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Capítulo 12

–Estas temblando, porque no te sientas, ha sido una noche muy intensa, menos mal que no pasó nada peor.

Me dijo Epicydes mientras me soltaba de su abrazo y me colocaba las manos en los hombros para sentarme el mismo en la orilla de la cama.

Acababa de ducharme, cuando mi tío vino a verme, una ducha de varias horas, necesitaba la sensación del calor del agua caer sobre mí para relajarme. Aunque ya habían pasado varias horas desde el beso de Romeo, seguía igual de trastornada de cómo él me había dejado en el ascensor.

"Maldito bastardo" pensé, el muy idiota me utilizaba a su antojo, me tocaba cuando él quería y sabía bien que lo deseaba, yo misma había iniciado el beso, tentándolo a que me correspondiera, aunque él también había puesto de su parte, me respondió, lo noté, no podían ser imaginaciones mías, pero sus últimas palabras las tenía grabadas en mi mente y su tono tampoco lo había pasado por alto, había cierto tono de asco e incluso me hizo sentirme sucia por haber sido tan atrevida.

Ahora él sabía bien lo que yo sentía, lo que me provocaba y como podía llegar a manejarme con tan solo una mirada, sabía que lo deseaba, pero tenía razón, esto no podía volver a pasar nunca, nunca permitiría que ese desgraciado me volviera a tocar, lucharía contra mi deseo y me lo arrancaría de la cabeza a golpes si hacía falta, aunque era difícil engañarme, yo misma sabía que no podía hacer nada, pero tenía que intentarlo.

–Tengo que irme, pensaba que ya estarías dormida solo quería comprobar que estabas bien. Ahora iré a ver a tu padre para que se quede tranquilo, estaba muy preocupado. –Dijo Epicydes.

Por un momento me había olvidado de su presencia, lo miré, estaba delante de mí, de cuclillas a mi altura y con una radiante sonrisa cariñosa. La verdad es que estaba agotada, me dolía el cuerpo, demasiada adrenalina en una sola noche, pero tenía que hablar con él y cuando se levantó para marcharse le cogí del brazo para retenerlo.

– ¿Quién es Eutropia?

Quería hacerle muchas preguntas, pero solo me salió esa, la más rápida para poder llamar su atención y lo acerté porque su rostro cambió radicalmente de la sorpresa a la ira.

–No deberías escuchar conversaciones ajenas, pensé que te había educado mejor. –Lo dijo duramente, reprochándomelo y eso me dolió.

– ¿Qui_én_es_EUTROPIA?– Le repetí la pregunta más lentamente remarcando cada palabra perfectamente.

Epicydes continuaba mirándome con la misma mirada y retiró mi mano de su brazo de un tirón poco fraternal.

–No es asunto tuyo. –Dijo dándome la espalda y marchándose, me irritó su comportamiento, todavía no había terminado.

–Sí lo es cuando ponéis mi vida en riesgo engañándome por vuestro propio beneficio. –Solté a su espalada, la cual se tensó visiblemente.

Epicydes se giró bruscamente hacia mí, su cara estaba transformada en pura ira, los ojos se le habían oscurecido de tal manera que no podía reconocer su color, nunca lo había visto así contra mí, tal vez nunca lo había provocada de esa manera, me asustó pero no retrocedí ni un solo paso, seguí mirándolo con la barbilla bien alta.

–No me desafíes Alaya, no te lo voy a permitir. –Dijo aguantando la respiración. –No te metas en esto. Es una advertencia.

Se dio media vuelta y se marchó dando un portazo que retumbó por toda la habitación hasta llegar a mí y hacerme temblar, inconscientemente me abracé con mis brazos.

Vaya, ahora sí, el día me salió redondo.

Me tiré en la cama suspirando y me arropé con las sabanas pero todo era dar vueltas sobre ella, no conseguía dormir, tenía que averiguar quién era Eutropia y que querían de ella, mi tío no quería contarme nada y mi padre menos aún, no sabía a quién preguntar.

¿O sí?

De pronto se me ocurrió alguien, encendí la luz y cogí el bolso que había llevado durante toda la noche, rebusqué en el hasta que di con lo que quería, la tarjeta que Yulian me había entregado, tal vez él si me lo podía contar, si sabía algo, claro.

Había un teléfono y una dirección anotada en ella, pero ¿Cómo llegar hasta él? "Maldita sea" me dije a mí misma, fijé la vista en la noche a través de la ventana de mi cuarto, no había otra opción, me tendría que escapar, no sé cómo pero lo tenía que intentar, ya me escapaba antes del castillo de mi tío todas las noches y habían más soldados vigilando la zona, ahora no había tantos no sería tan difícil. Memoricé el teléfono y la dirección como si fuera un mapa de untesoro muy importante y rompí la tarjeta.

"Esto me saldría bien seguro" me dije para poder animarme.

Me acosté muy positiva, sabiendo que todo me saldría bien, pero el nerviosísimo no me dejaba dormir, continuaba pegando vueltas en la cama, había sacado las sabanas por todos lados, estaba casi encima del colchón, acostada. Pero entonces como un rayo de luz me vino la cara de Arín a la memoria, tan perfecta como si la tuviera delante en ese mismo momento, con sus ojos grises mirando los míos, incitándome a ellos y de golpe una respuesta que ni siquiera me acordaba de que me la hubiera dado vino a mi mente como un grito, me incorporé de un salto.

¿Cómo podía haber olvidado algo así? , recordé sus palabras de nuevo"Vengo a reclamarte como mi esposa y mi emperatriz" Me tembló el cuerpo al recordar su voz tan segura cuando las susurró dulcemente contra mis labios.

Cogí el móvil y le envié un mensaje a Mikael:

<< ¿Estas dormido?, necesito hablar contigo urgente de algo muy importante. >>

Enseguida me sonó el móvil, Mikael optó por llamarme, en un principio yo quería llamarlo pero no quería despertarlo por si estaba dormido o simplemente estaba ocupado con algo.

–No puedes dormir,eh. –Dijo en un tono de voz muy extraño.

– ¿Te molesto?

–No, tu nunca molestas, solo me estaba poniendo un poco a tono.

– ¡Oh! Perdona, no sabía que estabas acompañado, da igual mañana hablamos. –Dije un poco avergonzado por haberlo interrumpido en a saber qué.

– ¡Al! No, tranquila, me refiero a que me estoy fumando unos cuantos porros.

– ¿Unos qué? –Pregunté extrañada. –Da igual, ¿Podemos hablar?

–Habla.

–No, por aquí no, no me fio.

–Pues ni de coña pienso ir a tu habitación a buscarte, tienes a Chilo de portero esta noche, así que, o hablas por teléfono y me dices que te preocupa o mañana nos vemos nena. –Escuché un gran suspiro por la otra línea y luego Mikael continuó. –Porque paso totalmente de que me peguen una buen tunda. Lo comprendes ¿Verdad Al?

–Está bien, no te preocupes, cobardíca. –Escuché una risita de fondo que me hizo soltar una sonrisa. –Mañana hablaremos, pero yo iré a buscarte, no vengas a por mí, porque no sé a qué hora me despertaré.

– ¿No te enfadas? –Me preguntó muy lentamente, parecía como si se enganchara con las palabras e incluso no lo entendía muy bien.

–No puedo enfadarme contigo, si Chilo te da miedo, yo no puedo hacer nada.

–Ja, ja, muy graciosa.

–Buenas noches Mikael y no me llames Al.

–Ok Al, buenas noches, que duermas bien. –Y me colgó.

Maldita sea, y ¿Ahora qué hago? , necesitaba respuestas, necesitaba saber que había pasado esta noche también y sé que si no me enteraba hoy no podría dormir. Muy bien, pues si la montaña no viene a mí, yo iré a ella, pensé mientras me levantaba de la cama.

Fui directa a la puerta de mi habitación y la abrí solo un poco para ver que había en el pasillo de fuera, enseguida la luz tenue que lo iluminaba se introdujo en la habitación, saqué un poco la cabeza y miré hacia la derecha, estaba despejado, luego gire hacia la izquierda y ahí estaba mi portero, entretenido con una humana rubia de piernas largas y cuerpo espectacular, la cual tenía Chilo empotrada a la pared y susurrándole cosas a la oreja, mientras jugaba con la orilla de su vestido enrollándolo en sus dedos subiéndola cada vez más, la rubia por lo visto o no lo notaba o le gustaba que lo hiciera. Chilo utilizaba todos sus encantos de seducción para impresionarla y le funcionaban, porque la rubia se reía mientras se arrimaba más a él.

 Tal vez debería aprovechar su despiste de entretenimiento y salir, seguro que no se enterraría de mi pequeña desaparición, pero opté por no arriesgarme, cerré la puerta y salí al balcón, aunque ahora que estaba subida a la barandilla mirando para abajo me estaba arrepintiendo de esta decisión, doce pisos de altura no me matarían pero el golpe sería horrible para mí y si nadie se daba cuenta de mi accidente para poder curar mis heridas de inmediato, moriría a las horas en la cera de la entrada del hotel de lujo, ya me veía en las portadas de los periódicos al día siguiente.

"Chica de veintitrés años no muy humana se suicida por el balcón de su habitación en el flamante hotel y más lujosos de la ciudad donde se hospedaba. No se saben todavía las causas y la autopsia refleja muchas peculiaridades extrañas en su organismo que los propios médicos no han podido descifrar"

No era un plan muy correcto.

También podría llover y que el agua me curara, pero lo dudaba, hacia una noche bochornosa, todo el día nos había seguido un calor muy pegajoso, era arriesgar demasiado y mis oportunidades escaseaban a cero. 

Sacudí la cabeza y me animé a no ser tan cobarde podía lograrlo, además, no era tanta la separación que había de un balcón al otro.Me armé de valor y salte con todo mi impulso. Me cogí a duras penas de la barandilla de enfrente con las manos y me di un doloroso golpe en las rodillas con el bordillo del balcón al balancearme, una vez recuperada y tras tragarme el grito, me impulsé de nuevo y salté la barandilla por encima cayendo dentro de la terraza, me senté y solté un suspiro mirando al cielo, entonces me di cuenta de un pequeño detalle bastante gracioso. 

Podía haber pasado por una repisa que había en lo alto de cada ventanal, puse cara de póquer por no reírme de mí misma y anoté mentalmente que a la próxima me fijaría un poco más en las cosas que me rodeaban antes de volver hacer otra tontería de estas, al menos,sabía por dónde pasaría luego.

Mikael no había cerrado las puertas del balcón, menos mal, algo que me salía bien hoy, solo me faltaba haber hecho el salto mortal para nada.

Me adentré en la oscuridad del salón, que era un poco más pequeño que el mío y seguí adelante esquivando los muebles, sabía dónde estaba la habitación por una pequeña luz al fondo que me guiaba a ella. Nada más entrar vi a Mikael tirado en la cama con tan solo unos calzoncillos puestos, las piernas abiertas, un brazo debajo de la cabeza y su mirada fija en la televisión. Miré ese torso, tenía un cuerpo espectacular, bronceado, atlético y muy marcado.

Estaba tan ensimismado en las imágenes de la televisión que ni siquiera se había dado cuenta de que yo estaba allí, él continuaba con la vista fija hacia delante y fumando algo de donde salía un olor atrayente que me gustó. Me coloqué delante de él con los brazos en jarras y una sonrisa radiante.

–Es así como te pones a tono. –Dije muy suavemente pero con ironía.

Cuando Mikael se percató de que era yo, después de hacerme una revisión de arriba abajo, puso los ojos como platos y comenzó a toser ahogándose.

– ¿Cómo coño has entrado? ¿Te ha visto alguien? Mierda Alaya, vas a meterme en un lio que te cagas.

Decía mientras se levantaba de la cama muy alterado y empezaba a mirar a todos los lados de la habitación, salió fuera de la habitación diciendo una metralla de insultos y amenazas de todo lo que le harían si me encontraban ahí. Yo me senté en la cama para esperarlo a que regresara de nuevo a la habitación antes de comprobar que nadie me había visto.

–Tranquilo nadie me ha visto, y Chilo está muy ocupado ahora mismo. –Le dije nada más le vi entrar por la puerta de nuevo con la cara un poco más tranquila. –Y sobre cómo he entrado, he votado por el balcón, así que estate tranquilo, es imposible que alguien me haya podido ver.

Mikael se giró cara mí con los ojos en blanco, me hizo gracia esa expresión suya, desconocida para mí y le sonreí.

–Estas como una cabra, sabes, pero loca de remate. –Cogió su porro y se volvió a sentar donde estaba con la espalda apoyada en el respaldo de la cama. –Bueno, supongo que no has venido para hacer realidad todas mis fantasías eróticas contigo, ¿Verdad? –Preguntó dándole una calada al cigarro.

–No, como ya te he dicho antes por teléfono, quiero hablar contigo. –Le dije girándome cara él y poniéndome cómoda, tal y como él estaba.

– ¿Y no podías esperar a mañana? –Le dije que no con la cabeza y una sonrisilla picarona de acompañamiento. –Muy bien, pues dime que te carcome por dentro de esa cabezota.

–Hay dos cosas que quiero saber, empezaré por la primera y la más sencilla. –Esperé a que él accediera con la cabeza y continúe. – ¿Qué ha pasado esta noche?

– ¿De verdad no te acuerdas? –Me dijo él con las cejas arqueadas, yo le dije que no con la cabeza.

–Desde la jaula lo tengo todo un poco borroso, no tengo ni idea de que pasó luego muy bien.

–Vaya, pues sí que te afecto el beso del rubito ese. –Parecía que lo dijera con un poco de rabia contenida, yo ni le contesté. –Bueno seré breve, nos atacaron Narcisos, pero no sé quién los envió, la verdad, todo fue muy extraño.

– ¿No eran de Santos?–Lo corté y nada más pronuncié ese nombre me entró un escalofrió al recordar las imágenes de torturas que me vinieron a la mente cuando él me amenazó.

–No, no eran del Narciso a quien engañaste.

– ¿Cómo estás tan seguro? –Lo corté de nuevo.

– Porque fueron al primero al que mataron y si dejas de hacer eso acabare de una vez con la historia. –Pronunció un poco molesto.

– ¿El qué? –Pregunté incrédula.

–Cortarme cada dos palabras, porque si sigues por ese camino te aseguro que seguiremos con esto toda la noche.

–Perdón. –Le hice un gesto como cerrando una cremallera invisible en mi boca y lo animé que continuara.

–Estaba vapuleando a un Narciso cuando te vi en el suelo de la jaula encerrada con ese vampiro encima de ti desangrándote, intenté abrir la puerta pero no pude ni menearla, el hierro era cristal Prisnat, duro...

– ¿Qué es el cristal Prisnat? –Lo corté y recibí un bufido a cambio, pero era algo de lo que nunca había oído hablar.

–Es un material que corta el poder del lado Celestial, bloqueándolo y que no se puede romper con cualquier cosa, solo se rompe con un hierro especial que fabrican los Dragones. –Se cayó para ver si había entendido la breve explicación.

Ahora entendía porque mi poder no fluía de mí interior, no funcionaba porque ese cristal lo paralizaba, lo encerraba dejándome indefensa en la batalla.

– ¿Ese cristal puede matar a los Victorianos y a los Baurones?

–Sí, puede llegar a matarlos pero solo si se lo clavas directamente en el corazón, sin embargo si solo los hieres su herida se cicatrizará más lentamente pero al fin se curará. Por otro lado, si tan solo hieres a un Alfa en cualquier lado con ese cristal lo matas, es como un veneno para ellos.

– ¿Y a los Dragones? ¿Los mata? –Pregunté recapacitando esa información.

–No, a ellos no les afecta, ellos ya tienen el diamante negro, es un veneno doloroso que los mata poco a poco, pero si lo extraen a tiempo de su cuerpo y no es mucha la cantidad de diamante que tienen en su cuerpo, claro, y sus heridas se curan con rapidez pueden sobrevivir a esa circonita sin problemas, pero si el diamante negro que tienen en su interior es muy abundante, una muerte segura los espera. Conozco a gente que les han disparado con dos balas de diamante y han sobrevivido, pero no conozco a nadie que lo acribillaran con ellas y haya sobrevivido, es imposible.

Después de su explicación hubo silencio para que yo asimilara toda la información.

¿A mí me mataría una herida o necesitaba una estocada en el corazón de Prisnat para matarme?

O también

¿Cuánta cantidad de diamante negro necesitaba para que me mataran?

Aunque tenía el poder de los Dragones y los Victorianos, a mí me podían matar de mil maneras, no envejecía pero tampoco era tan inmortal como parecía y luego estaba mi lado humano, totalmente indefenso a cualquier arma afilada o bala directa a mi cuerpo. Francamente es que no tenía muchas salidas para sobrevivir. Pero una cosa estaba clara, al menos sabía cuál era el veneno de cada una de las razas de mis genes, los Victorianos el cristal Prisnat, los Dragones el diamante negro y los humanos lo tenía peor, todo era un veneno para ellos.

–Bueno. –Dijo Mikael haciéndome volver a la realidad y devolviéndome la concentración a lo que me estaba contando, ya que todavía no había terminado. –Me volví loco aporreando la puerta, estaba desesperado por sacarte de allí, se me hizo eterno todo el tiempo que pasó, pensé que te perdíamos, así que, fui a por Romeo, su espada corta el Prisnat, pero cuando llegamos a la jaula para rescatarte, el vampiro no estaba y tú estabas comiéndole la boca a ese Victoriano sin pausa. –Dijo recriminándomelo.

–Arín–Le dije y él me arqueó las cejas sin comprender. –Ese Victoriano se llama Arín.

–Bueno pues "Arín" –Dijo vocalizando sus palabras. –Te estaba besando y Romeo lo vio, no sé qué se le paso por la cabeza pero arrancó la puerta de un golpe rápido y entró como alma lleva el diablo arrancando Arín de ti.

– ¿Y qué paso? –Pregunté para animarlo a que continuara ya que se había quedado callado justo en el mejor momento. Mikael le dio una calada a su porro y continúo.

–Chilo abrió un agujero enorme con sus cuchillas a tu espalda, te enrolló con la cadena y te sacó de allí justo en el momento que esos dos comenzaban a pelear entre ellos y menuda pelea, es increíble lo fuerte que es Romeo, pero ese Arín es total también, increíble.

No hacía falta que me adulara a Romeo, yo también lo había visto luchar y al menos en eso estaba de acuerdo con él, era increíble, todo un espectáculo, pero quería saber cómo había acabado la cosa, a Romeo lo había visto pero Arín no.

– ¿Cómo acabo la pelea?

–No lo sé porque Yulian te cogió y salimos todos detrás de él como locos, aunque solo te estaba protegiendo, nada más estuviste fuera del peligro te nos entregó. Pero me parece que a Romeo se le escapó Arín porque nada más montó en el coche le dijo a Chilo algo así como "cuando coja al Victoriano lo mataré" , no pude escuchar más porque salimos por patas de ese lugar.

Así que Arín continuaba con vida y por lo visto Romeo había encontrado a la horma de su zapato, un contrincante igual de fuerte que él, el mismo ejemplar a la hora de la lucha y el mismo hombre a la hora de atraer mi cuerpo a ellos.

Miré a Mikael que continuaba fumando, haciendo aros con el humo que salía de su boca. Ahora tenía otro problema, no tenía ni idea de cómo habían cambiado las alianzas de matrimonio en esta época, pero recordaba lo que Arín me había dicho y mi siguiente pregunta no sabía cómo formulársela a Mikael, con lo cual, opté por la sencillez.

– ¿Cómo funcionan las alianzas matrimoniales en este siglo?

Mikael se giró abruptamente cara mí con una cara muy graciosa, no sé qué habría entendido de mi pregunta y ya que no contestaba y seguía con la cara de pasmado volví a formulársela de otra manera, más simple.

–Me refiero, si todavía existen los contratos matrimoniales que efectúa la familia para una unión de poderes y desde niña te entregan a un hombre al cual al cumplir la edad adecuada te unes a él para toda la vida sin excepciones. ¿O esa clase de contratos ya no existen?

Parecía que sí había entendido la pregunta ahora, pero no salía de su estupor y me puso nerviosa. Una de dos, o esa cosa que estaba fumando lo estaba atontando, o es que era atontado de nacimiento, porque no había manera de que reaccionara.

– ¡Mikael! –Le grité mientras le daba un golpe en el brazo.

–Tranquila. –Me dijo esquivando mi segundo golpe con la mano, el cual esta vez iba directo a su cabeza. –Es solo que no entiendo a qué viene esta pregunta, me ha sorprendido un poco, ¿Es que piensas casarte con alguien?

No sabía si contárselo o no, era bastante importante y él estaba de mi lado, de eso estaba segura, podía confiar en él, ¿Por qué no decírselo? No tenía nada que perder, era mi amigo.

–Si te cuento un secreto ¿Me prometes no decírselo a nadie? –Esperé a que me dijera que sí y continúe. –Bien, pero antes dime cómo funcionan las alianzas.

– ¿Así que piensas dejarme con esta incertidumbre?

–Hasta que contestes a mi pregunta, sí. –Le contesté con paciencia.

–Vale, haber por donde empiezo. –Se tocó la barbilla como meditándolo y entonces me miró a los ojos. –Los humanos se pueden casar con quien quieran y cuando quieran, nosotros también exceptuando las princesas y príncipes, como tú Al. –Dijo señalándome con las cejas. –Los padres son los que eligen a la persona a la que deben unirse, formando una unión de sangre, de poderes y de reinos, pero suelen ser entre sus razas, nunca mezclan las razas. –Cesó y me miró bien, algo en mi expresión lo asustó. – ¿Al, Estas bien?

No, no estaba nada bien, si Arín decía la verdad en que me reclamaba como esposa y su emperatriz, significaba que él era un futuro emperador (un Bauron) y que alguien había firmado ese contrato matrimonial sin contar con mi padre, ya que ellos jamás mezclan las razas y aunque yo sea parte de las dos, no creo que Efrain me entregue a un Victoriano. Y segundo, si ese contrato realmente existía lo había firmado alguien de la familia de mi madre con lo que significaba que mi familia paterna sabía que existía y estaba viva, pero no tenía ni idea de quienes eran, nunca los había conocido a ninguno de ellos.

Mierda, ahora tendría que contárselo a Efrain. Pero todavía no, una cosa detrás de otra, él primero me contaría todo acerca de Eutropia y yo le soltaría la bomba esta, al fin y al cabo él lo tendría que solucionar, alguien había tomado esa decisión sin contar con él, estaba segura que no le iba a gustar nada.

–¡! Alaya!! –Gritó Mikael zarandeándome.

– ¡¿Qué?!

–Estabas en otro planeta. –Farfulló soltándome y apoyándose de nuevo cómodamente en el respaldo de la cama. –Ahora cuéntame el secreto.

–Prométeme que no dirás nada a nadie. –Le supliqué con la mirada.

–Joder, que sí, te lo prometo.

Inhalé aire, me mordí el labio y se lo dije sin más.

–Te he hecho esta pregunta, porque antes de que Arín me besara, me dijo algo de lo que no me había acordado hasta ahora. –Callé para retroceder ya que Mikael se estaba acercando demasiado a mí.

– ¿El qué? –Preguntó ansioso.

–Que venía a reclamarme como su esposa y su emperatriz.

Ya había pasado media hora desde que le había contado la noticia, no me esperaba que me felicitara, pero tampoco esperaba esa reacción, a Mikael parecía que le picaran los pies, porque se había pasado la media hora arrastrando los pies de un lado a otro de la habitación muy nervioso mientras me decía que se lo tenía que contar a mi padre de inmediato, yo le había dicho una y otra vez que no, que todavía no, antes tenía que sacarle algo, pero él no lo entendía.

– ¿Y por qué coño me lo cuentas? ¿Pretendes que engañe a mi rey? –Dijo irritado mirando a todas partes menos a mí.

–No pretendo eso. –Le dije levantándome y colocándome a su lado. –Solo te pido que no digas nada, yo se lo diré llegado el momento. –Terminé la frase con un bostezo.

Mikael se giró cara mí y colocó sus manos en mis hombros mirándome a los ojos, clavando en ellos algo de preocupación.

– ¿Y si ese Arín viene otra vez a por ti para reclamarte?

–No me cogerá. –Le dije decidida, pero no estaba tan segura, la primera y única vez que lo había visto sin conocerlo de nada mi cuerpo me había arrastrado a él sin pararse a pensar si era un enemigo o no, pero eso no podía contárselo a Mikael, ni a nadie.

– ¿Pero y si lo hace? –No tenía contestación a esa pregunta, porque realmente no sabría qué hacer, pero intentaría no dejarme coger tan fácilmente.

–Por favor Mikael, confía en mí, te prometo que se lo diré a mi padre. –Le toqué la mejilla y noté un temblor por su cuerpo que me hizo apartarla de inmediato. –Aparte. –Continúe mientras me apartaba de él y le daba la espalda para cruzar los dedos y no arrepentirme de la mentira que le iba a decir. –No me alejaré de vosotros en ningún momento, así de esa manera, si Arín vuelve aparecer, vosotros estaréis para protegerme.

Esperé a que Mikael aceptara mi propuesta y no me dieran remordimientos por haberle mentido ya que mañana antes de que se despertara yo ya me habría escapado para ver en secreto a un Dragón poderoso en un club privado.

–Está bien, no diré nada, pero te doy dos días de tiempo para que se lo cuentes todo a tu padre, ni un día más, ¿De acuerdo, Al?

–Trato hecho.

Me giré cara él y le di un beso en la mejilla, pero justo en ese momento Mikael se giró y nuestros labios chocaron, notando la presión de los suyos contra los míos, me retiré enseguida hacia atrás, no sentí nada, ni cosquilleo, ni frío, ni calor, solo las ganas de abofetearlo fuerte y estuve a punto, pero Mikael cogió mi muñeca a tiempo.

–Deseaba hacerlo desde que te conocí. –Dijo con una sonrisa de victoria.

–Pues no vuelvas hacerlo. –Lo amenacé.

–No puedes prohibirme algo que no puedes evitar.

– ¿Quieres que te demuestre como lo evito?

Su respuesta fue una carcajada.

–Ríe ahora que puedes.

Le di la espalda y salí irritada de la habitación para dirigirme al balcón, pero justo cuando iba a saltar un brazo alrededor de mi cintura me paró, estaba a punto de maldecir a Mikael pero me vi botando al otro balcón, el de mi habitación con el sujetándome fuertemente la cintura sin problemas, no sentí el susto del bote anterior y Mikael lo hizo sin esfuerzo, como si trasportara a una barby en vez de un cuerpo de cincuenta y tres kilos.

Me depositó en el suelo con mucho cuidado y desenredó sus brazos de mí alrededor, me giré para mirarlo y su sonrisa me demostró que se lo estaba pasando muy bien.

–Buenas noches Al, y no vuelvas a entrar por el balcón a mi habitación, te agradecería que no arriesgaras a si tú vida, tienes la puerta la próxima vez, aunque, te agradecería que no entraras por ella a escondidas arriesgando de esa manera y tan tontamente mi vida.

Botó de nuevo a su balcón, se giró y sonrió antes de desaparecer por las puertas.

–Cobarde. –Le dije al aire ya que él ya no estaba y me metí en mi habitación.

Nada más notar el colchón blandito de la cama me sumergí entre las sábanas como si fuera un mar tranquilo, estaba cansada, hablar con Mikael me había relajado solo en parte, porque ahora tenía más problemas que antes, pero ya vería cómo los solucionaría, por ahora tenía que dormir, mañana me esperaba un día muy duro, escaparme y que nadie me viera ni salir ni regresar.

Esquivarlos a todos era lo más peligroso.

Me dormí enseguida recordando el beso de Romeo, era inútil quitármelo de la cabeza, soñé con él durante toda la noche, sueños donde Romeo me besaba apasionadamente y acariciaba todo mi cuerpo explorando cada lugar sin dejarse ningún rincón por conquistar. Era imposible, lo tenía en cada pensamiento, aún me ardían las partes de mi cuerpo que él había tocado.

Sabía que estaba empezando a sentir algo más profundo que el solo deseo por él, algo más fuerte, pero ¿sabía que era? Amor no, nunca podría enamorarme de una persona como él, era un bastardo, creído, arrogante y amargado, siempre con la cara grabada de mala leche, menos con ella, Romeo guardaba sus mejores sonrisas para Drusila, todavía la recordaba, esa ternura que él le dio ayer a ella, esa sonrisa de adoración en esa mirada fija que no dedicaba a otra mujer en su mundo más que a ella.

Muy bien pues todo para ella, me dije a mí misma, a mí no me hacían falta, habían más hombres guapos y atractivos por el mundo, dispuestos a enamorarse y yo era libre de hacer lo que quisiera, con quien me diera la gana. Pero primero me lo tenía que quitar de la cabeza, fuera de mí y pensar en otros, como por ejemplo Arín, era sexy y guapo y mi cuerpo se sentía atraído al suyo como un imán y su beso me había vuelto loca, pero por desgracia no tanto como el beso de Romeo.

Por lo visto no era tan fácil de borrar, había despertado algo en mí que no podía volver a dormir, pero esto tenía que mantenerlo en secreto, nadie se tenía que enterar de mis sentimientos hacia él, nunca.

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