Capítulo 36
El mundo mágico reaccionó rápido a la noticia de que los presos de la zona de alta seguridad de Azkaban habían escapado: la mayoría sintió miedo por lo que implicaba, otros rabia porque el Ministerio lo hubiese permitido, quienes simpatizaban con la causa se ilusionaron pensando que quizá la guerra terminaba ya... Pero Bellatrix sintió fastidio, verdadero fastidio.
Rodolphus Lestrange estaba mucho más delgado, con la piel casi gris y expresión vacía. No obstante, pasados unos días, recuperó la energía necesaria para importunar a su mujer:
—¿Me has echado de menos, cariño?
—Qué va... Con lo tranquila que estaba, podías haberte quedado unos meses más —masculló Bellatrix.
A Rodolphus no le hizo gracia. Intentó besarla pero ella le apartó de una bofetada. Él la agarró de la mano y ella le miró con furia.
—Estás incluso más desagradable que antes... —murmuró Rodolphus mirándola a los ojos.
No eran el mejor matrimonio del mundo —nunca lo habían sido—, y aun así era capaz de percibir que algo había cambiado.
—Si sobrevivimos los dos a la guerra quiero el divorcio.
—¿Perdón?
—Ya me has oído. Y ahora suéltame —le advirtió Bellatrix.
—¿A quién te estás tirando?
La mortífaga respondió que a nadie pero no le miró. Y al momento Rodolphus supo que había alguien.
—No me creo que nadie más te soporte... ¿Dónde está tu mascota por cierto? La chica esa que te seguía a todas partes y estaba buena... Creo que me la tiraré cuando nos divorciemos.
Ante eso, Bellatrix soltó una risa amarga.
—Créeme que no eras su tipo.
—¿Era? ¿Ha muerto entonces? ¿Y por qué parece que eso te duele?
No hubo respuesta. Lo que hubo fue la certificación de que Bellatrix ya lograba ejecutar algún hechizo sin varita, como las pequeñas llamas que atacaron la mano de Rodolphus que la sujetaba. El mortífago gritó con dolor y la insultó, pero Bellatrix ya había desaparecido.
Pese a que para ella era evidente, a Rodolphus le costó cinco horas atar cabos. Y otras dos superar la incredulidad de que su mujer hubiese cometido semejante atrocidad:
—¿¡Te tiraste a una chica que no es nadie estando casada conmigo!?
—No pensé en nuestro matrimonio mientras lo hacía —respondió Bellatrix con amargura.
Rodolphus la apuntó con la varita furioso, pero ahora Bellatrix sí que disponía de la suya... Así que su marido bajó la mano temblando de la rabia.
—Cómo has podido caer tan bajo...
—Eso es bastante relativo. Tírate a alguien tú también y en paz.
—Los matrimonios de sangre pura no funcionan así, Bellatrix.
—Estoy muy harta de los matrimonios de sangre pura.
—Al Señor Oscuro le encantará conocer tu opinión sobre...
—El Señor Oscuro no está para aguantar vuestras tonterías —siseó una voz que les puso los pelos de punta—. La guerra ha comenzado, preparaos para la batalla.
Bellatrix y Rodolphus casi saltaron al escuchar a Voldemort. Al momento ambos corrieron para prepararse y reunirse con sus compañeros.
En la Orden pasó lo mismo. Primero se ocuparon en evacuar a los alumnos de Hogwarts —excepto a los mayores de edad que eligieron quedarse a luchar— y Sirius dedicó bastantes minutos a discutir con Harry para que se pusiese a salvo. El chico insistió en que debía quedarse porque es lo que su padre hubiera hecho y a Sirius no le quedó otra que aceptarlo.
La que hubiese preferido quedarse en casa fue Violeen. Nada la espantaba más que la idea de una guerra... pero tenía que estar ahí. Debía proteger a la gente que quería para no arrepentirse después. Dumbledore pensaba similar, solo que él ahora no sería muy útil sin magia... Por eso se cubrió con una capa de invisibilidad y se quedó junto a McGonagall.
—Esto es horrible —susurró Violeen cuando vio en el Gran Comedor a magos y brujas de diecisiete años luchando contra mortífagos.
Aqua, enroscada en su cuello tampoco entendía bien qué sucedía en aquel lugar plagado de gritos y explosiones. Aun así, cuando superó la parálisis, Violeen ayudó a los chicos que parecían más apurados e inmovilizó a todo el que intentó atacarla. Se dio cuenta de que pese a que llevaba menos de un año en el duelo, era muy superior a la mayoría de la gente que ahí luchaba. Y supo que se debía a la que fue su maestra.
No la había visto todavía. Hasta que Voldemort apareció junto al bosque prohibido exigiendo que Harry Potter se entregara. Violeen no escuchó el mensaje ni sus amenazas, se centró en Bellatrix, a su lado, un paso por detrás de él. Se la veía despeinada pero sin un rasguño. Violeen la contempló en la distancia sin saber lo que sentía por ella.
En los siguientes minutos todo pasó muy rápido: mientras Violeen evitaba que un mortífago matarse al hombre-lobo amigo de Sirius, con ayuda de las estatuas protectoras de Hogwarts Dumbledore evitó que Voldemort matara a Snape que trataba de proteger a Harry. Cuando Harry quedó desprotegido, Voldemort le lanzó la maldición asesina. Entonces Sirius chilló como un loco y todos pensaron que iba a decapitar a Voldemort con sus propias manos. No fue necesario porque Harry resucitó. Mientras unos lo celebraban, otros empezaron a huir.
Harry trató de ayudar a sus amigos mientras Voldemort lo perseguía y los profesores trataban de frenarlo. Magos, brujas y bestias corrían por todas partes, unos tratando de escapar y otros batiéndose en duelo. Violeen estaba muy mareada y completamente alterada, aquello era una locura, alguien tenía que pararlo.
—¡Ten cuidado, un troll viene hacia aquí! —le gritó Tonks.
Tras verla salvar a Remus, la auror había deducido que estaba de su parte. Violeen se apartó de la trayectoria del troll y volvió a entrar al Gran Comedor. Y entonces, en la lejanía, vio a Bellatrix luchando con una mujer pelirroja.
—Sí, sí, ya voy... —respondió Violeen al aire.
Se había quedado paralizada contemplándola; su forma de luchar, de moverse, de disfrutar con la magia... y eso que no sonreía como otras veces. Fue Aqua la que le susurró que se acercara. Y Violeen lo hizo.
Pero no lo suficientemente rápido para evitar que un maleficio impactara contra el pecho de Bellatrix. Violeen sintió como si su cuerpo se volviera de piedra, como si el oxígeno no lograse alcanzar sus pulmones y su corazón olvidase la forma de latir. El mundo se paró para ella... pero no para el resto.
Violeen observó a Narcissa Malfoy y rezó porque corriese hacia su hermana e hiciese algo. La mujer contempló la escena sin parpadear, su rostro no demostraba ningún sentimiento. Unos segundos después, se dio la vuelta y se marchó con su marido y su hijo.
—¡Atrás!
La caída de Bellatrix pasó a un segundo plano cuando Dumbledore se quitó la capa de invisibilidad. Los de gritos de «¡Está vivo! ¡Él también ha resucitado!» rebotaron por toda la sala. Solo Voldemort, que se hallaba fuera del castillo, permanecía ajeno a la noticia. Cuando Dumbledore se agachó para comprobar el cuerpo de la mortífaga, Violeen fue capaz de reaccionar por fin.
—¡No! —gritó corriendo hacia ella.
Observó como Bellatrix la miraba y susurraba una frase al oído de Dumbledore. Seguidamente cerró los ojos y todo rastro de vida pareció abandonar su cuerpo.
—¡No! —repitió Violeen.
Cuando ya casi había llegado, apartando a gente y esquivando cadáveres que alfombraban el suelo, unos brazos fuertes la sujetaron.
—¡No! ¡No! ¡Tengo que...!
—Ya no puedes hacer nada —la frenó Sirius.
—¡No! ¡Es mi...! ¡Tengo que...! —gritó la chica incapaz de terminar una frase pues el llanto le rompía la voz.
—No quieres ver cómo queda el cuerpo de alguien aniquilado por ese maleficio, Violeen.
La chica ni siquiera escuchó esas palabras. Se liberó de un golpe fuerte y corrió hacia ellos. Acarició el rostro de Bellatrix y la llamó, pero no respondió ni abrió los ojos. Sirius llegó pronto pero le permitió despedirse.
—¿Qué te ha dicho? —susurró Violeen entre lágrimas, sin dejar de acariciar su piel.
—Que no se arrepiente de nada —respondió Dumbledore.
Sirius le dirigió una mirada dura al director, pero no comentó nada. Le advirtió que debía marcharse porque seguía sin magia y a Violeen que ella tampoco podía quedarse ahí inmóvil o sería un blanco fácil. La chica no le escuchó. Apenas se tenía de pie y de nuevo Sirius la sujetó. La siguiente vez que Violeen se quitó la nueva remesa de lágrimas de un manotazo, Dumbledore ya no estaba ahí. Y Bellatrix tampoco.
—Ven a que te dé el aire —murmuró Sirius tratando de alejarla del olor a sangre y humo que lo impregnaba todo.
Lograron salir del gran comedor por la fuerza de Sirius que la sujetaba, porque Violeen apenas era capaz de andar. Aun así, de forma mecánica, con gestos vagos de su mano apartaba a los enemigos que les salían al paso.
Sirius la dejó en un lateral, apoyada en el grueso tronco de un árbol bastante alejado de la zona del conflicto.
—Quédate aquí y céntrate en respirar, ¿vale? Como me dijiste a mí cuando consumimos la poción. Tengo que volver.
Si Violeen hubiese sido capaz de sentir algo más que desolación, hubiese agradecido que pese a sus ganas de luchar y de proteger a su ahijado, Sirius hubiese dedicado unos minutos a cuidarla. Pero no podía. Solo sentía que el mundo estaba podrido, que todo era caos, muerte y dolor. Empezaba a estar harta de asumir el sufrimiento, la muerte era más definitiva pero no la alcanzaba. Hasta que alguien decidió agilizar el proceso.
—Con que eras tú la que se tiraba a mi mujer... Así que sigues viva... Lo solucionaremos rápido —le espetó Rodolphus Lestrange.
El mortífago le lanzó un conjuro para inmovilizarla que no hubiese sido necesario. Violeen ya se sentía incapaz de moverse y la muerte la seducía más que nunca.
—¿Unas últimas palabras? —ofreció Rodolphus burlón.
Violeen simplemente le miró. Sus ojos vacíos, sus pupilas violetas casi carentes de vida, se clavaron en las de Rodolphus. Y el mago se sacudió sintiendo un escalofrío.
—Qué mal rollo me has dado siempre. Avada... Ay.
Se interrumpió porque una ramita había caído del árbol y golpeado su cuello. Fue un roce más que un golpe, no dolió. Lo que sí dolió fue el pinchazo que sintió un segundo después.
—Aagg... Gaaagg... Amgggaaa... —farfulló Rodolphus retorciéndose y palpándose el cuello.
Sin ninguna emoción, Violeen le vio caer de rodillas y observó la tranquilidad con que Aqua se deslizaba por su espalda para volver al suelo. Fue la primera vez en que Violeen comprobó lo rápido y potente que era su veneno en el organismo humano: un minuto después, Rodolphus Lestrange estaba muerto frente a ella. El hechizo paralizante cayó, pero Violeen no se movió. Se quedó ahí, en el suelo, con un cadáver de un blanco verdoso y Aqua en su regazo dispuesta a protegerla.
Sintió nauseas cuando a lo lejos vio a un chico decapitar a Nagini y algo parecido al alivio cuando Harry derrotó a Voldemort y la muerte se llevó por fin al Señor Oscuro. Le alegró ver a Sirius abrazando a su ahijado y la entristeció la gente que lloraba a sus familiares caídos. Pero nada de eso le devolvió las fuerzas ni las ganas de vivir.
Pasaron minutos, luego horas. Era casi medianoche cuando Sirius volvió junto a ella, en esta ocasión con Harry. Habían invertido todo ese tiempo en ayudar a atender a los heridos, evacuar los cuerpos, apagar los incendios y despachar a las bestias que aún quedaban.
—Violeen, este es...
Sirius se interrumpió al ver el cuerpo. Alzó una ceja sorprendido al ver quién era y sospechar cómo había muerto. Pero no preguntó. Con un gesto de varita, lo levitó varios metros más allá para que lo trasladaran con el resto de cuerpos.
—Este es Harry —continuó—, mi ahijado.
—Nos conocemos, Dumbledore nos presentó —respondió Harry.
—Mejor. Entonces podemos volver los tres... los cuatro a casa. Harry, no sé si conoces a Aqua, pero aquí la tienes —suspiró el mago cuando la serpiente trepó a su brazo.
Harry miró a la serpiente entre la sorpresa y el miedo. Se sorprendió cuando se presentó ella misma y notó que el animal se alegraba cuando le respondió en su idioma. No obstante, prefirió quedarse en el cuello de Sirius.
—Vamos, es tarde y necesitáis dormir —indicó Sirius tomando a Violeen de la mano y levantándola con fuerza.
Se aparecieron ante la casa de Sirius y Harry sonrió por fin al ver el hogar en el que su padrino lo había criado. Como había tres baños no tuvieron que hacer turnos para ducharse. Al salir hacia su dormitorio, Violeen se cruzó a Harry.
—¿Has... has perdido a alguien? —le preguntó el chico con timidez, viendo que tras la ducha seguía igual de mal.
Violeen solo acertó a asentir. Harry le dijo que lo sentía mucho y ella agradeció el gesto. Era un buen chico, era justo que hubiese ganado.
Se marcharon a sus respectivas habitaciones tras ingerir sendas pociones para no soñar. Esa noche Aqua no salió a cazar, se quedó en su terrario vigilándola para que estuviera a salvo.
* * *
—¿Qué dijo de verdad?
—¿De qué asunto estamos hablando?
Sirius contempló la forma distraída con que Dumbledore daba un sorbo a su té mientras contemplaba la portada del Profeta que anunciaba el fin de la guerra. Hablaban en voz baja porque acababa de amanecer y Harry y Violeen dormían aún.
—Bellatrix. Le dijiste a Violeen que había dicho que no se arrepentía de nada.
—¿Mmm?
—¿Qué te dijo de verdad?
Dumbledore alzó por fin sus ojos azules. Era el más satisfecho tras la guerra, por fin sus planes habían dado sus frutos: Harry había derrotado a Voldemort y con ello solucionado el gran problema del mundo mágico. Las pérdidas y sacrificios las asumía como parte de la vida.
—¿Qué te induce a pensar que no fui sincero?
—Algo me dice que mi prima no hubiese desperdiciado así su último aliento —respondió Sirius manteniéndole la mirada con dureza.
Tras unos segundos, el director giró ligeramente la cabeza y contempló como el cielo se teñía del naranja del amanecer.
—Resulta casi insultante que el sol vuelva a salir como si nada, tras tanta sangre y lágrimas derramadas... Aunque también ilusionante, la renovación de la esperanza.
A Sirius la filosofía de Dumbledore le importaba poco. Lo siguió mirando exigiendo una respuesta que no llegaba. El amanecer culminó en el nuevo día antes de que Dumbledore susurrara:
—Que la estará esperando en sus fantasías.
Sirius sintió un escalofrío. La idea de que algo tan bello y profundo hubiese salido de su despiadada prima le inquietaba. Le hacía pensar que nunca la conoció de verdad. Y que Violeen no estaba tan equivocada en sus diagnósticos sobre la bruja como él pensaba. Quizá sí hubo algo bueno en ella... Ya era tarde para descubrirlo, pero reducía un poco el peso en su alma, porque quisiera o no, era su familia. Fue su familia.
—Si le digo eso a Violeen, pasará cada minuto del resto de su vida consumiendo sus pociones oníricas. Y tal vez por algún milagro no llegue a enloquecer pero... desde luego dejará de vivir. Es mejor así.
De mala gana porque no le gustaba la mentira, Sirius asintió. Dumbledore conocía a Violeen mejor que nadie y por desgracia lo que decía sonaba más que plausible. Aun así preguntó:
—¿Qué te hace pensar que no lo hará igualmente? ¿Crees que al decirle que no se arrepentía su recuerdo de Bellatrix cambiará? ¿Que creerá que la odiaba y no la echará de menos?
—No lo sé, Sirius —reconoció Dumbledore—. No sé qué hará Violeen ahora, no sé cómo puedo ayudarla.
Sirius asintió y su gesto se suavizó ligeramente, no deseaba agravar más las preocupaciones del director.
Dos horas después se despertó Harry y un poco después Violeen. Ambos coincidieron en la mesa del desayuno. Se los veía tristes y cansados y por eso Sirius trató de animarlos:
—Hay una buena noticia... Sobre todo para uno de nosotros —comentó mirando a Dumbledore.
—¿Y es? —inquirió Harry mirándolos.
El director sacó su varita y con una floritura un fénix dorado voló sobre la habitación dejando tras de sí una estela brillante.
—¡Ha recuperado su magia! —exclamó Harry contento—. ¿Cómo ha sido?
—Tras la guerra. Imagino que la muerte de Voldemort ha tenido algo que ver —respondió Dumbledore—, pero nunca lo sabremos con certeza. En cualquier caso no tengo quejas —sonrió el director.
Violeen tuvo claro que no había sido la de Voldemort sino la de Bellatrix. Su intención fue que Dumbledore no pudiera hacerle daño... y ya nunca podría.
—¿Cómo están todos? ¿Los Weasley? —inquirió Harry tras beberse el zumo de un trago.
—Todos bien. Sirius salvó a Fred y han podido curarle las quemaduras que sufrió —explicó Dumbledore—. Algunos siguen en San Mungo y a otros les llevará unas semanas recuperarse... pero saldremos adelante, saldremos juntos.
Harry asintió agradecido, necesitaba el optimismo. Pasaron a hablar entonces sobre las reconstrucciones de la guerra, los mortífagos fugados y los presos, los cambios que iba a haber en el Ministerio de Magia... Pero Violeen no escuchó. Seguía perdida en sus recuerdos sin necesidad de poción alguna.
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