Capítulo 41
—Me quedo en el sofá, no hay problema —decidió Violeen—, yo duermo en cualquier parte. Aunque me has dicho que pasas el día en el salón, ¿no?
—Sí... Duermo poco. Puedes adaptarte el cuarto vacío de arriba, ¿no? Duplicar mi cama y lo que haga falta.
—¡Buen plan! —exclamó Violeen, deseosa de hacer algo para reducir la incomodad del momento.
Duplicó la cama y el armario, transfiguró las cortinas en otras más bonitas y el aparato de luz en uno más moderno y luminoso. Bellatrix la observó sin decir nada, disfrutando del mero hecho de ver la magia.
—Voy a comprar lo que falta, alguna manta y eso e igual alguna planta para que Aqua pueda jugar dentro de casa. Y comida también. ¿Puedo mirar la cocina a ver qué falta?
—Mira lo que quieras —respondió Bellatrix con desinterés.
Violeen comprobó que apenas tenía comida. Alcohol sí, con los licores muggles no parecía tener tantos remilgos. Con la lista de la compra hecha, la joven salió de casa.
El pueblo vecino le encantó, era un lugar precioso con casitas pintorescas, caminos de piedra, fuentes ornamentales y un parque bien cuidado. Los comercios eran pequeños, de toda la vida pero conservados para lucir bonitos. Era martes por la mañana y había poca gente por la calle, Violeen dedujo que no eran muchos vecinos. Pese a que ella adoraba vivir en la naturaleza, en ese pueblo no le importaría pasar unos meses.
Recorrió el lugar con calma y cuando encontró una tienda para el hogar. Compró dos juegos de sábanas, un par de mantas y una lamparita para leer en la cama. Después, en un mercado se aprovisionó de alimentos. Y por último, en una floristería compró un arbolito de interior en el que a Aqua le gustaría enroscarse. Tuvo que encantar algunas bolsas para reducir el peso de vuelta a casa.
Cuando entró, Bellatrix estaba en el sofá hojeando con un libro en actitud apática (probablemente impostada). No preguntó qué tal le había ido, pero mientras colocaba las cosas Violeen le contó que le había gustado el pueblo.
—Esta tarde iré hacia el otro lado, hacia las montañas y el bosque, a ver si encuentro a mis amigos —decidió la chica—. Pero antes voy a hacer la comida.
Bellatrix no dijo nada. No obstante, en cuanto empezó a oler al guiso de pollo con patatas que Violeen estaba preparando, apareció en la cocina. Echaba de menos la comida de verdad. Por eso Violeen preparó raciones para cuatro personas y pese a que ella comió poco, no sobró nada. «Albus la va a matar de hambre antes de llevarla a una cárcel» pensó Violeen. No obstante, era la cabezonería de la propia bruja la que le impedía intentar cocinar o comprar más comida, así que no podía culpar al director.
Comieron en silencio, cada una perdida en sus pensamientos. Al terminar, Violeen recogió todo con magia. Después se cambió de ropa para salir hacia el bosque y trató de calmar sus nervios.
—¿Vienes, Aqua? —preguntó al ver que la serpiente sacaba la cabecita del bolsillo de su chaqueta tras su letargo diurno.
—Sí, llévame.
Violeen se acercó a ella y le ofreció su mano en la que la serpiente se acomodó. A Bellatrix no la invitó, ya le había dejado claro que no le gustaba salir. Además la incomodaría juntarse con un grupo de magos y brujas que sí podían usar la magia. Quizá ni siquiera podía juntarse con nadie, pues corría el riesgo de que la reconocieran; aunque Violeen lo dudaba mucho: esa gente (su gente) vivía completamente al margen del mundo (como ella).
—Volveremos a la noche —se despidió de Bellatrix.
La bruja asintió con un gesto incómodo y las observó marcharse.
El reencuentro fue mejor de lo que Violeen había soñado. Caminó apenas cinco minutos y pronto distinguió a lo lejos el bellísimo paisaje de la pradera y el río entre montañas de la foto que Albus le mostró. Colocó a Aqua en un árbol, pues estaba también deseosa de familiarizarse con el lugar.
Se le aceleró el corazón conforme se acercaba. ¿Cómo debía presentarse? ¿La reconocerían? ¿La tratarían bien? Estaba segura de que sí, pero aun así se sentía tan vulnerable...
No hubo lugar a las dudas, pues en cuanto la vieron, una chica corrió hacia ella. Era Hope, que la abrazó llorando y le susurró que se acordaba de ella y de sus padres cada día de su vida. Violeen no acertó a responder, pero la acompañó en el llanto y la abrazó también con fuerza.
—¿Cómo estás, Hope? ¿Qué edad tienes?
En su día convivían en la tribu y se conocían, pero no tuvieron mucho trato, quizá por la diferencia de edad.
—El mes que viene cumplo quince. Tú ya tendrás... veintinueve, ¿verdad?
Violeen asintió sorprendida de que recordara su edad, igual se lo había contado Albus.
—Hice cálculos —sonrió la chica—. Yo te llevo siempre conmigo porque me salvasteis, pero antes de eso ya eras una celebridad.
—¿Qué? —replicó la chica divertida.
—En el campamento, en la tribu. La bruja joven que era una increíble pocionista pero también sanadora ¡y además hablabas hasta sirenio!
—No recuerdo mucho del sirenio —reconoció Violeen con una pequeña sonrisa, en su día se hizo muy amiga de una de esas criaturas—. Yo no sabía que nadie me considerara excepcional.
—¡Claro que sí! Hasta los adultos. Pero tú lo veías normal y siempre estabas con tus pociones o jugando con las criaturas mágicas de cada lugar.
—Vaya... muchas gracias —respondió Violeen—. ¿Cómo están los demás?
—¡Deseando conocerte desde que vino Dumbledore! —exclamó Hope pronunciando el nombre con veneración—. ¡No les hagas esperar más!
La cogió de la mano y corretearon juntas hasta la orilla del lago donde unos contemplaban el cielo embelesados, otros jugaban, los adultos meditaban... No obstante, todos cesaron en sus actividades cuando las vieron llegar. El recibimiento fue igual de caluroso que con Hope. A Violeen le emocionó reencontrarse no solo con los cinco chicos que formaron parte de su campamento, sino también con otros con los que en su día coincidió en diferentes lugares del mundo.
Pasó con ellos toda la tarde, conociendo el campamento y sobre todo escuchándolos. Le emocionaba saber qué había sido de las vidas de cada uno, qué lugares habían conocido y de quiénes se habían enamorado. Ellos también deseaban saber más de ella, pero enseguida notaron que no le agradaba hablar de sus últimos años y dejaron de preguntar.
El asentamiento lo habían desplegado dentro del bosque, en un claro en el que las copas de las ramas crecían entrelazadas y los protegían de la lluvia. Ahí había una docena de tiendas de campaña en las que vivían otras tantas familias y entre los árboles, rodeando la zona, pequeñas cabañas de madera que montaban y desmontaban con magia. Solían ser los más mayores quienes preferían vivir con un suelo y un techo más firmes, pero a veces se intercambiaban entre ellos. Otros siempre preferían dormir al raso, los sacos de dormir mágicos regulaban su temperatura.
A Violeen le encantó, era igual que como ella lo recordaba. Habían cambiado pocas cosas. Cuando se hizo de noche, la invitaron a cenar y aceptó sin dudar. Fue tremendamente feliz, una tarde perfecta.
—Vendrás mañana, ¿verdad? ¿Te quedarás con nosotros? —preguntó Hope con entusiasmo adolescente.
—Sí, claro que vendré —sonrió Violeen—. Muchas gracias por todo, sois mi familia.
—¡Claro que lo somos! —exclamó la chica—. ¡Te queremos!
Se dieron otro fuerte abrazo de despedida. Hope se ofreció a acompañarla de vuelta a casa, pero Violeen no se lo permitió, le daba más tranquilidad que se quedara en el campamento con sus padres. Así que recogió a Aqua y volvió a casa con una enorme sonrisa.
Bellatrix estaba tumbada en el sofá, con un libro entre las manos del que no parecía haber leído ni dos páginas.
—Lo has pasado bien —murmuró sin preguntar al ver su expresión.
—Sí, los he conocido a todos y son maravillosos —aseguró muy contenta.
—¿Cómo son? —preguntó Bellatrix con curiosidad.
—Oh, pues cada uno a su manera. Pero en general son muy alegres, abiertos, habladores... Son gente acogedora, ayudan a quien lo necesita aunque no tengan casi nada de lo que otra gente considera valioso. Y se quieren mucho. Aunque también se distraen con facilidad y son quizá demasiado despreocupados y pasotas —reconoció Violeen divertida.
—Igual que tú entonces.
—Sí... supongo que por eso los quiero —reconoció la chica—. Aqua también lo ha pasado muy bien, dice que hay muy buenos árboles, de corteza agradable.
—Está bien saberlo.
—Me voy a duchar. ¿Está bien si uso el baño de aquí abajo? —preguntó imaginando que Bellatrix empleaba el del dormitorio.
—Sí, no lo he estrenado. Creo que hay una toalla... No, espera. Me la llevé para usarla de manta una noche que tenía frío.
Mientras subía a por la toalla, Violeen pensó que era cruel que Dumbledore la hubiese dejado ahí sola. Era una casa de ensueño para una persona normal, pero Bellatrix era totalmente incapaz de adaptarse a un lugar sin magia, era como un kraken fuera del agua. Ignoraba si el director lo habría previsto como parte de la condena o no se le había ocurrido. Tal vez trataba de abrirle la mente y ayudarla a ser más capaz...
Bellatrix volvió con la toalla y Violeen se duchó. Subió a su dormitorio en busca de ropa limpia y comprobó que en efecto a Aqua le encantaba la planta que le había comprado, tenía la cola enroscada en una rama y se balanceaba contenta. Como Violeen no tenía sueño y seguía demasiado excitada tras la intensa jornada, bajó a prepararse una infusión.
—Voy a prepararme algo relajante para dormir. ¿Tú quieres? —le ofreció a Bellatrix.
—Sí, vale.
Echaba tanto de menos la magia que estaba dispuesta a beberse cualquier brebaje con tal de que fuese mágico. Violeen lo preparó, lo sirvió en dos tazones y volvió al salón. Le ofreció uno a Bellatrix que seguía en una esquina del sofá y lo probó con precaución. Le gustó. Lo había tomado antes, Violeen se lo preparó por primera vez cuando la llevó a su casa para cuidarla tras una batalla. Las dos lo recordaban pero ninguna lo comentó.
Violeen no se sentó, recorrió el salón mientras bebía y se fijó en los libros que había comprado Bellatrix. Eran en su mayoría novelas, alguna biografía y un par de libros de historia; todo muggle, claro, en ese pueblo no tenía otra opción. A Violeen le resultó muy curioso. Cierto era que si se negaba a salir de casa, la mortífaga no tenía otro pasamiento que la lectura... Pero no preguntó para no hacer sangre, para que no se sintiese humillada por estar leyendo a muggles.
No hablaron más, solo disfrutaron del agradable cosquilleo mágico que la infusión provocaba. Cuando se la terminaron, ambas empezaron a sentir sueño.
—Hace efecto rápido, me voy a dormir.
—Sí, yo también —murmuró Bellatrix levantándose.
Subieron a la planta de arriba y cada una se marchó a su dormitorio. Violeen se acostó con una sonrisa entre sus dos peluches (a los que había presentado debidamente para que se conocieran y se hicieran amigos). No pudo evitar volver a notar que Señor Panda olía a Bellatrix. Que su aroma que superpusiera al de Violeen (que llevaba ahí décadas) significaba que lo había tenido pegado a su cuerpo muchas, muchas horas. Entonces se dio cuenta de que igual Bellatrix también lo necesitaba.
«Puedo darle a Leoncho» pensó encendiendo la lamparita. No, no podía porque se lo había regalado Sirius y probablemente Bellatrix lo asesinaría. Volvió a contemplar a su panda. La había acompañado y ayudado muchos años, quizá era el momento de que ayudara a otra persona... Tras convencerse a sí misma de que Albus tenía razón y su pasado y el amor que lo envolvía estaban en ella y no en los objetos, salió al pasillo.
La puerta de Bellatrix no estaba cerrada del todo. Dudó, pero no llamó por si ya dormía. La poca luz que se colaba tras las gruesas cortinas permitió que se encontrara con los ojos oscuros de la mortífaga que la miraba fijamente. Pese a la infusión, estaba despierta.
—Te dejo a Señor Panda, por si lo necesitas.
Extendió el peluche y su manó quedó suspendida en el aire unos segundos mientras Bellatrix dudaba si resultaba o no ridículo aceptar. Al final cogió el oso y lo metió bajo las sábanas con ella. Violeen volvió a su cama sintiéndose muy madura y una persona extraordinaria.
A la mañana siguiente, al despertarse, a Violeen le costó recordar todo lo sucedido el día anterior. Seguía bastante confusa en todos los campos: su situación, sus emociones, sus deseos... Juzgó que Albus le debía explicaciones, así que cogió el diario bidireccional y le escribió varias preguntas respecto a Bellatrix y a su situación en aquel lugar. No obtuvo respuesta inmediata —tampoco la esperaba a esas horas—, así que guardó el cuaderno y bajó a la cocina.
Se le hizo extraño preparar el desayuno, se había acostumbrado a que lo hiciese Sirius; pero ya no convivía con el mismo Black, más le valía ocuparse ella...
Como si la hubiese invocado, en cuanto el zumo y las tostadas estuvieron preparados, Bellatrix apareció en la cocina. Llevaba un pijama azul oscuro y se la notaba todavía bastante dormida. Apenas saludó con un gruñido, Violeen recordaba que ese era todo su vocabulario por las mañanas.
Cuando terminaron con todo, Violeen recogió y Bellatrix desapareció. La chica imaginó que igual volvía a la cama tras desayunar. Mientras ella hacía su cama, escuchó la ducha, así que dedujo que en eso estaba. Contempló un rato a Aqua, que se había dormido en una cueva que Violeen había colocado sobre la tierra de la planta.
—Qué suerte tienes de adaptarte tan bien a todo —murmuró sonriente.
Procedió entonces a deshacer su maleta. No del todo —la situación seguía siendo extraña y de duración incierta—, pero sí colgó en el armario algo de ropa y sacó las pocas cosas que creyó que podría necesitar.
—¿Por qué tienes un peluche de Gryffindor?
Violeen dio un respingo sobresaltada. Bellatrix seguía siendo silenciosa como una pantera: había entrado en su habitación y se había sentado sobre la cama. De nuevo, su atuendo muggle de pantalones negros y camiseta gris sorprendió a Violeen; no porque le quedara mal (todo lo contrario, esa mujer siempre estaba espectacular), sino por lo alejado de sus vestidos góticos. Entre sus manos tenía al león con su bufanda dorada y escarlata.
—¿Eh? ¿Qué?
—Que por qué tienes un león de Gryffindor —repitió Bellatrix con tono acusador.
—¿Qué es eso? —inquirió Violeen—. ¡Ah! —recordó de repente su conversación con Sirius—. ¿Esos clubs que os inventáis en Hogwarts para dividiros? No lo entiendo, es un colegio, deberíais estar todos juntos y no separaros por colores.
—Es importante separarse de los estúpidos.
—Bueno, necesitaba un peluche cuando perdí a Señor Panda y Sirius me regaló este. Se llama Leoncho.
Pese a que seguía centrada en su armario, Violeen notó como Bellatrix se tensaba al escuchar que fue un regalo de su odiado primo. Le quitó a Leoncho con cuidado para evitar que sufriera daños y lo arropó en la cama. Cambió de tema veloz para evitar problemas:
—No sé cómo hacer... ¿Cómo te puedo devolver tus cosas? No he tocado nada, ni tu dinero ni nada.
Bellatrix alzó las cejas.
—¿No has cogido ni un galeón?
—No, no me gusta gastar cosas de los demás.
—No se puede vivir siendo tan aburrida... —suspiró Bellatrix tumbándose en la cama—. No creo me lo puedas devolver. Para hacerlo legal, tendría que revelar mi estado de no-muerta y en estos momentos estoy mejor así. Además tampoco lo voy a necesitar. No me puedo mover y no hay nada que me interese comprar en este agujero.
Violeen la miró insegura. A ella tampoco se le ocurría una solución y sospechaba que Albus no querría que le devolviese nada a Bellatrix. Aun así, seguía sintiéndose mal al respecto.
Mientras lo pensaba, sus ojos se detuvieron en el escote de Bellatrix. Había decidido que como no salía de casa, podía pasar del sujetador; y aunque lo intentó, para Violeen fue imposible no fijarse porque su tamaño y perfecta forma seguía siendo notable. La camiseta se le había subido un poco al tumbarse y dejaba a la vista la piel pálida de su cintura (incluso más estrecha de lo habitual tras varias semanas comiendo lo mínimo).
Violeen se dio cuenta demasiado tarde que Bellatrix la había pillado escaneándole el cuerpo. Fue la primera vez que la vio sonreír. Era su sonrisa burlona, pero la había echado de menos acostumbrada a recibirla a diario.
—Te dije que era mucho más cómodo —comentó Violeen.
—También me dijiste que tenía buenos motivos para llevarlo —se burló Bellatrix.
«Lo que también tiene bueno esta desgraciada es la memoria» pensó la chica con fastidio.
—Me decepciona que ya no lleves el conjunto a juego —le reprochó Violeen—, admiraba eso de ti. ¿O tampoco llevas bragas?
—Claro que llevo —le espetó—. Soy rebelde, no un animal.
Ante eso, la chica se echó a reír y esta vez la sonrisa que se formó en el rostro de Bellatrix fue sincera. Al final le confesó que la anciana de la mercería le daba miedo, se parecía a su tía-abuela Cassiopea. Y sin su varita ni sus dagas no sabía cómo afrontar esa situación.
—Para sacar tu dinero debías sortear a un dragón —le recordó Violeen con incredulidad—, ¡cómo vas a temer a una dependienta!
—Con mi varita y mis dagas —insistió la bruja—. Además, el dragón no me miraba juzgándome como esa vieja... En realidad casi no me miraba porque era medio ciego.
—¿Puedo pedir que lo liberen ahora que se supone que la cámara es mía? —inquirió Violeen.
—Haz lo que te dé la gana —murmuró la mortífaga con desinterés. Gringotts, los dragones, los duendes e incluso su propia fortuna le resultaban ya tan lejanos...
La chica asintió decidiendo que escribiría a Albus o a Sirius para que gestionasen la liberación del animal. Eso la llevó a coger el diario a ver si el director había contestado. Así era:
<Lamento haberte ocultado cosas, Violeen. Traté de hacer lo que pudiera procurarte felicidad, como le prometí a tu madre, y creí que alejarte de lo que te dañó funcionaría. Temo que no ha sido así. Quiero que tengas la oportunidad de despedirte, de aclarar tus sentimientos y decidir qué quieres hacer con tu vida.
Tan críptico como siempre, no aclaraba mucho. Dudó si contestar, pero estaba segura de que Dumbledore no ampliaría la información (nunca lo hacía).
—¿Qué es eso?
—Un diario.
—¿De qué? —insistió Bellatrix.
—Para hablar con Albus.
—¿Sobre qué?
—Le he preguntado qué hago aquí.
—¿Qué te ha contestado?
—Nada útil.
—A ver —exigió la mortífaga incorporándose.
No se lo permitió. Violeen le recordó que los diarios tienen carácter privado y no involucran a terceras personas. Ese en concreto incluso borraba su contenido transcurridas unas horas. A Bellatrix no le bastó la respuesta e insistió en que quería verlo.
—Tantas cosas queremos ver y no podemos, Bellatrix... —suspiró Violeen negándose de nuevo.
Tras pensarlo unos segundos, Bellatrix se subió la camiseta. Violeen hubiese pagado por ser capaz de no mirar o al menos de no abrir la boca y aguantar la baba... pero no lo fue en absoluto. Cuando la bruja se bajó la camiseta, la joven se rindió: un alma por otra. Le pasó el diario y Bellatrix leyó con curiosidad los textos de ambos. Su conclusión fue clara:
—Este hombre es estúpido, no aclara nada.
—Ya te lo he dicho.
—Así que... no eras feliz sin mí...
—No era feliz, en general. Es algo que lleva años pasándome y lo había asumido como normal. Aunque ayer volví a serlo...
—Gracias a mí.
—Gracias a mi tribu que pensé que no volvería a ver —la corrigió Violeen.
—Ya... No, no lo creo. Estoy segura de que fue gracias a mí. Verme te alegra la vida.
—Claro que sí, porque eres encantadora y superbuena en las tareas domésticas. Y además la ropa muggle te sienta muy bien.
Bellatrix frunció el ceño decidiendo qué le parecían el mensaje y el tono irónico. Juzgó que la última parte tenía que ser verdad, porque había descubierto que los pantalones le hacían un trasero estupendo (no es que fuese a reconocerle el mérito al diseño muggle).
—Bueno, me marcho ya, querían invitarme a comer, insistieron mucho. Me llevo mi cuaderno de pociones para poder darles las recetas, mi chaqueta por si más tarde hace frío... —enumeró Violeen—. ¿Qué se me olvida? —murmuró mirando a su alrededor.
Aqua se deslizó de la maceta en la que habitaba ahora y Violeen se rio al darse cuentan de que era ella lo que le faltaba. La metió en su bolsillo y se despidió de Bellatrix:
—Imagino que no quieres venir...
—¿A una comuna de hippies raritos? No, gracias —respondió la aludida—. Además me daría rabia que ellos puedan hacer magia y yo no... Y tampoco me puedo arriesgar a que me reconozcan, el viejo me advirtió que si eso pasaba, lo que sucediera sería mi responsabilidad. No quiero acabar en una cárcel cualquiera.
—Ninguno de ellos te conoce, no saben nada de la actualidad y menos de la de Inglaterra. Pero es verdad, mejor no arriesgarse. ¡Que pases buena tarde!
Violeen y Aqua se marcharon y Bellatrix las observó alejarse.
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