Pregunté a Chilo.

Pero tan solo recibí la visión de su dedo corazón en todo lo alto y una mirada furibunda.

–O si, muy maduro.

Las puertas del ascensor se abrieron y salí sin esperar a Chilo, ni siquiera me gire para ver si me seguía, solo pensaba en poner cierta distancia entre él y yo y que se apañara solo en solucionar el encantamiento que le había hecho a los humanos, él era vampiro y muy antiguo, seguro que les había puesto una barrera invisible en la vista bloqueándolos para que no nos vieran, pero ojala me hubiera dado cuenta antes de ese detalle porque de esa manera habría utilizado mis poderes contra él.

Caminé deprisa hasta divisar a mi tío, sentado cómodamente en uno de los sillones con la vista al frente y hablando, seguramente con mi padre. Llegué hasta ellos, solo podía ver a mi tío y él todavía no me había visto aún, así que aproveché ese descanso y me frené al lado del pilar donde estaban, escondiéndome un poco de sus vistas. Necesitaba relajarme, estaba un poco alterada y no quería que mi padre o Epicydes me vieran así. Centré toda mi atención en mi respiración que extrañamente se había vuelto loca al sentir una energía muy fuerte y extraña a mi alrededor, pero entonces escuché una voz que me resultaba familiar detrás del pilar, una voz que venía de donde mi tío estaba y dediqué todo mis sentidos a la conversación.

–Epicydes no puedes obligarme a esto y lo sabes. –Le decía el desconocido.

–Me perteneces, perteneces a mi legión, debes atacar las órdenes que te doy y lo sabes. Además, eres uno de mis mejores hombres y uno de mi mayor confianza, solo puedo confiar en ti para este asunto. –Contestó Epicydes con un poco de ira contenida.

–No, te equivocas, lucho por ti, cumplo cada una de tus órdenes a raja tabla obedeciéndote en todo, pero no, esto que me pides es demasiado. Me obligas a renunciar a mi vida, a proteger y a encargarme de una mujer que ni conozco. Pretendes que porque eres mi señor renuncie a mi libertad. No Epicydes, lo siento, búscate a otro.

Escuché el sonido que hizo la silla al rascar el suelo y decidí que era el momento de salir de mi escondite, el hombre que hablaba con mi tío me daba la espalada y se estaba levantando, mi padre no estaba por ningún lado, solo ese hombre y mi tío que continuaba sin darse cuenta de mi presencia.

–No hemos terminado Sam.

–Por mi parte sí.

Di varios pasos adelante como si acabara de llegar pero me frené en seco por la sorpresa al ver bien a la persona con la que hablaba mi tío. Se trataba del sexi Dragón con el cual me había tropezado en las cocheras antes de mi pequeña incursión, solo que él todavía no se había dado cuenta de mí, solo podía apreciar su lateral y notar toda su energía, cosa que antes cuando me había cruzado con él no había notado o él había escondido bien para que no lo notara (Otro increíble don de estos seres, esconder la magnitud de su fuerza para que nadie pudiera averiguar qué edad tenían) y te puedo asegurar que lo poco del lateral de su cuerpo que podía contemplar no estaba nada mal, aun así me daba malas vibraciones.

–Adiós Epicydes, pero en esto no puedo ayudarte...

Ahora sí que había dado conmigo y esas palabras que iban directas a Epicydes se las tragó de golpe. Pero lo mejor fue ver el cambio de gestos que se registró en varios segundos en su rostro, pasó de la sorpresa a la alegría y por último al más desquiciante, esa mirada turba que ya conocía tan bien y que escaneó cada parte de mi cuerpo como un reproductor de DVD.

–Alaya. –Pronunció en un susurro entrecortado.

No pude identificar si me lo estaba preguntando o afirmándolo de lo flojito de su voz y aunque estuve a punto de darle una medalla por acordarse de mi nombre su mirada lasciva me molestó y más bien me apetecía darle una buena patada en esa preciosa cara, sin embargo, decidí controlarme ya que seguramente la patada que me daría él después me mandaría fuera del país y me dolería más, mucho más.

– ¿Tengo que pensar que me estas siguiendo?

–No, te aseguro que esto es una feliz coincidencia para mí. –Contestó él con una sonrisa de oreja a oreja.

–Vaya, vaya, veo que ya conoces a mi sobrina. –Esta vez intervino Epicydes, su cara era de alegría e incluso parecía aliviado.

– ¿Tu sobrina? –Preguntó Samuel mirando incrédulo a mi tío. –Pero si no lleva tu apellido. Haber me dijiste que te llamabas. –Se calló para pensarlo. –Mmm, Alaya... Mmm... Kincaide, si eso Alaya Kincaide, ¿Cómo puede ser? –Esta vez me miró a mí arqueando las cejas sabiendo que le había mentido. Eso me puso furiosa.

–No tenía por qué darte mi verdadero apellido, no te conozco.

–Cierto, no me conoces.

–De nada. –Contesté siguiendo la conversación que para mí era fría pero sin embargo para él todo se lo tomaba a risa.

–Eso puede cambiar.

¿Esto era un juego? ¿El tío este estaba jugando conmigo?

–O no. –Le dije desafiándolo.

Pude apreciar un brillo en sus ojos como de admiración, ese hombre me ponía muy nerviosa, no sabía si era su confianza en sí mismo, su descaro, su arrogancia, su forma de mirarme o lo buenísimo que estaba, pero realmente me alteraba.

–Lo dudo. –Me susurró acercando su rostro al mío para que solo yo pudiera oírlo, luego se giró cara mi tío. –Tiene carácter.

–No lo sabes tú bien. –Farfulló Epicydes.

Samuel sonrió mostrando sus dientes perfectos y blancos, la verdad es que tenía una sonrisa preciosa y me desarmó un poco dejándome sin palabras. Epicydes se acercó a mí con una sonrisa bastante amplia, parecía que les hubieran contado un buen chiste ya que no había forma de arrancarles tanta felicidad.

–Entonces si ya os conocéis no hace falta que os presente. –Dijo mi tío mirándonos a uno y al otro. –O ¿Tal vez debería presentaros correctamente?

–Seria lo adecuado. –Dijo Samuel sin apartar la mirada de mí en ningún momento.

–Samuel Lorens te presento a mi única y preciosa sobrina Alaya Verona.

–Encantado de nuevo, Alaya Verona.

Como todo un caballero bien educado Samuel cogió mi mano suavemente alzándola hasta la altura de sus labios y posó en ella un beso suave, húmedo y lento, ese gesto me provocó una reacción extraña, una visión ensangrentada de todo lo que me rodeaba, como si mis pupilas fueran de color rojo y solo me permitieran ver ese color excepto sus ojos, esos ojos verdes de los cuales no podía apartar la mirada se posaban fijos en los míos. Hubo silencio durante esos segundos, en los cuales el rojo no se iba de mi vista y el verde se intensificaba más. Su mano continuaba cogiendo la mía e incluso parecía como si él fuera acercándose poco a poca a mí, pero sin embargo, él no se había meneado de su sitio, era yo la que se acercaba a él sin darme cuenta, era como si algo me arrastrara en corrientes hacia su cuerpo, hasta su resplandor rojo, no notaba a mis pies moverse pero ahí estaba, acortando la distancia con el paso a paso.

Me frene de golpe, cayendo a la realidad cuando Samuel retiró su mano dela mía y sentí una presencia a mi espalda, me giré y me di contra el sólido y tenso pecho de Chilo, lo miré a los ojos los cuales estaban muy amenazantes y fijos en Samuel.

–Samuel, que sorpresa. ¿Qué haces tú por aquí? –Preguntó muy natural aunque su cuerpo y su mirada demostraban todo lo contrario.

–Asuntos familiares pendientes. –Contestó mordaz Samuel.

–Me alegro de volver a verte. –Menuda ironía se escondía es esas seis palabras.

–Seguro que sí. –La amenaza cortaba el aire a mí alrededor, parecían a punto de sacarse los ojos mutuamente.

Un sonido extraño salió de la garganta de Chilo, el cual se tragó las palabras ya que Epicydes se había colocado entre ellos para acortar las distancias.

– ¿Entonces te quedas junto a nosotros? –Preguntó Epicydes a mi espalda.

– Por supuesto, tengo una orden que estoy encantado de cumplir. –Ronroneó Samuel a mi espalda.

El coreano que tenía muy cabreado casi pegado a mí me cogió del brazo y tiró de mí para echar a caminar, yo intenté detenerlo pero él, tiró empujó más fuerte, cuando estaba a punto de enviarlo a cualquier lado Chilo se giró cara mí con la mirada ardiendo y la cara de sufrir un agrio sabor de boca.

–Tu padre nos espera o ¿Piensas volver a desobedecer sus órdenes otra vez?

– ¿Qué? Vete a la mierda. –Ahora si me salió la palabra del corazón y retiré su mano de un manotazo. –Se caminar solita. –A continuación, pasé por delante de él con la cabeza bien alta y paso firme.

–Por lo visto no se te dan muy bien las mujeres, Chilo. –Le picó Samuel con una carcajada.

Atrevida por el sonido de esa risa miré a mi espalda, posando la vista en Samuel pero las palabras me las tragué al verlo caminar detrás de mí mientras se mordía el labio observando descaradamente mi trasero, instintivamente me lo tapé groseramente con las manos y me giré de nuevo hacia delante orgullosa, pero el:

<<Ooooooh>>.

Que escuché de fondo me fastidió irritándome más a mí que a él mi gesto. A ese hombre no había forma de fastidiarlo.

Salimos fuera del lujoso hotel trasladándome de golpe al bochornoso calor del exterior, el sol daba en todo su esplendor, casi se podía ver brillar la cera a mis pies, estaba deseando montar en el frescor del coche, paseé la vista por los coches aparcados en la entrada del hotel y vi a Mikael apoyado en uno de ellos con los brazos cruzados y la vista fija en el suelo, solo habían tres coches y mi padre no estaba en ninguno de ellos, ni Romeo, el cual no lo había visto todavía. Me giré cara mi tío que acababa de salir.

– ¿Y mi padre?

–Nos alcanzará en el aeropuerto, tenía que solucionar unas cosas antes de salir. –Me dedicó una sonrisa y acarició mi brazo. –Vamos pequeña, nos esperan.

Le sonreí y me gire para avanzar, Mikael acababa de abrir la puerta trasera para que entrara, Chilo iba directo a su deportivo plateado y mi tío y Samuel montaban en el que había justo delante aparcado del de Mikael. Pasé de largo del ofrecimiento de Mikael y seguí la dirección del deportivo plateado que estaba aparcado el último de la fila pero me frené a mitad de camino para pensármelo mejor.

¿Estaba segura de montar con él después de lo que había sucedido en el ascensor?

No pero lo prefería a Mikael, continuaba cabreada y no quería quedarme a solas con él, seguro que intentaría hablar conmigo y todavía no estaba preparada para ese enfrentamiento, y por otro lado, me sentía culpable por haber utilizado mi poder contra él, Epicydes tenía razón, ese acto me haría daño cuando pensara en ello y pensar me dolía, así que, imagínate hablarlo, no, todavía mi herida tenía que cicatrizar, no quería contestarle algo de lo que luego me sentiría culpable, tenía que mantener las distancias. Era lo mejor por el momento.

¿E ir con mi tío y Samuel? Ni de coña.

Con lo cual, después de reflexionarlo, enfilé mis piernas para que continuaran la dirección que habían tomado desde el principio, directas al deportivo plateado. Nada más acercarme al coche no hizo falta asomarme por la ventanilla, Chilo salió fuera y me miró con las cejas arqueadas.

– ¿Y ahora qué coño te pasa? ¿Es que siempre tienes que dar por saco?

Mi cara de póquer lo tenía que expresar todo en palabras, me acababan de arrojar un jarrón de agua helada, creí incluso, que en forma de cubitos. Me erguí todo lo que pude y forcé una sonrisa lo mejor que salió, Chilo bufó y puso mala cara.

– ¿Qué quieres?

–Era por si podía ir contigo en el coche. –Frunció el ceño porque me pareció que no podía subir más las cejas. –Por favor. –Le pedí.

Chilo giró su rostro a su izquierda, supongo que para ver a Mikael, yo no tenía valor para mirarlo, que estuviera cabreada con él no significaba que lo odiara, para nada, lo apreciaba mucho, solo estaba molesta, nada más. Escuché un fuerte portazo que me asustó dando un respingo y me fije en la mirada de Chilo que la devolvía de nuevo a mí.

–Sube. –Dijo al fin metiéndose en el coche.

Monté en el coche y noté el olor a tapicería recordándome la maravilla y la excitación de haberlo conducido, de haber apretado el acelerador a tope y sentir la adrenalina recorrer cada una de mis venas, me sentí libre, fuerte y poderosa.

–Abróchate el cinturón o te lo abrocho yo.

No hizo falta que lo dijera dos veces, obedecí su orden y fijé la vista al frente. Chilo arrancó el coche y salió detrás de Mikael, pobrecito pensé, ahora mismo iría solo en esa bestia de ruedas, la verdad es que me estaba pasando un poco.

– ¿Cuándo lo vas a perdonar? –Preguntó Chilo como leyéndome el pensamiento, pero no tenía ganas de hablar con él de mis cosas.

– ¿Qué truco utilizaste en el ascensor con los humanos?

– Muy madura, cambiar de tema cuando algo no te interesa.

–Que les hiciste. –insistí.

–Nada nuevo que tú no sepas.

Parecía que no le interesaba hablar del tema o que realmente era algo que tenía que saber y que nadie nunca se había preocupado en contármelo, de todas maneras le pregunté de nuevo mientras reducía la marcha para introducirse en el tráfico que de pronto se había agrupado a nuestro alrededor tapándonos la visión del coche donde iban Epicydes y Samuel, menos mal que el coche de Mikael lo teníamos bien pegado, parecía que fuéramos el mismo coche.

–Y si te digo que no lo sé, que no sé de qué me hablas.

Chilo bufó y me miró de reojo, había cierta sonrisilla escondida dentro de esa mirada, que me hizo dudar el motivo.

– ¿Si te digo lo que pasó hablaremos del tema que has esquivado?

–Eso es jugar sucio y...

– ¿Sí o no?

–Está bien, si, hablaremos.–Respondí riéndome.

–Un mínimo número de vampiros o Dragones puede introducirse en la mente de los demás, no leerla, ni hablarle, solo proyectar imágenes en ella y controlarlas, les recrea una visión perfecta de algo que les distraiga o algo que les guste.

– ¿Cómo que solo un mínimo? ¿A qué te refieres?

–Que no todo el mundo tiene ese don y no es fácil de crear, requiere mucha energía y concentración, y claro, también está que a la persona que se la creas no te la pueda bloquear.

Bien comenzaba a entender, solo unas personas priviliejadas tenían ese don, peligroso pero atrayente. Sabía que los Dragones controlaban la mente por mi padre, lo había hecho en varias ocasiones conmigo, lo que no sabía es que podían proyectar imágenes en tu mente como un reproductor de DVD y tener la suerte de ver una película en primera fila sobre tu vida. Y otras podían bloquear ese juego para que no jugasen con sus mentes.

Emocionante. Ahora la pregunta que me hacía ¿En qué grupo entraría yo? Seguro que en el de manipulado.

–Bien, y ahora repetiré mi pregunta ¿Cuándo lo vas a perdonar?

–Me traicionó.

Un coche a mi derecha tocó el claxon sonoramente a un coche de cristales tintados que se saltaba una señal para introducirse en eltráfico. Nuestra marcha cada vez era más lenta ycada vez habíamás coches a nuestro alrededor pero al final habíamos llegado hasta el coche de Epicydes y Samuel, el cual había aparecido de la nada uniéndose a nosotros.

–Venga Alaya, no seas infantil. –Dijo cortando mis pensamientos, me giré y lo miré. –Sabes una cosa,si lo hubiera dicho nada más nos dimos cuenta de tu fuga tal vez incluso yo pensaría que es un asqueroso chivato, pero esperó hasta que entramos al club de Yulian y Efrain lo coaccionó, joder yo también hubiera cantando, tu padre lo cogió del cuello y lo estampó contra la pared, casi le saca la información a golpes. –Sonrió y cruzó una mirada conmigo para devolverla de nuevo al tráfico. –Mikael estaba muy nervioso, alterado, decía una y otra vez que teníamos que encontrarte antes de que él te encontrara y se te llevara, la verdad es que nos estaba poniendo de los nervios a todos hasta que Efrain lo cogió del cuello y se lo sacó, pero le costó, Mikael es muy duro y no quería decírselo pero su preocupación por ti lo delató.

Fijé mi vista en el coche de delante, creo que me había pasado un poco con Mikael, me sentía fatal por mi comportamiento, lo juzgué antes de saber lo sucedido. Nunca había tenido un amigo con el que poder estar sin que me mirara de una manera diferente, haciéndome saber que era diferente a ellos, el bicho raro, nadie de la manada se acercaba a mí, ni siquiera tenía una mascota con la que poder estar, Epicydes me quitaba a cualquier ser vivo que escondía en mi habitación porque pensaba que utilizaba mis poderes con ellos, tal vez tenía razón pero nunca les hice daño alguno, ninguno de mis animales adoptivos sufrióni se me murió, pero aun así, él melos arrebataba, quitándome la mínima compañía y de esa manera siempre estaba sola.

–Tal vez tengas razón. –Le dije continuando con la mirada en el coche de Mikael. –Creo que he sido bastante injusta. –Suspiré. –También te debo una disculpa a ti. –Me giré y lo miré. –Ya sabes, por lo sucedido en el ascensor. –Lo observé detenidamente, parecía que no me escuchara. – ¡Chilo! ¿Me estas escuchando? Me estoy rebajando y pidiéndote perdón.

Pero no recibí contestación alguna de su parte, Chilo miraba fijamente hacia delante, busqué con la mirada que era lo que lo tenía tan centrado pero no vi nada extraño, nada fuera de lo normal, sin embargo, algo pasaba, el cuerpo de Chilo estaba tenso y la vena de su cuello se había hinchado y latía a gran velocidad. Alargó el brazo con el pulso tembloroso hacia un aparato lleno de botones con una pantalla en el centro, tocó el botón del teclado y enseguida un pitidosalió de los altavoces del coche.

– ¡Mikael!

– ¿Qué pasa? – Contestó el aludido a través de la otra línea llenando el coche con su voz histérica. – ¿Por qué hemos cambiado de dirección?

–Porque el coche que seguimos no es de los nuestros. Para el coche y sube conmigo ¡Ahora mismo! –Ordenó muy nervioso Chilo, la vena de su cuello parecía a punto de explotar.

– ¿Qué sucede Chilo? –Le pregunté angustiada.

– ¿Pero dónde coño quieres que aparque el coche?–Se podía escuchar a Mikael bastante nervioso. –No me dejan acercarme a la cera, mierda.

Podía ver como Mikael daba volantazos intentando llegar hasta una orilla para poder dejar el coche aparcado, pero la afluencia de coches a su alrededor no le dejaban avanzar.

– ¡Mikael baja del coche de una puta vez! –Ordenó Chilo a gritos.

Mis ojos observaban como locos todos los lados intentando entender que era lo que pasaba, no notaba nada extraño pero el nervio de ellos se me había contagiado poniéndome los pelos de punta, tenía que ser algo gordo. Mikael por fin optó por dejar el coche en media de la carretera y salir de el para venir corriendo hacia nosotros, abrió la puerta de mi lado mirándome, yo giré mi vista y miré a Chilo con los ojos muy abiertos.

El precioso deportivo era solo de dos plazas ¿Dónde se suponía que se iba a montar Mikael?

–Alaya ven aquí, colócate encima de mí. –Dijo el Koreano como leyéndome el pensamiento.

– ¡¿Qué?!

Mis corneas se abrieron totalmente, incluso creo que mis cejas tocaron el cielo, pero no tuve tiempo de negarme o proponer otra solución, antes de que pudiera reaccionar el brazo del Koreano agarró mi cintura y me colocó en su regazo, hice todo lo posible por incorporarme mejor pero ese brazo se acopló como una cadena enrollándose más fuerte en mi cintura y apegándome más a su cuerpo duro como una roca.

Con su mano libre giró el volante para hacer una violenta maniobra y poder esquivar el coche que Mikael había abandonado con la puerta abierta en medio de la carretera, menudo desperdicio, pensé mientras aguantaba el grito que se cocinaba en mi garganta por ver cómo casi nos comemos dos coches, gracias a que Chilo los esquivó, los muy petardos por lo visto no se habían dado cuenta que el semáforo estaba en rojo pasión. Pero lo mejor estaba por llegar cuando se introdujo en un carril en dirección contrariaatestado de coches que venían cara nosotros tocando el claxon con ansiedad o dedicándonos un diccionario entero de insultos, cosa que a Chilo le dio exactamente igual recibir, simplemente les dedicó el dedo corazón bien tieso varias veces a cada uno de ellos.

El Koreano cada vez aceleraba más esquivando los coches a gran velocidad mientras sobaba mi cuerpo por todas partes por sentarme a su antojo encima de él.

–Chilo creo que será lo más adecuado que Alaya se siente conmigo, talvez podrías dedicarte mejor a la conducción.

– ¿Y perderme la sensación de tenerla encima de mi meneándose como una loca contra mi cuerpo? No gracias.

Giré todo lo que pude mi rostro para verlo mientras me removía inquieta, pero su brazo subiendo para arriba por mi cintura y manteniéndose peligrosamente por debajo de mis pechos me paralizó hasta que volvió a mantener la atención en la circulación.

– ¿Es así como debo tratarte para que te estés quieta?

Ahora sí que sí, ahora había dado en la diana del interruptor de mi ira, comencé a moverme violentamente encima de él sin cortarme ni un pelo en darle de vez en cuando alguna que otra patada o algún manotazo fuerte, estaba fuera de mí.

–Alaya, estate quieta, no puedo controlar a la vez el coche y la bestia que hay entre mis pantalones.

–Inútil, eres un cerdo, suéltame si no quieres que esa bestia salga mal parada. –Cada vez me menaba más e incluso en varias ocasiones Chilo perdió el volante y tuvo que hacer alguna que otra maniobra brusca, Mikael nos miraba con los ojos como platos. –Que me sueltt....

Mi feroz grito se quedó cortado porque recibimos un bestial golpe por el lado del copiloto que provocó que me diera de cabeza contra el cristal agrietándolo y notando de inmediato el olor a sangre llenar mis fosas nasales, no tuve tiempo de recuperarme, otro viajecito en el mismo lado me estampó contra el volante, nublándoseme la mente y aumentando el dolor horrible de cabeza que me había dado en el primer golpe. Intenté incorporarme pero la cabeza me daba vueltas y para colmo Chilo me empujó tirando mi cuerpo encima del cuerpo de Mikael, el cual extrañamente había bajado el sillón (cosa que me sorprendió porque ese coche era pequeñajo por dentro) y estaba totalmente acostado conmigo encima cara él.Me sobresalté al notar sus brazos rodearme la cintura con fuerza como si fuera un cinturón de seguridad.

– ¿Estas bien?– Preguntó angustiado mirando mi frente.

Le dije que si con la cabeza que me dolía y continuaba dándome vueltas e intente sonreírporque su cara comenzaba apreocuparme.Me pareció que era por ver la brecha que seguramente tendría en la frente.

–Estoy bien no te preocupes.

–Pero estas sangrando.

Evité esa voz junto con esa cara y me incorporé apoyando mi mano en su pecho para alzarme tan solo un poco para poder ver quienes nos atacaban, los cuales se acercaban a nosotros a gran velocidad para darnos de nuevo, solo que de una manera diferente, estaban como derrapando yarrastrándonos con ellos, Chilo consiguió apartarlos pero de nuevo ellos chocaron fuerte contra nosotros, esta vez estaba preparada y me cogí fuerte al sillón. No me podía imaginar cómo estaría el coche por ese lado, pero la puerta que bloqueaba cada golpe estaba colgando de dos hierros, la observé hasta que los hierros cedieron y la puerta se calló al suelo, la pisamos con las ruedas yseguí la dirección que tomaba ese hierro a gran velocidad levantando la cabeza para ver como otro coche negro que circulaba a gran velocidad por detrás de nosotros la esquivaba con unos impresionantes reflejos.

Fijé la vista en ese coche negro mientras una alarma se enchufaba en mi cerebro, observé a sus ocupantes, tenían armas en sus manos apuntándonos directamente a nosotros.

–Mierda.

– ¿Qué? –Dijo Mikael intentando ver másallá de la tapicería que adornaba el motor trasero.

Ya no pude contestar, mi oído estaba concentrado en el chasquido de las tres armas que agarraban los Narcisos y en las balas que cortaron el aire retumbando en mis oídos, las bloqueé antes de que alcanzaran la luna trasera pero escuché más disparos haciendo añicos los cristales de los laterales del deportivo en un estruendoque destrozó mis tímpanos y me desconcentró de mipoder perdiendo totalmente el control de mi concentración.

–Cogeros fuerte. –Decía Chilo medio incurvado intentando esquivar las balas.

Nos disparaban por todos lados, entre el dolor de tímpanos y el de cabeza mis nervios me bloqueaban cualquier movimiento, no podía concentrarme, no podía utilizar mi poder porque ni si quiera sabía por dónde comenzar, los sonidos que venían de todos los lados me mareaban. Noté el brazo de Mikael pasarme por encima para poder alcanzar un arma que Chilo le pasaba, luego se puso a disparar al coche que teníamos a nuestra derecha, ya que no teníamos puerta y éramos un blanco más que perfecto. Tenía que ayudarlo, yo también necesitaba protección.

– ¡Dame una a mí! –Le grité a Chilo por encima de tanto disparo mientras me levantaba un poco del pecho de Mikael.

–Quieres agacharte. –Me ordenó agachándome el mismo con fuerza.

Disparaba a la vez que esquivaba los coches que había en el tráfico mientras su aura de poder resurgía de su interior, Chilo era todo un guerrero con un cabreo de miedo.

Íbamos dando tumbos por el coche, bueno al menos yo, Chilo y Mikael tenían el cinturón puesto, yo solotenía la protección de los brazos de Mikael por mi cintura, encima me clavaba el freno de mano en un muslo cada vez que Chilo hacia un cambio brusco en el trayecto y para colmo no podía ver bien por dónde íbamos, solo alcanzaba a ver los edificios altos y el coche de nuestro lado ya que lo teníamos de nuevo peligrosamente cerca.

– ¿Dónde coño esta Epicydes? Deberían de haberse dado cuenta de que no los seguimos. –Se quejó Chilo.

–Ni siquiera se habrán dado cuenta ¿Cuánto tiempo has tardado tú en darte cuenta que el coche que seguíamos no era el mismo? –Preguntaba Mikael nervioso y a toda velocidad.

–Cuando hemos cambiado de dirección dos veces, pero coño, ellos deberían de haberse dado cuenta antes joder.

–Pues por lo visto no y para colmo una de las balas se ha cargado el transmisor y no hay forma de comunicarnos con ellos.

–Joder, estamos solos. –Se quejó Chilo mientras golpeaba el volante. –Tenemos que despistarlos.

–Pero... ¿Qué mierda están haciendo? –Gritó Mikael observando con los ojos muy abiertos algo a su derecha.

Me giré siguiendo la dirección de su mirada, había una furgoneta negra justo a nuestro lado, muy pegados, las puertas traseras se abrieron dejando ver a dos tipos vestidos totalmente de negro, tenían hasta sus cabezas camufladas en una tela negra, uno de ellos comenzó a disparar pasándome todas las balas por encima del cuerpo, mecubrí como pude, Mikael me giró tapándome de la amenaza y me cubrió con su propio cuerpo mientras disparaba a ciegas a su espalda, asomé mi cabeza para verlos y pude ver al otro que no disparaba con una cadena de hierro en su mano, la cual comenzó a balancear de un lado al otro como en un vaivén hipnotizador hasta frenarla y lanzarla contra nosotros, grité al ver ese hierro en nuestra dirección, el golpe se centró en Mikael, el cual perdió su arma que salió volando fuera del coche. La cadena volvió a su dueño como una serpiente zigzagueando hasta enrollarse en su mano y la volvió a balancear, solo que esta vez en círculos. Su compañero continuaba disparando pero por lo visto o tenía muy mala puntería o solo tenía intención de darle a Chilo, porque nosotros estábamos en su punto de mira y sin embargo, todas las balas nos pasaban por encima, sin rozarnos si quiera, comencé a preocuparme, esto no era muy normal. Me girécara Chilo para ver cómo le iba, hacia todo lo posible por disparar pero no daba ni una, al menos, alos que tenía a su izquierda había conseguido dar a dos, solo que le continuaba faltando uno, el conductor.

De pronto noté un golpe en mi costado y un latigazo que me empujó al exterior del coche, teniendo la mitad de mi cuerpo, realmente hablando, fuera del coche con Mikael debajo de mí compartiendo la misma experiencia. Alcé el rostro para ver qué era lo que había sucedido, Mikael tenía la cadena enrollada fuertemente alrededor de su muñeca, la cadena lo empujaba al exterior del coche y a mí encima de él ya que continuaba con su brazo alrededor de mi cintura arrastrándome con él.

– ¡Chilo!–Grité. –Chilo, ayúdanos.

Fijé la vista en lo poco que podía verdel dueño de la cadena la cual continuaba estirando con fuerza arrastrándonos hacia fuera y para colmo la furgoneta estaba más cerca de nosotros. Chilo porfin alargó el brazo pero para cogerme a mí, le di un manotazo para que cogiera a Mikael ya que era a él a quien intentaban llevarse y encima el Koreano había aprovechado la oportunidad para engancharme directamente del trasero acoplando su mano en una de mis nalgas.

–Joder no te hagas la remilgada. –Me criticó Chilo a gritos. –No ves que estoy intentando ayudar.

–Pues coge a Mikael, es al que han enganchado, no a mí. –Le repliqué aguantando a Mikael como podía, pero no daba resultado, tenía que hacer algo mejor.

Comencé a trepar por el cuerpo de Mikael hasta aproximarme a su mano y hurgué en la cadena intentando desenrollarla pero estaba muy bien amarrada, la única manera de quitarle eso de encima era cortándola. Un disparo que pasó rozando mi cabeza justo cerca de mi oído, me desconcentró y aturdida alcé la vista para ver como el intruso de la furgoneta comenzaba a disparar, seguí una de esas balas que dio en todo el pecho a Chilo hiriéndolo, este gruño de dolor y comenzó a dispararles como un loco sin darles ni rozarles siquiera. Su puntería estaba perdiendo todo el glamour.

–Chilo, basta, vas a conseguir que alguna de ellas me dé a mí. –Le pedí alterada mientras me agachaba para esquivar esas balas.

El coche de la izquierda, con solo un ocupante, aprovechó el despiste de Chilo y nos embistió fuertemente justo al lado del piloto, perdí el equilibrio y caí fuera del coche sujetándome tan solo de la cadena que unía los dos coches. Mi cuerpo volaba por los aires y mi corazón estaba a punto de darme un vuelco en el pecho de ver la carretera pasar por debajo de mis pies a gran velocidad, intente balancearme para apoyar un pie en el coche, pero no dio resultado y másaún cuando el tipo que sostenía la cadena comenzó a menearla y estirar su brazo haciamí con la intención de cogerme, lo intenté de nuevo, cogiendo todo el impulso que pude y conseguí subir un pie, solo me faltaba el otro pero entonces,Chilo hizo una forzosa maniobra para esquivar el segundo golpe del coche de su lado y toda mi fuerza se vino abajo,el pie volvió a bolar resbalándose de su agarre y mi mano fue agarrada por el tipo que disparaba, por lo visto el de la cadena se había dado cuenta que no podía hacer dos cosas a la vez.

Utilicé toda mi fuerza para poder quitar esa mano de mí, pero el muy cabrón no estaba dispuesto a dejarme marchar y cada vez estiraba más de mí.

–Alaya aguanta. –Gritaba Mikael.

Mikael estaba sujeto al sillón con las piernas enrolladas a el de en una forma extraña pero que le funcionaba, e intentaba cogerme con su única mano libre pero no podía, no alcanzaba,tenía que quitarse la cadena de la muñeca a la cual yo estaba sujetándome a duras penas para no caerme y a la vez era la única sujeción que tenía para hacer fuerza y que no se me llevaran, y sobre todo que no me cayera a la carretera.

Tiré varias veces de la sujeción fuerte a la que me tenía sometida el tipo de negro mientras Chilo continuaba disparando hasta que una de esas balas dio en su brazo y este me soltó gritando de dolor mientras se echaba haciaatrás, coloqué mi mano libre en la cadena y me arrastré por ella hacia el coche para intentar subir de nuevo a él sin quitarle la vista de encima al dueño de la cadena y al herido, cual alzó su pistola y comenzó a disparar a Chilo, aun teniéndome a mí a tiro. Las balas dedicadas a Chilo pasaron por encima de mi cabeza a gran velocidad y las seguí como si tuviera que ver su dirección, como una maldita señal y ahí estaba, las dos balas clavándose en el pecho de Chilo.

Chilo bramó de dolor y de ira a la vez cuando sintió el dolor de esas balas perforando su piel, hasta Mikael que estaba intentando quitarse la cadena se asustó y lo miró, no pude verle la cara a Chilo bien desde mi posición pocopriviliejada pero la energía que sentí de golpe me dio a entender que había perdido la paciencia, pude verlo cargar su arma y apuntar directamente a los ocupantes de la furgoneta, dos segundos después comenzó a disparar, solo un disparo y había volatilizado al herido, el cuerpo cayó de la furgoneta justo encima de mí, pero tansolo pude sentir el humo grisáceo en el que se había convertido el cual me envolvió como una sábana áspera y se infiltró por mis ojos y mi aparato respiratorio, entonces vino el segundo disparo, ya no pude reaccionar, no pude saber que era lo que había sucedido porque de pronto me vi volando por los aires con un cosquilleo en el estómago hasta acabar estampándome contra el suelo y continuar rodando por el asfalto ardiendo a gran velocidad, raspándome los brazos y las piernas y cortándome el poco aire que me había dejado el terrible golpe.

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