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Capítulo 25

A Violeen le dolía levantarse y dejar en su cama a una Bellatrix durmiendo desnuda, requería mucha fuerza de voluntad. Pero habían dormido ya muchas horas y ella tenía ganas de desayunar.

Apenas acababa de servir el zumo cuando Bellatrix apareció visiblemente enfadada. No le gustaba que la dejase sola en la cama y además su humor era incluso peor por las mañanas. Se había puesto lo primero que había encontrado: un jersey largo de lana gruesa. Violeen sonrió al verla con su ropa y comentó:

—El blanco te queda impresionante, contrasta muy bien con tu pelo.

Bellatrix frunció el ceño. No se había fijado ni en el color de la prenda. En cualquier caso eso era secundario, la miró acusadora sin decir una palabra (ella no hablaba antes de las doce, como mucho gruñía).

—Estaba preparando el desayuno —aclaró Violeen—. Te lo iba a llevar a la cama, pero como ya estás aquí...

Sin decir nada, la mortífaga dio media vuelta y desapareció. La joven sacudió la cabeza. Se tomó su zumo y luego llevó el otro al dormitorio. Efectivamente Bellatrix se había vuelto a meter a la cama. Tenía los ojos cerrados y abrazaba a Señor Panda. Se incorporó un poco para tomarse el zumo revitalizador y después se relamió satisfecha. Sin decir una palabra, agarró a Violeen del brazo, la besó y volvieron a tener sexo.

Cuando terminaron, por fin Bellatrix estaba en disposición de hablar. Mientras se vestía, informó a Violeen de que tendrían la siguiente misión esa noche:

—Será algo rápido, solo es mandar un mensaje de que el Señor Oscuro está al acecho y quienes no se unan... ¿Me estás escuchando?

—¿Eh? ¿Perdón? —replicó Violeen desde la cama.

La mortífaga le lanzó una mirada asesina por ignorarla. Su amante se lo aclaró:

—Puedo contemplar y admirar cómo te atas el corsé para que tus tetas queden todavía más apretadas... o escucharte. Pero las dos cosas no. Y me temo que va a ser la primera.

Bellatrix puso los ojos en blanco, pero no pudo disimular la sonrisa burlona. Le repitió los detalles de la misión, esta vez mencionando a Dumbledore. Violeen asintió sin preguntar más, se suponía que ella no conocía al famoso director, que apenas lo había visto de lejos durante una misión.

—A las diez vendré a por ti.

Esa fue la despedida de la mortífaga. Cuando vio por la ventana como se aparecía, Violeen cogió su cuaderno bidireccional e informó al director de la misión. Le avisó de que se pondría el colgante del fénix para que pudiera localizarla. Dumbledore respondió que en esa ocasión él no podría asistir porque estaba fuera de Londres, pero avisaría a Sirius y él reuniría a quien hiciera falta. Así quedaron.

A la hora acordada Bellatrix apareció. Violeen la esperaba nerviosa. La mortífaga no estaba de buen humor. Le explicó que iban a Hogsmeade, un pueblo mágico muy próximo a Hogwarts. Era algo sencillo, solo crear alboroto, querían lanzar un mensaje, no había necesidad de matar... de momento. La joven asintió, pero no pudo evitar preguntarle si sucedía algo más. A la mortífaga le extrañó la pregunta, pero al final confesó:

—Desde la última misión en la que atraparon a varios, quedamos pocos. Así que va a venir también Snape... Es profesor de pociones en Hogwarts y no lo soporto. Es un traidor, el chucho faldero de Dumbledore... y nadie más se da cuenta.

Violeen la escuchó sorprendida. ¿Sería verdad? ¿Estaría de su parte? Porque pese a todo, ella seguía teniendo claro cuál era su bando. «Ponte esto» le ordenó Bellatrix sacando de nuevo la capa con capucha que ocultaba su identidad. Estaba tan nerviosa y acelerada que ella misma le puso la capa. Violeen se dejó hacer y le sonrió. Eso hizo sonreír también a la mortífaga por unos breves segundos. Después, la agarró y se aparecieron.

—Es bonito —murmuró Violeen contemplando el pueblo mágico.

Bellatrix no respondió, muy centrada en su misión. Andaban presurosas en la oscuridad de la noche, pero aun así se podía apreciar lo pintoresco del lugar, con cabañas, tiendas y pequeñas casitas. Había nevado horas antes y era agradable pisar la fina capa que cubría el suelo.

—Ah, amor mío, te echaba de menos —saludó Rodolphus Lestrange.

—O quitas la mano de mi trasero o te la corto —masculló la mortífaga en voz baja.

Violeen los contempló con el ceño fruncido. Pronto vio aparecer a dos magos más: uno era Lucius Malfoy; el otro un hombre alto, delgado, de piel cetrina y ojos como pozos negros de amargura. La joven dedujo que era el tal Snape que a Bellatrix no le caía bien... y compartió su opinión. Parecía un murciélago gigante.

Lucius y Bellatrix susurraron entre ellos, poniéndose de acuerdo en el plan, y Snape y Rodolphus intervinieron en algún punto. Violeen se quedó dos pasos más allá, deseando una vez más hallarse en cualquier otra parte.

—¿Y esa persona quién es? —preguntó Snape con voz cortante.

Lucius abrió la boca para presentar a Violeen, pero Bellatrix se adelantó. En un acto reflejo, agarró a Violeen del brazo y la colocó detrás de ella.

—Absolutamente nadie —le espetó a Snape mirándolo a los ojos, dejándole claro que no confiaba en él.

El profesor iba a replicar, pero Lucius los apremió recordando que tenía que ser rápido. El grupo caminó en silencio por la calle principal, pasando una tienda de artículos de broma llamada Zonko y la oficina de correos. Ahí, se metieron en una bocacalle hasta lo que parecía un roñoso pub con un descuidado letrero en el que se veía la cabeza de un puerco cortada. El nombre "Cabeza de Puerco" le venía al pelo.

—¿Llamamos a la puerta o...? —empezó a preguntar Lucius.

Bellatrix voló la puerta. Desde dentro salió un conjuro aturdidor que todos esquivaron y varios devolvieron.

—¡Largaos de aquí! —ordenó una voz áspera desde dentro.

—¡Solo queremos hablar, Dumbledore! —gritó Lucius.

Sobresaltada al oír el nombre, Violeen se acercó por fin. El anciano de aspecto gruñón y atuendo descuidado no era Albus... pero se parecía. Recordó entonces que en su día le habló de un hermano. Acababa de conocerlo.

No pudo apreciar más detalles porque resultó que en el pub quedaban dos clientes que se unieron a la lucha. Y de nuevo, lo de que iba a ser una operación rápida y limpia se esfumó cual patronus.

Aparecieron enseguida dos miembros de la Orden: Nymphadora Tonks y Kingsley Shackelbolt, que eran los que más cerca se hallaban. Y el número se igualó. Violeen apenas intervenía, solo rechazaba hechizos y lanzaba algún maleficio si la miraba Bellatrix. Tuvo tiempo de fijarse en Snape y, efectivamente, llegó a la conclusión de que o no era buen mago o no tenía muchas ganas de atacar a nadie. Como espía, Violeen reconocía los síntomas.

—¡Únete al Señor Oscuro o vendrá él mismo a convencerte! —le advirtió Bellatrix a Abeforth.

Violeen frunció el ceño. Bellatrix no era tonta, no podía pensar que un Dumbledore se haría mortífago... o que Voldemort haría algo por sí mismo. No lo entendió. Sí que entendió que cuando empezaron a aparecer aurores, los mortífagos vieron que era momento de huir. Solo que no era fácil porque todos estaban luchando contra alguien.

Bellatrix no necesitaba ayuda, se reía y burlaba de todos por turnos. La que no tenía tanta suerte era su sobrina, que en esos momentos luchaba contra Lucius Malfoy y Rodolphus Lestrange e iba perdiendo. Violeen arrojó un maleficio aturdidor y después otro que hacía a la persona salir despedida muchos metros más allá. El segundo alcanzó a la metamorfomaga que quedó fuera del campo de batalla. Shackelbolt aprovechó para inmovilizar a Rodolphus y Lucius hizo lo que mejor se le daba: huir.

Bellatrix había desarmado y herido a Abeforth, que yacía a sus pies inconsciente. Pero no parecía querer hacer más, estaba ocupada mirando fijamente a Violeen. En dos zancadas llegó junto a ella y la agarró del brazo. Así se aparecieron.

—Uff qué mal viaje... —protestó Violeen aturdida.

Bellatrix la había aparecido de muy malas formas y se había mareado. Estaban en la mansión Black. La mortífaga la hizo cruzar las verjas para entrar en la zona protegida y después la empujó contra un árbol y le clavó la varita en el cuello. Violeen se asustó. Vio en sus ojos desconfianza y rabia.

—Hace tiempo que sé que hay un traidor entre nosotros... —siseó mirándola sin parpadear.

Violeen le aguantó la mirada sin decir nada, sin apenas poder respirar porque la agarraba con demasiada fuerza. ¿Estaba sucediendo de verdad? Había tenido pesadillas muy vividas con esa misma escena... Por desgracia no creyó que en esa ocasión Bellatrix le permitiese palparle el pecho para comprobar sus latidos.

—Se-será Snape, ¿n-no? —respondió con voz ahogada.

Lo pensaba de verdad y de normal no traicionaría a un posible infiltrado, pero Bellatrix ya sospechaba de él... «Y mejor él que yo» pensó Violeen dándose cuenta de que empezaba a parecerse demasiado a su maestra.

La mortífaga tardó en responder. Escrutaba su rostro sin parpadear, esperando a que se desmoronara, a descubrir la mentira en su gesto.

—De ese me encargaré otro día, pero tú...

—He hecho lo que he podido. Sabes que no me gusta hacer daño a la gente —se defendió—. Me he deshecho de la chica esa auror porque Lucius y Rodolphus no estaban pudiendo con ella...

—La... "chica esa auror" te daba igual. Lo has hecho para cargarte a uno de los nuestros.

Ahí, durante un microsegundo, Violeen dudó. Porque Bellatrix era muy buena guerrera y la había entrenado: sabía ver sus estrategias, su forma de pensar y usar la magia. Bellatrix sonrió triunfante porque pese a que fue fugaz, supo ver el cambio. Así que a Violeen no le quedó otra que confesar lo que trataba de ocultar.

—No ha sido a "uno de los nuestros" —respondió.

Bellatrix la miró entrecerrando los ojos, viendo evidente que trataba de engañarla.

—Claro que sí. Han atrapado a Rodolphus porque tú lo has dejado inconsciente.

—Así es.

—No lo niegas... —susurró Bellatrix—. Hace medio minuto me has dicho que...

—Que no era uno de los nuestros. Yo a ese no lo considero nada.

—¿Perdón?

—Que no soporto al imbécil de tu marido, Bellatrix —le espetó Violeen.

La mortífaga se sorprendió tanto al oírla hablar con ese desprecio que incluso aflojó la mano sobre su cuello. La miró exigiendo más información. Y Violeen se la dio:

—Ese hombre es un inútil. No es buen mago ni buen duelista, solo molesta. En la misión a la que me llevaste cuando Dumbledore te hirió y a él lo atrapó, lo liberé para que te salvara. Y no lo hizo. Huyó sin dudar. ¿Sabes qué, Bellatrix? Llámame traidora, pero me arrepentí de no haberlo dejado ahí para que lo atraparan. Y a Lucius también. Tampoco me cae bien, aunque al menos tiene buen pelo... y no te toca el trasero ni te llama 'amor mío'.

Sonó tan indudablemente sincera que Bellatrix la soltó. Lo hizo sin pensarlo, casi para estabilizarse a sí misma. La contempló sin saber qué decir.

—Al final resulta que ya no creo en el amor libre —susurró Violeen clavando sus pupilas violetas en las negras de la bruja.

Se giró antes de ver como la mortífaga sonreía victoriosa.

—¿A dónde vas?

—A casa —respondió Violeen sin dejar de andar—. Aqua estará preocupada.

—No puedes irte después de...

—¿De que me claves la varita en el cuello porque no te fías de mí? —la interrumpió Violeen—. Ya lo creo que puedo.

Apretó el paso con la cabeza bien alta, intentando hacerse la indignada lo mejor posible. Sabía que Bellatrix no la seguiría: Voldemort aparecería pronto exigiendo el parte de la misión. Así que llegó a su casa sin incidentes.

—Hola, Aqua —saludó a su serpiente que asomó la cabecita en su terrario cuando la escuchó llegar—. Ya estoy en casa. ¿Estás pasando buena noche?

Tras el saludo, lo primero que hizo fue guardar su colgante. Después se metió a la ducha. Se sentía sucia después de cada incursión con los mortífagos, odiaba esa sensación. Aunque agradecía al menos no estar sucumbiendo en ese aspecto... porque en otros empezaban a flaquear. No escribió a Dumbledore, ya lo haría al día siguiente. Le molestaba que no le hubiese hablado de Snape, estaba furiosa. Aunque quizá la causa no era el profesor de pociones...

Era la una de la madrugada y pese a no haber cenado, no tenía hambre. Pensó en tomarse una poción, pero estaba cansada y necesitaba pensar con claridad, así que se desnudó y se metió a la cama. Cerró los ojos intentando reflexionar sobre su situación. Apenas llevaba cinco minutos cuando escuchó que alguien llamaba suavemente a la puerta de entrada. Como ya era costumbre, no se movió.

Escuchó como ese alguien entraba y cerraba la puerta después; se descalzaba en el salón tratando de no hacer ruido y se acercaba al dormitorio. Pese a estar a oscuras, con la poca luz exterior que entraba por la ventana del salón, Violeen distinguió la silueta de Bellatrix. Con la vista acostumbrada a la oscuridad, la observó quitarse el vestido y después la ropa interior. Se acercó a la cama con cuidado y se acostó junto a ella. Violeen no la echó, pero tampoco se acercó.

Fue Bellatrix la que la atrajo por la cintura y la pegó a su cuerpo. Violeen siguió abrazando a su peluche mientras la mortífaga la abrazaba a ella.

—Lo siento —susurró Bellatrix tras varios minutos—. Soy muy desconfiada, no me fío de nadie y...

—Hay una persona de la que sí te fías y por la que estás dispuesta a morir cada día. Eres muy leal... con quien juzgas que merece la pena.

Violeen no pensaba mentar a Voldemort y menos en ese momento tan íntimo de las dos desnudas, abrazadas y dolidas de alguna forma. Bellatrix acusó el golpe y tardó en responder.

—Es diferente... Son muchos años... Pero a ti...

Se interrumpió ahí, como si no encontrara la forma de expresarlo. Al final confesó:

—Eres siete años más joven que yo y haces ejercicio físico todos los días. Cuando me dices que estás agotada y no eres capaz de hacerlo una vez más... puedes estar segura de que yo estoy como poco igual.

Violeen frunció el ceño. ¿Por qué le explicaba ahora que ella también sentía ligero agotamiento tras follar cinco veces seguidas? Y si era verdad... ¿por qué siempre insistía en repetir una sexta y una séptima? Le costó unos minutos de silencio nervioso, pero al final lo supo:

—Pese a eso, siempre insisto en volver a hacerlo porque necesito que me digas que me quieres.

—¿Qué? —replicó Violeen abriendo la boca por fin.

—Siempre que tenemos sexo me lo dices —susurró Bellatrix avergonzada—. Me explicaste que lo haces con todo el mundo que te acuestas, pero aun así yo... Nadie me lo había dicho nunca.

La joven tardó un rato en procesarlo. Al final se giró hacia ella y le preguntó:

—¿Tengo agujetas en todo el cuerpo y la muñeca casi fracturada solo porque querías que te dijera que te quiero?

Sintiéndose terriblemente vulnerable, Bellatrix asintió. Y Violeen supo ver el gesto en la oscuridad. Suspiró y la besó. Después volvió a girarse hacia Señor Panda y murmuró:

—Te quiero. Y ahora me voy a dormir.

Bellatrix no dijo nada, pero su sonrisa fue enorme. Que se durmiera en lugar de seguir besándola le pareció lo más maravilloso del mundo; porque no había sexo de por medio, no había entrega ni conexión física... Solo Violeen diciéndole que la quería. Y la mortífaga nunca había sentido tanta felicidad.

No obstante, sintió que debía responder de alguna manera...

—Es un honor que hayas abrazado la monogamia por mí.

Sonó burlón, pero eso no quitaba que fuese sincero. Violeen rio entre dientes y respondió:

—Tú has visto por mí la importancia de buscar la conexión emocional de la que siempre te hablé.

Bellatrix no respondió porque se dio cuenta de que era verdad. Hace unos meses se burlaba de la necesidad de afecto y ahora el sexo era una búsqueda de ello... (que además acarreaba un enorme placer, tampoco iba a ponerse tan mística). No replicó, le dio un beso a Violeen en el hombro y ambas se durmieron. 

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