Capítulo 23
Violeen no podía volver a la mansión de Bellatrix como si nada hubiese pasado, como si no hubiese salido huyendo ante la perspectiva de que la mortífaga hurgase en su mente. Lo hubiese hecho con más discreción de haber sabido que tendría que retomar la relación...
Por eso, cuando volvió del despacho de Dumbledore, optó por quedarse en su casa. Pese a haber pasado solo unos días fuera echaba de menos el calor y el olor de su hogar, la humanidad y sus objetos personales (principalmente sus pociones). Aqua también reptó hasta su terrario, lo había añorado aunque disfrutaba mucho en los árboles.
Violeen sacó su cuaderno de pociones, preparó los ingredientes y se puso a trabajar, eso siempre la tranquilizaba y la ayudaba a pensar. Necesitaba una historia para cuando apareciese Bellatrix... porque no dudaba que aparecería.
Sucedió dos horas después. Ni siquiera llamó a la puerta, simplemente entró. Violeen no alzó la vista, pero sentía su mirada penetrante y una frialdad y desconfianza que al parecer todavía no habían dejado atrás.
—¿Por qué has huido? —preguntó Bellatrix con los brazos cruzados sobre el pecho.
—¿Mmm? —murmuró Violeen muy concentrada en su labor.
—Que por qué has salido corriendo de mi mansión en plena lección.
La joven no se apresuró a responder. Con su calma habitual, le explicó que le pareció que la sesión entre Draco y ella se tensaba y que el chico se relajaría más sin la presencia de extraños.
—Para eso no necesitabas irte. Podías haber subido a la habitación. O bajar al laboratorio de pociones si era lo que te apetecía.
Violeen negó con la cabeza mientras añadía unas rodajas de ciruela explosiva a la mezcla. Después, respondió:
—Llevaba unos días queriendo fabricar esta poción... Y no la podía hacer en tu casa. Mi cuaderno está aquí —murmuró anotando algo en el margen de su librito de recetas.
Bellatrix no respondió, la contempló sin inmutarse hasta que Violeen dio por terminada la poción. Vertió el líquido en un frasco y lo contempló satisfecha. La mortífaga no aguantó más y le preguntó qué era.
—Lo que me pediste —explicó Violeen sacando uno de los recipientes que usaba como difusor.
—Yo no te pedí nada.
—Con esta poción deberías poder crear un escenario que nunca existió y proyectarte ahí con quien quieras en la etapa que quieras de tu vida.
Bellatrix abrió la boca de nuevo. Pero entonces recordó que le preguntó a Violeen si existía algún filtro onírico para que sus versiones de cinco años se conocieran. Al parecer ahora sí.
—Venga, vamos a probarlo —la invitó Violeen con ilusión.
—Mejor en mi casa.
—Aquí es más seguro. Es una poción que he usado muchas veces, pero le he tenido que añadir dos ingredientes nuevos para conseguir ese efecto. No debería haber ningún problema, pero... Tengo todas mis notas, ingredientes, remedios... si pasara cualquier cosa, podría solucionarlo.
—¿Crees que voy a aspirar una poción que no se ha probado nunca? —le preguntó la bruja de brazos cruzados.
—La he hecho para ti —respondió Violeen mirándola—. No pasará nada, soy la mejor pocionista viva en este tipo de filtros. Yo lo voy a tomar y no siento ningún temor.
Bellatrix empezó a dudar, pero seguía sin estar convencida del todo. Entonces Violeen añadió:
—¿Qué es lo peor que podría pasar?
—Morirnos las dos —resumió Bellatrix.
Violeen asintió sin perder la sonrisa, sabiendo que esa sería su respuesta. Mientras preparaba la poción y un humo granate empezaba a ascender, le preguntó:
—¿Y te importaría mucho?
Contra cualquier pronóstico racional, ese argumento terminó de convencer a Bellatrix: viviendo en guerra, la muerte estaba ahí siempre como una posibilidad latente. Así que una vez más se tumbaron juntas en la alfombra y Violeen le indicó cómo respirar y relajarse. Después la avisó de que en esa ocasión debían crear ellas el escenario, pues no existía.
Violeen la dejó empezar, permitiéndole elegir el lugar. Pero Bellatrix solo veía oscuridad a su alrededor y no sabía cómo cambiarlo. Así que fue su compañera la que empezó el proceso e imaginó un prado con flores silvestres y árboles frutales. Al verse ahí, Bellatrix se centró y añadió montañas nevadas rodeando el paraje. Violeen imaginó conejos correteando y escarbatos jugando bajo un sol cálido. Como resultaba demasiado tierno para la mortífaga, se ocupó de imaginar una docena de dragones que sobrevolaban el paisaje escupiendo fuego.
Satisfecha con el escenario, Violeen le indicó:
—Ahora concéntrate en ti, en la versión de ti que quieres ver.
En cuanto terminó de decirlo, una niña de cinco años con pelo castaño y violeta apareció correteando. Llevaba a su panda de peluche y lucía una sonrisa imborrable.
A Bellatrix le costó más. Pero unos minutos después, otra niña de la misma edad apareció. Esta tenía el cabello oscuro y ondulado y llevaba un vestido de terciopelo verde con unas botitas a juego. Firmemente agarrada, la varita que conservaría tres décadas después. Esta contempló a la otra niña, que corría en círculos riendo. Cuando se dio cuenta de que no estaba sola, se acercó a la pequeña Bellatrix.
—¡Hola!
La morena se la quedó mirando con desconfianza, sin decir nada. Eso no desanimó a su compañera:
—¡Soy Violeen! —exclamó contenta—. ¡Y este es Señor Panda!
Bellatrix contempló a su peluche acaso con envidia. Ella nunca tuvo ninguno.
—¿Cómo te llamas? —insistió.
Tras unos segundos, la niña respondió que Bellatrix. A su nueva amiga le gustó su nombre.
—¿Y ese palito? —le preguntó.
Bellatrix no respondió. Contempló la enorme camiseta de colores que llevaba Violeen como única prenda. Nunca había visto algo así.
—Eres rara —sentenció muy seria.
«Te dije que no nos hubiésemos llevado bien» murmuró la Bellatrix adulta contemplándolas. Violeen sonrió y le dijo que les diera tiempo: «Yo no me rindo fácil. O al menos no lo hacía entonces...». Sus palabras se confirmaron cuando en lugar de ofenderse, la pequeña Violeen respondió:
—¡Muchas gracias!
A ella le enseñaron que se rara, ser diferente y única era mucho mejor que encajar en el molde.
—Tú también eres rara —añadió para devolverle el cumplido.
La pequeña Bellatrix arrugó la nariz para mostrar su desacuerdo.
—¿Quieres jugar con Señor Panda? —ofreció Violeen—. Puedo hacerte uno. Desaparece en un rato, pero...
Se concentró, contempló a su panda y al poco apareció una copia exacta de este. Sin perder un segundo Bellatrix le preguntó cómo lo había hecho.
La Violeen adulta rio y la mortífaga sonrió también sin poder evitarlo. "Sigues siendo exactamente igual" murmuró Violeen.
—Con magia, soy bruja —explicó la niña satisfecha—. Toma.
La pequeña Bellatrix aceptó el osito e insistió en lo de la magia. Le preguntó dónde estaba su varita y hubo un pequeño debate en torno a eso que no llegó a nada.
—¡Mira! ¡Un dragón morado! —exclamó Violeen señalando el cielo.
Bellatrix lo miró y comentó en voz baja:
—Se parece a tus ojos.
Eso puso muy contenta a su amiga, que la cogió de la mano y se tumbaron con sus pandas a contemplar los dragones. Cuando uno de ellos aterrizó, corrieron hacia él para jugar con él. Después se montaron en su lomo y le pidieron que las llevase a volar con sus peluches. Ninguna de las dos sintió miedo mientras surcaban el cielo, ambas reían y gritaban felices.
—Es hora de irnos —murmuró Violeen.
—Un par de minutos más —pidió Bellatrix sin apartar la vista del dragón en el que volaba su versión infantil—, acabamos de llegar.
Violeen asintió y no le dijo que en realidad llevaban dos horas sin hacer otra cosa que contemplarse. Cuando supo que la poción terminaba de quemarse, la cogió de la mano y la ayudó a volver.
Como en las ocasiones anteriores, Bellatrix estaba demasiado afectada para hablar. Así que Violeen la hizo tumbarse en el sofá (aunque cada vez se mareaba menos) y recogió todo para después pasar a hacer la cena.
—¿Esto cambiará algo? —preguntó Bellatrix al fin—. ¿En mis recuerdos o mis... sentimientos o algo así?
—No... No lo creo —caviló Violeen—. Igual, como la vez en que visitaste a tus tres Bellas pasadas, recuerdas tus cinco años con más cariño, pero nada grave, nada grande.
La mortífaga asintió. Aceptó el zumo y la tostada vegetal cuando las levitó sobre la mesita del salón y cenaron juntas. No hablaron. Observaron como Aqua jugaba en su terrario y después se escabullía por la ventana para salir a su caza nocturna. Al terminar de cenar, Violeen lavó los platos y después contempló a la mortífaga, que seguía en el sofá con la vista perdida.
—Ya está todo recogido. ¿Follamos? —le ofreció.
Bellatrix volvió a la realidad y arrugó la nariz exactamente igual que cuando tenía cinco años.
—Cuida con tanto romanticismo que me abrumas —ironizó.
—¡Oh, mis disculpas! Me confundió el hecho de que fuese usted una asesina en serie sin escrúpulos —se burló Violeen con expresión consternada.
Seguidamente se arrodilló en la alfombra ante Bellatrix (que la miraba con curiosidad) y cogiéndole la mano con caballerosidad declaró:
—Milady, me haría usted la dama más afortunada de estos parajes si aceptase quitarse las enaguas y yacer conmigo mientras nuestros gráciles cuerpos aguanten.
Bellatrix sacudió la cabeza disimulando la sonrisa y suspiró: «Eres tonta... Pero sigues siendo mejor que mi marido». Violeen lo tomó por un sí y la besó. Se sentó junto a ella en el sofá y la atrajo por la cintura para que le enroscara las piernas y llevarla en brazos. Estaba dispuesta a seguir el número hasta el final.
—No tienes fuerza para... levantarme... —murmuró la mortífaga sin dejar de besarla.
—Mmm... Claro que sí... Lo único que pesa en ti son tus tetas y son patrimonio de la humanidad.
Bellatrix sonrió mientras la chica le estrujaba el pecho. Seguidamente se enroscó en su cintura y Violeen la levantó en brazos. Es verdad que tenía menos fuerza que ella, pero aun así la llevó hasta el dormitorio sin problema. La dejó sobre la cama con un cuidado con el que nadie trataría a una mujer que se dedica a la tortura de manera profesional. Bellatrix le sonrió con ternura y declaró quitándose el vestido:
—Está bien, puedes sobármelas un rato.
Se tumbó con la espalda apoyada sobre un almohadón, agarró a Violeen por el cuello y hundió su cara en su escote. La joven no tuvo quejas. Empezó a besar su pecho sobre el sujetador de encaje negro sintiendo como a Bellatrix se le erizaba la piel de la sensación. Pronto empezó a lamer y mordisquear mientras la mortífaga ahogaba gemidos de placer. No le quitó el sujetador, le gustaba la forma en que le estrujaba los pechos. Bellatrix le arañó el cuero cabelludo mientras seguía presionando su cara contra su piel.
—Vale... —jadeó la mortífaga varios minutos después—. Ya puedes seguir bajando.
Violeen sonrió. Se incorporó lo justo para quitarle el sujetador y la contempló prácticamente babeando.
—Tus tetas son absolutamente perfectas... Toda tu eres perfecta...
Cuando vio que la mortífaga abría la boca burlona, añadió:
—Cuando estás callada.
Bellatrix se echó a reír. No pudo replicar porque Violeen la besó metiéndole la lengua en la boca. La mortífaga se lo permitió solo porque a la vez, bajó la mano entre sus piernas y empezó a tocar en todos los lugares adecuados.
Así pasaron la noche una vez más, hasta dormirse de madrugada.
A la mañana siguiente hubiesen seguido con su actividad favorita, pero Bellatrix había quedado con Draco para seguir con las clases. Cuando el Señor Oscuro le encargaba una misión se lo tomaba muy en serio.
—Quédate –le pidió Violeen apoyando la barbilla en su pecho.
—Ven conmigo —contratacó Bellatrix.
—He estado varios días contigo... Tengo que trabajar...
—Yo también —murmuró la bruja apartándola con cuidado y levantándose.
—Pero tú no necesitas dinero. Y además es tu sobrino, podéis quedar otro rato...
—No hago esto por dinero ni por mi sobrino. Lo hago por el Señor Oscuro y no voy a fallarle.
Violeen asintió. Sabía que sería así, pero albergaba una pequeña esperanza... Pero se resignó. Le preguntó cuándo debía ir ella a entrenar. Bellatrix lo pensó mientras se vestía.
—Te avisaré —decidió finalmente—. Ahora tiene prioridad lo de Draco. Va a retrasar un par de semanas su vuelta al colegio diciendo que tiene la gripe mágica para que podamos seguir.
—¿Qué tiene que hacer Draco? ¿Por qué es tan importante que aprenda a cerrar su mente? —quiso saber Violeen ya por genuina curiosidad.
—El Señor Oscuro quiere que...
Bellatrix se interrumpió al recordar que era alto secreto. Respondió finalmente que era algo que solo atañía a los implicados. Violeen resopló y sacudió la cabeza sin decir nada. Se levantó de la cama, murmuró un «Que vaya bien» y se metió a la ducha. Sabía que la mortífaga detestaba esa actitud, pero le importaba poco. Creyó que igual aparecía y le gritaba, pero un par de minutos después escuchó la puerta y supo que se había marchado.
Por eso, después de ducharse, volvió al dormitorio, cambió las sábanas y se sentó en la cama con su cuaderno bidireccional.
<Voldemort quiere algo de Draco. Algo urgente para lo que Bellatrix le está preparando.
Dejó el cuaderno abierto a su lado, esperando a ver si tenía suerte y Albus estaba pendiente. Llevaba unos minutos acariciando a Aqua que serpenteaba sobre el edredón cuando una línea apareció debajo de la suya:
>Lo suponía tras lo que me contaste de la oclumancia.
<¿Alguna idea de qué? —escribió Violeen con curiosidad.
>Alguna... Pero pensemos juntos.
Violeen sonrió al leerlo. Era lo que el director le decía en su día cuando le enseñaba magia y quería ver si ella llegaba a las mismas conclusiones que él. Quizá para otras personas los métodos de Dumbledore resultaban exasperantes —no solía decir nada directamente—, pero a ella le gustaba, le recordaba a su infancia.
Albus le preguntó entonces qué podía querer Voldemort de Draco que no pudieran conseguirle el resto de mortífagos. Violeen pronto lo vio claro: algo que estuviese en Hogwarts.
>Muy bien —escribió Dumbledore—. Creo que eso podemos tomarlo como certeza. En Hogwarts hay varios objetos que podrían interesarle.
<No creo que sea nada muy secreto, Voldemort no comparte nada con nadie. No se arriesgaría a hacerle robar un objeto que le pueda dañar. Y menos a Draco: le he conocido poco, pero le mueve el miedo y no la pasión como a Bellatrix.
>Siempre has sido brillante, Violeen.
La chica sonrió al leer el cumplido en la pulcra caligrafía del director. Él le confesó que había llegado a la misma conclusión. Tenía que buscar algo evidente y poderoso pero que Draco no pudiese usar contra él. Algo que le ayudase a ganar la guerra. Sin darse cuenta, Violeen hizo la pregunta clave:
<¿Qué le está frenando? ¿Por qué no va él mismo a Hogwarts y coge lo que sea si se supone que es el mejor?
>Yo.
La joven lo leyó con sorpresa, pero pronto comprendió que era evidente. Por mucho que se jactase de ello, Voldemort no era el mago más poderoso del mundo. Y lo sabía.
>No lo intentará mientras yo viva.
A Violeen le costó más rato responder porque le sonaba tremendamente absurdo. Pero aun así, se la jugó:
<¿Crees que quiere que Draco intente matarte?
>No. Creo que quiere que lo haga. Sin intentos.
De nuevo, le llevó unos minutos procesarlo. Seguidamente arguyó que eso era una locura. Ni con Dumbledore ciego lo conseguiría. Además, ¿mandar a un niño de quince años a ejecutarlo? No podía ser tan cobarde... ni tan ridículo. A Violeen le helaba la sangre pensar que ese era el ser al que veneraba Bellatrix.
Tras pacientes explicaciones y fragmentos de su pasado, Dumbledore logró convencerla de que esa era la explicación más plausible para la misión de Draco. Por eso no podía correr el riesgo de que nadie leyese sus intenciones en su mente...
<¿Y qué hacemos?> escribió la chica sintiéndose mal por Draco.
Su estómago dio un vuelco cuando leyó la respuesta de la persona viva a la que más quería:
>Tendrás que matarme tú.
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