Capítulo 31
Violeen no le contó a Dumbledore que iba a la exhibición de dragones con Bellatrix, no lo consideró relevante. Últimamente apenas hablaban. Ella se sentía cada vez más incómoda con su posición y no le veía sentido a preguntarle cada día si había avances con su magia. La respuesta siempre era no y confiaba en que cuando cambiara, la avisara.
Se sentía mal, cada día peor, por estar engañando a unos y a otros. Solo con sus pociones lograba suavizar esa sensación y alcanzar la calma. Sacudió la cabeza y optó por olvidarlo por esa tarde, tenía muchas ganas de disfrutar del espectáculo.
Cuando llamaron a su puerta y vio a una chica de su edad con cabello castaño, por unos segundos se sintió confundida. Luego recordó que era la misma a la que se encontró en el Callejón Diagon y resultó ser Bellatrix.
—Como bien comentaste, me busca todo el país. No puedo salir de cualquier forma.
—¿Y cómo sé quién eres? —inquirió Violeen fingiendo desconfianza.
—Porque solo yo sé que te gusta esto —respondió la mortífaga acercándose a ella y mordisqueándole el lateral del cuello.
La joven se estremeció de placer y dio la respuesta por buena.
—Trae a Aqua.
—Está aquí —explicó Violeen abriendo el bolsillo de su capa—. Ella también quiere ver dragones.
Bellatrix asintió. Le ofreció su mano y la apareció a las afueras de un enorme estadio mágico.
—Súbete la capucha.
—¿Por qué? Nadie me conoce —replicó Violeen obedeciendo.
—Pero tú sí que llamas la atención.
Le costó unos segundos, pero comprendió que Bellatrix no quería atraer miradas y ella tenía el pelo semimorado y los ojos a juego. Es verdad que solían mirarla, aunque no se daba cuenta, siempre andaba muy metida en su mundo.
Al ver la de gente que había, nada acostumbrada a esas multitudes exaltadas, Violeen agarró la mano de Bellatrix. Sin soltarla, la mortífaga se abrió paso usando discretamente su varita. Sus asientos estaban en el palco VIP, así que pronto se libraron de la gente. Violeen se acomodó en su asiento muy contenta, deseando que empezara ya.
—¿Esa no es tu hermana?
Bellatrix se giró y vio que efectivamente Narcissa había acudido al evento. Estaba en un lateral con un hombre que también llevaba la capucha puesta y claramente era Lucius. Pero contra ese traidor los aurores no tenían tantas pruebas como contra ella, gozaba de más libertad...
—Ni me han avisado... La desgraciada no quería que viniera con ellos —masculló Bellatrix.
Violeen no supo qué responder, pero saludó a Narcissa cuando la miró. La mujer apenas elevó unos centímetros las cejas y se quedó mirando a la chica que la acompañaba. Bellatrix se dio cuenta e hizo amago de besar a Violeen, solo para jugar con la cabeza de su hermana. Pero Violeen esquivó el beso. Al momento recibió una mirada entre furiosa y desconcertada.
—No quiero besarte así, no eres tú.
Bellatrix meditó qué le parecía esa respuesta. Decidió que estaba bien, al fin y al cabo no era su cuerpo.
—¡Ya empieza! —exclamó Violeen con entusiasmo cuando las luces se apagaron.
Aqua asomó la cabecita en su bolsillo y observó también como una docena de dragones surcaban el cielo sin superar la cúpula de protección del estadio. Arrojaban fuego, pero las gradas contaban con numerosos hechizos ignífugos.
Violeen disfrutó como una niña viendo las acrobacias y la majestuosidad de sus animales. De vez en cuando le hacía comentarios a Bellatrix, pero ella parecía bastante distraída. Probablemente no era su primer espectáculo de dragones. Los Malfoy les prestaron más atención a ellas que a las criaturas, sobre todo a la forma en que se cogían la mano y Violeen le susurraba cosas al oído.
Cuando terminó, Violeen aplaudió con todas sus fuerzas, salió de ahí muy emocionada. Su serpiente también, aunque tenía algunas dudas que siseó en su oído.
—No... Tú no puedes escupir fuego... Pero escupes veneno, es mejor. Veneno mejor que fuego, más útil.
Bellatrix la contempló hablar en parsel con su serpiente y dibujó una pequeña sonrisa.
—¡Vamos a cenar! ¡Te invito a donde quieras! —exclamó Violeen una vez fuera.
—No tengo mucha hambre...
—Pero me hace ilusión, ¡es lo mínimo después de que hayamos visto a los dragones gracias a ti!
—Ya, pero... La poción no va a aguantar tanto.
Violeen comprobó que efectivamente su pelo empezaba a oscurecerse. Así que cambió de plan y decidió que preparaba ella la cena en su casa. Bellatrix asintió con una expresión que su compañera no supo leer. Pero no le dio importancia, la cogió de la mano, se concentró y las apareció.
Lo primero que ambas notaron fue un calor abrasador y un humo asfixiante que quemaba los pulmones. A Violeen le costó mucho procesar la información, entender que su casa estaba en llamas. Se quedó completamente inmóvil, paralizada. Aquello no podía estar pasando.
—¡Tenemos que irnos! —le gritó Bellatrix.
Pero Violeen no reaccionó. Solo podía contemplar su casa arder mientras en su cabeza se repetía la escena que la recibió cuando toda la gente a la que amaba murió por un fuego maldito. No podía ser real. Era una pesadilla, sin duda.
Bellatrix lo comprendió. Le cogió la mano y la colocó sobre su pecho para que comprobara que su corazón latía desbocado. Pero esta vez no bastó para que Violeen reaccionara. La mortífaga ejecutó varios conjuros de agua y comprobó que no era un fuego maldito... simplemente uno muy fuerte y extendido.
—¡Kreacher!
Su elfo apareció al momento.
—¡Apaga esto! ¡Haz lo que sea pero apaga esto!
Después se giró hacia Violeen y le repitió que debían marcharse. La chica negó con la cabeza sin apartar la vista. Todo su cuerpo temblaba, no era capaz ni de pensar en el conjuro más sencillo, mucho menos de ejecutarlo. Hizo amago de correr hacia ahí, pero Bellatrix la sujetó por la cintura.
—¡Volveremos cuando lo apague, no podemos quedarnos! ¡La gente no muere quemada, muere por respirar el humo! —insistió Bellatrix.
—¡No!
Cuando Violeen empezó a toser, Bellatrix no esperó más y la apareció con ella. La chica no protestó ni abrió la boca cuando se vio en la mansión Black. Solo se dejó caer y se quedó sentada en el suelo. Aqua salió de su bolsillo y se deslizó sobre su muslo, trazando eses con su colita porque eso siempre la animaba. Violeen forzó una pequeña sonrisa triste y le acarició la cabeza. Menos mal que su serpiente se había salvado.
—Estoy bien, ve a jugar —le susurró.
La serpiente siseó contenta y se alejó en dirección a los árboles. Violeen se quedó ahí, inmóvil; Bellatrix la contemplaba sin saber qué decir.
—La reconstruiremos, no te preocupes. Quedará igual. Hasta entonces te puedes quedar aquí, hay una habitación con vistas a los bosques que te encantará.
No hubo reacción.
—Te daré todo el dinero que necesites, a mí me sobra.
Hasta ese momento, Violeen no había sido consciente de que todo su dinero y su forma de ganarlo habían ardido con su casa. El temblor de su cuerpo se agravó, se le nubló la vista, le costaba respirar... Bellatrix sabía lo que era un ataque de ansiedad: a ella le sucedía de pequeña.
—Violeen... Violeen, mírame. Mírame. Respira conmigo, despacio. Escúchame, escucha mi voz...
Costó varios minutos y Bellatrix no supo si la había ayudado en algo. Pero al final, ovillada en la tierra con los ojos cerrados Violeen logró detener la realidad por unos segundos y calmarse. Bellatrix la miró con verdadera preocupación.
—Ven, vamos a tu cuarto para que te puedas duchar.
Violeen se dejó llevar de forma mecánica, sin prestar atención a nada. No apreció la enorme habitación en tonos blancos y dorados a la que la llevó la bruja. Tampoco las hermosas vistas que ofrecían las ventanas de todos los bosques de alrededor. La cama era doble, el vestidor repleto de ropa de su talla, un regio escritorio ocupaba un lateral junto a una estantería con pociones... Pero Violeen no se fijó en nada.
—Mañana conseguiré un terrario para Aqua, uno más grande que el que tenía y lo colocamos aquí —ofreció Bellatrix sin obtener respuesta.
Bellatrix la llevó al baño en suite del dormitorio y la dejó que se duchara. Cuando volvió diez minutos después, la habitación estaba a oscuras y Violeen ovillada dentro de la cama.
«Al menos la cama le gusta» pensó la mortífaga. Dudó si acostarse con ella, pero tenía cosas que hacer. Así que susurró que llamara a Kreacher si necesitaba cualquier cosa y él la avisaría a ella. Después se marchó a la mansión Malfoy donde Voldemort la esperaba.
* * *
Eran las cuatro de la tarde, había pasado casi un día y Violeen no había salido de la cama. Bellatrix no había querido molestarla, pero ya no podía más. Entró a su habitación y abrió un poco las cortinas para que entrara la luz. Se sentó en la cama y vio que estaba despierta con la mirada perdida. Le apartó el pelo de la cara y le dijo con voz suave:
—Kreacher ha preparado la comida...
—No tengo hambre.
Bellatrix continuó acariciándole el rostro y al final murmuró temblorosa:
—Me dijiste que no tenías nada de valor...
—No tenía nada que tú considerases de valor.
Pese a la aclaración, Bellatrix no lo entendió. La miró compungida, le daba miedo meter la pata más. Entonces Violeen la miró por fin. La mortífaga sintió zozobra cuando vio la ausencia de vida y de emociones en sus pupilas violetas, ni con los castigos de Voldemort había sentido tanto vértigo. Y al final, con voz rota Violeen le preguntó:
—¿Por qué tenías que hacerlo?
—¿Q-qué? —balbuceó Bellatrix apartando la mano de su rostro.
—Por qué has tenido que incendiar mi casa, lo único que tenía.
Bellatrix tragó saliva y lo negó sin mirarla. Le recordó sintiéndose estúpida que estaba viendo los dragones con ella. Violeen no parecía ni escucharla.
—Podías haberme dado tiempo para que decidiera mudarme por mi cuenta... O haber aceptado que no quería... Pero no. Tenías que quemar mis cosas porque eres así.
Bellatrix no replicó. Se quedaron en silencio. Pasaron varios minutos y al final, sin mirarla y en una voz que era incluso menos que un susurro, Bellatrix confesó que ahora Voldemort la temía. Había matado a Dumbledore sin apenas esfuerzo y le daba miedo que pudiese hacer lo mismo con él. Bellatrix le había asegurado que no, estaba de su parte y además odiaba matar. Pero a Voldemort no le bastaba. Por eso le había exigido que la tuviese vigilada todo el día, que no la dejase sola ni un segundo. Y Bellatrix —que llevaba también tiempo pensando que todo sería más cómodo si se mudase a su mansión— ya había intentado varias veces pedírselo por las buenas. Así que solo se le ocurrió hacerlo por las malas.
No le confesó que mando a Kreacher a ocuparse, no le contó la bronca que habían tenido la noche anterior. «¡Te dije que la dejaras inhabitable, no que la destruyeras! ¡Podías haber causado un derrumbamiento, una plaga de doxys, una inundación del río que está al lado...!» gritó la mortífaga furiosa. Ella prefirió no saber cómo, darle libertad a Kreacher e involucrarse lo menos posible... pero claramente fue un error. Llorando, el elfo aclaró que cuando su ama le encargaba una misión, quería hacerlo lo mejor posible. Su idea fue que no quedaran ni los cimientos. Bellatrix no lo castigó, pero le espetó que desapareciera de su vista.
Nada de lo dicho causó efecto en Violeen. Así que Bellatrix (sabiendo que probablemente sería un error) añadió con voz trémula:
—Tú enviaste a mi marido a la cárcel.
—Estamos en paz entonces —respondió Violeen lacónica.
Silencio de nuevo, no daba la impresión de que estuvieran en paz.
—¿Qué tenías que era tan importante para ti? El dinero nunca te ha importado...
—Qué más da ya.
—Quiero saberlo.
Violeen no respondió. Tras unos minutos de angustia, Bellatrix le dijo que se levantara. Podían ir las dos a ver si se podía recuperar algo, Kreacher logró apagar el fuego. «No se podrá» murmuró Violeen, pero Bellatrix insistió y la hizo salir de la cama.
Efectivamente estaba todo quemado, solo eran escombros de madera apilados, con cristales y trozos de plástico de colores roto por todas partes. Bellatrix se quedó paralizada, ni ella misma esperaba que no quedara nada.
Violeen caminó entre los escombros, intentando deducir dónde habría quedado cada cosa tras el incendio. Cuando llegó a su dormitorio, tuvo la suerte de que varios fragmentos de cristal roto hubiesen encapsulado a su peluche. Acarició al panda con la mano y al momento desaparecieron los rastros de humo y recuperó su esencia.
—Lo siento, Señor Panda —susurró llorosa.
Con él bajo el brazo, se acercó a la pila de madera que fue su mesilla. Solo un objeto relucía entre ceniza y escombros: un colgante de un fénix dorado. A Violeen no le sorprendió. Cuando años atrás Dumbledore se lo regaló, le explicó que era oro acuñado por duendes de montaña y estaba protegido por lágrimas de ave del trueno. Nunca ardería. Se lo colgó al momento sin importarle que Bellatrix lo viera. No lo hizo para que Dumbledore pudiera localizarla, sino para aferrarse a lo único que quedaba.
Le costó mucho más encontrar su cuaderno de pociones, convertido en un amasijo de cuero derretido. Eso sí era insalvable. Y al verlo se quedó sin fuerzas de nuevo, sentándose en el suelo y llorando abrazada a su panda. Exactamente en la misma posición en la que Dumbledore la encontró el día en que perdió a su familia.
Esa fue la primera vez en la vida en la que Bellatrix sintió y entendió lo que eran los remordimientos. Y lo duro que era cometer un error para el que no veía solución posible.
Ninguna de las dos midió el tiempo que transcurría. Cuando Bellatrix murmuró que era tarde y debían volver a casa, Violeen simplemente se levantó y dejó que le cogiera la mano. Ya en la mansión, volvió a meterse a la cama con su panda y cerró los ojos. Aqua estaba en su terrario nuevo, media casi el doble que el anterior, con un montón de ramas, vegetación, piedras y adornos; Bellatrix cuantificaba la culpa en galeones. Aun así, cuando sintió que su compañera estaba triste, lo abandonó y reptó hasta la cama donde se acomodó también.
Bellatrix le comunicó a Voldemort que ya no había problema: tenía a Violeen vigilada y sin apenas ganas de vivir (mucho menos de matar a nadie). Ella sabía que su discípula era muy inteligente, pero aun así no creyó que la descubriera, al menos no tan pronto. Con lo que no contó fue con que Violeen la conociera tan bien, mejor que nadie antes. También le sorprendió que su respuesta fuera una total apatía rozando la depresión, creyó que habría rabia como le habría pasado a ella... pero no. Ahí comprendió que no se parecían en nada.
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