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Capítulo 24

Violeen llevaba tres días sin hablar con nadie ni salir de la cama. Era como si de nuevo la vida la asfixiase, como si tuviese que tomar cada respiración de forma consciente para mantenerse con vida. Resultaba agotador.

Sentía frustración. No conseguía ni la paz mental requerida para consumir sus pociones (algo que habitualmente le resultaba tan sencillo como beber agua). Sin ellas para Violeen no había lugar donde hallar consuelo.

Sentía rabia. Ella solo quería llevar su existencia de la forma lo más liviana posible sin que nadie la molestase, y entre y unos y otros la habían arrastrado al centro de una guerra en la que solo podía perder; porque pese a lo que creyó al principio, ahora sí se le ocurrían un par de cosas que la guerra le arrebataría.

Sentía angustia. Al plan de Albus de fingir su muerte para que Voldemort se confiara (y de paso confiara en ella) le veía muchas lagunas. La principal era que ella no quería ser la protagonista. «Eres la mejor para ello. No pronuncias hechizos, manejas la magia de otra forma. No entenderán ni cómo lo has hecho» había asegurado el director. Eso solo había incrementado su ansiedad.

Sentía dolor. ¿Y si de verdad le pasaba algo a Albus? Con su pensamiento infantil e inocente, ella siempre pensó que viviría para siempre. Porque era el único que le quedaba, el único que la conoció cuando ella vivía de verdad. O a Sirius, también su vida corría peligro. Incluso Draco; no lo conocía, pero le parecía muy cruel que pusiesen a un chico de quince años en semejante posición.

Pero sobre todo y muy por encima de todo lo demás, Violeen sentía miedo. Miedos generales por todo lo anterior: fracasar y estropearlo todo. Guerras, pérdida de seres queridos, soledad, desconfianza, desamparo... A todos estos los seguía de cerca un miedo muy concreto: no estaba segura de si la poción que consumieron Bellatrix y ella la noche anterior tenía efectos secundarios. Y eso no podía consultarlo con nadie. Excepto con...

—No lo sé, Aqua... —gimoteó mientras su serpiente agitaba la colita intentando animarla—. En teoría solo debería suavizar los malos recuerdos y crear otro etéreo y más agradable. Nada trascendental. Pero... siento que... siento que... que no quiero que le pase nada malo. Que quiero pasar más tiempo con ella, que siento envidia de que prefiera entrenar a su sobrino que a mí cuando hace un mes hubiese dado gracias por ello. Que adore a Voldemort mil veces más de lo que jamás me querrá a mí...

Tú... la mejor...

Violeen sonrió con tristeza al escuchar a su serpiente tratando de animarla.

—Me relaja hablar contigo, aunque no me entiendas del todo —le aseguró acariciándole la cabeza.

La serpiente cerró los ojos con placer.

—No sé si generamos un nexo al crear el recuerdo juntas o... más probablemente fui consciente de él. De que lo hemos creado en estos meses y me lo he tratado de ocultar porque es la peor persona de la que podría enamorarme. Y no se lo puedo contar a Albus... Ni a nadie. Ni mucho menos a ella —sollozó.

No sabía cómo gestionarlo. Su mayor deseo era que terminara. Todo. La guerra, su infiltración en los mortífagos y su relación con Bellatrix. Quería que esos sentimientos desaparecieran. No tanto porque no eran correspondidos —podía vivir con ello— sino porque su sentido de la moral sufría al saber que amaba a una mujer que mataba por placer. O por un ser calvo y cobarde, lo cual era a todas luces peor.

—Si fuese buena... Habría sido bonito, ¿verdad? —murmuró con inocencia—. Aunque ella solo quisiese ser una amiga o conocida cercana...

Pero no era buena ni había visos de ello. Veía claro que Bellatrix moriría antes que traicionar a su señor. Y aunque lo hiciese —bajo imperio, Violeen no veía otra forma— nada la exoneraría de Azkaban. Su pasado y sus crímenes seguirían ahí. Sí, Violeen comprendía el motivo: una infancia horrible, falta de opciones y manipulación emocional a una chica que no tenía a nadie. Pero seguía siendo mala. No había grises ahí.

—¿Y ella?

A Violeen le sorprendió la pregunta de Aqua. Pero la comprendió, se entendían bien con las palabras justas.

—No... Ella no siente lo mismo, por eso estoy más tranquila respecto a la poción: sería raro que solo me afectase a mí. Bellatrix se marchó de casa tras prácticamente decir que ella vive por y para Voldemort. Y no he vuelto a saber nada de ella. Quiere que viva en su casa para tenerme vigilada, no necesito leer su mente para saber eso.

La serpiente movió la cabeza en un pequeño asentimiento. No conversaron más, se quedaron en la cama dejando pasar las horas.

Transcurrieron así dos días más. Al tercero se obligó a salir a correr y aunque fuese tonto, lo hizo porque sentía que Aqua estaba triste al verla mal.

Corrió menos kilómetros de los habituales y volvió a casa pronto, pero aun así lo consideró un triunfo. Al volver encontró en el suelo del salón una carta que alguna lechuza debía de haber colado bajo la puerta. No estaba segura de si ese día o alguno anterior, por eso se puso de inmediato a preparar las pociones que el boticario le solicitaba en la misiva. Se trataba de unos filtros para el mareo bastante sencillos, no le requerían mucha concentración.

Una vez los tuvo, los guardó con cuidado y partió hacia el callejón Diagon.

—Ah, muchas gracias, Violeen —se lo agradeció el boticario al recibirlos.

—A ti —respondió ella guardando el dinero—. Necesito reponer algunos ingredientes: esencia de belladona, ojos de tritón, jugo de bulbadox...

Le fue leyendo la lista mientras el dependiente sacaba cada ingrediente de sus recipientes y se los iba colocando. Cuando terminó, se los cobró a precio reducido como siempre y se despidieron.

Violeen salió al callejón y decidió volver a casa andando para que le diera el aire. Aún no había dado dos pasos cuando sintió que alguien la agarraba del brazo.

—¿Disculpa?

Se trataba de una chica a la que le calculó su edad —unos veintiocho años— de melena castaña y aire asustadizo. Violeen la miró con expresión interrogativa, no le sonaba de nada.

—¿Sabes alguna cafetería por aquí? Me dijeron una pero no la encuentro...

—Ah, sí... —murmuró Violeen intentando orientarse.

La chica era guapa y la miraba con ojos brillantes.

—Está el Café Unicornio en la bocacalle de ahí, en la esquina donde la tienda de túnicas.

La chica se giró confundida, intentando atisbar la calle entre la marabunta de gente que recorría el callejón.

—Ya te acompaño —ofreció Violeen.

—¡Muchas gracias!

La desconocida agarró a Violeen de la mano. A la joven le extrañó la familiaridad, pero realmente había mucha gente y era complicado abrirse camino. Sería para no perderse. No obstante, cuando empezó a acariciarle el dorso de la mano con el pulgar, sospechó que igual quería algo más que una guía.

—¿Eres de aquí? —se interesó la extraña—. Yo soy de fuera.

Violeen dudó. Sí, nació en Londres, pese a la mezcla francoitaliana de sus padres. Pero no era esa la historia que contaba últimamente... Así que negó con la cabeza y respondió que se había mudado de Italia hacía unos meses. La chica asintió. No pudieron hablar más porque el bullicio ahogaba sus palabras.

Llegaron pronto hasta la cafetería, de aspecto acogedor en madera oscura y con olor a café recién hecho.

—Entra conmigo. Te invito para darte las gracias —le pidió guiñándole un ojo.

—Eh... —murmuró Violeen.

No era una chica especialmente llamativa, pero a Violeen eso nunca le importó. Tenía un aura atractiva, aunque a la vez había algo que la inquietaba. Probablemente el sentir que le era infiel a otra mujer con la que en realidad no tenía nada más que sexo. Sacudió la cabeza. Igual eso era justo lo que necesitaba: distraerse con alguien, conocer gente nueva, alguien inocente y no conflictivo.

—Vale, sí, bien. Gracias —decidió Violeen.

La chica le sonrió orgullosa. Eligieron una mesa cerca de la puerta y mientras Violeen se sentaba, su compañera murmuró que se acercaba al mostrador a pedir. Le preguntó qué tomaba ella.

—Un zumo —respondió Violeen—. De lo que sea, me da igual.

En cuanto la joven asintió solícita y se giró, Violeen notó como bajo su capa, Aqua trepaba de su brazo (donde llevaba todo el trayecto) hasta su cuello. No le prestó mucha atención, estaba contemplando a su cita. Su trasero estaba bien, no era tan redondito y mono como el de Bellatrix, pero... Violeen se interrumpió ahí. ¿En qué momento había empezado a pensar en esos términos de la mortífaga? No lo de que su culo fuera perfecto —lo era y no podía negarse—, sino el hecho de compararla y considerar al mundo inferior a ella. Violeen nunca se había comportado así...

Es ella.

Violeen dio un respingo desconcertada, sin estar segura de si Aqua le había hablado.

—¿Qué? —replicó aturdida.

Huele como ella... Es ella...

No pudo repreguntar porque la desconocida se giró tras pedir y Violeen notó como Aqua volvía a ocultarse bajo su túnica. Cuando a Violeen le sirvieron su zumo favorito exactamente con las frutas con las que lo pedía siempre, supo a qué se refería su serpiente. No pudo evitar sentir emoción ante la idea de que supiera cuál era su zumo preferido. Pero disimuló. Y decidió seguirle el juego.

—¿En qué trabajas? —le preguntó.

—Soy profesora —respondió con una sonrisa dulce.

Ante eso, Violeen no logró disimular la risa.

—¿Por qué te ríes? —replicó la chica sorprendida.

—Por nada, porque te pega.

—¿Me pega?

—Sí. Tienes cara de ser profesora, seguro que se te da muy bien.

La chica la miró desconcertada pero al final asintió. Le preguntó por su trabajo y Violeen le habló de sus pociones. La siguiente cuestión fue si tenía pareja o salía con alguien. Violeen asintió y recibió una mirada curiosa.

—Tengo varias —aclaró.

De inmediato su acompañante borró la sonrisa.

—¿Ah sí? ¿Cómo funciona eso? —preguntó intentando no sonar tensa.

—Creo en el amor libre —aclaró Violeen—. Igual es porque nunca he encontrado a nadie a quien merezca la pena querer fuera de la cama ... Es decir, ahora mismo salgo con un mago que trabaja de alimentador de dragones en Gringotts, con un hada que no sé qué idioma habla pero es mona y con una bruja que no es gran cosa. Ninguno es como para plantearme algo serio... ¿Y tú? ¿Estás sola o...?

—¿Cómo que no es gran cosa? —la interrumpió la chica con la mandíbula tensa.

—¿La bruja? O sea, está bien... Su cuerpo no está mal... y bueno, se esfuerza al hacerlo, pero... No es cariñosa ni sincera, tiene una obsesión insana con su jefe, tiene la manía de colarse en casas ajenas...

Al ver la expresión de ira mal contenida de su compañera, Violeen se echó a reír. De la ira pasó al desconcierto y finalmente a la compresión (aunque eso no disminuyó su rabia).

—¿Cómo lo has sabido?

—Hueles a ti —respondió únicamente Violeen—. ¿Quién eres y cómo lo has hecho?

Bellatrix la miró sorprendida por la respuesta. Pero le explicó que el Señor Oscuro la había mandado a interrogar a Ollivander y no deseaban llamar la atención. Había tomado poción multijugos con el pelo de una chica de las que competían en el Foro y había usado imperio en el vendedor de varitas para que no recordase nada. «Recuérdame que te enseñe algún maleficio para borrar la memoria, suelen ser útiles» murmuró la mortífaga. Violeen asintió recopilando la información, al menos no había matado al vendedor de varitas...

—Cómo le gusta a todo el mundo la poción multijugos... —comentó Violeen pensando que era otra cosa que Bellatrix tenía en común con su primo.

—No la había probado y no me gusta, es una sensación muy rara... Estar en otro cuerpo no... Esto es frustrante —indicó colocando ambas manos sobre su pecho, en esos momentos muy plano.

Violeen no pudo evitar sonreír y la mortífaga le devolvió el gesto. Después continuó:

—Pero es muy difícil de conseguir... Requiere muchos ingredientes y además son muy raros. ¿Tú la fabricas?

—No. Ilegalizaron su comercio porque la gente solía usarla para hacer trampas o cosas malas. Y nunca la he necesitado, me parece antinatural, así que no.

Bellatrix asintió lentamente. Violeen le preguntó por qué había tratado de engañarla.

—No te he engañado. He salido de Ollivander, te he visto y me quedaba tiempo para tomar un café —respondió simplemente.

Violeen asintió. Se tomaron sus bebidas en silencio hasta que le preguntó con desinterés qué tal las clases con Draco. Bellatrix notó un cambio en su actitud, no era exactamente la de siempre.

—Bien, se le da bien —reconoció la mortífaga—. Aunque claro, es porque soy la mejor profesora.

Su compañera asintió sin decir nada. Entonces Bellatrix añadió:

—Contigo es mejor.

Violeen la miró sorprendida sin saber si era sincera. Se le ocurrieron varios comentarios burlones («Espero que con tu sobrino no hagas lo mismo que conmigo»), pero al final solo asintió. Aunque intentaba evitarlo porque era contrario a su naturaleza, seguía un poco enfadada porque se marchase de su cama para irse a enseñar a Draco.

—Sé que...—Bellatrix se interrumpió al ver que recuperaba su voz—. Me tengo que ir, se están pasando los efectos. Tenemos una misión pronto, algo fácil. Te avisaré.

Se subió la capucha y salió del café con rapidez sin decir nada más. Violeen se quedó ahí, terminándose su zumo mientras pensaba en Bellatrix. Ya no sabía qué sentía por ella... pero no podía ocultarse que verla le mejoraba el día.

Cuando volvió a casa, escribió a Albus para informarle de que había una misión próxima pero no tenía más datos. Porque el concepto de "fácil" de Bellatrix había demostrado ser poco fiable. El director le pidió que lo tuviera informado.

Por la tarde se entretuvo reponiendo y ordenando los ingredientes para sus pociones.

—Necesito acónito en polvo... —murmuró invocando un papel para hacer una nota—. Y los crisopos también se me están acabando... Aquí el... ¡Ah!

Violeen dio un grito sobresaltada al notar que alguien la atacaba. Supo quién era en el momento en que escuchó la carcajada. Trató de girarse para echarle la bronca pero Bellatrix la agarró con fuerza por la cintura pegándola a su cuerpo. Había cosas peores que sentir las tetas de Bellatrix pegadas a su espalda, pensó Violeen.

—Has dicho que me gusta colarme en casas y no quisiera yo decepcionarte —se burló la mortífaga en su oído.

La respuesta fue un gruñido. Del oído Bellatrix pasó al cuello: le apartó el pelo y empezó a morder suavemente. Violeen cerró los ojos y gimió, disfrutando y amando esa sensación. La mortífaga liberó su cintura para deslizar las manos bajo su jersey y acceder a sus pechos.

—Me gusta que no lleves nunca sujetador —susurró Bellatrix sosteniendo uno en cada mano y acariciándole los pezones con el pulgar—. Es muy de zorra barata y más sin ser pequeñas... pero en ti me parece adecuado.

Violeen gimió, no pudo replicar. En momentos así, Bellatrix podía hacer lo que quisiera con ella, insultarla y tratarla como más le gustara porque no tenía fuerzas ni ganas de protestar. Además olía tan bien... como a fuego y algo salvaje y adoraba ese olor. No le extrañaba que hasta Aqua supiera reconocerla.

Abrió los ojos un segundo y comprobó que su serpiente había salido. Bien. No quería traumatizarla.

—Veo que bragas sí que llevas —continuó Bellatrix con sorna—. Aunque están empapadas... ¿Y solo porque te he sobado un poquito las tetas?

Era mucho más que eso, las dos lo sabían. La intensidad de cada momento juntas, de cada gemido acompasado, cada arañazo, cada mordisco... No había conjuro que igualase aquello. Por eso Violeen respondió entre jadeos.

—Si las tuyas están secas me sentiré ofendida.

Bellatrix rio entre dientes y le pellizcó los pezones como castigo. Violeen ni siquiera registró el dolor, todo era placer. Aun así, necesitaba comprobar su teoría. Como pudo estando de espaldas a ella, le subió la falda y palpó torpemente sus muslos hasta llegar a las bragas. Bellatrix chorreaba también.

—Eh, ahora sigues —le ordenó la mortífaga—. Méteme un dedo.

Como no tenía mucha movilidad, Violeen simplemente le apartó las bragas e introdujo un dedo. Trató de buscar el mejor ángulo para llegar lo más profundo posible. Como recompensa, Bellatrix introdujo también uno de sus largos dedos en su abertura vaginal. De nuevo ambas gimieron a la vez.

—Te quiero —susurró Violeen para no perder la costumbre y la mortífaga sonrió en medio del éxtasis.

Violeen adoptó un ritmo rápido, aumentando la brusquedad conforme la mortífaga lo necesitaba (porque ya no necesitaba pedírselo, conocía muy bien su cuerpo). Bellatrix imitó cada gesto en su propio cuerpo: cuando le metió otro dedo y empezó a abrirlos para hacer espacio, cuando le frotó el clítoris con el pulgar... y cuando finalmente se corrieron las dos a la vez.

—Con esas manos entiendo que no necesites la varita para hacer magia —gruñó Bellatrix y para su amante fue el mejor cumplido que le había hecho.

Ambas terminaron jadeando, Bellatrix agarrada fuertemente a su pecho para mantenerse en pie y Violeen con una mano sobre una encimera para equilibrarse.

—¿Hay... hay...?— intentó preguntar la joven todavía agitada—. ¿Hay que... ir ahora a la misión esa?

La respuesta de Bellatrix fue un murmullo suave. Tenía los ojos cerrados y la cabeza apoyada sobre su hombro. Ni siquiera la había entendido.

Violeen repitió la pregunta y Bellatrix se incorporó por fin.

—No, será otro día —respondió lamiéndose los dedos que previamente habían estado dentro de su amante—. Hoy quiero ir a beber.

La joven ni siquiera le recordó que no le gustaba beber. Simplemente asintió y murmuró que necesitaba ducharse antes.

—No. Me gusta que estés así: sudada, despeinada y sucia por mí.

—Ya me tatuaré tu cara —respondió Violeen burlona—, pero prefiero estar limpita.

Bellatrix chasqueó la lengua con fastidio. Con un movimiento de varita, ambas quedaron como si acabaran de ducharse. «Esto nos ahorra tiempo» murmuró Violeen sorprendida y agradecida por la sensación de limpieza y frescor. Mientras salían de casa para aparecerse, la mortífaga le preguntó:

—¿Decías en serio lo de tatuarte mi cara? Me parece buena idea, deberías hacerlo.

Violeen rio y permitió que su amante la apareciera. En esa ocasión consiguió salirse con la suya y fueron al pub El Druida. Para complacer a Bellatrix, pidió un chorro de whisky de fuego en su batido de raíz amarga y bayas de muérdago. La mortífaga por supuesto prefirió el whisky solo. Se había puesto la capa con la capucha subida porque, pese a ser el callejón Knocturn, era mejor tomar precauciones.

Disfrutaron de sus bebidas y no hablaron mucho. Bellatrix mencionó algo de sus entrenamientos con Draco y Violeen alguna anécdota con Aqua, pero en general optaron por el silencio. Un silencio agradable que las acompañó hasta la tercera copa. Ahí ambas estaban más animadas, sobre todo Violeen, mucho menos acostumbrada al alcohol.

—¿Por qué siempre vistes de negro? —le preguntó—. ¿Es por identidad corporativa o solo tu color favorito?

Bellatrix dibujó una media sonrisa y reconoció que sería raro que los mortífagos luciesen túnicas azul cielo. Decidió jugar con ella, le gustaba cuando estaba borracha y por tanto más parlanchina.

—Pero mi color favorito es el violeta de tus ojos —dijo mirándola directamente.

—El mío el rosa de tus pezones —respondió Violeen al momento.

Bellatrix había creído que lograría ponerla nerviosa, pero fue ella la que acabó casi sonrojándose.

—¡Se nos da muy bien flirtear! —exclamó Violeen.

La mortífaga se echó a reír y tuvo que estar de acuerdo. Revolvió distraída su cuarto whisky y le preguntó con voz sugerente:

—Si me vistiera de rosa, ¿qué harías tú a cambio?

—¿Qué querrías? —le preguntó Violeen con curiosidad.

—Que te mudes conmigo.

Eso sorprendió a Violeen. Bellatrix le repitió que sería mucho más cómodo para entrenar y se ahorraría ir a buscarla antes de cada misión. La chica se lo agradeció de nuevo, pero insistió con amabilidad en que su casa le gustaba, era perfecta para ella y no le importaba ir a su mansión a entrenar.

—Además a tu casa va... gente.

No mencionó a Voldemort. Ni a su serpiente gigante. Tampoco a los Malfoy que aparecían de vez en cuando. Ni siquiera a su marido. Pero Bellatrix tuvo que asentir de mala gana y reconocer que alguna explicación seguro que le tocaría dar.

Se quedaron en silencio de nuevo. Cuando vieron que el pub iba a cerrar, Violeen abrió su cartera para pagar. En ese momento Bellatrix le preguntó con tono de aparente desinterés:

—Lo que me dijiste de que salías con un mago y un hada, ¿es verdad?

A Violeen le costó un segundo recordarlo, pero negó con la cabeza distraída.

—No, ahora mismo no. Sí que salí con un hada (una de tamaño humano, obviamente), pero no es algo que recomiende. El sexo es como... raro, ¿sabes? Les gustan otras cosas, es todo como más... sutil. Vamos, que al final no te corres.

—¿Solo te acuestas conmigo?

La joven frunció el ceño, no le gustaba responder a ese tipo de cosas. Era su intimidad y su libertad y las valoraba mucho. Pero aun así respondió que sí, en esos momentos así era. Ambas se levantaron para marcharse.

—Bien. Porque yo valgo mucho —le advirtió Bellatrix mientras salían del pub.

Violeen se giró hacia ella y respondió mirándola:

—Supongo que por eso tienes marido y amante, ¿no?

La mortífaga la miró con seriedad sin decir nada. Violeen le dio las buenas noches y se apareció. Se estremeció al llegar a su casa, al estar junto al río hacía bastante frío. Le sorprendió escuchar un chasquido muy suave unos segundos después.

—Que ya que estamos podemos follar —declaró Bellatrix altiva, como si tal cosa.

—¿Así de borrachas? —preguntó Violeen no muy segura.

—Al menos hay que intentarlo, soy una guerrera.

Ante semejante estupidez Violeen ahogó una carcajada y la dejó entrar a su casa. Para sorpresa y orgullo de ambas, lo consiguieron con nota. 

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