Capítulo 4
En cuanto llegó a casa —temblorosa y con el corazón todavía acelerado— lo primero que hizo Violeen fue quemar su ropa cubierta de sangre de arpía. Después vomitar y ducharse. Después volvió a vomitar.
Había matado a un ser humano. Le había quitado la vida y ya nunca volvería con su familia (si acaso la tenía). Fue él mismo quien la obligó a hacerlo, no le quedaba otra opción, pero aun así... En circunstancias normales ese crimen supondría una condena de por vida en Azkaban; claro que lo que sucedía en el Foro jamás trascendía, por algo era un contrato de sangre. Aun así sentía como si hubiese perdido parte de su humanidad. A la vez, era como si no lo estuviera viviendo ella, como si fuese un avatar de alguien que hacía tiempo que no vivía de verdad.
—Es lo que hay —se resignó finalmente—. Había que hacerlo para salvar a gente inocente.
Un poco más calmada, cogió su cuaderno bidireccional y escribió a Dumbledore. Le relató lo sucedido y esperó respuesta. Llegó dos horas más tarde. En primer lugar le preguntó qué tal estaba, cómo se sentía. Violeen le respondió que un poco extraña y horrorizada por haber tenido que matar, pero sobreviviría. Dumbledore le ofreció unas palabras de consuelo y seguidamente le pidió que ejecutara un conjuro de comprobación sobre la bolsa del dinero. Violeen lo hizo.
<Emite una luz azul, ¿qué es? —escribió la chica.
>Un conjuro localizador —respondió Dumbledore—. Por eso dan el premio, para poder localizar a los magos y brujas que ganan la velada y por tanto les interesan.
<¿Y qué hago? —preguntó Violeen asustada.
En ese momento empezó a darse cuenta de que, pese a lo que el director opinaba, igual no era la mejor para esa misión. Comprobar que el dinero fuese seguro parecía algo básico y a ella ni se le había ocurrido. Seguro que Sirius sí lo hubiese hecho, pero ella era novata...
>Si tienes miedo deshazte de él y te vienes una temporada a Hogwarts, estarás a salvo.
<¿Y si tengo miedo pero creo que puedo asumirlo?
>Entonces no lo desactives, que no sepan que te has dado cuenta; porque si les has interesado de verdad, ya lo habrán rastreado.
«¿Ya saben dónde vivo?» se preguntó la chica sintiéndose insegura. Su casa no contaba con maleficios para ocultarla ni nada así, nunca había juzgado necesitarlos. Vivía aislada por decisión propia y creyó que con eso bastaría. Respiró hondo, cerró los ojos, entró en contacto con su magia y se calmó. Volvió a coger el bolígrafo (se negaba a usar plumas u objetos más anticuados).
<No creo que les haya interesado, lo he hecho bastante mal con Lestrange.
>Solo el hecho de que haya querido luchar contra ti ya denota que les has interesado. Esa mujer muestra interés en muy pocas cosas más allá de Voldemort.
Violeen le preguntó por qué no iba la Orden al Foro y los detenían a todos. Dumbledore le confesó que lo habían intentado varias veces y las medidas de seguridad eran demenciales: habían perdido a tanta gente que habían renunciado a asaltarlo. Tras lo vivido, Violeen lo vio más que plausible, así que volvió al tema:
<¿Vendrá Voldemort a mi casa?
>No, claro que no. Mandará a alguien —escribió Dumbledore—. La persona que sea y el tiempo que les cueste hacerlo nos dará una idea del interés que has despertado.
<¿Pero me harán daño?
>No. Al principio no. Debes tomar la marca voluntariamente o si no el maleficio no funciona. Tratarán de hacerlo "por las buenas"; lo que ellos entienden por "buenas", claro...
Violeen asintió para sí misma y le preguntó cómo actuar en ese caso. El director le aconsejó que se dejase captar, que mostrase interés y ante todo siguiese su instinto. La bruja prometió que así lo haría.
Esa noche trató de dormir, pero cuando una angustiosa y muy vivida pesadilla la despertó, supo que no iba a poder. Abrió un armario de su dormitorio —el único que tenía protegido y oculto con encantamientos— y extrajo una poción morada. Eligió una concha marina de una amplia colección de recipientes naturales y vertió una pequeña cantidad. Después se sentó sobre la alfombra del salón y encendió una llamita. El fuego empezó a danzar sobre el líquido generando un humo violáceo con olor a brisa marina y a jazmín.
Violeen aspiró el humo llenando sus pulmones y cerró los ojos. Se tumbó en la alfombra y pasó las horas sumida en recuerdos que hacían soportable la realidad.
A la mañana siguiente lo vio todo un poco mejor. La jornada anterior parecía un mal sueño —los vapores de la poción difuminaban los recuerdos—, seguro que ningún mortífago aparecía para reclutarla. Salió a correr a primera hora y en cuanto volvió recogió su casa (especialmente lo relativo a sus rituales oníricos). Cuando juzgó que estaba todo en orden, cogió una novela de aventuras y se tumbó a leer sobre la alfombra. Normalmente su ritual de lectura incluía encender varitas de acónito que la ayudaban a imbuirse más en la lectura, pero aquel día prefirió evitarlo.
Pasaban de las nueve de la noche cuando unos golpes en su puerta desgarraron el silencio. La chica dio un respingo sobresaltada y casi asustada. No tenía timbre, el puño era la única forma de llamar. Se quedó inmóvil por unos segundos, pero los golpes se volvieron a escuchar, cada vez más impacientes. Comprendió que no tenía opción. Cerró el libro, lo ocultó bajo el sofá y con mucho cuidado abrió la puerta.
Su impresión al encontrarse de nuevo con la mirada salvaje de Bellatrix Lestrange bajo una capucha oscura fue casi mayor que la primera vez. En ningún momento había pensado que pudiese ser ella quien la visitara. Pero ahí estaba; sola, al parecer. Violeen se quedó paralizada sin saber cómo reaccionar.
—Hace frío —fueron las dos palabras que pronunció la mortífaga con voz gélida.
Hasta ahí todo cierto: hacía una noche fría y ventosa. Violeen estaba tan aturdida que tardó unos segundos en comprender que no pretendía entablar conversación sobre el clima, sino exigirle que la dejara entrar.
—Eh... Sí, lo siento, pase —le indicó abriendo la puerta un poco más.
En cuanto entró, la bruja arrugó la nariz y preguntó:
—¿A qué huele?
—Me... me gustan los aromas de la naturaleza, los replico con pociones —respondió Violeen con suavidad.
Bellatrix la miró a los ojos sin decir nada. Lentamente, deslizó su vista por el cuerpo de la chica. El conjunto de top gris y pantalones anchos color caqui no pareció gustarle en absoluto. De ella pasó a contemplar el salón sin disimular el desprecio porque la decoración sencilla y bohemia no era de su agrado. Sus ojos repararon finalmente en la bolsa del premio apoyada sobre una mesita.
—Al menos con eso te podrás comprar... No sé, ropa que no dé pena, muebles... algo que haga esto un poco más decente.
—Me gusta así.
La mortífaga la miró de nuevo, sorprendida de que le llevase la contraria. Examinó el salón de nuevo y con una mueca de disgusto se sentó en una esquina del sofá. Violeen no supo qué hacer. A ella le gustaba sentarse en el suelo, pero seguro que Bellatrix no apoyaba eso. La otra opción era compartir sofá con ella y aún parecía peor... Así que se quedó de pie mirándola nerviosa.
Al verla sentada en el sitio que ocupó Sirius Black semanas antes, se dio cuenta de que pese a que la mortífaga era cinco años mayor, se parecían mucho: el mismo halo de oscuridad, belleza salvaje, aire arrogante y la seguridad de quien se sabe dueño del mundo. Porque así de cerca y esta vez de forma reposada, Violeen pudo ver que era una mujer atractiva en todos los sentidos posibles.
—¿En qué te lo vas a gastar entonces? —inquirió Bellatrix.
—No lo sé... Estoy acostumbrada a vivir con poco y lo prefiero así. Compraré comida, supongo...
Tampoco esa respuesta fue del gusto de la mortífaga, que decidió obviarla.
—¿Cuál fue entonces tu objetivo al combatir?
—Ayudar a... mi amigo —respondió Violeen porque no recordaba el pseudónimo que usó Milo.
—¿El inútil ese que combatió contra ti? ¿Por qué? ¿Sois pareja o algo?
—No, no, pero me dio pena. Lo hace por ayudar a su familia y respeto eso.
Violeen se preguntó por qué demonios le estaba contando su vida a esa mujer, por qué estaba aceptando esas preguntas tan indiscretas. Comprendió que por miedo y le pareció un motivo tan noble como cualquier otro. Mientras, la mortífaga la observaba en silencio; no parecía cansarse de hacerlo. Sentía algo extraño en esa chica y juzgaba que si la miraba lo suficiente lo descubriría.
—¿Cómo te llamas?
Ahí Violeen dudó. ¿Debía mentir o seguir con lo de Acuario? Viendo el brillo cruel de sus ojos sospechó que Bellatrix sabía la respuesta. Se le ocurrió que igual la habían investigado y habrían interrogado incluso a Milo. Esa gente actuaba así, según le contó Sirius.
—Violeen —respondió.
—Es un nombre extraño.
La joven tuvo que morderse la lengua para no darle la misma respuesta que a Sirius. Simplemente respondió:
—A mí me gusta.
Sin desearlo, sonó ligeramente desafiante. Confió en que la mortífaga no lo notase, pero por la sonrisa sádica que dibujó, sospechó que sí. No obstante, no reaccionó. Ninguna de las dos tenía la varita en la mano, aunque Violeen estaba segura de que la de Bellatrix no andaba lejos.
—¿Cuál es tu apellido?
—Spettrovolare.
—¿Eres italiana?
—Sí.
—¿Eres metamorfomaga o alteras tu aspecto de alguna forma?
—No. Soy así.
—¿A qué colegio fuiste?
—A Lucesogno, la academia mágica de Italia.
La respuesta era mentira pero el lugar era real. Y al igual que el resto de colegios mágicos, protegía con recelo su ubicación y cualquier información relativa a sus alumnos. Bellatrix no podría comprobar que había mentido.
—¿Cuál es tu tipo de sangre? Aunque viendo esto... —comentó Bellatrix mirando a su alrededor con desprecio— no creo que la pregunta sea necesaria.
La joven se sintió ridícula y furiosa: ahí de pie, frente a una asesina sentada en su sofá que la estaba interrogando sobre cosas que jamás nadie le había preguntado. Su paciencia se quebró en ese instante.
—Disculpe, pero ¿quién es usted, qué hace en mi casa y qué quiere de mí? —preguntó sonando más irritada de lo que pretendía.
El rostro de la mortífaga se tensó y endureció al momento. No estaba acostumbrada a que nadie le replicara. Ahora sí que tenía la varita en la mano y Violeen sintió temor, pero no reculó. La siguió mirando en espera de una respuesta.
—Responde a mi pregunta —exigió la mortífaga con un tono de fría advertencia.
—Me ha preguntado como una docena de cosas. Si nos estamos conociendo, sería adecuado que yo también supiese algo de usted.
—No nos estamos conociendo. Pocas ideas me resultan más repugnantes que la de conocer a una sucia vagabunda que no sería digna ni de limpiar el barro de mis botas.
—En ese caso —continuó Violeen intentando calmar los nervios y sonar despreocupada—, encontrará la puerta en el mismo lugar que cuando ha entrado.
Se miraron a los ojos con enorme rabia y Violeen sintió que la mortífaga podía torturarla solo con eso. Porque estaba claro que lo deseaba. Si no lo estaba haciendo todavía era por lo que Dumbledore había mencionado: tenía que unirse por las buenas. Y más tratándose de alguien que no cedía a su poder intimidatorio.
Bellatrix se levantó y se acercó a ella. Le sacaba pocos centímetros, pero aun así su aspecto imponente y su aura de magia oscura daban escalofríos.
—¿Sabes con quién estás hablando, niña estúpida? Ya te derroté ayer e incluso te permití alargarlo, te aseguro que no me costaría nada aplastarte como al gusano que eres.
—Le pido por favor que deje de insultarme. Yo no voy a su casa a insultarla, agradecería que usted tuviese la misma deferencia.
Bellatrix hizo amago de darle una bofetada, pero Violeen tenía buenos reflejos y se apartó. No obstante, ahí trazó la línea. Nadie iba a ponerle la mano encima.
—Márchese de mi casa. Ya.
Tenía miedo, claro que lo tenía... pero aplastado bajo varias capas de rabia y frustración; emociones que no estaba acostumbrada a gestionar. Mantuvieron otro duelo de miradas (en eso estaban bastante igualadas) que se prolongó hasta que la mortífaga —con desprecio y rabia mal disimulada— le espetó:
—Me largo. Un minuto más en esta pocilga y me saldrá viruela del gusarajo...
—Gracias por la visita. Hasta siempre.
—Hasta el domingo en el Foro —la corrigió Bellatrix ya en la puerta.
—No pienso ir.
—Vas a ir. Eres la actual campeona, debes ir.
—Yo no he firmado nada, no pienso ir.
—¿Disculpa? —replicó la mortífaga que de nuevo parecía dispuesta a cruciarla.
—La disculpo pero no vuelvo. No me gustó el ambiente. Pero disfrute usted, buenas noches.
Con un ligero gesto de su mano, una corriente de aire dejó a Bellatrix fuera, lo justo para que Violeen pudiese cerrar la puerta.
Retrocedió unos pasos y se quedó ahí, vigilando la puerta sin apenas respirar, aterrada de que la mortífaga pudiese volver a entrar. Esperó así muchos minutos que acabaron por convertirse en horas. Cuando juzgó que la bruja se habría marchado, aplicó por primera vez varios encantamientos de protección sobre su casa. Aun así no se sentía segura. Era como si su presencia siguiera ahí.
Estaba demasiado nerviosa para escribir, así que encendió su chimenea y pronunció con claridad:
—Despacho del director de Hogwarts.
Nunca lo había visitado pese a que hacía años que Dumbledore conectó ambas chimeneas, pero le pareció un buen momento. Tras un incómodo viaje al que no estaba acostumbrada apareció en el lugar indicado. Salió de la chimenea a punto de vomitar, pero logró contenerse. Le alivió ver al director sentado en su escritorio
—Violeen —la saludó Albus estrechando sus manos entre las suyas—. No te esperaba, pero siempre es una alegría. Ven, siéntate.
Mientras ella se sentaba frente a él, el director invocó una taza de chocolate caliente. La chica empezó a beber y poco a poco se fue sintiendo mejor.
—Deduzco que has recibido ya la visita... Mucho antes de lo que esperábamos. No te han hecho daño, ¿verdad?
Violeen negó con la cabeza.
—¿Quién ha sido?
—Bellatrix Lestrange.
Dumbledore abrió los ojos con sorpresa y le pidió que se lo relatara. La chica lo hizo sin escatimar detalles. Cuando terminó, el director se sumió en un silencio valorativo. Violeen era paciente y además lo conocía; se centró en su chocolate y le permitió meditarlo.
—Nunca va la lugarteniente de Voldemort a tantear a un novato. Y apenas un día después de conocerte... —murmuró el director—. Sin duda has captado su atención. Quizá demasiado.
—¿A qué se refiere?
—No puedes ser excepcional sin levantar sospechas, Voldemort reacciona mal ante eso y desconfía. No sucederá, no obstante. Dudo mucho que de momento tenga interés en ti. Además, están igual que nosotros: la guerra está tan estancada que cualquier nuevo factor podría resultar decisivo.
La respuesta de Violeen fue un murmullo suave. El director prosiguió con su reflexión:
—Bellatrix sí, ella sí... Ella querrá apuntarse el tanto a ojos de su maestro de haber reclutado a una joven promesa. Pero no puede hacerlo mediante tortura porque ya ha visto que por las malas no colaboras; es fácil ver cuando alguien no tiene nada que perder y pocas cosas le importan ya...
—Gracias, Albus —replicó la chica con sorna.
El director sonrió también con cariño.
—No parece que esa mujer sepa hacer nada por las buenas —apuntó Violeen.
—Eso es lo interesante... Tendrás que ceder tú para que podáis avanzar.
—No. No puedo. No es que no quiera, es que no puedo. Esa mujer me da miedo y me pone muy nerviosa. No puedo aceptar sus tonterías y hacerle la pelota sin más, lo notaría. Y además no soy capaz, despierta en mí mucha furia (algo que yo nunca había sentido) y no logro contenerme.
—Eso es mucho viniendo de alguien que controla tan bien sus impulsos como tú.
—Es que es muy buena en lo suyo: volver loca a la gente. No pienso volver al Foro, Albus.
—No te lo pediría. No lo hagas. Pero ten en cuenta que ella sí volverá a ti.
—Sí, a matarme por desobedecerla.
—¿Crees que podría matarte, Violeen? —le preguntó Dumbledore preocupado—. Y no te pregunto por sus capacidades sino por las tuyas: ¿crees que en una pelea de verdad en la que tu vida corriera peligro Bellatrix podría contigo? Porque en ese caso abortamos la misión en este mismo instante.
Hubo una pausa valorativa y al final Violeen respondió:
—No, no lo creo. Podría defenderme.
Dumbledore asintió visiblemente aliviado.
—En tal caso solo nos queda esperar su siguiente movimiento. En el mejor de los casos habrás azuzado su interés y dado que la has tratado con amabilidad pero no te has doblegado, tampoco creo que sospeche que eres una espía. Simplemente juzgará que te da todo igual.
—Es que me da todo igual.
—Esa es tu fortaleza. Bellatrix ha visto la realidad y la realidad es que te da igual. En estos momentos, a todos nos viene bien. Ella piensa que puede reclutarle y nosotros estamos a salvo de sospechas. Pero si en cualquier momento dudas, haz lo que ahora: ven a mí y estarás a salvo.
Violeen asintió. Charlaron unos minutos más, ya no por pulir la misión sino para que ella terminara de calmarse. Cuando lo hizo, se despidieron y volvió a su casa.
Llenó la bañera de agua caliente y de nuevo eligió una poción, una azulada de la que vertió unas gotas en la bañera. Se sumergió y cerró los ojos. Sintió como su cuerpo y sus preocupaciones se volvían livianos, muy livianos hasta casi desaparecer. Se fundió con el agua y todas sus tensiones fueron desapareciendo mientras ella simplemente se dejaba fluir.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro